sábado, 7 de octubre de 2017

DOMINGO XXVII – A (08 de Octubre del 2014)

DOMINGO XXVII – A (08 de Octubre del 2014)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo: 21,33-43

21:33 Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
21:34 Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.
21:35 Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
21:36 El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
21:37 Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo".
21:38 Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia".
21:39 Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
21:40 Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?"
21:41 Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo".
21:42 Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras:
La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
21:43 Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes, para dárselo a un pueblo que dé frutos a su tiempo para el reino de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

Las preguntas latentes de: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16).  También suscita otras preguntas como. ¿Por qué tengo que preocuparme tanto por mí salvación? Porque solo es aconsejable esta opción ante otra opción que sería la condenación. Recordemos esta escena: Jesús les dijo: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16). Como ven no es lo mismo salvación y condenación, son completamente distintas opciones. No es que Dios nos condene, sino que cada uno hemos de optar por una de estas realidades escatológicas.

En las enseñanzas de los domingos anteriores se nos ha dicho: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1)…  al fin de la jornada salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin trabajar?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros" (Mt 20,6-8). Luego, un hombre tenía dos hijos dijo al primero le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El primero" Respondieron (Mt 21,28-31). Hemos dicho que no se puede obtener la salvación con un si (palabras) luego no (hechos); decir que creo en Dios y luego con mi conducta niego la fe profesada. Para obtener nuestra salvación hace falta creer en Dios y luego hacer vida la fe profesada.

Hoy, el Señor nos agrega la enseñanza: “Llegó el tiempo de la cosecha, envió a sus servidores para percibir los frutos” (Mt 21,34). Pero los inquilinos de la viña nunca dieron el fruto al dueño de la viña. Este episodio bien podemos complementar con estas citas: Jesús mientras regresaba a la ciudad, tuvo hambre. Al ver una higuera cerca del camino, se acercó a ella, pero no encontró frutos más que hojas. Entonces le dijo: "Jamás volverás a dar fruto". Y la higuera se secó al momento” (Mt 21,18-19). “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía” (Jn 15,1-2). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5).  

“Envió a su propio hijo, pensando: Respetarán a mi hijo. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron. Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia" (Mt 21,37-38). La gran tentación del hombre es adueñarse de la viña (vida, Iglesia) que Dios nos dio. Al respecto el trato que Dios hizo con el hombre que ha sido creado por Dios (Gn 1,26), es este mandato: “Dios tomó al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo cultive y lo cuide. Y le dio este mandato: De cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,15-17).

Solo Dios es el dueño de la creación, el hombre es simple inquilino (“lo trabaje y lo cuide”), no tiene facultad de comer de todos los árboles que quiera y menos sentirse dueño de la creación o de su vida. Mal hace el hombre en querer adueñarse de la viña (la vida). Por ser criatura, el hombre tiene un convenio, un contrato con Dios: “El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña” (Mt 20,1-2).  Ahora como inquilino (Contrato=bautismo) está en la obligación de dar los frutos a su debido tiempo, si no cumple con dar frutos a su tiempo cae en la falta que ya se anunció: Dijo Jesús esta parábola: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. Él respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: Voy, Señor, pero no fue” (Mt 21,28-30). El evangelio termina diciendo: “Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes, para dárselo a un pueblo que dé frutos a su tiempo para el reino de Dios " (Mt 21,43).

Si damos una mirada panorámica en los evangelios nos topamos con otra cita similar: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra? Pero él respondió: Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás" (Lc 13,6-9). U otra cita: “Algunas semillas cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron frutos: unas cien, otras sesenta, otras treinta” (Mt 13,7-8). “¿No sembraste buena semilla, y de donde crece la cizaña? Respondió, el enemigo lo ha hecho. Dijeron los viñadores ¿Quieres que los arranquemos? Respondió: Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero" (Mt 13,24-30). Al respecto dijo el señor: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?” (Mt 7,15-16).

“Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos” (Mt 7,17-18). Es decir los viñadores asesinos son malos árboles, y ahí está su fruto: “Deciden adueñarse del viñedo asesinando al hijo de la viña. Y el hijo de la viña no es sino el mismo Jesús, el Hijo de Dios que fue crucificado fuera de la viña o de la ciudad. Y el mal árbol es igual al árbol que no produce frutos: “Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Ustedes, por sus frutos serán reconocidos” (Mt 7,19-20).

No se puede pretender engañar a Dios, aparentando ser bueno. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mt 3,7-10).

Por tanto: “¿Podremos salvarnos pretendiendo adueñarnos de la viña asesinando al dueño de la viña? (Mt 21,38-39). Dicho de otro modo: “¿Obtendremos nuestra salvación a la fuerza, haciendo malas cosas, como matando o poniendo nuevas reglas según nuestros caprichos? ¿Seremos merecedores de la salvación sin obedecer los principios del contrato o alianza? Claro que no se puede. Recodemos aquella escena: Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo reprendió, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no te sucederá. Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "Apártate de mi vista, Satanás. Tú estás pensando como los hombre y no como Dios” (Mt 16,21-23). Es decir que el hombre no puede ni podrá obtener su salvación pensando o haciendo como se le antoje.

jueves, 28 de septiembre de 2017

DOMINGO XXVI – A (01 de Octubre del 2017)

DOMINGO XXVI – A (01 de Octubre del 2017)

Proclamación del santo Evangelio según San Mateo: 21,28-32

21:28 En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña".
21:29 Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue.
21:30 Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue.
21:31 ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
21:32 En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Queridos amigos en el Señor Paz y Bien.


“Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12,50).

En las enseñanzas de estos domingos vamos buscando respuestas a la preguntas de fondo: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Al buscar respuestas a estas inquietudes, el Señor nos ha dicho en los domingos anteriores que, para obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1)…  al fin de la jornada salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin trabajar?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros" (Mt 20,6-8). Hoy nos agrega: Un hombre tenía dos hijos dijo al primero: "Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El primero" Respondieron (Mt 21,28-31).

