domingo, 12 de febrero de 2023

DOMINGO VI T.O. - A (12 de Febrero del 2023)

 DOMINGO VI T.O. - A (12 de Febrero del 2023)

Proclamación del Evangelio San Mateo 5,17-37.

5:17 No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

5:18 Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

5:19 El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

5:20 Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

5:21 Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal.

5:22 Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego.

5:23 Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,

5:24 deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

5:25 Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.

5:26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

5:27 Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.

5:28 Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

5:29 Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

5:30 Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

5:31 También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.

5:32 Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

5:33 Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.

5:34 Pero yo les digo que no juren de ningún modo ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

5:35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; Isaías 66, 1 ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.

5:36 No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.

5:37 Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Queridos amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“El amor no hace mal al prójimo. Por tanto, vivir en el amor es cumplir con la ley en su plenitud” (Rm 13,10).

Hoy el mensaje del evangelio aborda varios temas:  1) Jesús ante la ley: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17). 2) El homicidio: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal. Pero yo les digo…” (Mt 5,21). 3). El adulterio: “Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo... “ (Mt 5,27). 4) El divorcio: “Ustedes han oído que se dijo el que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio. Pero yo les digo…” (Mt 5,31). 5). El juramento: “Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo…” (Mt 5,33).

Para nuestra reflexión conviene resaltar tres aspectos:

1) Recordemos la ley de los diez mandamientos que el pueblo de Israel tiene que cumplir porque fueron dadas por Dios a Moisés ( Ex 31,18; 20,1-17). Luego en el N.T. se nos dice: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde entonces se proclama el Reino de Dios, y todos tienen que esforzarse para entrar en él. Es más fácil que dejen de existir el cielo y la tierra, antes que deje de cumplirse una coma de la Ley” (Lc 16,16-17). Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20,21). Jesús les dijo: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20).

2) Un escriba pregunta a Jesús: "¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús respondió: El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;  y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos" (Mc 12,28-31). En suma: Porque Dios es amor (I Jn 4,8). Y el amor a Dios tiene que pasar por el amor al hermano: “Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso” (I Jn 14,20).

3) Quien vive en el amor de Dios ama a su prójimo por tanto: la nueva ley es como el Señor mismo nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35). Y el que sabe vivir en el amor a Dios, acepta el mensaje de Dios integro tanto del A.T- y N.T. porque se complementan. Opta por la vida y no atenta contra el quinto mandamiento. Que nos dice no mataras, y el sexto mandamiento: No cometerás adulterio. No atentará contra el primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas y menos contra el segundo que nos dice: No levantaras el nombre de Dios en vano.

Jesús no viene a abolir la Ley del Antiguo Testamento. Al contrario, la viene a perfeccionar pasando por una exhaustiva purificación, porque a lo largo del tiempo nosotros la hemos deformado y una ley deformada ya no sirve ni para ser imagen de Dios (Gn 1,26), ni para convivir como hermanos (Jn 13,34). O recordemos este episodio: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Is 61). Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lc 4,18-20).

Nos dice también que, no basta ser como los demás, no podemos ser como los escribas y fariseos: “Les aseguro que si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20).  Con frecuencia, nosotros nos medimos según la medida de los demás, pero para Dios cada uno tiene su propia medida. No basta que yo sea como los demás, sino que tengo que dar la talla que Dios ha pensado para mí. No pensemos que Dios nos exige cosas imposibles, así no es: “Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: ¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques” (Dt 30,11-14).

Jesús sitúa la nueva ley en el corazón del hombre. Un buen día preguntaron a Jesús: Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”. Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos” (Mc 12,28-31). Quien sabe amar, no sabe lo que es matar. Hasta llega a hacer una afirmación que para nosotros pudiera parecernos extraña. Yo diría que la reconciliación, la amistad y el perdón están por encima del mismo culto o, dicho de otra manera, son una especie de culto. No se puede acercar uno al altar, si en su corazón lleva el veneno de la enemistad con su hermano. Mejor damos vuelta atrás, amistamos y nos perdonamos y recién ahora podemos acercarnos al altar (Mt 5,23).

Jesús nos invita a ver y entender de una manera nueva la ley: “han oído que se dijo… pero yo les digo” (Mt 5,21)… Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,44-48).

Solo Cristo Jesús es el modelo de la humanidad. Nadie es modelo de lo que tenemos que ser, sino solo Jesús. La vida de los demás puede despertar alicientes como también puede despertar apatías. Jesús es bien claro en esto: “Les aseguro: Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entraran en el reino de los cielos” (Mt 5,20). En aquel entonces, los modelos de religiosidad eran tanto los escribas como los fariseos. Digamos que eran los buenos, los santos según la Ley, pero sus vidas no eran suficientes para ser modelos de santidad en el nuevo Reino que predicaba Jesús. Jesús era de los que caminaba contra la corriente, contra la costumbre, contra la tradición, contra lo que consideraban el camino y la voluntad de Dios, su misión fue marcar un camino diferente, un camino contracorriente.

 El gran peligro que todos corremos es querer ser como los demás, como los otros. El qué dirán los demás tiene una tremenda fuerza dentro de nosotros. El qué dirán o pensarán los demás tiene el poder de marcar y señalar nuestras vidas. Los demás tienen una enorme fuerza en nuestras vidas. “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano” (Lc. 18,11). ¿Quién de nosotros no ha experimentado esa fuerza en su vida en compararse con los demás? ¿Qué pensarán de nosotros? Porque nuestro prestigio está no en lo que pensamos nosotros ni, muchas veces en lo que pueda pensar Dios, sino en lo que “piensan los otros”.

 Hablamos como hablan y de lo que hablan los demás. No podemos llamar la atención. Tenemos miedo a lo que dirán de nosotros. Vestimos como visten los demás. No podemos sentirnos marginados. Hay que ser como todos. Compramos lo que compran todos. Hay que estar al día y a tono con los demás. Nos divertimos como se divierten todos. Nadie quiere pasar por un aburrido. Hoy Jesús nos dice otra cosa: "Si no son distintos y mejores que los demás, no podrán entrar en el Reino de los cielos” (Mt 5,20).

