DOMINGO XXXIV – C (23 de Noviembre del 2025)
Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas 23,35-43:
23,35 El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes,
burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es
el Mesías de Dios, el Elegido!"
23,36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose
para ofrecerle vinagre,
23,37 le decían: "Si eres el rey de los judíos,
¡sálvate a ti mismo!"
23,38 Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es
el rey de los judíos".
23,39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba,
diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
23,40 Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No
tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
23,41 Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos
nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
23,42 Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a
establecer tu Reino".
23,43 Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Por el Profeta Dios dice: “El Señor es el Dios verdadero, él
es un Dios viviente y un Rey eterno. Cuando él se irrita, la tierra tiembla y
las naciones no pueden soportar su enojo. Esto es lo que ustedes dirán de
ellos: Los dioses que no hicieron ni el cielo ni la tierra, desaparecerán de la
tierra y de debajo del cielo. Con su poder él hizo la tierra, con su sabiduría
afianzó el mundo, y con su inteligencia extendió el cielo” (Jer 10,10-12).
Los fariseos preguntaron a Jesús: ¿cuándo llegaría el Reino
de Dios? Él les respondió: "El Reino de Dios no vendrá
espectacularmente como Uds. creen, y no se podrá decir: "Está
aquí" o "Está allí". Porque el Reino de Dios está entre
ustedes" (Lc 17,20-21). “Si yo expulso a los demonios con el poder de
Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). Jesús
se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y
crean en la Buena Noticia" (Mc 1,14). "Mi reino no es de este mundo.
Si mi reino fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido
para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de este
mundo". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?" Jesús
respondió: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar
testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn
18,36-37).
En el último domingo del año litúrgico celebramos la
solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Jesús mismo se declara Rey ante
Pilatos en el interrogatorio a que lo sometió cuando se lo entregaron con la
acusación de que había usurpado el título de 'rey de los Judíos'. "Tu lo
dices, yo soy rey. Pero mi reino no es de este mundo", añade. En efecto,
el reino de Jesús, el reino de Dios nada tiene que ver con los reinos de este
mundo, aunque se manifieste en este mundo. No tiene ejércitos ni pretende
imponer su autoridad por la fuerza. Jesús no vino a dominar sobre pueblos ni
territorios, sino a liberar a los hombres de la esclavitud del pecado y a
reconciliarlos con Dios. El reino de Dios se realiza no con la fuerza y la
potencia, sino en la humildad y en la obediencia. Cristo cumple su misión en
obediencia al Padre y servicio a la humanidad. Reinar es servir.
Jesús es Rey porque ha venido a este mundo para dar
testimonio de la verdad. "Yo para esto he nacido y para esto he venido al
mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi
voz" (Jn 18, 37). El reino de Jesús es el reino de la verdad y la vida, de
la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y de la paz. La 'verdad' que
Cristo vino a testimoniar en el mundo es que Dios es amor y llama a la vida
para participar de su amor. Toda la existencia de Jesucristo es relevación de
Dios y de su amor, mediante palabras y obras. Esta es la verdad de la que dio
pleno testimonio con el sacrificio de su propia vida en el Calvario.
La cruz es el 'trono' desde el que manifestó la sublime
realeza de Dios Amor: ofreciéndose como expiación por el pecado del mundo,
venció el dominio del 'príncipe de este mundo' e instauró definitivamente el
reino de Dios. Desde este momento, la Cruz se transforma en fuerza y poder
salvador. Lo que era instrumento de muerte se convierte en triunfo y causa de
vida. Este reino se manifestará plenamente al final de los tiempos, después de
que todos los enemigos, y por último la muerte, sean sometidos.
Celebrar a Cristo como Rey de la humanidad suscita en
nosotros sentimientos de gratitud, de gozo, de amor y de esperanza. El Reino de
Jesús es el reino de la verdad, del amor, de la salvación. El nos ha librado
del reinado del pecado, de las fuerzas que nos esclavizan y del poder de la
muerte. El nos pone en el terreno de la verdad y de la vida, en el camino del
amor y de la esperanza. El es el Rey de la Vida Eterna. Esta fiesta nos exhorta
a acoger la verdad del amor de Dios, que no se impone jamás por la fuerza. El
amor de Dios llama a la puerta del corazón y, donde Él puede entrar, infunde
alegría y paz, vida y esperanza.
