sábado, 1 de junio de 2013

CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR


SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Evangelio según San Lucas 9,11 - 17:

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud sobre el reino de Dios y curó a los que necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron para decirles: "Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado."
Pero él les dijo: "Denles Uds. de comer." Pero ellos respondieron: "No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente." Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: "Hagan que se acomoden por grupos de unos cincuenta." Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos. PALABRA DE DIOS.
                                                                                                                                        
COMENTARIO
Estimados hermanos(as) en el señor sacramentado Paz y Bien.

Estamos Celebrando la fiesta de las fiestas Jesús eucaristía porque hablar de Cuerpo y Sangre de Cristo es hablar de Eucaristía y hablar de Eucaristía es hablar del ágape celestial, porque la santa misa es eso realmente: “Dichos los invitados al banquete de bodas del cordero celestial” (Ap. 19,9). Hablar de Eucaristía es hablar de un nuevo estilo de encarnación de Jesús, como un nuevo estilo de estar presente entre los hombres, porque nos había dicho “No os dejare huérfanos, sino que volveré” (Jn 14,18). Pero estas palabras del Señor tienen sentido real a lo dicho más luego: “Salí del Padre, vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Jn 16,28). Sería bueno ahora preguntarnos ¿A qué vino Jesús? El gran Teólogo san Pablo lo define sabiamente esta revelación del amor de Dios y lo dice: “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad” (I Tm 2,4). Y ¿Qué es pues la verdad? Jesús dijo “yo soy la verdad, camino y vida. Nadie va al Padre son por mi” (Jn 14,6). Es decir Jesús vino a salvarnos a toda la humanidad.

¿Por qué, cómo y de qué nos salvó Jesús?

San Juan ha dicho: “Quien ama a Dios conoce a Dios, quien no ama a Dios no conoce Dios, porque Dios es amor” (I Jn 4,8) Luego san Juan es más enfático al decir: “Si uno dice Yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (I Jn 4,20).  Mismo Jesús lo ha dicho en este sentido: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros” (Jn 13,34). Por tanto la única motivación que tiene Dios para con la humanidad es esto: su amor a la humanidad.

Ahora el cómo de la salvación en favor nuestro por parte de Dios es lo que no detiene. Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?»
Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios…Porque para Dios, nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» (Lc 1,26-38). Pero en gran teólogo san Juan lo resume en estos términos: “La palabra de Dios se hizo hombre a habitó entre nosotros” (Jn, 1,14). Dios Padre lo reafirma su identidad en el bautismo de Jesús: “Tu eres mi hijo amado, yo te he engendrado hoy” (Lc. 3,22). Por eso mismo Jesús más tarde dirá: “¿No creen que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo les digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que vive en mí es el que hace las obras” (Jn 14,10). En el inicio de su ministerio Jesús se valió de los profetas del A.T. quienes anunciaron la cercanía y llegada del Mesías (Is 61 1ss). Mismo Jesús Dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí: Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a los pobres, Para predicar libertad a los cautivos. Y a los ciegos vista. Para poner en libertad a los cautivos y anunciar  el año de gracia de Dios” (Lc.4,18).

Jesús la segunda divina Persona como sabemos que es el salvador nuestro en resumidas cuentas dio tres pasos:

1) Inicio con la proclamación del evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15). Y algunos pescadores son los primeros que siguen a Jesús: “Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él. Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar demonios. Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo,
y Judas Iscariote, el que después lo traicionó” (Mc 3,13-19).

2) Fundó una única iglesia: “Y ahora yo te digo tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; el poder del infierno jamás la podrá vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.» (Mt 16,18-19). Pero no fue solo los doce quienes siguen a Jesús sino una muchedumbre inmensa de gente: “Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le seguía un enorme gentío, a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?» Felipe le respondió: «Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.» Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente? «Hagan que se sienta la gente. Entonces Jesús tomó los panes, lo bendijo y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada. Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada” (Jn  6,1-13).

Alguno muy ilusionado como el joven rico corrió al encuentro con Jesús, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?»  Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El joven le contestó: «Maestro, todo eso lo he practicado desde muy pequeño.» Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme. Al oír esto se desanimó totalmente, pues era muy rico, y se fue triste” (Mc 10,17-18). Pedro interviene y dijo: «Señor nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.» Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida y en el mundo venidero la vida eterna” (Mc 10,28-30). Alguno vacilaron y dijeron: “¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién podrá escucharle?” Jesús se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: «¿Quieren marcharse también ustedes?» Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Jn 6,60-69).

