DOMINGO DE LA ASCENSIÓN – B (17 de mayo del 2015)
Proclamación del santo evangelio según
San Marcos 16,15-20:
En aquel tiempo se apareció Jesús
a los once y les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia
a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se
condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los
demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y
si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre
los enfermos y los curarán".
Después de decirles esto, el
Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos
fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su
palabra con los milagros que la acompañaban. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
La Fiesta de la Ascensión de Jesucristo al Cielo es resumido por el mismo Señor de modo siguiente: "Salí del Padre,vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16,28). Esta fiesta Hace y evoca sentimientos encontrados de nostalgia y de alegría. De nostalgia, por la partida de Cristo, Quien regresa a la gloria que comparte desde toda la eternidad con el Padre y con el Espíritu Santo. De alegría, pues hacia esa gloria conduce a la humanidad por El redimida. El mismo Señor nos muestra esos sentimientos las veces que en el Evangelio hace el anuncio de su ida al Padre. “He deseado muchísimo celebrar esta Pascua con vosotros... porque ya no la volveré a celebrar hasta...” (Lc.22, 15-16). “Me voy y esta palabra los llena de tristeza” (Jn. 16, 6).
La Fiesta de la Ascensión de Jesucristo al Cielo es resumido por el mismo Señor de modo siguiente: "Salí del Padre,vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16,28). Esta fiesta Hace y evoca sentimientos encontrados de nostalgia y de alegría. De nostalgia, por la partida de Cristo, Quien regresa a la gloria que comparte desde toda la eternidad con el Padre y con el Espíritu Santo. De alegría, pues hacia esa gloria conduce a la humanidad por El redimida. El mismo Señor nos muestra esos sentimientos las veces que en el Evangelio hace el anuncio de su ida al Padre. “He deseado muchísimo celebrar esta Pascua con vosotros... porque ya no la volveré a celebrar hasta...” (Lc.22, 15-16). “Me voy y esta palabra los llena de tristeza” (Jn. 16, 6).
En cada uno de
los anuncios de su partida, Jesús trataba de consolar a los Apóstoles: “Ahora
me toca irme al Padre... pero si me piden algo en mi nombre, Yo lo haré” (Jn. 14,12 y 14). Inclusive trató de convencerlos acerca de la
conveniencia de su vuelta al Padre: “En verdad, les conviene que yo me vaya,
porque si no me voy, no podrá venir a ustedes el Consolador. Pero si me voy, se los enviaré... les
enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que Yo les he dicho” (Jn. 16,
7 - 14, 26). Con estas y muchas palabras de consolación el Señor preparó a sus
discípulos para este momento de despedida, tal es por ejemplo este: les digo la
verdad: “Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no
vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al
mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio” (Jn
16,7-8).
Con mucha antelación también, el
Señor ya había dicho: “Si les hablo de las cosas terrenales, y no creen, ¿cómo
creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que
bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo” (Jn
3,12-13). Hoy en la fiesta de la ascensión hace lo que ya nos lo dijo: “El
Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios” (Mc
16,19). Al respecto en otro episodio se nos dice: “Les abrió la inteligencia
para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: Así estaba escrito, el
Mesías sufrirá y resucitará de entre los muertos al tercer día, y comenzando por
Jerusalén, en su Nombre se predicará a todas las naciones la conversión y el
perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo
que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean
revestidos con la fuerza que viene de lo alto. Después Jesús los llevó hasta
las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los
bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo” (Lc 24,45-51).
El pasaje central de hoy: “El
Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios” (Mc
16,19). Tiene otro complemento que nos hace más entendible, cuando Jesús dice
asus discípulos: “El padre los ama, porque Uds. me aman y han creído que yo
vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al
Padre". Sus discípulos le dijeron: "Por fin hablas claro y sin
parábolas” (Jn 16,27-29). Ahora si también comprendemos nosotros por qué dijo
el Señor enfáticamente: “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino
la de aquel que me envió” (Jn 6,38). E incluso viene bien citar este episodio
cuando los judíos preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras
de Dios?" Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean
en aquel que él ha enviado" (Jn 6,28-29).
En la primera lectura que hemos
leído se nos dice: “Uds. recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá,
y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los
confines de la tierra. Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube
lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el
cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco,
que les dijeron: "Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo?
Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma
manera que lo han visto partir" (Hch 1,8-11).
