sábado, 20 de febrero de 2016

II DOMINGO DE CUARESMA - C (21 de febrero de 2016)


II DOMINGO DE CUARESMA - A (21 de febrero de 2016) 

Proclamación del Evangelio San Lucas 9,28-36:

En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

La II Divina Persona, Jesús es la manifestación del amor de Dios a favor de toda la humanidad, pues así manifiesta Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para que el mundo se condene, sino que el que cree en Él se salve. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18). Completando la idea, mismo Jesús dice: “Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). El voy al padre o estar con el Padre es estar en el mismo cielo pero para estar en este estado requiere la purificación y de eso se trata el tiempo de la cuaresma: En el camino de la cuaresma entramos una nueva escena “alta” en la vida de Jesús: la transfiguración. Se puede decir que éste es el momento culminante de la revelación de Jesús en el cual se manifiesta a sus discípulos en su identidad plena de “Hijo”. Ellos ahora no sólo comprenden la relación de Jesús con los hombres, para los cuales es el “Cristo” (Mesías), sino su secreto más profundo: su relación con Dios, del cual es “el Hijo” (Mc 1,11). Entremos en el relato con el mismo respeto con que lo hicieron los discípulos de Jesús al subir a la montaña y tratemos de recorrer también nosotros el itinerario interno de esta deslumbrante revelación con sabor a pascua.

En el domingo anterior, Primer Domingo de Cuaresma El Señor nos enseñó con su ejemplo cómo debemos afrontar las tentaciones del demonio (Mt 4,1-11) Lo que claramente nos indica que el Hijo Único de Dios es hombre de verdad, que sintió hambre, pero que el enemigo  quiso aprovecharse de esta carencia para someterlo y nunca pudo. El Hijo de Dios no solo se rebajó para ser uno como nosotros: “El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor” (Flp 2,6-11). En todo igual a nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15). Y en el credo confesamos esta verdad: “Descendió al infierno y al tercer día resucito de entre los muerto  y subió al cielo…”

Pues, fíjense que estas enseñanzas divinas se nos ilustra en dos partea: el domingo pasado en la parte humana del Hijo de Dios (Lc 41-13). Hoy  en el II domingo de cuaresma la manifestación de la parte Divina: Jesús tomó consigo a Santiago, Pedro y Juan… mientras estaban en oración se transfiguro… “ (Lc 9,28-36). Ya no es el Jesús tentado y con hambre, sino el Jesús transfigurado y glorificado, como un sol brillante en la cima del Tabor que es el cielo.

¿Cuál es el mensaje que acuña el evangelio de Hoy? Que este tiempo de cuaresma, tiempo de conversión, ayuno y oración, que es tiempo de ascensión al monte tabor (cielo); que en este tiempo de oración terminemos en la sima del tabor contemplando el rostro de Jesús transfigurado, y glorificado (Mt 17,1-9). Esta es la mayor riqueza de la vida espiritual de los hijos de Dios. Y así nos lo reitera mismo Juan: “Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, sea santo, así como él es santo” (I Jn 3,2-3).

Qué maravilla saber que  la riqueza espiritual que llevamos dentro del cuerpo mortal, un día tengamos que, como premio experimentar y contemplar a Jesús transfigurado, que no es sino el mismo cielo. Pero para eso hace falta despojarnos de lo terrenal y subir a orar, como Jesús esta vez acompañado de los tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Lo maravilloso del Tabor es verlo iluminado con la belleza interior de Jesús. Allí se transfiguró, dejó que toda la belleza de su corazón traspasase la espesura del cuerpo y todo Él se hiciese luz ante el asombro de los tres discípulos y como Pedro exclamar: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantará aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».” (Mt 17,4)

Toda oración bien hecha nos encamina al encuentro con el Padre, la oración debe transformarnos. La oración nos debe hacer transparentes. Transparentes a nosotros mismos, transparentes ante los demás, trasparentes ante Dios. En la oración debemos vivimos nuestra real y verdad dimensión humana y divina por la gracia de Dios (Mt 5,23).

La transfiguración del Señor nos debe situar ante la verdad que viene de Dios: «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8,31). Libres de las tinieblas, que es el infierno (Lc 16,19-31).

