VI DOMINGO
DE PASCUA –B (10 de Mayo del 2015)
Proclamación del Santo evangelio según San Juan 15,9-17
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo
cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en
su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el
de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Este es
mi mandamiento: Ármense los unos a los otros, como yo los he
amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son
ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que
los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y
den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo
que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
PALABRA DEL SEÑOR.
Amigos en el Señor Paz y Bien.
En los sinópticos el episodio del amor unos a otros tiene
la connotación siguiente ante la pregunta del maestro de la ley: “¿Cuál es el
mandamiento más grande de la Ley? Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el
más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y
los Profetas” (Mt 22,36-40). Es decir, para el Señor los tres primeros
mandamientos de la ley Moisés (Ama a Dios, no levantar el nombre de Dios en
vano y santificar la fiestas) se agrupa en un solo mandato: Amor a Dios y el
segundo: amor al prójimo agrupa a los siete mandamientos (honra a tu padre, hasta
no codiciar los bienes ajenos). Hoy nos lo dice lo mismo pero de modo descendente:
“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi
amor” (Jn 15,9).
Juan nos dice: “A Dios nadie ha visto, pero el Hijo único que
está en el seno del Padre nos lo dio a conocer” (Jn 1,18). Los mismo se reitera
en la I carta: “Nadie ha visto nunca a Dios pero si nos amamos los unos a los
otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en
nosotros” (I Jn 4,12). Hoy en la segunda lectura nos lo resumió así: “El que
ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque
Dios es amor” (IJn 4,7-8).
En segundo lugar, nos manda que vivamos alegres, pero participando
de su propia alegría: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como
yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto
para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto”(Jn 15,10-11). Jesús
no quiere seguidores tristes y que viven todo el día amargados, por eso nos da
una serie de razones para poder estar alegres y vivir de la alegría, pero de
una alegría plena. De la buena. La primera razón para la alegría: saber que Él
nos ama. La segunda: que somos sus amigos (Jn 15,14). La tercera: que Él mismo
nos ha elegido, somos elegidos de Él (Jn 15,16). Y cuarta: que nosotros estamos
llamados a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (Jn 16,17).
Como se dan cuenta, Él va siempre por delante: Él es la
vida. El Padre le ama y Él nos ama. Él nos hace amigos suyos. Él nos elige y Él
nos regala el amor con que nosotros tenemos que amarnos. ¿Nos parece un mensaje
maravilloso? Por eso Juan puede
escribir: “Dios nos amó primero.” Aquí tendríamos que decir, ¿hay alguien que
dé más? Se trata de un Evangelio que debiéramos leer todos los días al levantarnos.
Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso
(IJn 4,20). ¿Qué elementos comprende el amor? San Pablo nos describe así: “Aunque
yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor,
soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el
don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque
tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no
soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El
amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se
envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene
en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija
con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas
terminará, la ciencia desaparecerá” (I Cor 13,1-8).
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