Para sorpresa nuestra, Dios arranca de los labios de los
mismos verdugos del Hijo esta contundente afirmación: "Sobre su cabeza
había una inscripción: Este es el rey de los judíos" (Lc 23,38); “¿Tu eres
el Rey de los judíos?” (Jn 18,37). Sin duda, estas cosas solo puede hacer Dios,
saber sacar una revelación de verdad “aun en son de burla para los hombres”,
pero Dios sabe sacar una revelación de tales verdades hasta de una piedra:
“También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!» (Lc 23,36-37).
Si ser proclamado rey significa ser enaltecido y elevado, es
claro que la “elevación” de Jesús es de un género completamente distinto. En el
evangelio de Juan se habla de “elevación” y “glorificación” para referirse a la
cruz (Jn 3,14). En Lucas no se habla, pero se “ve” lo mismo. Si la exaltación
significa ponerse por encima de los demás, en Jesús significa, al contrario,
abajarse, humillarse, tomar la condición de esclavo (Flp 2, 7-8). Aquí
entendemos plenamente las palabras de los israelitas a David cuando le proponen
que sea su rey: “somos de tu carne”. Jesús no es un rey que se pone por encima,
sino que se hace igual, asume nuestra misma carne y sangre, nuestra fragilidad
y vulnerabilidad. Por eso mismo, lejos de imponerse y someter a los demás con
fuerza y poder, él mismo se somete, se ofrece, se entrega. Y ahora podemos
comprender un nuevo rasgo original y exclusivo de la realeza de Cristo: pese a
ser el único rey por derecho propio, es, al mismo tiempo, el más democrático,
porque Jesús es rey sólo para aquellos que lo quieren aceptar como tal.
Jesús respondió: “Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he
nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la
verdad, escucha mi voz" (Jn 18,37). Porque “Yo soy la verdad” (Jn 14.6) Y
además Jesús recomienda: "Si permanecen fieles a mi palabra, serán
verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará
libres" (Jn 8,31-32).
El buen ladrón le dijo: "Jesús, acuérdate de mí cuando
vengas a establecer tu Reino". Él le respondió: "Yo te aseguro que
hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23,42-43). Es la segunda palabra
que Jesús pronuncia en el suplicio de la Cruz.
Por el sacramento del bautismo recibimos los títulos de:
“Sacerdote, profeta y rey” porque nos configuramos con Cristo Sacerdote,
Profeta y Rey. Así pues, al ser configurados con Cristo Jesús reinaremos con
Jesús en razón del ejercicio de nuestro sacerdocio en Cristo.
Jesús le respondió: “Te aseguro que el que no nace del agua
y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5). ¿Cómo ejercer
nuestro bautismo? Recordemos la misión que Jesús nos dejó como tarea: “Vayan y
proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos,
resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios.
Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima
oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni
calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento” (Mt 10,7-10).
¡Este es un pasaje bíblico y un tema profundamente rico y
espiritual! El contraste que destacas entre la burla de los verdugos y la fe
del buen ladrón es central en la narrativa de la crucifixión.
El Rey en la Cruz: Una Revelación Forzada y Gloriosa. Dios es el Soberano que puede torcer las acciones y palabras humanas, incluso las más maliciosas, para que sirvan a su propósito de revelación.
1. La Afirmación de los Verdugos (Lc 23,38 y Jn 18,37): El Título del Sufrimiento: La inscripción colocada en la cruz (titulus) que dice: “Este es el rey de los judíos” (Lc 23,38, con variantes en otros evangelios) fue escrita por orden de Pilato (Jn 19,19). Era una declaración política y legal, destinada a ser una burla y una advertencia contra cualquier intento de rebelión.
La Ironía Divina: El sanedrín quería que la inscripción
dijera: "Él dijo: 'Soy el Rey de los judíos'", para condenarlo por
blasfemia y falsa pretensión. Pero Pilato se negó. Esto es la ironía divina en
acción: el gobernador pagano, por capricho o por miedo a los judíos, se
convierte en el heraldo involuntario de la verdad que la nación de Israel no
quiso aceptar. El título que le pusieron en son de mofa es, en realidad, Su verdadera
identidad.
Comentario Espiritual: La Verdad No Puede Ser Silenciada: La
verdad sobre Jesús (Él es el Rey) no depende de la fe de los hombres; es una
realidad ontológica. Dios utiliza la burla, el cinismo y la hostilidad
de Sus enemigos como un megáfono. El Rey no está siendo coronado con oro, sino
con espinas, y Su trono no es un palacio, sino una cruz. Su reinado se revela
en Su máxima humillación: Colgado en la cruz.
