V DOMINGO DE CUARESMA – B (17 de Marzo de 2024).
Proclamcion del santo evangelio según San Juan:
12,20-33:
12:20 Entre los que habían subido para adorar durante
la fiesta, había unos griegos
12:21 que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea,
y le dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús".
12:22 Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron
a Jesús.
12:23 Él les respondió: "Ha llegado la hora en que el
Hijo del hombre va a ser glorificado.
12:24 Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la
tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
12:25 El que tiene apego a su vida la perderá; y
el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida
eterna.
12:26 El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté,
estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
12:27 Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: "Padre,
líbrame de esta hora"? ¡Si para eso he llegado a esta hora!
12:28 ¡Padre, glorifica tu Nombre!" Entonces se oyó una
voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar".
12:29 La multitud que estaba presente y oyó estas palabras,
pensaba que era un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel".
12:30 Jesús respondió: "Esta voz no se oyó por mí, sino
por ustedes.
12:31 Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el
Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
12:32 y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí".
12:33 Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Hemos escuchado en la primera lectura cómo el profeta
Jeremías, después de haber sufrido por la ruina de su pueblo, Israel, con el
destierro a Babilonia, ahora de parte de Dios, anuncia, por primera vez en todo
el Antiguo Testamento, una Nueva Alianza. "Miren que llegan días en que
haré con la casa de Israel y la cada de Judá una alianza Nueva". Dios
sigue fiel a su promesa y a su Alianza: "Yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo". A pesar de la dureza del corazón de su pueblo, Dios no le abandona.
Por sus profetas le va conduciendo, le va exhortando a la conversión.
“Meteré mi ley en su corazon”: Una «nueva alianza» ha sido
sellada por Dios, después de que la primera fuera «quebrantada». Mientras la
soberanía de Dios era ante todo una soberanía basada en el poder -el Seńor
había sacado a los israelitas de Egipto «tomándolos de la mano»- y los hombres
no poseían una visión interior de la esencia del amor de Dios, era difícil, por
no decir imposible, permanecer fiel a la alianza. Para ellos el amor que se les
exigía era en cierto modo como un mandamiento, como una ley, y los hombres
siempre propenden a transgredir las leyes para demostrar que son más fuertes
que ellas. Pero cuando la ley del amor está dentro de sus corazones y aprenden
a comprender desde dentro que Dios es amor, entonces la alianza se convierte en
algo totalmente distinto, en una realidad interior, íntima; cada hombre la
comprende ahora desde dentro, nadie tiene necesidad de aprenderla de otro, como
se aprende en la escuela: «Todos me conocerán, desde el pequeńo al grande».
Esta alianza es nueva, no solamente porque es otra, una
segunda, sino porque se diferencia esencialmente de la primera. żEn qué
consiste la novedad de esta alianza que vendrá ? La respuesta nos la da el
mismo Jeremías en un texto que puede ser considerado como de los más sublimes
del Antiguo Testamento; texto que, por otra parte, inspirará gran parte del
Nuevo.
Estas son las características de la Nueva
Alianza” (Jr 31,33). «Pondré mi Ley en su interior
y la escribiré en sus corazones. » El creyente aceptará la palabra divina como
algo propio, como el hijo que vive la palabra del padre con quien se
identifica. Interiorizar la Ley es asumir la obediencia perfecta al Padre, tal
como la segunda lectura de hoy dice de Cristo. La palabra de Dios no es
obedecida (escuchada) como algo impuesto por la autoridad, sino que es
escuchada por el corazón. El creyente hace suyos los pensamientos y los actos
de Dios.
La Alianza que anuncia Jeremías será más perfecta, más
interior. No quedará grabada, como la de Moisés, en unas tablas de piedra:
"Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones".
"Todos me conocerán, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus
pecados".
Por eso el salmo nos ha hecho pedir: "Oh Dios, crea en
mí un corazón nuevo.". La Alianza, como el amor y la amistad, no se quedan
en gestos exteriores, sino que piden una actitud interior, profunda.
A Cristo le costó lágrimas y sangre la Nueva Alianza. Lo que
el profeta Jeremías intuyó desde la penumbra del Antiguo Testamento, nosotros
lo vemos ya cumplido plenamente en Cristo Jesús. La Nueva Alianza la selló El
con su Sangre en la Cruz.
Las lecturas de hoy nos dicen lo que le costó. Sería una
falsa imagen de Jesús el imaginarlo como un superhombre, impasible, estoico,
por encima de todo sentimiento de dolor o de miedo, de duda o de crisis. Juan,
en el evangelio, nos ha dicho cómo Jesús, instintivamente, pedía a Dios que le
librara de la muerte, aunque luego él mismo recapacitó y pidió que se cumpliera
la voluntad del Padre. Y en la carta a los Hebreos hemos leído detalles que no
constan en el evangelio: Cristo, ante la muerte, pidió ser librado de ella con
lágrimas y gritos.
Sólo puede extrańar esto a los que no han entendido la
profundidad de su comunión y su solidaridad con los hombres. Tenemos un
mediador, un Pontífice, que no es extrańo a nuestra historia, que sabe
comprender nuestros peores momentos y nuestras experiencias de dolor, de duda y
de fatiga. Lo ha experimentado en su propia carne. Y así es como ha realizado
entre Dios y la Humanidad la definitiva Alianza.
Obedeciendo, solidarizándose hasta la cruz. haciendo suyo el
castigo por nuestro pecado, "se ha convertido para todos los que le
obedecen en autor de salvación eterna" (Hebreos).
-El grano de trigo que muere y así da fruto: Pero todo esto
no es la última palabra. Este amor total hasta la muerte tiene un sentido
positivo. El mismo Jesús nos ha presentado una imagen muy expresiva: "Si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da
mucho fruto". Ese es el camino de la salvación que Cristo nos ha conseguido.
Como es el camino de todas las cosas que valen la pena.
Nos estamos acercando a la Semana Santa y la Pascua. Contemplamos
esta figura de Cristo caminando hacia su Cruz y dispongámonos a incorporarnos
también nosotros al mismo movimiento de su Pascua: muerte y vida, renuncia y
novedad.
Nos ha dicho: "El que quiera servirme, que me siga, y
donde esté yo, allí también estará mi servidor. El que se ama a sí mismo, se
pierde". Celebrar la Pascua supone renunciar a lo viejo y abrazar con
decisión lo nuevo. La novedad de vida que Cristo nos quiere comunicar.
Esto supone lucha. Esto comporta muchas veces dolor,
sacrificio, conversión de caminos que no son pascuales, que no son conformes a
la Alianza con Dios. El mejor fruto de la Pascua es que nuestra fe, tanto a
nivel personal como comunitario, se haga más profunda y convencida, y que
cambie el estilo de nuestra vida.
Cuando hoy escuchemos en la Eucaristía lo que el sacerdote
dice del cáliz de vino: "este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la
Alianza nueva y eterna", recordemos lo que anunciaba Jeremías, y que se ha
consumado en la Cruz de Cristo. De esa Alianza participamos cada vez que
acudimos a comulgar. La Eucaristía es cada vez una Pascua concentrada: EU/PAS:
Cristo mismo ha querido en ella hacernos partícipes de toda la fuerza salvadora
de su entrega en la Cruz.