 Si la humanidad de hoy busca modelos que seguir entre los hombres de hoy se equivoca. Cree que prescindiendo de Dios o escapando de Dios le va mejor, pues no es cierto. Mejor te miras en el espejo de Jesús y del Evangelio. Por eso, no podemos juzgar a los demás ni considerarnos menos ni más que los demás. Ante Dios somos únicos. “El hombre es tanto ante Dios y no más” (San Francisco de Asís).

sábado, 4 de febrero de 2023

DOMINGO V T.O. - A (5 de febrero del 2023)

 DOMINGO V T.O. - A (5 de febrero del 2023)

Proclamación del santo Evangelio de San Mateo 5,13-16:

5:13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

5:14 Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.

5:15 Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.

5:16 Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados hermanos(as) en la fe, Paz y Bien.

Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo” (Jn 12,44). “Yo soy la luz del mundo,  el que me sigue no camina en tinieblas si no que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). “Quien crea y se bautice se salvara, quien se resista en creer será condenado” (Mc 16,15). En el bautismo recibimos la luz de la gracia. ¿Cómo encender esa luz para que brille en nosotros y para los demás? San Pablo nos da un buen consejo: “No apaguen la acción del Espíritu Santo; no desprecien las enseñanzas de la escritura; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Apártense de todo lo malo” (I Tes 5,19-22).

El mensaje de exhortación que el evangelio hoy nos transmite es: “Brille así su luz delante de los hombres, mediante sus buenas obras para glorificar a su Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). ¿Por qué es necesario que brillen nuestras obras? Para que como dice el mismo Señor: “Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos a los que obraron en el mal, y los arrojarán en el horno encendido. Allí será el llanto y rechinar de dientes. Pero los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre (Mt 13,40-43). San Pedro agrega: “Lleven una vida ejemplar en medio de los que no conocen a Dios; de este modo, los mismos que ahora los calumnian como a malhechores, al ver sus buenas obras, tendrán que glorificar a Dios el día de su Visita” (I Pe 2,12).

¿Cómo hacer que brillen nuestras buenas obras delante de los hombres? Siendo la sal que da sabor a la comida (Mt 5,13), siendo luz para los demás (Mt 5,14). Y como el domingo anterior hemos meditado cuando el Seños nos ha dicho: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5,6; Is 55,1; Ap 21,6); “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,10; I Pe 3,14). Y además: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,7-9).

“Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron” (Mt 5,11-12). Incluso nos dice: “El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir” (Mt 10,21). Y como si esto fuera poco: Todos les odiaran por mi causa, pero el que persevere hasta el final se salvará” (Mt 10,22).

Para ser files al Señor aun a costa de nuestra vida se requiere: Empaparnos de la palabra de Dios para conocerlo, así nos lo recuerda el salmista: “Qué dulce es tu palabra para mi paladar, más dulce que la miel” (Slm 118,103). “Tu palabra es una lámpara para mis pasos, una luz en mi camino” (Slm 118,105). “Yo amo tus mandamientos y los prefiero más que el oro fino” (Slm 118,27). El mismo evangelio nos dice en los amigos de Emaús: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32).

Para nuestra reflexión pastoral: Como vemos, el Evangelio de hoy está contextualizado entre la luz del sol que alumbra e ilumina y el alimento del pan material. Si alguien creía que Jesús no sabía de cocina se equivoca. Jesús sabía de cocina y no le gustaban las comidas sin sal. Me supongo que más de una vez fue testigo de cómo su Mamá María echaba la sal en los pucheros y como a Él le encanta hablar desde las realidades de la vida, hoy nos hace una llamada bonita: “Uds son la sal de la tierra” (Mt 5,13). “Uds son la luz del mundo”(Mt 5,14) Entre la sal que tiene que ver con el mundo interior de uno y la luz que tiene que ver con el mundo exterior. Dos imágenes bien gráficas y bonitas para expresar la misión y el sentido de la vida del creyente en el mundo y, por lo demás, bien actuales.

¿Quién no conoce la sal y la función de la misma? Da sabor, da gusto a la comida. Por algo decimos cuando alguien dice en son de broma: está en una vida “sin sal”. Sólo que a nosotros no nos dicen que seamos sal para la comida sino “sal para el mundo”. No es lo mismo darle gusto y sabor a la comida que darle gusto y sabor a la vida y al mundo. Frente a un mundo sin sabor y que carece de sentido, alguien tiene que darle al mundo algo sabroso, algo que dé gusto vivir en él. Ser sal es darle sabor a la vida, una vida que uno la vive gozosa y feliz y siente ganas de vivir. Esta es nuestra misión de cristianos, hacer que la vida tenga sentido, hacer que la gente viva a gusto.

¿Quién no conoce lo que es la luz? Posiblemente una de las cosas que más nos fastidia es cuando sufrimos un apagón o simplemente se nos fue un fusible. Acostumbrados a la luz, ya no sabemos vivir a la luz de una vela o un candil.

Esta es la misión también del cristiano y de la Iglesia, iluminar, alumbrar. ¿Recuerdan a aquel ciego que durante la noche caminaba con una linterna encendido? Alguien le preguntó por qué llevaba la linterna si él no veía. La respuesta fue linda: “Pero así puedo hacer que usted vea mejor el camino.” En la vida y en el mundo hay demasiadas sombras y oscuridades. Alguien tiene que ser luz para que otros puedan ver. Si dejamos de alumbrar, ¿qué sentido tiene nuestra fe? Al respecto Un bueno día dijo Jesús a los fariseos: “Guías ciegos, Uds. Cuelan el mosquito, mientras se tragan un camello” (Mt 23,24). San Pablo nos agrega: “Nadie se en engañe, nadie se burle de Dios. Se cosecha de lo que se siembra, quien siembra en la carne, cosecha de la carne corrupción y muerte, quien siembra en el espíritu, cosecha del espíritu vida eterna” (Gal 6,7).

Estimados hermanos(as): Superemos esa falsa humildad de creernos menos de lo que somos. Superemos esa falsa humildad de que los demás no ven lo malo sino solo bueno que hacemos. Tarde o temprano se llega a saber todo (Mt 10,26). La luz no se enciende para esconderla, sino para ponerla sobre el candelero. Si Dios ha encendido la luz en tu vida no es para que la escondas. No se trata de hacer exhibicionismos, pero sí de manifestarnos en lo que somos.