El tema de la salvación suscita preguntarnos reiteradas veces: ¿Cómo  y qué obras buenas  debemos hacer para obtener nuestra salvación? (Mt 19,16): Debemos de contratarnos para trabajar en la viña (Mt 20,1); luego de contratarnos en el Bautismo Dios nos invita ir a trabajar en la viña (Mt 21,28). Con el bautismo decimos “si” al Señor y si no ejercemos la fe y no ponemos en práctica los dones recibidos, estamos diciendo “no” somos como el segundo hijo. Al respecto ya nos dijo el Señor: No todo el que me dice Señor, Señor se salvará sino quienes cumplen la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). Luego agrega y dice: “Quien escucha mis palabras y las pone en práctica es como un hombre sabio que edifica su casa sobre roca, vienen los embates de la naturaleza y no se cae (Mt 7,24).

Recordemos otras citas: “Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;  ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno” (Mt 5,33-37). También les recordó el octavo mandamiento: “No mentiras” (Mc 10,19). Y dijo a los judíos: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres" (Jn 8,31-32).

En este domingo Jesús nos enseña en esta parábola de los dos hijos (Mt. 21,28-32): ser siempre coherentes entre el sí de nuestras palabras y el sí de nuestro obrar. Caso contrario estaríamos en el mismo error y muy grave error de los falsos maestros a los que Jesús se enfrentó porque les desenmascaró sus verdades, verdades falsas. Dijo a sus apóstoles: “Ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos (Fariseos, maestros de la ley) les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen, enseñan una cosa y hacen otra cosa” (Mt 23,3). Las verdades a medias que son las incoherencias, Jesús los llama hipocresías: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!” (Mt 23,23-25). Estas palabras tan duras y directas contra los falsos creyentes y maestros de ley, son el presupuesto que condujo a Jesús ganarse la muerte en Cruz.

En el evangelio de hoy nos dijo Jesús: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dijo al primero: hijo ve a trabajar a mi viña.  Él respondió: no quiero, pero luego recapacito y fue a trabajar (Son de los pagamos, los que no creen y conocen a Dios, pero una vez que se les anuncia el evangelio, abandonan su negación a Dios, se convierten al evangelio y creen en Dios). Al segundo le dijo lo mismo, este dijo si (Bautizados), pero después se arrepintió y no fue (No ejercen su fe). ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El primero", le respondieron!” (Mt 21,28-31). Por eso, al final del evangelio dice el señor: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios” (Mt 21,31). Porque, claro; abandona el pecado y se convierten al evangelio, es decir de un “no” a un “si”.

¿A cuál de estos dos hijos pertenecemos? ¿Al que dice sí, pero es no? ¿Al que dice no, pero es sí? Creo que somos demasiados los que pensamos que a Dios lo podemos engañar y lo convencemos con nuestras bonitas palabras y quizá, incluso acompañado del juramento. Y Pero, resulta que con meras palabras nadie queda bien delante de Dios porque Dios no le cree a las palabras, sino a la vida hecha obra. A Dios no es fácil engañarle, con el gato por liebre. Recordemos aquello que ya nos lo dijo: “No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido, todo se sabrá tarde o temprano” (Mt 10,26).

No es dable ser cristianos de meras palabras como el segundo hijo que dice sí, pero no va a trabajar (Mt 21,30). Esas respuestas de media verdad (si, pero no) no valen para Dios. Recordemos por ejemplo aquello que ya nos dijo el Señor: “No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23). No podemos ser cristianos que hoy le decimos que sí a Dios y mañana le decimos no. Dios no nos juega con trampas. Que con apariencias no escalamos el cielo.

Conviene tenerse en cuenta que la observación que nos hace Jesús: Ni los buenos somos siempre tan buenos como pensamos y creemos, ni los malos son tan malos como nos imaginamos y creemos. Es posible que muchos a quienes miremos como malos, sean mejores que nosotros ante los ojos de Dios. Hasta es posible que a los que nosotros calificamos de tener “mala vida” estén más abiertos que nosotros al Evangelio y al Reino de Dios. Es que una es la manera que tiene Dios de vernos y otra la manera de cómo nos vemos nosotros. Nuestra verdad está en lo que somos delante de los ojos de Dios. Por eso tampoco debemos desalentarnos. Es posible que nos consideremos malos porque hicimos o dejamos de hacer esto o lo otro; pero ante Dios, que conoce la verdad de nuestro corazón, seamos sus hijos queridos. Pero tampoco nos creamos de ser tan bueno y perfectos como los falsos maestros de la ley o los fariseos.


Jesús en su segunda enseñanza al decirnos hoy: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él” (Mt 21,31-32). Hace un paralelo con aquello del episodio del pago de los trabajadores: “Al terminar la jornada de trabajo, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros. (Mt 20,8).  Pero, los de la primera hora dijeron: Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada. El propietario respondió a uno de ellos: Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos" (Mt 20,8-16). Tal como nos lo dijo también el profeta: "El proceder del Señor no es correcto dicen Uds. Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá” (Ez 18,25-28).

Lo ideal es que digamos si, cuando es si, nos bauticemos y vayamos a la viña (Iglesia) a trabajar para ganarnos el denario (Mt 20,8) y no busquemos corregir el actuar de Dios al cuestionar: ¿Por què pagas el denario a los que dijeron no, pero fueron y trabajaron poco? es decir los que dijeron no, pero luego si (Pecadores arrepentido). Ya nos dijo el señor: " No he venido a llamar a los justos sino a los pecadore" (Mt 9,13).

jueves, 21 de septiembre de 2017

DOMINGO XXV – A (24 de setiembre de 2017)

DOMINGO XXV – A (24 de setiembre de 2017)

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 20,1-16:

20:1 Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
20:2 Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
20:3 Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
20:4 les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo".
20:5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
20:6 Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?"
20:7 Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
20:8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros".
20:9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
20:10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
20:11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
20:12 diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada".
20:13 El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
20:14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
20:15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
20:16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". 

PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

El evangelio termina diciendo: "Al terminar el día, el dueño llamó al mayordomo y le dijo: Llama a los obreros y págales el jornal, comienza con los últimos y termina con los primeros"(Mt 20,8). Para completar la idea agregamos dos citas: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y pagará a cada uno según sus obras” (Mt 16,27). “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y pondrá a unos a su derecha y otros a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber… porque cada vez que lo hicieron con mis hermanos pobres, conmigo lo hicieron. Y a los de su izquierda: Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber…”  (Mt 25,31-43).

La visión que nos guía las enseñanzas de estos domingos es: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Al buscar respuestas a estas inquietudes, el Señor nos ha dicho en los domingos anteriores que, para obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). 