La Soberanía de Dios: Este evento es una prueba de la soberanía
total de Dios. Él puede hacer que una declaración hecha para deshonrar se
convierta en la proclamación oficial de Su reino ante el mundo, cumpliendo la
profecía (aunque el Rey no era solo de los judíos, sino del universo).
2. La Burla de los Soldados (Lc 23,36-37): El Desafío Cínico. "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!" (Lc 23,37). Este es el desafío central de la Pasión: Si tienes poder divino, úsalo para escapar del sufrimiento.
El Ofrecimiento Falso: Le ofrecen vinagre (posiblemente vino
agrio, la bebida común del soldado romano), lo cual añade una capa de burla y
falso consuelo a su desafío.
El Poder de un Reino Diferente: Si Jesús se hubiera bajado
de la cruz, habría demostrado Su poder, pero habría negado Su realeza tal como
la entendía el Padre. El Reino de Dios no es un reino de auto-preservación,
sino de auto-sacrificio. Su poder reside en Su amor y obediencia a la voluntad
de Dios hasta el final, incluso a la muerte.
El Silencio del Rey: Jesús no responde a la burla. Su
silencio ante el sarcasmo es un testimonio de Su dignidad y Su propósito
inquebrantable. Él sabía que Su salvación (la resurrección) pasaba a través
del sufrimiento, no por evitarlo.
3. La Fe del Buen Ladrón (Lc 23,42-43): La Conversión Asombrosa: En contraste con la ceguera espiritual de los líderes, el cinismo de los soldados y la desesperación del otro ladrón, este hombre (tradicionalmente llamado Dimas) tiene un momento de clara revelación.
"Acuérdate de mí en tu reino" (Lc 23,42). Fe
Profunda: ¿Cómo puede un hombre, que ve a Jesús en la misma condición de
fracaso y tormento que él, creer que Jesús tiene un reino? No es un
reino político aquí y ahora. El ladrón vio al Rey a través de la humanidad
sufriente y humillada. Esto es un acto de fe puro y milagroso.
Esperanza en el Post-mortem: El ladrón entiende que el
verdadero Reino está más allá de esta vida.
La Llave del Paraíso: La respuesta de Jesús: "Hoy mismo
estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43) es uno de los versículos más
reconfortantes de la Escritura.
La Realeza Aceptada: Aquí, Jesús acepta la afirmación del
ladrón de Su realeza. El primer habitante del Paraíso por la nueva alianza es
un criminal arrepentido, un marginado total.
La Gracia Inmediata: La salvación es gratuita, accesible e
inmediata. No requiere obras, ritos ni años de piedad; solo un corazón
arrepentido que confiesa al Rey. La Cruz, que era el símbolo de la vergüenza y
la maldición, se convierte en el puente más rápido al Paraíso. El ladrón es la prueba
viviente de que el reinado de Jesús es el de la gracia y la misericordia, no el
de la justicia legalista.
Conclusión Espiritual: Estos versículos, juntos, nos enseñan
que el reinado de Jesús es paradójico: Se proclama por los enemigos en burla. Se
revela en la humillación de la Cruz. Se ofrece como gracia al más indigno.
La Cruz es el único trono donde el Rey demuestra todo Su
poder: no el poder de la fuerza, sino el poder del amor redentor que abre las
puertas del Paraíso al pecador que lo reconoce.
Profundizamos en estos dos temas cruciales de la Pasión!
Ambos ofrecen una riqueza teológica que revela la naturaleza del Reino de Jesús:
La Figura del Buen Ladrón (Dimas). El "Buen
Ladrón" es una figura de inmensa importancia espiritual que aparece solo
en el Evangelio de Lucas (23,39-43).
1. La Diferencia Crucial: Reprensión y Confesión: El pasaje muestra un claro contraste entre los dos criminales crucificados junto a Jesús:
El Ladrón Malvado: Se une a la burla, desafiando a Jesús a
salvarse a sí mismo y a ellos: "«¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti
mismo y a nosotros!»" (Lc 23,39). Su visión del Mesías es la de un
libertador terrenal que usa el poder para escapar del sufrimiento.
El Buen Ladrón (Dimas): Su respuesta es triple y revela una
fe milagrosa en ese momento de agonía:
Reconocimiento de la Justicia Propia: "Nosotros, en
verdad, justamente padecemos, porque recibimos el justo pago de lo que
hicimos" (Lc 23,41). Este es el primer paso: arrepentimiento y aceptación
de la propia culpa.
