domingo, 12 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXIII – A (19 de Noviembre del 2023)

 DOMINGO XXXIII – A (19 de Noviembre del 2023)

Proclamación del santo Evangelio según San Mateo 25,14-30:

25:14 El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.

25:15 A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,

25:16 el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.

25:17 De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,

25:18 pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

25:19 Después de un largo tiempo, llegó el señor de aquellos empleados y les pidió las cuentas.

25:20 El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado".

25:21 "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor".

25:22 Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado".

25:23 "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor".

25:24 Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.

25:25 Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!"

25:26 Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,

25:27 tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.

25:28 Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,

25:29 porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

25:30 Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes". PALABRA DEL SEÑOR.

 REFLEXIÓN

Estimados(as) amigos(As) en el Señor Paz y Bien.

“Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá castigo riguroso;  quien sin conocer el querer de su señor no hace lo que su señor quiere, recibirá castigo de menos rigor; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más” (Lc 12,47).

Sigue latente la pregunta: “¿Qué hare para heredar la vida eterna? Respondió Jesús: Si quieres entrar en la vida cumple los mandamientos” (Mt 19,16). El fruto de la vida según los mandamientos es la santidad. El domingo pasado nos decía que, para entrar en la vida hay que tener la lámpara encendida (Mt 25,10). Hoy, nos dice que para entrar en la vida (cielo) hay que ser productivos con los talentos recibidos (Mt 25,20-21).

El Reino de los Cielos se parece a uno (Dios) que repartió sus bienes (sabiduría e inteligencia) a sus siervos (c/u de nosotros): Al primero le dio cinco talentos, al segundo dos, y al tercero uno, a cada uno según su capacidad; y después partió” (Mt 25,15)… “Después de un largo tiempo, llegó el señor de aquellos empleados y les pidió las cuentas (juicio)” (Mt 25,19): El primero: "Señor, me has confiado cinco talentos. Aquí están los cinco y otros cinco (vida ceñida en el amor) que he ganado" (Mt 25,20)… “Su señor, le dijo muy bien, ya que has sido fiel en lo poco, te encargaré de mucho más: pasa al banquete (Cielo) de tu señor" (Mt 25,21)… “Vino el tercero y dijo: Sé que eres exigente, tuve miedo, fui y enterré tu talento: (vida sin amor= odio, egoísmo)  ¡aquí tienes lo tuyo!"(Mt 25,25). Su señor dijo: “Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez…y a este siervo inútil échenlo a las tinieblas (Infierno)” (Mt 25,28-30). En pocas palabras dijo Jesús: “A Ud. Se les quitará el reino de Dios  y se le entregará a un pueblo que de frutos a su tiempo para el reino de Dios” (Mt 21,43).

La parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Nos da una explicación panorámica sobre las inquietudes que a todos nos preocupa: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes ya nos topamos con escenas como: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La respuesta del amor a Dios y al prójimo, así como hacer lo que decimos siendo hermanos (Mt 23,3-8); es la estrategia eficaz para revestirnos con traje de fiesta (santidad) y ser parte del banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados (Mt 22,12).  

¿Qué hace que unos sean invitados al banquete: “Pasa al banquete de tu señor" (Mt 25,21); y otro sea excluido: “A este siervo inútil échenlo a las tinieblas” (Mt 25,30)? La respuesta es que unos trabajaron los talentos responsablemente y produjeron frutos. Al respecto Jesús dice: “Yo soy la vid y Uds. los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da frutos porque sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5). Y ¿Cómo permanecer unidos a Jesús?: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,9-10). O sea, la única forma de dar frutos para el reino de Dios es viviendo en el amor de Dios. Y ¿Cómo saber si vivimos en el amor de Dios? Jesús nos lo dice: “Por sus frutos los reconocerán. Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego” (Mt 7,16-19).

