domingo, 19 de enero de 2025

DOMINGO III – C (26 de Enero de 2025)

 DOMINGO III – C (26 de Enero de 2025)

Proclamación del Santo evangelio según San Lucas 1,1-4. 4;14-21:

1:1 Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros,

1:2 tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.

1:3 Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado,

1:4 a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.

4:14 Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región.

4:15 Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.

4:16 Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.

4:17 Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,

a dar la libertad a los oprimidos

4:19 y proclamar un año de gracia del Señor.

4:20 Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.

4:21 Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido estas profecías de la Escritura que acaban de oír". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

Hoy, iniciamos con el evangelio de Lucas, que estudiaremos domingo a domingo durante el año. Este evangelio es parte de los evangelios sinópticos, contiene 24 capítulos, es decir el segundo evangelio más extenso. El mensaje está centrado en Jesús, que es el Hijo de Dios. Escribe para Cristianos convertidos del paganismo. Es discípulo de Pablo quien predica el evangelio a los paganos y se considera el apóstol de los paganos: “A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio” (Rm 11,13).

 El mensaje del evangelio puede contextualizarse para su comprensión con las citas: “Yo, suscitaré entre Uds. un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene” (Dt 18,18). “Si un profeta se atreve a decir una palabra en mi nombre sin que yo le haya ordenado decir algo, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá" (Dt 18,20). "¿Cómo saber si tal palabra no la ha pronunciado el Señor?". Si lo que el profeta dice en nombre del Señor y no se cumple ni sucede lo que el profeta dice, quiere decir que el Señor no ha dicho esa palabra” (Dt 18, 21-22). Jesús termina en el evangelio diciendo: "Hoy se ha cumplido estas profecías de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,21).

En el evangelio de hoy conviene tener dos detalles: 1) Jesús dio lectura de la escritura (Is 61): “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18). 2) Después de leer dijo: "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,21). Es decir Jesús, después del bautismo inicia con su ministerio dando una mirada al Padre celestial y una mirada al pueblo (Iglesia).

1) “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18). Esta atenta mirada al cielo no es sino una respuesta a aquella palabra que le llego del cielo en el bautismo: “Tu eres mi Hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22). Es más, podemos traer a colación aquella escena del misterio de la encarnación. María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre? El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios” (Lc 1,34-35). Queda claro, que Jesús al afirmar “El espíritu del Señor esta sobre mi” (Lc 4,18) no hace sino reafirmar lo que el Ángel había dicho a la virgen María.

Conviene recordar aquella escena en que Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,8-11). Es más, Jesús dice “Yo y el Padre somos un sola cosa” (Jn 10,30). Con esa contundencia Jesús pone de manifiesto su poder al decir: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: ¡Lázaro, ven afuera! El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar" (Jn 11,41-44).

2) "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,21). Esta segunda afirmación no es sino una atenta mirada a a la parte humana y en este aspecto es lo que san Lucas en su relato resaltará la misión de Jesús. Así por ejemplo tenemos el detalle amplio sobre el misterio de la encarnación (Lc 1,26-38).

El mensaje está centrado en afirmar la contundencia del cumplimiento de todas las profecías del A.T. en el Mesías, Cristo Jesús: "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,21). Otro episodio que reafirma esta idea es aquello: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19). Tal cumplimiento como misión tiene un acento especial que trae el siguiente episodio: "Los sanos no tienen necesidad del medico sino los enfermos, aprendan lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores" (Mt 9,12-13). Enunciado que complementa perfectamente lo que hoy leímos en el evangelio: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor" (Lc 4,18).

Este es un hermoso Evangelio para el hombre de hoy, y para el hombre de todos los tiempos. En él se habla de Buena Noticia para los pobres, de liberación y de gracia para todos. Jesús quiso hacer esta especie de declaración programática al visitar por primera vez Nazaret, su pueblo. Así que algún sentido especial tiene.

