DOMINGO III – C (26 de Enero de 2025)
Proclamación del Santo evangelio según San Lucas 1,1-4.
4;14-21:
1:1 Muchos han tratado de relatar ordenadamente los
acontecimientos que se cumplieron entre nosotros,
1:2 tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han
sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.
1:3 Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo
desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo
Teófilo, un relato ordenado,
1:4 a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas
que has recibido.
4:14 Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su
fama se extendió en toda la región.
4:15 Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.
4:16 Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado
entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
4:17 Le presentaron el libro del profeta Isaías y,
abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
4:19 y proclamar un año de gracia del Señor.
4:20 Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se
sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
4:21 Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido
estas profecías de la Escritura que acaban de oír". PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Hoy, iniciamos con el evangelio de Lucas, que estudiaremos
domingo a domingo durante el año. Este evangelio es parte de los evangelios
sinópticos, contiene 24 capítulos, es decir el segundo evangelio más extenso.
El mensaje está centrado en Jesús, que es el Hijo de Dios. Escribe para
Cristianos convertidos del paganismo. Es discípulo de Pablo quien predica el
evangelio a los paganos y se considera el apóstol de los paganos: “A ustedes,
que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los
paganos, hago honor a mi ministerio” (Rm 11,13).
En el evangelio de hoy conviene tener dos detalles: 1) Jesús
dio lectura de la escritura (Is 61): “El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque Él me ha ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la
libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18). 2)
Después de leer dijo: "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura
que acaban de oír" (Lc 4,21). Es decir Jesús, después del bautismo inicia
con su ministerio dando una mirada al Padre celestial y una mirada al pueblo
(Iglesia).
1) “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha
ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18). Esta atenta mirada
al cielo no es sino una respuesta a aquella palabra que le llego del cielo en
el bautismo: “Tu eres mi Hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22). Es
más, podemos traer a colación aquella escena del misterio de la encarnación.
María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con
ningún hombre? El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que nacerá de
ti se llamará Hijo de Dios” (Lc 1,34-35). Queda claro, que Jesús al afirmar “El
espíritu del Señor esta sobre mi” (Lc 4,18) no hace sino reafirmar lo que el
Ángel había dicho a la virgen María.
Conviene recordar aquella escena en que Felipe le dijo:
"Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió: Felipe,
hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha
visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo
estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías:
el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,8-11). Es más, Jesús dice “Yo y el Padre
somos un sola cosa” (Jn 10,30). Con esa contundencia Jesús pone de manifiesto
su poder al decir: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que
siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que
tú me has enviado. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: ¡Lázaro, ven
afuera! El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda
caminar" (Jn 11,41-44).
2) "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura
que acaban de oír" (Lc 4,21). Esta segunda afirmación no es sino una
atenta mirada a a la parte humana y en este aspecto es lo que san Lucas en su
relato resaltará la misión de Jesús. Así por ejemplo tenemos el detalle amplio
sobre el misterio de la encarnación (Lc 1,26-38).
El mensaje está centrado en afirmar la contundencia del
cumplimiento de todas las profecías del A.T. en el Mesías, Cristo Jesús:
"Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura que acaban de oír"
(Lc 4,21). Otro episodio que reafirma esta idea es aquello: “No piensen que
vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley,
antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que
no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo
mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que
los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt
5,17-19). Tal cumplimiento como misión tiene un acento especial que trae el
siguiente episodio: "Los sanos no tienen necesidad del medico sino los
enfermos, aprendan lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, que
no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores" (Mt 9,12-13).
Enunciado que complementa perfectamente lo que hoy leímos en el evangelio:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me envió
para anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar
el año de gracia del Señor" (Lc 4,18).
Este es un hermoso Evangelio para el hombre de hoy, y para
el hombre de todos los tiempos. En él se habla de Buena Noticia para los
pobres, de liberación y de gracia para todos. Jesús quiso hacer esta especie de
declaración programática al visitar por primera vez Nazaret, su pueblo. Así que
algún sentido especial tiene.
