martes, 2 de diciembre de 2025

DOMINGO II DE ADVIENTO - A (07 de Diciembre del 2025)

 DOMINGO II DE ADVIENTO - A (07 de Diciembre del 2025)

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 3,1-12:

3,1 En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:

3,2 "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".

3,3 A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.

3,4 Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.

3,5 La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro,

3,6 y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

3,7 Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca?

3,8 Produzcan el fruto de una sincera conversión,

3,9 y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham.

3,10 El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

3,11 Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

3,12 Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados amigos en la fe Paz y Bien.

El domingo pasado hemos inaugurado este tiempo de adviento y en ella el Señor nos ha dicho: “De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada” (Mt 24,40). “Estén preparados, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor… preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada” (Mt 24,42-44). Estar preparados equivale: "Convertirse, porque el Reino de los Cielos está cerca" (Mt 3,2). “Producir el fruto de una sincera conversión” (Mt 3,8) que equivale llevar una vida de santidad (Lv20,26). El que se convierte y produce frutos de sincera conversión será llevado al cielo y el que no se convierte será dejado para el infierno. Este tiempo de adviento es el resumen de todo el tiempo de espera del Mesías que es el Antiguo Testamento, viene a llevarnos y está a la puerta: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3,20).

Dios dijo por el profeta: “Yo les voy a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres, para que yo no venga a castigar el país con el exterminio total (Mlq 3,23-24). Los discípulos preguntaron: "¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías? Él respondió: Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Así también harán padecer al Hijo del hombre. Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista (Mt 17,10-13).

"El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego (Infierno). Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible” (Mt 3,1-12).

 El Juicio y el Fuego de la Transformación: Hermanos y hermanas en Cristo, nos encontramos ante las palabras vibrantes y urgentes de Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo (3,1-12), un llamado a la conversión que resuena con una profundidad mística y profética. Este pasaje no es solo una advertencia, sino una revelación de la acción inminente de Dios en la historia y en el alma de cada uno.

"El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles" (Mt 3,10). Esta imagen es cruda y directa. No está en la rama, sino en la raíz, en lo más profundo de nuestra existencia, de donde surge nuestra vida, nuestras decisiones y nuestros frutos. El tiempo del mero "parecer" ha terminado. No basta con la herencia espiritual, con decir: "Tenemos a Abraham por padre". La gracia no es una póliza de seguro automático; requiere la fecundidad de una vida que se transforma: (Ez 36,26) que hace un hombre nuevo.

Místicamente, el hacha representa el Discernimiento Divino. Es la luz de la verdad que penetra hasta el fondo de nuestra alma, revelando la estructura de nuestro "árbol" interior. Está nuestra vida arraigada en el amor y la justicia, produciendo el fruto del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia (Gal 5,22), o está seca, consumida por el egoísmo, la indiferencia, y la falsedad. Si no hay fruto de la caridad, el corte es inevitable. Este juicio no es tardío, es inminente. Es la urgencia de vivir ahora en la verdad.

 La Superioridad de Cristo: Juan el Bautista se reconoce humildemente como el precursor, el que solo bautiza con agua para la conversión, para la limpieza exterior y el arrepentimiento. Pero la llegada del Mesías lo supera todo: "aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias" (Mt 3,11).

Jesús no trae solo arrepentimiento; trae poder y vida nueva. Él bautizará "en el Espíritu Santo y en el fuego". Aquí reside la clave mística.

El Espíritu Santo: Es el soplo de Dios, el principio de la vida divina infundida en nosotros (Gn 2,7). Es la fuerza que nos permite producir el fruto que de otra manera sería imposible. Es la unción que nos configura con Cristo.

El Fuego (Juicio y Purificación): Este fuego tiene una doble dimensión. Es el fuego del juicio que consume la paja (el pecado, el ego) y, al mismo tiempo, es el fuego purificador de la Presencia de Dios (como en el Sinaí o en Pentecostés). Es el amor de Dios que, por ser puro, arde. Nos quema y nos consume, no para destruirnos, sino para eliminar todo lo que no es esencial, para forjar el oro puro de un alma transformada. Es la acción mística de la gracia que nos santifica a través de las pruebas y la pasión.

 La era de la separación: La imagen final es la de la era, el lugar donde se trilla el grano: "Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible" (Mt 3,12).

Esta escena agrícola es un símbolo de la vida interior. La vida es nuestra era, donde el trigo (nuestra esencia, el bien obrado por la gracia) se mezcla con la paja (las vanidades, las excusas, el orgullo). La horquilla, en manos de Cristo, es el poder que separa lo esencial de lo accesorio.

El Trigo (El Granero): Representa la vida eterna (cielo). Quien es fiel y lleva vida productiva, será guardada en la comunión plena con Dios, el "granero" de su Reino.

La Paja (El Fuego Inextinguible): Es la materia muerta, el apego al pecado, el falso yo que resiste a Dios. El fuego inextinguible (infierno) es el destino final de todo lo que se niega a la transformación. No es tanto un castigo arbitrario, sino la consecuencia de una elección radical: rechazar el amor transformador de Dios hasta el final, eligiendo permanecer como paja inútil.

Hermanos, la gran pregunta de este Evangelio es: ¿Qué somos? ¿Trigo o paja? ¿Árboles con fruto o madera para el fuego?

La venida de Cristo (Adviento/Navidad) y la venida final están intrínsecamente ligadas a este llamado. Preparar el camino del Señor no es un mero ritual; es dar fruto de arrepentimiento y abrirnos a ser bautizados en su Fuego purificador.

