IV DOMINGO DE ADVIENTO – B (24 de diciembre de 2023)
Proclamación del Santo evangelio según San Lucas
1,26-38
1:26 En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
1:27 a una virgen que estaba comprometida con un hombre
perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era
María.
1:28 El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
1:29 Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se
preguntaba qué podía significar ese saludo.
1:30 Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque
Dios te ha favorecido.
1:31 Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús;
1:32 él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
1:33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino
no tendrá fin".
1:34 María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo
no tengo relaciones con ningún hombre?"
1:35 El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso
el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
1:36 También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de
su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
1:37 porque no hay nada imposible para Dios".
1:38 María dijo entonces: "Yo soy la servidora del
Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. PALABRA
DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está
contigo".(Lc 1,28). “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús” (Lc 1,31). "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que nacerá de ti será
llamara Hijo de Dios” (Lc 1,35). Estas citas resumen el evangelio de hoy, y es
conveniente contextualizar en la historia de la salvación. Todas las palabras
son de Dios, y el mensaje es un mensaje alegre. La alegría se encontraba
ausente del mundo desde hacía mucho tiempo, había desaparecido desde el pecado.
Toda la antigua economía y toda la historia de la humanidad estaban empañadas
de tristeza, como si en sus relaciones con Dios el hombre hubiera sido en todo
momento consciente de una enemistad aún sin expiar: el hombre tenía
naturalmente miedo de Dios. El mensaje actual está precedido de un saludo feliz
y de una apelación pacífica y cariñosa: Ave: es la primera palabra
de este saludo, la cual, pronunciada una vez, se repetirá eternamente.
Partimos de dos premisas. 1) Dios se dice: “Yo salvare a mi
pueblo de sus enemigos. Haré que vuelvan a Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y
yo seré para ellos su Dios, fiel y salvador” (Zac 8,7). 2) “Dios es amor” (I Jn
4,8). Se propone en salvar a su pueblo y ¿Salvar de qué?
Una vez que Dios creo al hombre (Gen 1,26). Dios le dio este
mandamiento: “Puedes comer de cualquier árbol del jardín, más del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás
sin remedio" (Gen 2,16). En efecto, “Dios creo al hombre en el principio y
lo dejó librado a su propio albedrío” (Eclo 15,14). El hombre tiene en sus
manos la decisión de optar: Por la vida o por la muerte, lo que escoja se le
dará lo que dará” (Eclo 15,17). Para discernir entre el bien el mal Dios mismo
da el saber: “El Señor da la sabiduría, de su boca proceden saber e
inteligencia” (Prov 2,6). Quien opte por la vida, está llamado a ser santo:
“Santifíquense y sean santos; cumpliendo mis mandamientos y poniéndolos en
práctica porque yo soy, vuestro Dios el que los santifico” (Lv 20,7).
El proyecto de vida que Dios propone al hombre se
truncó ¿Por qué?: Instigada por la serpiente: “La mujer vio que el árbol era
bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó
de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió” (Gen
3,6). Es decir opto por la muerte: “Por un solo hombre entró el pecado en el
mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres,
porque todos pecaron” (Rm 5,12).
Dios que es amor (IJn 4,8) se propone y dice por el
profeta: "Juro por mi vida, que yo no deseo la muerte del pecador, sino
que se convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11). Para ello se propone y
dice: “Yo salvare a mi pueblo de sus enemigos. Los haré volver y habitarán en
medio de Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y yo seré su Dios, fidelidad y
salvador” (Zac 8,7). Esto se resume en un nuevo pacto de alianza: “Estableceré
una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la
Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para
hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo
era su dueño —oráculo del Señor—. Esta es la Alianza que estableceré con la
casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley en
su mente, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi
Pueblo” (Jer 31,31-33). Es el pacto de amor, se reafirma lo que ya hemos dicho:
“Dios e amor”(IJn 4,8).
