DOMINGO DE LA ASCENCION DEL SEÑOR
(08 de mayo de 2016)
Proclamación del santo evangelio
según Sn Lc. 24, 46-53
En aquel tiempo les dijo Jesús:
"Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los
muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de
los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Uds. son testigos de esto:
"Miren, voy a enviar sobre Uds. la Promesa de mi Padre. Por su parte
permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos del poder desde lo
alto."
Los sacó hasta cerca de Betania
y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se
separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se
volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo
a Dios. PALABRA DEL SEÑOR
Reflexión:
Querido amigos en el señor Paz y
bien.
Jesús ya había advertido: Salí
del Padre, vine al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28). Este
episodio resume integro el actuar de Dios en su hijo Jesucristo, pero ahora
conviene preguntarnos ¿Para qué vino?. Responde Jesús: “He bajado del cielo, no
para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me
ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite
en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree
en él, tenga Vida eterna” (Jn 6,38-40). San Pablo dice: “Dios salvador nuestro
quiere que todos los hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad”
(1Tm 2,3). Es decir Jesús ha venido a salvarnos a todos los hombres pero
tenemos que conocer la verdad y ¿cuál verdad? Jesús mismo lo dice: “yo soy la
verdad, vida y camino, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). Si en conocer
a Jesús consiste la verdad, entonces con razón dijo Jesús: “Si alguien guarda
mi palabra mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn
14,23) Es decir la salvación no consiste en saber de memoria sobre el cielo,
sino de vivir en Jesús.
San Lucas pone el acento de la
ascensión del Señor en tres detalles importantes que conviene resaltar:
Primero: Jesús sabe que sus discípulos
todavía no están como para afrontar la misión de ser apóstoles y por eso les
pide que no se muevan hasta que "sean revestidos del poder de lo
alto" (Lc 24,49), es decir, hasta que reciban el Espíritu Santo que los
consagrará como apóstoles propiamente dicho. Porque solo entonces estarán
suficientemente capacitados para dar cara por el Evangelio sin miedo ni
cobardía.
Segundo: Jesús se despide
dándoles la bendición. "Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue
llevado al cielo" (Lc 24,51). ¿Cómo o qué palabras dijo al bendecir? "La
paz esté con ustedes, como el Padre me envió a mí, yo también los envío a
ustedes. Al decirles esto, sopló sobre
ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los
que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan" (Jn 20,21-23).
Finalmente, Lucas destaca, más
que el miedo y la duda, la alegría que inunda el corazón de los apóstoles: “Les
aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se
alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. La
mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero
cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver
que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo
los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Jn
16,20-22).
Para Lucas lo importante es que
para anunciar el Evangelio primero es necesario ser revestidos del Espíritu
Santo. Es precisamente Él quién impulsa a la misión. Es Él quien da el coraje y
la valentía del anuncio. Es Él quien nos hace sentir y experimentar la fuerza
del Evangelio. Por eso, evangelizar no es hacer propaganda del Evangelio.
Evangelizar es ser movidos por el Espíritu y bajo la actuación del Espíritu, lo
que Lucas pondrá de manifiesto en el relato de Pentecostés en el libro de los
Hechos: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y
serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines
de la tierra” (Hch 1,8). Ser misionero es ser testigo de esta verdad: “Ustedes
son testigos de todo esto” (Lc 24,48).
La Ascensión da comienza a un tiempo
y camino nuevo. Recordemos lo que ya nos dijo el mismo Señor: “Yo soy camino,
verdad y vida, nadie va al Odre sino por mi” (Jn 14,6). Un camino donde es
preciso caminar sin Jesús pero con Jesús. Los discípulos tendrán que acostumbrarse
a vivir sin la presencia humana de Jesús. Serán ellos los que tendrán que dar
cara por Él. Es la presencia invisible de Jesús, aunque una presencia real. Un
camino donde la iniciativa será de Jesús, pero la obra tendrá que ser nuestra.
Es el camino de la Iglesia.
Jesús advierte con anticipación al
decir: “En adelante, el Paráclito, el intérprete, que el Padre enviará en mi
Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26).
El Espíritu Santo es el alma de
la Iglesia. El Espíritu es el motor del dinamismo de la Iglesia. La Iglesia, es
esencialmente misionera y el Espíritu Santo tiene como misión lanzar a la
Iglesia en la actividad misionera. Es saliendo de ella misma que la Iglesia se
hace misionera. La Iglesia cuanto más preocupada está de sí misma más se cierra
sobre sí misma. La Iglesia tiene que mirarse a sí misma, claro está, pero tiene
que hablar más del Evangelio que de ella misma, tiene que preocuparse por
anunciar el Evangelio que anunciarse a sí misma. La Iglesia será más Iglesia
cuanto más salga de sí misma para proclamar el Evangelio.
Gracias al poder de dinámico del
Espíritu santo que la iglesia posee, tiene fuerza para promover una "nueva
evangelización", ¿por qué? Porque se necesita un espíritu nuevo de dar a
conocer el Evangelio a los demás. Nueva porque surgen situaciones y problemas
nuevos. Nueva porque el hombre es siempre nuevo y la historia es siempre nueva.
Por tanto, el anuncio del Evangelio también tiene que ser nuevo si no queremos
quedarnos estancados en la historia.
"Hombres de Galilea, ¿por
qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado
al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir" (Hc 1,11).
Hoy comienza el tiempo de la parusía, un tiempo de espera la esta promesa, la
segunda venida, peo una espera haciendo:
“Vayan, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y
yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). “El que crea y
se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios
acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán
nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un
veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y
los curarán" (Mc 16,16-18). “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me
envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos
y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan" (Jn 20,21-23).