Liberación es una palabra, como libertad, que no tiene que asustar a un cristiano. Y el lenguaje tiene mucha importancia en la transmisión del mensaje y debe cuidarse en la evangelización. De otra forma, va a parecer que los cristianos estamos en contra, al menos de palabra, de ciertos valores muy apreciados por el hombre de hoy. O que les tenemos miedo. Por ejemplo, la libertad y la liberación integral del hombre. También de las opresiones estructurales injustas, especialmente en su vertiente política y económica. La liberación cristiana es una liberación integral, de toda opresión injusta, tanto personal como estructural. El texto de Isaías que está en la cita de Jesús se refiere directamente a los deportados de Israel y está claro de qué liberación habla. El hecho central, por otra parte, de la historia de Israel es la liberación por Dios de la opresión de los egipcios. Hecho que, según Von Rad, nunca espiritualizó aquel pueblo. La justicia de que hablan los profetas es una justicia social. Y Jesús aquí habla de cautivos, de ciegos, de pobres y de oprimidos. No cabe duda que la liberación que trae Jesús es una liberación integral, que partiendo, en primer lugar, del corazón del hombre, llega hasta las estructuras injustas. El Reino de Dios que predica Jesús es un Reino de santidad y de amor, pero también de libertad y de justicia.

¿Dónde hay que poner el acento? Jesús lo pone en el corazón del hombre. Eso es lo que hace impuro al hombre. El mal y el pecado anidan en el corazón del hombre como algo personal. De ahí su grandeza y por eso es libre y responsable.

"Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social" (_VAT-II.GS, 25).

Liberación total del hombre, antes en la línea del ser que del hacer. Pero esta liberación no es total si se limita a una liberación espiritualista o a resolver el problema del pan y la justicia, sin dar al hombre amor y razones para vivir. La liberación de Jesús abarca al hombre en todas sus dimensiones.

Para poder liberar a los demás uno tiene que ser total e interiormente libre. Libre de acuerdo con la finitud y limitación de la condición humana, libre de la esclavitud de las pasiones y de las ideologías, de toda clase de ídolos, y del afán de poseer y dominar a los otros.

Hay que sentir a fondo el gusto y la pasión por la libertad y, a continuación, ser conscientes de que la verdadera liberación se logra en el compromiso y en la vocación personal. El libertinaje y el permisivismo absoluto hunden al hombre y no lo liberan. Una vez bien afirmado que la liberación verdadera nace del corazón y del interior de cada hombre, no conviene desconocer un peligro que asalta, con frecuencia, al cristiano: creer que con buenas intenciones y con la bondad personal se resuelven todos los problemas. La sicología profunda ha detectado problemas superiores al deseo y esfuerzo personal, pero que influyen decisivamente desde el subconsciente. Lo mismo que la filosofía ha tomado conciencia del poder de ciertas estructuras e instituciones más allá de las buenas intenciones de las personas.

A veces es imposible liberar de verdad a las personas sin cambiar las estructuras y puede ser una cobardía refugiarse en lo individual.

El texto evangélico de hoy habla de otra cosa importante: el ańo de gracia, o amnistía, para todos. Esto le cayó muy mal a los judíos porque ellos esperaban, más bien, el desquite frente a sus enemigos. Y eso no entra en el mensaje de Jesús. Así que lo expulsan del pueblo, la revancha y el odio no caben en los seguidores de Jesús. La violencia es una trampa mortal para el hombre. La liberación tiene que ser para todos los hombre y para todos los pueblos. No hay pueblo escogido ni pueblo de Dios. Ya el hecho de creérselo es malo. Para la liberación total no basta la justicia, aunque es imprescindible, sino que hace falta la gracia, el perdón y el amor para aquietar y satisfacer el corazón del hombre.

"Y se puso a decirles: hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Con Jesús y en Jesús se da la verdadera salvación y liberación del hombre. El cristiano así lo siente y lo vive. Es ya un liberado, a pesar de los fracasos y limitaciones personales. Sólo así se puede convertir en un evangelizador, en un transmisor de la Buena Noticia del Reino de Dios que pone en marcha Jesús y que, en última instancia, es el mismo Jesús. Ojalá se cumpla hoy, para nosotros, en esta misa la palabra de Dios.

Este es un Evangelio para el hombre de hoy, y para el hombre de todos los tiempos. En él se habla de Buena Noticia para los pobres, de liberación y de gracia para todos. Jesús quiso hacer esta especie de declaración programática al visitar por primera vez Nazaret, su pueblo. Así que algún sentido especial tiene.

