sábado, 20 de julio de 2013

DOMINGO XVI - C (21 de Julio de 2013)




DOMINGO 16 - C (21 de julio del 2013)

San Lucas 10,38 - 42:

En aquel tiempo, Jesús yendo de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude." Le respondió el Señor: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada." PALABRA DE DIOS.

REFELXION:

Estimados hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.

El evangelio de este domingo nos reporta varias ideas: Jesús entra en casa de unos amigos donde pareciera que no viven sino dos hermanas, hecho que nos sugiere un ámbito familiar. En segundo lugar, trae a colación la idea de la dignidad de la mujer; en aquel entonces las mujeres estaban prohibidas de sentarse a escuchar a los maestros. En tercer lugar, acuña idea de la ternura de Jesús para con la mujer; ningún hombre de aquel tiempo respondería con la ternura y suavidad de Jesús a Marta que se queja: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude."(Lc 10,40). Y en cuarto lugar nos sugiere la idea de la prioridad entre el hacer y escuchar: "María ha elegido la parte buena, que no le será quitada."

1.- Ámbito familiar: Conviene recordar aquella cita en la que Jesús se muestra como amigo fiel: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Jn 15,12-15). Y ampliando el panorama del ámbito familiar en el ámbito amical nos topamos con aquella cita: “Él les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre” (Mc. 3,33-35). Por tanto y sabemos con qué confianza visita Jesús a la casa de Marta y María.

El episodio del evangelio de hoy, la casa de los amigos de Jesús nos sitúa en Betania: “Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Esta María era la misma que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el enfermo. Las dos hermanas mandaron a decir a Jesús: Señor, el que tú amas está enfermo. Al oírlo Jesús, dijo: Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para gloria de Dios, y el Hijo del Hombre será glorificado por ella. Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn 11,1-5). Por lo visto esta casa visitada por Jesús es una casa de frecuente visita, de ahí que incluso se ve a Jesús que lloró por su amigo lázaro cuando murió: “Al llegar María a donde estaba Jesús, en cuanto lo vio, cayó a sus pies y le dijo: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Al ver Jesús el llanto de María y de todos los judíos que estaban con ella, su espíritu se conmovió profundamente y se turbó. Y preguntó: ¿Dónde lo han puesto? Le contestaron: «Señor, ven a ver.»  Y Jesús lloró. Los judíos decían: ¡Miren cómo lo amaba!” (Jn 11,32-36).

2.- La dignidad de la mujer: ¿Estará Jesús criticando el servicio de Marta? Pero si todo el Evangelio es una invitación a servir a los demás. ¿No estará más bien rescatando a la mujer de vivir encerrada en los quehaceres, reduciendo la misión de la mujer a los menesteres de la cocina? ¿No estará Jesús demostrando que también la mujer tiene derecho a sentarse, a respirar, a darse un descanso y regalarse un espacio a sí misma? Recordemos el episodio de la ley que mata a pedradas solo a la mujer que comete adulterio y no dice nada del adúltero  “Los fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú ¿qué dices? Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra” (Jn 8, 4-7). Y todos se retiraron avergonzados porque nadie tenía conciencia limpia y luego dijo a la mujer: “Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, señor. Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar más” (Jn 8,10-11). Como es de verse, es Jesús el primero en salir en defensa de la mujer y devolver su dignidad.

3.- Ternura de Jesús para con la mujer: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10,42). Todos tenemos este privilegio de hallar en Jesús la fuente de esa fortaleza espiritual que tanto buscamos tanto varones y mujeres, pues Jesús nos llama a todos a acercarnos a él si estamos fatigado o cansados: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt 11,28-30).

Servicio y escucha son los dos ejes del Evangelio. Ambos son igualmente necesarios. Claro, que antes de hacer es preciso escuchar. Antes de hablar de Dios hay que escuchar a Dios. Antes de hablar de los hombres hay que escuchar a los hombres. No para quedarnos siempre sentados, sino para que luego vayamos a servirles. El trabajo es necesario. En el Evangelio no tienen cabida los vagos que no saben sino ver televisión y sus telenovelas. Dice San Pablo: “Quien no trabaja que no coma” (ITes. 3,10). Pero el trabajo tiene que ser planificado. Los quehaceres nos cansan, pero no podemos caer en el nerviosismo que, como decimos hoy, nos lleva a vivir estresados, nerviosos, porque las tensiones nerviosas nos quitan la paz y además hacen difícil la convivencia.

