domingo, 6 de noviembre de 2022

DOMINGO XXXIII - C (13 de Noviembre del 2022)

 DOMINGO XXXIII - C (13 de Noviembre del 2022)

Proclamación del Santo Evangelio de San Lucas 21, 5 - 19:

21:5 Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:

21:6 "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".

21:7 Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?"

21:8 Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan.

21:9 Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".

21:10 Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.

21:11 Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.

21:12 Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,

21:13 y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

21:14 Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,

21:15 porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

21:16 Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.

21:17 Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.

21:18 Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.

21:19 Gracias a la perseverancia salvarán sus almas. PALABRA DELE SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados amigos(as) en el Señor, Paz y Bien.

“Gracias a la perseverancia salvarán sus almas” (Lc 21,19).Preguntaron un día: “Maestro serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). Si tenemos por meta nuestra salvación, tenemos que tener en cuenta que: debemos dejar o morir al cuerpo: “Los siete hermanos murieron sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer” (Lc 20,31-32). Hoy nos dice también: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido" (Lc 21,6).  Nada de lo que el hombre cree ser, ni lo que posee le concede mérito para su salvación, sino la perseverancia en la fe.

La enseñanza de hoy es el discurso de orden escatológico y distinguimos tres partes: 1) El anuncio de la destrucción del Templo (Lc 21,5-6); 2) No se dejen engañar sobre la llegada del fin el mundo (Lc 21,7-11); 3) El tiempo de persecución una valiosa oportunidad de dar testimonio anunciando el evangelio (Lc 21,12-19).

1)  "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido"(Lc 21,5-6). Es el anuncio de la destrucción del Templo. Este episodio es el complemento de lo anunciado: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado” (Jn 2,19-22). También complemente la idea aquella cita: “Algunos escribas y fariseos le dijeron: Maestro, queremos que nos hagas ver un milagro. Él les respondió: Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás” (Mt 12,38-41).

Los elogios de la belleza del Templo de Jerusalén: “Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas…” (Lc 21,5). En principio es una cuestión de apreciación artística. La estética de los arquitectos y el buen gusto de los peregrinos que han dejado allí sus ofrendas votivas es motivo de admiración de residentes y visitantes. La magnificencia del Templo obedece al gusto su último reconstructor: el rey Herodes el Grande (40-4 aC). Herodes, de origen idumeo (un pueblo de comerciantes al sur de Palestina), quiso ganarse el favor de sus súbditos promoviendo esta construcción de dimensiones casi colosales. Se hizo en el mismo lugar donde el rey Salomón había construido el primer Templo y donde después del retorno del exilio se había hecho la primera reconstrucción por parte del movimiento de Esdras y Nehemías. El rey de las grandes edificaciones militares, de magníficos palacios y reconstructor de una ciudad entera (Cesarea Marítima), hizo una gran inversión en este Templo. En los días del ministerio de Jesús la construcción estaba bastante avanzada, si bien no terminada completamente. Los peregrinos no podían sino quedar boquiabiertos ante semejante edificación, la cual tenía lo mejor en materiales y decoración.

La profecía de Jesús: “Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra, todo será destruida’” (Lc 21,6). Jesús les hace una réplica a los comentarios de la gente, anuncia un cambio de situación: “días vendrán” (el mismo lenguaje utilizado en Lc 5,35 y Lc 17,22 para señalar cambios radicales). Lo que la gente ahora “contempla” será destruido: los muros se vendrán al piso, “una piedra no quedará encima de otra”. En Lc 19,44, precisamente antes de entrar en la ciudad santa y de cara a ella, encontramos una profecía similar por parte de Jesús.

El mensaje de Jesús es que no hay que sentirse absolutamente seguro con el hecho de tener Templo (generalmente se espera que los bellos y grandes edificios duren mucho tiempo) porque un día será destruido. Hay un matiz en la frase que es digno de ser notado: el “llegarán días” se refiere a que el panorama del Templo destruido durará largo tiempo. Esto es importante para entender que el “fin” del que se va a hablar enseguida no es el día de la destrucción del Templo sino en ése período.

2)  Las señales del fin del mundo: Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan... Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. (Lc 21,7-11). Este anuncio del fin del mundo se complemente bien con esta cita: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre. Todas las razas de la tierra se golpearán el pecho y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a sus ángeles para que, al sonido de la trompeta, congreguen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte” (Mt 24,29-31). Igual se afirma aquello que Jesús ya dijo (Mt 24,35): “Vi una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien que parecía Hijo de hombre, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano listo para la siega” (Ap 14,14).

