DOMINGO III – C (27 de enero de 2019)
Proclamación del Santo evangelio según San Lucas 1,1-4.
4;14-21:
1:1 Muchos han tratado de relatar ordenadamente los
acontecimientos que se cumplieron entre nosotros,
1:2 tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han
sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.
1:3 Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo
desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo
Teófilo, un relato ordenado,
1:4 a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas
que has recibido.
4:14 Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su
fama se extendió en toda la región.
4:15 Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.
4:16 Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado
entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
4:17 Le presentaron el libro del profeta Isaías y,
abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
4:19 y proclamar un año de gracia del Señor.
4:20 Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se
sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
4:21 Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido
estas profecías de la Escritura que acaban de oír". PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Hoy, iniciamos con el evangelio de Lucas, que estudiaremos
domingo a domingo durante el año. Este evangelio es parte de los evangelios sinópticos,
contiene 24 capítulos, es decir el segundo evangelio más extenso. El mensaje
está centrado en Jesús, que es el Hijo de Dios. Escribe para Cristianos
convertidos del paganismo. Es discípulo de Pablo quien predica el evangelio a los
paganos y se considera el apóstol de los paganos: “A ustedes, que son de origen
pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a
mi ministerio” (Rm 11,13).
El mensaje del evangelio puede contextualizarse para su comprensión
con las citas: “Yo, suscitaré entre Uds. un profeta semejante a ti, pondré mis
palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene” (Dt 18,18). “Si un
profeta se atreve a decir una palabra en mi nombre sin que yo le haya ordenado
decir algo, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá" (Dt 18,20).
"¿Cómo saber si tal palabra no la ha pronunciado el Señor?". Si lo
que el profeta dice en nombre del Señor y no se cumple ni sucede lo que el profeta
dice, quiere decir que el Señor no ha dicho esa palabra” (Dt 18, 21-22). Jesús
termina en el evangelio diciendo: "Hoy se ha cumplido estas profecías de
la Escritura que acaban de oír" (Lc 4,21).
En el evangelio de hoy conviene tener dos detalles: 1) Jesús
dio lectura de la escritura (Is 61): “El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque Él me ha ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la
libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18). 2)
Después de leer dijo: "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura
que acaban de oír" (Lc 4,21). Es decir Jesús, después del bautismo inicia
con su ministerio dando una mirada al Padre celestial y una mirada al pueblo
(Iglesia).
1) “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha
ungido. Me envió para anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18). Esta atenta mirada
al cielo no es sino una respuesta a aquella palabra que le llego del cielo en
el bautismo: “Tu eres mi Hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22). Es
más, podemos traer a colación aquella escena del misterio de la encarnación.
María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con
ningún hombre? El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que nacerá de
ti se llamará Hijo de Dios” (Lc 1,34-35). Queda claro, que Jesús al afirmar “El
espíritu del Señor esta sobre mi” (Lc 4,18) no hace sino reafirmar lo que el
Ángel había dicho a la virgen María.
Conviene recordar aquella escena en que Felipe le dijo:
"Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió: Felipe,
hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha
visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo
estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías:
el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí” (Jn 14,8-11). Es más, Jesús dice “Yo y el Padre
somos un sola cosa” (Jn 10,30). Con esa contundencia Jesús pone de manifiesto
su poder al decir: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que
siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean
que tú me has enviado. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: ¡Lázaro,
ven afuera! El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el
rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda
caminar" (Jn 11,41-44).
2) "Hoy se ha cumplido esta profecía de la Escritura
que acaban de oír" (Lc 4,21). Esta segunda afirmación no es sino una
atenta mirada a a la parte humana y en este aspecto es lo que san Lucas en su
relato resaltará la misión de Jesús. Así por ejemplo tenemos el detalle amplio
sobre el misterio de la encarnación (Lc 1,26-38).