IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 08 de Mayo de 2022)
Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30
10:27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me
siguen.
10:28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y
nadie las arrebatará de mis manos.
10:29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y
nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
10:30 El Padre y yo somos una sola cosa". PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me
siguen” (Jn 10,27). ¿Cuál es la verdadera voz de Dios?: La de Jesús, porque nos
ama y nos llama al amor. “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si
ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"( Jn 8,47). Él es
la Palabra de Dios. Este Hijo de Dios se hizo hombre (Jn 1,14) para dar a
conocer a Dios-Padre (Jn 1,18) y darnos vida en plenitud (Jn 10,10): la vida
eterna. ¿Cómo? “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor que da su vida por las
ovejas” (Jn 10,11).
El verbo «seguir» recuerda la idea del seguimiento de Jesús.
También aquí se trata una vez más de la familiaridad y estrecha conexión entre
pastor y rebaño (Amor). Ahora se subraya de nuevo que esa conexión consiste
esencialmente en que los creyentes, gracias a Jesús, llegan a ser partícipes de
la vida eterna y, por tanto, de la salvación; y que esa vida eterna constituye
una realidad definitiva y permanente. Nadie puede arrancar las ovejas del poder
de Jesús; con ello se dice también que nunca incurrirán en la perdición eterna.
Más bien la comunidad de vida con Jesús, fundada en la fe, tiene el carácter de
una validez duradera, definitiva y eterna. Esa validez definitiva tiene su
fundamento último más profundo en que es el propio Padre el que ha encomendado
las ovejas a Jesús (Jn 6,37s.44).
Dios que es amor (I Jn 4,8), se propone por el profeta este
proyecto amoroso: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé
de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas
dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares
donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre
los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y
las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los torrentes y en
todos los poblados del país. Las apacentaré en buenos pastizales y su lugar de
pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán en un buen
lugar de pastoreo, y se alimentarán con ricos pastos sobre las montañas de
Israel. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar- dice el
Señor-. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la
herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta”
(Ez 34,11-16). Dios viene hacia nosotros como buen pastor en su Hijo.
Jesús como buen pastor se preocupa de los más débiles, de
los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas. Nosotros
obtenemos la vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia
vida, teniendo una duradera y fructífera relación personal con él (Jn 15,1-17).
De esta forma nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios (Jn
1,12-13). Él nos habla. El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en
la escucha de una palabra, de un saludo (Jn 20,21), de una invitación (Jn
21,19). La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también
una relación divina.
Jesús ya había dicho: “Yo he venido para que tengan vida y
la tengan en abundancia” (10,10). Ahora Jesús muestra la contundencia de
dicha afirmación: “Nadie las arrebatará de mi mano...” (10,29). Con esto
Jesús nos asegura lo que ningún ser humano, ni siquiera con todo el cariño que
nos tenga ni con todos los cuidados que nos prodigue, podría prometernos: 1) la
vida eterna, 2) la defensa de todo mal y 3) la comunión indestructible.
Las palabras de Jesús en (Jn 10,27-30), tiene como trasfondo
la preciosa imagen del pastoreo de las ovejas, se centran todas ellas en la
descripción de la relación entre Él y todas las personas que le pertenecen,
esto es, todos aquellos que han entrado en el camino de la fe, confiando en Él
sus vidas. “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a
tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje,
al acostarte y al levantarte” (Dt 6,4-7).
Notemos las características de la relación con Jesús:
1) “Mis ovejas escuchan mi voz... y ellas me siguen” (Jn
10,27): Las dos acciones que caracterizan a un discípulo de Jesús son (a) la
escucha del Maestro y (b) el ejercicio del seguimiento, mediante la obediencia
a la Palabra. Pero es interesante leer esta misma frase desde la perspectiva de
Jesús. Jesús habla de “mis” ovejas. Les dice en primera persona. Las ovejas son
de Él, el Padre se las ha dado y el las cuida con amor
responsable. Decir que las ovejas son “suyas”, implica mucho.
Este “mis ovejas”, que luego se vuelve “me” (siguen), es
como una pequeña ventana que nos descubre el amplio panorama del estilo del
Pastor: Jesús, como buen pastor a quien el Padre le ha confiado sus ovejas,
vive toda su misión con una dedicación gratuita e incondicionada, en la disposición
de ofrecer la propia vida, dispuesto a afrontar la muerte, dispuesto a
exponerse en primera persona para salvar a sus ovejitas, dispuesto a tomar
sobre sus hombros el mal y las heridas provocadas por los lobos para impedir
que las ovejas le sean raptadas al Padre.
2) “Yo las conozco... Yo les doy vida eterna” (Jn 10,27-28):
Para Jesús no somos números en medio de una gran masa de gente, ¡no!
Jesús, más bien, nos identifica claramente en el cálido ámbito de una gran
familiaridad: conoce nuestra historia, nuestras dificultades, nuestros defectos
y todas las características de nuestra personalidad. Porque nos conoce nos
acepta como somos, nos quiere todavía más (Jn 10,14-15), y nos introduce dentro
de la relación todavía más profunda que habita su corazón: la amistad con el
Padre. Esta amistad es eterna. En ella nos ofrece una “vida eterna”. De aquí
deriva el sentido de responsabilidad propio del verdadero pastor: Jesús está
cercano a sus ovejas con premura, con atención, con paciencia, con delicadeza,
con una dedicación incansable hasta el don total de sí mismo sobre la Cruz,
para que las ovejas tengan vida.
3) “Mis ovejas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de
mi mano” (Jn 10,28): Ninguno de los que entra en este tipo de relación con
Jesús irá a la perdición ni podrá ser arrebatado de la mano de Jesús, porque Él
es Buen Pastor. Cuando hay amor nadie se quiere morir, más bien al
contrario: el amor pide eternidad. La relación con Jesús da vida y seguridad.
Para ello hace falta dejarnos pastorear por nuestro buen pastor siendo fieles
al rebaño que Jesús instituyo como Iglesia (Mt 16,18).