En efecto, la enseñanza de hoy Jesús nos habla sobre el tema del trabajo. Ya desde el inicio acuñó Dios el tema del trabajo en los términos siguientes: “Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a polvo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Gn 3,19). Jesús en su parábola respecto al Reino de los cielos hoy nos describe como aquel que sale a contratar trabajadores para su viña en diferentes horas del día: A primera hora, a media mañana, al medio día, a la media tarde ya la ultima hora, a estos de la ultima hora les preguntó: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin trabajar?” (Mt 20,6). Respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña"(Mt 20,7). Como se ve, el trato con todos los trabajadores es de un denario de pago por el jornal (Mt 20,2). 

Dios nos envió a su Hijo único para instituir el Reino de Dios, pues Jesús mismo nos lo dice: “Salí del Padre, vine al mundo; dejo el mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16,28). ¿A qué vino Jesús al mundo? Dice Jesús: “Para esto he nacido y he venido al mundo,  para ser testigo de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn 18,37). “Yo soy camino, verdad y vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). Nos dijo, además: “Si yo echo los demonios con el poder de Dios, entonces significa que el Reino de Dios ya ha llegado para Uds.” (Lc 11,20). ¿Cómo instituyo Jesús el Reino de Dios? Convocó a los trabajadores para el reino de Dios (viña) mediante el Bautismo:  “El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3,5). Todos los bautizados somos contratados para trabajar en la viña del Señor. El pago de la jornada de trabajo (1 denario) es el medio o pasaporte para nuestra salvación. Para ser salvos tenemos que trabajar si o si en la viña del Señor; es decir tenemos que ejercer nuestra fe. No basta ser bautizados, no basta ser contratados, haya que trabajar por lo menos un momento en la viña (Iglesia).

Respecto al trabajo que es un don de dios; ¿Cómo estamos de trabajo? ¿Muchos no tienen trabajo verdad? ¿Somos de los que pasan el día entero en la plaza sin hacer nada y esperando ser contratados? ¿Somos de los que  a primera hora ya fuimos contratados? O ¿Somos de los fueron contratados a medio día? O más bien ¿Somos de los que no hacemos nada por buscar trabajo? Recuerda que el trabajo no nos buscará, nosotros tenemos que buscar el trabajo. Al respecto san Pablo decía: “El que no quiera trabajar, que no coma. Nos hemos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no hacen nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen con sosiego para ganarse su pan. En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” (II Tes 3,10 -13).

En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a todos a trabajar. En la viña del Señor hay trabajo abundante para todos y todos estamos invitados. Ya no somos nosotros los que pedimos trabajo sino que el Señor nos lo está ofreciendo porque aquí en la viña del Señor hay mucho que hacer, o sino recordemos aquel pedido del Señor: “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha" (Mt 9,36-38).

Es posible que, no sepamos cómo y dónde trabajar para la viña del Señor y para ganarnos el denario de la Jornada (Mt 20,8). El denario no se nos va a regalar a nadie, por ganarnos este denario debemos si o si trabajar en la viña del Señor. ¿Por qué es importante merecer el denario? Porque el denario de esta parábola nos describe que es el cheque o pasaporte que nos servirá para entrar un día sin falta en el reino de los cielos y gozar de este seguro de vida, un gozo que no tiene fin, sino que es el seguro de toda la vida en el cielo. Ya nos dijo el Señor: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y pagará a cada uno de acuerdo a su trabajo” (Mt 16,27). La paga consiste en obtener el pase para entrar en el Reino de Dios (salvación).

Cada uno hemos recibido diferentes dones o talentos los cuales nos sirven para ganarnos el denario; así nos describe Jesús en este episodio: “El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor…” (Mt 25,14-20). San Pablo nos manifiesta: “En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Efesios Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?” (I Cor 12,27-30). Estos dones que el Señor nos dio, sirven para ganarnos el talento en la viña del Señor. Y de ellas daremos también un día cuentas: “Aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le exigirá” (Lc 12,48).

Vivimos en una sociedad de “produce y consume”. Una sociedad de Tarjetas y depósitos e intereses. Una sociedad así difícilmente entiende lo que es la gratuidad (amor). Una sociedad que, aunque nos duela, está ahí condicionando nuestra mentalidad. ¿Por qué fulano gana tanto y yo gano menos? La parábola que nos presenta el Evangelio hoy nos habla de eso. ¿Por qué los últimos han de ganar tanto como nosotros los primeros? ¿Por qué a los últimos se les ha de pagar lo mismo que a los primeros? (Mt 20,12). Y los mismos discípulos como Pedro tuvieron problemas, y sino recordemos este impase: “Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate de mi vista, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mt 16,21-23). Es decir, queremos ganar el denario sin casi hacer nada, o buscamos un camino fácil para el llegar al cielo: “Ese modo de hablar es duro quien puede hacerle caso, murmuraron contra Jesús. ¿Jesús les  dijo Uds. también quieren irse? Pedro dijo: Señor a quien iremos tu tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,60-67).

Muchas veces creemos a Dios desde lo que nosotros entendemos y hacemos, no desde la gratuidad y comprensión del corazón de Dios (fe). Medimos el corazón de Dios, desde la pequeñez nuestro. La gratuidad no está en contradicción con la justicia. A los primeros los contrató por un denario. Por los últimos Dios siente compasión de que nadie les haya querido contratar y ahora en su generosidad y gratuidad les paga lo mismo. Cumple con la justicia de pagar lo convenido. Pero eso, no impide que su corazón se deje llevar de la gratuidad (Mt 20, 15). Es difícil creer en la gratuidad, es difícil aceptar la gratuidad, cuando nuestro corazón está lleno de intereses y egoísmos personales (Mt 20,12).