El despliegue de esta nueva alianza se inicia
así: El Ángel anunció a María y dijo: "Alégrate, llena de Gracia el Señor
está contigo" (Lc 1,28). Ella turbada por dicho saludo, recibe el anuncio
de que ha sido elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo Unigénito. Y a
pesar de estar ya comprometida con San José, dando muestra de una fe, humildad,
valentía y abandono en las manos de Dios, pronuncia las palabras más
importantes en la historia de la humanidad: "Hágase en mí según tu
palabra" (Lc 1,38). Permitiendo en ese instante el prodigio de la
Encarnación (Jn 1,14).
Dios se hace hombre en el seno purísimo de María, en
las entrañas de una mujer de nuestra raza, Dios se humanizo, Dios se hizo lo
que nosotros somos, para ser lo que Él es. Comparte desde entonces nuestra
humanidad. Porque María supo decir Si a la voluntad de Dios, dio comienzo el
embarazo más glorioso de la historia y la Redención de la humanidad se hizo
posible. En el saludo del Arcángel a la Virgen María, descubrimos nada menos
que su inmaculada Concepción. En efecto al llamarla "LLENA DE GRACIA"
(Lc 1,28), el Ángel declara que la Virgen María está llena de favores de Dios,
ha gozado de la plenitud del Espíritu Santo, lo que excluye automáticamente el
pecado original, ya que si en algún momento María hubiera estado en pecado,
aunque no hubiera sido más que por un instante, ya no sería la llena de Gracia.
Es por este texto principalmente, que la Iglesia declaró el Dogma de la
inmaculada concepción, que siempre habíamos creído, en 1854 y que Ella misma
ratificó en Lourdes, Francia, en 1858, al definirse ante Santa Bernardita como
"Yo soy la inmaculada Concepción".
Las Bodas de Caná (Jn 2,3): Los Evangelios nos relatan
cómo en el pueblecito de Caná de Galilea, la Virgen Santísima asistió invitada
a una boda, y también llegaron Jesús y sus discípulos. María es la mujer
atenta, servicial, la gran ama de casa que se da cuenta de que el vino de la
fiesta se ha terminado. "Hijo, no tienen vino" (Jn.2,3) ¿Por qué la
Virgen acudió a su Hijo?, ¿Qué esperaba que él hiciera?, ¿Por qué confió tanto
en él? No lo sabemos, pero el hecho es que su intercesión provocó el primer
milagro de Jesucristo "y sus discípulos creyeron en él". En este
pasaje se revela que el poder es de él, la intercesión de Ella. Con la
confianza de ser escuchada por su Hijo, dice a los criados: "Haced lo que
él os diga", así pués, cuando acudamos a la Virgen Santísima en alguna
necesidad, estemos dispuestos a cumplir en todo la voluntad de Dios.
María Al pie de la Cruz (Jn 19,26). Durante la vida
pública del Señor, la Virgen María permanece prudentemente en la sombra,
confundida entre la muchedumbre, relativamente cerca de su Hijo, meditando sus
palabras en su corazón, como la primera discípula de Cristo.
Desde la presentación en el Templo, cuando Jesús tenía
40 días de nacido, María había recibido del anciano Simeón una premonición
angustiante: "Mira, este niño está destinado a ser la caída y el
resurgimiento de muchos en Israel como signo de contradicción. Y a ti misma una
espada te atravesará el alma" (Lc.2,34-35)
Más tarde, el relato del testigo presencial de lo que
sucedió en el Calvario, San Juan, es sumamente conmovedor. María, la que pasaba
desapercibida en los triunfos de Jesús, aparece en un primer plano en el
momento del dolor. "Junto a la Cruz de Jesús, estaban su Madre, María
mujer de Cleofás, y María Magdalena" (Jn.19,25).
Es la Virgen Dolorosa con siete puñales clavados en su
Corazón Inmaculado. Y a continuación San Juan nos relata lo que pasó:
"Jesús viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo que amaba, dice a su
Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo; luego dice al discípulo: Ahí tienes a
tu madre y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa". (Jn. 1
9,26-27)
Escena llena de misterio; ciertamente Jesús se
preocupa por el futuro de su Madre. Habiendo ya muerto San José (no aparece ni
una sola vez en la vida pública de Jesucristo) y no teniendo el Señor hermanos
carnales, quedaba María desamparada. San Juan es el único de los apóstoles
presente en la muerte de Cristo, es el Apóstol virginal que recibe en herencia
nada menos que a la Madre de Dios; Jesús en San Juan nos la hereda por Madre a
la Madre del Salvador, a la Siempre Virgen María: “Mujer ahí a tu hijo, hijo
ahí a tu madre”.