Liberación es una palabra, como libertad, que no tiene que asustar a un cristiano. Y el lenguaje tiene mucha importancia en la transmisión del mensaje y debe cuidarse en la evangelización. De otra forma, va a parecer que los cristianos estamos en contra, al menos de palabra, de ciertos valores muy apreciados por el hombre de hoy. O que les tenemos miedo. Por ejemplo, la libertad y la liberación integral del hombre. También de las opresiones estructurales injustas, especialmente en su vertiente política y económica. La liberación cristiana es una liberación integral, de toda opresión injusta, tanto personal como estructural. El texto de Isaías que está en la cita de Jesús se refiere directamente a los deportados de Israel y está claro de qué liberación habla. El hecho central, por otra parte, de la historia de Israel es la liberación por Dios de la opresión de los egipcios. Hecho que, según Von Rad, nunca espiritualizó aquel pueblo. La justicia de que hablan los profetas es una justicia social. Y Jesús aquí habla de cautivos, de ciegos, de pobres y de oprimidos. No cabe duda que la liberación que trae Jesús es una liberación integral, que partiendo, en primer lugar, del corazón del hombre, llega hasta las estructuras injustas. El Reino de Dios que predica Jesús es un Reino de santidad y de amor, pero también de libertad y de justicia.

¿Dónde hay que poner el acento? Jesús lo pone en el corazón del hombre. Eso es lo que hace impuro al hombre. El mal y el pecado anidan en el corazón del hombre como algo personal. De ahí su grandeza y por eso es libre y responsable.

"Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social" (GS, 25).

Liberación total del hombre, antes en la línea del ser que del hacer. Pero esta liberación no es total si se limita a una liberación espiritualista o a resolver el problema del pan y la justicia, sin dar al hombre amor y razones para vivir. La liberación de Jesús abarca al hombre en todas sus dimensiones.

Para poder liberar a los demás uno tiene que ser total e interiormente libre. Libre de acuerdo con la finitud y limitación de la condición humana, libre de la esclavitud de las pasiones y de las ideologías, de toda clase de ídolos, y del afán de poseer y dominar a los otros.

Hay que sentir a fondo el gusto y la pasión por la libertad y, a continuación, ser conscientes de que la verdadera liberación se logra en el compromiso y en la vocación personal. El libertinaje y el permisivismo absoluto hunden al hombre y no lo liberan. Una vez bien afirmado que la liberación verdadera nace del corazón y del interior de cada hombre, no conviene desconocer un peligro que asalta, con frecuencia, al cristiano: creer que con buenas intenciones y con la bondad personal se resuelven todos los problemas. La sicología profunda ha detectado problemas superiores al deseo y esfuerzo personal, pero que influyen decisivamente desde el subconsciente. Lo mismo que la filosofía ha tomado conciencia del poder de ciertas estructuras e instituciones más allá de las buenas intenciones de las personas.

A veces es imposible liberar de verdad a las personas sin cambiar las estructuras y puede ser una cobardía refugiarse en lo individual.

El texto evangélico de hoy habla de otra cosa importante: el ańo de gracia, o amnistía, para todos. Esto le cayó muy mal a los judíos porque ellos esperaban, más bien, el desquite frente a sus enemigos. Y eso no entra en el mensaje de Jesús. Así que lo expulsan del pueblo, la revancha y el odio no caben en los seguidores de Jesús. La violencia es una trampa mortal para el hombre. La liberación tiene que ser para todos los hombre y para todos los pueblos. No hay pueblo escogido ni pueblo de Dios. Ya el hecho de creérselo es malo. Para la liberación total no basta la justicia, aunque es imprescindible, sino que hace falta la gracia, el perdón y el amor para aquietar y satisfacer el corazón del hombre.

"Y se puso a decirles: hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Con Jesús y en Jesús se da la verdadera salvación y liberación del hombre. El cristiano así lo siente y lo vive. Es ya un liberado, a pesar de los fracasos y limitaciones personales. Sólo así se puede convertir en un evangelizador, en un transmisor de la Buena Noticia del Reino de Dios que pone en marcha Jesús y que, en última instancia, es el mismo Jesús. Ojalá se cumpla hoy, para nosotros, en esta misa la palabra de Dios.

domingo, 12 de enero de 2025

II DOMINGO T.O. – C (19 de Enero de 2025)

 II DOMINGO T.O. – C (19 de Enero de 2025)

Proclamación del santo evangelio según san Juan 2,1-11:

2:1 Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.

2:2 Jesús también fue invitado con sus discípulos.

2:3 Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".

2:4 Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".

2:5 Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".

2:6 Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.

2:7 Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.

2:8 "Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.

2:9 El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo

2:10 y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".