Unos han encontrado a Dios al comienzo de su vida (Mt 20,1), otros lo han encontrado ya de mayores y hasta de ancianos (Mt 20,7). Dios les ofrece la misma salvación, les ofrece la misma vida eterna, les ofrece el mismo cielo. ¿Vamos a culpar por esto a Dios como aquel que se encontró con un amigo que vivió como le dio la gana y al final se salvó? ¡Si al final los dos estamos aquí juntos!” Y es que la salvación es pura gratuidad (amor), es cosa de Dios, no es asunto nuestro. Recordemos este ejemplo: “El buen ladrón desde la cruz dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".  Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23,42-43). Ahora Jesús lo dijo: “¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos" (Mt 20,15-16).

viernes, 15 de septiembre de 2017

DOMINGO XXIV – A (17 de setiembre de 2017)

DOMINGO XXIV – A (17 de setiembre de 2017)

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 18,21-35

El perdón de las ofensas
18:21 Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?"
18:22 Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

La parábola del servidor despiadado
18:23 Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
18:24 Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
18:25 Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
18:26 El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
18:27 El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
18:28 Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes".
18:29 El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda".
18:30 Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
18:31 Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
18:32 Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
18:33 ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?"
18:34 E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
18:35 Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos" PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

La visión que conduce la reflexión de estos días es: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Al buscar respuestas a estas inquietudes, el Señor nos ha dicho en los domingos anteriores que, para obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18) y la oración en comunidad (Mt 18,19-20). Ahora nos agrega el tema del perdón: Pedro se acercó a Jesús y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le dice: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22).

En efecto, continuamos este domingo con el tema del perdón al hermano y el perdón tiene mucho sentido si está unido al amor, caso contrario no tiene sentido y se puede fácilmente llegar a poner límites al perdón y eso no es gusto o querer de Dios. Poner números al perdón, como la actitud matemática de Pedro (7 veces perdonar) es empobrecer la actitud amorosa. Y en el camino al cielo con esa actitud de que me perdonen siempre y que yo no perdone o solo perdone 7 veces me hace ser mezquino. Recordemos Lo que nos dice el Señor: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). O como hoy al final del evangelio nos lo reitera: “Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos” (Mt 18,35).

La única estrategia efectiva para llegar al cielo es el amor, por eso la enseñanza central del evangelio es aquello que Jesús nos ha dicho: “Les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". (Jn 13,34-35; Juan 15, 12; Juan 15, 17; 1 Juan 3, 11; 1 Juan 3, 23). Pero, preguntar cuántas veces he de perdonar a mi hermano, como ya se ha dicho, es ponerle límites al amor. ¿Qué sucedería si también le preguntamos a Dios cuántas veces está dispuesto a perdonarnos? San Pablo lo entendió mejor que Pedro y por eso dice: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá. El amor no pasará jamás” (I Cor 13,4-8).

Cuando nosotros solemos decir “a la tercera va la vencida”. Es decir, que después de tres veces ya no me vengas con cuentos. Que no es lo mismo que decir que te perdono solo hasta siete veces y no más. En cambio y felizmente para Dios ni a la tercer ni a la octava va la vencida porque Dios nos ama siempre y por eso nos perdona siempre. Incluso ya nos dijo: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Jesús dio su vida por nosotros, de este modo nos testificó que Dios nos ama como un amigo fiel hasta la muerte. Con mucha razón nos había dicho al inicio de su misión:  “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.  Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17).

Tenemos que reconocer que nos cuesta aceptar que estamos llamados en amar como Dios nos ama. Nos imaginamos que el corazón de Dios es como el nuestro, un corazón que pone numero al amor. Nosotros nos parecemos al siervo de la parábola que pide se le perdone su enorme deuda o al menos que tengan paciencia con él, pero luego él es incapaz de ser considerado con el compañero que le debe una minucia. Por eso es linda la conclusión que saca Jesús: “Perdonar de corazón cada uno a su hermano” (Mt 18,35).

¿Sabes cuántas veces has cometido pecado y por tanto cuántas veces te ha perdonado ya Dios? ¿Cuántas veces hemos perdonado nosotros? ¿Cuántas veces se han perdonado los esposos? ¿Cuántas veces se han perdonado los hermanos? ¿Cuántas veces hemos perdonado al vecino? ¿No te parece lindo que los esposos pudieran decirse el uno al otro: aunque me falles siempre te perdonaré? Ya sé que más de uno estará pensando: ¿Y no es eso dejarle vía libre para hacer lo que le viene en ganas? El amor y el perdón claro que dejan vía libre, pero también son una exigencia para cambiar y vivir en la verdad del amor. Si quieres que Dios te perdone, comienza por perdonar. Si no eres capaz de perdonar por siempre, luego no pidas que Dios te perdone siempre. No por gusto nos dijo: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes"(Lc 6,36-38). Es decir, en la capacidad de perdón se juega la edificación o la destrucción de la comunidad que busca la salvación.

La comunidad de Jesús no puede sostenerse sin el perdón dado y recibido siempre y porque esta comunidad (Iglesia) es de Hermanos (Mt 23,8). Y el distintito de la comunidad es el amor mutuo: Recordemos aquel mandato enfático que dio Jesús a la comunidad: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto los reconocerán que ustedes son mis discípulos en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35). Así pues, el que ama no permitirá que su hermano peque  y se pierda (Mt 18,15); No perdonará solo siete veces sino por siempre (Mt 18,21). Porque ama por siempre.

La actitud contraria  al amor nos recuerda aquella primera escena de odio: “Caín, dijo a su hermano Abel Vamos al campo. Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: "No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?" Replicó el Señor: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” (Gn4,8-10). Esta escena nos sitúa en la segunda parte de la enseñanza del evangelio de hoy: “El Siervo despiadado” (Mt 18,23-34). “Por eso el Reino de los cielos es semejante a…”. Es importante esta mención del “Reino”: el concederle el perdón al hermano es condición para ser admitido en el “Reino de los cielos”, es en este punto que debe verificarse un cambio radical en la vida de un discípulo (Mt 18,3).

El perdón desde el corazón o con misericordia como mensaje central de la enseñanza (Mt 18,35): “Lo mismo hará con Uds mi Padre celestial, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano”. La parábola ha terminado con una verdadera consagración de la “misericordia” con la cual se descarta definitivamente la “ley del talión” (Mt 5, 38-39). La conexión con las bienaventuranzas es evidente: “Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7); esta es, incluso, una de sus mejores catequesis. Igualmente nos conecta con el epílogo del Padre-Nuestro:

“Que si Uds. perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a Uds. su Padre celestial;  pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre perdonará sus ofensas” (Mt 6, 14-15).

La novedad, con relación a los textos anteriores, es que Jesús agrega que ese perdón debe ser concedido “de corazón” y no solo de boca o meras palabras. Por lo que, será nuestra actitud la que determinará finalmente el juicio de Dios sobre nuestras salvación. El apóstol Santiago nos dice: “El que no practicó misericordia será juzgado sin misericordia, pero la misericordia triunfa sobre el juicio” (Stg 2,13).

