martes, 23 de diciembre de 2025

SAGRADA FAMILIA - A (28 de Diciembre del 2025)

 SAGRADA FAMILIA - A (28 de Diciembre del 2025)

Proclamación del santo Evangelio según San Mateo 2,13-15;19-23

2,13 Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

2,14 José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

2,15 Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.

2,19 Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto,

2,20 y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño".

2,21 José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.

2,22 Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,

2,23 donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Lucas 2, 39 Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXION:

Estimados amigos(as) en el Señor, Paz y Bien.

Pocos pasajes tan fuertes como esta huida de la Sagrada Familia. Un rey tirano y loco hace huir a la familia que Dios ha elegido para cumplir sus promesas a los hombres. Dios actúa a través de los acontecimientos, con frecuencia crueles y absurdos, de la vida de los hombres: nace en Belén por una orden del emperador de Roma, va a Egipto por la crueldad de un rey, vive en Nazaret por los riesgos que podría correr en Belén... Pero de esa forma se va cumpliendo la palabra divina, contenida en las Escrituras.

Parece que Dios se deja quitar la dirección de los acontecimientos. Impresión que está presente a lo largo de toda la historia humana. Idea que no está de acuerdo con la que nosotros nos hemos formado de Dios. De ahí tantas crisis de fe y tantas supersticiones.

Esta es la lección de José, cabeza visible de una familia tan indefensa como entonces lo era la compuesta por un hombre del pueblo, una mujer y un niño. Sería probablemente incorrecto decir que a José le salió todo bien; lo correcto es, más bien, decir que José vio el brazo salvador de Dios en los acontecimientos que le tocó padecer. Toda una lección de transcendencia para nosotros, presos más de la cuenta por las cuentas y los cálculos.

La sagrada familia (la virgen María y san José), antes de vivir juntos ya tenían problemas; el hijo que lleva en sus entrañas la virgen, no es precisamente para José (Mt 1,18), por eso José decidió ya no concretizar la vida conyugal. Pero, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo… Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa” (Mt. 1,20;24). Cuando todo parece normalizarse, la sagrada familia tendrá otro problema, el problema del alojamiento: “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2,7).

Que alegría, que el niño ya nació, pero los problemas no cesan en la sagrada familia. Ahora no todos se alegran con su nacimiento, sino muchos en Jerusalén se alborotan por su nacimiento empezando por el rey Herodes (Mt 2,2). El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto” (Mt 2,13-14).

Muchos dirán que la suerte no acompañó a la familia de Jesús que comenzó con problemas, nació en medio de problemas y recién nacido siguen los problemas. Ahora debe emigrar a Egipto como un prófugo, como un exilado. ¡Y era la Sagrada Familia! Era nada menos que la familia de Jesús. Con qué facilidad hablamos de la Sagrada Familia como si en ella todo fuese gozo y alegría, como si en ella no hubiese problemas, ni conflictos y dolores ni sufrimientos, ni carencias. Sin embargo, si meditamos el texto de Mateo fue una familia con serias dificultades y con serios problemas, y no solo en sus comienzos, sino durante toda la vida del Hijo de Dios.

Una familia muy santa y muy querida de Dios, pero también una familia que debió sufrir mucho. Yo diría que una familia muy parecida a muchas de nuestras familias de hoy. Esto es lo que me impresiona y de la Familia de Jesús. Siempre me habían presentado a la Sagrada Familia como un cielo en la tierra, todo era cariño, todo era amor y todo era felicidad, y ahora que leo y medito el Evangelio descubro que es una familia que debió vivir la realidad de muchas de nuestras familias.

Una familia sin casa propia que tiene que refugiarse en la marginalidad de Belén. Una familia de emigrantes, desarraigada de su propia tierra y de su propia lengua que tiene que vivir expatriada y exilada. Además algo bien curioso, por culpa del Hijo que es también el Hijo de Dios porque es a Él a quien Herodes quiere eliminar. María y José tienen un hijo a quien la autoridad y el poder persiguen para darle muerte, recién nacido.