Para vivir en el amor de Dios, mismo Dios nos dio el don de la sabiduría (talento): “El Señor da la sabiduría, de su boca procede saber e inteligencia” (Prov 2,6).  Luego se nos dice: “Feliz el hombre que encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y más precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “Si Uds. buscan tronos y los cetros, honren a la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21). Así pues, los que descubren el don de  la sabiduría actúan como los hombres que hicieron producir o trabajar los talentos: “El que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos” (Mt 25,16-17). En cambio los que no hacen uso correcto del don de la sabiduría de Dios, actúan como el hombre necio: “El que recibió un solo talento, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor” (Mt 25,18). Lo peor del hombre que huye del don de la sabiduría de Dios es, como se nos dice: “Todo el que obra en el mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas” (Jn 3,20). Y el hombre sumergido en las tinieblas vive sin principios, sin valores: son como un perrito con rabia, hace mucho daño.

“El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas según Dios" (Jn 3,21). Es decir son hombre de bien. Viven dando testimonio de su fe. Son como los hombres que haces producir el talento (Mt 25,16-17). Los frutos brillan ante los hombres: “Así como brilla la lámpara, así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). Y esto es posible si nos dejamos guiar por el don de la sabiduría de Dios, así nos lo aconseja Jesús: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida"(Jn 8,12).

Es bueno recordar que si queremos obtener nuestra salvación, tenemos una misión sagrada que cumplir según el mandato de Jesús: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15). Los frutos que se nos exige tienen que ver con la salvación de muchos  por no decir de todos. Si hay mucha gente que crea y se bautice, señal que hemos dado buen testimonio del evangelio; que ahora se nos describen como los hombres que hicieron producir sus talentos (Mt 25,16). Y si por nuestro testimonio de vida  ceñida al evangelio se salvan muchos, entonces tenemos obras meritorias para recibir la buena noticia: “Pasa al banquete de tu señor (cielo)” (Mt 25,21). Pero, si no damos testimonio de vida ceñida al evangelio, por ende serán mucho los que no crean y no se bauticen, y por ser incrédulos se condenarán (Mc 16,15), entonces también nosotros por ser como hombre necio (Mt 25,18), seremos acreedores de la condenación porque se nos dirá: “A este siervo inútil échenlo a las tinieblas” (Mt 25,30).

Como se ve, el capítulo 25 de Mateo, contiene tres grandes parábolas: La parábola de las vírgenes (25,1-13), la parábola de los talentos (25,14-30) y la parábola del juicio final (25,31-46), colocan la vida del discípulo ante el destino final, época que San Pablo señala como el tiempo de la parusía (ITes 4,16-17) . Tiempo que hay que aprovechar, como ya se manifestó, para cumplir la misión hasta la venida del Señor. ¿Qué se espera que haga el “servidor”? ¿Qué tan importante puede ser lo que haga o lo que deje de hacer? ¿Cuál es el destino del “servidor” fiel? Y ¿Cuál es el destino del servidor infiel? Esta parábola (Mt 25,14-30) que es más conocida como la parábola de los talentos responde a dichas inquietudes y para dar algunos detalles más, podemos resaltar tres partes:

1) Distribución de los talentos (Mt 25, 14-15). 2) El negocio de los talentos (Mt 25,16-18). 3) La recompensa de los siervos (Mt 25,19-30).

Hay que recordar que las parábolas son estrategias de enseñanza que Jesús usa para hacer entender a la gente sobre el reino de los cielos, misión del Hijo; así se nos dice: “Todo lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y nada les hablaba sin parábolas” ( Mt 13,34-35). Para que así se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas (Slm 78, 2). Así, hoy en la primera parte dice Jesús: “El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió” (Mt 25,14-15). Cada uno recibió diferentes cantidades de talentos, pero en este punto conviene agregar la cita: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lc 12,48). Cada uno hemos de dar cuentas al Señor, tarde o temprano de todos los dones que hemos recibido: Si hemos recibido cinco talentos,  daremos cuenta de los cinco talentos, si hemos recibido dos, de dos talentos tendremos que responder y si hemos recibido un solo talento, de un solo talento tendremos que dar cuentas. El hombre sabio sabrá negociar los talentos.

