sábado, 11 de julio de 2015

DOMINGO XV - B (12 de julio de 2015)

DOMINGO XV – B (12 de julio de 2015)

Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos 6,7-13:

En aquel tiempo Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;  que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

En el pasaje distinguimos las siguientes partes: 1) Convocatoria a los Doce (Mc 6,7). 2) Instrucciones para la misión (Mc 6,8-11): Acerca de lo que se debe llevar consigo (Mc 6,8-9). Acerca del comportamiento que hay que tener en caso de acogida o de rechazo (Mc 6,10-11). 3) La realización de la misión (Mc 6,12-13). Aunque la mirada está puesta en la acción misionera que van a realizar los Doce, es notable que la persona de Jesús está en el centro de todo: él llama, él envía, él les reviste de poder y él es quien determina cómo deben comportase los misioneros.

1. Convocatoria y envío de los Doce (Mc 6,7): “Llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”. Tres breves frases en progresión temporal abren el relato: Él llamó a los Doce, y los envío de dos en dos  dándoles poder sobre los espíritus impuros. Jesús está en el centro de todo: llama hacia él, les capacita y envía al mismo tiempo.

Jesús llama a los Doce (Mc 6,7). En el inicio del Evangelio ya se menciona lo que hoy leemos en estos términos: “Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que Él quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios” (Mc 3,13-15). En otro episodio dice Jesús: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15,16). “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27). La vocación a la vida consagrada al servicio de Dios no es de uno sino de Dios. En esta línea también manifiestan los profetas, así por ejemplo se dice: "Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta de las naciones. Yo respondí: ¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven. El Señor me dijo: No digas: 'Soy demasiado joven', porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—. El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco profeta en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar" (Jer 1,5-10).

Jesús advierte dificultades en la misión cuando dice: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos…  Cuídense de la gente, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas a causa de mí, los harán comparecer ante gobernadores y reyes, pero así darán testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10,16-22).

“Los envió de dos en dos” (Mc 6,7). De aquí entendemos que los misioneros: No van en nombre propio, sino como testigos de un mensaje recibido de Jesús. Deben ayudarse y apoyarse entre sí (incluso corregirse). Tienen una visión comunitaria de la misión: parte de la comunidad, se realiza en comunidad y apunta a la formación de la comunidad y una vida fraterna. La vida de hermandad es el talante fortaleza de la Iglesia y lo que caracteriza a la comunidad es el amor cuando dice Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35). En suma – Dice el Señor- “Todos Uds. son hermanos” (Mt 23,8). Y por algo decimos “Padre Nuestro que estas en el cielo” (Mt 6,9).

2) Jesús les da poder sobre los espíritus impuros (Mc 6,7). Esta prerrogativa suya (Mc 1,22-27) ahora Jesús se la transfiere al grupo de los Doce. Se entiende que dicho poder es para expulsar los demonios, tal como se afirma al final: “Expulsaban a muchos demonios” (Mc 6,13). Hasta ahora se han mencionado seis veces los exorcismos de Jesús en el evangelio de Marcos: 1,22-27.34.39; 3,11-12.22; 5,1-20; esto muestra que dentro del anuncio del Reino ésta es una actividad esencial. Pues bien, siguiendo a Jesús en la misión el cristianismo también tendrá como tarea la expulsión de los demonios del mundo, enfrentar las diversas manifestaciones del mal y vencerlo con el poder de Jesús. En este episodio es contundente cuando Jesús dice: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20).

Jesús Resucitado se apareció a los 11 y les dijo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,21-23). Aquí se entiende que los apóstoles ahora tiene el poder a autoridad sobre los demonios. Al principio la acción principal de los misioneros son los exorcismos, pero al final del relato vemos que Jesús también les confió, junto a esta, otras dos tareas: la predicación de la conversión y la curación de los enfermos (Mc 6,13).

