jueves, 21 de septiembre de 2017

DOMINGO XXV – A (24 de setiembre de 2017)

DOMINGO XXV – A (24 de setiembre de 2017)

Proclamación del santo evangelio según San Mateo 20,1-16:

20:1 Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
20:2 Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
20:3 Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
20:4 les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo".
20:5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
20:6 Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?"
20:7 Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
20:8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros".
20:9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
20:10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
20:11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
20:12 diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada".
20:13 El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
20:14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
20:15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
20:16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". 

PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

El evangelio termina diciendo: "Al terminar el día, el dueño llamó al mayordomo y le dijo: Llama a los obreros y págales el jornal, comienza con los últimos y termina con los primeros"(Mt 20,8). Para completar la idea agregamos dos citas: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y pagará a cada uno según sus obras” (Mt 16,27). “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y pondrá a unos a su derecha y otros a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber… porque cada vez que lo hicieron con mis hermanos pobres, conmigo lo hicieron. Y a los de su izquierda: Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber…”  (Mt 25,31-43).

La visión que nos guía las enseñanzas de estos domingos es: “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Al buscar respuestas a estas inquietudes, el Señor nos ha dicho en los domingos anteriores que, para obtener la salvación hace falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). 

En efecto, la enseñanza de hoy Jesús nos habla sobre el tema del trabajo. Ya desde el inicio acuñó Dios el tema del trabajo en los términos siguientes: “Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a polvo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (Gn 3,19). Jesús en su parábola respecto al Reino de los cielos hoy nos describe como aquel que sale a contratar trabajadores para su viña en diferentes horas del día: A primera hora, a media mañana, al medio día, a la media tarde ya la ultima hora, a estos de la ultima hora les preguntó: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin trabajar?” (Mt 20,6). Respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña"(Mt 20,7). Como se ve, el trato con todos los trabajadores es de un denario de pago por el jornal (Mt 20,2). 

Dios nos envió a su Hijo único para instituir el Reino de Dios, pues Jesús mismo nos lo dice: “Salí del Padre, vine al mundo; dejo el mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16,28). ¿A qué vino Jesús al mundo? Dice Jesús: “Para esto he nacido y he venido al mundo,  para ser testigo de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn 18,37). “Yo soy camino, verdad y vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). Nos dijo, además: “Si yo echo los demonios con el poder de Dios, entonces significa que el Reino de Dios ya ha llegado para Uds.” (Lc 11,20). ¿Cómo instituyo Jesús el Reino de Dios? Convocó a los trabajadores para el reino de Dios (viña) mediante el Bautismo:  “El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3,5). Todos los bautizados somos contratados para trabajar en la viña del Señor. El pago de la jornada de trabajo (1 denario) es el medio o pasaporte para nuestra salvación. Para ser salvos tenemos que trabajar si o si en la viña del Señor; es decir tenemos que ejercer nuestra fe. No basta ser bautizados, no basta ser contratados, haya que trabajar por lo menos un momento en la viña (Iglesia).

Respecto al trabajo que es un don de dios; ¿Cómo estamos de trabajo? ¿Muchos no tienen trabajo verdad? ¿Somos de los que pasan el día entero en la plaza sin hacer nada y esperando ser contratados? ¿Somos de los que  a primera hora ya fuimos contratados? O ¿Somos de los fueron contratados a medio día? O más bien ¿Somos de los que no hacemos nada por buscar trabajo? Recuerda que el trabajo no nos buscará, nosotros tenemos que buscar el trabajo. Al respecto san Pablo decía: “El que no quiera trabajar, que no coma. Nos hemos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no hacen nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen con sosiego para ganarse su pan. En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” (II Tes 3,10 -13).

En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a todos a trabajar. En la viña del Señor hay trabajo abundante para todos y todos estamos invitados. Ya no somos nosotros los que pedimos trabajo sino que el Señor nos lo está ofreciendo porque aquí en la viña del Señor hay mucho que hacer, o sino recordemos aquel pedido del Señor: “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha" (Mt 9,36-38).

Es posible que, no sepamos cómo y dónde trabajar para la viña del Señor y para ganarnos el denario de la Jornada (Mt 20,8). El denario no se nos va a regalar a nadie, por ganarnos este denario debemos si o si trabajar en la viña del Señor. ¿Por qué es importante merecer el denario? Porque el denario de esta parábola nos describe que es el cheque o pasaporte que nos servirá para entrar un día sin falta en el reino de los cielos y gozar de este seguro de vida, un gozo que no tiene fin, sino que es el seguro de toda la vida en el cielo. Ya nos dijo el Señor: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y pagará a cada uno de acuerdo a su trabajo” (Mt 16,27). La paga consiste en obtener el pase para entrar en el Reino de Dios (salvación).

Cada uno hemos recibido diferentes dones o talentos los cuales nos sirven para ganarnos el denario; así nos describe Jesús en este episodio: “El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor…” (Mt 25,14-20). San Pablo nos manifiesta: “En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Efesios Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?” (I Cor 12,27-30). Estos dones que el Señor nos dio, sirven para ganarnos el talento en la viña del Señor. Y de ellas daremos también un día cuentas: “Aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le exigirá” (Lc 12,48).

Vivimos en una sociedad de “produce y consume”. Una sociedad de Tarjetas y depósitos e intereses. Una sociedad así difícilmente entiende lo que es la gratuidad (amor). Una sociedad que, aunque nos duela, está ahí condicionando nuestra mentalidad. ¿Por qué fulano gana tanto y yo gano menos? La parábola que nos presenta el Evangelio hoy nos habla de eso. ¿Por qué los últimos han de ganar tanto como nosotros los primeros? ¿Por qué a los últimos se les ha de pagar lo mismo que a los primeros? (Mt 20,12). Y los mismos discípulos como Pedro tuvieron problemas, y sino recordemos este impase: “Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate de mi vista, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mt 16,21-23). Es decir, queremos ganar el denario sin casi hacer nada, o buscamos un camino fácil para el llegar al cielo: “Ese modo de hablar es duro quien puede hacerle caso, murmuraron contra Jesús. ¿Jesús les  dijo Uds. también quieren irse? Pedro dijo: Señor a quien iremos tu tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,60-67).

Muchas veces creemos a Dios desde lo que nosotros entendemos y hacemos, no desde la gratuidad y comprensión del corazón de Dios (fe). Medimos el corazón de Dios, desde la pequeñez nuestro. La gratuidad no está en contradicción con la justicia. A los primeros los contrató por un denario. Por los últimos Dios siente compasión de que nadie les haya querido contratar y ahora en su generosidad y gratuidad les paga lo mismo. Cumple con la justicia de pagar lo convenido. Pero eso, no impide que su corazón se deje llevar de la gratuidad (Mt 20, 15). Es difícil creer en la gratuidad, es difícil aceptar la gratuidad, cuando nuestro corazón está lleno de intereses y egoísmos personales (Mt 20,12).


Unos han encontrado a Dios al comienzo de su vida (Mt 20,1), otros lo han encontrado ya de mayores y hasta de ancianos (Mt 20,7). Dios les ofrece la misma salvación, les ofrece la misma vida eterna, les ofrece el mismo cielo. ¿Vamos a culpar por esto a Dios como aquel que se encontró con un amigo que vivió como le dio la gana y al final se salvó? ¡Si al final los dos estamos aquí juntos!” Y es que la salvación es pura gratuidad (amor), es cosa de Dios, no es asunto nuestro. Recordemos este ejemplo: “El buen ladrón desde la cruz dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".  Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23,42-43). Ahora Jesús lo dijo: “¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos" (Mt 20,15-16).