lunes, 9 de agosto de 2021

DOMINGO XX – B (15 de Agosto del 2021)

 DOMINGO XX  – B (15 de Agosto del 2021)

Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas 1,39-56:

1:39 En aquellos días, María se puso en camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá;

1: 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

1: 41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;

1: 42 y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre;

1: 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

1: 44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.

1: 45 ¡Feliz tu que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

1: 46 Y dijo María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor,

1: 47 se alegra mi espíritu en Dios mi salvador,

1: 48 porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitaran todas las generaciones. 

1: 49 Porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo.

1: 50 Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

1: 51 El hace proezas con su brazo: Dispersa a los soberbios de corazón,

1: 52 derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,

1: 53 a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

1: 54 Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia

1: 55 - como había prometido a nuestros padres - en favor de Abraham y de su descendencia por siempre.”

1: 56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados hermanos en el Señor paz y Bien.

“Para Dios nada es imposible. María dijo al Ángel aquí está la esclava del Señor hágase en mi según su palabra” (Lc 1,37); “La palabra se hizo carne y habito entre nosotros” (Jn 1,14); “En verdad, en verdad les digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5,24). Estas citas contextualizan el mensaje de la fiesta que hoy celebramos: La asunción de la Santísima virgen María al cielo.

La asunción de María es un dogma definido solemnemente por Pío XII el 1 de noviembre de 1950 con la constitución apostólica Munificentissimus Deus ( MD), que explica su significado teológico y vital. Constituye una de las tres solemnidades marianas del año litúrgico: un misterio que se celebra desde hace siglos en las diversas iglesias de oriente y de occidente.

• "Yo pongo enemistad entre ti y la mujer... (Gén 3,15):  " La nueva Eva está estrechamente unida al nuevo Adán, aunque subordinada a él, en la lucha contra el enemigo infernal: "Lo mismo que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la lucha que tiene en común con su Hijo tenía que concluir con la glorificación de su cuerpo virginal" .

• (Ex 20,12): "Honra a tu padre y a tu madre" (Lev 19,3). "Desde el momento en que nuestro Redentor es hijo de María, no podía menos de honrar, como cumplidor perfectísimo de la ley divina, no sólo al eterno Padre, sino también a su madre. Así pues, pudiendo conceder a su madre tan grande honor, preservándola inmune de la corrupción del sepulcro, hay que creer que lo hizo realmente".

• "Glorificaré el lugar en donde se apoyaron mis pies"(Is 60,3). El cuerpo de la Virgen es el sagrario donde asentó sus pies el Señor.

• (Sal 45,10.14-16): "A tu diestra una reina adornada con oro de Ofir..., vestida de brocado, es conducida al rey...; en el palacio del rey entran". El texto del salmo se le aplica a María reina, "que entra triunfalmente en el palacio celestial y se sienta a la diestra del divino Redentor..., rey inmortal de los siglos".

• (Sal 132,8) "¡Levántate, oh Yavé, hacia el lugar de tu descanso, tú y el arca de tu santificación". Los padres, los teólogos y los oradores sagrados "ven en el arca de la alianza, hecha de madera incorruptible y colocada en el templo del Señor, como una imagen del cuerpo purísimo de María virgen, preservado de toda corrupción del sepulcro y elevado a tan alta gloria en el cielo".

• (Cant 3,6; 4,8 y 6,9): "La esposa del Cantar, que sube del desierto, como columna de humo, perfume de mirra e incienso para ser coronada", es figura "de aquella... Esposa celestial que, junto con el divino Esposo, es levantada al palacio de los cielos".

• (Lc 1,28) "Ave, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres, ya que velan en el misterio de la asunción un complemento de la plenitud de gracia concedida a la bienaventurada Virgen y una bendición singular en oposición a la maldición de Eva".

• Ap 12: "No sólo en diversas figuras del AT, sino también en aquella mujer vestida de sol que contempló el apóstol Juan en la isla de Patmos.

