DOMINGO XXIX – B (17 de Octubre de 2021)
Proclamación del santo evangelio según San Marcos 10,35-45:
10:35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a
Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a
pedir".
10:36 Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por
ustedes?"
10:37 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
10:38 Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden
beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?"
10:39 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús
agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo
bautismo que yo.
10:40 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no
me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido
destinados".
10:41 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan,
se indignaron contra ellos.
10:42 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que
aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si
fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
10:43 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
10:44 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor
de todos.
10:45 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". PALABRA
DEL SEÑOR.
Estimados(as) hermanos(as) en el Señor paz y Bien.
“Sentarse a mi derecha o a mi izquierda en mi gloria no me
toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido
destinados" (Mc 10,40). “El Reino de los Cielos es semejante a un
propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su
viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su
viña” (Mt 20,1-2). La única forma de estar a lado de Dios en su gloria es el
servicio.
"Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda, cuando estés en tu gloria" (Mc 10,37). Esta inquietud se
complementa con la inquietud del joven rico del domingo anterior: “¿qué debo
hacer para heredar la Vida eterna?” (Mc 10,17). Jesús le recuerda los
mandamientos (Ex 20,2-8) y le advierte que le falta algo más: “Da todo lo que
tienes a los pobres, luego sígueme” (Mc 10,21). Hoy, agrega al seguimiento: “El
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el
primero, que se haga servidor de todos. Así como el mismo Hijo del hombre no
vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una
multitud" (Mc 10,43-45).
"Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda, cuando estés en tu gloria" (Mc 10,37). Estar en el cielo, que
debe ser ilusión de todos, no es cuestión de meras ilusiones, sino efecto de
una opción concreta. Jesús tampoco rechaza las aspiraciones de los discípulos,
Él no desea discípulos conformistas, sin iniciativa y sin proyección, por eso
admite que se llegue a ser “grande” y “el primero” (Mc 10,43-44). El problema
no está en el “qué hacer” sino en el “para qué hacer” (en función de qué) y el
“cómo seguir el camino correcto”.
Los hijos de Zebedeo le dijeron: "Concédenos sentarnos
uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria" (Mc
10,37). Jesús respondió que “no saben los que piden”. Cuestiona la
actitud egocéntrica: cuando el interés por el éxito terreno, el prestigio y la
honra personal es la aspiración fundamental. El individualismo vanidoso y
egocéntrico, que lleva a una persona a querer sobreponerse sobre los demás, es
la fuente de la mayor parte de los conflictos de la convivencia, como bien lo
ilustra la división –en la indignación de unos contra otros- que brota
inmediatamente en la comunidad de los Doce (Mc 10,41). Jesús responde, no con
una teoría, sino sobre el fundamento de su propia vida: Él es el criterio
último del actuar del discípulo. Las aspiraciones espontáneas de los discípulos
(Mc 10,35-37) y los modelos de comportamiento de la sociedad (Mc 10,42) se
confrontan con la instrucción de Jesús que indica cómo es que se le sigue (Mc
10,38-40 y 43-45).
Jesús enseña, a partir del ejemplo de su propia vida. Su
autoridad no es la imposición sino la atracción del ejemplo: “El Hijo del
hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por
una multitud" (Mc 10,45). Es decir, reorienta la mirada del discípulo
hacia la radicalidad de la pasión, momento cumbre de su ministerio y de su
revelación. Así aprende que la comunión con Jesús o es total o simplemente no
existe. Si es total, entonces incluye el camino de la cruz, de la cual se derivan
los principios que determinan su comportamiento (Mc 10,38 -39). Jesús revela
que si bien, desde el punto de vista externo experimentó la cruz como la
agresión del poder religioso y político que intentaron anularlo, desde el punto
de vista interno la vivió activamente como un servicio a la vida (Mc 10,45
.33-34).
La palabra clave “servir” (Mc 10,45), que el camino del
prestigio y de la grandeza está en el constituirse
“servidor” y “esclavo” (Mc 10, 43-44). El puesto más alto
es el más bajo, sólo se es primero si se ocupa el puesto de los últimos. El
discípulo es el que hace de las necesidades de los demás el centro de sus
preocupaciones, el centro no es él mismo sino los otros. De este modo, Jesús
diseña el perfil del discípulo con los matices que tienen los términos. El
“servicio” es el de la mesa, lo cual indica todo lo que contribuye a la
formación de la comunidad (Mc 10,43). El “ser esclavo” es una manera
de enfatizar que el servicio es “gratuito”, no espera
contraprestación, se hace porque hay un sentido de pertenencia profundo (Mc
10,44).
“Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que
quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el
primero, que se haga servidor de todos” (Mc 10,43-44). Como es de ver, Jesús
visualiza también la comunidad a señalar los destinatarios del servicio no sólo
son los de dentro, sino también los de fuera. En el servicio cristiano no hay
fronteras (el “de todos” del (Mc 10,44), que le hace eco al “muchos” (Mc
10,45). Pero también es verdad que el amor a los cercanos no puede ser
sustituido por el servicio a los lejanos tentación del ser “luz en la calle” y
“tiniebla en la casa” (Mt 23,3).
Jesús y los que le siguen estrechamente
van proféticamente en contra de los intereses económicos y políticos
de toda sociedad cuya ética del poder excluye, margina, mata o niega la
persona. En el oído de uno queda resonando la frase: “Entre Ustedes no será
así” (Mc 10,43). La respuesta de Jesús al joven rico: “Que difícil será que un
rico entre en el Reino de los cielos (Mc 10, 24) que leímos el domingo
anterior, el pasaje de hoy pone de relieve el mismo sentido pero con otra
connotación: “Qué difícil será que uno que piensa egoístamente entre en el
Reino de los Cielos”. Que la única fórmula de llegar al cielo es el camino del
amor y en el amor no hay lugar para el egoísmo, como el solo pensar en sí, sino
en el servicio con amor a los demás. Con mucha razón ya nos dijo: “Les doy un
mandamiento nuevo. Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que
ustedes son mis discípulos. En el amor que se tengan los unos a los otros"
(Jn 13,34-35).
“En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda
(salvación), no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes
han sido destinados" (Mc 10,40). Que, bien se puede complementar con la
idea: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá;
y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al
hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a
cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre,
rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras”
(Mt 16,24-27). Es decir, la salvación (sentarse a ala derecha o izquierda del
Hijo del Hombre) no es de buenos deseos sino hay que merecerlo, sabe4r ganarse
por el servicio: “Al que me confiese abiertamente ante los hombres, yo lo
confesaré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre de
aquel me reniegue de mí ante los hombres” (Mc 10,32-33).