DOMINGO XXXII – B (10 de Noviembre del 2024)
Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos: 12,38-44:
12:38 Jesús les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a
quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas
12:39 y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los
banquetes;
12:40 que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer
largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad".
12:41 Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo
y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia.
12:42 Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos
pequeñas monedas de cobre.
12:43 Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo:
"Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los
otros,
12:44 porque todos han dado de lo que les sobraba, pero
ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para
vivir" PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
"No junten tesoros en la tierra, donde la polilla y la
herrumbre las corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino acumulen tesoros
en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corrompen, y donde ladrones no
minan ni hurtan. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también su
corazón." (Mt 6,19). La verdadera riqueza no está en lo material, sino en
nuestra relación con Dios y en cómo vivimos según Sus principios. La fe, el
amor, la generosidad y la justicia son valores invaluables a los ojos de Dios.
A los ojos del mundo, quien da todo lo que tiene corre el
riesgo de vivir desamparado y llegar a morir. Pues, quien nada tiene nada vale.
La viuda del evangelio de este domingo es, según la visión mundana, una viuda que al despojarse del todo está
destinada a no ser alguien porque echó en el cepillo del templo todo lo que tenía para vivir (Mc 12,42).
San Marcos, jugando con las palabras, termina la narración utilizando, dos
significados: vida y medios de subsistencia. Al decir que la pobre viuda echó toda su subsistencia, dice también
que dio toda su vida, porque de las dos monedas dependía, en verdad, su vida
entera. Con su limosna, la viuda convirtió su pobreza en auténtico sacrificio e
inmolación; como si hubiera derramado su vida en libación sobre el altar o la
hubiera quemado como incienso en la presencia de Dios; y todo sin ser notada,
como se hacen las cosas grandes: en secreto. Descubierta sólo por la mirada de
Cristo que, más allá de las apariencias, penetra en lo interior del acontecimiento.
Al descubrirla con la mirada de Cristo, san Marcos la sitúa
en contrapunto de los escribas que se pavonean con sus llamativos ropajes,
reclamo de reverencias y adulación de la gente. La falsa justicia que Cristo
fustigó en el sermón del monte se dramatiza en estos personajillos, hambrientos
de vanidad y codicia, que recibirán la sentencia rigurosa de Dios por haber
adulterado la oración y extorsionado a las viudas (Mt 23,5). Como aquel hijo prodigo
de la parábola que dilapidó todos sus bienes y se destruyó a sí mismo, porque
sólo se amó a sí mismo (Lc 15,14). Los escribas dilapidan todo para ganarse la
admiración de los hombres y ser tenidos por justos al margen de Dios. La viuda,
por el contrario, todo lo entrega, y conquista, sin ella saberlo, la alabanza
del Señor (Mc 12,44). Con dos monedas se perdió a sí misma para los ojos del
mundo y en cambio se ganó el cielo. Actitud que para Dios vale mucho más que
cualquier sacrificio.
Esta escena ocupa, en el evangelio de Marcos, un lugar muy
significativo. Es el colofón a todos los dichos y hechos de Jesús. Viene a
decir que, ante lo que Cristo dice y hace, debemos evitar la actitud de los
escribas —ˇCuídense de los escribas! (Mt
23,3)— con su hueca piedad e hipocresía. Debemos más bien observar a la
viuda para descubrir en ella el verdadero fundamento de la religión: ser
pródigos en darnos a Dios (Lc 15,1), sin reservas, con lo que somos y tenemos.
Sólo así Dios será lo único importante de nuestra vida al que serviremos
pródigamente con lo necesario para vivir y no con lo superfluo. San Pablo lo resume
así: “Para mi Cristo lo es todo” ( Col 3,11).
Recordando el episodio del anterior domingo: “Un escriba se
acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús
respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el
único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con
toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que
estos" (Mc 12,28-31). La respuesta de Jesús que da al escriba quepa
exactamente a otra pregunta de fondo: ¿Qué hare para heredar la vida eterna?
(Mc 10,17). Es lo mismo preguntarnos ¿Qué hare para obtener mi salvación? Ahora
Jesús nos ha dicho: Ama a Dios amando a tu hermano. Pero ese amor ha de ser con
obra concreta de caridad: Actitud de la pobre mujer del Evangelio de hoy.
Dios dijo al rico: "Insensato, esta misma noche vas a
morir. ¿Y para quién será la riqueza que has amontonado?" Esto es lo que
sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios"
(Lc 12,20-21). Les dijo también: "Cuídense de toda avaricia, porque aun
cuando uno tenga todo, la vida de un hombre no depende de su riqueza" (Lc
12,15). Y nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo.