De los tres siervos ¿Hay alguien que no ha recibido algún talento? No. Todos han recibido los talentos. Así pues, no nos quejemos al decir: “Yo no recibe ningún talento”. Todos hemos recibido el o los talentos. Ahora que no nos demos cuenta de esos talentos o capacidades, es cosa distinta, pero ahí suscitaría el pecado de omisión. Hemos de preguntarnos ¿Qué tienen los talentosos que tienen éxito en su vida, que yo no tenga? Los talentosos tienen dos manos, dos pies, dos ojos, y yo también tengo todo lo que los talentosos tienen. Por tanto yo también puedo ser talentoso y tener éxito y mi éxito es la luz que motivará a muchos en el camino de la felicidad.

En la segunda parte, Jesús dice: “El que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor” (Mt 25,16-18). Como es de ver, aquí aparecen dos actitudes muy diferenciadas entre: Los que hicieron negocio y el que no hizo negocio, el que trabajo y el que no trabajó. ¿Cómo saber si los talentos nos estamos trabajando como debiera ser? Recordando la enseñanza: “Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán” (Mt 7,17-20). Los frutos garantizan que estamos en buen camino, y frutos que tienen que ver con nuestra felicidad y la felicidad de los demás y si es así, se nos dirá: “Cada vez que lo hicieron con uno de mis pobres conmigo lo hicieron, hereden el reino de los cielos” (Mt 25,40).

¿A qué grupo de siervos pertenecemos? Al grupo de los que saben trabajar y negociar los talentos que el Señor nos dio o somos del grupo de los que no sabemos trabajar los talentos del Señor? Hay mucha gente muy inteligente pero que están en absoluta miseria. ¿No crees que ese tipo de personas son como el siervo del evangelio de hoy que el talento que recibió de su amo, y que por flojo lo enterró en el suelo? Porque el talento lo tiene dormido y todo por miedo y no saber arriesgar.  Luego, son de los que más se quejan y reniegan de la vida y hacen problemas a medio mundo. Al respecto dice San Pablo: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan. En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” (II Tes 3,10-13). Y ya desde el principio Dios nos exhorta al trabajo: “Con el sudor de tu frente comerás tu pan" (Gn 3,19).

La tercer parte del evangelio de hoy dice el Señor: “Después de un largo tiempo, llegó el señor y pidió las cuentas a sus servidores.  El que había recibido los cinco talentos… aquí están los otros cinco que he ganado. Llegó luego el que había recibido dos talentos y lo mismo. Pero llegó el que había recibido un solo talento. Señor, le dijo: “Tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo…” Su señor: “Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 25,19-30). El siervo que recibió cinco y dos talentos; recibieron congratulaciones y son invitados a una mayor administración de bienes. Son los que supieron portarse como quiso su amo. Son los invitados a entrar en el reino de los cielos. En cambio el que recibió un talento fue despojado del talento y echado a las tinieblas, (infierno). Escena que muy bien resume este pasaje: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino" (Mt 16,26-28).

En suma, el relato del evangelio en el esquema de las parábolas resalta las siguientes connotaciones: El patrón o amo  es Jesús. Los siervos somos los que formamos la Iglesia, cuyos miembros hemos recibido diversas responsabilidades o talentos. El marcharse del patrón es la partida del Señor en su ascensión. El largo tiempo de la ausencia no es sino el tiempo de la Iglesia en misión. Su regreso, es la segunda venida (parusía) del hijo del hombre, venida para el juicio. La recompensa a los buenos servidores es el premio de la vida celestial. El gozo de su señor es el banquete de la vida eterna. El castigo al siervo malo es de aquellos que, dentro de la Iglesia (los bautizados que no ejercieron su fe), por causa de sus omisiones o mala conducta se condenan a sí mismos a las tinieblas que es el infierno: “Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!” (Mt 13,40-43).