Naturalmente, dentro de la Liturgia y tradición de la
Iglesia, aparece paulatinamente, la memoria de la Santísima Virgen en
festividades que conmemoran los principales acontecimientos y verdades que
sobre Ella se han aceptado siempre, algunas de las cuales ha sido necesario
declarar dogmas de fe, a saber:
Que es la Madre de Dios. (1º de enero) Dogma declarado
por el Concilio de Efeso en el año 431 e incorporado a las oraciones oficiales
de la Iglesia. Y la virginidad: “María dijo al Ángel ¿Cómo puede ser eso, si yo
no tengo relaciones con ningún hombre? El Ángel le respondió: "El Espíritu
Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por
eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc 1,34-35).
La inmaculada Concepción. (8 de diciembre) Es el Dogma
declarado por el Papa Pío IX en 1854, acerca de que la Santísima Virgen María
fué concebida sin pecado original.
La Asunción de la Virgen María a los Cielos. (15 de agosto)
Dogma declarado por el Papa Pío XII en 1950, acerca de que la Santísima Virgen
fué llevada al Cielo en cuerpo y alma.
La Anunciación, la Navidad, la Presentación y la Asunción.
Además de estas solemnes festividades, hay otras muchas a lo largo del Año
Litúrgico, en las que celebramos, no solamente aquellos hechos que surgen de la
palabra de Dios, sino también los emanados de otras fuentes como son las
principales apariciones de la Santísima Virgen María, reconocidas por la
Iglesia, a saber: Tepeyac (1531), Lourdes (1858), Fátima (1917) y otras
devociones populares.
En busca de una casa. ¿Eres tú quien me va a construir una
casa para que habite en ella? El hombre religioso cree que puede complacer a
Dios con sus obras y asegurarse, mediante ofrendas, la propia salvación.
Establece unas coordenadas espacio-temporales y
psicológico-morales, y cree encerrar dentro de ellas al Dios de la libertad.
Pero ni David ni Constantino, ni el Vaticano ni el Concilio,
podrán convencer a Dios sobre el lugar y el tiempo y el modo de su presencia
salvadora. Dios es libre y es imprevisible. Y, sobre todo, Dios es gratis. La
salvación corre de su cuenta. Y las casas donde habitar las prepara él.
Cuando quiso habitar entre los hombres, no por nada, sino
porque los amaba y necesitaba manifestarles su amor y salvarles de sus
dramáticas dolencias, buscó el lugar donde quedarse.
Conocéis la historia. No buscó lo grande, lo brillante, lo
influyente, ni siquiera lo santo: buscó una muchacha, la más pequeña del pueblo
más vulgar de la nación más oprimida. "Y la doncella se llamaba
María".
No es que fuera tan buena y tan santa que atrajera la mirada
y el corazón de Dios, sino que la mirada y el amor de Dios la hizo tan buena y
tan santa. ¡Qué misterio! Las preferencias de Dios no hay hombre que las
entienda. La iniciativa siempre parte de Dios, y cuando Él actúa deja siempre la
marca inconfundible de la pequeñez y de la humildad. O sea, que Dios no quiere
nuestras cosas, sino nuestro vacío; no quiere nuestras virtudes, sino nuestra
pobreza; no quiere nuestros méritos, sino nuestra fe.
Al que se cree digno y capaz, Dios le deja que se las
arregle por su cuenta. Pero al que se cree pequeño e insuficiente Dios le envía
el ángel de la Anunciación. "Porque miró la pequeñez de su esclava".
Pide nuestra fe. O sea, pide que confiemos en Él, que
estemos pendientes de toda palabra que sale de su boca, que nos pongamos en sus
manos, que le dejemos actuar en nosotros y por nosotros, que le digamos FIAT,
que le digamos SI. Y que se lo digamos cariñosa y gozosamente, como el niño más
pequeño al Padre más querido. Sí, Papá. Lo demás ya es cosa suya.