Pero, sería bueno preguntarnos también, si no hubiera problemas, que sería de nosotros, seriamos como ángeles del cielo. Así, pues, los problemas no pueden ser una razón para no ser felices. Estoy seguro de que, a pesar de todos estos sufrimientos, la familia de Jesús fue una familia feliz. Si en tu familia hay problemas, no se desesperen, miren en la Sagrada Familia que los tuvo posiblemente mayores que los de Uds. ¿Quién no tiene problemas?

Para que vean, la Sagrada Familia no vivió en las nubes, sino en un mundo real, con unas situaciones concretas, con unas personas concretas, con unos poderes concretos y con unas mentalidades concretas. La familia de Jesús comenzó ya con problemas en la Encarnación. El susto de José y el riesgo de María, estaban ahí como cuchilla afilada rasgando corazones. Sólo la fe de José en la Palabra de Dios pudo abrir luz en aquella oscuridad.

Como ya dijimos, los problemas en la sagrada familia ya se presentan l inicio. El Nacimiento del mismo Niño no tuvo mucho de facilidades. Tocar puerta tras puerta y sentirse rechazados hasta ir a parar a un establo de ovejas, no debió de tener demasiado de fiesta. Y ahora algo realmente doloroso y peligroso: “Herodes quiere matar al Niño. Huye a Egipto.” Entonces como tres prófugos, emprenden el camino del desierto, como extranjeros en tierra ajena. Problema tras problema. Algunos, creíamos que la verdad y felicidad de la familia consiste en que no falte nada, lo tengamos todo, y no haya problemas. A la Sagrada Familia le faltó todo, no tenía nada y estuvo llena de problemas. Sin embargo era la Familia de Dios, era la Familia de Jesús, María y José.

Todos queremos tener una linda familia. Todos queremos tener una familia feliz. Ese ha de ser ideal de hogar y de familia, pero la realidad que nos rodea no siempre nos ayuda. En la familia de Jesús, el problema estuvo en el ansia de poder de Herodes, dispuesto a todo, con tal de sacar de en medio a alguien que pudiera poner en peligro su trono.

Hoy puede que no seamos tan ceñidos en problemas, pero hay muchos estilos de Herodes: la injusticia, la pobreza y la miseria, la falta de trabajo, son los problemas económicos. Nunca las alegrías vienen completas, hay muchas circunstancias que nos hacen sentir el sufrimiento y la desilusión. Sin embargo, la fe fue más fuerte que todas las amenazas en la Familia de Jesús. Nosotros tendríamos que afirmar un amor capaz de hacernos más fuertes que todos los tropiezos del camino. Un bello ejemplo para luchar y no desesperarnos. Un bello ejemplo para luchar y ser más que nuestras dificultades.

El secreto para afrontar nuestros conflictos, temores, e inseguridades está en la figura de la grada familia, en la humildad de san José, que nunca supo poner peros en la propuesta de Dios, hace lo que Dios le manda y sin decir una sola palabra. La virgen sin saber ser madre dice: Aquí está la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra (Lc 1,28). El Hijo terminara su vida en la cruz entre los malhechores como un condenado, pero al tercer día resucitará (Mc 10,33). Pero, antes tendrá que sufrir mucho, cargar con su cruz… “Padre si es posible aparta de mi esta copa, pero que no haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,24).