2:11 Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

“Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero” ( Ap 19,9). “El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió a sus servidores a que invitara a la boda a todos, pero estos se negaron a ir” (Mt 22,2-3). “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta? (Mt 2,12). “Las necias dijeron a las prudentes: Dennos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan" (Mt 25,8). “Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta” ( Jn 16,24). Son citas que dan sentido real a los signos como indicativo de felicidad y santidad.

Los signos (milagros) de Cristo, especialmente tal como los relata San Juan, no son nunca una  simple demostración del poder de Dios sino que tienen un significado y muestran  visiblemente el sentido de lo que Jesús anuncia con su palabra.

La conversión del agua en vino (Jn 2,7) tiene, pues, un significado. En otra ocasión Jesús  multiplicará el pan (Jn 6,11) y en ésta convierte el agua en vino. Conviene destacar que en uno y otro  caso se trata de dar de comer y beber abundantemente. Jesús multiplica el pan, signo  de la vida, hasta la saciedad y aún sobraron doce canastas: Jesús da la vida. Jesús  convierte en vino seiscientos litros de agua: Jesús da abundantemente la alegría de  vivir, que esto significa el vino. Y es que Jesús vino a este mundo, como él dijo, "para que  tengamos vida y la tengamos abundante" (Jn 10,10), para que nuestra vida rebose con el  gozo de vivir.

Vida, y vida abundante: pan y vino; el pan que ganamos con el trabajo y el vino que  alegra nuestras fiestas. Y es que Jesús es la Vida: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).  Por lo tanto, lo que se proclama en este milagro es la comunicación de la vida. Jesús da la Vida, está con nosotros, convive con nosotros y así nos da la vida y la alegría  de vivir.

COMIDA en el Reino de Dios: Esta comunicación de la vida se expresa en los evangelios  frecuentemente bajo la imagen de una comida: Jesús se sienta a la mesa de los publicanos  (Mt. 9, 10; Lc. 19, 2-10), Jesús frecuenta la casa de su amigo Lázaro y se sienta en su  mesa (Lc. 10, 38-42), Jesús acepta la invitación del fariseo Simón, Jesús se sienta a comer  con todo el pueblo en la ladera de una montaña.

Estas comidas realizan ya el anuncio mesiánico del A. T. y son para el hombre, perdón  (Lc. 7,47), gozo (Mt. 9, 15), salvación (Lc. 19,9) y, sobre todo, abundancia de vida (Mt. 14,  15-21).

Todas estas comidas encuentran su culminación en la Ultima Cena, en la que Jesús se  hace el anfitrión y el alimento de sus discípulos. Jesús da a comer el pan de vida: su propio  Cuerpo; y a beber el cáliz de la salvación: su propia Sangre, sellando la Nueva Alianza de  Dios con los hombres (Lc 22,19) Es en esta perspectiva como descubrimos el profundo significado de  la "hora" del Señor.

Jesús y su hora: Fíjense bien, a la petición de su madre, él responde: "Todavía no ha  llegado mi hora" (Jn 2,4). La "hora" del Señor no la marcan los relojes o los astros de este mundo,  sino la voluntad del Padre: "Padre ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te  glorifique a ti" (Jn. 17.1). Así dijo Jesús en la Ultima Cena (Lc 22,19).

La "hora" a la que Cristo se refiere, es la hora de su entrega definitiva a los hombres, en  la cruz (Jn 19,30). Previo, es la hora tan deseada: "Cuando llegó la hora se puso a la mesa con los apóstoles  y les dijo: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con Uds. antes de padecer": (Lc.  22,15). Y esta hora suprema del amor de Cristo a los hombres es ahora, antes de padecer,  la hora de sus bodas de sangre con la humanidad, que marca todo el camino de Cristo y da  sentido a todas las comidas de Cristo con los publicanos, los pecadores, con el pueblo, etc.  Esta es la hora que se anticipa en Caná de Galilea, porque esta hora se hace de alguna  manera presente cuando la fe sale al encuentro de la salvación que Dios te ofrece. La fe de  la Virgen María anticipa la hora del Señor.

Por eso, porque Jesús vino como el novio de la humanidad a celebrar el banquete que el  Padre ha preparado para su Hijo (recuérdese la parábola del rey que preparó un banquete  de bodas para su hijo), por eso Jesús está también presente en un banquete de bodas. Por  eso ha querido elevar esta fiesta tan humana de las bodas al signo sacramental de las que  él contraerá con la humanidad indisolublemente.