Si soy practicante no tengo por qué hacerlo a escondidas. Si voy a Misa no tengo por qué avergonzarme ante los que no van. Si soy creyente no tengo por qué avergonzarme delante de los ateos. ¿No te das cuenta de cómo los ateos no se avergüenzan de declararse tales en público? ¿Y por qué voy avergonzarme yo de ser creyente? ¿Por qué voy a sentirme menos declarándome creyente? Yo respetaré al que no cree, pero igual derecho tengo a que se respete mi fe. No se trata de sentirme más que ellos, pero tampoco de acomplejarme ante ellos.

Si tengo que hablar del Evangelio: “No me avergüenzo del Evangelio” (Rm 1,16). ¿Por qué avergonzarme del evangelio? Cuando yo anuncio el Evangelio no lo impongo a nadie, simplemente lo ofrezco. Si hago el bien a los demás no tengo por qué hacerlo en secreto. No se trata de aprovecharlo para que me consideren más. ¿Se avergüenza el sol de brillar en el firmamento? ¿Se avergüenzan las luces de la calle por alumbrar de noche? ¿Y por qué me he de avergonzar yo de que creo en Dios, en Jesús, en el Evangelio? Dice san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20).

lunes, 23 de enero de 2023

DOMINGO IV T.O. – A (Domingo 29 de Enero de 2023).

 DOMINGO IV T.O. – A (Domingo 29 de Enero de 2023).

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo: 5,1-12:

5:1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.

5:2 Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

5:3 “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

5:4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

5:5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

5:8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

5:9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

5:10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

5:11 Bienaventurados cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra uds. por mi causa.

5:12 Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a uds. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

Las bienaventuranzas (Felices) no son diferentes caminos para llegar al Reino de Dios, de manera que cada uno pueda elegir el que mejor le cuadre. No, Jesús ofrece desde perspectivas distintas el único camino (Jn 14,6). En primer lugar se señala una actitud inicial básica que se convierte en exigencia para llegar al Reino de Dios. El que adopta esa actitud es ya "dichoso o feliz", pues hay para él una promesa. En la primera y en la última bienaventuranza la promesa es expresamente el Reino de los Cielos, en las otras se trata de la misma realidad considerada bajo diversos aspectos.

Juan Bautista comenzó su predicación anunciando el juicio inminente de Dios, Jesús comienza proclamando las bienaventuranzas del Reino sobre aquellos que, a los ojos de todo el mundo y de los dirigentes de Israel, eran los desdichados, los despreciados, los perdidos. ¿No es esto también un juicio? Ciertamente lo es para los ricos, los poderosos y los satisfechos si no entran por el camino de las bienaventuranzas. En este supuesto Jesús pronunció también las malaventuranzas (Lc 6,24-26). Se ha dicho que Mateo hace una corrección al texto de Lucas, en el que se habla simplemente de los "pobres". Pero Mateo no espiritualiza a Lucas ni reduce la pobreza a una simple actitud del espíritu, lo que hace es destacar esta actitud sin negar su expresión social. El análisis de la tradición bíblica de los "anawim" (los "humildes de la tierra" en expresión de Sofonías, primera lectura de hoy), que es el contexto en el que debe interpretarse el mensaje de las bienaventuranzas, nos da un concepto de pobreza en el que se encuentran los dos aspectos: los justos pertenecen de hecho a la clase social más baja.

Las bienaventuranzas son una recapitulación anunciada en el A.T. e invitación a ser parte del Reino de Dios y que bien se puede resumir así: “Feliz el que cumple lo que enseña, porque será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,19). Y que se complementa con esta cita: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23,2-4). Al Reino de Dios no se puede entrar con bonitas ideas o apariencias. Sino en base a esfuerzo y sacrificio. Incluso hoy nos ha dicho:  “Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando los calumnien en toda forma a causa de mí” (Mt 5,11). En lugar de estar tristes, “alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron” (Mt 5,12).

El Evangelio de Mateo, presenta a Jesús como el nuevo Moisés, el nuevo legislador. En el AT la Ley de Moisés fue codificada en cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Imitando el modelo antiguo, Mateo presenta la Nueva Ley en cinco grandes Sermones dispersos en el evangelio: a) el Sermón del Monte (Mt 5,1 a 7,29); b) el Sermón de la Misión (Mt 10,1-42); c) El Sermón de las Parábolas (Mt 13,1-52); d) el Sermón de la Comunidad (Mt 18,1-35); e) El Sermón del Futuro del Reino (Mt 24,1 a 25,46). Las partes narrativas, intercaladas entre los cinco Sermones, describen la práctica de Jesús y muestran como él observaba la nueva Ley y la encarnaba en su vida.

Mateo 5,1-2: El solemne anuncio de la Nueva Ley. De acuerdo con el contexto del evangelio de Mateo, en el momento en que Jesús pronunció el Sermón del Monte, había apenas cuatro discípulos con él (Mt 4,18-22). Poca gente. Pero una multitud inmensa le seguía (Mt 4,25). En el AT, Moisés subió al Monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. Al igual que Moisés, Jesús sube al Monte y, mirando a la multitud, proclama la Nueva Ley. Es significativo: Es significativa la manera solemne como Mateo introduce la proclamación de la Nueva Ley: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Las ocho Bienaventuranzas forman una solemne apertura del “Sermón de la Montaña”. En ellas Jesús define quien puede ser considerado bienaventurado, quien puede entrar en el Reino. Son ochos categorías de personas, ocho puertas para entrar en el Reino, para la Comunidad. ¡No hay otras entradas! Quien quiere entrar en el Reino tendrá que identificarse por lo menos con una de estas categorías.

Mateo 5,3: Bienaventurados los pobres de espíritu. Jesús reconoce la riqueza y el valor de los pobres (Mt 11,25-26). Define su propia misión como la de “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). El mismo, vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Mt 8,20). Y a quien quiere seguirle manda escoger:¡o Dios, o el dinero! (Mt 6,24). En el evangelio de Lucas se dice: “¡Bienaventurados los pobres!” (Lc 6,20). Entonces, ¿quién es “pobre de espíritu”? Es el pobre que tiene el mismo espíritu que animó a Jesús. No es el rico. Ni es el pobre como mentalidad de rico. Es el pobre que, como Jesús, piensa en los pobres y reconoce su valor. Es el pobre que dice: “Pienso que el mundo será mejor cuando el menor que padece piensa en el menor”.