Reconocimiento de la Inocencia de Jesús: "Pero este
ningún mal ha hecho" (Lc 23,41). Reconoce que Jesús es el Cordero sin
mancha.
Confesión de la Realeza: "Jesús, acuérdate de mí cuando
vengas en tu Reino" (Lc 23,42).
2. El Milagro de la Fe Teológica: La fe de Dimas es teológicamente profunda por varias razones: Fe en el Momento del Fracaso: Mientras todos los seguidores de Jesús huían y veían en Él a un fracasado, Dimas lo ve como un Rey triunfante más allá de la muerte. Su confesión ocurre cuando el "Reino" de Jesús parece estar en su punto más bajo.
Esperanza en la Resurrección: Al pedirle a Jesús que se
acuerde de él "cuando vengas en tu Reino," Dimas está expresando una
fe en la vida eterna y en la futura venida gloriosa de Jesús, algo que ni
siquiera muchos de los discípulos entendían completamente en ese momento.
3. La Respuesta de Gracia Inmediata: La promesa de Jesús, "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43), ofrece varias enseñanzas clave:
La Inmediatez de la Salvación: No hay un proceso intermedio
de espera o purificación prolongada. La gracia de Dios es inmediata ante la fe
y el arrepentimiento sincero.
El Reino como Persona: El Paraíso no es primariamente un
lugar, sino la presencia de Jesús. "Estarás conmigo en el paraíso."
La salvación es la comunión con el Rey.
El Poder de la Cruz: La Cruz no solo salva al mundo, sino
que salva al individuo, y el primer ejemplo de la Nueva Alianza que entra al
Paraíso es un pecador al pie de ese mismo madero. El Buen Ladrón se convierte
en el patrono de la misericordia in extremis.
El Significado Teológico del Título "Rey de los Judíos" en Juan. El Evangelio de Juan (Jn 18-19) pone un énfasis especial en la realeza de Jesús durante Su juicio y crucifixión, usándola como un hilo conductor teológico.
1. Diálogo con Pilato (Jn 18,33-37): El título se convierte en el centro del interrogatorio: Pilato Cuestiona la Autoridad Terrenal: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" (Jn 18,33). Pilato solo entiende un rey en términos de rebelión política y amenaza al César.
Jesús Define Su Reino (Jn 18,36): "Mi reino no es de
este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado
para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí."
Significado Teológico: Jesús establece que Su realeza no es
geográfica ni militar, sino espiritual y trascendente. Esto desarma la amenaza
política para Pilato, pero establece la autoridad eterna para el lector.
Jesús Afirma la Verdad (Jn 18,37): "Tú dices que yo soy
Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio
de la verdad."
Significado Teológico: El reinado de Jesús se ejerce a
través de la Verdad. Ser Su súbdito significa escuchar Su voz y vivir conforme
a la verdad que Él revela.
2. El Titulus y la Resistencia de los Judíos (Jn 19,19-22): La Proclamación (Jn 19,19): El letrero, escrito por orden de Pilato, decía: "JESÚS DE NAZARET, EL REY DE LOS JUDÍOS" (en hebreo, latín y griego).
La Protesta de los Líderes: Los principales sacerdotes
protestan: "No escribas: 'El Rey de los judíos', sino: 'Él dijo: Soy el
Rey de los judíos'" (Jn 19,21). Ellos querían que fuera la declaración de
un falso profeta.
La Firmeza de Pilato: "Lo que he escrito, escrito está" (Jn 19,22). Significado Teológico: En el Evangelio de Juan, esta es la proclamación oficial y universal (por los tres idiomas) de Su identidad. Es la afirmación, hecha por el poder romano (involuntariamente), de que el Mesías crucificado es verdaderamente el Rey. La protesta de los líderes judíos sirve solo para resaltar que la verdad está siendo revelada a pesar de su rechazo. La realeza de Jesús es innegociable y final.
Ambas figuras (el Buen Ladrón y el título real) subrayan que
el reinado de Jesús se establece no a través de la fuerza, sino a través de la humildad,
el sufrimiento y la gracia redentora, que mismo Jesús lo dijo: “Mi comida es
hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra redentora” (Jn
4,34); “No hay amor mas grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn
15,13). Por tanto, la llave del Reinado de Dios es el amor expresado en la Cruz.
Este acto redentor es el sello del Reinado de Dios.