lunes, 10 de marzo de 2025

II DOMINGO DE CUARESMA – C (16 de Marzo de 2025)

 II DOMINGO DE CUARESMA – C (16 de Marzo de 2025)

Proclamación del Evangelio San Lucas 9,28-36:

9:28 Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.  

9:29 Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.

9:30 Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías,

9:31 que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.

9:32 Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.

9:33 Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Él no sabía lo que decía.

9:34 Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.

9:35 Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo".

9:36 Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

Los tres discípulos que luego serán testigos del abatimiento de Jesús en Getsamaní, fueron elegidos antes para ver su gloria en el Tabor.

La blancura de los vestidos de Jesús y el nuevo aspecto de su rostro (Mateo dice que aquellos se tornaron blancos como la luz y que su rostro resplandecía como el sol) no son más que la manifestación de la dignidad y la gloria que le correspondía como Hijo de Dios. Moisés y Elías, representando a la Ley y los Profetas -todo el Antiguo Testamento-, conversan con Jesús de lo que aún ha de cumplirse en Jerusalén. Toda la historia de la salvación culmina en Jesucristo, pero el momento de esta culminación es la hora de su exaltación en la cruz. El Tabor no se explica sin el Calvario.

Hace seis días (Mt 17, 1) desde que Jesús les había anunciado su pasión y muerte en Jerusalén y había reprendido precisamente a Pedro porque intentó torcer su camino, éste sigue sin entender nada. Piensa que ha llegado la hora de disfrutar el triunfo y que puede ahorrarse lo que ha de suceder todavía: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Lc 9,33).

La "nube", o la "columna luminosa" (Lc 9,34), es en la biblia el símbolo de la presencia de Dios. Aquí aparece como respuesta a la proposición de Pedro. De la nube sale la voz de Dios. El signo de la nube es interpretado por la palabra. Y la palabra confirma a Jesús como enviado de Dios, como Hijo que ha venido a cumplir su voluntad. A él deben atenerse Pedro y sus compañeros. Lo fascinante y lo tremendo de la presencia de Dios, de la teofanía, se advierte en las palabras de Pedro y en el temor de los tres discípulos al ser introducidos dentro de la nube.

La transfiguración, que el evangelista sitúa como un alto en el camino que sube a Jerusalén, no ha sido otra cosa que una anticipación momentánea de la última meta y como un aliento para seguir caminando. Jesús les manda que callen lo que han visto hasta que todo se cumpla y el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos (Mt 17,9).

Dios dice al pueblo: “Pongo ante ti cielo y tierra; vida y muerte; bendición y maldición. Escoge la vida, amando a tu Dios, escuchando su palabra y uniéndote a Él” (Dt 30,19). Dios mismo dice en referencia a su Hijo: “Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones” (Is 42,1).  Y Jesús cuando se bautizó, el Espíritu Santo descendió sobre él como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Lc 3,22). Luego dice Jesús en el inicio de su ministerio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19). Y al final de su ministerio Jesús recibe esta nuevo mensaje de parte del Padre: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo" (Lc 9,35).

En el ser del Hijo está el mismo ser Padre: “Yo y el Padre somos una sola realidad” (Jn 10,30). Dios se deja ver en su Hijo; en el domingo anterior en la parte humana, hoy en la parte divina. Es decir, Jesús en la transfiguración se deja ver un momento en el cielo.

La II Divina Persona, Jesús es la manifestación del amor de Dios a favor de toda la humanidad, pues así manifiesta Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para que el mundo se condene, sino que el que cree en Él se salve. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18). Completando la idea, Jesús dice: “Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). El voy al padre o estar con el Padre es estar en el mismo cielo pero para estar en este estado requiere la purificación y de eso se trata el tiempo de la cuaresma: En el camino de la cuaresma entramos una nueva escena “alta” en la vida de Jesús: la transfiguración. Se puede decir que éste es el momento culminante de la revelación de Jesús en el cual se manifiesta a sus discípulos en su identidad plena de “Hijo”. Ellos ahora no sólo comprenden la relación de Jesús con los hombres, para los cuales es el “Cristo” (Mesías), sino su secreto más profundo: su relación con Dios, del cual es “el Hijo” (Mc 1,11). Entremos en el relato con el mismo respeto con que lo hicieron los discípulos de Jesús al subir a la montaña y tratemos de recorrer también nosotros el itinerario interno de esta deslumbrante revelación con sabor a pascua.

El domingo anterior, Primer Domingo de Cuaresma El Señor nos enseñó con su ejemplo cómo debemos afrontar las tentaciones del demonio (Mt 4,1-11) Lo que claramente nos indica que el Hijo Único de Dios es hombre de verdad, que sintió hambre, pero que el enemigo  quiso aprovecharse de esta carencia para someterlo y nunca pudo. El Hijo de Dios no solo se rebajó para ser uno como nosotros: “El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor” (Flp 2,6-11). En todo igual a nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15). Y en el credo confesamos esta verdad: “Descendió al infierno y al tercer día resucito de entre los muerto  y subió al cielo…”

Pues, fíjense que estas enseñanzas divinas se nos ilustra en dos partea: el domingo pasado en la parte humana del Hijo de Dios (Lc 4,1-13). Hoy  en el II domingo de cuaresma la manifestación de la parte Divina: Jesús tomó consigo a Santiago, Pedro y Juan… mientras estaban en oración se transfiguro… “ (Lc 9,28-36). Ya no es el Jesús tentado y con hambre, sino el Jesús transfigurado y glorificado, como un sol brillante en la cima del Tabor que es el cielo.

¿Cuál es el mensaje que acuña el evangelio de Hoy? Que este tiempo de cuaresma, tiempo de conversión, ayuno y oración, que es tiempo de ascensión al monte tabor (cielo); que en este tiempo de oración terminemos en la sima del tabor contemplando el rostro de Jesús transfigurado, y glorificado (Mt 17,1-9). Esta es la mayor riqueza de la vida espiritual de los hijos de Dios. Y así nos lo reitera mismo Juan: “Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, sea santo, así como él es santo” (I Jn 3,2-3).

Qué maravilla saber que  la riqueza espiritual que llevamos dentro del cuerpo mortal, un día tengamos que, como premio experimentar y contemplar a Jesús transfigurado, que no es sino el mismo cielo. Pero para eso hace falta despojarnos de lo terrenal y subir a orar, como Jesús esta vez acompañado de los tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Lo maravilloso del Tabor es verlo iluminado con la belleza interior de Jesús. Allí se transfiguró, dejó que toda la belleza de su corazón traspasase la espesura del cuerpo y todo Él se hiciese luz ante el asombro de los tres discípulos y como Pedro exclamar: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantará aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».” (Mt 17,4)

Toda oración bien hecha nos encamina al encuentro con el Padre, la oración debe transformarnos. La oración nos debe hacer transparentes. Transparentes a nosotros mismos, transparentes ante los demás, trasparentes ante Dios. En la oración debemos vivimos nuestra real y verdad dimensión humana y divina por la gracia de Dios (Mt 5,23).

La transfiguración del Señor nos debe situar ante la verdad que viene de Dios: «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8,31). Libres de las tinieblas, que es el infierno (Lc 16,19-31).

