sábado, 29 de noviembre de 2014

DOMINGO DE ADVIENTO I - B (30 de Noviembre del 2014)


DOMINGO I DE ADVIENTO – B (30 de Noviembre del 2014)

Proclamación del Santo Evangelio según San Marcos 13,33-37:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén vigilantes!" PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien en el Señor.

Con este primer domingo de adviento comenzamos el año nuevo litúrgico, ciclo B ya que el año que pasó el ciclo A hemos leído el Evangelio de San Mateo, el evangelio más amplio de todos (28 capítulos), en este año nuevo litúrgico (2015) que es el ciclo B, leeremos y reflexionaremos el evangelio de san Marcos (16 capítulos). El pasaje escogido para este primer domingo de Adviento es la conclusión del discurso final de Jesús, en el cual los discípulos son invitados a la perseverancia en la espera de la venida del Hijo. Recordemos que la primera venida del Hijo, Cristo Jesús, vino para invitarnos al reino de Dios y al inicio de todo decía: “El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios está cerca conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). Y Jesús al final se despedía y decía: “No se pongan tristes. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes” (Jn 14,1-3). ¿Cómo esperar su segunda venida? A esta inquietud es lo que responde el evangelio de hoy Mc 13,33-37.

La “venida” del Señor que en griego significa “Parusía” y del que San pablo hace amplia referencia, así por ejemplo nos lo dice: “Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre” (I Tes 4,15-17; 1 Cor 15, 51-52). La Parusía es interpretada como el “retorno” del Señor. Esto se comprende bien en el pasaje de hoy, donde se habla del retorno de un dueño de casa que se ha ido de viaje después de haberle confiado a sus servidores diversos encargos Mc 13,34). Pero hay una realidad más profunda detrás de este lenguaje simbólico. Se trata del hecho de vivir con confianza y perseverancia, apoyándose en la fidelidad de Dios, quien tiene el rostro de Jesús, el Hijo de Dios y Señor de la historia. Los cristianos no esperamos el “regreso” del Señor resucitado, sino que vivimos en la espera de su venida. Con este tema, damos el primer paso firme en nuestro itinerario del Adviento, tiempo de espera en vigilia.

1. El contexto del episodio Mc 13,33-37 nos ubica en la última gran lección de Jesús a sus discípulos. En el evangelio de Marcos, además de todas las enseñanzas que se encuentran dispersas por toda la obra, solamente hay dos grandes discursos de Jesús: el “discurso en parábolas” a la orilla del lago (Mc 4,3-32) y el llamado “discurso escatólógico” en el monte de los Olivos (Mc 13,5-37). El pasaje de hoy, es la conclusión del último discurso. La palabra que resalta es: “¡estar en vela!”. Estamos, ante una enseñanza fundamental del discipulado y este es el hilo conductor del evangelio de Marcos: El discipulado. En efecto, los discípulos deben estar vigilantes ante los peligros externos (los falsos profetas, la persecución Mt 10,19.22) y los peligros internos (perder de vista al Señor).

Al llegar a la última parte del discurso (Mc 13,28-37), Jesús cuenta dos parábolas: comienza con la parábola de la higuera (Mc 13,28-32) y termina con la parábola del patrón ausente (Mc 13,33-37). El tema de estas parábolas es la venida del Hijo del hombre. Las imágenes nos ponen ante situaciones de ausencia, pero ausencia eventual, en la expectativa del regreso: cuando se asoman las ramas tiernas de la higuera el verano todavía no ha llegado, pero se sabe que vendrá irremediablemente (Mc 13,28-32); cuando los empleados están encargados de la casa, el patrón todavía no está presente, pero a su tiempo él llegará para pedirles cuentas (Mc 13,33-37). Así se retoma la inquietud de los cuatro discípulos, Pedro, Santiago y Juan, quienes observando la belleza del Templo y ante la advertencia del Maestro de que éste llegaría a su fin, solicitaron: “Dinos cuándo sucederá eso, y cuál es la señal de que todas estas cosas están para cumplirse” (Mc 13,4). Jesús respondió: “De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el Padre” (Mc 13,32).

Con esta idea comienza el pasaje que vamos a considerar: no se sabe el tiempo de la “venida”. A los discípulos se les dice: “porque ignoran cuándo será el momento… porque no saben cuándo viene el dueño de la casa” (Mc 13,33b.35b). A la luz de esta realidad se fijan las posturas  para el discipulado: ¿cuál debe ser su actitud en el tiempo de la espera?