Ahora tenemos una gran misión que
cumplir, porque el Señor nos ha delegado en estos términos esa sagrada misión:
"Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El
que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos
prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y
hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si
beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y los curarán" Mc 16,15-18). Como verán, al igual que los que
corren en el pista suelen cambiar de “testigo” o “posta”, la Ascensión es el
cambio de “posta de Jesús a nosotros”. Hasta ahora todo dependía de Él, desde
la Ascensión todo depende de nosotros. “Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio.”
El Señor se va, pero nos deja a
nosotros. Él se va, pero aun así será nuestro compañero. Él inició la
predicación del reino, pero a nosotros nos toca llevar como el viento las
semillas por todo el mundo. Con la única diferencia de que ahora la
responsabilidad recae sobre todos. El Papa Francisco lo dijo muy claro: La
evangelización es tarea de la Iglesia. Porque tiene que ver con la salvación
que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos y Dios ha
elegido un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos.
Jesús se va, pero deja la Iglesia. Jesús vuelve al Padre, pero deja la Iglesia
entre los hombres y para los hombres. Era necesaria la Ascensión como el
triunfo de Jesús. Pero era necesaria para que nosotros comenzásemos a crecer
asumiendo nuestras responsabilidades. La Iglesia no podía quedarse en el grupo
de los Once, tenía que abrirse al mundo. No podía seguir bajo las alas de
Jesús, tenía que llegar la hora de volar por sí misma. Tenía que llegar la hora
de dar el examen de su fe y comenzar a anunciar a todos los hombres. Como Él
también la Iglesia tenía que abrirse a buenos y malos. A los de dentro, pero
también a los de fuera. Por eso hoy es el triunfo de Jesús, pero es el comienzo
del camino que nos lleva a todos y a todos los hombres.
Pero no nos envía con las manos
vacías pues fíjense que nos dejó bajo la custodia de otro defensor. El señor
glorificado les dijo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a
mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y
añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan" (Jn 20, 21-23).
Es más, Jesús nos recomienda
dejarnos guiar por el Espíritu Santo: “En adelante, el Paráclito, que el Padre
enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten
ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me
amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más
grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla,
ustedes crean” (Jn 14,26-29).
La tarea y misión que ahora nos
toca es aquello que nos dice hoy: “Vayan, entonces, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y
yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-10). Ahora no nos
toca quedarnos plantados como los galileos mirando el cielo (Hc 1,11). Sino
trabajar, porque el mismo Señor que subió volverá a pedirnos cuentas (Mt
25,19). Y recompensara a cada uno según su trabajo (Mt 16,27). Esa recompensa
es estar con Él en el cielo para siempre (Jn 14,1-3).
Recordemos que Jesucristo había
resucitado después de su muerte, una muerte que fue ¡tan traumática!
-traumática para El por los sufrimientos intensísimos a que fue sometido- ... y
traumática también para sus seguidores, para sus Apóstoles y discípulos, que
quedaron estupefactos ante lo sucedido el Viernes Santo.
Luego viene para ellos la
sorpresa de la Resurrección. Al
principio no creyeron lo que les dijeron las mujeres, luego el mismo Señor
Resucitado se les apareció en cuerpo glorioso, y entonces recordaron y creyeron
lo que El les había anunciado. Pero la
verdad es que los Apóstoles no entendían bien a Jesús cuando les anunciaba todo
lo que iba a suceder: lo de su muerte,
su posterior resurrección y luego también lo de su Ascensión al Cielo. Para fortalecerles la Fe, después
de su Resurrección, el Señor pasa unos cuarenta días apareciéndose en la tierra
a sus discípulos, a sus Apóstoles, a su Madre.
Es lo que nos refiere la Primera
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles: “Se les apareció después de
la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días
se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, les mandó: ‘No se alejen de
Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla
la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado... Dentro de pocos días
serán bautizados con el Espíritu Santo.’”
La promesa del Padre era el Espíritu Santo, el Consolador, que vendría
unos días después en Pentecostés.
Y luego de esos cuarenta días,
llegó el momento de su partida.
Entonces, los llevó a un sitio fuera y luego de darles las últimas
instrucciones y bendecirlos, se fue elevando al Cielo a la vista de todos los
presentes.
