DOMINGO I DE CUARESMA – C (06 de Febrero del 2022)
Proclamación del santo evangelio según San Lucas: 4,1 - 13:
4:1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas
del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,
4:2 donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días.
No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
4:3 El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de
Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".
4:4 Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El
hombre no vive solamente de pan".
4:5 Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró
en un instante todos los reinos de la tierra
4:6 y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor
de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.
4:7 Si tú te postras delante de mí, todo eso te
pertenecerá".
4:8 Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al
Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
4:9 Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la
parte más alta del Templo y le
4:10 porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para
que ellos te cuiden.
4:11 Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu
pie no tropiece con ninguna piedra".
4:12 Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No
tentarás al Señor, tu Dios".
4:13 Una vez agotadas todas las formas de tentación, el
demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien:
Hemos iniciado el tiempo de cuaresma con el miércoles de
ceniza y en la imposición de la ceniza se nos ha recordado: “Comerás el pan con
el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado.
¡Porque eres polvo y al polvo volverás! (Gn 3,19). O también «El tiempo se ha
cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértete y cree en la Evangelio» (Mc
1,15). El tiempo de cuaresma es propicio para pasar de lo impuro a lo puro:
"¡Sal de este hombre, espíritu impuro!"(Mc 5,8); “Felices quienes
tienen el corazón puro porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
Dios dio al hombre este mandamiento: "De cualquier
árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn
2,16-17). La serpiente dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios les ha
dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín? La mujer dijo a la
serpiente: Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Pero
del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No coman de
él, ni lo toquen, so pena de muerte. Replicó la serpiente a la mujer: De
ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de
él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del
mal." (Gn 3,1-5). El pecado del demonio consiste en mentir:
“¿Cómo es eso que Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol?” Luego engaña
al hombre, incitando que coman del árbol prohibido porque “serán como dioses”
El pecado del demonio es creerse dios e invita al hombre que también sea como
Dios. San Juan dice: “El que peca procede del demonio, porque el
demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para
destruir las obras del demonio” (I Jn 3,8).
La serpiente sigue mintiendo y engañando cuando dice a
Jesús: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me
han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras
delante de mí, todo eso te pertenecerá" (Lc 4,6-7). “Todo el poder se me
ha dado” ¿Quién y cuándo le dio el poder? Pide a Jesús que lo adore. El demonio
se cree Dios. Pero Jesús actúa conforme a la verdad: “Adorarás al Señor, tu
Dios, y a él solo rendirás culto" (Lc 4,8).
En este primer domingo de la cuaresma, llamado el domingo de
la tentación, Jesús experimenta como hombre verdadero tres fuertes tentaciones.
Que son las tres grandes tentaciones de la humanidad, de la Iglesia y de la
sociedad. Tentaciones que están latentes a cada momento de nuestra vida terrenal.
1) La tentación de que Dios solucione el hambre del mundo:
El diablo, acercándose a Jesús le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que
estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “El hombre no vive
solamente de pan (Lc 4,4), sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mt 4,3-4). Episodios que nos recuerda al pueblo de Israel en el desierto: “El
pueblo de Israel partió de Elim, y el día quince del segundo mes después de su
salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin,
que está entre Elim y el Sinaí. En el desierto, los israelitas comenzaron a
protestar contra Moisés y Aarón. “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en
Egipto, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan
hasta saciarnos. Pero ustedes nos han traído a este desierto para matar de
hambre a toda esta asamblea” (Ex 16,1-3).
La obra del demonio es dividir las necesidades del hombre en
dos y nos propone quedarnos solo con una de ellas: el pan material. Y es el
medio más fácil por la que somete a la miseria. Por eso Jesús aclara muy bien
en decirnos: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino
porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero,
sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del
hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello" (Jn
6,26-27). Es evidente, la distinción entre el pan material y el pan espiritual.
Uno es efecto del otro, lo más importante es el pan de la vida espiritual cual
es la oración y la fe y el efecto es el pan abundante de la vida material. Así
no hay lugar a que el demonio no tiente al hombre aprovechándose de sus
necesidades.
2) La tentación del exhibicionismo y la admiración: “Si tú
eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a
sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con
ninguna piedra". Jesús le respondió: «También está escrito: "No
tentarás al Señor, tu Dios" (Lc 4,9-12). Otra escena que nos recuerda la
tentación del pueblo de Israel torturado por la sed: Toda la comunidad de los
israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a
la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber.
Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”.
Moisés les respondió: ¿Por qué me acusan? ¿Por qué tientan al Señor?. Pero el
pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: ¿Para qué nos
hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros
hijos y nuestro ganado?. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: ¿Cómo tengo
que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?.
El Señor respondió a Moisés: Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos
ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas
del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú
golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo” (Ex 17,1-6).
La tentación del demonio es distraernos y hacer que el
capricho del ego se convierta en prioridad para el hombre, con razón se nos
recuerda que: “Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada
de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado
antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien
de ustedes. Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha
glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en
Dios” (IPe 1,18-21).
3) La tentación de hacernos dueños del mundo: “Te daré todo
esto, si te postras para adorarme». Jesús le respondió: Retírate, Satanás,
porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás
culto" (Lc 4,8). Esta escena nos recuerda otra escena del desierto: Cuando
el pueblo vio que Moisés demoraba en bajar de la montaña, se congregó alrededor
de Aarón y le dijo: “Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque
no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto”
(Ex 32,1-2).
