DOMINGO XXV – A (20 de setiembre de 2020)
Proclamación del santo evangelio según San Mateo 20,1-16:
20:1 Porque el Reino de los Cielos se parece a un
propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su
viña.
20:2 Trató con ellos un denario por día y los envió a su
viña.
20:3 Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados
en la plaza,
20:4 les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les
pagaré lo que sea justo".
20:5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media
tarde, e hizo lo mismo.
20:6 Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía
a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer
nada?"
20:7 Ellos le respondieron: "Nadie nos ha
contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi
viña".
20:8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo
y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los
últimos y terminando por los primeros".
20:9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde
y recibieron cada uno un denario.
20:10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a
recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
20:11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
20:12 diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que
una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del
trabajo y el calor durante toda la jornada".
20:13 El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo,
no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
20:14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que
llega último lo mismo que a ti.
20:15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me
parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
20:16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros
serán los últimos". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
El reino de los cielos se parece: “Un propietario salió muy de
madrugada a contratar trabajadores para su viña. Les ofreció pagarles un
denario por el día del trabajo en su viña” (Mt 20,1-2). “El Reino de los Cielos
es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. E invito a
muchos comensales, pero los invitados a la boda, no quisieron venir… uno se fue a su campo, el otro a su negocio; y
los demás agarraron a los que llevaban la invitación, los apedrearon y los mataron”
(Mt 22,2-6). “La sala de bodas se llenó
de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí
uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí
sin traje de boda? El se quedó callado. El rey dijo a los sirvientes:
"Atenlo de pies y manos, y échenle a las tinieblas de fuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes. Muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mt
22,10-14). “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus
ángeles, y pagará a cada uno según sus obras” (Mt 16,27).
La visión que nos guía las enseñanzas de estos domingos es: “¿Quién podrá
salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué
obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Al
buscar respuestas a estas inquietudes, el Señor nos ha dicho en los domingos
anteriores que, para obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo,
tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como
hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta
setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en
una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es
parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para
trabajar en su viña” (Mt 20,1).
En la enseñanza de hoy Jesús nos habla sobre el tema del
trabajo. Ya desde el inicio acuñó Dios el tema del trabajo en los términos
siguientes: “Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a
polvo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Gn
3,19). Jesús en su parábola respecto al Reino de los cielos hoy nos describe
como aquel que sale a contratar trabajadores para su viña en diferentes horas
del día: A primera hora, a media mañana, al medio día, a la media tarde ya la
ultima hora, a estos de la ultima hora les preguntó: "¿Cómo se han quedado
todo el día aquí, sin trabajar?” (Mt 20,6). Respondieron: "Nadie nos ha
contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi
viña"(Mt 20,7). Como se ve, el trato con todos los trabajadores es de un
denario de pago por el jornal (Mt 20,2).
Dios nos envió a su Hijo único para instituir el Reino de
Dios, pues Jesús mismo nos lo dice: “Salí del Padre, vine al mundo; dejo el
mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16,28). ¿A qué vino Jesús al mundo? Dice
Jesús: “Para esto he nacido y he venido al mundo, para ser testigo
de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn 18,37). “Yo soy
camino, verdad y vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). Nos dijo,
además: “Si yo echo los demonios con el poder de Dios, entonces significa que
el Reino de Dios ya ha llegado para Uds.” (Lc 11,20). ¿Cómo instituyo Jesús el
Reino de Dios? Convocó a los trabajadores para el reino de Dios (viña) mediante
el Bautismo: “El que no renace del agua y del Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del
Espíritu es espíritu” (Jn 3,5). Todos los bautizados somos contratados para
trabajar en la viña del Señor. El pago de la jornada de trabajo (1 denario) es
el medio o pasaporte para nuestra salvación. Para ser salvos tenemos que
trabajar si o si en la viña del Señor; es decir tenemos que ejercer nuestra fe.
No basta ser bautizados, no basta ser contratados, haya que trabajar por lo
menos un momento en la viña (Iglesia).
Respecto al trabajo que es un don de dios; ¿Cómo estamos de
trabajo? ¿Muchos no tienen trabajo verdad? ¿Somos de los que pasan el día
entero en la plaza sin hacer nada y esperando ser contratados? ¿Somos de los
que a primera hora ya fuimos contratados? O ¿Somos de los fueron
contratados a medio día? O más bien ¿Somos de los que no hacemos nada por
buscar trabajo? Recuerda que el trabajo no nos buscará, nosotros tenemos que
buscar el trabajo. Al respecto san Pablo decía: “El que no quiera trabajar, que
no coma. Nos hemos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no
hacen nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en
el Señor Jesucristo que trabajen con sosiego para ganarse su pan. En cuanto a
ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” (II Tes 3,10 -13).