¡Cómo sería la Ascensión de Jesús
al Cielo! Jesús, el Sol de Justicia (Mal
3, 20), ascendiendo radiantísimo a la vista de los presentes. El impacto fue tan grande que, aún después de
haber desaparecido Jesús, ocultado por una nube, los Apóstoles y discípulos
seguían mirando fijamente al Cielo.
¡Estaban en éxtasis! Fue,
entonces, cuando dos Ángeles los interrumpieron y los “despertaron”: “¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir
al Cielo, volverá como lo han visto alejarse” (Hech. 1,11).
Hay que tomar nota de estas
palabras. Es de suma importancia
recordar ese anuncio profético de los Ángeles sobre la Segunda Venida de
Jesucristo. Nos dicen que volverá de
igual manera a como partió: en gloria y
desde el Cielo. Jesucristo vendrá,
entonces, como Juez a establecer su reinado definitivo. Así lo reconocemos cada vez que rezamos el
Credo: de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no
tendrá fin. Estamos hablando de la Segunda
Venida de Cristo. Pero para saber cómo
será y cómo no será la Segunda Venida de Cristo, debemos detallar bien cómo fue
la Ascensión de Jesucristo al Cielo.
¿Cómo lo vieron subir? Con todo
el poder de su divinidad, glorioso, fulgurante y, ascendiendo, desapareció
entre las nubes. Entonces … ¿cómo
vendrá?
El anuncio de los Ángeles es
clarísimo y corrobora anuncios previos hechos por Jesús mismo. Al responder a Caifás en el momento de su
injustísimo juicio antes del su Pasión y Muerte dijo lo siguiente: “Verán al Hijo del Hombre sentado a la
derecha del Dios Poderoso y viniendo sobre las nubes” (Mt. 26, 64)
Ya anteriormente lo había
anunciado a sus discípulos: “Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre. Verán al Hijo del Hombre viniendo en
las nubes del cielo, con el Poder Divino y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus Ángeles, los cuales tocarán la
trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un
extremo al otro del mundo” (Mt. 24, 30-31). Sin embargo han habido, hay y
habrá muchos que querrán hacerse pasar por Cristo. Y hay uno en especial, el Anticristo, que
hará creer que él es Cristo. Entonces
hay que estar precavidos, pues Cristo vendrá glorioso con todo el poder de su
divinidad, como los Apóstoles Lo vieron irse.
Tengamos en cuenta que el
Anticristo será un hombre que se dará a conocer como Cristo y con la ayuda de
Satanás realizará milagros y prodigios, y engañará a muchos, pues desplegará un
gran poder de seducción. He aquí la
descripción que nos hace San Pablo: “Entonces aparecerá el hombre del
pecado, instrumento de las fuerzas de perdición, el rebelde que ha de
levantarse contra todo lo que lleva el nombre de Dios o merece respeto,
llegando hasta poner su trono en el Templo de Dios y haciéndose pasar por Dios
... Al presentarse este Sin-Ley, con el poder de Satanás, hará milagros,
señales y prodigios al servicio de la mentira.
Y usará todos los engaños de la maldad en perjuicio de aquéllos que han
de perderse, porque no acogieron el amor de la Verdad que los llevaba a la
salvación ... así llegarán hasta la condenación todos aquéllos que no quisieron
creer en la Verdad y prefirieron quedarse en la maldad ” (2 Tes. 2, 3-11).
Entonces, ¿qué hacer? Siguiendo, el consejo de la Sagrada
Escritura, no debemos dejarnos engañar.
Los datos sobre la Segunda Venida de Cristo son muy claros: Cristo vendrá en gloria. El Anticristo no. Hará grandes prodigios, pero no puede
presentarse como tenemos anunciado que vendrá Cristo en su Segunda Venida. De allí que Jesús nos advierta: “Llegará un tiempo en que ustedes
desearán ver uno solo de los días del Hijo del Hombre, pero no lo verán. Entonces les dirán: está aquí, está allá. No vayan, no corran. En efecto, como el relámpago brilla en un
punto del cielo y resplandece hasta el otro, así sucederá con el Hijo del
Hombre cuando llegue su día”. (Lc. 17, 22-24)
Esto es tan importante que el
Señor nos lo dijo en otras ocasiones. Jesús nos advierte clarísimamente y nos
explica con más detalle aún cómo será de sorpresiva y deslumbrante su Segunda
Venida:
“Si en este tiempo alguien les
dice: Aquí o allí está el Mesías, no lo
crean. Porque se presentarán falsos
cristos y falsos profetas, que harán cosas maravillosas y prodigios capaces de
engañar, si fuera posible, aun a los elegidos de Dios. ¡Miren que se los he advertido de
antemano! Por tanto, si alguien les
dice: En el desierto está. No vayan.