2. Profundización: 1) La exhortación (Mc 13,33); 2) Una comparación ilustrativa (Mc 13,34); 3) La aplicación de la comparación a la exhortación (Mc 13,35-36); 4) Repetición de la exhortación (Mc 13,37)

“Estén atentos y vigilantes, porque no saben cuándo será el momento” (Mc 13,33). Todo el discurso está atravesado por este tipo de llamados de atención. Esta es la cuarta y última vez que Jesús lo dice: “Miren que nadie les engañe” (Mc 13,5); “Mírense Uds mismos” (Mc 13,9); “Miren que los he advertido” (Mc 13,23); “Estén atentos…” (Mc 13,33). Y la manera concreta de ejercitar la atención en medio de las convulsiones de la historia y de la expectativa de la venida del Hijo del hombre es la vigilancia: “¡Vigilen!”.  Los discípulos deben percibir con mirada lúcida y aguda la venida del Señor en este tiempo en que no saben “cuándo será el momento”. ¿Qué es lo que Jesús pide en el mandato “velen”?

En el contexto “estar despiertos” era la actitud que la comunidad debía asumir mientras andaba por en medio del mundo realizando la tarea de la evangelización, una tarea dura en medio de las contradicciones y las amenazas que aparecían por el camino (Mc 13,9-12). Por eso, hasta que el Hijo del hombre no regrese triunfante al final de los tiempos para reunir a los elegidos, los discípulos no pueden bajar la guardia, debe estar siempre sobrios y vigilantes. En el contexto del pasaje, “velar” significa reconocer continuamente que uno es siervo y que tiene una responsabilidad con el patrón, que la vida de uno debe estar concentrada en función del encargo recibido y que hay que conducir un estilo de vida acorde con este comportamiento.

3. El Adviento: una gran vigilia aprendiendo a vivir “la noche”:
Los cristianos al esperar la venida de Jesús, el Señor resucitado, vivían con mayor intensidad esta espera, siempre estaban en tiempo de Adviento. Pero la vigilia tiene un gran valor espiritual. La “vigilia” no es un paliativo para olvidarse de los miedos o las preocupaciones de cada día. Todo lo contrario, la noche representa el tiempo de la crisis que provoca la soledad, que reaviva los temores y las angustias. La vigilia tiene aspectos y significados diversos: hay quien vela porque no consigue encontrar el equilibrio y la serenidad del sueño; también hay quien vela porque tiene una tarea urgente para el día siguiente y no cuenta con más tiempo; hay quien vela porque está en una fiesta hasta el amanecer. Hay padres de familia que velan esperando al cónyuge o al hijo fuera de casa; hay personas que velan esperando la muerte de un agonizante; hay quien vela porque está enfermo; hay quien vela trabajando por los demás.

La vigilancia se hace más intensa durante la noche, que es precisamente cuando se hacen más oscuros los significados y valores de la vida. Esperar la venida del Señor no aguardar pasivamente la solución de los problemas personales, familiares o sociales como un cambio espectacular que llega de repente. Un discípulo de Jesús sabe que cuenta con la fidelidad de Dios, quien se manifiesta en los signos de la historia y en cada encuentro cotidiano, donde es llamado a comprometer toda su responsabilidad.

Así se hacen válidas las palabras del Padre de la Iglesia, san Basilio, quien decía: “¿Qué es lo propio del cristiano? Velar cada día y cada hora, para estar pronto en el cumplir perfectamente lo que es agradable a Dios, sabiendo que a la hora que menos pensemos viene el Señor.


En Pocas palabras: “Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Jesús les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: "Está aquí" o "Está allí". Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Además Jesús agrega: “Si yo expulso a los demonios con el poder de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). La venida del hijo del hombre: la primera y la segunda comprende el Reino de Dios. La segunda venida será definitiva para estar con Dios para siempre, a esa expectativa nos pone hoy el evangelio, una espera vigilante (Mc 13,33-37).

viernes, 28 de noviembre de 2014

DOMINGO XXXIV - A (23 de Noviembre del 2014)


DOMINGO XXXIV – A (23 de Noviembre del 2014)

Proclamación del santo Evangelio según San Mateo: 25.31-46

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."

Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. "Entonces dirán también éstos: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»  PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

Recordemos lo que Jesús ya nos había dicho: “El hijo del hombre vendrá con la gloria de su padre, rodeado de sus ángeles y entonces recompensará a cada uno según su conducta” (Mt 16,27). Este episodio bien puede resumir el evangelio leído hoy. Pero ¿Cómo será esa venida y a qué vendrá el hijo? Pues, a esta respuesta hace referencia toda la enseñanza de hoy.

