martes, 1 de mayo de 2018

VI DOMINGO DE PASCUA –B (06 de Mayo del 2018)


VI DOMINGO DE PASCUA –B (06 de Mayo del 2018)

Proclamación del Santo evangelio según San Juan 15,9-17

15:9 Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
15:10 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
15:11 Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
15:12 Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.
15:13 No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
15:14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
15:15 Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
15:16 No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
15:17 Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros. PALABRA DEL SEÑOR.

Amigos en el Señor Paz y Bien.

“Dios nos manifestó su amor enviándonos a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él” (I Jn 4,9). “La prueba de que Dios nos ama es que, siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,8). “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9). “Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (Jn 4,12). La única evidencia que tenemos si estamos unidos a Dios es que vivamos en el amor. “Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad” (I Jn 3,18).

El Pasado domingo Jesús nos habló en la figura de la vid: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Hoy nos dice. “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). ¿Cuáles son los mandamientos del que nos hace referencia el Señor? Tenemos que ir al siguiente episodio en el que nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo que, ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,34-35).

En los sinópticos el episodio del amor unos a otros tiene la connotación siguiente ante la pregunta del maestro de la ley: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (Mt 22,36-40). Como se ve; los tres primeros mandamientos de la ley Moisés (Ama a Dios, no levantar el nombre de Dios en vano y santificar las fiestas) lo resume en un solo mandato: Amor a Dios. El segundo: amor al prójimo agrupa a los siete mandamientos (honra a tu padre, hasta no codiciar los bienes ajenos). Hoy nos lo dice lo mismo pero de modo descendente: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9).

Juan nos dice: “A Dios nadie ha visto, pero el Hijo único que está en el seno del Padre nos lo dio a conocer” (Jn 1,18). Lo mismo se reitera en la I carta de Juan: “Nadie ha visto nunca a Dios pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,12). Hoy en la segunda lectura nos lo resumió así: “El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (IJn 4,7-8).

En segundo lugar, nos manda que vivamos alegres, pero participando de su propia alegría: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto”(Jn 15,10-11). Jesús no quiere seguidores tristes y que viven todo el día amargados, por eso nos da una serie de razones para poder estar alegres y vivir de la alegría, pero de una alegría plena. La primera razón para la alegría es, saber que Él nos ama. La segunda: que somos sus amigos (Jn 15,14). La tercera: que Él mismo nos ha elegido, somos elegidos de Él (Jn 15,16). Y cuarta: que nosotros estamos llamados a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (Jn 16,17).

Como se dan cuenta, Él va siempre por delante: Él es la vida. El Padre le ama y Él nos ama. Él nos hace amigos suyos. Él nos elige y Él nos regala el amor con que nosotros tenemos que amarnos. ¿No nos parece un mensaje maravilloso?  Por eso Juan puede escribir: “Dios nos amó primero.”(I Jn 4,10). Aquí tendríamos que decir, ¿hay alguien que dé más? Se trata de un Evangelio que debiéramos leer todos los días al levantarnos.

Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso (IJn 4,20). ¿Qué elementos comprende el amor? San Pablo nos describe así: “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá” (I Cor 13,1-8).