Mateo 5,4-9: El nuevo proyecto de vida. Cada vez que en la Biblia se intenta renovar la Alianza, se empieza estableciendo el derecho de los pobres y de los excluidos. Sin esto, ¡la Alianza no se rehace! Así hacían los profetas, así hace Jesús. En las bienaventuranzas, anuncia al pueblo el nuevo proyecto de Dios que acoge a los pobres y a los excluidos. Denuncia el sistema que ha excluido a los pobres y que persigue a los que luchan por la justicia. La primera categoría de los “pobres en espíritu” y la última categoría de los “perseguidos por causa de la justicia” reciben la misma promesa del Reino de los Cielos. Y la reciben desde ahora, en el presente, pues Jesús dice “¡de ellos es el Reino!” El Reino ya está presente en su vida. Entre la primera y la última categoría, hay tres otras categorías de personas que reciben la promesa del Reino. En estos tres dúos transpare el nuevo proyecto de vida que quiere reconstruirla en su totalidad a través de un nuevo tipo de relaciones: con los bienes materiales (1er dúo); con las personas entre sí (2º dúo); con Dios (3er dúo). La comunidad cristiana debe ser una muestra de este Reino, un lugar donde el Reino empieza a tomar forma desde ahora.

Los tres: Primera dúo: los mansos y los que lloran: Los mansos son los pobres de los que habla el salmo 37. Se les quitó su tierra y la van a heredar de nuevo (Sal 37,11; Sal 37.22.29.34). Los afligidos son los que lloran ante la injusticia en el mundo y entre la gente (Sl 119,136; Ez 9,4; Tob 13,16; 2Pd 2,7). Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con los bienes materiales: la posesión de la tierra y el mundo reconciliado.

Segundo dúo: los que tienen hambre y sed de justicia y los misericordiosos. Lo que tienen hambre y sed de justicia son los que desean renovar la convivencia humana, para que esté de nuevo de acuerdo con las exigencias de la justicia. Los misericordiosos son los que tienen el corazón en la miseria de los otros porque quieren eliminar las desigualdades entre los hermanos y las hermanas. Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación entre las personas mediante la práctica de la justicia y de la solidaridad.

Tercer dúo: los puros de corazón y los pacíficos: Los puros de corazón son los que tienen una mirada contemplativa que les permite percibir la presencia de Dios en todo. Los que promueven la paz serán llamados hijos de Dios, porque se esfuerzan para que la nueva experiencia de Dios pueda penetrar en todo y realice la integración de todo. Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con Dios: ver la presencia actuante de Dios en todo y ser llamado hijo e hija de Dios.

Mateo 5,10-12: Los perseguidos por causa de la justicia y del evangelio. Las bienaventuranzas dicen exactamente lo contrario de lo que dice la sociedad en la que vivimos. En ésta, el perseguido por la justicia es considerado como un infeliz. El pobre es un infeliz. Feliz es el que tiene dinero y puede ir al supermercado y gastar según su voluntad. Los infelices son los pobres, los que lloran.

Felices dice el Señor, ¿y quién son los felices?. En el Antiguo Testamento, se definen felices a los viven las indicaciones de la Sabiduría (Eclo 25,7-10), también dice. “Guarda los preceptos y los mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz”, (Deuteronomio 4), “Yahveh tu Dios te bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y serás plenamente feliz.” (Deuteronomio 16), también en los Salmos se reza que es “feliz” quien ama al Señor, y feliz el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores  (Salmos 1,1).

lunes, 16 de enero de 2023

DOMINGO III T.O. – A (22 de Enero del 2023).

 DOMINGO III T.O. – A (22 de Enero del 2023).

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 4,12-23

4:12 Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.

4:13 Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,

4:14 para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:

4:15 ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!

4:16 El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.

4:17 A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.

4:18 Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.

4:19 Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

4:20 Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

4:21 Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

4:22 Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

4:23 Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos(as) Paz y Bien.

El domingo pasado leíamos en el evangelio el inicio programático que el evangelista Juan presenta referente al comienzo de la predicación de Jesucristo. Nos lo presentaba como el Cordero de Dios (es decir, el Siervo de Dios que escoge el camino que no se basa en el poder y el dominio, sino en la verdad y el amor), el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29). “Yo vine por los pecadores “ (Mt 9,13).

Hoy hemos leído el comienzo programático que nos presenta el evangelista Mateo, el evangelista que escucharemos casi todos los domingos de este año. Y como hacíamos el domingo pasado con Juan, hoy podríamos hacer con Mateo: fijarnos en su definición del camino de Jesucristo. El camino que nosotros queremos continuar (Jn 14,6).

Primer aspecto que san Mateo subraya: Jesucristo comienza su predicación en Galilea. ¿Tiene ello alguna importancia para nosotros, más allá del hecho histórico? ¿No sería igual que la hubiera comenzado en otra región del país de los judíos? La primera lectura nos da una pista del sentido de esta insistencia en que Jesucristo inicia su predicación en Galilea. "El pueblo que caminaba en tinieblas -hemos leído en Isaías- vio una luz grande". Isaías y el evangelio de Mateo tiene una misma expresión para describir aquella región: "Galilea de los gentiles", es decir, de los paganos.

¿Cuál es el sentido de esta insistencia? Subrayar que allí donde JC inicia su predicación, allí donde permanecerá más tiempo, de donde saldrán la mayor parte de sus discípulos, es la región que ahora llamaríamos más descristianizada. Judea, con su capital Jerusalén, era la región de los más practicantes, de quienes se creían más fieles. En cambio, Galilea, era una región más paganizada.

El evangelio de hoy distingue tres partes: a) la presentación de Jesús que predica en Galilea; b) el mensaje que predica; y c) la elección de los discípulos.

a) La actividad de Jesús empieza cuando Juan fue "encarcelado" (Mt 4,12-16): su misión de precursor termina de modo semejante a la del propio Jesús. Ante esta noticia Jesús se retira a la región de Galilea, estableciendo en Cafarnaún el centro de su actividad.