Dejemos que el hacha de la Palabra corte las raíces secas de nuestro ego. Sometámonos al fuego de su amor. El Señor viene, y viene para cosechar.

El hacha, el fuego, la horquilla que es igual al juicio. por lo que algunos saldrán para la vida eterna que es cielo (grano), otros para la condena eterna que es infierno (paja) (Jn 5,29).

Profundizar en estos símbolos nos lleva directamente al corazón de la mística del juicio, donde la distinción entre la vida eterna y la condenación eterna se vuelve nítida, tal como lo expresa San Juan: "y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación" (Jn 5,29).

Analicemos los tres símbolos del juicio en su dimensión bíblica, espiritual y mística:

1.  El Hacha: La Raíz del Ser y el Juicio Personal: El hacha no se dirige a las hojas o a las ramas superficiales de un árbol, sino a la raíz. Simboliza el juicio que va a lo esencial, a la fuente de nuestra vida.

En lo Espiritual: El hacha es la Palabra de Dios (Heb 4,12), que es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

El Mensaje: Ya no se acepta la religiosidad meramente exterior. El hacha exige un cambio radical (metanoia) en la raíz de nuestra intención: ¿Cuál es el motor profundo de mi vida? ¿Busco mi gloria o la de Dios? El juicio comienza ahora, en la vida presente, con la libre elección de mi raíz.

Místicamente, el hacha representa el corte de los apegos y de la falsa identidad (el "yo" inflado por el orgullo). La raíz del árbol que no da fruto es la voluntad propia separada de Dios.

El Juicio Interno: En el camino de la purificación, el hacha es el instrumento que Dios usa (a menudo a través de pruebas, despojos o "noches oscuras") para separar nuestra verdadera esencia (el trigo) de lo que hemos acumulado: títulos, auto-imagen, seguridades mundanas (la paja).

La Liberación: Al cortar la raíz estéril del ego, el alma es liberada para implantar la raíz de la Cruz, la única que da el fruto verdadero: la vida en Cristo. Si no dejamos que la Verdad (el hacha) nos corte el orgullo, la condena será la permanencia en esa raíz estéril.

2.  La Horquilla: La Separación de la Voluntad (Juicio): La horquilla (o bieldo) se usa en la era para lanzar el grano trillado al aire. El viento se lleva la paja liviana, mientras que el grano pesado cae al suelo.

El Juicio como Exposición: La horquilla es la imagen más clara del Juicio Final prometido por Cristo (Jn 5,29). Cristo, como Juez con la horquilla en mano, expone nuestras obras a la luz del Espíritu. Lo que es liviano e inconsistente (la paja) es disipado; lo que es sólido, pesado en el amor y la verdad (el grano), permanece.

Grano (Resurrección de Vida): Son las obras hechas por amor y en la gracia. El fruto es la vida de Cristo manifestada. Destino: El granero, que es la Vida Eterna / Cielo. Paja (Resurrección de Condenación): Son las obras sin caridad, la hipocresía, la vida vivida solo para sí. Destino: El fuego inextinguible, la Condena Eterna / Infierno. La horquilla representa la Caridad como principio de juicio. Al aventar, el Viento no es otro que el Espíritu Santo.

El Peso del Amor: Místicamente, el alma es juzgada por su "peso" específico. ¿Qué tan pesada es en la virtud de la caridad? San Juan de la Cruz nos recuerda que seremos examinados en el amor.

3.  El Fuego: Amor Consumidor y Consecuencia Radical: El fuego es el símbolo más poderoso y ambiguo de Dios en la Escritura: Es el fuego de la zarza ardiente (Ex 3,2), el fuego de Pentecostés (Hch 2,3), y el fuego de la destrucción (Sodoma).

Fuego del Espíritu Santo (Purificación): Es el amor purificador que no puede tolerar la impureza. Este fuego nos refina como al oro; quema el pecado pero fortalece la esencia.

Fuego Inextinguible (Condenación): El fuego no es un castigo añadido, sino la consecuencia radical de rechazar el Amor. El Infierno (la condenación eterna) es el estado de la paja que, habiendo sido expuesta a la Luz/Amor, se niega a unirse a Él. Al ser materia muerta e inútil, su destino es ser consumida por el fuego que rechazó como vida, y ahora experimenta como tormento. Es la permanencia irreversible en el estado de paja.

El fuego místico es la Presencia de Dios. Dios es Amor ( Jn 4,8).

Vida Eterna / Cielo (El Granero): Es la inmersión feliz en este Fuego. El alma se convierte en leña adecuada para arder sin consumirse, llena de gozo y luz, participando de la naturaleza misma del Amor.

Condena Eterna / Infierno (Fuego Inextinguible): Es la experiencia dolorosa de ese mismo Fuego para el alma que está en un estado de aversión incurable a Dios. El alma en el Infierno es como la paja que arde. El fuego la consume, pero ella, por su propia elección, se niega a la transformación, de modo que el tormento es eterno (inextinguible). La condena es la voluntad que se endurece en su rechazo al amor.

Estas imágenes nos invitan a la responsabilidad radical: La elección entre la vida (cielo) y la muerte (Infierno), el trigo y la paja, se forja en los frutos que producimos aquí y ahora, a la luz del Espíritu y la caridad. “Dios hizo al hombre en el principio y lo dejó librado a su propio albedrío. Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que el escoja. Porque grande es la sabiduría del Señor, él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y él conoce todas las obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar” (Eclo 15,14-20).