Todos necesitamos de tiempo para trabajar, pero también necesitamos de tiempo para estar con nosotros mismos y de estar también escuchando a Dios. De lo contrario, terminamos vaciándonos por dentro. Como alguien ha escrito: "Derecho a sentarse." Caminar, sí; pero descansar también. Quien no sabe descansar se desgasta trabajando.

4.- Prioridad entre el hacer y escuchar: Dijo Jesús: “María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10,42).  Además de eso, Jesús ya nos ha dicho: “Uds. son mis amigos, si escuchan y cumplen lo que les mando” ( Jn. 15,14). Y es más, sin la escucha a la palabra de Dios, siempre tendremos necesidades y puede pasarnos como paso en el inicio a los apóstoles: “Cuando terminó de hablar, dijo Jesús a Simón: Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar. Simón respondió: Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes. Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían” (Lc.5,4-6).

El domingo tiene que ser el día en que tenemos que sentarnos como María a los pies de Jesús para escuchar su palabra y en esa escucha hallaremos fuerzas para hallar el pan de cada día en el trabajo pero eso será posible para los humildes y sencillos de corazón: “En aquella ocasión Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer” (Mt  11,25-27).

En el evangelio de hoy, lo que Jesús corrige no es el servicio de la cocina, sino el nerviosismo y, por tanto, la pérdida del humor. En tal sentido Jesús destaca dos cosas. Ciertamente que lo primero y más importante es "descansar y escuchar" porque sólo así podremos luego trabajar con tranquilidad y serenidad y no como sucede con frecuencia con los nervios a flor de piel. Más que de superioridades entre servicio y escuchar, lo que Jesús quiere hacernos ver es solo cuestión de prioridades. Escuchar es esencial, pero también es esencial el servicio. El hacer es importante, pero el descansar también. Esto es válido en todos los campos de la vida: como padres, como esposos, como personas, como jefes y, ¿sabes?, también como sacerdotes o religiosos.

Es tan importante el escuchar porque si no escuchas a tu esposa, por ejemplo ¿qué sabes de sus sentimientos y de qué le vas a hablar? Si no escuchas a tus hijos, sus problemas, sus necesidades, no te quejes de que luego no quieran ellos escucharte a ti. Si no conoces los problemas de la gente, ¿de qué les vamos a hablar? ¿Sólo de fútbol? Y esto es válido para todos y es esencial. Porque si yo como religioso o sacerdote no escucho primero a Dios, ¿qué les puedo decir de Dios a los fieles? Si yo no tengo tiempo para escuchar a Dios, ¿de qué lleno mi corazón y mi vocación? Si no escucho primero a Dios hablaré de mis ideas, pero no de lo que Él quiere que hable.

El gran peligro de hoy es que todos estamos tan ocupados que no tenemos tiempo para escuchar a nadie. No tenemos tiempo para escuchar a Dios y muchos lo escuchamos ya cuando estamos tan cansados que nos quedamos dormidos. ¿Quién tiene tiempo para escucharse a sí mismo? Porque no me digan que dentro de nosotros tenemos muchas voces que es preciso que escuchemos. Hay demasiados que llevan los auriculares en las orejas todo el día y son sordos a las voces que llevan dentro. ¿Quién tiene tiempo para escuchar serena y tranquilamente a los demás. Preguntemos a los maridos de cuánto tiempo disponen cada día para escuchar a sus esposas, preguntemos a los padres cuánto tiempo tienen para dedicarse sentados a escuchar a sus hijos.

Poco valor tendrà las cosas que traemos a casa, si nosotros somos unos ausentes. Esposas que tienen dinero, pero no tienen marido porque está metido en sus "horas extras". Nadie pondrá en duda la necesidad del dinero, pero sí es posible que pongamos en duda el valor del tiempo que invertimos escuchando a los nuestros. Cuando no tengas tiempo para nada, busca tiempo para ti. Cuando no tengas tiempo para hacer todo lo que tienes que hacer, deja de hacerlo y regálate un tiempo para ti para encontrarte contigo, con tu esposa,tus hijos y ahora también con tus nietos. 