La predicación de Jesús se inicia en la "Galilea de los gentiles", es decir, en una región donde la situación religiosa del pueblo era más precaria, debido a una gran cantidad de población pagana. Los primeros destinatarios de la predicación de Jesús van a ser, por tanto, los que están más necesitados de ella, y los que aún no conocen la "luz" de la revelación porque viven en las "sombras" del paganismo. Y, a través de estos paganos, la predicación de Jesús se dirige a todas las naciones.

b) El mensaje de Jesús es el mismo que Mateo pone en labios del Bautista: "Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos" (Mt 4,17). Aunque las palabras sean las mismas, el evangelista Mateo nos irá mostrando que el contenido no es idéntico. Subrayemos, en primer lugar, que Jesús no vincula la conversión a un bautismo, ni se pone a predicar en el desierto, sino entre la gente de su pueblo. Estas palabras de Jesús no son más que el inicio de su ministerio de la palabra, que los siguientes capítulos de Mt irán desarrollando. El mensaje de Jesús se resume en esta frase: está cerca el Reino de los cielos. El Reino de Dios (o de los cielos), expresión ya existente en el pueblo de Israel, se contrapone a todos los demás reinos o poderes humanos que pretenden un dominio total sobre el pueblo de Israel -también al poder que se ofrecía a Jesús en sus tentaciones-, y expresa el deseo de que sea Yahvé quien reine. Este reinado de Dios, dice Jesús, "está cerca"; de hecho comenzó ya con El: Dios reina ya en Jesús y quiere reinar en cada hombre. Esto tiene una exigencia práctica muy concreta: convertíos.

c) Estrechamente unido a la proclamación del mensaje, vemos el seguimiento de los discípulos (Mt y Mc nos lo presentan de forma muy esquemática, y no sabemos qué tiempo transcurrió entre el inicio de la predicación y la elección de los discípulos). De todos modos, lo que más nos interesa es el significado de la expresión "seguir a Jesús": en primer lugar se trata de una llamada personal hecha por el propio Jesús que en el evangelio de hoy va seguida por una respuesta inmediata; para los discípulos esto supondrá ser -como Jesús- testigos del Reino de Dios. Habrá también mucha gente que, atraídos por la autoridad de su palabra o por sus curaciones (Mt 4,25) seguirá a Jesús; pero el propio Jesús les hará caer en la cuenta de que ser discípulo significa olvidarse de sí mismo, cargar la propia cruz y seguirle (Mt 16,24).

martes, 10 de enero de 2023

DOMINGO II T.O. - A (15 de Enero del 2023)

 DOMINGO II T.O. - A (15 de Enero del 2023)

Proclamación del santo Evangelio según San Juan 1,29-34:

1:29 Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

1:30 A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.

1:31 Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".

1:32 Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.

1:33 Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo".

1:34 Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

Jesús es el Cordero de Dios porque ha sido elegido por Dios para iniciar el éxodo de nuestra libertad, y así como en otros tiempos los israelitas fueron librados de la muerte y de la esclavitud por medio de la sangre de un cordero, razón por la que celebran la Pascua de generación en generación, así también nosotros hemos sido librados, en Cristo y por la sangre de Cristo, de la esclavitud de la ley, del pecado y de la muerte.

Cristo es nuestra Pascua y el Cordero de Dios, el verdadero, el de la Alianza Nueva. No es casual que según la cronología de Juan, Jesucristo padeciera y muriera en la cruz precisamente cuando los sacerdotes sacrificaban en el templo de Jerusalén los corderos pascuales.

El "recién nacido", el Enviado de Dios, recibe hoy en la primera y tercera lecturas unos nombres reveladores: Siervo de Dios, Luz de las naciones, Cordero de Dios, Hijo de Dios... Isaías lo anuncia como el "Siervo", que recibe de Dios la misión de ser unificador del pueblo, luz de las naciones, "para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". Este retrato, y también la respuesta del Siervo ("aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad", como hemos cantado en el Salmo), se cumplen en plenitud en Cristo Jesús y su vocación salvadora.

El nombre que le da el Bautista es un paso más: el estilo con el que ese Enviado de Dios cumplirá su misión de salvar a la humanidad, va a ser entregándose a sí mismo: como el verdadero Cordero que quita el pecado del mundo. Esta categoría del Cordero tenía resonancias muy bíblicas: el cordero cuya sangre señaló las puertas de los judíos en la noche del éxodo, los corderos que se inmolaban en el Templo, y sobre todo el anuncio por Isaías de un Siervo que iba a ser llevado como un cordero a la muerte, pagando por los demás. También eso se cumple en Cristo en plenitud.

“Este es el Hijo de Dios, el cordero que quita el pecado del mundo” (Jn 2,34;29). Porque he visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre èl” (Jn 1,32): “Apenas Juan bautizo a Jesús, salió del agua. En ese momento se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Mt 3,16,17). Luego dice Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” Lc 4,18-19).

“No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Heb 4,15). Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores para su conversión, (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su "anonadamiento" (Flp 2,7). El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).

Dios se propone por el profeta: “Esta es la nueva Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: "Conozcan al Señor". Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande —oráculo del Señor—. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado” (Jer 31,33-34). Como es de verse, todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20; Mc 16,15-16).

En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva (1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).

El Bautismo en la Iglesia: Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: "Conviértanse y que cada uno de Uds se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de sus pecados; y recibiran el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa", declara san Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16,31-33).

Según el apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él: ¿Acaso ignoran que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6,3-4; Col 2,12). Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (1 Co 6,11; 12,13).  El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (1 P 1,23; Ef 5,26).

La iniciación cristiana: Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística. Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.

El Bautismo de niños: Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (Col 1,12-14), a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1). La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando "casas" enteras recibieron el Bautismo (Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16), se haya bautizado también a los niños.

Fe y Bautismo: El Bautismo es el sacramento de la fe (Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" y él responde: "¡La fe!". En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del

La necesidad del Bautismo: El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación (Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones (Mt 28, 19-20; DS 1618; LG 14; AG 5). El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer "renacer del agua y del Espíritu" a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, sin embargo, Él no queda sometido a sus sacramentos. Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento.