En la Transfiguración del Señor, Dios nos habla de que algo nuevo comienza, que lo viejo ha llegado a su fin: “A vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22). Ahora en la transfiguración apareció el Antiguo Testamento: Moisés y Elías. Ellos son los testigos de que lo antiguo termina y de que ahora comienza una nueva historia. Ya no se dirá “escuchen a Moisés”, sino “éste es mi hijo el amado, mi predilecto: escúchenlo”(Mt 7,5). Ello aplicado a la Cuaresma bien pudiéramos decir que es una invitación a la oración como encuentro con Dios, al encuentro con nosotros mismos, además de un abrirnos a la nueva revelación de Jesús.

“Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él” (Lc 9,32). En este tiempo de cuaresma es importante mantenernos despiertos y en oración, pue así nos exhorta el mismo Señor: “Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: ¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mt 26,40-41).


Finalmente conviene manifestarlo aquí: La oración de oraciones es la santa misa. Y en la Santa misa aquello que ya nos dijo el Señor por Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta» Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?” (Jn 14,9-10). Con ver a Jesús vemos a Dios mismo ante nuestros ojos y es más, en cada Santa Eucaristía el señor se transfigura en el altar, se nos muestra glorificado y transfigurado: Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados” (Mt 26,26-28).

I DOMINGO DE CUARESMA – C (14 de febrero del 2016)


DOMINGO I DE CUARESMA – B (14 de febrero del 2016)

Proclamación del santo evangelio según San Lucas: 4,1 - 13:

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".  Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan". Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN: 

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien:

Hemos iniciado el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza y en la imposición de la ceniza se nos ha recordado: “Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás! (Gn 3,19). O también «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértete y cree en la Evangelio» (Mr 1,15).

En este primer domingo de la cuaresma, llamado el domingo de la tentación, Jesús sufre tres fuertes tentaciones. Que son las tres grandes tentaciones de la humanidad, de la Iglesia y de la sociedad. Tentaciones que están latentes a cada momento de nuestra vida terrenal.

1) La tentación de que Dios solucione el hambre del mundo: El diablo, acercándose a Jesús le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “El hombre no vive solamente de pan (Lc 4,4), sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,3-4). Episodios que nos recuerda al pueblo de Israel en el desierto: “El pueblo de Israel partió de Elim, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Pero ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea” (Ex 16,1-3).

La obra del demonio es dividir las necesidades del hombre en dos y nos propone quedarnos solo con una de ellas: el pan material. Y es el medio más fácil por la que somete a la miseria. Por eso Jesús aclara muy bien en decirnos: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello" (Jn 6,26-27). Es claro la distinción entre el pan material y el pan espiritual. Uno es efecto del otro, lo más importante es el pan de la vida espiritual cual es la oración y la fe y el efecto es el pan abundante de la vida material. Así no hay lugar a que el demonio no tiente al hombre aprovechándose de sus necesidades.

2) La tentación del exhibicionismo y la admiración: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios" (Lc 4,9-12). Otra escena que nos recuerda la tentación del pueblo de Israel torturado por la sed: Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: ¿Por qué me acusan? ¿Por qué tientan al Señor?. Pero el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: ¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: ¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?. El Señor respondió a Moisés: Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo” (Ex 17,1-6).

La tentación del demonio es distraernos y hacer que el capricho del ego se convierta en prioridad para el hombre, con razón se nos recuerda que: Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios” (IPe 1,18-21).

3) La tentación de hacernos dueños del mundo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme». Jesús le respondió: Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto" (Lc 4,8). Esta escena nos recuerda otra escena del desierto: Cuando el pueblo vio que Moisés demoraba en bajar de la montaña, se congregó alrededor de Aarón y le dijo: “Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto Aarón les respondió: Quiten a sus mujeres, a sus hijos y a sus hijas, las argollas de oro que llevan prendidas a sus orejas, y tráiganlas aquí. Entonces todos se quitaron sus aros y se los entregaron a Aarón. El recibió el oro, lo trabajó con el cincel e hizo un ternero de metal fundido. Ellos dijeron entonces: Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto. Al ver esto, Aarón erigió un altar delante de la estatua y anunció en alta voz: Mañana habrá fiesta en honor del Señor. Y a la mañana siguiente, bien temprano, ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y después se levantó para divertirse. El Señor dijo a Moisés: Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto. Luego le siguió diciendo: Ya veo que este es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación” (Ex 32,1-10).