Hoy en día se escucha con frecuencia a la gente: "No tengo tiempo y por eso no voy a misa". Yo diría no tiene tiempo el que no quiere y como tenemos tiempo para la fiesta del amigo o vecino y la novela y luego decimos que no tenemos tiempo para ir a la Misa en el domingo. Además necesitamos vivir de prioridades, de lo contrario lo accidental y secundario termina por comernos vivos. He aprendido a disponer siempre de espacios de silencio y escucha. De lo contrario, me vacío.  Hay gente que anda sin tiempo para Dios. `

En el mensaje del evangelio de hoy no hay líos de hermanas. Jesús no entró en la casa de Betania para crear problemas entre hermanas. Se trata más bien de clarificar prioridades. Y decimos prioridades y contraposiciones. Que el servicio es bueno, nadie lo pone en duda, hasta Jesús mismo dijo que "Él había venido a servir y no ser servido". Que el aroma que sale de los pucheros donde se cocina el almuerzo es bueno, tampoco nadie lo duda, hasta es posible que Jesús pensase: "Hoy tenemos buen almuerzo." Que el escuchar es bueno, tampoco está en duda. Todas esas cosas son necesarias y forman parte de la vida diaria. No conozco quien quiera pasarse el día escuchando con el estómago vacío, pero tampoco conozco quien piense que todo se soluciona llenando el estómago.

Lo que Jesús nos quiere decir son varias cosas. Es necesario el hacer, el comprometerse, el cocinar, el arar, el pasarse el día trabajando. Eso es necesario, pero no esencial. Que a nivel de fe, todo comienza por escuchar a Dios, también escucharnos a nosotros mismo, y escuchar a los demás.









domingo, 14 de julio de 2013

DOMINGO XV - C (14 de Julio)



DOMINGO 15 - C (14 de julio del 2013)

San Lucas 10,25 - 37

En aquel tiempo, un maestro de la Ley le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para tener en herencia vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?" Respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. "Le dijo entonces: "Bien has respondido. Haz eso y vivirás."

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: "Y ¿quién es mi prójimo?" Jesús respondió: "Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.

Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?" Él dijo: "El que practicó la misericordia con él." Le dijo Jesús: "Vete y haz tú lo mismo." PALABRA DEL SEÑOR

 COMENTARIO:

Muy estimados hermanos(as) en el Señor, Paz y Bien:

La parábola del buen samaritano que acabamos de escuchar me trae a la memoria la experiencia de vida de Sam Francisco de Asís: “Después, el santo enamorado de la perfecta humildad se fue a donde los leprosos; vivía con ellos y servía a todos por Dios con extremada delicadeza: lavaba sus cuerpos infectos y curaba sus úlceras purulentas, según él mismo lo refiere en el testamento: «Como estaba en pecado, me parecía muy amargo ver leprosos; pero el Señor me condujo en medio de ellos y practiqué con ellos la misericordia» (Test 1-2). En efecto, tan repugnante le había sido la visión de los leprosos, como él decía, que en sus años de vanidades, al divisar de lejos, a unas dos millas, sus casetas, se tapaba la nariz con las manos. Mas una vez que, por gracia y virtud del Altísimo, comenzó a tener santos y provechosos pensamientos, mientras aún permanecía en el siglo, se topó cierto día con un leproso, y, superándose a sí mismo, se llegó a él y le dio un beso. Desde este momento comenzó a tenerse más y más en menos, hasta que, por la misericordia del Redentor, consiguió la total victoria sobre sí mismo. También favorecía, aun viviendo en el siglo y siguiendo sus máximas, a otros necesitados, alargándoles, a los que nada tenían, su mano generosa, y a los afligidos, el afecto de su corazón. Pero en cierta ocasión le sucedió, contra su modo habitual de ser -porque era en extremo cortés-, que despidió de malas formas a un pobre que le pedía limosna; en seguida, arrepentido, comenzó a recriminarse dentro de sí, diciendo que negar lo que se pide a quien pide en nombre de tan gran Rey, es digno de todo vituperio y de todo deshonor. Entonces tomó la determinación de no negar, en cuanto pudiese, nada a nadie que le pidiese en nombre de Dios. Lo cumplió con toda diligencia, hasta el punto de llegar a darse él mismo todo en cualquier forma, poniendo en práctica, antes de predicarlo, el consejo evangélico” (Vida I de Tomas de Celano Cap. VII, 17).