 "Cristo murió por todos y la vocación última del hombre en realmente una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual" (GS 22; LG 16; AG 7). Todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad. En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo.

La gracia del Bautismo: Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (Hch 2,38; Jn 3,5). Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios. No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515).

“Una criatura nueva”: El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (1 Co 6,19). La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que: Le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales; le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo; le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo. (Fuente de nuestra reflexión tomada del Nuevo Catecismo de la Iglesia).

domingo, 1 de enero de 2023

DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR - A (08 de Enero del 2023)

 DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR - A (08 de Enero del 2023)

Proclamación del santo Evangelio de San Mateo 2,1-12:

2:1 Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén,

2:2 diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.”

2:3 En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén.

2:4 Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo.

2:5 Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:

2:6 Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.”

2:7 Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella.

2:8 Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.”

2:9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.

2:10 Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría.

2:11 Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.

2:12 Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos(as) en la fe, Paz y Bien en el Señor.

Herodes dijo a los reyes magos: “Si lo encuentran al niño, avísenme, para ir también yo a adorarle.” (Mt 2,8). El Ángel dijo a José: “Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mt 2,13). Herodes está mintiendo: Jesús dijo a los judíos: “Uds. tienen por padre al diablo y el diablo es padre de la mentira” (Jn 8,44). ¿Por qué Herodes quiere matar al Niño Jesús? Porque en Jesús esta la verdad (Jn 14,6). La mentira se abalanza contra la verdad (Ap 12,4).

 Qué gran anuncio, que buena noticia que hicieron los reyes magos entre los propios que no sabían lo que había pasado: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” (Mt 2,2). Esta gran noticia suscita dos actitudes: Búsqueda guiados por la luz de la estrella (Mt 2,9), y búsqueda guiada por el egoísmo (Mt. 2,8). En una predomina la fe (Lc 17,5) y en la otra predomina la razón (Mt 16,23).

“Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único,  que está en el seno del Padre” (Jn 1,8). El Niño recién nacido apenas puede ver a su Madre, pero ya ha visto a Dios. Cuando Dios quiere ver al hombre mira a su Hijo. Es que Dios se hace visible a través de lo humano: “Yo estoy en el Padre y el Padre en mí, quien me ve, ve a quien me envió (Jn 14,9). María y José lo vieron a través de un Niño. Los Magos lo vieron a través del Rey de los judíos (Mt 2,2) el Niño en un pesebre. A Dios le gusta verse en el espejo que es el hombre. Por esta razón le dio el título de ser su Imagen y semejanza (Gn 1,26).

Hoy es la fiesta de la Epifanía que significa a manifestación de Dios al mundo entero (Dios hecho Niño que en este día revela la universalidad de Dios, la universalidad de la fe) y no fiesta de Reyes, porque no es dable que los reyes suplanten el poder Dios quien por su luz de la estrella guía los reyes (Mt 2,9) Y por tanto los reyes sin la luz de la estrella nunca podrían hallar al Niño. Los Santos Reyes no son sino un signo, pero el verdadero significado de la fiesta se la da el Niño Jesús, que desde su cuna en el pesebre abre a Dios a todos los pueblos, a todas las razas y a todos los hombres.

Nuestro verdadero nombre de creyentes es el de “cristianos”; sin embargo, llevamos un apellido que lo dice todo: “católicos”. Lo de católico no significa propiamente romano, sino “universal”. Nuestra fe es católica, nuestra misión es católica, debido a Dios, el Dios que se revela y manifiesta a los Magos, es “católico” porque es para todos. Jesús ha nacido para todos. Nadie se puede hacer dueño de su nacimiento, ni siquiera María y José. La salvación que Él nos trae es una salvación para todos. Nadie puede hacerse dueño de la salvación de Dios, ni siquiera la Iglesia. Ella no es la salvación, sino señal de la salvación, sacramento de la salvación.

Ser cristiano es sentirnos signos de salvación para todos, sin excluir a nadie, sin poner fronteras a nadie, sin exclusivismos ni particularismos, sin divisionismos ni ideológicos, ni teológicos ni espirituales. Todo reduccionismo particularista deja de ser la Epifanía de Dios hoy para el hombre. Con frecuencia frente a Dios asumimos actitudes de pura curiosidad, otras de duda y ambigüedad. La única actitud frente a Dios es la de arrodillarnos, callar, sentir su presencia y adorarlo en nuestros corazones. A Dios no podemos meterlo en nuestra cabeza. A Dios sólo se le puede meter en el corazón. Dios no entra en nuestras ideas ni en nuestros discursos mentales, pero Dios sí puede entrar en nuestro corazón.

Los Magos de Oriente no venían a investigar qué había sobre Dios, cuáles eran las novedades sobre Dios, venían rendidos, en actitud de rodillas, en actitud de adoración, de admiración, en actitud de sorpresa. Para adorarle, primero hay que conocerle, aceptarle y rendirnos ante Él. Adorarle, es asombrarnos de su grandeza. Es decir, para adorar tenemos que comenzar por fe. Y la fe no es un saber sobre Dios, sino un dejarnos meter en su misterio y decir sí sin aun entender nada. Porque Dios no se deja abordar por el hombre en razón de su raciocinio, si no por su fe.

La cultura moderna, y el hombre moderno, adoptan ante Dios actitudes de autosuficiencia, actitudes de desafío. No es la actitud de adoración y rendimiento, sino la actitud de una especie de reto. Como quien se sitúa frente a él de poder a poder. Por eso, nos permitimos la libertad de negarlo en nuestras vidas, de decirle que no es ya IMPORTANTE para nosotros, que podemos vivir sin mayor problema prescindiendo de Él. En todo caso, tenemos el atrevimiento de juzgarle y someterle a juicio porque no responde a lo que nosotros quisiéramos de Él.

Los Magos no iban guiados por su vanidad a preguntar y cuestionar, iban a rendirle el tributo de su adoración, a rendirse delante de Él. Cuando llegaron, posiblemente, no encontraron lo que se habían imaginado. “Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron y le ofrecieron de regalo oro, incienso y mirra” (Mt 2,11).

