lunes, 25 de abril de 2022

III DOMINGO DE PASCUA – C (Domingo 01-05-2022)

 III DOMINGO DE PASCUA – C (Domingo 01-05-2022)

Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19:

21:1 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:

21:2 estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.

21:3 Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

21:4 Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.

21:5 Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".

21:6 Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.

21:7 El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!" Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.

21:8 Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.

21:9 Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.

21:10 Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".

21:11 Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.

21:12 Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor.

21:13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.

21:14 Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

21:15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?" Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".

21:16 Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".

21:17 Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.

21:18 Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras".

21:19 De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXION:

Estimados amigos y hermanos en la fe paz y bien.

“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos” (Jn 2019). Jesús les dijo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Los discípulos resucitan al recibir el soplo del Espíritu Santo, ahora los discípulos pasan a ser apóstoles.  Como se ve, la noche cruel que acechaba como un lobo rapaz, el temor, pánico, congoja, decepción, el desánimo y no era para menos; recordemos que acaban de asesinar al maestro supremo y los apóstoles a dudas penas pudieron escapar para no ser también crucificados conjuntamente con su maestro, tal escena disipa poco a poco. Los apóstoles reinician con sus labores habituales, quizá con mucha desidia al saber que tanto tiempo perdieron y para nada; quizá hasta olvidaron las estrategias de la pesca.

Jesús había dicho a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres" (Lc 5,10). Pedro dice me voy a pescar, los demás compañeros reflejan alguna identidad aún de vida fraterna que aprendieron de su maestro: “vamos también nosotros contigo” (Jn 21,3). Esta actitud se sitúa ya en un contexto eclesial; Pedro, decide salir a anunciar el Evangelio, pero no irá él solo también el resto se le une en la misión. Es que la Iglesia no es solo el Papa, ni solo el Obispo, ni solo el sacerdote, la Iglesia somos todos los bautizados (Mt 28,19-20). Todos somos responsables y todos estamos llamados a "ir de pesca", aunque la expresión pueda parecer un tanto extraña. Desde luego hubo épocas en que la Iglesia nunca dijo a los bautizados vamos a pescar, pero felizmente aunque todavía de modo muy lento, vamos tomando conciencia de que el anuncio del Evangelio tiene que ser obra de todos. No aislados, sino formando una comunidad y comunión con el Pedro de hoy que es el Papa.

Es sumamente importante tener una convicción firme y SIN MIEDO A LOS FRACASOS. No siempre basta la buena voluntad y no siempre nos sonríe el éxito. También hay momentos en los que el éxito brilla por su ausencia. No todos son éxitos en la Iglesia. No todos son éxitos en el anuncio del Evangelio. "Aquella noche no cogieron nada" (Jn 21,5). Son esos momentos de oscuridad que terminan, con frecuencia, invitándonos al desaliento. Hablo por experiencia como sacerdote y religioso consagrado, no siempre he sido escuchado y no siempre he logrado lo que con todo corazón buscaba en mi predicación. Alguna vez he desistido de ofrecer el Evangelio a alguien, de lo cual luego me he arrepentido. Felizmente, he ido aprendiendo de la propia experiencia y cuanto más me queda por aprender de la gente sencilla y de los niños.

Es posible que aquella noche Pedro y los suyos fuesen demasiado confiados en sus propias artes de pesca y fracasaron. Hasta que se aparece Jesús y nos dice: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán" (Jn 21,6). El supremo maestro si sabe de pesca, pero para que Jesús coopere en la obra de la pesca requerimos hacer un alto en la jornada de trabajo (Lc 10,39-42), conviene echar una mirada a Jesús que muy respetuoso espera su turno nos sugiere cómo, cuándo y dónde tenemos que echar la red. Este momento sin duda es el domingo, día del Señor y el día de la familia el hacer un alto en la jornada de trabajo, dejar la red a un lado y dar una mirada de apertura al Señor tiene mucho sentido en el domingo. Y Él nos dirá donde tenemos que echar la red y veremos que la red si tiene peces si hay pan suficiente para los hijos. Ya había dicho: “Sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5).

No somos nosotros los que cambiamos los corazones de los demás. No somos nosotros los que podemos cambiar la vida de los demás. Esa es obra de Jesús. Por eso, para anunciar el Evangelio necesitamos estar acompañados de Él, confiados en Él. Fiándonos de Él. Los fracasos también entran en la pedagogía de Dios. Nos enseñan a confiar y fiarnos más de Él que de nosotros. De ahí que el evangelizador primero ha de hablar con Dios y escuchar a Dios. Evangelización (Mc 16,15) y oración (Lc 17,5) caminan juntas son los dos brazos del Evangelio. ¿No será también esta la pedagogía de los padres cuando ven que sus hijos se alejan de la fe? No basta enfadarse, ni echarles grandes discursos. Primero oremos por ellos. Desde la orilla Jesús grita a los discípulos que están pescando y les hace una pregunta: "¿Tienen pescado? (Jn 21,5) La respuesta es tajante: "No." Jesús les dice: "Echen la red a la derecha de la barca y encontraran." Así fue. El problema está dónde echar las redes, para ello hay que conocer bien el mar y el movimiento de los peces. Para evangelizar hay que conocer la realidad del mundo, de la historia y de los hombres.

A veces me temo que a nosotros nos suceda algo parecido a los discípulos, queremos pescar en las Iglesias vacías. Mientras tanto, la gente anda por la calle. La Iglesia puede estar vacía y las playas están a abarrotadas de gente, pero ¿alguien se atreve a proclamar el Evangelio en la playa? La Iglesia puede estar vacía y las calles están llenas de gente, pero ¿alguien se atreve a hablar del Evangelio en la calle? Tenemos que conocer dónde está la gente. Posiblemente tendremos que cambiar nuestro estilo de evangelización. Los templos se van vaciando cada vez más, pero nosotros seguimos empeñados en no salir de lo habitual. Seguimos echando las redes a la "izquierda" cuando Jesús nos invita a echarlas a la derecha. No esperemos que los peces vengan a nuestras redes, es preciso echar las redes donde están los peces. No esperemos que la gente venga a buscarnos, es preciso que nosotros salgamos a buscar a la gente. Y digo nosotros porque esta Iglesia es nuestra, iglesia de todos los bautizados. El problema no estaba en las redes, tampoco en los peces. El problema estaba en los pescadores que pescaban donde no había peces.

Estimados hermanos en la fe, no es hora de llorar sobre la tumba vacía, no es hora de mirar el cielo, no es hora de bonitas idea de Dios (Mt 7,21), eso es lindo pero algo más importante es sabernos comprometer y decir yo en qué y cómo puedo ayudar en esta tarea de la pesca. Jesús nos ha dicho algo lindo en los apóstoles pescadores: Sígueme (Jn 21,19). Dios a pesar de todo cuanto somos, sigue fiándose de nosotros, sigue apostando por nosotros. Olvidó de las traiciones, de las negaciones (Jn 18,17); ahora dice a Pedro ¿me amas? Si Señor; pastorea mis ovejas (Jn 21,15). Todos los bautizados somos sacerdotes de Cristo y tenemos la misión de pastorear y depende de este trabajo la vida eterna que nos prometió cuando dice: “Todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras por mí, recibirá cien veces más en esta vida, y heredará la vida eterna (Mt 19,29).

Jesús ya había manifestado, cuando dijo: “Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí” (Jn 10,10-14). Recordemos también cuando había dicho: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia” (Mt 16,18). Ahora Jesús dijo: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas" (Jn 21,16).

Termina el evangelio con una atenta invitación: “Sígueme” (Jn 21,19). Esto requiere: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,24-27).