Si dicen: Está en un lugar
retirado. No lo crean. En efecto, cuando venga el Hijo del Hombre,
será como relámpago que parte del oriente y brilla hasta el poniente” (Mt. 24,
23-28).
Pero por encima de la nostalgia
de su partida, por encima de la advertencia de cómo será su Segunda Venida,
para que nadie nos engañe, el misterio de la Ascensión de Jesucristo es un
misterio de fe y esperanza en la Vida Eterna. La misma forma física en que se
despidió el Señor, la cual resalta San Pablo en la Segunda Lectura (Ef. 4,
1-13): subiendo al Cielo- nos muestra
nuestra meta, ese lugar donde El está, al que hemos sido invitados todos, para
estar con El. Ya nos lo había dicho al anunciar
su partida: “En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a
prepararles un lugar ... Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo
estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3). El derecho al Cielo ya nos ha
sido adquirido por Jesucristo. El nos ha preparado un lugar a cada uno de
nosotros: nos toca a nosotros vivir en
esta vida de tal forma que merezcamos ocupar ese lugar. . ¡No
dejemos nuestro lugar vacío!
Ahora bien, a pesar de todos
estos anuncios, los Apóstoles y discípulos no alcanzaban a entender la
trascendencia de lo anunciado. La Santísima
Virgen María seguramente fue preparada por su Hijo para el momento de su
partida, con gracias especiales para poder consolar y animar a los Apóstoles. Jesucristo estaba dejando a Pedro
como cabeza de la Iglesia y como su Representante. Pero también estaba dejando a su Madre como
Madre de su Iglesia, ya que siendo Ella Madre de Cristo, era también Madre de
su Cuerpo Místico. Por eso Ella los
reunió y los animó, orando con ellos en espera del Espíritu Santo.
La Ascensión, entonces, nos
invita a estar en la tierra, haciendo lo que aquí tengamos que hacer, todo
dentro de la Voluntad de Dios. Pero
debemos estar en la tierra sin perder de vista el Cielo, la Casa del Padre, a
donde nos va llevando Cristo por medio del Espíritu Santo, Quien nos recuerda todo
lo que Cristo nos enseñó. Y nos recuerda también lo que
debemos enseñar a otros, pues debemos llevar la Palabra de Dios a todo el que
desee escucharla. Es el llamado de
Cristo que nos trae la Aclamación antes del Evangelio: “Vayan y enseñen a todas las naciones, dice
el Señor. Y sepan que Yo estaré con
ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20). Los mandó –y nos manda a
nosotros- a ir, a partir. “Jesús parte
hacia el Padre y manda a los discípulos que partan hacia el mundo… Es un
mandato preciso, ¡no es facultativo!” (Papa Francisco 1-6-2014). Es el llamado
a la Nueva Evangelización, a la que insistentemente nos llama la Iglesia.
Para cumplir con esto, San Pablo
nos recuerda en la Segunda Lectura (Ef. 4. 1-13) lo siguiente: “El que subió
fue quien concedió a unos ser apóstoles;
a otros ser profetas; a otros ser
evangelizadores; a otros ser pastores y
maestros. Y esto para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando
debidamente su tarea, construyan el Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos
a estar unidos en la Fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a
ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de
Cristo”.
En suma, la Fiesta de la Ascensión
de Jesucristo al Cielo: Despierta el anhelo de Cielo, la esperanza de nuestra
futura inmortalidad, en cuerpo y alma gloriosos, como El, para disfrutar con El
y en El de una felicidad completa, perfecta y para siempre. Advierte cómo será
la Segunda Venida de Cristo, para que no seamos engañados por el Anticristo.
Nos invita a llevar la Palabra de Dios a todos, seguros de que el Espíritu
Santo, Quien es el verdadero protagonista de la Evangelización, nos capacita
para responder a este llamado. Así
contribuimos a construir el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, en esta época
en que hay que realizar la Nueva Evangelización, atrayendo a la Iglesia a
aquéllos que se han alejado.
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