Para Uds. esposos cristianos. Cristo no puede ser un simple invitado en sus  bodas, sino el que se ha de quedar con Uds. cuando todos los demás invitados se  hayan marchado.

Cristo quiere ser el testigo de su cariño, el garante de su felicidad, el mediador  en sus conflictos, el confidente de sus problemas, el amigo que les saca de  apuros cuando empieza a escasear el vino... Sobre todo esto, el que les da la alegría de  vivir, convirtiendo el vino de su amor humano en el generoso vino de última hora: el  vino del amor cristiano. Por eso el matrimonio cristiano no puede ser nunca un egoísmo dual, ya que en él se representa el amor infinito de Dios que entra en comunión con todos  los hombres. El esposo cristiano ha de amar en su mujer a todo el mundo. Es esta para él prójimo en  carne viva. La mujer cristiana ha de amar en su esposo al mismo Cristo, el Hermano  universal (Mt 19,6).

En el inicio del tiempo ordinario en su primera parte, el evangelio que hoy leímos nos sitúa en 4 puntos: 1) "No tienen vino" (Jn 2,3). 2) "Hagan todo lo que él les diga" (Jn 3,5). 3) "Llenen de agua estas tinajas" (Jn 3,7). 4) "Saquen ahora, y lleven al encargado del banquete” (Jn 3,8). Las dos intervenciones primeras son de la Madre y las dos intervenciones siguientes son del Hijo. A los que hay que agregar la intervención del Padre en el domingo anterior: “Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22). Enunciado que se complementa con lo de: “Este es mi hijo amado en quien me complazco, escúchenlo” (Mt 17,5). La primera intervención del Padre es en el inicio de la vida pública del Hijo y la segunda intervención del Padre es en la parte final de la vida pública del Hijo. Pues veamos algunos detalles:

1 “Ya no tienen vino” (Jn 2,3), ¿Quién interviene en la escena?. Recordemos que la escena es una fiesta, bodas de Caná. La Madre interviene e intercede por los de la fiesta (Iglesia). Esta es la “segunda” intervención. Recordemos la primera. Y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has tratado así? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" (Lc 2,48-49). Pero también conocemos este enunciado: “Su madre conservaba y meditaba estas cosas en su corazón” (Lc 2,51). Este episodio nos da pie en afirma que en la parte humana, es la Madre quien inicia a su hijo en la vida pública. En la parte divina es el Padre quien inicia al Hijo en el ejercicio de su ministerio al decir: “Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22).

2 “Hagan lo que él les diga” (Jn 3,5): ¿Qué cereza tiene la Madre para recomendar a la gente que hagan lo que su hijo les diga? La Madre tiene a su favor aquella aclaración desde lo alto por el Ángel en el misterio de la encarnación. María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?" El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño que nacerá de ti será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,34-35). Y luego se nos dice que: “Su madre conservaba y meditaba estas cosas en su corazón” (Lc 2,51). Eh ahí tenemos suficientes evidencias de que la Madre sabe bien que su Hijo puede hacer algo en favor de la gente de la boda. Y es que a Madre le interesa la alegría de la gente. Recordemos aquella exclamación suya: “Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1.47). Y es que la alegría equivale para la Madre vivir en la presencia de Dios (Cielo). La tristeza equivale a la vida en ausencia de Dios (Infierno). Así, que un día gocemos de la fiesta eterna dependerá de cuánto obedecemos al consejo de la Madre: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2,5).

3) "Llenen de agua estas tinajas" (Jn 3,7). Si un día queremos ser parte de la fiesta de las bodas del hijo, debemos llenar de agua las tinajas, si o so. ¿Cómo hacerlo? Aquí algunas citas que nos dan luces: Dijo Jesús a sus discípulos: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán" (Mc 16,15-18).

4) "Saquen ahora, y lleven al encargado del banquete” (Jn 3,8). Es deber nuestro como bautizados poner en ejercicio nuestro ministerio como sacerdotes de Cristo. Y entiéndase por sacerdocio como ministros de Dios. Que todos beban de la dulzura del vino nuevo. Pero para eso se requiere ser vino nuevo: “Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!" (Mc 2,21-22).