En la Transfiguración del Señor, Dios nos habla de que algo nuevo comienza, que lo viejo ha llegado a su fin: “A vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22). Ahora en la transfiguración apareció el Antiguo Testamento: Moisés y Elías. Ellos son los testigos de que lo antiguo termina y de que ahora comienza una nueva historia. Ya no se dirá “escuchen a Moisés”, sino “éste es mi hijo el amado, mi predilecto: escúchenlo”(Mt 7,5). Ello aplicado a la Cuaresma bien pudiéramos decir que es una invitación a la oración como encuentro con Dios, al encuentro con nosotros mismos, además de un abrirnos a la nueva revelación de Jesús.

“Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él” (Lc 9,32). En este tiempo de cuaresma es importante mantenernos despiertos y en oración, pue así nos exhorta el mismo Señor: “Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: ¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mt 26,40-41).

Finalmente, la oración de oraciones es la santa misa. Y en la Santa misa aquello que ya nos dijo el Señor por Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta» Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?” (Jn 14,9-10). Con ver a Jesús vemos a Dios mismo ante nuestros ojos y es más, en cada Santa Eucaristía el señor se transfigura en el altar, se nos muestra glorificado y transfigurado: Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados” (Mt 26,26-28).

El tema de la transfiguración, que se repite invariablemente en los tres ciclos, es el que confiere una fisonomía especial a este segundo domingo de cuaresma. Ahí está pues, la clave de la interpretación ajustada del tema: Dios es Enmanuel: Is 7,14 ( Dios con nosotros); hoy se nos invita  que subamos al monte Tabor para que estemos con Dios (visión beatifica). Pero requiere: “Felices los que tienen corazón y alma puro, ellos verán a Dios” ( Mt 5,8).

En lo alto de la montaña: La Cuaresma constituye una invitación permanente a subir a lo alto de la montaña, junto con el Señor y en compañía de sus discípulos más adictos. Allí nos dedicaremos a orar, a dejarnos invadir por el poderoso resplandor de su presencia luminosa. En la soledad de la montaña (=en la intimidad del corazón) es donde el Señor se manifiesta a los suyos, donde les descubre el resplandor de su rostro.

Moisés y Elías: Son los dos personajes misteriosos que acompañan a Jesús en el momento de la transfiguración. Ellos representan a la Ley y a los Profetas. Cristo transfigurado, en medio de ellos, se nos manifiesta como la culminación definitiva de la ley y de los profetas, es decir, del Antiguo Testamento. En él queda cumplida la esperanza mesiánica del Pueblo de Israel. En él llega a su punto culminante la Historia de la Salvación. En él la humanidad ha quedado definitivamente salvada.

El simbolismo de los números: Los antiguos gustaban de jugar con el simbolismo de los números. El número cuarenta es uno de esos números cargados de simbolismo. Por eso los años que pasó Israel en el desierto fueron cuarenta, y cuarenta los días que pasó Jesús. Moisés estuvo cuarenta días y cuarenta noches en el Sinaí. Elías caminó hacia el monte Horeb también por espacio de cuarenta días y cuarenta noches. La coincidencia en el número denota su densidad simbólica. No se trata de hacer malabarismos con los números en la homilía. Pero sí conviene saber que este número es símbolo de preparación. Además las seis semanas que contiene la cuaresma son imagen de la vida temporal; mientras la siete de las cincuentena pascual simbolizan la vida futura, la vida eterna. Por eso Pascua es el paso de este mundo (simbolizado en el número "seis") a la vida en comunión con el Padre (Número "siete" 7).

La cruz y la gloria: Es sorprendente que Moisés y Elías, "que aparecieron con gloria" junto a Jesús transfigurado, conversaran con él precisamente sobre "su muerte, que iba a consumar en Jerusalén". Esta referencia a la muerte, justo en el momento de la transfiguración gloriosa de Jesús, deja entender a las claras como reza el prefacio, "que la pasión es el camino de la resurrección". Más aún, cruz y gloria son las dos caras de la misma realidad: la Pascua. Esta coincidencia hay que hacerla notar a los fieles.

"El transformará nuestra condición humilde": Estas palabras de Pablo aparecen en la segunda lectura y hacen referencia al tema del día. La transfiguración de Jesús, anticipo misterioso de su gloriosa resurrección, es la primicia y la garantía de una transfiguración universal que habrá de llevarse a cabo en la Pascua. Todos estamos llamados a compartir la transfiguración de Jesús. Aunque, para ello, tengamos que compartir primero su pasión y su muerte: la entrega generosa de nuestra vida para los demás.

domingo, 2 de marzo de 2025

DOMINGO I DE CUARESMA – C (09 de Marzo del 2025)

 DOMINGO I DE CUARESMA – C (09 de Marzo del 2025)

Proclamación del santo evangelio según San Lucas: 4,1 - 13:

4:1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,

4:2 donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.

4:3 El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".

4:4 Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".

4:5 Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra

4:6 y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.

4:7 Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".

4:8 Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".

4:9 Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: “Si eres hijo de Dios tírate de aquí abajo” 

4:10 porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.

4:11 Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".

4:12 Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".

4:13 Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien:

“Nadie diga: Dios me tentó. Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie; sino que cada uno es tentado por su propio deseo (concupiscencia), que lo atrae y lo seduce. El deseo es madre del pecado, y este, una vez cometido, engendra la muerte” (Stg 1,13-15). “Oren para no caer en la tentación, porque el espíritu es fuerte pero la carne es débil” (Mt 26,41). Es propia del demonio la tentación que propone al hombre que desobedecer los mandamientos de Dios. “El pecado es la desobediencia a los mandamientos de Dios” (I Jn 3,4).

El evangelista Lucas altera el orden de las tentaciones de Jesús para hacerlas terminar en Jerusalén, lugar de especial importancia teológica en su Evangelio. Pero los tres sinópticos concuerdan en presentarnos las tentaciones de Jesús como marco para su ministerio y en vincularlas al Bautismo (Lc 3,22) . Es el mismo Espíritu que desciende sobre Jesús en el bautismo el que empuja al desierto "cuando volvió del Jordán" (Lc 4,1).

Bautismo y tentaciones forman así no un episodio aislado en la vida de Jesús, sino la clave teológica de la comprensión de su vida. En el Bautismo, queda clara la experiencia de la filiación: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto". En las tentaciones se prueba esa misma filiación, qué estilo va a tener, qué estrategia va a adoptar.

Hay tentaciones que nos apartan del bien y nos ofrecen el mal como objetivo, aunque sea bajo la capa del bien. Hay que elegir entre el bien y el mal, entre Dios y el demonio. Nadie hay que pueda poner la mano en el fuego y afirmar que él ya no tiene esta tentación que San Pablo llama de la "carne" en sentido teológico. Pero la prueba ante la que se encuentra Jesús es otra mucho más sutil. Es la de los hombres religiosos, los que ya han optado por Dios. Es la tentación de quien ya ha aceptado una misión. Fue la tentación de Israel precisamente en cuanto pueblo de Dios. Es la tentación de Jesús precisamente en cuanto Hijo de Dios. Será la tentación de la Iglesia precisamente en cuanto comunidad del Reino. No es una tentación al pecado. Al revés, se trata de llevar a cabo una misión recibida de Dios. La prueba versa sobre las estrategias para cumplir la misión. Porque hay dos estrategias de salvación. El espíritu evangélico y su antagónico no sólo tienen fines distintos, sino estrategias distintas.

