DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR - C (02 de Enero del 2022)
Proclamación del santo Evangelio de San Mateo 2,1-12:
2:1 Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado
de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
2:2 y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos
que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a
adorarlo".
2:3 Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con
él toda Jerusalén.
2:4 Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los
escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
2:5 "En Belén de Judea, le respondieron, porque así
está escrito por el Profeta:
2:6 Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la
menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que
será el Pastor de mi pueblo, Israel".
2:7 Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después
de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
2:8 los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense
cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que
yo también vaya a rendirle homenaje".
2:9 Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que
habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde
estaba el niño.
2:10 Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
2:11 y al entrar en la casa, encontraron al niño con María,
su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
2:12 Y como recibieron en sueños la advertencia de no
regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. PALABRA
DEL SEÑOR.
Estimados amigos(as) en la fe, Paz y Bien en el Señor que ha
venid a salvarnos del pecado en su Hijo, el niño Jesús.
“Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del
Señor brilla sobre ti” (Is 60,1).
“Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus
narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). “Dios
es el que da la sabiduría, de su boca procede saber e inteligencia; cuando
entre la sabiduría en tu corazón, la ciencia será dulce para tu alma” (Prov
2,6;10). “Feliz el hombre que encuentra sabiduría, porque la sabiduría es mejor
mercancía que la plata y más rentable que el oro fino” (Prov3,13). Por el don
del espíritu de Dios, el hombre naturalmente busca a Dios.
Epifanía (manifestación). Hoy celebramos la manifestación de
Jesús, el Salvador, al mundo pagano, representado por los sabios de oriente (científicos
de la época): Guiados por la luz de la estrella buscan al rey de los judios: "¿Dónde
está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente
y hemos venido a adorarlo"(Mt 2,2). La estrella que habían visto en Oriente
los guiaba, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño” (Mt 2,9).
Este gesto del Señor nos desvela el sentido de su venida a
la tierra: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y
el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz
para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas” (Jn 12,44-46).
Ha venido con la
misión de ofrecer la salvación a todas las gentes, de todos los lugares y de
todos los tiempos. Es el día en que también nosotros, que no somos del pueblo
judío por nacimiento, hemos recibido el don de la fe en Jesucristo, enviado del
Padre para la salvación del mundo (Jn 3,16; I Jn 4,9).
Este relato de Mateo es una catequesis que nos indica cómo
se manifiesta el Señor en todo tiempo y cómo nosotros podemos encontrarlo (Mt
2,9). Por lo tanto, lo hemos de leer más como un relato de fe que como una
narración de tipo histórico.
Unos sabios de
oriente se presentaron en Jerusalén (Mt 2,1): Estos personajes, (magos, científicos
de la época) presentados por Mateo, significan: La necesidad de los humanos de
encontrarse con el verdadero Dios; desde la realidad de la vida de cada uno
(familia, profesión, trabajo…), cada persona ha de preguntarse siempre dónde y
cómo se presenta Dios en la vida de cada uno; la decisión de abandonar su casa
y su país simboliza el proceso que constantemente realiza el que con sinceridad
quiere encontrarse con el Señor; la estrella que les guía es la luz de la fe
(Lc 17,5), la llamada de Dios, que comienza a iluminar la oscuridad de su
situación religiosa; estos rasgos manifiestan el deseo de iniciar un camino, un
proceso, para encontrar a Dios (Jn 14,6).
En Jerusalén, los
sabios dan testimonio de la llamada de Dios: Hemos visto su estrella en
el oriente y venimos a adorarlo (Mt2,2); vencen las malas intenciones de
Herodes; y la ignorancia de los sumos sacerdotes y de los maestros de la ley; se
dejan orientar por la Palabra de Dios, en la profecía de Miqueas (5, 2), que
los maestros de la Ley indican (Mt 2,5-6); nuevamente la estrella de la fe los
guía hasta Belén (Mt 2,9).
Hallaron al Niño con
su madre María y lo adoraron (Mt 2,11): Al experimentar de nuevo la
iluminación de la fe en su camino, se llenaron de una inmensa alegría (Mt 2,10).
El esfuerzo de los viajeros por seguir la luz incipiente de la fe logró, al
fin, encontrar al Niño con su Madre. María es figura de la Iglesia, en la cual
encontramos al Salvador. Lo
adoraron como a Dios postrados en tierra. Abrieron sus cofres y le ofrecieron
como regalo oro, incienso y mirra (Mt 2,11).
Los reyes magos de oriente reconocen al Mesías en aquel Niño
desvalido y pobre. Dios los ha orientado y fortalecido a lo largo de su camino
de fe, poniendo de su parte el interés y el sacrificio por salvar enormes
dificultades y, al fin, encontrar al Salvador. Los dones que ofrecen al Niño
son símbolo de su propio reconocimiento, agradecimiento y ofrenda de sí mismos
y de sus vidas.
Lo adoraron. Adorar es, sobre todo, reconocer y agradecer el
don de la vida en Dios, recibido gratuitamente, que nos lo regala desde su
infinito amor. La semilla de la fe la recibimos en el bautismo, de manos de
nuestra Madre la Iglesia, sin nosotros merecerla ni buscarla.
La catequesis nos tiene que conducir a reconocer en Jesús al
mismo Dios, que nos ama y nos llena de sus dones, del mejor don, que es Él
mismo, con Jesús en el Espíritu.