En la práctica los aspectos de la misión son tres, los cuales se refieren a la obra eficaz del acontecer del Reino rescatando al hombre de una dirección equivocada en la vida y de las garras destructoras del mal que desfigura su belleza, para que el hombre sea lo que está llamado a ser según el proyecto divino: Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20).

3) ¿Qué llevar para la misión? (Mc 6,8-9): “Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: Calzados con sandalias y no lleven dos túnicas”. Porque la riqueza, poder y fuerza para misión está en la misma fuente del Evangelio. Más aun dice el Señor: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón” (Mt 6,19-21). El tesoro del misionero es el mismo Señor (Jn 1,41). Y porque el mismo Señor manifiesta que: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero” (Mt 6,24).

Los misioneros son caminantes que van en busca de la gente, ellos no se permiten acomodaciones e instalaciones. Este también es un rasgo esencial de la misión cristiana. La itinerancia requiere previsiones, mucho más en un contexto en que los trayectos son largos y escabrosos y las vías son inseguras. Por tanto, ¿qué es lo que deben llevar consigo? La respuesta ya hemos dicho y con mucha razón un buen día San Pablo exclamó: “Todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, nada tiene valor para mí, todo estimo por basura a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,7-8).

4) La radicalidad en el desprendimiento: Primero Jesús les ordena que no lleven nada para el camino: “Les ordenó que nada tomasen para el camino” (Mc 6,8). La renuncia total a las posesiones exigida para el seguimiento también lo es para la misión: “Pedro se puso a decirle: ‘Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido y Jesús respondió, ninguno que haya dejado casa, campos, familia, hijos en por mí en este mundo quedará sin recompensa, pues recibirá cien veces más y en la otra la vida eterna” (Mc. 10,28).

 Los apóstoles “salieron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo” (Mc 6,12-13). En los Hechos se narra un episodio: “En la puerta Hermosa del Templo Pedro y los demás apóstoles se encontraron con un paralitico y le dijeron: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar” (Hch 3,6).

“Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos” (Mc 6,10-11). Las cosas de Dios no imponen, no se hacen por obligación, sino por amor y convicción. Pero en caso que el misionero sea rechazado asuma su responsabilidad porque dice el Señor: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió" (Lc 10,16).

La regla de la constancia (Mc 6,10): Se debe presuponer que, en principio, el misionero que viene en son de paz, completamente desprendido de todas las cosas, encuentre la benévola acogida de familias que le ofrecen un espacio en sus casas. Si ocurre así, se le prohíbe al misionero cambiar de alojamiento. Con esto se busca que el misionero: No ande buscando espacios más cómodos y más bien se contente con lo que una pobre familia tiene para compartirle. Se dé el tiempo suficiente para acompañar a una familia que inicia un camino de fe (no hay que abrir procesos para dejarlos rápidamente); esto exige constancia y cierta estabilidad por parte del misionero, sólo así se podrá formar una comunidad. No haga distinción de personas en pro de sus propias preferencias.


¿Qué hacer cuando hay rechazo?  Hay que partir “de allí”, pero esto no quiere decir que se le cierren todos los horizontes a la misión, se abrirán nuevos espacios. Pero el momento de partida está marcado por un gesto significativo: “sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos” (Mc 6,11b). El gesto quiere decir el fin de toda relación. Quitarse el polvo de los pies o de la ropa pertenecía a un ritual simbólico con el que el israelita se purificaba cuando regresaba de tierra pagana; puesto que se pensaba que la tierra participaba del carácter de sus habitantes (Números 5,17), había que liberarse de él. El israelita no entraba en comunión con estilo de vida del pagano ni mucho menos participaría del destino que le aguardaba. Por eso el gesto, ahora realizado por misioneros cristianos, tenía el valor de un testimonio de advertencia de no estar de acuerdo con su actitud negativa y un último llamado a la conversión, ya que el rechazo del anuncio del Reino traería consecuencias funestas. Quien rechaza al misionero rechaza también la Buena Nueva que anuncia.