Puede distinguirse, una corta parábola del pastor que separa a las ovejas de los cabritos (Mt 25, 32-33) y una serie de palabras en las que Jesús se identifica con aquellos a quienes se ha hecho bien (Mt 25, 35-40, 42-45), palabras que pudieron ser en origen prolongación de Mt 10. 42 (Quien ofrezca una tasa de agua fresca a uno de mis pobres, no quedará sin recompensa).

a)La separación entre ovejas y cabritos (Mt 25,32-33) es una imagen tomada de las prácticas pastorales palestinas, según las cuales los pastores separan a los carneros de las cabras, ya que éstas, por ser más frágiles, requieren una mayor protección del frío. Es probable que Cristo quiera atribuirse tan solo, por medio de esta parábola, las funciones judiciales del pastor de Ez 34. 17-22. En este caso, desearía recordar que el "juicio" no será una separación entre judíos y no judíos, sino, tanto dentro como fuera del rebaño, una separación entre buenos y malos. El juicio no será ya ético, sino moral.

b)Mateo añade a esta parábola del pastor unas palabras de Cristo que debieron de ser pronunciadas en otro contexto. Se refieren ante todo a la acogida que hay que dar a los "pequeños" (Mt 25,40 y 45). En labios de Jesús, la palabra pequeños designa especialmente a los discípulos (sobre todo en Mt 10. 42 y 18. 6, probablemente en Mt 18. 14 y 18. 10). Se trata de quienes se hacen pequeños con vistas al Reino, que lo han abandonado todo para dedicarse a su misión. Esos pequeños se han hecho ahora grandes y están asociados al Señor para juzgar a las naciones y reconocer a quienes les han dado acogida (Mt 10. 40).

c) ¿Cabe la posibilidad de dar al pasaje de Mateo una interpretación más amplia y ver en los pequeños no sólo a los discípulos de Cristo, sino a todo pobre amado por sí mismo, sin conocimiento explícito de Dios? Parece que sí puede hacerse si se tiene en cuenta la insistencia del pasaje en torno al hecho de que los beneficiarios del Reino ignoran a Cristo, cosa apenas concebible por parte de personas que reciben a los discípulos y su mensaje. Además, las obras de misericordia enumeradas en los vv. 35-36 son precisamente las que la Escritura definía como signos de la proximidad del reino mesiánico (Lc 4. 18-20; Mt 11. 4-5) y sin limitarlas al beneficio exclusivo de los discípulos.

La caridad aparece como el instrumento esencial de la instauración del Reino de Dios (1 Co 13. 13).

En cualquier caso, lo que sí es cierto es que un cristiano del siglo XXI no puede marginar esta cuestión, sea o no sea la de Mateo. Cristo se presenta en ella, en efecto, no sólo como el Hijo del hombre esperado por los judíos, sino también como el pastor de Ezequiel: no quiere que el logro del Reino dependa de una pertenencia física al pueblo elegido, y trata de definir las condiciones en las que un extraño al pueblo elegido puede ser justificado. Ahora bien: está claro que Jesús no se detiene en el reconocimiento que el pagano podría adquirir respecto a Dios y a su Mesías: este conocimiento de Dios no es un criterio suficiente. Para él, el único criterio válido es la red relacional en la que el hombre se sitúa respecto a sus hermanos y especialmente a los más pobres de entre ellos, y este criterio se basta a sí mismo, vaya o no acompañado de un conocimiento explícito de Dios. Cristo propone, pues, un concepto profanizado del juicio de Dios; desacraliza la teología judía en este punto: el hombre hermano de los hombres realiza el reino mesiánico, puesto que su obrar, sea o no consciente, es de Dios.


En cierto sentido, hay dos pesos y dos medidas en el juicio de Dios según que recaiga sobre la humanidad en general o sobre los miembros del pueblo elegido. Los primeros darán cuenta de su esfuerzo en pro de un ser humano mejor; los segundos darán cuenta de su vigilancia, que consiste en ver la presencia de Dios en la red de las relaciones humanas. Sólo la fe da esa posibilidad. Los cristianos están obligados no menos que los otros hombres a amar a sus hermanos, pero la fe les obliga a significar la densidad divina contenida en esa fraternidad y a ser así, de antemano, los testigos de lo que se aclarará en el juicio, cuando Dios revele a todos los hombres su presencia y su acción en la fraternidad y su solidaridad.