Liberación es una palabra, como libertad, que no tiene que
asustar a un cristiano. Y el lenguaje tiene mucha importancia en la transmisión
del mensaje y debe cuidarse en la evangelización. De otra forma, va a parecer
que los cristianos estamos en contra, al menos de palabra, de ciertos valores
muy apreciados por el hombre de hoy. O que les tenemos miedo. Por ejemplo, la
libertad y la liberación integral del hombre. También de las opresiones
estructurales injustas, especialmente en su vertiente política y económica. La
liberación cristiana es una liberación integral, de toda opresión injusta,
tanto personal como estructural. El texto de Isaías que está en la cita de
Jesús se refiere directamente a los deportados de Israel y está claro de qué
liberación habla. El hecho central, por otra parte, de la historia de Israel es
la liberación por Dios de la opresión de los egipcios. Hecho que, según Von
Rad, nunca espiritualizó aquel pueblo. La justicia de que hablan los profetas
es una justicia social. Y Jesús aquí habla de cautivos, de ciegos, de pobres y
de oprimidos. No cabe duda que la liberación que trae Jesús es una liberación
integral, que partiendo, en primer lugar, del corazón del hombre, llega hasta
las estructuras injustas. El Reino de Dios que predica Jesús es un Reino de
santidad y de amor, pero también de libertad y de justicia.
¿Dónde hay que poner el acento? Jesús lo pone en el corazón
del hombre. Eso es lo que hace impuro al hombre. El mal y el pecado anidan en
el corazón del hombre como algo personal. De ahí su grandeza y por eso es libre
y responsable.
"Es cierto que las perturbaciones que tan
frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones
propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden,
sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el
ambiente social" (_VAT-II.GS, 25).
Liberación total del hombre, antes en la línea del ser que del
hacer. Pero esta liberación no es total si se limita a una liberación
espiritualista o a resolver el problema del pan y la justicia, sin dar al
hombre amor y razones para vivir. La liberación de Jesús abarca al hombre en
todas sus dimensiones.
Para poder liberar a los demás uno tiene que ser total e
interiormente libre. Libre de acuerdo con la finitud y limitación de la
condición humana, libre de la esclavitud de las pasiones y de las ideologías,
de toda clase de ídolos, y del afán de poseer y dominar a los otros.
Hay que sentir a fondo el gusto y la pasión por la libertad
y, a continuación, ser conscientes de que la verdadera liberación se logra en
el compromiso y en la vocación personal. El libertinaje y el permisivismo
absoluto hunden al hombre y no lo liberan. Una vez bien afirmado que la
liberación verdadera nace del corazón y del interior de cada hombre, no
conviene desconocer un peligro que asalta, con frecuencia, al cristiano: creer
que con buenas intenciones y con la bondad personal se resuelven todos los
problemas. La sicología profunda ha detectado problemas superiores al deseo y
esfuerzo personal, pero que influyen decisivamente desde el subconsciente. Lo
mismo que la filosofía ha tomado conciencia del poder de ciertas estructuras e
instituciones más allá de las buenas intenciones de las personas.
A veces es imposible liberar de verdad a las personas sin
cambiar las estructuras y puede ser una cobardía refugiarse en lo individual.
El texto evangélico de hoy habla de otra cosa importante: el
ańo de gracia, o amnistía, para todos. Esto le cayó muy mal a los judíos porque
ellos esperaban, más bien, el desquite frente a sus enemigos. Y eso no entra en
el mensaje de Jesús. Así que lo expulsan del pueblo, la revancha y el odio no
caben en los seguidores de Jesús. La violencia es una trampa mortal para el
hombre. La liberación tiene que ser para todos los hombre y para todos los
pueblos. No hay pueblo escogido ni pueblo de Dios. Ya el hecho de creérselo es
malo. Para la liberación total no basta la justicia, aunque es imprescindible,
sino que hace falta la gracia, el perdón y el amor para aquietar y satisfacer
el corazón del hombre.
"Y se puso a decirles: hoy se cumple esta Escritura que
acabáis de oír". Con Jesús y en Jesús se da la verdadera salvación y
liberación del hombre. El cristiano así lo siente y lo vive. Es ya un liberado,
a pesar de los fracasos y limitaciones personales. Sólo así se puede convertir
en un evangelizador, en un transmisor de la Buena Noticia del Reino de Dios que
pone en marcha Jesús y que, en última instancia, es el mismo Jesús. Ojalá se
cumpla hoy, para nosotros, en esta misa la palabra de Dios.
Este es un Evangelio para el hombre de hoy, y para el hombre
de todos los tiempos. En él se habla de Buena Noticia para los pobres, de
liberación y de gracia para todos. Jesús quiso hacer esta especie de
declaración programática al visitar por primera vez Nazaret, su pueblo. Así que
algún sentido especial tiene.