El sentido de propiedad, actitud de vanagloria no está solo en querer las cosas para si, también suele extenderse a Dios. Hoy resulta que, cada uno piensa en “mi Dios”, el mío, el que es de mi propiedad. Y Dios no se deja poseer por nadie. Dios no es propiedad de nadie porque Dios es propiedad de todos. Cada vez que nos queremos adueñarnos de Él, terminamos por quedarnos sin Dios. Esa fue la experiencia de Israel. Dios le había escogido como su pueblo e Israel se había adueñado de Él. En aquella cultura se entiende. Cada pueblo tenía su Dios protector. Israel tenía el suyo. Por más que los profetas tratasen de presentar el universalismo de la salvación, el pueblo seguía con la mentalidad de que Dios era para ellos y para nadie más.

No es que hoy lleguemos a ese nacionalismo de Dios, pero es posible que lleguemos al “individualismo”. El Dios para los buenos. El Dios para los que van a Misa. El Dios para los creyentes. Y Dios no se deja atrapar. La primera manifestación de Jesús es precisamente para los pueblos gentiles, en la persona de estos personajes misteriosos que conocemos con el nombre de Reyes Magos. Mientras en Jerusalén nadie se da por enterado, los de lejos vienen a buscarlo y Él se manifiesta a ellos porque se dejan guira por l luz de la estrella que es la fe.

Los buenos no tenemos derecho alguno de apropiarnos de Dios. Nuestro único derecho es que si nosotros ya le hemos conocido lo demos a conocer a los demás. Los buenos no tenemos derecho alguno de hacernos dueños de Dios que también los malos tienen derecho a conocerlo y amarlo y sentirse amados por Él. Los buenos no tenemos derecho alguno a reclamar todos los servicios para nosotros, cuando a la inmensa mayoría nadie le presta atención. Dios no es singular, Dios es plural, Dios es trinitario. Por lo tanto, su manifestación y revelación tampoco puede ser singular e individualista sino universal. Dios tiene que abarcar a la humanidad. Mi Dios es el Dios de todos los hombres, buenos y malos, cercanos o lejanos.

Todos tenemos muchas buenas voluntades, deseos nos sobran, pero lo que nos suele faltar es la decisión. Soñamos muchas cosas, pero con frecuencia todo queda en eso. Los Magos sintieron que algo se despertaba en su corazón, sintieron que algo les llamaba, sintieron que algo nuevo comenzaba a amanecer, pero no sabían dónde y se pusieron en camino. No se encuentra a Dios esperando. No se encuentra a Dios encarnado, recién estrenada la vida humana, sentados en la butaca. Hay que ponerse en camino buscando.

No hay que buscarlo mucho porque lo tenemos cerca. Otras veces hay que buscarlo lejos, el camino es largo y por qué no toda la vida. Los Magos no la tuvieron fácil, vinieron de lejos guiados por una señal, pero sin saber dónde estaba el final del camino. Es la historia de toda búsqueda. Es la historia de quien quiere encontrarse con Dios. No sabemos si estará a la vuelta de la esquina o estará lejos, lo IMPORTANTE es ponerse en camino, no cansarse, saber afrontar las dificultades. No siempre nos encontramos con Dios tan fácilmente. A veces pasan los años y no lo sentimos. Caminamos buscándole y la noche se nos echa encima. No vemos nada, no sentimos nada, no sabemos a dónde ir. Esto es lo maravilloso de los Magos. Gentes desconocidas. Gentes que vienen de lejos. Gentes que son capaces de descubrir esas estrellas-señales que nos hablan de Él, pero hay que esperar, no hay que echarse para atrás, no hay que caer en el desaliento.

Nosotros quisiéramos un Dios al que pudiéramos tocar con la mano y ver con nuestros ojos, pero eso será posible si nos dejamos guiar por la luz de la fe y en cada santa Eucaristía Dios se deja ver y se deja tocar. En cada  Santa Misa Dios se encarna en la hostia sagrada de altar, pero si no nos dejamos guiar por la luz de la fe, nunca podremos advertir la presencia de Dios en el Altar de cada misa (Lc 22,19-20).

miércoles, 28 de diciembre de 2022

DOMINGO SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA MADRE DE DIOS (01 de Enero de 2023)

 DOMINGO  SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA MADRE DE DIOS (01 de Enero de 2023)

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 16-21

2:16 En aquel tiempo los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

2:17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;

2:18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.

2:19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.

2:20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

2:21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados hnos. y hnas.  en el Señor Paz y Bien.

“El Señor mismo va a darles una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is 7,14). “Que significa Dios con nosotros” (Mt 1,23). “El ángel dijo a los pastores: “No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto es la señal: encontraran un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,10-12).

Iniciamos un Nuevo Año 2023, que esperamos lleno de bendiciones divinas para todos. Lo pedíamos así en el salmo 66: «El Señor tenga piedad y nos bendiga». Celebramos especialmente la Solemnidad de Santa María, la Madre de Dios y, en ella, la Jornada de oración por la Paz (Mt 5,9), el gran regalo que es el mismo Niño Dios hecho hombre por nosotros, el Príncipe de la Paz, que nos ofrece y dona su misericordia y amor (Jn 15,9).  

La Palabra de Dios centra nuestra mente y nuestro corazón en la escena que nos transmite el Evangelio: «En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (Lc 2, 16-21), y acercándose, humildemente lo adoraron. Bella y entrañable estampa de Navidad: el Niño recostado en un pesebre, y era el Hijo de Dios. A su lado María, la virgen, la Madre de Dios, la llena de gracia, y José, su esposo, ambos contemplando, mirando y adorando al Niño; tratando de entender el misterio de esa Palabra (Jn 1,14), la decisión de Dios, llena de amor, de hacerse niño, hombre, para que nosotros alcanzásemos por su Pasión, Muerte y Resurrección, a ser hijos de Dios (Rm 5,8).

Iniciamos también el año con una bendición, con un deseo hecho oración. Fijémonos de qué manera tan bella y profunda lo refleja la primera lectura: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Num. 6,22-27). Pedimos que Dios nos proteja, nos sonría, se fije en nosotros con cariño y nos conceda su favor. Y toda bendición de Dios, todo su favor y su paz, lo sabemos, se concentra en Jesucristo, el Niño Dios. Bendecimos al Señor por el año nuevo, pero, sobre todo, pedimos a Dios su bendición. Y se la pedimos para nuestras parroquias y comunidades religiosas, para nuestros pastores, para nuestras familias, para todos los hombres y, especialmente, para los más pobres y necesitados.