Hemos iniciado el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza y en la imposición de la ceniza se nos ha recordado: “Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás! (Gn 3,19). O también «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértete y cree en la Evangelio» (Mc 1,15). El tiempo de cuaresma es propicio para pasar de lo impuro a lo puro: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!"(Mc 5,8); “Felices quienes tienen el corazón puro porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).

Dios dio al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,16-17). La serpiente  dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín? La mujer dijo a la serpiente: Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.  Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No coman de él, ni lo toquen, so pena de muerte. Replicó la serpiente a la mujer: De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal." (Gn 3,1-5).  El pecado del demonio consiste en mentir: “¿Cómo es eso que Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol?” Luego engaña al hombre, incitando que coman del árbol prohibido porque “serán como dioses” El pecado del demonio es creerse dios e invita al hombre que también sea como Dios.  San Juan dice: “El que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio” (I Jn 3,8).

La serpiente sigue mintiendo y engañando cuando dice a Jesús: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.  Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá" (Lc 4,6-7). “Todo el poder se me ha dado” ¿Quién y cuándo le dio el poder? Nadie le dio ese poder, pero Como Jesús dice a los judíos que no creen: “Ustedes tienen por padre al demonio porque el demonio es padre de la mentira” (Jn 8,44). El demonio pide a Jesús que lo adore. Porque el demonio se cree Dios y no lo es. Pero Jesús actúa conforme a la verdad: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto" (Lc 4,8).

En este primer domingo de la cuaresma, llamado el domingo de la tentación, Jesús experimenta como hombre verdadero tres fuertes tentaciones. Que son las tres grandes tentaciones de la humanidad, de la Iglesia y de la sociedad. Tentaciones que están latentes a cada momento de nuestra vida terrenal.

1) La tentación de que Dios solucione el hambre del mundo: El diablo, acercándose a Jesús le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “El hombre no vive solamente de pan (Lc 4,4), sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,3-4). Episodios que nos recuerda al pueblo de Israel en el desierto: “El pueblo de Israel partió de Elim, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Pero ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea” (Ex 16,1-3).

La obra del demonio es dividir las necesidades del hombre en dos y nos propone quedarnos solo con una de ellas: el pan material. Y es el medio más fácil por la que somete a la miseria. Por eso Jesús aclara muy bien en decirnos: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello" (Jn 6,26-27). Es claro la distinción entre el pan material y el pan espiritual. Uno es efecto del otro, lo más importante es el pan de la vida espiritual cual es la oración y la fe y el efecto es el pan abundante de la vida material. Así no hay lugar a que el demonio no tiente al hombre aprovechándose de sus necesidades.

2) La tentación del exhibicionismo y la admiración: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios" (Lc 4,9-12). Otra escena que nos recuerda la tentación del pueblo de Israel torturado por la sed: Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: ¿Por qué me acusan? ¿Por qué tientan al Señor?. Pero el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: ¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: ¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?. El Señor respondió a Moisés: Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo” (Ex 17,1-6).

La tentación del demonio es distraernos y hacer que el capricho del ego se convierta en prioridad para el hombre, con razón se nos recuerda que: “Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios” (IPe 1,18-21).

3) La tentación de hacernos dueños del mundo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme». Jesús le respondió: Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto" (Lc 4,8). Esta escena nos recuerda otra escena del desierto: Cuando el pueblo vio que Moisés demoraba en bajar de la montaña, se congregó alrededor de Aarón y le dijo: “Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto Aarón les respondió: Quiten a sus mujeres, a sus hijos y a sus hijas, las argollas de oro que llevan prendidas a sus orejas, y tráiganlas aquí. Entonces todos se quitaron sus aros y se los entregaron a Aarón. El recibió el oro, lo trabajó con el cincel e hizo un ternero de metal fundido. Ellos dijeron entonces: Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto. Al ver esto, Aarón erigió un altar delante de la estatua y anunció en alta voz: Mañana habrá fiesta en honor del Señor. Y a la mañana siguiente, bien temprano, ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y después se levantó para divertirse. El Señor dijo a Moisés: Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto. Luego le siguió diciendo: Ya veo que este es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación” (Ex 32,1-10).

Recordemos que este episodio de la tentación del Señor sucede después del bautismo: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3,16-17). Es decir, Jesús empieza a compartir la experiencia de nuestra vida humana con todo lo que es e incluso la experiencia del Pueblo de Dios en la escena de la salida de la esclavitud.

Dios es quien toma la iniciativa de  hacerlo salir de esclavo a un pueblo libre. Es Dios que lo lleva al desierto y lo acompaña en su andar. Ahora es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto. El desierto es camino de libertad, pero también camino de tentación. El Evangelio reúne en una sola escena todas las tentaciones. El Pueblo vivió la tentación de regresar a la esclavitud. Jesús es tentado de todo aquello que lo puede desviar de los caminos de Dios.

La Cuaresma es un tiempo de búsqueda de la libertad pascual en base al ayuno, oración y la caridad (Mt 6,2-16). Aunque nosotros tenemos la tentación de sentirnos bien con nuestras esclavitudes, la tentación de renunciar a nuestra libertad. Cada uno sabe de qué esclavitudes Dios lo quiere sacar. Cada uno sabe que la esclavitud del pecado está maquillada de bondad y belleza. El pecado tiene mucho de maquillaje. Se presenta como algo bueno y termina destruyéndonos. El pecado se presenta como algo sabroso y termina amargándonos el corazón. ¿Hemos hecho la prueba de cómo vemos el pecado antes y cómo lo vemos luego de caer?

Comencemos viéndonos como peregrinos hacia la Pascua. Peregrinos de la libertad. Peregrinos de la resurrección. Salgamos juntos de nuestra escena de la esclavitud Egipto, para encontrarnos juntos en la tierra gozosa de nuestra Pascua. Dejemos liberar de nuestras cadenas de la esclavitud que cada uno tenemos. Y hoy podemos comenzar; esos cuarenta días de camino hacia la Pascua. Y comenzamos con una experiencia que nos sorprende: con un Jesús tentado en el desierto, con un Jesús experimentando esas luchas internas de cada uno de nosotros. Es una experiencia de cuarenta días en los que Jesús hace la experiencia de su pueblo, hace la experiencia de nosotros, hace la experiencia de su condición humana.

La peor tentación de hoy es lo de no creerse tentado. La peor tentación es no tomar conciencia de que estamos tentados, ¿Cómo sanar al que no se cree enfermo?. Y al respecto, nuestras mayores tentaciones son: Creer que nosotros somos buenos y no necesitamos de la ayuda de nadie. Creer que la santidad no es para nosotros. Creer que no necesito de la Iglesia porque también ella está cargada de defectos. Creer que no necesito confesarme porque no tengo pecado y, en todo caso, el confesor también es pecador. Creer que no necesito de los demás porque yo me basto a mí mismo. Creer que basta ser bueno y puedo prescindir de los demás: Me basta el amor a Dios sin necesidad del amor al prójimo. Creer que la Cuaresma no me va a cambiar. No tomar en serio nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua y, por tanto, no tomarnos en serio a notros mismos. Y donde queda estas palabras: Jesús comía con los pecadores, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores? Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,12-13).