Recordemos que este episodio de la tentación del Señor sucede después del bautismo: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3,16-17). Es decir, Jesús empieza a compartir la experiencia de nuestra vida humana con todo lo que es e incluso la experiencia del Pueblo de Dios en la escena de la salida de la esclavitud.

Dios es quien toma la iniciativa de  hacerlo salir de esclavo a un pueblo libre. Es Dios que lo lleva al desierto y lo acompaña en su andar. Ahora es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto. El desierto es camino de libertad, pero también camino de tentación. El Evangelio reúne en una sola escena todas las tentaciones. El Pueblo vivió la tentación de regresar a la esclavitud. Jesús es tentado de todo aquello que lo puede desviar de los caminos de Dios.

La Cuaresma es un tiempo de búsqueda de la libertad pascual en base al ayuno, oración y la caridad (Mt 6,2-16). Aunque nosotros tenemos la tentación de sentirnos bien con nuestras esclavitudes, la tentación de renunciar a nuestra libertad. Cada uno sabe de qué esclavitudes Dios lo quiere sacar. Cada uno sabe que la esclavitud del pecado está maquillada de bondad y belleza. El pecado tiene mucho de maquillaje. Se presenta como algo bueno y termina destruyéndonos. El pecado se presenta como algo sabroso y termina amargándonos el corazón. ¿Hemos hecho la prueba de cómo vemos el pecado antes y cómo lo vemos luego de caer?

Comencemos viéndonos como peregrinos hacia la Pascua. Peregrinos de la libertad. Peregrinos de la resurrección. Salgamos juntos de nuestra escena de la esclavitud Egipto, para encontrarnos juntos en la tierra gozosa de nuestra Pascua. Dejemos liberar de nuestras cadenas de la esclavitud que cada uno tenemos. Y hoy podemos comenzar; esos cuarenta días de camino hacia la Pascua. Y comenzamos con una experiencia que nos sorprende: con un Jesús tentado en el desierto, con un Jesús experimentando esas luchas internas de cada uno de nosotros. Es una experiencia de cuarenta días en los que Jesús hace la experiencia de su pueblo, hace la experiencia de nosotros, hace la experiencia de su condición humana.

La peor tentación de hoy es lo de no creerse tentado. La peor tentación es no tomar conciencia de que estamos tentados, ¿Cómo sanar al que no se cree enfermo?. Y al respecto, nuestras mayores tentaciones son: Creer que nosotros somos buenos y no necesitamos de la ayuda de nadie. Creer que la santidad no es para nosotros. Creer que no necesito de la Iglesia porque también ella está cargada de defectos. Creer que no necesito confesarme porque no tengo pecado y, en todo caso, el confesor también es pecador. Creer que no necesito de los demás porque yo me basto a mí mismo. Creer que basta ser bueno y puedo prescindir de los demás: Me basta el amor a Dios sin necesidad del amor al prójimo. Creer que la Cuaresma no me va a cambiar. No tomar en serio nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua y, por tanto, no tomarnos en serio a notros mismos. Y donde queda estas palabras: Jesús comía con los pecadores, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores? Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,12-13).

No hay Cuaresma sin cambio o conversión. Cambio que tiene que nacer del corazón y no de meras superficialidades. Así nos deja notar Dios por el profeta: “Uds. se quejan y dicen ¿Por qué ayunamos a tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?. Porque ustedes –dice Dios- el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre. Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas, ¿Es este acaso el ayuno que yo amo? Acaso se trata solo de doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el saco de ceniza: ¿a eso llaman ayuno y día aceptable al Señor? ¿No saben cuál es el ayuno que me gusta? El ayuno que yo amo –oráculo del Señor- soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardarán en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!» (Is 58,3-9).


La tentación que Jesús sufre como hombre verdadero, nos permite y enseña, hasta donde somos capaces de llegar y saber optar por nosotros mismos como Hijos de Dios, que llevamos esa dignidad de ser imagen y semejanza de Dios (Gn1,26). Nos permite también saber medir nuestros actos en la libertad de ser hijos de Dios, saber optar por Dios o por el Diablo: “Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlo. Yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán. Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob” (Dt.30,15-20).