En la mentalidad judía de estos tiempos se pensaba que el fin del Templo sería uno de los signos del fin del mundo, la pregunta sobre la llegada del fin de la historia pasa ahora a ocupar el centro de atención:

La gente plantea dos preguntas a Jesús: “Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?’” (Lc 21,7) Jesús es interpelado en calidad de “Maestro”. A él se le plantea la doble pregunta: 1) cuándo sucederá y 2) qué signo inequívoco dará el pronóstico. En la pregunta llama la atención el plural: “estas cosas”. Esto se debe a que la destrucción del Templo es uno de los eventos distintivos de los últimos días, pero no el único. Por eso el discurso va más allá del asunto del Templo y se explaya en la enumeración de signos apocalípticos que ya estaban en la mentalidad popular.  Sobre todo aquellos que tenían que ver con desgracias. Esto no es novedad: siempre que hay calamidades lo primero que se tiende a pensar es en el fin del mundo. Pero hay un punto importante que no podemos perder de vista si queremos entender el pensamiento lucano: que la suerte de Jerusalén está ligada a la del Templo, que es el signo de las relaciones de Alianza entre Dios y su pueblo. Su tragedia resulta de las vicisitudes comunes de la historia siendo, al mismo tiempo, emblemática de todas las crisis de la humanidad, en la cuales está siempre indicado el comportamiento del hombre para con Dios.

Cuando se viven tiempos difíciles es muy fácil ser “engañados” (literalmente “apartados” o “desviados”, (Ap 2,20; 12,9; 13,14), caer en manos de avivatos que se aprovechan de la situación. Estos charlatanes aprovecharán las calamidades para anunciar el fin del mundo y se ofrecerán como rescatadores de los que no quieran perecer en los eventos finales.

La realidad de la violencia: tres niveles progresivos de conflictividad (Lc 21,10-11): Si bien los discípulos no deben dejarse “desviar” (o engañar) por falsos profetas que aparecen en tiempos de desgracia ofreciendo una salvación que no pueden dar, tampoco deben escandalizarse ante la realidad del mal en el mundo. En medio de las guerras y de los desastres naturales se da una situación de muerte a la que hay que ponerle remedio, pero hay que tenerlo claro: no son vaticinio de parte de Dios de que ha llegado el fin inmediato del mundo. Siguiendo la lectura del pasaje notamos cómo se van describiendo eventos trágicos de menor a mayor escala planetaria, incluso cósmica. El mensaje es siempre el mismo: “El fin no es inmediato” (Lc 21,9).

Notemos cómo en orden se van describiendo tres niveles de conflictividad: 1) Conflictos locales en Palestina: “Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato” (Lc 21,9) Los discípulos escucharán hablar de guerras e insurrecciones (Stgo 3,16). Aquí parece estarse hablando de guerras civiles. Es posible que se esté pensando en la guerra judía (66-70 dC) que culminó en el 70 dC. También en esa época hubo falsas profecías y mala interpretación de los signos de los tiempos. Las guerras que aparecen en el discurso apocalíptico, son típicas de su lenguaje (Is 19,2; Ez 13,31; Dn 11,44; Ap 6,8). Los disturbios pueden llegar a hacer pensar que llegó el fin y llenar los corazones de miedo, pensando que no sobrevivirán.

Conflictos internacionales: “Entonces, les dijo: ‘Se levantará nación contra nación y reino contra reino’” (Lc 21,10). Los discípulos no deben aterrarse. Estos eventos están en el plan de Dios: deben suceder y así se realiza el plan de Dios (Dn 2,28). La idea de fondo sigue siendo la misma: esto no significa que ha llegado el fin.

Conflictos naturales en la tierra y en el cielo: signos cósmicos: Pasamos ahora a los desastres naturales y a los signos cósmicos: “‘Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales en el cielo’” (Lc 21,10-11). También la literatura apocalíptica acostumbra hablar de terremotos (Is 13,13; Ageo 2,6; Zc 14,14; Ap 6,12; 8,5) y de eventos climáticos que matan las cosechas y provocan la hambruna (Is 14,30; 8,21; Ap 18,8). Junto a los desastres en la tierra, se anuncia que se verán signos terribles en el cielo. Parece hacerse referencia a fenómenos inusuales que los astrónomos no consiguen explicar. Las convulsiones cósmicas también pertenecen a los típicos signos apocalípticos (Joel 2,30-31; Am 8,9; Ap 6,12-14).Todos son signos apocalípticos del fin pero no son el fin. La misma idea sigue martillando: “pero el fin no es inmediato” (Lc 21,9b).