No hay Cuaresma sin cambio o conversión. Cambio que tiene que nacer del corazón y no de meras superficialidades. Así nos deja notar Dios por el profeta: “Uds. se quejan y dicen ¿Por qué ayunamos a tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?. Porque ustedes –dice Dios- el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre. Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas, ¿Es este acaso el ayuno que yo amo? Acaso se trata solo de doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el saco de ceniza: ¿a eso llaman ayuno y día aceptable al Señor? ¿No saben cuál es el ayuno que me gusta? El ayuno que yo amo –oráculo del Señor- soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardarán en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!» (Is 58,3-9).

La tentación que Jesús sufre como hombre verdadero, nos permite y enseña, hasta donde somos capaces de llegar y saber optar por nosotros mismos como Hijos de Dios, que llevamos esa dignidad de ser imagen y semejanza de Dios (Gn1,26). Nos permite también saber medir nuestros actos en la libertad de ser hijos de Dios, saber optar por Dios o por el Diablo: “Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlo. Yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán. Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob” (Dt.30,15-20).

Jesús increpo al demonio: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!" Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?" Él respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos". Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó” (Mc 5,8-13). “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). “En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16,33).

domingo, 23 de febrero de 2025

DOMINGO VIII – C (Domingo 02 de marzo del 2025)

 DOMINGO VIII – C (Domingo 02 de marzo del 2025)

Proclamación del santo evangelio según san Lucas 6:39-45

39 Les añadió una parábola: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

40 No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro.

41 ¿Cómo es que miras la paja que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?

42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la paja que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la paja que hay en el ojo de tu hermano.

43 «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno.

44 Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.

45 El hombre bueno, del bien que atesoro en el corazón saca lo bueno, y el malo, del mal saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. PALABRA DEL SEÑOR.

Paz y bien el señor.

Tercer fragmento del "discurso del llano". Las enseñanzas sobre el ciego que guía a otro ciego (Lc 6,39) y la de los árboles que dan buenos o malos frutos en Mateo están aplicados a los fariseos y a los falsos profetas (Mt 15,14; 7,16-21; 12,33-35), mientras que en Lucas se aplican a todo el mundo, empezando por los mismos discípulos, que de este modo son invitados a hacerse auto-crítica seria para ser hombres auténticos.

En el texto se pueden distinguir tres enseñanzas:

“La locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” ( I Cor 1,25). Uno no debe creerse demasiado sabio ni pretender dirigir a los demás, sino que tiene que conocer cuáles son sus propias posibilidades y la necesidad que todos tenemos de aprender y buscar luz. El discípulo siempre debe estar en estado de aprendizaje, intentando llegar a ser como su maestro, Jesús.

“Tú, que enseñas a los otros, ¿Por qué no te enseñas a ti mismo? Tú, que enseñas que el adulterio es pecado, también lo cometes. Tú, que aborreces a los ídolos, saqueas sus templos. Tú, que te glorías en la Ley, deshonras a Dios violando la Ley (Rm 2,21-23). No pretender corregir a los demás sin haber mirado antes si nosotros tenemos algo por corregir. El texto es desmesuradamente hiperbólico (¡una viga en el ojo!), pero es que también es muy absurda la pretensión de arreglar la vida de los demás cuando uno tiene tantas cosas por arreglar en la suya. La exageración de la imagen muestra que Jesús debía tener especial interés en prevenir a sus discípulos ante esta manera de actuar, y que debía pensar que era muy fácil caer en ella.

Tercera enseñanza es sobre la manera de actuar y las actitudes de fondo, que se puede leer desde dos posiciones: En primer lugar, qué son los hechos, el modo de hablar y de actuar, los frutos, lo que muestra quién es y cómo es cada persona. Es lo que resume la famosa frase emblemática de Mt 7,20 que Lucas no recoge: "Por sus frutos los conocerán". Y en segundo lugar, lo importante es saber qué llevamos dentro, qué criterios y qué actitudes de fondo nos mueven a actuar. Porque si lo que llevamos en el corazón es "tesoro de bondad", lo que aflorará serán frutos de bondad, mientras que si llevamos en el corazón es "tesoro de maldad", los frutos serán de maldad. Nuevamente, pues, nos hallamos con este elemento clave de la manera como Jesús entiende la actuación de sus seguidores y la suya propia, y que impregnaba el evangelio del domingo pasado: hay un "modo de ser", una manera de entender la vida y las relaciones con los demás, que es la del Reino, y otra que es contraria: “Tú piensas como los hombre y no como Dios, apártate de mí satanás” (Mt 16,23).

El Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón del hombre" (I Sm 16,7). En efecto, en nuestro ser interior está el germen de lo auténtico. Así se podría formular una de las líneas de fuerza del mensaje de Jesús. En medio de la sociedad judía, supeditada a las leyes de lo puro y lo impuro, lo sacro y lo profano, Jesús introduce un principio revolucionario para aquellas mentes: “Nada que entre de fuera hace impuro al hombre; lo que sale de dentro es lo que le hace impuro” (Mt 15,11). Porque: “Del corazón proceden las malas intenciones, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las difamaciones. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre, no el comer sin haberse lavado las manos". (Mt 15,19).

Las apariencias no cuentan para nuestra salvación, de ahí que dijo Jesús: “Hipócritas que bien saben justificar sus apariencias, con razón dijo de Uds. Isaías: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos". (Mt 15,7-9). El pensamiento de Jesús es claro: el hombre auténtico se construye desde dentro. Es la conciencia la que ha de orientar y dirigir la vida de la persona. Lo decisivo es del “corazón”, ese lugar secreto e íntimo de nuestra libertad donde no nos podemos engañar a nosotros mismos. Según ese “despertador de conciencias” que es Jesús, ahí se juega lo mejor y lo peor de nuestra existencia.

Las consecuencias son palpables. Las leyes nunca han de reemplazar la voz de la conciencia. Jesús no viene a abolir la Ley (Mt 5.17), pero sí a superarla y desbordarla desde el “corazón”. No se trata de vivir cínicamente al margen de la ley, pero sí de humanizar las leyes viviendo del espíritu hacia el que apuntan cuando son rectas. Vivir honestamente el amor a Dios y al hermano puede llevar a una más humana que la que propugnan ciertas leyes.

Lo mismo sucede con los ritos. Jesús siente un santo horror hacia lo que es falso, teatral o postizo. Una de las frases bíblicas más citadas por Jesús es ésta del profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío” (Is 29,13) Lo que Dios quiere es amor y no cánticos y sacrificios. Lo mismo pasa con las costumbres, tradiciones, modas y prácticas sociales o religiosas. Lo importante, según Jesús, es la limpieza del corazón: “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios” (Mt 5,8)

El mensaje de Jesús tiene hoy más actualidad que nunca en una sociedad donde se vive una vida programada desde fuera y donde los individuos son víctimas de toda clase de modas y consignas. Es necesario “interiorizar la vida” para hacernos más humanos. Podemos adornar al hombre con cultura e información; podemos hacer crecer su poder con ciencia y técnica. Si su interior no es más limpio y su corazón no es capaz de amar más, su futuro no será más humano.  “El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal” (Lc 6,45).

No me parece superfluo en este contexto recordar la advertencia evangélica: “No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano” (Lc 6,43). En una sociedad dañada por una violencia ya vieja, necesitamos hombres y mujeres de conciencia lúcida y sana, que nos ayuden a avanzar con realismo hacia la paz. No bastan las estrategias. Es importante el talante y la actitud de las personas.