Reflexión pastoral de las Bodas de Caná de Galilea: Las Bodas de Caná, narradas en Juan 2:1-11, nos presentan una serie de enseñanzas y simbolismos profundos:

  1. El Primer Milagro de Jesús: Este evento marca el inicio del ministerio público de Jesús. Al transformar el agua en vino, Jesús revela su divinidad y poder, dejando claro que está entre nosotros para traer transformación y renovación.
  2. La Intercesión de María: María, la madre de Jesús, desempeña un papel crucial en este milagro. Cuando el vino se agota, ella se dirige a Jesús y le informa de la situación, demostrando su fe en él. Su frase “Haced todo lo que él os diga” es un llamado a confiar plenamente en la guía de Jesús.
  3. La Abundancia del Reino de Dios: La transformación del agua en vino en abundancia y de alta calidad simboliza la generosidad del Reino de Dios. Jesús no solo provee, sino que lo hace de manera abundante y excelente, mostrando que en su reino, siempre hay más que suficiente.
  4. La Significación del Vino: El vino es a menudo símbolo de alegría y celebración en la Biblia. La provisión de vino de Jesús puede interpretarse como una representación de la vida plena y abundante que él ofrece a sus seguidores.
  5. La Discreción de Jesús: A pesar de ser un milagro significativo, Jesús realiza el acto de manera discreta, sin buscar atención pública. Esto nos enseña sobre la humildad y el enfoque en el servicio a los demás sin buscar reconocimiento.

Reflexión Personal: Las Bodas de Caná nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia fe y confianza en Jesús. Nos desafía a ver más allá de lo ordinario y a encontrar lo extraordinario en nuestra vida cotidiana. En momentos de necesidad, estamos llamados a recurrir a Jesús con la certeza de que él proveerá de manera abundante y perfecta los dones para nuestra santificación.

miércoles, 8 de enero de 2025

DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – C (12 de Enero de 2025)

 DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – C (12 de Enero de 2025)

Proclamación del Santo evangelio según Sn Lc: 3, 15-16. 21-22:

3:15 Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías,

3:16 él tomó la palabra y les dijo a todos: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

3:21 Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo

3:22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección". PALABRA DEL SEÑOR

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“Quien cree y se bautice se salvara” (Mc 16,16). Tenemos que creer y entrar en sintonía con Dios y caer en la cuenta del amor enorme que nos tiene Dios (IJn 4,8). Por eso se hizo hombre (Jn 1,14) y "Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras"(1 Co 15, 3). Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios hacia nosotros porque "Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10). "En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19). Por eso, después de esta vida nos prepara otra maravillosa experiencia: “No se preocupen. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones… Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes” (Jn 14,1-3). O sea, Dios es el primero que quiere estar con nosotros; Él es Emmanuel (Is 7,14). Luego, quiere que estemos con El y dice: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré" (Mt 11,28). Para estar con Él requiere purificación y santificación. Dice Dios: “Yo soy el Señor, su Dios, y ustedes tienen que purificarse y santificarse, porque yo soy Santo” ( Lv 11,44). El bautismo purifica de todo tipo de pecados y así lo manifiesta a Nicodemo: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Porque, lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu” (Jn 3,5) ¿Cuándo nacemos en el espíritu? El día de nuestro bautismo. Porque, por el bautismo se nos abre la puerta del cielo, nos santificamos por el don del Espíritu Santo y somos hijos de Dios (Lc 3,21-22).

Con el bautismo del Señor terminamos y cerramos el tiempo de navidad. E iniciamos el tiempo ordinario. El bautismo, el primer sacramento que todo creyente debe recibir y no solo el bautismo, sino también los demás sacramentos.  ¿Qué finalidad tienen los sacramentos en la vida de un creyente? La finalidad es la de cumplir el mandato supremo de Dios: “Yo soy Yahveh, el que les ha sacado de la tierra de Egipto, para ser su Dios. Sean, pues, santos porque yo soy santo” (Lv 11,45). Los sacramentos como el bautismo nos santifican. Y la santidad nos sirve para estar con Dios (salvación). El Hijo participa del bautismo para darnos a entender que el Padre y el Hijo, unidos en el Espíritu Santo es uno: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22);  “Este es mi hijo amado en quien me complazco; escúchenlo” (Mt 17,5). Son dos citas, afirmaciones del mismo Padre que interviene primero presentado a su hijo, segundo para que se le oiga porque Él es el evangelio. Tanto en el principio de su ministerio como en la parte final de su ministerio.

Dios impuso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,16-17). Replicó la serpiente a la mujer: "De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió” (Gn 3,4-6). “Tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18). San Pablo resume así: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron” (Rm 5,12). Como es de verse, Dios no se alegra del fracaso del hombre, sino que apuesta todo por el hombre para rescatarlo del pecado y como lo hace? Por su Hijo que instituye la Iglesia y el los sacramentos como medio de salvación.