De toda esta lista de referencias bíblicas utilizadas por la MD se comprende el motivo por el que Pío XII concluye: "Todas estas razones y consideraciones de los santos padres y de los teólogos tienen como último fundamento la Escritura, que nos presenta a la excelsa madre de Dios estrechamente unida a su Hijo divino y participando siempre de su destino".

Examinando luego los testimonios de los padres y teólogos citados por la constitución, se pone de relieve que la unión indisoluble entre María y Jesús fue de un doble orden:

1) físico: en el sentido de que María, al acoger en su seno al Verbo divino y al revestirlo de nuestra carne, se convirtió en algo parecido al arca de la nueva alianza, en la sede de la Presencia encarnada de Dios entre nosotros. Por tanto, no cabe pensar que el cuerpo de la Virgen, tan estrechamente unido a la humanidad de Cristo en virtud de la función biológico-maternal, estuviera luego separado del Hijo, sometido a la corrupción del sepulcro;

2) moral: en cuanto que María (si a Dios); contrapuesta a  Eva (si a la serpiente) al lado y en dependencia del nuevo Adán (Cristo), participó íntimamente de la obra redentora del Hijo, en la lucha y en la victoria contra el demonio, el pecado y la muerte. Por eso, lo mismo que la resurrección fue el epílogo de la salvación realizada por Cristo, así también era conveniente que la participación de María en esta lucha se viera coronada por la glorificación de su cuerpo virginal.

Hasta aquí la exposición de la MD. Dicho en otras palabras, la iglesia ve en la asunción de María la consecuencia plena de los vínculos singularísimos que la unieron a Jesús, en el plano de la carne y todavía más en el de la fe. De esta unión privilegiada entre Madre e Hijo nos habla precisamente el mensaje de la Escritura. A través de una reflexión global sobre el misterio de María, el Espíritu Santo le sugirió a la iglesia que leyera entre líneas incluso lo que no dice expresamente la letra de la Escritura. Y así es como lo hizo la iglesia de ayer, como atestigua la MD. Lo mismo tendrá que hacer también la iglesia de siempre cuando quiera pensar una vez más en el destino último de María, en conformidad con la biblia.

Si queremos proseguir el discurso en esta dirección, he aquí -a título de ejemplo- algunas reflexiones que se han desarrollado a partir de la doctrina bíblico judía.

a) El pensamiento judío sobre el último destino del arca de la alianza. Hemos dicho que la asunción es un postulado de la maternidad divina de María, según la carne. Dios no podía permitir la corrupción de aquel cuerpo que fue el arca viviente de su Hijo (Jn 1,14 y Gál 4,4).

Permítasenos aludir a un tema más bien nuevo sobre esta cuestión. En efecto, parece ser que algo semejante intuyó el pensamiento judío poco antes y poco después de los tiempos de Jesús. El punto de partída lo constituyen los libros bíblicos, cuando hablan del arca de la alianza guardada en el templo de Salomón. El arca, como es sabido, era un templete de madera, dentro del cual estaban guardadas las dos tablas de la Ley que Moisés había recibido del Señor en el monte Sinaí, cuando se estipuló el pacto con el pueblo. En cuanto tal, el arca era considerada como el símbolo privilegiado de la presencia de Dios en medio de su pueblo, como consecuencia de la alianza sinaítica.

La biblia dice que cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, conquistó Jerusalén el año 597 a.C., "sacó de allí todos los tesoros del templo de Yavé y los tesoros del palacio real e hizo pedazos todos los objetos de oro que Salomón, rey de Israel, había fabricado para el santuario de Yavé" (2Re 24,13; 2Crón 36,10). Luego, en el asedio definitivo de 587, el mismo soberano incendió el templo y lo despojó de todos los objetos preciosos que servían al culto (2Re 25,9-17; Is 39,6).