Quien tiene su corazón lleno de fanatismo y resentimiento, no puede sembrar paz a su alrededor; la persona que alimenta en su interior odio y ánimo de venganza, poco puede aportar para construir una sociedad más reconciliada. Sólo quien vive en paz consigo mismo y con los demás, puede abrir caminos de pacificación; sólo quien alimenta una actitud interior de respeto y tolerancia, puede favorecer un clima de diálogo y búsqueda de mutuo entendimiento.

Lo mismo sucede con la verdad. Quien busca ciegamente sus intereses, sin escuchar la verdad de su conciencia, no aportará luz ni objetividad a los conflictos; el que no busca la verdad en su propio corazón, fácilmente cae en visiones apasionadas. Por el contrario, el hombre de «corazón sincero» aporta y exige verdad en los enfrentamientos; pide que la verdad sea buscada y respetada por todos como camino ineludible hacia la paz.

La persona que señala y denuncia con tanta claridad la mota en el ojo ajeno para ayudar a eliminarla, no hace más que poner al descubierto las miserias humanas de su propio corazón. Lo suyo, como dice Jesús, no es una mota sino una viga. Deberíamos aprender a ser muy prudentes a la hora de denunciar o condenar las acciones de nuestros hermanos. ¡Tenemos el tejado de cristal! Pero además deberíamos tener el valor de mirar dentro de nuestro corazón sin miedo y tratar de remover sinceramente la viga que seguramente tenemos. Así estaremos más ligeros para seguir a Jesús y amar a nuestros hermanos y hermanas.

domingo, 16 de febrero de 2025

DOMINGO VII – C (Domingo 23 de Febrero de 2025)

 DOMINGO VII – C (Domingo 23 de Febrero de 2025)

Proclamación del santo Evangelio según San Lucas 6,27-38:

6:27 Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.

6:28 Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.

6:29 Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.

6:30 Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.

6:31 Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.

6:32 Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.

6:33 Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.

6:34 Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.

6:35 Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.

6:36 Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

6:37 No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

6:38 Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".  PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor paz y Bien.

A las bienaventuranzas y amenazas del domingo anterior, leemos hoy el cuerpo central del "sermón del llano" de Lucas, equivalente reducido del sermón de la montaña de Mateo.

La gran diferencia del texto de Mateo respecto al de Lucas, aparte su mayor brevedad, es que en el segundo no figuran las referencias y los contrastes con la Ley de Israel que sí contiene, en cambio, Mateo. Y eso hace que, precisamente, el texto de Lucas sea mucho más ágil y mucho más fácilmente captable para el lector actual, de mentalidad más cercana a la griega, para la cual escribía Lucas, que a la de los buenos conocedores de la Ley a los que se dirigía Mateo.

El evangelio de hoy es como la "carta magna" de los sentimientos de fondo que debe llevar en su interior el cristiano, que debe moverle en todas sus actuaciones y que ha de configurarle todos los criterios de pensamiento. Aunque el texto no lo diga, estos sentimientos de fondo son, precisamente, los de Jesús. Y no son, precisamente, los que más espontáneamente salen del corazón de las personas ni los que más fácilmente se promueven colectivamente a todos los niveles (sociales, políticos, eclesiales...). Pero sí son (por eso llamamos "Buena Noticia" al mensaje de Jesús) los que harían que el mundo llegase a funcionar bien. Podemos resaltar de ellos los siguientes aspectos:

- Una frase central: "Traten a los demás como ellos quieren que los trate" (Lc 6,31). Entendida en profundidad, esta regla de oro comporta desear y tratar a todo el mundo, sea quien sea y haya hecho lo que haya hecho, lo mejor posible siempre.

- Una actitud emblemática y sintomática: "Amen a sus enemigos" (Lc 6,35). El mejor punto de examen para saber si tenemos los sentimientos de Jesús: ¿Qué deseamos para los que nos han hecho daño o nos caen mal?

- Un modelo: "Sean compasivos como su Padre es compasivo" (Lc 6,36). Mateo dice "perfectos", que por ser tan global puede parecer abstracto. Lucas se fija en un atributo muy específico, y hace de él el objetivo de la imitación cristiana de Dios.

Preguntaron a Jesús: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?" Jesús respondió. Tú conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no robes, no mientas, honra a tu padre y a tu madre. El hombre le respondió: "Todo esto lo he cumplido desde mi juventud". Al oírlo, Jesús le dijo: "Una cosa te falta todavía: vende todo lo que tienes y distribúyelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme" (Lc 18,18-22). Respecto a los mandamientos, preguntaron también: “Un escriba se acercó  a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;  y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos" (Mc 12,28-31).

Los diez mandamientos se resume en dos: Amor a Dios y amor al prójimo. Incluso los une los dos mandatos en una sola: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35). Es decir, que el amor a Dios tiene que pasar por el amor al hermano. De ahí que Juan dice: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él” (I Jn 14,7-9). Es más: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermanos un mentiroso” (IJn 4,20).

Hoy nos ha dicho que el amor no solo es entre los que nos aman, el amor verdadero va incluso hasta los que no nos aman: “Amen a sus enemigos, hagan el bien sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes" (Lc 6,35-38).

¿Saben cuál es el acto más grande de Dios? El amor por cada uno de nosotros. El efecto su amor se nos manifiesta en el perdón. A nuestro Dios no le cuesta trabajo perdonar porque nos ama. A nuestro Dios le gusta perdonar porque nos ama.  Nuestro Dios ha amado hasta el extremo en su hijo Cristo Jesús (Jn 13,1). San pablo  dice: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Y ahora que estamos justificados por su sangre, con mayor razón seremos librados por él de la ira de Dios. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida” (Rm 5,8-10).

El amor perdona siempre y el perdón nos hace libres. Nuestro Dios se hizo amor en Jesús de Nazaret y éste se hizo vida y muerte con nosotros para entregarnos el perdón de Dios. Jesús en el evangelio de hoy, dice: "Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian” (Lc 6,27). ¿Hay aquí alguien que no tenga enemigos? ¿Alguien que no sienta el peso del odio? ¿Alguien que no haya sido insultado y maltratado? Pon esos nombres propios. Repásalos y preséntaselos a Dios. Los actos que quiere el Señor de ti son: ama, haz el bien, bendice y ora. ¿Le gusta esta medicina? ¿Quién se toma esta medicina? Los que escuchan y siguen al Señor. Lo ordinario lo hacen hasta los pecadores. Lo extraordinario, los que escuchan de verdad a Jesús. Jesús no vino a enseñarnos lo ordinario.

jueves, 13 de febrero de 2025

DOMING0 VI – C (Domingo 16 de Febrero de 2025)

 DOMING0 VI – C (Domingo 16 de Febrero de 2025)

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 17. 20-26:

6:17 Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,

6:20 Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:

"¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!

6:21 ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!

¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!

6:22 ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban su nombre, considerándolo infame, a causa del Hijo del hombre!

6:23 ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!

6:24 Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!

6:25 ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!

¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!

6:26 ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas! PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

"El pobre murió y los Angeles lo llevaron al seno de Abraham, ambien murió el rico y lo sepultaron" (Lc 16,22). El pobre esta en el cielo y es bienaventurado por vivir honradamente, el rico esta en el infierno por vivir egoistamente.