Pero hoy, estamos celebrando con gran gozo en toda la Iglesia la solemnidad de Santa María, la Madre de Dios. Comenzamos el Año de la mano de Santa María. Es la fiesta que celebra la gracia fundamental que Dios le concedió a la Santísima Virgen: la gracia de la maternidad Divina.

María fue elegida desde el principio de los tiempos para ser la Madre del Hijo del Padre eterno, por eso Dios la enriqueció con multitud de gracias especiales (Lc 1,28). La hizo inmaculada, la llenó de gracia y la llevó consigo en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. María vivió en una constante apertura a Dios y a su Palabra. Supo descubrir a Dios en los diversos acontecimientos de su vida. Precisamente el Evangelio de hoy nos dice que los Pastores, después de ver al Niño Jesús recostado en el Pesebre, contaban lo que el ángel les había dicho de este Niño. Y cuantos escuchaban lo que decían los pastores se quedaban maravillados. Y agrega el Evangelio que María, por su parte, conservaba todos estos recuerdos y los meditaba constantemente en su corazón (Lc 2,19). Fue esta meditación constante y fiel de los misterios de Cristo lo que llevó a María a amar de una manera única y especial a Dios. Meditando las maravillas de Dios, la Virgen se llenó del amor a Dios. 

La Iglesia quiere presentarnos la figura de la Santísima Virgen al comenzar un nuevo año porque quiere ofrecérnosla como el modelo de lo que debe ser nuestra vida cristiana. Ella no solamente fue la primera discípula de Cristo, sino que al mismo tiempo fue la discípula más aventajada y fiel. María nos enseña a vivir nuestra vida con una apertura total a la voluntad de Dios (Jn 2,5). Aquellas palabras que exclamó María en el momento de la Encarnación: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,18), deben ser para nosotros el programa de nuestra vida en este año nuevo que comenzamos. Porque Jesús dijo: “Sin mi nada podrán hacer” (Jn 15,5). 

Nosotros muchas veces deseamos que Dios actúe en nuestra vida de acuerdo a nuestro plan. Y nos olvidamos de que nosotros somos los que estamos en las manos de Dios y que, en nuestra vida, hemos de seguir el plan que Él ha determinado para cada uno de nosotros. En este plan de Dios es donde nosotros podemos alcanzar la plenitud de nuestro ser y la perfección de nuestra alegría (Mt 5,48). Cuando nosotros nos dejamos llevar por Dios no tenemos nada que temer ni razón alguna para preocuparnos. Dios, como Padre nuestro que es, siempre busca nuestro bien (Jn 13,17). 

Nos dice hoy el Evangelio que «María, al oír lo que decían los pastores, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Esta es una actitud que nosotros deberíamos mantener a lo largo de este año. Es muy importante reflexionar sobre la Palabra de Dios (Jn 1,14) y sobre los acontecimientos de nuestra vida. Es la mejor manera de ir descubriendo la inmensidad del amor que Dios nos tiene (I Jn 4,9). Cuando nosotros somos conscientes de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, sentiremos la necesidad de corresponderle con nuestra vida y con nuestras obras. Muchas veces nuestra vida cristiana no es lo que debería ser porque no nos hemos dado cuenta de lo que en realidad significa Dios para nosotros y con nosotros (Is 7,14).

 María vivió en su vida las virtudes propias del cristiano. Vivió la fe poniéndose totalmente en las manos de Dios y creyendo en su Palabra (Lc 1,38). Vivió la esperanza confiando en su amor y en su misericordia. Vivió la caridad amando a Dios y a sus hermanos con todo el corazón. Si nosotros queremos vivir este año cristianamente, en plenitud, hemos de tratar de imitar las virtudes que adornaban a la Santísima Virgen. La Fe la necesitamos constantemente, porque solamente a través de ella es cómo podemos aceptar confiadamente su voluntad. Nuestra Fe no debe consistir solamente en aceptar lo que Dios nos pide, sino también en poner en práctica su Palabra (Jn 15,7). Es importante vivir la esperanza. Porque Dios ciertamente no nos abandona jamás. Somos nosotros los que muchas veces le damos la espalda. Esperar en Dios significa estar seguros de que Él siempre nos dará su ayuda aún en los momentos difíciles que nos toque vivir. La esperanza es el secreto de la alegría (Flp 4,4) y de la paz (Mt 5,9) del cristiano. También necesitamos vivir con espíritu de caridad. El amor es el que va a transformar nuestro mundo. Y el amor no viene de fuera, sino que brota de nuestros corazones y tiene su origen en Dios ( IJn 4,8). La fuente del amor la llevamos dentro de nosotros mismos (IJn 4,12). Dios ha derramado su amor en nosotros con el Espíritu que nos ha dado (Rm 5,5). Por eso debemos amar siempre a pesar de todo lo negativo que nos pueda rodear. No es devolviendo mal por mal como las cosas se van a arreglar. El amor es la única respuesta que debemos dar nosotros como cristianos, si queremos vivir como verdaderos discípulos de Cristo (Jn 8,32).

Este año se nos presenta como una maravillosa oportunidad de construir un mundo nuevo (Ap 21,5). Movilicemos, pues, todas nuestras energías. Pongamos en juego lo mejor de nosotros mismos. Hagamos que la vida merezca vivirse. Propongámonos este año la tarea de vivir en serio nuestra vida cristiana y veremos que nuestra vida será distinta. No nos conformemos con cumplir con unas cuantas cosas. Vivamos en serio nuestro seguimiento de Cristo.

Que la Santísima Virgen María bendiga el año que hemos comenzado. Que ella como buena Madre nos guíe y nos proteja. Que ella sea el modelo que nos vaya orientando para vivir cada vez mejor nuestra entrega a Cristo nuestro Dios y Señor que ha nacido entre nosotros para hacernos partícipes de su ser. Porque el vino a ser lo que nosotros somos.