A menudo solemos actuar equivocadamente; en lugar de ser misericordiosos, actuar como jueces, al respecto el Señor nos lo dice también: “¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Deja que te saque la paja de tu ojo, si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mt 7,3-5).  Y el Apóstol Santiago: “Uno solo es el legislador y juez, aquel que tiene el poder de salvar o de condenar. ¿Quién eres tú para condenar al prójimo?” (Stg 4,12). Y San Pablo agrega: “La única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8). Así pues, el que vive en el amor, no vive con tanto cuantas veces perdono a mi prójimo si no siempre perdonando: “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá” (I Cor 13,7-8).

jueves, 7 de septiembre de 2017

DOMINGO XXIII – A (10 de Setiembre del 2017)

DOMINGO XXIII – A (10 de Setiembre del 2017)

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 18, 15-20

Corrección fraterna

18:15 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
18:16 Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
18:17 Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
18:18 Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

La oración en común

18:19 También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
18:20 Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos". PALABRA DEL SEÑOR.

Paz y Bien en el Señor:

Seguimos con el tema de fondo: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Buscando respuestas a estas inquietudes el domingo anterior hemos dicho que: No podemos obtener la salvación pensando como nosotros queremos. Ahí el ejemplo: 1) Pedro dijo a Jesús al oír: “El Hijo del hombre sufrirá y morirá en manos de sus enemigos y al tercer día resucitara. Pedro increpo a Jesús diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque piensas como los hombres y no como Dios" (Mt 16,22-23). 2) Para obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24). Hoy se agrega otra enseñanza: La corrección como hermanos (Mt 18,15-18) y la oración en comunidad (Mt 18,19-20).

Con la enseñanza de hoy respecto al tema de salvación, se llega al corazón del tema: cuales el amor. Tema que se despliega en los mandamientos. Maestro de la ley pregunto a Jesús: ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. (Mt 22,36-37). Y Jesús agrego y dijo: El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,39). Algo más; se nos enseña en otro episodio: “El que dice que amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve,  y no ama a su hermano a quien ve?” (I Jn 4,20). El amor a Dios pasa por el amor al hermano; de ahí se infiere que, el que ama a Dios debe por amor a Dios corregir con caridad al hermano que incurre en un pecado (Mt 18,15); y unidos e el amor de Dios si elevamos una plegaria a Dios, Dios nos escuchara sin demora (Mt 18,19-20).

Para constituir una comunidad en el amor de Dios conviene traer a colación aquella enseñanza: “Todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8). Y en esta comunidad de hermanos que es la Iglesia (Mt 16,18) Jesús nos ha enseñado invocar a Dios como “Padre nuestro” (Mt 6,9). Pero, también en la misma oración del Padre nuestro nos ha enseñado a decir: “Perdona nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” (Mt 6,12). En la parte final de su enseñanza respecto a la oración nos reitera Jesús: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15).

Corrección fraterna: “Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Y si no te escucha llama a uno o dos testigos, y si tampoco hace caso, díselo a la comunidad, al final si tampoco escucha a la comunidad considéralo pagano” (Mt 18,15-18). Como es de ver, la responsabilidad como autoridad recae en la comunidad que es la iglesia y como parte de esta comunidad de hermanos que somos por el bautismo (Mt 28,19), cada uno somos responsables de la salvación o perdición de un hermano.

En esta tarea de corrección fraterna lo ideal es que lo hagamos como el Señor nos enseñó, pero no solemos hacer como debiera:

a) Saber corregirnos como el Señor nos enseña: Corregir en privado, llamar a los testigos, o a la comunidad (Mt 18,15-18). Las correcciones nacen del amor mutuo (Jn 13,34), la idea es salvar al hermano pecador porque Dios quiere eso: “Yo no deseo la muerte del pecador, sino que se convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11). Jesús mismo lo manifiesta así: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,12-13).

b) Generalmente actuamos al hacer la corrección motivados por egoísmo. Entonces le dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado? Ella le respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante" (Jn 8,4-11). Y no olvidemos aquello que nos dice Jesús: “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes" (Lc 6,37.38).

¿Qué hacer cuando nos enteramos que un hermano está en una vida de pecado? Ya tenemos suficientes pautas de cómo actuar. En el evangelio que hemos leído, lo primero que se nos recuerda a uno es que el pecador es un “hermano” y como tal hay que seguir tratándolo, por eso la repetición de la frase “tu hermano” (Mt 18,15).  Luego se describe el camino recomendado para hacer todo lo posible y recuperar de nuevo la oveja descarriada. No perdamos de vista que lo que se busca, ante todo, es su salvación: “Si te escucha, habrás ganado (salvado) a tu hermano” (Mt 18,15).  Ahora bien, si todo el proceso fracasa no queda más remedio que darle el trato propio de una persona que aún no se ha convertido -como los gentiles y publicanos-, esto es: mandarlo a hacer todo el camino cristiano desde el principio.

La prudencia en las decisiones de la comunidad con relación a las personas (Mt 18,18). Deja entender que con una persona que intencionalmente persiste en su situación de pecado se puede llegar a la más dolorosa y drástica de las decisiones: la excomunión, es decir, dejará de ser considerado “hermano” en la comunidad.  Pero llama la atención que ahora Jesús pone su atención en las personas encargadas de tomar esta decisión: (1) Según este pasaje se trata de la comunidad entera la que tiene la potestad de “atar y desatar”; (2) Se les recuerda cualquier decisión que tomen es seria (lo que hagan en la tierra quedará hecho en el cielo), de ahí que no se debe tomar decisiones aceleradamente sino siempre con cautela. ¡Qué responsabilidad tan grande la que tiene una comunidad con relación a la salvación o la perdición de cada uno de sus miembros!: Jesús dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,19).  Ahora dijo Jesús: “Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 18,18). En el primer caso se deja la responsabilidad de atar y desatar (Perdón) a Pedro, luego se resalta la delegación de atar y desatar a la comunidad. De estas enseñanzas del Señor es como nace el sacramento de la confesión.