3. El tiempo de persecución como valiosa oportunidad de testimonio: “Pero, antes de todo esto, les echarán mano y les perseguirán, entregándoles a las sinagogas y cárceles y llevándoles ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto les sucederá para que den testimonio. Hagan pues el propósito de no preparar la defensa, porque yo les daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos sus adversarios. Serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y les matarán a algunos de Uds. y serán odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza. Con su perseverancia salvaran sus almas” (Lc 21,12-19).

En el conflicto que se da en el tiempo entre el ministerio de Jesús y el retorno glorioso del Señor al fin de la historia, ahora se sitúan los discípulos: “Antes de todo esto…”. También por causa de la fe se sufre violencia. Jesús nos invita a ver bajo esta nueva perspectiva la era de los mártires. Del peligro de ser “engañados” o confundidos pensando que estamos ante el “fin”, el discurso pasa a un peligro mayor al que se expone el discípulo: el peligro de sucumbir ante la tentación de ceder en la fe. Los escenarios de la persecución que amenazan la fe y el testimonio de los discípulos son dos: 1) El arresto y el juicio en los tribunales (Lc 21,12-15). 2) La traición en la familia y el odio generalizado (Lc 21,16-19).

Jesús primero describe el escenario y luego enseña cómo reaccionar frente a él: “Pero, antes de todo esto, les echarán mano y les perseguirán, entregándoles a las sinagogas y cárceles y llevándoles ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto les sucederá para que den testimonio” (Lc 21,12-13). Lo primero que se aclara es que lo anunciado ocurrirá “antes de todo esto”. Es decir que hay una antesala: la violencia entre los hombres y los desastres del mundo comienzan primero en la violencia contra los discípulos por causa de su fe en Jesús.

La persecución (Lc. 11,49), la captura y la entrega a las autoridades –como es frecuente en los Hechos de los Apóstoles (Hch 8,3; 12,4; 21,11; 22,4; 27,1; 28,17)- es una ocasión propicia para dar el testimonio de Jesús: “Esto les sucederá para que den testimonio” (Lc. 21,13). Lo importante es que este es el tiempo del testimonio. Hay que aprender de los mártires. Los lugares a los cuales serán llevados los discípulos son las “sinagogas” –las cuales tenían eventualmente la función de corte judicial local- y las “cárceles” –una forma de castigo ampliamente conocida (Hch 8,3; 22,4)-. “Hagan el propósito de no preparar su defensa, porque yo les daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos sus adversarios” (Lc 21,14-15). Habiendo dicho que enfrentarán situaciones penosas ante los jueces, ahora Jesús instruye a los discípulos para que sigan un comportamiento consecuente con su fe. Los que sufren por su nombre, reciben coraje y sabiduría de la persona de Jesús. Entonces no hay que dejarse dominar por la ansiedad, ya que Jesús promete que él mismo (“yo”) dará tanto boca (capacidad de expresión: Ex 4,11.15; Ez 29,21) como sabiduría (Hch 6,10). Pero a ellos les corresponde “Decidir no preparar el discurso” (Lc12,11). Es interesante notar en esta línea cómo el nombre de Jesús está en lugar de la conocida mención al Espíritu Santo (Lc 12,12).

Fe y testimonio ante la traición en la familia y el odio generalizado: El asunto se pone todavía más cruel cuando la persecución procede de los seres queridos: “Serán entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros” (Lc 21,16). Este nuevo escenario se desborda en el rechazo generalizado que reciben los discípulos de Jesús: “Serán odiados de todos por causa de mi nombre” (Lc 21,17). La violencia es como un espiral que sube desde la familia y va contagiando los diversos estamentos de la vida social. Aquí se habla expresamente de una violencia que se sufre por causa de la fe: el motivo es la lealtad a Jesús. Ésta destapa otras falsas lealtades (Lc 6,22.27).

La enseñanza de Jesús sobre cómo reaccionar (Lc 21,18-19): Con todo lo cruel que pueda parecer y quizás hasta exagerado, Jesús está describiendo duras verdades. De ahí pasa a su exhortación final: un discípulo debe ser sólido en su fe y su testimonio, estos sucesos no pueden realmente debilitarlos. Es mostrando solidez como ellos alcanzarán la vida resucitada.