Aclarado algunos impases Jesús envía a los doce a la misión con estas instrucciones: Por el camino proclamen que ¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar. No lleven oro, plata o monedas en el cinturón. Nada de provisiones para el viaje, o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias, porque el que trabaja por el evangelio merece su alimento. En todo pueblo o aldea en que entren, busquen alguna persona que valga, y quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en la casa, deséenle la paz. Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies. Yo les aseguro que esa ciudad, en el día del juicio, será tratada con mayor rigor que Sodoma y Gomorra. Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma. ¡Cuídense de los hombres! A ustedes los arrastrarán ante sus consejos, y los azotarán en sus sinagogas. (Mt 10,5-17).  “Quien crea en el evangelio y se bautice será salvo, quien no crea será condenado” (Mc 16,15-16). “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt 28,19-20).

3) Jesús Instituyó los sacramentos como la Santa Eucaristía: ¿Qué es la Eucaristía?
Jesús antes de su pasión advierte: «Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, y que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después resucitará” (Mc. 10,33-34). “El hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescato por todos” (Mc 10,45). El último gesto de amor a su Iglesia es la institución de la santa Eucaristía: Jesús tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. (Hagan esto en memoria mía).» Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por Uds. para el perdón de los pecados, hagan esto en conmemoración mía» (Lc 22,19-20). El Evangelio de san Juan es más explícito al respecto. Jesús dijo:  “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo…En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él… El que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6,48-58). Y nuestro gran amigo San pablo se expresa cuestionando al respecto: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?  Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan” (Icor 10,16-17).

Requisitos para recibir la Santa Eucaristía: San pablo previo recuerdo para la santa comunión: “Yo he recibido la tradición lo que a mi vez les he transmitido. Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.» De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.» (Icor 11,23-25).

San Pablo sigue y dice: Fíjense bien, cada vez que comemos de este pan y bebemos de esta copa estamos proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. (Icor 11,26-27).

Por lo tanto: “Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa. En caso contrario, el que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por no reconocer al Señor en su cuerpo bendito y sacramentado”. (Icor 11,28-29).

Reflexión de la santa misa.

Como hemos sido explícitos según la santa Biblia; esta multiplicación de los panes se sitúa en el contexto de la última cena del Señor. La Misa celebrada en la falda del monte, al aire libre. Posiblemente, un Evangelio escrito para recordarles a los primeros cristianos cómo han de celebrar la Eucaristía. Una Eucaristía en la que Jesús vuelve a preocuparse de los hombres necesitados y con el estómago vacío. Hasta la actitud de Jesús pone de manifiesto este significado eucarístico de la multiplicación. Los discípulos ponen lo que tienen, cinco panes y dos peces, Jesús toma en sus manos los panes, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición y se los diciendo que los repartiesen entre todos hasta saciarse.

No se trata de dar una lección teórica del significado de la Misa, se trata de realizar el sentido y la verdad de la Misa. Levantar los ojos al cielo, como oración al Padre, y mirar a los hombres para compartirse con ellos. Levantar los ojos al cielo, sí. Pero luego, con esos mismos ojos, mirar de otra manera a los hombres, a los hermanos. ¿No tendría que ser también nuestra Misa de cada domingo?

Jesús primero se hace hombre y al final se hace pan. Cada vez acercándose más al hombre. Fue el último gesto de Jesús antes de dar comienzo a su Pasión. Un estilo de vida de estar con el hombre da comienzo a otro estilo nuevo. El primero fue en un pesebre. Este segundo lo hace en una mesa de familia, en ambiente de familia.

La Eucaristía como presencia. En primer lugar celebrar la Eucaristía es celebrar la continuación de su presencia en medio de nosotros. "No os dejaré solos." "Esto es mi cuerpo y esta es mi sangre." La primera era una presencia de quien camina con los hombres. La segunda es la presencia de quien invita a los hombres a encontrarse con El sentados a la misma mesa de la familia. Y ahí lo tenemos a diario en el Sagrario. Y ahí lo tenemos cada vez que celebramos la Misa. Nunca está solo quien quiera visitarlo en su Sagrario.

La Eucaristía como memoria. Pero además, Jesús instituye la Eucaristía no solo como presencia sino como sacramento que nos reúne a todos a hacer de memoria de Él, para que no nos olvidemos de cuanto Él ha hecho por nosotros, para recordar, sobre todo el gran momento de su amor por nosotros, el misterio pascual de la Cruz y la Resurrección. "Haced esto en memoria mía." Por eso participar en la misa es algo más que estar presente y responder a las invitaciones del Sacerdote. Es recordar su amor, es recordar su Pasión, su Muerte y su Resurrección. Por eso decimos: "Anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección..." Vivir la Eucaristía es vivir actualizando el misterio de su Muerte y Resurrección, es revivirla en nuestros corazones y es comprometernos a anunciarlas y proclamarlas luego en la vida a todos los hombres.