No se puede servir a Dios y al Dinero” (Mt 6,24).
¿Cómo ser rico a los ojos de Dios?: La pobre del Evangelio
de hoy nos da la lección. Dijo Jesús al ver la actitud de la pobre: “Les
aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque
todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, en su pobreza, dio todo lo que
poseía, todo lo que tenía para vivir" (Mc 12,43-44). Esta actitud de la
pobre difiere totalmente a la actitud del joven rico quien preguntó a Jesús:
¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: cumple los
mandamientos…(Mc 10,17). El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he
cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo:
"Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así
tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas
palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil
será para los ricos entrar en el Reino de Dios!" (Mc 10,20-23).
Respecto a los bienes materiales o riqueza – como ya hemos
dicho- Jesús dice: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la
herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.
Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que
los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro,
estará también tu corazón” (Mt 6,19-21). Fíjense que el joven rico (Mc 10,17)
al aferrarse a su riqueza solo acumula tesoros en la tierra donde se corroe, en
cambio la Pobre viuda (Mc 12,43) al desprenderse de lo poco que tenía, acumula
tesoro en el cielo.
La pobre y viuda del evangelio, compró con dos monedas de
poco valor el Reino de los cielos y en cambio el joven rico no le alcanza toda
su riqueza para hacerse del Reino de los cielos. Es decir la riqueza, como el
dinero no es de por sí ni bueno ni malo, todo depende cómo se use. Si se usa
motivada por el egoísmo, la riqueza es motivo de tropiezo o perdición, si se
usa motivada por el amor, es medio de salvación.
San Pablo también hace referencia al tema en los
siguientes términos: “El que siembra tacañamente, tendrá una cosecha muy pobre;
en cambio, el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente. Que cada
uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la
fuerza, porque Dios ama al que da con alegría” (II Cor 9,6-7). O aquel
episodio: “No se engañen, nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra.
El que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la
corrupción; pero el que siembra según el Espíritu, del Espíritu cosechará la
Vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su
tiempo si no desfallecemos. Por lo tanto, mientras estamos a tiempo hagamos el
bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe” (Gal 6,7-10).
En el A.T. el dar está relacionado con la cantidad, así por
ejemplo el Señor dijo a Moisés: “Habla en estos términos a los levitas: Cuando
ustedes reciban de los israelitas los diezmos que yo les asigné como herencia,
reservarán la décima parte como una ofrenda para el Señor: esto les será tenido
en cuenta a título de contribución” (Num 18,25-27). O sea, basta que se dé la
décima parte, califica en la voluntad de Dios. Pero en el N.T. no es suficiente
que se dé la décima parte, sino del todo. Ejemplo: ”Les aseguro que esta pobre
viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo
que les sobraba, pero ella, en su pobreza, dio todo lo que poseía, todo lo que
tenía para vivir" (Mc 12,43-44).
En suma, el Evangelio de hoy nos presenta a esta pobre
viuda, aparentemente intrascendente, que Jesús nos presenta como un modelo de
vida cristiana. Con los rasgos siguientes: a) Las cosas no son como son sino
como las vemos. Todo se ve según los criterios con los que miramos las cosas.
Si las miramos desde el egoísmo o si las miramos desde el amor y la
generosidad. b) No es cuestión de dar cosas, sino con qué corazón las damos. No
es la cantidad, sino la calidad del dar con amor. c) depende qué es lo que
damos a los demás. Podemos dar lo que nos estorba en casa y ya no nos sirve,
esa es una manera de desentendernos de ello. Podemos dar aquello que nos
sobra o podemos dar aún de aquello que nosotros necesitamos. Incluso, podemos
dar pasando nosotros necesidad y lo que tenemos para vivir. Esto lo llamaría,
no dar cosas sino darse a sí mismo.
“Nada trajimos al venir al mundo, y al irnos, nada podremos
llevar” (I Tm 6,7). Pero saben ¿Qué vamos a llevar? Al cielo llevaremos lo que
hemos gastado para el Señor en sus pobres, así nos lo reitera: "Les aseguro
que cada vez que lo hicieron con el más pobres de mis hermanos, lo hicieron
conmigo hereden el Reino de los cielos". Luego dirá a los de la izquierda:
Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el
demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer;
tuve sed, y no me dieron de beber.” (Mt 25,40-42). Es decir; muy por el
contrario, dejaremos en esta tierra todo lo que ahorramos motivado por el
egoísmo, es decir lo perdemos todo.