La comunión en la oración como expresión de la solidaridad en todos los aspectos de la vida: “También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos”  (18,19-20). Cuando la comunidad está bien unida y compacta en una misma fe, sucede en ella lo que el Antiguo Testamento llama la “Shekináh”, es decir, la comunidad es espacio habitado por la “gloria del Señor”, que para nuestro caso es el Señor Resucitado.  La unidad de la comunidad expresa la comunión perfecta con Jesús viviente en medio de ella.  Llama la atención que en una comunidad así, es tal la solidaridad entre los hermanos, que todos son capaces pedir lo mismo “Si se ponen de acuerdo para pedir algo”, (Mt 18,19). Renunciando a sus intereses personales, los cuales normalmente aflorarían a la hora de hacer peticiones. En una comunidad que llega a este nivel profundo de solidaridad, teniendo un mismo “sentir” profundo, pueden resonar con fuerza las palabras de Jesús: “allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). ¡Esta sí que es una verdadera comunidad!

En la enseñanza conviene recordar cuando Jesús nos dice: “Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mt 5,23-24). Dios nos dice por el profeta: “Cuando ustedes me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé; cuando me busquen, me encontrarán, siempre que me busquen con un corazón puro y sincero” (Jer 29,12-13).

Dios escuchará nuestras plegarias, siempre que sepamos invocar con las manos limpias y si no es así, no nos escuchará, lo dice por el profeta: “Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! ¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de holocaustos de carneros y de la grasa de animales cebados; no quiero más sangre de toros, corderos y chivos. Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, ¿quién les ha pedido que pisen mis atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas… Cuando extienden sus manos, yo cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las manos de ustedes están llenas de sangre! ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!” (Is 1,10-17).


Si no sabemos actuar en el consejo y enseñanza de Jesús en caso que un hermano ha caído en error o pecado, de nada servirá que hablemos cosas lindas sobre Dios. Ya nos ha dicho: “No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?. Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí” (Mt 7,21-23). Además nos agrega: “El que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, es como un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.  Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande" (Mt 7,24-27).

Antes de finalizar la reflexión conviene reiterar la cita:"Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano" (Mt 18,17). El Señor es muy misericordioso, incluso nos los dice perdonar y perdonar hasta setenta veces siete (Mt 18,21). Pero no olvidemos que la misericordia del Señor tiene limites, el cual es la justicia divina, al respectos recordemos la escena: "Déjenlos crecer juntos entre trigo y cizaña hasta la siega, cuando llegue el tiempo de la siega diré arranquen primero la cizaña y arrojen al fuego y el trigo almacènenlo en mi granero" (Mt 13,30).

“A media noche llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: Señor, señor, ábrenos, pero él respondió: Les aseguro que no las conozco" (Mt 25,10-12). Epulon exclamó desde el infierno: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y me refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan. Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí" (Lc 19,24-6). Como vemos en estas escenas ya no hay misericordia, ya se cumple la justicia divina, quien tiene que estar en el cielo lo estará por su obras meritorias y el que no merece, estará en el infierno y no porque Dios lo quiera sino porque no tiene obras meritorias: “Considéralo pagano” (Mt 18,17). “Lo que ates en la tierra, quedara atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedara desatado en el cielo” (Mt 16,19).

martes, 29 de agosto de 2017

DOMINGO XXII – A (Domingo 03 de setiembre de 2017)

DOMINGO XXII – A (Domingo 03 de setiembre de 2017)

Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 16,21-27:

Anuncio de la Pasión (Aclaración de conc. del Mesías)

16:21 En aquel tiempo, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
16:22 Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
16:23 Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".

Condiciones para seguir a Jesús

16:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
16:25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
16:26 ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
16:27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
16:28 Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

El evangelio de hoy tiene dos partes: El primer anuncio de la pasión (Mt 16,21-23). Y en la segunda parte trata de las condiciones del seguimiento y la recompensa (Mt16,24-28). Las dos escenas se resume en este episodio: “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará (Salvarà)” (Mt 16,25). El tema de la salvación nos sitúa en otras escenas similares: El joven rico preguntó a Jesús: "Qué obras buenas debo hacer para conseguir la salvación o la Vida eterna?" (Mt 19,16). Jesús respondió: cumplir los mandamientos. El joven rico dijo que ya lo había cumplido todo eso desde muy pequeño pero si algo mas le faltara. Jesús le dijo” Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, dáselo el dinero a los pobres así tendrás un teoso en el cielo, luego vente conmigo” (Mt 19,21). El joven rico se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes. Jesús dijo entonces a sus discípulos: "Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos” (Mt 19,22-23). Los discípulos asombrados se decían, entonces ¿Quién podrá salvarse? (Mt19,25).

Además de cumplir los mandamientos, hace falta las obras de caridad y hoy agrega algo más: No se consigue la salvación haciendo lo que uno quiere. Porque pretender conseguir la salvación como uno quiere y no como Dios quiere es buscar falsear el querer de Dios. Y dónde quedaría estas enseñanzas: Jesús dijo a Felipe: “¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías.  El Padre que habita en mí es el que hace las obras” (Jn 14,10). “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios" (Jn 8,47). “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27).

Jesús anuncia a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día” (Mt 16,21). Este anuncio tanto para Pedro como para los discípulos como para todo judío no significó “buena noticia, sino muy mala”. Por eso Pedro como buen judío reaccionó e increpo a Jesús diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mt 16,21-23). En efecto Dios busca salvar a la humanidad del infierno mediante la redención de su hijo en la cruz, pero los hombre como los judíos buscan ser salvados de los romanos y su dominación (año 64 A.C.)

Conviene recordar otras escenas concernientes a la enseñanza de hoy: Preguntaron a Jesús: ¿Qué debemos hacer para obrar en la voluntad de Dios? Jesús les respondió: La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado" (Jn 6,28-29). Jesús les respondió: Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).  Jesús cayó con el rostro en tierra, orando así: "Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Mt 26,39).  “Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10). Pedro dijo a Jesús: ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!. Jesús le respondió: "Si yo no te lavo los pies nada tienes que ver conmigo" (Jn 13,8). Como se ve, el hombre siempre busca hacer su modo de ver y no el querer de Dios.

La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.  ¿Qué quieres?, le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".  No saben lo que piden" (Mt 20,20-22). En la misma perspectiva hoy: “Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprender a Jesus, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá. Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mt 16,22-23).  “El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo. Como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mt 20,26-28).

Las siguientes citas complementan bien la enseñanza de hoy: “Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10,22). “Quien me confiese abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero quien se avergüence de mi yo también me avergonzare de él anti mi Padre que está en el cielo” (Mt 10,32-33). Hoy como vemos nos lo reitera así: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará” (Mt 16,24-25). La forma de vida ceñida en el evangelio tiene su recompensa: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su trabajo” (Mt 16,27).