La Eucaristía es vivir la vida eterna. "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna." No es necesario esperar a morir para vivir ya en nosotros la vida de Dios. No la podremos vivir en plenitud, pero ya la llevamos en germen dentro de nosotros. Por eso, participar de la Eucaristía es ir a cargarnos de vida, es salir de la Iglesia como con las pilas de la vida recargadas.

Por eso la vida no puede ser un momento de aburrimiento y bostezo por el sermón del sacerdote, sino es vivir lo que todos juntos celebramos. No celebramos Misa solo con estar presente, sino viviendo lo que celebramos.

Resulta inquietante el hecho de que fue precisamente cuando Jesús anuncia la Eucaristía se arma el escándalo. ¿A quién se puede ocurrir convertirse en pan para que comamos su cuerpo? "Estas palabras son duras, ¿quién le puede hacer caso?" La gente se fue alejando de él hasta quedarse solo con sus Discípulos. Y Jesús los reta: "¿también vosotros queréis marcharos?"

Es que la Eucaristía es el corazón de la Iglesia, una Iglesia sin corazón deja de ser Iglesia. Hasta nosotros solemos morir muchos de infarto porque el corazón se nos paralizó.

¿No es también hoy la Eucaristía uno de los momentos centrales de cuantos nos decimos creyentes? ¿No es la Misa Dominical uno de los criterios de evaluación de la vida cristiana de las parroquias?


Lo malo que la vemos más como "una obligación" que como una vivencia y experiencia de fe. De ahí que muchos jóvenes comienzan a alejarse en primer lugar de la Misa. Uno de los problemas que suelen tener los padres es cómo "obligarlos" a ir a Misa. La mejor opción es el testimonio de vida y la educación en la vida espiritual.

domingo, 26 de mayo de 2013

FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD




FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

San Juan 16, 12 - 15:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Mucho tengo todavía que decirles, pero ahora no pueden entender. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.

Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y les anunciará a Uds. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y les anunciará a Uds. PALABRA DEL SEÑOR.

 Comentario:

Amigos en el Señor Paz y Bien.  Cuando pregunta  a Jesús un doctor de la ley “Maestro bueno ¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Jesús respondió: Ama a Dios sobre todas las cosas con toda tu alma y con todo tu ser, el segundo es similar, ama a tu prójimo como a ti mismo, este mandato es lo principal de la Dios y los profetas” (Mc 12,28). Luego San Juan Dice: “Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (IJn 4,20). Estos dos argumentos nos dan pie para decir con certeza que la fiesta de la Santísima Trinidad es la fiesta de la manifestación del amor pleno de Dios.  

Jesús redujo toda la Ley a dos cosas: el amor a Dios y el amor al prójimo. Con lo cual quiso decirnos que no podemos amar a uno sin amar al otro y que lo que hagamos a uno se lo hacemos al otro. De ahí entendemos que Benedicto XVI escribió en su primera Encíclica: "Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí." Y aún añade más: "Lo que subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia. El versículo de Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también ciegos ante Dios." (DC n. 16)

Cuando decimos que "no vemos a Dios" tendríamos que preguntarnos si "realmente vemos al prójimo". Por tanto el prójimo es el camino del hombre hacia Dios. Si yo no creo en ti, ¿creeré de verdad en Dios? Si tú me eres indiferente, ¿no que también Dios termina siéndome indiferente? Si yo te margino a ti de mi vida, ¿no estaré marginando también a Dios?

Hoy, en este Año de la Fe, ¿no será el momento de sincerarnos con nosotros mismos y preguntarnos qué es Dios para mí. La respuesta la tendré cuando me responda quién eres tú para mí y quién es mi prójimo para mí.

La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215).

Las tres Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215). La Unidad divina es Trino.

Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675). El padre crea, el hijo redime y el espíritu santifica. Pero una sola sustancia, una sola esencia, una sola naturaleza. Ninguno precede en grandeza, eternidad y potestad. Absolutamente simple, por eso indivisible, inseparable, inconfundible, e inmutable.

Por tanto el Padre es creador en cuanto que el Hijo redime y el Espíritu santifica, y el Hijo es redentor en cuanto que el Padre crea y el Espíritu santifica y el Espíritu santifica en cuanto que el Padre crea y el Hijo redime. De ahí concluimos que, el Padre no es el Hijo ni el Espíritu santo y el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu santo y el Espíritu santo no es ni el Padre ni el Hijo, porque son distintas personas.