martes, 28 de diciembre de 2021

DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR - C (02 de Enero del 2022)

 DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR - C (02 de Enero del 2022)

Proclamación del santo Evangelio de San Mateo 2,1-12:

2:1 Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén

2:2 y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".

2:3 Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.

2:4 Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.

2:5 "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:

2:6 Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".

2:7 Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,

2:8 los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".

2:9 Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.

2:10 Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,

2:11 y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.

2:12 Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos(as) en la fe, Paz y Bien en el Señor que ha venid a salvarnos del pecado en su Hijo, el niño Jesús.

“Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti” (Is 60,1).

“Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). “Dios es el que da la sabiduría, de su boca procede saber e inteligencia; cuando entre la sabiduría en tu corazón, la ciencia será dulce para tu alma” (Prov 2,6;10). “Feliz el hombre que encuentra sabiduría, porque la sabiduría es mejor mercancía que la plata y más rentable que el oro fino” (Prov3,13). Por el don del espíritu de Dios, el hombre naturalmente busca a Dios.

Epifanía (manifestación). Hoy celebramos la manifestación de Jesús, el Salvador, al mundo pagano, representado por los sabios de oriente (científicos de la época): Guiados por la luz de la estrella buscan al rey de los judios: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo"(Mt 2,2). La estrella que habían visto en Oriente los guiaba, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño” (Mt 2,9).

Este gesto del Señor nos desvela el sentido de su venida a la tierra: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas” (Jn 12,44-46).

 Ha venido con la misión de ofrecer la salvación a todas las gentes, de todos los lugares y de todos los tiempos. Es el día en que también nosotros, que no somos del pueblo judío por nacimiento, hemos recibido el don de la fe en Jesucristo, enviado del Padre para la salvación del mundo (Jn 3,16; I Jn  4,9).

Este relato de Mateo es una catequesis que nos indica cómo se manifiesta el Señor en todo tiempo y cómo nosotros podemos encontrarlo (Mt 2,9). Por lo tanto, lo hemos de leer más como un relato de fe que como una narración de tipo histórico.

Unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén (Mt 2,1): Estos personajes, (magos, científicos de la época) presentados por Mateo, significan: La necesidad de los humanos de encontrarse con el verdadero Dios; desde la realidad de la vida de cada uno (familia, profesión, trabajo…), cada persona ha de preguntarse siempre dónde y cómo se presenta Dios en la vida de cada uno; la decisión de abandonar su casa y su país simboliza el proceso que constantemente realiza el que con sinceridad quiere encontrarse con el Señor; la estrella que les guía es la luz de la fe (Lc 17,5), la llamada de Dios, que comienza a iluminar la oscuridad de su situación religiosa; estos rasgos manifiestan el deseo de iniciar un camino, un proceso, para encontrar a Dios (Jn 14,6).

En Jerusalén, los sabios dan testimonio de la llamada de Dios: Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo (Mt2,2); vencen las malas intenciones de Herodes; y la ignorancia de los sumos sacerdotes y de los maestros de la ley; se dejan orientar por la Palabra de Dios, en la profecía de Miqueas (5, 2), que los maestros de la Ley indican (Mt 2,5-6); nuevamente la estrella de la fe los guía hasta Belén (Mt 2,9).

Hallaron al Niño con su madre María y lo adoraron (Mt 2,11): Al experimentar de nuevo la iluminación de la fe en su camino, se llenaron de una inmensa alegría (Mt 2,10). El esfuerzo de los viajeros por seguir la luz incipiente de la fe logró, al fin, encontrar al Niño con su Madre. María es figura de la Iglesia, en la cual encontramos al Salvador. Lo adoraron como a Dios postrados en tierra. Abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra (Mt 2,11).

Los reyes magos de oriente reconocen al Mesías en aquel Niño desvalido y pobre. Dios los ha orientado y fortalecido a lo largo de su camino de fe, poniendo de su parte el interés y el sacrificio por salvar enormes dificultades y, al fin, encontrar al Salvador. Los dones que ofrecen al Niño son símbolo de su propio reconocimiento, agradecimiento y ofrenda de sí mismos y de sus vidas.

Lo adoraron. Adorar es, sobre todo, reconocer y agradecer el don de la vida en Dios, recibido gratuitamente, que nos lo regala desde su infinito amor. La semilla de la fe la recibimos en el bautismo, de manos de nuestra Madre la Iglesia, sin nosotros merecerla ni buscarla.

La catequesis nos tiene que conducir a reconocer en Jesús al mismo Dios, que nos ama y nos llena de sus dones, del mejor don, que es Él mismo, con Jesús en el Espíritu.

Regresaron a su país por otro camino (Mt 2,12). Una vez que los sabios de oriente adoraron al Señor, entregándose a Él, quedaron transformados por el encuentro con el Mesías. Y regresaron a su tierra, convertidos, como personas nuevas, contentos de la experiencia vivida en aquella humilde vivienda. El encuentro con Dios suscita ser nueva criatura. Somos hombres nuevos:  “Ahora, desechen todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de su boca.  No se mientan unos a otros. Despójense del hombre viejo con sus obras, y revístanse del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador… Revístanse, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia” (Col3,8-12).