Esos hombres apaleados por los ladrones del evangelio de hoy, esos leprosos en los que Jesús sigue siendo injustamente crucificados por la miseria humana y en el que San Francisco encontró a Jesús sufriente, esos heridos y golpeados por la vida y la miseria y la enfermedad con quienes nos solemos topar en la calle hoy nos tiene que interpelar si o si y preguntarnos qué actitud asumo ante la necesitad de aquel que requiere una urgente ayuda y auxilio, teniendo en cuenta que tú eres la mano de Dios desde el día de tu bautismo y te dice Dios: “Tu eres mi hijo, yo te he engendrado” (Lc.3,22). Como nos portamos ante la necesidad del prójimo? Somos como el sacerdote indiferente del evangelio? Somos como el levita también indiferente o somos como el buen samaritano del evangelio, y como el Buen pobre de Asís quien en el beso al leproso supo toparse con el mismo Jesús que sufre?

Ante cruentas realidades y las necesidades de ayuda las bonitas palabras no tienen sentido por eso Jesús presenta la verdad de nuestra fe, de nuestra religiosidad y de la misma Iglesia situada en un contexto real. Lucas dice muy finamente que por allí pasan "casualmente" un sacerdote y un levita, se ve que no era normalmente su camino porque su camino era el del templo, hasta es posible que viniesen del Templo. Sacerdote y levita al verlo al herido "dan un rodeo", es decir, cierran los ojos o miran a otra parte. Es una manera gráfica de expresar que el que sufre no existe para ellos. Ellos viven otra realidad, la del templo, la de la ley. Viven encerrados posiblemente en sus rezos.

Pero ahí está un samaritano que apesta por ser un pagano, ese está de viaje. No viene del templo, va a sus negocios o a solucionar alguno de sus problemas. Pero éste sí tiene ojos y tiene ojos en el corazón porque "sintió lástima", "se acercó, le vendó las heridas, lo monta en su cabalgadura y lo lleva a una posada" donde puedan atenderle mejor. Mete la mano al bolsillo y paga los gastos.

Es una parábola que de hecho nos interpela para los que viven la religión de la ley y del Templo. La gente religiosa no tiene ojos porque no tiene sensibilidad en el corazón ante el sufrimiento humano, es una religiosidad a la que no importa el dolor y el sufrimiento. Al respecto dice el apóstol Santiago: “Si alguno se cree muy religioso, pero no controla sus palabras, se engaña a sí mismo y su religión no vale. La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo” (Stgo. 1,26-27).

Incluso el letrado del evangelio que pregunta a Jesús demuestra que sabe mucho de la ley, pero no sabe quién es realmente su prójimo. Sabe mucho de Dios, pero ignora quién pueda ser su prójimo. Una religiosidad de la indiferencia ante los demás. Una religiosidad que no tiene ojos para ver al que sufre. Como contraste, un samaritano, un pagano, uno que no sabe nada del Templo y de Dios tiene "entrañas de compasión". Para colmo, Jesús le dice al letrado: "que también él haga lo mismo." Que sea no como su gente del templo, sino que sea como ese pagano. ¡También fuera de la Iglesia puede haber mucho corazón, mucha solidaridad, mucha bondad! Hay que estar atentos a lo que hacemos. Pues Dios no es de bonitas palabras sino sobre todo misericordia y caridad: “la fe sin obras es una fe muerta” (Stgo 2,17).

El Maestro de la Ley, queriendo buscar justificaciones, le hace a Jesús una pregunta: "¿Quién es mi prójimo?" La pregunta puede tener sentido, ya que en aquel entonces el concepto de prójimo, como dice Benedicto XVI, "se refería esencialmente a los conciudadanos y a los extranjeros que se establecían en la tierra de Israel". Digamos que el concepto de prójimo estaba demarcado más por la geografía que por los sentimientos del corazón.