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – C (7 de febrero de 2016)


V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – C (7 de febrero de 2016)

Proclamación del santo evangelio según San Lucas 5,1-11:

En aquel tiempo la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, y cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro, y echa la red para pescar". Simón le respondió: "Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes". Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador". Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: "No temas. Desde ahora serás pescador de hombres". Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor paz y bien.

Los dos domingos anteriores hemos reflexionado sobre la jornada inaugural de ministerio de Jesús en Nazaret: “Tu eres mi hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22).Luego, Jesús leyó su misión en la Palabra de Dios escrita en el profeta Isaías (Is 61) y anunció el cumplimiento de las promesas de Dios en la persona de él: “Hoy se cumple estas profecías que acaban de oir”(Lc 4,21). Luego vimos la primera reacción del pueblo: El rechazo que se produjo en la sinagoga y Jesús como que se abre paso entre la gente les advierte: “Nadie es profeta en su tierra”  (Lc 4,23-30). A pesar del rechazo radical, nos sigue diciendo Lucas, Jesús permanece fiel a su misión de anunciar la Buena Nueva del Reino en Cafarnaúm y en las sinagogas de Judea (Lc 4,31-44).

Después de esta presentación primero del Padre que habla desde la nube y luego el mismo Hijo dice estas cosas hoy se cumplen. Comienza ahora la narración de la misión de Jesús en Galilea (Lc 5,1-11). En primer paso es el llamado de Simón Pedro y sus compañeros para la misión.

Jesús le ordena a Simón remar mar adentro (Lc 5,4). Se provoca entonces una pesca milagrosa. Pedro reacciona y dice Señor apártate de mi que soy un pecador” (Lc 5,8). No obstante la confesión de Pedro, Jesús le hace una promesa a Simón: “No temas, en adelante serás pescador de hombres” (Lc 5,10), la cual provoca como reacción el seguimiento del primer apóstol y de sus compañeros: “Dejándolo todo lo siguieron” (Lc 5,11).

La predicación de Jesús a la orilla del lago desde la barca de Simón (5,1-3)
“Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Esta escena describe lo que es el mundo sin Dios. Todos hacen por su cuenta el trabajo como pueden y el trabajo es insulso, no produce lo necesario. Pasamos día y noche en el trabajo con la reden la mano. Y persisten las necesidades. ¿Qué falta?

No se trata de seguir corriendo, hace falta hacer un alto en el camino de la vida y reflexionar ¿Qué busco en la vida? ¿Dónde pesco? ¿Cuándo pesco? ¿Cómo pesco? Los creyentes hacemos un alto en la semana, son los días domingos. Los domingos damos una mirada a lo alto para escuchar al maestro y escuchar su voz: “Rema mar adentro y echa la red” (Lc 5,4). Pero de la gente que no tiene fe, sigue trabajando los domingos y seguirán con las redes vacias.

El llamado de Simón (Pedro) y sus compañeros (Lc 5,4-11)
Notemos cómo tiene relevancia el diálogo entre Jesús y Simón. Hay cuatro intervenciones: 1) Jesús habla dos veces. La primera para darle una orden Lc 5,4: “Rema mar adentro y echa la red para pescar” y la segunda para hacerle una promesa Lc 5,10: “No temas. Desde ahora será pescador de hombres”. 2) Simón también habla dos veces. La primera vez Simón hace una afirmación Lc 5,5: “Maestro, hemos pasado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes”; la segunda vez le hace una solicitud Lc 5,8: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Veamos también la manera como Simón se dirige a Jesús: la primera vez lo llama “Maestro” y la segunda “Señor”.