Saben quién no tiene problemas. Es el que no hace nada en su vida, a quien le da igual hacer bien o mal. Pero quien quiere hacer siempre el bien, quien quiere superarse, siempre tendrá problemas. Pero contamos con la ayuda de Dios, él va a estar ahí donde todos te abandonan, él nunca te fallará. Tu fe y tu voluntad de superación y camino al éxito es tu única opción y eso solo tú puedes hacerlo por ti y los suyos ya nadie más lo hará por ti. Esperar con paciencia y la perseverancia es un deber, no un lujo. El cristiano es por definición, el Hombre de la Esperanza. San Pedro nos anima a que siempre estemos dispuestos a dar razón de nuestra esperanza. Muchos creyentes toman por modelo a personas simples humanos (deportistas, artista) y dejan y dejan de lado el modelo de la humanidad que es Cristo Jesús. Miran la vida con pasividad y resignación: aceptan la frustración y la derrota; se olvidan que Dios sembró en cada uno capacidades extraordinarias, dones, talentos, para afrontar la vida, mejorar y hacer de ella una fiesta de esperanza y de gozo.

El ángel ha dicho a la virgen María: “Nada es imposible para Dios” (Lc 1,37). Jesús dice: Sin mi nada podrán hacer (Jn 15,5). Nada es imposible para quien cree y tiene fe (Mt 17,20). San Pablo: Para mi Cristo lo es todo (Col 3,11). La fe que mueve montañas, sumado a tu voluntad, podrás hacer cosas extraordinarias y de hecho es la única estrategia para escalar el cielo.

NOCHE BUENA – 24 DE DICIEMBRE

 NOCHE BUENA – 24 DE DICIEMBRE

Proclamación del evangelio según San Lucas 2,1-14:

2,1 En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.

2,2 Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.

2,3 Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.

2,4 José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,

2,5 para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

2,6 Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;

2,7 y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

2,8 En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.

2,9 De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,

2,10 pero el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:

2,11 Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.

2,12 Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

2,13 Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

2,14 ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!. PALABRA DEL SEÑOR.

Paz en bien el Señor que vino a salvarnos.

“El que peca procede del diablo, porque el diablo es pecador desde el principio. Pero, el Hijo de Dios vino para destruir las obras del diablo” (I Jn 3,8). 14 ¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! Porque, El Señor ha eliminado la sentencia que pesaba sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! El exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, (Sof 3,14-17).

Hoy y durante todo el tiempo de Navidad que hoy empieza, celebramos en primer lugar un hecho histórico: el nacimiento de Jesús, el hijo de María, la esposa de José. El mismo que después de unos treinta años de vida oculta, pasó haciendo el bien y anunciando la buena nueva del evangelio del Reino, y que fue crucificado y sepultado y después resucitó. Nació en un sitio determinado, en Belén, y en un tiempo concreto, bajo el imperio del César Augusto y siendo Quirino gobernador de Siria.

En el evangelio, escuchamos las palabras mediante las cuales los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del hijo de Dios, Jesucristo el Señor: Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor (Lc 2,14). Palabras de fiesta y de congratulación, no sólo para la mujer cuyo seno había dado a luz al niño, sino también para el género humano, en cuyo beneficio la virgen había alumbrado al Salvador. En verdad era digno y de todo punto conveniente que la que había procreado al Señor de cielo y tierra y había permanecido virgen después de dar a luz, viera celebrado su alumbramiento no con festejos humanos de algunas mujeres, sino con los divinos cánticos de alabanza de un ángel.