Recordemos que este episodio de la tentación del Señor
sucede después del bautismo: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En
ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como
una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es
mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3,16-17).
Es decir, Jesús empieza a compartir la experiencia de nuestra vida humana con
todo lo que es e incluso la experiencia del Pueblo de Dios en la escena de la
salida de la esclavitud.
Dios es quien toma la iniciativa de hacerlo salir
de esclavo a un pueblo libre. Es Dios que lo lleva al desierto y lo acompaña en
su andar. Ahora es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto. El desierto
es camino de libertad, pero también camino de tentación. El Evangelio reúne en
una sola escena todas las tentaciones. El Pueblo vivió la tentación de regresar
a la esclavitud. Jesús es tentado de todo aquello que lo puede desviar de los
caminos de Dios.
La Cuaresma es un tiempo de búsqueda de la libertad pascual
en base al ayuno, oración y la caridad (Mt 6,2-16). Aunque nosotros tenemos la
tentación de sentirnos bien con nuestras esclavitudes, la tentación de
renunciar a nuestra libertad. Cada uno sabe de qué esclavitudes Dios lo quiere
sacar. Cada uno sabe que la esclavitud del pecado está maquillada de bondad y
belleza. El pecado tiene mucho de maquillaje. Se presenta como algo bueno y
termina destruyéndonos. El pecado se presenta como algo sabroso y termina
amargándonos el corazón. ¿Hemos hecho la prueba de cómo vemos el pecado antes y
cómo lo vemos luego de caer?
Comencemos viéndonos como peregrinos hacia la Pascua.
Peregrinos de la libertad. Peregrinos de la resurrección. Salgamos juntos de
nuestra escena de la esclavitud Egipto, para encontrarnos juntos en la tierra
gozosa de nuestra Pascua. Dejemos liberar de nuestras cadenas de la esclavitud
que cada uno tenemos. Y hoy podemos comenzar; esos cuarenta días de camino
hacia la Pascua. Y comenzamos con una experiencia que nos sorprende: con un
Jesús tentado en el desierto, con un Jesús experimentando esas luchas internas
de cada uno de nosotros. Es una experiencia de cuarenta días en los que Jesús
hace la experiencia de su pueblo, hace la experiencia de nosotros, hace la
experiencia de su condición humana.
La peor tentación de hoy es lo de no creerse tentado. La
peor tentación es no tomar conciencia de que estamos tentados, ¿Cómo sanar al
que no se cree enfermo?. Y al respecto, nuestras mayores tentaciones son: Creer
que nosotros somos buenos y no necesitamos de la ayuda de nadie. Creer que la
santidad no es para nosotros. Creer que no necesito de la Iglesia porque
también ella está cargada de defectos. Creer que no necesito confesarme porque
no tengo pecado y, en todo caso, el confesor también es pecador. Creer que no
necesito de los demás porque yo me basto a mí mismo. Creer que basta ser bueno
y puedo prescindir de los demás: Me basta el amor a Dios sin necesidad del amor
al prójimo. Creer que la Cuaresma no me va a cambiar. No tomar en serio nuestro
camino cuaresmal hacia la Pascua y, por tanto, no tomarnos en serio a notros
mismos. Y donde queda estas palabras: Jesús comía con los pecadores, los
fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con
publicanos y pecadores? Jesús, que había oído, respondió: "No son los
sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan
qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido
a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,12-13).
No hay Cuaresma sin cambio o conversión. Cambio que tiene
que nacer del corazón y no de meras superficialidades. Así nos deja notar Dios
por el profeta: “Uds. se quejan y dicen ¿Por qué ayunamos a tú no lo ves, nos
afligimos y tú no lo reconoces?. Porque ustedes –dice Dios- el mismo día en que
ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre. Ayunan para
entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No
ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas, ¿Es este
acaso el ayuno que yo amo? Acaso se trata solo de doblar la cabeza como un
junco, tenderse sobre el saco de ceniza: ¿a eso llaman ayuno y día aceptable al
Señor? ¿No saben cuál es el ayuno que me gusta? El ayuno que yo amo –oráculo
del Señor- soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en
libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el
hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no
despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y
tu llaga no tardarán en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás
de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá;
pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!» (Is 58,3-9).
La tentación que Jesús sufre como hombre verdadero, nos
permite y enseña, hasta donde somos capaces de llegar y saber optar por
nosotros mismos como Hijos de Dios, que llevamos esa dignidad de ser imagen y
semejanza de Dios (Gn1,26). Nos permite también saber medir nuestros actos en
la libertad de ser hijos de Dios, saber optar por Dios o por el Diablo: “Hoy
pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si
escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al
Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces
vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde
ahora vas a entrar para tomar posesión de ella. Pero si tu corazón se desvía y
no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para
servirlo. Yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no
vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán.
Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto
delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida,
y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches
su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en
la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob”
(Dt.30,15-20).
Jesús increpo al demonio: "¡Sal de este hombre,
espíritu impuro!" Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?" Él
respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos". Y le rogaba
con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara
de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a
Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos". Él se lo
permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en
los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil
animales- se precipitó al mar y se ahogó” (Mc 5,8-13). “Si yo expulso a los
demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha
llegado a ustedes” (Lc 11,20). “En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan
valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16,33).