Liberación es una palabra, como libertad, que no tiene que
asustar a un cristiano. Y el lenguaje tiene mucha importancia en la transmisión
del mensaje y debe cuidarse en la evangelización. De otra forma, va a parecer
que los cristianos estamos en contra, al menos de palabra, de ciertos valores
muy apreciados por el hombre de hoy. O que les tenemos miedo. Por ejemplo, la
libertad y la liberación integral del hombre. También de las opresiones
estructurales injustas, especialmente en su vertiente política y económica. La
liberación cristiana es una liberación integral, de toda opresión injusta,
tanto personal como estructural. El texto de Isaías que está en la cita de
Jesús se refiere directamente a los deportados de Israel y está claro de qué
liberación habla. El hecho central, por otra parte, de la historia de Israel es
la liberación por Dios de la opresión de los egipcios. Hecho que, según Von
Rad, nunca espiritualizó aquel pueblo. La justicia de que hablan los profetas
es una justicia social. Y Jesús aquí habla de cautivos, de ciegos, de pobres y
de oprimidos. No cabe duda que la liberación que trae Jesús es una liberación
integral, que partiendo, en primer lugar, del corazón del hombre, llega hasta
las estructuras injustas. El Reino de Dios que predica Jesús es un Reino de
santidad y de amor, pero también de libertad y de justicia.
¿Dónde hay que poner el acento? Jesús lo pone en el corazón
del hombre. Eso es lo que hace impuro al hombre. El mal y el pecado anidan en
el corazón del hombre como algo personal. De ahí su grandeza y por eso es libre
y responsable.
"Es cierto que las perturbaciones que tan
frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones
propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden,
sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente
social" (GS, 25).
Liberación total del hombre, antes en la línea del ser que
del hacer. Pero esta liberación no es total si se limita a una liberación
espiritualista o a resolver el problema del pan y la justicia, sin dar al
hombre amor y razones para vivir. La liberación de Jesús abarca al hombre en
todas sus dimensiones.
Para poder liberar a los demás uno tiene que ser total e
interiormente libre. Libre de acuerdo con la finitud y limitación de la
condición humana, libre de la esclavitud de las pasiones y de las ideologías,
de toda clase de ídolos, y del afán de poseer y dominar a los otros.
Hay que sentir a fondo el gusto y la pasión por la libertad
y, a continuación, ser conscientes de que la verdadera liberación se logra en
el compromiso y en la vocación personal. El libertinaje y el permisivismo
absoluto hunden al hombre y no lo liberan. Una vez bien afirmado que la
liberación verdadera nace del corazón y del interior de cada hombre, no
conviene desconocer un peligro que asalta, con frecuencia, al cristiano: creer
que con buenas intenciones y con la bondad personal se resuelven todos los
problemas. La sicología profunda ha detectado problemas superiores al deseo y
esfuerzo personal, pero que influyen decisivamente desde el subconsciente. Lo
mismo que la filosofía ha tomado conciencia del poder de ciertas estructuras e
instituciones más allá de las buenas intenciones de las personas.
A veces es imposible liberar de verdad a las personas sin
cambiar las estructuras y puede ser una cobardía refugiarse en lo individual.
El texto evangélico de hoy habla de otra cosa importante: el
ańo de gracia, o amnistía, para todos. Esto le cayó muy mal a los judíos porque
ellos esperaban, más bien, el desquite frente a sus enemigos. Y eso no entra en
el mensaje de Jesús. Así que lo expulsan del pueblo, la revancha y el odio no
caben en los seguidores de Jesús. La violencia es una trampa mortal para el
hombre. La liberación tiene que ser para todos los hombre y para todos los
pueblos. No hay pueblo escogido ni pueblo de Dios. Ya el hecho de creérselo es
malo. Para la liberación total no basta la justicia, aunque es imprescindible,
sino que hace falta la gracia, el perdón y el amor para aquietar y satisfacer
el corazón del hombre.
"Y se puso a decirles: hoy se cumple esta Escritura que
acabáis de oír". Con Jesús y en Jesús se da la verdadera salvación y
liberación del hombre. El cristiano así lo siente y lo vive. Es ya un liberado,
a pesar de los fracasos y limitaciones personales. Sólo así se puede convertir
en un evangelizador, en un transmisor de la Buena Noticia del Reino de Dios que
pone en marcha Jesús y que, en última instancia, es el mismo Jesús. Ojalá se
cumpla hoy, para nosotros, en esta misa la palabra de Dios.
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