lunes, 23 de junio de 2025

SOLEMNIDAD DE SAN PESDRO Y SAN PABLO CICLO – C (Domingo 29 de junio de 2025)

 SOLEMNIDAD DE SAN PESDRO Y SAN PABLO CICLO – C (Domingo 29 de junio de 2025)

Proclamación del Santo Evangelio según Mt 16,13-19:

16:13 Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?».

16:14 Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».

16:15 «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».

16:16 Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

16:17 Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

16:18 Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.

16:19 Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados hermanos en el Señor Paz y bien.

Mt 16,13-19 es un pasaje central en la exégesis y teología católica, especialmente relevante en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo. A continuación, se presenta una explicación desde una perspectiva bíblica, exegética y teológica, considerando la importancia de ambos apóstoles.

1. Contexto Bíblico y Narrativo (Mt 16,13-19): El pasaje se sitúa en Cesarea de Filipo, un lugar con connotaciones paganas, lo que subraya la ruptura de Jesús con las expectativas judías tradicionales y el establecimiento de un nuevo orden. La pregunta de Jesús a sus discípulos, "¿Quién dice la gente que soy yo, el Hijo del Hombre?", busca sondear la percepción pública sobre su identidad. Las respuestas iniciales (Juan el Bautista, Elías, Jeremías o uno de los profetas) muestran que, si bien se le reconocía como un enviado de Dios, no se le atribuía aún su verdadera identidad mesiánica y divina.

La pregunta clave, sin embargo, es la que dirige a sus discípulos: "Y Uds. ¿quién dicen que soy yo?". Esta pregunta es personal e interpelante, exigiendo una respuesta de fe y compromiso. La respuesta de Pedro, "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo", es una confesión de fe fundamental, revelada por el Padre mismo, como Jesús subraya: "Esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos". El pasaje se divide en dos momentos clave: 1) La pregunta de Jesús sobre su identidad (vv. 13-16): Jesús interroga primero a la multitud y luego a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" (v. 13) y "¿Quién decís vosotros que soy yo?" (v. 15). Las respuestas iniciales (Juan el Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas) revelan una comprensión limitada de su persona. 2) La confesión de Pedro y la institución de la Iglesia (vv. 16-19): Es aquí donde Pedro, impulsado por una revelación divina, pronuncia la confesión central: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (v. 16). La respuesta de Jesús a Pedro es la base de la eclesiología católica.

A partir de esta confesión, Jesús pronuncia las famosas palabras dirigidas a Pedro:

  • "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia." (v. 18a)
  • "Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella." (v. 18b)
  • "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos." (v. 19)

2. Exégesis del Pasaje (Análisis Detallado):

a) "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia."

  • Juego de palabras: Jesús utiliza un juego de palabras en arameo (Cefas/Kefa) que Mateo traduce al griego. Petros (Pedro) es masculino, mientras que petra (piedra, roca) es femenino. Este matiz ha sido objeto de debate: La exégesis, basada en la tradición patrística, sostiene que la "roca" es Pedro mismo, a quien Jesús le da un nuevo nombre y una nueva función. Pedro, por su confesión de fe y por su papel designado por Cristo, se convierte en el fundamento visible de la Iglesia. El cambio de nombre de Simón a Pedro (Cefas) es significativo y, en la tradición bíblica, siempre indica un cambio de destino o una nueva misión. La frase "sobre esta piedra" se refiere inequívocamente a Pedro, quien acaba de ser elogiado por su respuesta.
  • Edificar mi Iglesia: La palabra "Iglesia" (ekklesía) es mencionada por primera vez en los Evangelios aquí. Implica una comunidad convocada por Dios, que va más allá del pueblo de Israel. Jesús mismo es el constructor de esta Iglesia, y Pedro es el fundamento visible que Él establece.

b) "Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella."

  • Las puertas del Hades: El Hades (infierno) representa el reino de la muerte, la oscuridad, el mal y el poder destructor. Las "puertas" simbolizan la fuerza y el poder.
  • No prevalecerán: Esta frase es una promesa de la invencibilidad de la Iglesia. Ni siquiera las fuerzas del mal o la muerte podrán destruirla. Es una garantía de la asistencia divina a la Iglesia y a su fundamento, Pedro.

c) "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos."