Algunos detalles del evangelio de hoy:

Simón Pedro había respondido a la pregunta de Jesús ¿Uds. Quién dicen que soy?: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16). Respuesta que mereció por parte de Jesús: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo (Mt 16,17). Pero ahora Jesús aclara la idea del Mesías: “Él comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día“ (Mt 16,21). Es decir, la idea del Mesías que propone Jesús, lo mismo que tiene que ver con la voluntad de Dios (Jn 6,38) no concuerda en absoluto con el Mesías que los judíos esperan, incluso la de los apóstoles como Pedro.

La objeción de por parte de Pedro: “Lo llevó aparte y comenzó a reprender a Jesús, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no te sucederá” (Mt 16,22). ¿Qué anda mal, quien no está en el camino correcto Jesús o Pedro? Pues veamos: Los judíos y los apóstoles son judíos como Pedro, esperan al Mesías con muchas ansias, pero esperan un mesías salvador de los judíos del yugo y sometimientos de los romanos. Recordemos que los judíos han caído en el poder de los romanos desde el año 64 A.C. Los judíos tienen que pagar altos impuestos a los romanos y venerar al Cesar como su nuevo dios. Los judíos esperan que el Mesías llegará pronto y los liberara de este yugo tan pesado. En suma el judaísmo espera un mesías héroe, que debe vencer a los romanos. En esta expectativa la idea del Mesías que anuncia Jesús a sus discípulos: “Que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día“ (Mt 16,21). La conjetura se entiende en la reacción de Pedro como de todo judio: “Lo llevó aparte y comenzó a reprender a Jesús, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no te sucederá” (Mt 16,22).

La reprensión de Jesús a Pedro: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mt 16,23). Estas palabras contrastan totalmente con las que elogió en anterior ocasión: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso si no mi Padre” (Mt 16,17). Pero cada una de estas respuestas son a efecto de una buena respuesta y otra mala respuesta como la de hoy: “Eso no puede pasarte a ti… “ (Mt 16,22). La gran tentación es esto precisamente, querer que Dios actúe como nosotros quisiéramos. Y desde cuando el hombre tiene autoridad sobre Dios para darle consejos de cómo tiene que actuar? Mucha razón tiene Jesús en poner las cosas en su sitio y no tiene reparos en decir las verdades a quien tiene que decir: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás!” (Mt 16,17). Y fíjense a quien lo está diciendo, a su vicario, al primer papa (Mt 16,19). Como tampoco tendrá reparos en decir a sus verdugos:

“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mt 23,27-28). Es que Jesús no ha venido a complacer a uno de sus apóstoles y ni siquiera a un pueblo como los judíos: “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día" (Jn 6,38-40).

La reprensión a Pedro por parte de Jesús (Mt 16,23). La reacción negativa de Pedro le da a Jesús la ocasión para afirmar de la manera más fuerte posible la necesidad del mesianismo sufriente. “Pero él, volviéndose, dijo a Pedro…”. El hecho que Jesús se voltee indica que continúa adelante su camino pasando por encima de la interposición de Pedro. La reprensión que viene es fuerte. Contiene tres frases que sacan a la luz tres contrastes:

“¡Quítate de mi vista, Satanás!”.  El verdadero contraste aquí es entre Satanás y Dios. Al tratar de apartar a Jesús de su camino, Pedro se convierte en instrumento de Satanás (Mt 4,1-11). (2) “¡Escándalo eres para mí!”. El contraste aquí es entre Pedro y Jesús. Pedro es llamado, literalmente, “piedra de tropiezo” (significado del término “escándalo” en griego), esto es, la trampa tendida para hacer caer a Jesús en su camino. Jesús se refiere a él como “tentación” que hace caer (ver Sabiduría 14,11) y apartar del querer del Padre, o sea, un obstáculo para desviar del camino que conduce la cruz pasando por el Getsemaní y el Gólgota. Podría verse una relación, en el fondo una ironía, entre esta reprensión y la promesa que se le había hecho a Pedro de ser “piedra (Is 8,14). (3) “¡Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!”. El contraste aquí es entre los hombres y Dios. Se explica el “por qué” de lo anterior: “porque tú no concuerdas con los caminos de Dios (que incluyen el sufrimiento y la muerte del Mesías) sino con el punto de vista de los hombres (esperar un Mesías triunfante sin pasar por el dolor)”.

La contraposición entre los puntos de vista humanos y divinos muestra que Pedro, en su manera de comportarse, está guiado por intereses egocéntricos. No sólo priman los cálculos humanos sino sus propios intereses (Mt 12,40). Sintetizando, en términos negativos, vemos cómo Jesús –con pocas palabras- coloca a Pedro en la raya, mostrando la distancia de pensamiento que hay entre los dos; por otra parte, en términos positivos, notamos cómo Jesús le hace a Pedro una nueva invitación al seguimiento, cuando éste parece comenzar a decaer (Mt 4,19), solicitándole que aprenda lo que el discipulado implica.

Instrucción sobre la verdadera naturaleza del discipulado (Mt 16,24-27) ¿Cuál es el “pensamiento de Dios” qué Pedro y los discípulos deben aprender? El verdadero discipulado no se logra fácilmente porque es un “seguimiento” (Mt 16,24) del ejemplo del Maestro Jesús y esto tiene su precio. Es así como comienza una instrucción de Jesús, “a sus discípulos”, sobre la naturaleza del discipulado. La enseñanza tiene tres partes: El “Qué”: (una sentencia más un “porque”) Si el Maestro Jesús soporta un camino de sufrimiento y muerte (Mt 16,21-23), igualmente los discípulos están llamados a dar sus vidas y cargar la cruz (16,24). Se da la motivación fundamental para hacerlo (Mt 16,25: un paralelo que contrapone “salvar la vida” / “perder la vida”). (2) El “Argumento”: (una sentencia más un “porque”) Con dos preguntas retóricas (es decir, que traen implícita la respuesta), una positiva y una negativa, Jesús enseña que hay que “trascender”, que la vida plena no se gana en este mundo (Mt 16,26) sino en el venidero (Mt 16,27). Aquí se da una contraposición de valores: “ganar el mundo entero” / “ganar la vida”. (3) La “Verificación”: (un segundo aspecto del “porque” anterior). En la confrontación final con Jesús, quien vendrá en su gloria de “Hijo del hombre”, se verá quién ha sido verdadero discípulo a partir de un criterio fundamental: “Su conducta” (Mt 16,27).