En el domingo anterior hemos celebrado y meditado la actitud reverente de los reyes magos, quienes guiados por la luz de la estrella dieron con la casa, encontraron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). Es eso precisamente lo que hacemos en cada misa o el domingo que guiados por la luz de la fe, hallamos a Jesús en el altar cuando ante nuestros ojos toma carne (Jn 1,14). Y recordemos lo que el mismo Señor nos dice: “El que me envió está conmigo y nunca me ha dejado solo” (Jn 8,29). Y es más contundente aun al decir: “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Luego dice en la última cena: “Tomen y coman que esto es mi cuerpo, tomen y beban, este es el cáliz de mi sangre” (Lc. 22,19). Así, en cada santa misa caemos de rodillas y lo adoramos. Hoy celebramos otro gesto amoroso del Padre que nos envió a su Hijo al mundo por el amor que nos tiene (Jn 3,16) con el siguiente tenor:

1. En este domingo celebramos la coronación de la gloria del Hijo por parte del Padre: El Bautismo de Jesús. Y esta fiesta grandiosa cierra el ciclo de navidad, y por lo mismo abre el tiempo ordinario que seguirá hasta el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, que este año cae el día 05 de marzo. Recordemos que el tiempo ordinario es el tiempo más largo que abarca el ciclo litúrgico y tiene dos partes, la primera que es más corto: del lunes que sigue al domingo del bautismo del Señor hasta el miércoles de ceniza. Luego se hace un alto y la cuaresma nos prepara para la semana santa, después del tiempo de pascua, retomaremos el tiempo ordinario hasta el domingo XXXIV en que celebraremos la fiesta de Jesucristo rey del universo.

2.- “Por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Jn 1,9). El Bautismo del Señor, no es un episodio fortuito en la cadena de su vida porque Dios no hace nada de improviso. El Bautismo es un acontecimiento que parte la vida de Jesús en dos: la vida oculta (Infancia) y la vida pública del Señor. De aquí arranca definitivamente esa trayectoria que describen los Evangelios como la vida del Salvador. Del bautismo irá al desierto (Mc 1,12-13); del desierto a la predicación itinerante por sinagogas y aldeas. La predicación de Jesús crea una comunidad, la comunidad de discípulos (Mc 3,13), que es la comunidad mesiánica del Reino, y en esta comunidad están los Doce elegidos, los Apóstoles. El final fue la Cruz (Mc 10,33) y la Resurrección (Lc 24,6), y de la Resurrección de Jesús esa comunidad de discípulos suyos, que somos sus testigos en el mundo (Mc 16,15-16). Todo arrancó de aquel momento en que Jesús, por decisión propia inició su camino con una Bautismo. Jesús pidió a Juan que lo bautizara: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió” (Mt 3,15).

3. Jesús dijo. “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió” (Jn 6,38).  Según ello, el Bautismo de Jesús está dentro de la vocación de Jesús y es el acto inicial de su misión. El Evangelio de hoy enlaza el bautismo de Jesús con la predicación de Juan: “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle al correa de sus sandalias. Yo les bautizado con agua, pero él les bautizará con Espíritu Santo” (Jn 1,8). Jesús va a bautizar con Espíritu Santo. Nadie había bautizado con Espíritu Santo. Y Juan tampoco. Juan reconoce que empieza la hora definitiva de Dios. En esta hora de Dios, se rasgan (abre) los cielos. Vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma (Mc 1,10).

4. Entonces se “oyó una voz desde los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,11). El Bautismo es la primera teofanía que acontece en la misión de Jesús. Hoy se abre el cielo. Se están cumpliendo aquello que pedía el profeta: “¡Ojalá rasgases los cielos y descendieses!” (Is 63.19). San Marcos, el evangelista que nos da el testimonio más antiguo, nos dice que en aquella experiencia – que ninguno de nosotros podrá ni comprender ni explicar – vio y oyó. Todo su ser, que había bajado a lo profundo del pecado del hombre, solidarizándose con él, al subir del agua, entró en trance: vio y escuchó (Mc 1,10). ¿Qué es lo que vio? Vio que el Espíritu baja sobre él en forma de paloma; era alguien real ante sus ojos. Y escuchó. No hablaba la Paloma, sino aquel que enviaba a la Paloma: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,11). Cuando Jesús oye la palabra “Tu eres mi Hijo” lo oye del Padre y es la conformación de lo que el ángel había dicho a la virgen María: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Por otro lado fíjense que el Dios lejano que pregonaban los profetas en el A.T. se nos ha manifestado como “Padre”. Es decir en el Hijo hecha carne (Jn 1,14), Dios se nos ha acercado lo más que puede como “Papá” en el Hijo único. San Pablo lo describe así: “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, es decir, ¡Padre!” (Gal 4,4-6).