Al escuchar las Bienaventuranzas, no podemos evitar un serio interrogante en nuestro interior: ¿son las Bienaventuranzas un camino de felicidad? Está claro que Dios desea que seamos felices:  “Ustedes serán felices si, cumplen y las ponen en practican lo que yo les enseño” (Jn 13,17).Para esto nos ha creado, para comunicarnos su amor (IJn 4,8). Y en este amor participado consiste la verdadera felicidad de todo ser humano. Por otra parte, nos resistimos a imaginarnos que el camino conducente a la felicidad pase por la renuncia a las riquezas y la asunción de la persecución como forma habitual de vida. Tenemos la sensación de encontrarnos envueltos en una contradicción. Es, por lo menos, una verdadera paradoja. Apelemos a hechos referidos en el evangelio, que pueden, tal vez, desvelarnos alguna salida a este laberinto.

Por encima de todo, Dios nos quiere felices. La experiencia de cada día y las conclusiones de las ciencias humanas nos confirman que este deseo de felicidad es el móvil más profundo que guía el comportamiento humano. Los expertos no se ponen de acuerdo en señalar cómo se puede conseguir esta sensación de felicidad humana. ¿Sentirse uno bien consigo mismo? ¿Sentirse amado, acogido, valorado por los que le rodean? ¿Estar en armonía consigo mismo, con los demás, con la naturaleza, con Dios? ¿O simplemente tener cada vez más, de todo, para despertar la admiración y la envidia de los demás? Es evidente que por este último camino va la sociedad de consumo. En cambio, la psicología moderna va por los otros caminos de la interioridad. En cambio el Señor nos dice que la verdadera felicidad está en poner en práctica los valores.

Quizás San Agustín lo intuyera cuando, en medio de su azarosa vida, pudo decir: "Señor, nos has hecho para Ti y nuestro corazón no descansa hasta que te encuentra a Ti" (Confesiones 1,1). El compendio evangélico de las Bienaventuranzas nos promete la plenitud del Reino; es lo mismo que decir la culminación de toda felicidad. Y esta culminación está en el encuentro definitivo con Dios mismo: "Dichoso el hombre que confía en Ti" (Sal 84,13). “Quien ama ha nacido de Dios conoce a Dios, quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” I Jn 4,8).

Por los visto, las Bienaventuranzas son como el corazón  de las enseñanzas o del mensaje de Jesús: Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los ame” ( Jn 13,34). Un mensaje que no sólo anunció sino que lo vivió a lo largo de su vida. Si constituyen el corazón de la vida de Jesús, habremos de concluir que son la Buena Noticia para todos, no sólo para los pobres y perseguidos. Para entenderlo así, es preciso que descubramos que Jesús inicia un proceso de transformación y de cambio en la forma de vida de la sociedad. Al anunciar la presencia del Reino, está llamando a todos a vivir una nueva relación de fraternidad. Nos enseña a reconocer a Dios como Abbá, el Padre-madre de todos, que ama a todos como hijos, pero de una manera especial a los empobrecidos y perseguidos de la tierra, porque son sus hijos más desvalidos. Nos urge a cambiar todas las situaciones y sistemas que generan pobreza, marginación, aplastamiento, opresión.

Esta urgencia la sienten más agudamente los que padecen las consecuencias de este sistema injusto, es decir, los empobrecidos y oprimidos. Ellos son, por esta razón, los primeros artífices de este cambio o transformación. Por eso son los preferidos de Dios: no simplemente porque son pobres (sería injusto pensar que Dios desea mantener las situaciones de injusticia), sino porque son ellos quienes desencadenan el proceso de transformación de las estructuras injustas e inhumanas. Ellos, y todos los que se solidarizan con ellos en este sobrehumano esfuerzo de cambio, gozan de la predilección de Dios, de la asistencia del Espíritu, en definitiva, del Reino de Dios. Quien ha descubierto que la causa de los pobres es la causa de Dios es destinatario de la Buena Noticia de las Bienaventuranzas. Quien ha experimentado, como María, que "Dios derriba a los poderosos de sus tronos y despide a los ricos vacíos" (Magnificat), acoge las Bienaventuranzas como Buena Noticia.

“Felices ustedes, cuando los odien, los excluyan, los insulten y proscriban su nombre, considerándolo infame, a causa del Hijo del hombre. Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas” (Lc 6,22-23). Tiene su paralelo con: “Felices ustedes, cuando los insulten, persigan, y los calumnien por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron” (Mt 5,11-12). Tres citas puede completar la enseñanza: “Todos les odiaran por mi causa, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10,22). “Al que me anuncie abiertamente ante los hombres, yo también lo anunciaré ante mi Padre que está en el cielo. Pero al que se avergüence de mi ante los hombres yo también me avergonzare de el ante mi Padre que está en el cielo” (Mt 10,22-23). El sanedrín había prohibido hablar a los apóstoles en nombre de Jesús y por eso Pedro les dijo: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).

“Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes” (Jn 15,18-20). Estas citas dan una respuesta panorámica a la pregunta: “Maestro que cosas buenas tengo que hacer para heredar la vida eterna” (Lc 18,18). Para heredar la vida eterna hay que anunciar el Evangelio (Mc 16,15). “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.  ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras (Mt 16,25-27).

Si las bienaventuranzas, son más amplias en san Mateo, Lucas nos da una versión abreviada, pero en el fondo nos está dando las ideas principales del sermón de Jesús. Por otro lado, no se queda con las bienaventuranzas, sino que agrega también ciertos reproches a los que actúan en forma contraria. Guardar los mandamientos (Mt 19,16), es el camino ordinario de salvación, como el propio Jesús enseñó a propósito de un hombre que le preguntó sobre lo que había que hacer para conseguir la vida eterna. Quien no actúa de acuerdo a ellos demuestra que no está dispuesto a obedecer a Dios: "Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme. El joven rico se fue triste" (Mt 19,21).

Con las bienaventuranzas Jesús va más allá, mostrándonos un camino superior. Contentarnos con guardar los mandamientos es demostrar que, en primer lugar, no queremos ser castigados, sino premiados. Las bienaventuranzas nos conducen por los caminos del amor, no del temor. Son muchos los que obedecen a Dios por temor. Le tienen miedo. No quieren provocar su ira. Por eso hacen las cosas lo mejor que pueden, pero siempre con un dejo de queja por no poder actuar de otro manera.

Como aquel joven rico que desde niño guardaba los mandamientos, pero no tuvo valor para seguir a Jesús de una forma total. Con las bienaventuranzas Jesús nos está invitando a ir mucho más lejos, sin que esto suponga sacrificios especiales.

No se trata de que las bienaventuranzas sean sólo para los que sienten la vocación por la vida religiosa o sacerdotal, que deben comprometerse, con un voto o no, a llevar una vida de castidad y pobreza en óptimo grado. Todos los cristianos hemos sido llamados a seguir el camino de las bienaventuranzas, porque todos tenemos que despojarnos de las apetencias mundanas y, sin dejar de vivir en el mundo, vivir sabiendo que no pertenecemos al mundo.