Seguir al Maestro cargando la Cruz (Mt 16,24-25): “Si alguno quiere venir en pos de mí…”. Después de la imprudente, pero honesta, reacción de Pedro, Jesús enseña que ser discípulo significa seguirlo en el camino hacia Jerusalén, donde le espera la Cruz. Entrar en esta ruta supone una escogencia libre: “Si alguno quiere…”. En el horizonte está la Cruz de Jesús, la que Él ha tomado primero. Ante ella, e imitando al Maestro el discípulo hace tres cosas:

Se “niega a sí mismo”. Negarse a sí mismo significa no anteponer nada al seguimiento, dejar de lado todo capricho personal. El valor de Jesús es tan grande que se es capaz de dejar de lado aquello que pueda ir en contradicción con Él y sus enseñanzas. (2) “Toma su propia cruz”. El estar prontos a seguir llevando la cruz implica el estar prontos a dar la vida. Puede entenderse como: (a) la radicalidad de quien está dispuesto a ir hasta el martirio por sostener su opción por Jesús; (b) la fortaleza y perseverancia frente a los sacrificios y sinsabores que la existencia cotidiana del discípulo comporta; (c) la capacidad de “amar” y de transformar la adversidad en una fuente de vida. (3) “Sigue” a Jesús. En fidelidad al Maestro, como alguna vez propuso san Francisco de Asís, el discípulo pone cada uno de sus pasos en las huellas del Maestro.

La motivación fundamental es ésta contraposición: “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,25). Estas dos posibilidades contrapuestas, puestas ahora en consideración, iluminan  el sentido del seguir a Jesús con la cruz partiendo de la idea de la vida. En pocas palabras: la meta del discipulado es encontrar la vida, lo cual corresponde al deseo más profundo de todo ser humano. Ahora bien, esta meta puede ser lograda o fracasada solamente de manera radical, no hay soluciones intermedias. La vida, aquí y más allá de la muerte, se consigue mediante un gesto supremo de donación de la propia vida. Hay falsas ofertas de felicidad (o “realización de la vida”) que conducen a la pérdida de la vida; la vida es siempre un don que no nos podemos dar a nosotros mismos, en cambio, siempre estamos en capacidad de darla. En esta lógica: quien pierde la propia vida por Dios y por los demás, “la encontrará”. El discipulado, bajo la perspectiva de la cruz, no es un camino de infelicidad, todo lo contrario: ¡El sentido último del seguimiento es alcanzar la vida!

Una sabia decisión que hay que tomar con base en argumentos sólidos (Mt 16,26): Enseguida Jesús plantea dos preguntas que llevan a conclusiones irrefutables. Éstas están  formuladas de tal manera que sólo pueden tener una respuesta negativa: (a) “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?”. Respuesta obvia: “De nada”. (b) “¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida?”. Respuesta obvia: “Nada”. Para captar lo específico de este dicho de Jesús hay que considerar la característica propia de la idea de la vida. No se habla aquí de la vida como de un valor biológico, de una vida larga y ojalá con buena salud. Se trata del sentido de la vida. La verdadera vida, la cual según la Biblia se alcanza en la comunión con Dios, se logra –en última instancia- mediante el seguimiento de Jesús. El seguimiento de Jesús es, entonces, un camino completamente orientado a la vida, a la existencia plena y realizada.

Ésta se pone en riesgo cuando se vive de manera equivocada, cuando se construye sobre falsas seguridades. Al referirse a gente que quiere “ganar (=conquistar) el mundo entero”, Jesús denuncia la falsa confianza puesta en propiedades y riquezas. A esto se había referido ya el relato de las tentaciones de Jesús: la búsqueda y apego al poder, al prestigio, a lo terreno, como caminos de felicidad o como metas de vida. Nadie puede darse a sí mismo la vida y su sentido. Por lo tanto, un serio peligro amenaza a quien quiere desaforadamente “ganar” el mundo entero apoyándose en imágenes de felicidad que parecieran convertirse en fines en sí mismos, entre ellos la carrera, el prestigio o el orgullo por los propios logros. El verbo en futuro, en la expresión “¿de qué le servirá al hombre?”, invita a poner la mirada en el tiempo final, en el cual cada uno verificará si ha logrado o no el objetivo de su vida.

“El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” (Mt 16,27). Finalmente, y extendiendo más aún la mirada hacia el futuro, Jesús hace referencia al tiempo final de la venida del Hijo del Hombre: donde se valora la vida como un todo. La valoración está en manos del Hijo del hombre; los ángeles aparecen formando su corte. La expresión “en la gloria de su Padre” indica a Jesús como Hijo de Dios. El “Hijo del hombre”, quien –habiendo pasado por la humillación y el rechazo- culmina su camino triunfante, es, en última instancia, el “Hijo de Dios”; el mismo a quien Pedro –sin captar todas las implicaciones- había confesado como tal un poco antes. Y frente al “Hijo” por excelencia se desvela la verdad de todo hombre.

En este momento de revelación final, cada hombre debe responder por su vida. Este es un pensamiento bíblico bien afirmado (Slm 62,13; Prov 24,12; Rm 14,12; 1 Cor 4,5; 2 Cor 5,10). La síntesis del criterio de juicio sobre el obrar humano no es lo que haya dicho o prometido hacer (Mt 7,21-23) sino su “hacer” real: “Pagará a cada uno según su conducta”. En el Sermón de la montaña, Jesús había dicho: “el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7,21) y también “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16); también en la parábola del rey: “cuanto hicisteis… cuanto dejasteis de hacer” (Mt 25,40.45).

No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23). Es decir, no es suficiente hablar bellísimas confesiones de fe de boca, como vimos hace una semana. El discipulado es moldear la vida entera en la dinámica del seguimiento del que fue camino a la Cruz para recibir allí, del Padre, la vida resucitada. La Cruz no sólo es para ser contemplada sino para hacerla realidad en todas las circunstancias de la vida. De esta manera el discípulo reconoce y asume el destino de su Maestro en el propio.


Terminamos la reflexión con esta respuesta de Pedro a Jesús que preguntó a los Doce: "¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios" (Jn 6,67-69). Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 16,16).