sábado, 19 de diciembre de 2015

DOMINGO IV DE ADVIENTO – C (20 de Diciembre del 2015)


DOMINGO IV DE ADVIENTO – C (20 de Diciembre del 2015)

Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas: 1,39-45:

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". PALABRA DEL SEÑOR.


Estimados(as) amigos(as) en el Señor paz y bien.

Primero: Recordemos el encuentro entre el Ángel Gabriel y la Virgen María: “El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28). Ahora hemos leído otro saludo: María entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lc 1,40). ¿Cómo habrá sido el saludo de María a Isabel? Si nos aventuramos un poco más en los evangelios, nos topamos con un saludo especial que Jesús nos enseña y dice: “Al entrar en una casa, saluden invocando la paz” (Mt 10,12). Este saludo muy posible que siendo niño Jesús aprendió de su madre. Entonces María posiblemente saludó a su prima Isabel así: “Shalom” La paz este contigo”. ¿Por qué resaltamos el saludo? Porque el saludo es portadora del misterio: “alégrate llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28) y “La paz este contigo”, el primer saludo es el inicio de encuentro de Dios con la humanidad: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros" (Mt 1,23).

Segundo: “Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lc 1,29-31). La reacción de María envuelta en temor no hace sino reafirmar la naturaleza humana de una mujer doncella. María se cree que tendría 14 o 16 años de edad cuando le sucedió la anunciación. Temor que requiere muchas aclaraciones. Por eso cuando el Ángel le aclara y dice: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin" (Lc 1,31-33). Es decir, el proyecto de Dios tiene que ver con la salvación de la humanidad.

Tercero: La Virgen quiere una aclaración más precisa y por eso reitera con mayor énfasis y le dice al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, pues, no conozco varón? El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,24-35). Ahora está más claro, no hace falta tener la cooperación del varón para concebir pues de ello se encargará el Espíritu Santo que es poder de Dios. Y como si fuera poco aun esta aclaración, el Ángel se remite a otro acontecimiento ya sucedido a suprima Isabel hace 6 meses: “También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios" (Lc 1,36-37). A la contundencia del Ángel, la virgen no hace sino donarse plenamente al decir: “Eh aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra” (Lc 1,38).

Cuarto: La virgen poseída del Espíritu Santo va a la casa de su prima Isabel y constatará lo anunciado por el Ángel: “Apenas Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo exclamó” (Lc 1,41). El solo saludo de la virgen llenó del don del Espíritu Santo a su Prima Isabel quien ahora también por el don divino confesará el complemento de la anunciación por parte del Ángel: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” (Lc 1,42-43). Es la primera proclamación del Evangelio confesada por Isabel y el primer título que María recibe: “Madre de mi Señor”.

Quinto; y como si fuera poco, Isabel completa lo que el Ángel dijo a la virgen al decir: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc 1,45).


En suma: el misterio de la anunciación como es de verse tiene dos partes y se complementan: la anunciación de la parte divina por el Ángel Gabriel a la virgen María (Lc 1,26-38). Y la anunciación de la parte humana, hecha por Isabel: ambos anuncios tiene una sola causa: la Divinidad y la humanidad del Hijo de Dios; que San Juan lo resume así: “La Palabra de Dios se hizo hombre y habito entre nosotros:” (Jn 1,14).