Para ser un verdadero cristiano hay que tener clara la conciencia de que somos peregrinos. Nada tenemos que no sea temporal y pasajero. Cuando olvidamos esto y nos encastillamos, pensando que poseemos algo seguro en la tierra, pasamos a ser unos cristianos que si actuamos bien, lo hacemos sólo para poder pasar el examen aunque sea con un mero aprobado. Y esto es vivir en un gran riesgo, pues al Señor no le gustan las medias tintas, y no soporta que podamos servir, al mismo tiempo, a otro señor.

El lo dijo claramente: “Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir a Dios y al Dinero” (Lucas 16,13). Las bienaventuranzas son otra forma de decirnos que sólo hay dos caminos. No podemos transitar al mismo tiempo por los dos. Tenemos que definirnos. Tenemos que decidirnos por cuál de ellos vamos a caminar. Dijo Jesús: “Entren por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran” (Mateo 7,13).

Si pensamos, como piensan muchos, que se puede ser cristiano sin sacrificio y sin cruz, eso significaría que no hemos aprendido nada del Evangelio y nos estamos engañando a nosotros mismos. Esta vida no es para sufrir, desde luego. Pero tampoco es, como se dice, para gozarla. Esta vida es para trabajar por lo más importante, que es llegar al Reino de Dios.

El día de nuestro bautismo se nos regaló una nueva ciudadanía. Ese día comenzamos a ser hijos de Dios y herederos del Reino. Pero, aunque ya ese reino está dentro de nosotros, todavía no podemos gozar de la felicidad que un día tendremos cuando lleguemos plenamente a él. Por eso caminamos hacia El, aceptando cada día sus luchas y sus triunfos, sus alegrías y sus sinsabores, pero conscientes de que nada tenemos seguro hasta que no lleguemos. Eso sí, contamos con la gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo. Si el camino es difícil, Jesús va con nosotros todo el tiempo. Los que confunden las cosas y se creen que el cielo está en la tierra, disfrutando de placeres puramente pasajeros como si por ellos valiera la pena jugarse la vida, están terriblemente equivocados. Que nunca lo estemos nosotros, los que hemos recibido la gracia de ser llamados y ser los hijos de Dios. Al respecto dijo Jesús: “Cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos siervos inútiles, porque solo hemos hecho lo que teníamos que cumplir con nuestro deber" (Lc 17,10).

lunes, 3 de febrero de 2025

DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO – C (09 de Febrero de 2025)

 DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO – C (09 de Febrero de 2025)

Proclamación del santo evangelio según San Lucas 5,1-11:

5:1 En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.

5:2 Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.

5:3 Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.

5:4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".

5:5 Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".

5:6 Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.

5:7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

5:8 Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".

5:9 El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;

5:10 y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".

5:11 Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor paz y bien.

El evangelio de hoy nos reporta tres escenas en el mensaje: 1) Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro, y echen las redes" (Lc 5,4). 2) “Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador" (Lc 5,8). 3) “Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres" (Lc 5,10).

“Jesús llamó a los que él quiso. Ellos fueron hacia Jesús, e instituyó a Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13-15). “Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador" (Lc 5,8). "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,12-13). Entonces, el lugar privilegiado para el encuentro con Jesucristo son nuestros propios pecados. Si un cristiano no es capaz de reconocerse pecador y salvado por la sangre de Cristo, Crucificado, es un cristiano a medias, es un cristiano tibio. "Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca” (Ap 3,15-16).

Jesús le ordena a Simón remar mar adentro (Lc 5,4). Se provoca entonces una pesca milagrosa. Pedro reacciona y dice Señor apártate de mi que soy un pecador” (Lc 5,8). No obstante la confesión de Pedro, Jesús le hace una promesa a Simón: “No temas, en adelante serás pescador de hombres” (Lc 5,10), la cual provoca como reacción el seguimiento del primer apóstol y de sus compañeros: “Dejándolo todo lo siguieron” (Lc 5,11).

La predicación de Jesús a la orilla del lago desde la barca de Simón (5,1-3)

“Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Esta escena describe lo que es el mundo sin Dios. Todos hacen por su cuenta el trabajo como pueden y el trabajo es insulso, no produce lo necesario. Pasamos día y noche en el trabajo con la reden la mano. Y persisten las necesidades. ¿Qué falta?

No se trata de seguir corriendo, hace falta hacer un alto en el camino de la vida y reflexionar ¿Qué busco en la vida? ¿Dónde pesco? ¿Cuándo pesco? ¿Cómo pesco? Los creyentes hacemos un alto en la semana, son los días domingos. Los domingos damos una mirada a lo alto para escuchar al maestro y escuchar su voz: “Rema mar adentro y echa la red” (Lc 5,4). Pero de la gente que no tiene fe, sigue trabajando los domingos y seguirán con las redes vacías.

El llamado de Simón (Pedro) y sus compañeros (Lc 5,4-11)

Notemos cómo tiene relevancia el diálogo entre Jesús y Simón. Hay cuatro intervenciones: 1) Jesús habla dos veces. La primera para darle una orden Lc 5,4: “Rema mar adentro y echa la red para pescar” y la segunda para hacerle una promesa Lc 5,10: “No temas. Desde ahora será pescador de hombres”. 2) Simón también habla dos veces. La primera vez Simón hace una afirmación Lc 5,5: “Maestro, hemos pasado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes”; la segunda vez le hace una solicitud Lc 5,8: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Veamos también la manera como Simón se dirige a Jesús: la primera vez lo llama “Maestro” y la segunda “Señor”.

El mandato de Jesús: “Rema mar adentro” (Lc 5,4) es un mandato que va contra la lógica humana. Los pescadores saben que la pesca es de noche y que de día no se hace nada. “La orden es de ir a pescar anticipa lo que se dirá en la promesa: la tarea apostólica del “pescador de hombres”. Simón va a aprender ahora lo que significa ejecutar una misión encomendada por Jesús. La acción de Simón y la pesca milagrosa (Lc 5,5-7): Simón le respondió: "Maestro, hemos pasado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes y así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Pedro muestra su sorpresa. Habían trabajado toda la noche y no habían pescado nada. Lo habían hecho durante el tiempo en el cual todavía era posible capturar peces. Cuando llega el día, las posibilidades de éxito son prácticamente nulas. Para un conocedor de la pesca en el lago, como los es Simón, es claro que Jesús está pidiendo un imposible. La objeción de Simón tiene sentido. Sin embargo, Simón cree en la Palabra de Jesús y arriesga a una empresa que, si se analiza desde el punto de vista humano, es descabellada. Lo importante es que Simón lo hace con una declaración de confianza en el poder de la Palabra de Jesús, a la manera de las invocaciones del Salmo 119: “Confío en tu Palabra... En tu Palabra esperaré”.

Simón llama a Jesús “Maestro”: En boca de un estudiante, designa al instructor, a quien dispensa un saber. Jesús es, efectivamente, un “maestro”; así se ha comportado en Lc 5,1-3. Donde es descrito como maestro que enseña el Reino de Dios a la multitud apostada en la orilla, desde la barca. Designa también a alguien que dispone de un poder, así como lo tiene el jefe de un equipo. En este sentido, Jesús da órdenes y dirige la maniobra de los pescadores de manera tal que superan todas las expectativas. Lucas nos da detalles del efecto: “gran cantidad de peces”... “las redes amenazaban romperse”... “las dos barcas casi se hundían”. Todo esto es el punto de partida de la impresión que se lleva Simón de Jesús y del asombro de los compañeros. Valga anotar que la ayuda que prestan los compañeros de la otra barca insinúa la eclesialidad que implica el trabajo apostólico.

 Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5,8). Es que el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Simón Pedro cae (de rodillas) ante Jesús y nos da una preciosa lección sobre lo que es la oración de un discípulo. Simón Pedro reconoce a Jesús como “Señor”. Este segundo título supera al primero, el de “maestro”. En pocas palabras, el jefe de la barca y sus marineros admiten que la eficacia de la pesca no proviene solamente de sus fuerzas. Sin el “Señor”, su trabajo habría sido infructuoso. Escuchando la Palabra del Señor y ejecutando su voluntad, ellos se convierten en servidores eficaces del Reino de Dios. Ante la presencia del “Santo de Dios”, Simón se reconoce como un pobre pecador, reconociendo así su indignidad. La verdad de Jesús lleva a Simón a descubrir su propia verdad. Un excelente ejemplo de camino penitencial. Pero Jesús no hará caso de la solicitud de “alejarse”, más bien sucede todo lo contrario.

Al respecto de quienes son los elegidos del Señor, San Pablo dice: “Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (I Cor 1,26-30).

En delante de pescador de oficio a pescador de hombres (Lc 5,10). Jesús dijo a Simón: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”. Poco antes, Simón había conocido a Jesús como aquel que quiere que la gente acoja su Buena Nueva. Ahora, aunque de modo todavía impreciso, Jesús le hace entender que su misión será participar en esta acción: anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres. Dos anotaciones importantes hay que hacer en la frase de Jesús: 1) La expresión “No temas” puede ser entendida como una expresión de perdón. Jesús asume a Simón como él es, aun sabiendo de su fragilidad. 2) La expresión “pescador de hombres” nos remite a Jeremías 16,16, donde se refiere al que congrega al pueblo de Dios disperso después del exilio. Por lo tanto apunta a la misión de apóstol de formar la comunidad.

“Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron”. Cuando comparamos el comienzo del seguimiento de Simón y sus compañeros con el relato de los otros evangelios, vemos cómo Lucas acentúa la radicalidad con la expresión “dejándolo todo”. El abandono de los bienes, a partir de aquí se convierte en un pre-requisito para el discipulado. El desprendimiento del discípulo es total, es decir, su confianza en el nuevo guía de su vida es absoluta. Por él se lo deja todo, de él se lo recibe todo. ¿Por qué habría que dejar todo para seguir al Señor? En otro episodio se nos dice: “No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento” (Mt 10,9-10). Y es que el trabajo por el reino de los cielos y su recompensa  desde lo material está garantizada: “Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa" (Mt 10,42). Dijo Jesús: “El que por mi deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más en esta vida y en la otra obtendrá como herencia la Vida eterna” (Mt 19,29).

Rema mar adentro y echa las redes para pescar: La historia que estamos viviendo requiere hondura. Por ello, es conveniente que el Señor nos mande ir a la profundidad, más allá de lo visto, de lo conocido. Precisamente en esos lugares desconocidos por nosotros es donde nos encontramos con la realidad de Dios. Tenemos que ir mar adentro, es decir, tenemos que ser profundos e ir a la profundidad. Nuestra época lleva al hombre a vivir desde la superficie pero requiere hombres que vayan a lo profundo, hombres de Dios, contemplativos de la vida y de la historia desde Dios. Remar mar adentro significa vivir desde quien es origen de todo lo que existe; significa que lo que sucede y acontece lo vivimos desde Dios. Si queremos alguna explicación la tenemos que buscar en la hondura. El Señor pidió a Simón que remase mar adentro, que fuese a la profundidad a buscar explicaciones a lo que acontecía. Solamente así, se pueden echar las redes y coger algo.

Es evidente que hay vocaciones y profesiones que requieren especiales cualidades. No todos los hombres son aptos para todo, y mientras unos destacan por su habilidad manual, otros lo hacen por su oratoria o por su talento. Pues también para ser cristiano hacen falta determinadas cualidades. También para seguir a Jesús, para comprometerse con Él, para dejar las redes (tantas redes como nos envuelven a menudo), es necesario que el hombre tenga un modo especial de ser. No hace falta especial talento, ni cualidades brillantes, ni sobresalir por la belleza ni por el prestigio. No. Nada de eso. Hace falta ser como aparece Pedro en la escena evangélica de hoy: Hace falta ser un hombre naturalmente- capaz de:

a) Fiarse de Jesús. Y no es nada fácil. No tuvo que resultarle fácil a Pedro, pescador avezado y experimentado, echar las redes en pleno día, cuando sabía perfectamente que los peces se cogen durante la noche y aquella noche había sido un estrepitoso fracaso. No debió resultarle fácil a Pedro y lo dijo asombrado. Pero echó la red. Se fió de Jesús, que de pesca -pensaría Pedro- no sabía ni palabra, y bien que lo estaba demostrando.

b) Autocriticarse. Ahora está de moda autoanalizarse. Está de moda bajar hasta las profundidades del ser para conocerse, arrojar fuera los complejos y "liberarse". Pues bien, Pedro, en este momento, se autoanalizó y llegó rápidamente a una conclusión sencilla y, sin embargo, difícil de aceptar y de confesar: soy pecador. Ante la espléndida respuesta del mar al mandato de Jesús, Pedro siente profundamente el hecho de su duda y la confiesa. Por eso se salvó.

c) Darse a los demás. Vivir en función de. Pedro recibió entonces de Jesús, una vez más, el esbozo de su vida: serás para los otros. Vivirás para los hombres, sufrirás por ellos y gozarás por y para ellos. Los hombres serán, en adelante, la explicación de tu vida.

Tres cualidades, pero que no están nada mal. De las tres necesitamos los cristianos con frecuencia, porque:

a) ¿No es cierto que a veces resulta difícil fiarse de Dios? No es cierto que a veces surge del fondo del ser un sentimiento de rebeldía y alguna pregunta inquietante ante situaciones que se nos antojan absurdas y sin razón de ser? Es cierto y cada uno de nosotros lo habrá experimentado en su propia carne. Fiarse entonces es absolutamente necesario para seguir adelante.

b) ¿Quién es capaz, de verdad, de confesar que es pecador? Sí. Pecador. Así de llanamente. Nosotros, tan buenos, tan religiosos, tan generosos... ¿pecadores? Claro que pecadores. Es éste un sentimiento de lo más sano. Creerse capaz de todo ayuda a no escandalizarse jamás por lo que vemos (a veces, con lentes de aumento) en los demás. Ayuda a no juzgar, ayuda a comprender y ayuda -también muy interesante- a comprenderse y a soportarse.

Ayuda a no escandalizarse cuando uno se ve pequeño y mezquino, sin paliativos y sin disimulos.

c) Y ¿cuántos de los cristianos somos capaces de salir de nosotros mismos y vivir de verdad para los otros? Pues muy pocos, ciertamente. Muy pocos tenemos el norte de nuestra vida orientado hacia el prójimo. Los más vivimos para nuestros "yo", al que cuidamos, mimamos y acariciamos, y apenas nos queda tiempo, tan ocupados estamos en esta tarea, de descubrir cerca de nuestra vida a "los otros" y de salir hacia ellos para ver qué piden y cuál puede ser nuestra respuesta.