En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a todos a trabajar.
En la viña del Señor hay trabajo abundante para todos y todos estamos
invitados. Ya no somos nosotros los que pedimos trabajo sino que el Señor nos
lo está ofreciendo porque aquí en la viña del Señor hay mucho que hacer, o sino
recordemos aquel pedido del Señor: “Al ver a la multitud, tuvo compasión,
porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces
dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha"
(Mt 9,36-38).
Es posible que, no sepamos cómo y dónde trabajar para la
viña del Señor y para ganarnos el denario de la Jornada (Mt 20,8). El denario
no se nos va a regalar a nadie, por ganarnos este denario debemos si o si
trabajar en la viña del Señor. ¿Por qué es importante merecer el denario?
Porque el denario de esta parábola nos describe que es el cheque o pasaporte
que nos servirá para entrar un día sin falta en el reino de los cielos y gozar
de este seguro de vida, un gozo que no tiene fin, sino que es el seguro de toda
la vida en el cielo. Ya nos dijo el Señor: “El Hijo del hombre vendrá en la
gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y pagará a cada uno de acuerdo a su
trabajo” (Mt 16,27). La paga consiste en obtener el pase para entrar en el
Reino de Dios (salvación).
Cada uno hemos recibido diferentes dones o talentos los
cuales nos sirven para ganarnos el denario; así nos describe Jesús en este
episodio: “El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de
viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco
talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y
después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a
negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos,
ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero
de su señor…” (Mt 25,14-20). San Pablo nos manifiesta: “En la Iglesia, hay
algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en
segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Efesios Después
vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don
de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso
todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros?
¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de
interpretarlas?” (I Cor 12,27-30). Estos dones que el Señor nos dio, sirven
para ganarnos el talento en la viña del Señor. Y de ellas daremos también un
día cuentas: “Aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado
menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le
confió mucho, se le exigirá” (Lc 12,48).
Vivimos en una sociedad de “produce y consume”. Una sociedad
de Tarjetas y depósitos e intereses. Una sociedad así difícilmente entiende lo
que es la gratuidad (amor). Una sociedad que, aunque nos duela, está ahí
condicionando nuestra mentalidad. ¿Por qué fulano gana tanto y yo gano menos?
La parábola que nos presenta el Evangelio hoy nos habla de eso. ¿Por qué los
últimos han de ganar tanto como nosotros los primeros? ¿Por qué a los últimos
se les ha de pagar lo mismo que a los primeros? (Mt 20,12). Y los mismos
discípulos como Pedro tuvieron problemas, y sino recordemos este impase: “Jesús
comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de
parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a
reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate de mi vista, Satanás! Tú
eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los
de los hombres" (Mt 16,21-23). Es decir, queremos ganar el denario sin
casi hacer nada, o buscamos un camino fácil para el llegar al cielo: “Ese modo
de hablar es duro quien puede hacerle caso, murmuraron contra Jesús. ¿Jesús
les dijo Uds. también quieren irse? Pedro dijo: Señor a quien iremos tu
tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,60-67).
Muchas veces creemos a Dios desde lo que nosotros entendemos
y hacemos, no desde la gratuidad y comprensión del corazón de Dios (fe).
Medimos el corazón de Dios, desde la pequeñez nuestro. La gratuidad no está en
contradicción con la justicia. A los primeros los contrató por un denario. Por
los últimos Dios siente compasión de que nadie les haya querido contratar y
ahora en su generosidad y gratuidad les paga lo mismo. Cumple con la justicia
de pagar lo convenido. Pero eso, no impide que su corazón se deje llevar de la
gratuidad (Mt 20, 15). Es difícil creer en la gratuidad, es difícil aceptar la
gratuidad, cuando nuestro corazón está lleno de intereses y egoísmos personales
(Mt 20,12).
Unos han encontrado a Dios al comienzo de su vida (Mt 20,1),
otros lo han encontrado ya de mayores y hasta de ancianos (Mt 20,7). Dios les ofrece
la misma salvación, les ofrece la misma vida eterna, les ofrece el mismo cielo.
¿Vamos a culpar por esto a Dios como aquel que se encontró con un amigo que
vivió como le dio la gana y al final se salvó? ¡Si al final los dos estamos
aquí juntos!” Y es que la salvación es pura gratuidad (amor), es cosa de Dios,
no es asunto nuestro. Recordemos este ejemplo: “El buen ladrón desde la cruz
dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el
Paraíso" (Lc 23,42-43). Ahora Jesús lo dijo: “¿No tengo derecho a disponer
de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así,
los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos" (Mt
20,15-16).