El mandato de Jesús: “Rema mar adentro” (Lc 5,4) es un mandato que va contra la lógica humana. Los pescadores saben que la pesca es de noche y que de día no se hace nada. “La orden es de ir a pescar anticipa lo que se dirá en la promesa: la tarea apostólica del “pescador de hombres”. Simón va a aprender ahora lo que significa ejecutar una misión encomendada por Jesús. La acción de Simón y la pesca milagrosa (Lc 5,5-7): Simón le respondió: "Maestro, hemos pasado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes y así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Pedro muestra su sorpresa. Habían trabajado toda la noche y no habían pescado nada. Lo habían hecho durante el tiempo en el cual todavía era posible capturar peces. Cuando llega el día, las posibilidades de éxito son prácticamente nulas. Para un conocedor de la pesca en el lago, como los es Simón, es claro que Jesús está pidiendo un imposible. La objeción de Simón tiene sentido. Sin embargo, Simón cree en la Palabra de Jesús y arriesga a una empresa que, si se analiza desde el punto de vista humano, es descabellada. Lo importante es que Simón lo hace con una declaración de confianza en el poder de la Palabra de Jesús, a la manera de las invocaciones del Salmo 119: “Confío en tu Palabra... En tu Palabra esperaré”.

Simón llama a Jesús “Maestro”: En boca de un estudiante, designa al instructor, a quien dispensa un saber. Jesús es, efectivamente, un “maestro”; así se ha comportado en Lc 5,1-3. Donde es descrito como maestro que enseña el Reino de Dios a la multitud apostada en la orilla, desde la barca. Designa también a alguien que dispone de un poder, así como lo tiene el jefe de un equipo. En este sentido, Jesús da órdenes y dirige la maniobra de los pescadores de manera tal que superan todas las expectativas. Lucas nos da detalles del efecto: “gran cantidad de peces”... “las redes amenazaban romperse”... “las dos barcas casi se hundían”. Todo esto es el punto de partida de la impresión que se lleva Simón de Jesús y del asombro de los compañeros. Valga anotar que la ayuda que prestan los compañeros de la otra barca insinúa la eclesialidad que implica el trabajo apostólico.

 Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5,8). Es que el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Simón Pedro cae (de rodillas) ante Jesús y nos da una preciosa lección sobre lo que es la oración de un discípulo. Simón Pedro reconoce a Jesús como “Señor”. Este segundo título supera al primero, el de “maestro”. En pocas palabras, el jefe de la barca y sus marineros admiten que la eficacia de la pesca no proviene solamente de sus fuerzas. Sin el “Señor”, su trabajo habría sido infructuoso. Escuchando la Palabra del Señor y ejecutando su voluntad, ellos se convierten en servidores eficaces del Reino de Dios. Ante la presencia del “Santo de Dios”, Simón se reconoce como un pobre pecador, reconociendo así su indignidad. La verdad de Jesús lleva a Simón a descubrir su propia verdad. Un excelente ejemplo de camino penitencial. Pero Jesús no hará caso de la solicitud de “alejarse”, más bien sucede todo lo contrario.

Al respecto de quienes son los elegidos del Señor, San Pablo dice: “Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (I Cor 1,26-30).

En delante de pescador de oficio a pescador de hombres (Lc 5,10). Jesús dijo a Simón: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”. Poco antes, Simón había conocido a Jesús como aquel que quiere que la gente acoja su Buena Nueva. Ahora, aunque de modo todavía impreciso, Jesús le hace entender que su misión será participar en esta acción: anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres. Dos anotaciones importantes hay que hacer en la frase de Jesús: 1) La expresión “No temas” puede ser entendida como una expresión de perdón. Jesús asume a Simón como él es, aun sabiendo de su fragilidad. 2) La expresión “pescador de hombres” nos remite a Jeremías 16,16, donde se refiere al que congrega al pueblo de Dios disperso después del exilio. Por lo tanto apunta a la misión de apóstol de formar la comunidad.

Conclusión: el seguimiento de Jesús (Lc 5,11)


“Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron”. Cuando comparamos el comienzo del seguimiento de Simón y sus compañeros con el relato de los otros evangelios, vemos cómo Lucas acentúa la radicalidad con la expresión “dejándolo todo”. El abandono de los bienes, a partir de aquí se convierte en un pre-requiso para el discipulado. El desprendimiento del discípulo es total, es decir, su confianza en el nuevo guía de su vida es absoluta. Por él se lo deja todo, de él se lo recibe todo. ¿Por qué habría que dejar todo para seguir al Señor?. En otro episodio se nos dice: “No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento” (Mt 10,9-10). Y es que el trabajo por el reino de los cielos y su recompensa  desde lo material está garantizada. Así nos reitera el Señor: “El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa" (Mt 10,41-42).