Nosotros también digámoslo con el mayor gozo que nos sea posible; nosotros que no anunciamos su nacimiento a pastores de ovejas, sino que lo celebramos en compañía de sus ovejas, la familia, con nuestras miserias, limitaciones; digamos también nosotros, vuelvo a repetirlo, con un corazón lleno de fe y con devota voz: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Meditemos con fe, esperanza y caridad estas palabras divinas, este cántico de alabanza a Dios, este gozo angélico, considerado con toda la atención de que seamos capaces. Tal como creemos, esperamos y deseamos, también nosotros seremos «gloria a Dios en las alturas» cuando, una vez resucitado el cuerpo espiritual, seamos llevados al encuentro en las nubes con Cristo, a condición de que ahora, mientras nos hallamos en la tierra, busquemos la paz con buena voluntad. Vida en las alturas ciertamente, porque allí está la región de los vivos; días buenos también allí donde el Señor es siempre el mismo y sus años no pasan. Pero quien ame la vida y desee ver días buenos, cohíba su lengua del mal y no hablen mentira sus labios; apártese del mal y obre el bien, y conviértase así en hombre de buena voluntad. Busque la paz y persígala, pues paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Hace ya años que nos dicen que los evangelios no son "vidas de Jesús" -por lo menos en el sentido de las biografías modernas- pero quizás nos habíamos refugiado excesivamente en el Cristo de la fe, en detrimento del Jesús de la historia, Y si prescindimos de la historia de Jesús, fácilmente nosotros podríamos prescindir de la nuestra. Con razón hemos reaccionado, movidos tanto por la exégesis más reciente como por la urgencia de los cristianos comprometidos en la transformación del mundo, y redescubrimos la necesidad de apoyar nuestra fe, no en mitos atemporales, sino en acontecimientos históricos, entre los cuales el nacimiento de Jesús ocupa un puesto central.

Prácticamente toda la humanidad ha aceptado la era cristiana, es decir, que divide la historia en "antes" y en "después" de Cristo, y cuenta los años a partir de aquella primera Navidad. La historicidad de Jesús exige la historicidad del cristianismo: su repercusión en la historia. Nosotros, recordando el realismo de la vida mortal de nuestro Salvador, que nació en Belén y fue colocado en un pesebre, y que después de crucificado y muerto, fue colocado en un sepulcro en Jerusalén, nosotros "haremos histórico" a Jesús si contribuimos a la edificación de un mundo nuevo, más conforme con el plan de Dios.

EL QUE HA NACIDO ES LA PALABRA DE DIOS, en el Hijo Dios nos visita (Lc 7,16). Ha nacido un niño. Este niño es verdaderamente Dios hecho verdaderamente hombre. Pero si Dios se ha hecho hombre es para que el hombre pueda convertirse en hijo de Dios (I Jn 5,2). Es "por nosotros los hombres y por nuestra salvación" (como decimos en la profesión de fe) que compartió nuestra condición mortal. En Jesucristo, la vida divina fue vivida humanamente, a través de una inteligencia, una voluntad y unos sentimientos de hombre, y esta vida divina vivida humanamente es comunicada por Jesucristo a todos los que creen en él, a los que no han nacido meramente "de sangre ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios". En Jesús de Nazaret la vida divina se hace perceptible a nuestros sentidos, para que "conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve al amor de lo invisible" (prefacio de Navidad).

Todo hombre es llamado a convertirse en hijo de Dios. Para cada uno de los hombres, de las mujeres y de los niños, Dios se hizo hombre, murió y resucitó. Por eso, quien cree verdaderamente en el misterio de la Encarnación, debe creer también en la dignidad inviolable de la persona humana, y evitar profanarla: la propia por el pecado, la de los demás con tratos inhumanos.

EUCARISTÍA. El prefacio que he citado había sido compuesto originariamente para la fiesta de la Eucaristía, el Corpus. Porque la Eucaristía no sólo nos hace presente la fuerza salvadora de Cristo, como los demás sacramentos, sino también su misma persona, y en este sentido es la misma Encarnación la Encarnación. Pero no piensen que hoy al comulgar recibimos al niño Jesús; recibimos a JC resucitado y glorificado, que se hizo un niño, pero que por su misterio pascual ha vuelto allí donde estaba antes, junto al Padre, donde le ha sido dado todo poder, con el fin de poder enviar el Espíritu, y con él la vida divina, a todos los que creen en él. Esta vida divina consiste, sobre todo, en amar, tal como Jesús nos amó, hasta el extremo. El amor que nuestro Padre nos ha manifestado, en la Encarnación y en la Eucaristía, nos urge, no sólo a imitar a Jesús, sino más aún, a no sofocar su Espíritu en nosotros.