5. “Apenas salió del agua, vio que se abrió el cielo y al Espíritu Santo que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,10-11). Sin duda, estamos ante el misterio insondable de la Trinidad vivido por Jesús como constitutivo de su ser: Él era el Hijo. El Padre le hablaba. El Espíritu le invadía. ¿Qué le decía el Padre?  En ti me complazco. Al final de su misión, Jesús nos dejará esta tarea: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles (Evangelio) a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Por otro lado resaltamos que Jesús no era un pecador: “Él fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Heb 4,15).  El Bautismo se administraba en relación con el pecado. Pero Jesús no era un pecador, como yo lo siento de mí mismo. Jesús había nacido de la santidad de Dios (Lc1,35), y era capaz de transmitir el Espíritu de Dios que él mismo recibía del Padre.

6. El misterio del bautismo de Jesús (Mc 1,9) es la primera forma en que se revela el misterio de la Trinidad que ha de culminar en la resurrección de Jesús (Mt 28,6). Desde ahora ya no se podrá ver  a Jesús sino como el consagrado por Dios para la misión divina del Reino (Jn 6,38). Por eso es impresionante la frase siguiente que escribe el evangelista para iniciar la vida de Jesús. Dice. “A continuación, el Espíritu lo empujó al desierto” (Mc 1, 12). Jesús lleva dentro una fuerza divina que no le ha de abandonar en ningún instante de su vida. Jesús no podrá hacer nada que no esté inspirado por el Espíritu, que no esté en obediencia amorosa a la voluntad del Padre. Lo que ocurre en el bautismo es la revelación total de su persona: El Hijo con el Padre y el Padre con el Hijo (Jn 10,30), unidos en el Espíritu.

7. Los judíos preguntaron a Jesús: ¿Quién eres tú? (Jn 8,25). ¿Quién es realmente Jesús, Jesús infante, que lo acabamos de contemplar en su nacimiento, Jesús niño, Jesús joven, Jesús adulto…? “Jesús, al empezar, tenía unos treinta años” (Lc 3,23), escribirá Lucas justamente cuando acaba de narrar el Bautismo. Anterior al bautismo solo se menciona en una oportunidad: Discutiendo con los maestros en la sinagoga, y cuando fue hallado su madre le dijo: “Hijo porque nos tratas así, yo y tu padre te buscamos angustiados. Jesús respondió: ¿No sabían que debían ocuparme de los asuntos de mi Padre? (Lc 2,49). En el bautismo, a los treinta años una persona ya ha dado la orientación definitiva de su vida. ¿Quién puede aclararnos el silencia de esta vida que se hunde en la intimidad de Dios? Justamente acabamos de pronunciar la palabra clave, a intimidad con Dios. De aquellos treinta años de silencio apenas emerge un episodio: “En los asuntos de mi Padre”(Lc 2,49). La figura de Jesús es esta: el que vive dedicado en los asuntos de Dios. De él no sabemos nada sino esto: que vivía con Dios (Jn 10,30). Precisamente esa vida con Dios es la que le lleva al Bautismo. Jesús quiere estar donde nosotros, en las raíces de nuestro ser, allí donde bulle nuestro pecado, del cual él nos ha liberado (Jn 10,17).

8. Y finalmente hemos de preguntarnos: ¿Si soy bautizado, qué hago de mi bautismo, vivo como consagrado a Dios? El señor nos dice: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: Ustedes tienen que renacer de lo alto. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu" (Jn 3,5-8). El bautizado debe tener esta meta que muy bien lo resumen San Pablo: “Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gal 2,29-20). Porque: “Todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús” (Gal 3,27-28). “Ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador” (Col 3,9-10). “Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto” (I Cor 13,10). Ahora bien, “Si Dios está con nosotros y nosotros somos de Dios por el bautismo, ¿quién estará contra nosotros? (Rm 8,31).