Por eso, el Papa nos ofrece una definición del prójimo mucho más viva, más cordial, más íntima cuando escribe: "Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar." El concepto de prójimo no puede ser algo abstracto y genérico. El prójimo sin rostro no es prójimo. Al prójimo hay que ponerle rostro, por eso puede "ser cualquiera". El concepto de prójimo no lo definen las distancias, ni la geografía, ni la cultura. Lo que define al prójimo es "alguien que tenga necesidad y que yo pueda ayudar". No importa si es de aquí o de allí. No importa el color que tenga.

Por eso mismo, la idea de prójimo "se universaliza", aunque siempre tiene rostro concreto. Nuestra actitud para con el prójimo tampoco puede ser genérica y abstracta. El prójimo "requiere mi compromiso práctico aquí y ahora". Por eso mismo, añade el Papa Benedicto XVI: "La Iglesia tiene siempre el deber de interpretar cada vez esta relación de entre lejanía y proximidad, con vistas a la vida práctica de sus miembros." (DC 15)

Prójimo no son solo los míos o mis amistades. El amor al prójimo es tan universal como el amor de Dios. El prójimo se mide y valora ante todo como persona y luego por sus necesidades. Son las necesidades las que nos hace fijarnos en él. Son las necesidades las que nos hacen detenernos en nuestras prisas para fijarnos en él. Esa es la actitud del buen Samaritano.

Hay dos rasgos fundamentales cuando hablamos del prójimo. La primera, que el mismo Jesús se identifica con él: "Tuve hambre, sed, estuve desnudo, en la cárcel, enfermo, viejo, y me visitasteis." El prójimo es como la encarnación de Jesús sin nombre y anónima. La segunda, es la relación tan íntima del prójimo con Dios hasta el punto de que Jesús anuncia el primer mandamiento, pero añadiéndole el segundo del amor al prójimo. No hay amor a Dios donde no hay amor al prójimo, como tampoco hay amor al prójimo que no sea a la vez amor a Dios. De ahí que el Papa Benedicto XVI tenga una frase que lo dice y expresa todo: "Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí; en el más humilde encontramos a Jesús y en Jesús encontramos a Dios."

Nuestra experiencia nos lo dice. Con frecuencia creemos amar a Dios, por más que no queramos saber nada con nuestro prójimo. Incluso podemos confesarnos de un montón de tonterías, pero sin que nuestro corazón se reconcilie con el prójimo. El amor de Dios y el odio o resentimiento son irreconciliables. San Juan es bien explícito al respeto: "Quien dice amar a Dios y aborrece al hermano, es un mentiroso; pues no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve". (I Jn 4,20) Lo primero es primero: Dios. Es que si en mi corazón no existe el amor de Dios, difícilmente podré amar al prójimo. El amor al prójimo brota del mismo amor de Dios y es más, lo expresa.

En su Encíclica, Benedicto XVI lo expresa muy bien: "Lo que se subraya es la inseparabilidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad un mentira si el hombre se cierra a su prójimo o incluso lo odia." Además, añade una frase digna de pensarla: "Cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios." No podemos darnos vuelta en la esquina para no encontrarnos con el prójimo porque sería dar vuelta a la esquina para no encontrarnos con Dios. No nos equivoquemos, el amor al prójimo es como el termómetro que mide la temperatura de nuestro amor a Dios. Por mucho que digamos, en tanto llevemos muerto en nuestro corazón al prójimo no vivirá Dios en él. Hasta es posible que muchas de nuestras oraciones terminen siendo inútiles porque oramos desde un corazón que no ama y se niega a atender al prójimo.

Resumiendo con nuestra reflexión traemos en recuerdo aquella gran profecía mesiánica: “Dios dijo: Los sacaré de las naciones, los reuniré de entre los pueblos y los traeré de vuelta a su tierra. Los rociaré con un agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos, que observen mis leyes y que las pongan en práctica” (Ez. 36,24-27). Esta profecía tiene su cumplimiento como acto de caridad de Dios para con toda la humanidad en su Hijo Cristo Jesús quien se ha portado como el buen samaritano al darnos una gran ayuda de auxilio en nuestra salvación. San Juan lo dice: “Tanto amó Dios al mundo le dio a su Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él” (Jn. 3,16-17).


CANCIÓN FRANCISCANA DEL "HERMANO LOBO"