  • Las llaves del Reino: En la cultura antigua, las llaves eran un símbolo de autoridad y poder para gobernar o administrar. Quien tenía las llaves de una ciudad o una casa tenía el poder de abrir y cerrar, de permitir o prohibir el acceso. En este contexto, las llaves del Reino de los Cielos significan la autoridad para gobernar la Iglesia y para decidir quién entra en el Reino de Dios. Esta autoridad es delegada por Cristo a Pedro: "A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos" (v. 19): La imagen de las llaves es una alusión a Isaías 22,22, donde se otorga a Eliaquim la autoridad sobre la casa de David. "Las llaves": Significan autoridad suprema. En el contexto rabínico, dar las llaves implicaba la autoridad para gobernar, enseñar e interpretar la Ley. Pedro recibe la autoridad sobre el Reino de los Cielos, es decir, sobre la Iglesia. Esta autoridad es para "abrir" y "cerrar", "permitir" y "prohibir", "atar" y "desatar".
  • Atar y desatar: Esta expresión rabínica tenía un significado legal y doctrinal.
    • Atar: Significaba prohibir, condenar, excomulgar, declarar algo ilícito o doctrinalmente erróneo.
    • Desatar: Significaba permitir, absolver, admitir, declarar algo lícito o doctrinalmente correcto.
    • Autoridad eclesiástica: Este poder de atar y desatar es una autoridad para legislar, para enseñar doctrinalmente y para administrar la disciplina dentro de la comunidad eclesial. Es una autoridad para perdonar pecados y para interpretar la voluntad divina. Aunque esta autoridad será extendida a los demás apóstoles en Mt 18,18, en Mt 16,19 se le confiere a Pedro de manera singular y principal. La frase "quedará atado/desatado en los cielos" (perfecto pasivo divino) indica que la acción de Pedro en la tierra tiene una ratificación divina.

3. Significado Teológico para la Solemnidad de San Pedro y San Pablo: La Solemnidad de San Pedro y San Pablo (29 de junio) celebra la vida, el martirio y el legado de estos dos pilares de la Iglesia. Mt 16,13-19 es fundamental para comprender el papel de San Pedro, pero también se conecta indirectamente con San Pablo.

a) El Primado de Pedro:

  • Fundamento de la Unidad: El pasaje establece el primado de Pedro como el fundamento visible de la unidad de la Iglesia. Su rol es asegurar la cohesión de la fe y la comunión entre los creyentes.
  • Garantía de la Ortodoxia: La autoridad de atar y desatar implica que Pedro y sus sucesores tienen la responsabilidad de discernir la verdad doctrinal y de preservar la fe apostólica.
  • Servicio de Pastoreo: Las llaves simbolizan el pastoreo universal de la Iglesia, es decir, la responsabilidad de guiar y cuidar a todo el rebaño de Cristo.

b) Complementariedad de Pedro y Pablo:

Aunque Mt 16,13-19 se centra en Pedro, la Solemnidad celebra a ambos apóstoles porque sus ministerios son complementarios y esenciales para la Iglesia.

  • Pedro: La Roca, la Fe Confesada, la Autoridad Fundacional. Representa la estructura jerárquica y la unidad visible de la Iglesia. Su misión se centró inicialmente en los judíos, pero su visión en Hechos 10 y su liderazgo en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15) mostraron su apertura a los gentiles.
  • Pablo: El Apóstol de los Gentiles, la Proclamación del Evangelio, la Gracia de la Conversión. Representa el dinamismo misionero, la universalidad del Evangelio y la profundidad teológica. Su celo apostólico llevó el mensaje de Cristo a todo el mundo conocido, enfatizando la salvación por gracia mediante la fe.

La tradición los une porque ambos, con sus dones y carismas distintos, contribuyeron de manera irremplazable a la expansión y consolidación de la Iglesia. Pedro estableció el fundamento y la estructura; Pablo, con su evangelización incansable, extendió el edificio. Ambos derramaron su sangre en Roma, la capital del Imperio, sellando con su martirio el compromiso con Cristo y el amor a la Iglesia.

En resumen: La Llamada a la Confesión Personal ( Mt 16,13-19): Así como Jesús preguntó a Pedro, nos pregunta a cada uno de nosotros: "¿Y tú, quién dices que soy yo?". Este pasaje nos invita a renovar nuestra propia confesión de fe en Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y a vivir coherentemente con esa fe. Es la base escriturística del primado petrino, una doctrina fundamental para nuestra Iglesia Católica. En la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, este pasaje nos recuerda la importancia de Pedro como el fundamento visible de la Iglesia, dotado de autoridad para atar y desatar, y cuya fe es inquebrantable. Al mismo tiempo, se celebra la sinergia con San Pablo, cuya predicación universal complementó la misión de Pedro, edificando juntos el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Para nuestra meditación:

SAN PEDRO: Pedro es un predilecto de Jesús, desde el primero momento. Vive con el Señor los acontecimientos más importantes de su vida, todos aquéllos que estaban reservados para unos pocos. Fogoso y temperamental no tiene inconveniente en asegurar a Jesús que es capaz de morir con El y que le seguirá fielmente hacia ese camino de dolor y renuncia que el Señor estaba pintando y que Pedro, en un primer momento, rechazó con toda la energía de su temperamento. Pero todos sabemos que Pedro falló en toda la línea. Bastó la insinuación de una mujer, en los momentos de peligro, para que negase rotundamente conocer al Maestro. No es para escandalizarse. Todos nosotros tenemos más que motivos suficientes para comprenderlo y disculparlo. Lo comprendió y lo disculpó el Señor. Siguió encontrándose con él después de su resurrección, concediéndole, como siempre, un "trato de favor" y, tal como hoy leemos en el evangelio, quiso dejarle el cuidado de los suyos, sin recordarle nunca su estrepitoso fallo. No hubo para Pedro, por parte de Jesús, reprensión sino perdón. No le echó en cara Jesús a Pedro su pasado sino que le echó en cara su futuro, un futuro en el que Pedro, efectivamente, será capaz de seguir, paso a paso, las huellas de su Maestro. Y quedó claro que lo único que Jesús exigió a Pedro para que fuera su fiel imagen en la tierra, era que le amase. Si hay algo claro por parte de Cristo es el deseo de fundamentar a los cristianos en el amor, en el amor a su Persona y, como consecuencia lógica, en el amor a todos los hombres.

SAN PABLO: Pablo también es un hombre con tristes antecedentes. Forofo de la Ley, dogmático, duro e intransigente, se caracterizó por la persecución a los primeros cristianos creyendo a pies juntillas que así hacía un buen servicio a Dios, naturalmente a "su" Dios. Hizo falta que cegaran sus ojos, que tan claramente veían, para que una luz nueva se hiciese en su interior y rompiera completamente con aquel estilo que tan contrario era con el del Señor al que, a partir de entonces, iba a servir con una dedicación exclusiva y excluyente. También para Pablo será el amor de Cristo el que cimentará su vida ya para siempre orientada hacia una sola meta.

Estas son las "piedras" fundamentales de nuestra Iglesia. Unas piedras que tienen sus grietas y sus resquebrajaduras, porque la única Piedra fundamental, aquella que desecharon los constructores, es Cristo y sólo en El no hay fisura, ni tacha ni grieta. En todos los demás, estén más o menos arriba o abajo, sean más o menos importantes o corrientes, es posible la grieta, como fue posible en Pedro, que vivió tan cerca de Cristo y en Pablo que era un estupendo cumplidor de la Ley, un religioso de cuerpo entero. Es ésta una realidad confortante y que además ha tenido en la Iglesia una demostración constante a través de los siglos.

Es cierto que la Iglesia es santa, pero no lo es menos que no lo somos todos los que somos Iglesia, y digo todos, cualquiera que sea el sitio que en ella ocupemos. Negarlo sería una tontería, reconocerlo es un acto de sinceridad y de valentía que a nadie tiene que escandalizar. Es cierto que la iglesia da a conocer a Dios al mundo, pero también lo es que, a veces, lo da a conocer oscureciendo su rostro; es cierto que la Iglesia nos acerca a Dios y también lo es que, a veces, nos lo aleja. Sólo Cristo no tiene arruga ni mácula, sólo El presenta el verdadero y auténtico rostro de Dios sin deficiencia alguna. Todos los demás lo enseñamos quizá con nuestra mejor voluntad pero con nuestra carga de pequeñeces y debilidades.

Hoy es día de pedir sinceramente por la Iglesia, de sentirnos identificados con ella, de agradecerle tanto como nos ha dado y de desear sinceramente que vaya limando constantemente las aristas que puede tener y que evitan a los hombres el encuentro con Dios en ella. Es día de examinarnos, como componentes de esa Iglesia y de ver si el fundamento de nuestra pertenencia a ella, es por encima de todo, el que Cristo exigió a Pedro: el amor a El. Sólo si podemos contestar, aunque sea desde nuestra pequeñez, con la misma sinceridad con que lo hizo Pedro que, ciertamente, amamos a Cristo podremos ser piedras útiles en ese edificio de la Iglesia que, a pesar de nosotros mismos, no se derrumbará nunca y que es absolutamente necesaria para el mundo si de verdad cumple con la misión que tiene encomendada: llevar a los hombres hacia el Reino, haciendo que ese Reino sea una realidad ya, aquí y ahora. Hoy es día de penetrar en el conocimiento de la Iglesia, de aceptarla tal como es con toda su grandeza y sus posibles zonas de sombra que hacen resplandecer todavía más la luz de Cristo que es quien, en definitiva, la sostiene por encima de cualquier terremoto.

Pedro y Pablo son dos cristianos en los que debemos mirarnos con frecuencia. Ambos tuvieron sus fracasos personales y ambos siguieron tan fielmente a Cristo que lo hicieron visible en el mundo acercando a El a todos aquéllos que se les aproximaban. Esto es lo que cuenta y lo que les hace grandes a los ojos de Dios y también, desde luego a los de los hombres y, por supuesto, a los que de todos los que, como ellos, pretendemos seguir siendo Iglesia, esa Iglesia que ellos construyeron con su propia sangre.