sábado, 11 de mayo de 2013

DOMINGO DE LA ASCENSION



                          DOMINGO DE LA ASCENCION DEL SEÑOR (12-MAY-2013)

                                      Evangelio según Sn Lc. 24, 46-53
  
 En aquel tiempo les dijo Jesús: "Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Uds. son testigos de esto: "Miren, voy a enviar sobre uds. la Promesa de mi Padre. Por su parte permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos del poder desde lo alto."
Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.
PALABRA DEL SEÑOR

    Comentario

    Querido amigos en el señor Paz y bien.

   Jesús ya había advertido: Salí del Padre, vine al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28). En mi modesta opinión creo que este episodio resume integro el actuar de Dios en su hijo Jesucristo, pero ahora conviene preguntarnos ¿ para qué vino?. San Pablo dice: “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,3). Es decir Jesús ha venido a salvarnos a todos los hombres pero tenemos que conocer la verdad y ¿cuál verdad? Jesús mismo lo dice: “yo soy la verdad, vida y camino, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). “Si en conocer a Jesús consiste la verdad, entonces con razón dijo Jesús: Si alguien guarda mi palabra mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23) Es decir la salvación no consiste en saber de memoria sobre el cielo, sino de vivir en Jesús. Al respectos un día San Francisco de Asís con razón dijo a sus hermanos. “La vida y regale de los hermanos menores es esto: vivir el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo” RB 1.

¿Recuerdan la llegada Jesús al mundo? ¿Cómo nos preparamos y festejamos su venida por su nacimiento? Cuánta fiesta, ¿verdad? Ahora que se nos va ya casi nadie hace fiesta. Porque tampoco hay lugar a la tristeza, porque su partida también es alegría: Uds. se lamentaran, se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría (Jn 16,20). “Porque voy y les preparare un sitio y cuando les prepare sitio volveré y les llevare conmigo para que donde estoy yo estén también Uds” (Jn15,1-3).

Sin embargo, San Lucas pone el acento de la ascensión del Señor en tres detalles importantes que conviene resaltar: El primero: Jesús se despide dándoles la bendición. "Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo" (Lc 24,51). Lo segundo: Jesús sabe que todavía no están como afrontar la misión y por eso les pide que no se muevan hasta que "sean revestidos del poder de lo alto", es decir, hasta que reciban el Espíritu Santo. Porque solo entonces estarán suficientemente preparados para dar cara por el Evangelio sin miedo ni cobardía.

Finalmente, Lucas destaca, más que el miedo y la duda, la alegría que inunda sus corazones de los apóstoles y cómo se quedan en Jerusalén a la espera de la venida del Espíritu Santo. Entonces de pronto “Vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento que lleno toda la Iglesia… todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hch 2,2-4).

Para Lucas lo importante es que para anunciar el Evangelio primero es preciso ser revestidos del Espíritu Santo. Es precisamente Él quién impulsa a la misión. Es Él quien da el coraje y la valentía del anuncio. Es Él quien nos hace sentir y experimentar la fuerza del Evangelio. Por eso, evangelizar no es hacer propaganda del Evangelio. Evangelizar es ser movidos por el Espíritu y bajo la actuación del Espíritu, lo que Lucas pondrá de manifiesto en el relato de Pentecostés en el libro de los Hechos como ya destacamos.

Además se necesita de la acción del Espíritu porque con la Ascensión comienza un camino nuevo. Un camino donde es preciso caminar sin Jesús pero con Jesús. Los discípulos tendrán que acostumbrarse a vivir sin la presencia humana de Jesús. Serán ellos los que tendrán que dar cara por Él. Es la presencia invisible de Jesús, aunque una presencia real. Un camino donde la iniciativa será de Jesús, pero la obra tendrá que ser nuestra. Es el camino de la Iglesia.

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. El Espíritu es el motor del dinamismo de la Iglesia. La Iglesia, como ha repetido Benedicto XVI, es "esencialmente misionera" y el Espíritu Santo tiene como misión sacar a la Iglesia de la Iglesia. Me explico, tiene la misión de sacar a la Iglesia de sí misma y lanzar hacia el mundo en misión. Es saliendo de ella misma que la Iglesia se hace misionera. La Iglesia cuanto más preocupada está de sí misma más se cierra sobre sí misma. La Iglesia tiene que mirarse a sí misma, claro está, pero tiene que hablar más del Evangelio que de ella misma, tiene que preocuparse por anunciar el Evangelio que anunciarse a sí misma. La Iglesia será más Iglesia cuanto más salga de sí misma para proclamar el Evangelio.

La Evangelización supone mucha audacia. Mucha valentía, porque tiene que anunciar el Evangelio a todos los pueblos y sabes que no todos están en actitud de abrirse al Evangelio y que, incluso, muchos tendrán que jugarse la vida por el Evangelio. Sin la fuerza del Espíritu esto no será posible.

Gracias al poder de dinámico del Espíritu santo que la iglesia posee, tiene fuerza para promover una "nueva evangelización", ¿por qué? Porque se necesita un espíritu nuevo de dar a conocer el Evangelio a los demás. Nueva porque surgen situaciones y problemas nuevos. Nueva porque el hombre es siempre nuevo y la historia es siempre nueva. Por tanto, el anuncio del Evangelio también tiene que ser nuevo si no queremos quedarnos estancados en la historia.

En el año de la fe hoy al recordar los 50 años del Vaticano II nos sitúa  esta nueva misión en estos términos: "Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada de forma más adecuada." (GS 44)