En una obra más tardía, o sea 2Mac (s. II a.C.), se registra una piadosa tradición que refiere en términos más explícitos estas especulaciones sobre las peripecias que atrevesó el arca después de la destrucción del templo. Atendiendo a un oráculo divino, se dice, el profeta Jeremías se llevó el arca, con el tabernáculo y el altar del incienso; seguido por los deportados, se puso en camino hacia el monte Nebo, desde cuya cima había contemplado Moisés la tierra prometida. En la montaña, Jeremías encontró una caverna, y depositó allí los objetos traídos del templo, tapando la entrada. Algunos de los que le habían seguido volvieron para rastrear el camino, pero no lograron encontrarlo. Cuando se enteró de ello, el profeta se lo reprochó diciendo: "Ese lugar quedará ignorado hasta que Dios realice la reunión de su pueblo y tenga misericordia de él. Entonces el Señor descubrirá todo esto y se manifestará la gloria del Señor y la nube, como se manifestó en tiempos de Moisés y como cuando Salomón oró para que el templo fuese gloriosamente santificado" (2Mac 2,4-8).

En el Apocalipsis de Baruc 6,1-10 (/apócrifo de finales del s. 1 a.C.) leemos que fue un ángel enviado por Dios el que se llevó aquellos objetos sagrados, confiándoselos a un lugar escondido de la tierra, antes de que los babilonios derribasen el templo.

El Apocalipsis parece recoger un eco de esta tradición cuando escribe: "Entonces se abrió el templo de Dios, el que está en el cielo, y se vio en su templo el arca de su alianza" (Ap 11,19).

De todas las voces que aquí hemos recogido se puede formular la siguiente conclusión, a título de hipótesis. El arca, como signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, es incorruptible. Efectivamente, la alianza de Dios con Israel es eterna. Por eso el arca no puede perecer. Incluso después de la destrucción de Jerusalén y del templo, el Señor se cuida de ella hasta llegar a guardarla consigo en el cielo.

Fabulaciones ingeniosas, se dirá. Sin embargo, incluso a través de estos recursos del lenguaje humano Dios iba preparando a su pueblo para la comprensión de la figura de María. En adelante, ella habría de ser el arca de la alianza nueva y eterna de Dios con el hombre. Con la asunción, según dice el profeta (Is 60,13, Vulgata), Dios glorifica el lugar en donde se apoyaron sus pies.

b) Asunción: consecuencia de la unión perfecta de María con su Hijo. La asunción es el efecto pleno de la unión de María con el Hijo en el orden de la fe.

En la misa del 15 de agosto, antes de 1950, se leía Lc 10,38-42, que presenta a Jesús acogido en casa de Marta y de María. Marta está totalmente ocupada en las faenas domésticas, mientras que María está escuchando la palabra de Jesús, sentada a sus pies. Y Jesús dice: "Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas y sólo es necesaria una. María ha escogido la parte mejor, que no se le quitará".

Había una clara intención en la elección de este pasaje. María, la hermana de Lázaro, totalmente entregada a escuchar al Señor, es figura de María, la madre del Señor, abierta siempre a la escucha-obediencia a la palabra de Dios. Precisamente por haber acogido en todo momento esta palabra, María fue asunta al cielo, o sea, fue acogida ella misma por el Hijo en aquel lugar que él nos ha preparado con su muerte y resurrección: "Voy a prepararos un lugar; y cuando me fuere y os haya preparado un lugar, volveré otra vez y os tomaré conmigo, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros" (Jn 14,2-3).

Por tanto, la asunción nos remite al misterio pascual. ¿Por qué resucitó Jesús? La Escritura responde que la resurrección -tanto de Jesús como de sus discípulos- no es un fenómeno puramente determinista, es decir, regulado por leyes químicobiológicas; en su raíz, es la consecuencia de una opción moral.

Efectivamente, para Jesús la resurrección fue la respuesta del Padre a su obediencia: "Se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo... y en su condición de hombre se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz... Por ello Dios le exaltó "(Flp 2,7-9). Igualmente, para los cristianos hay resurrección si escuchan la voz del Hijo de Dios y creen en él. Dice así Jesús: "En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en que los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen vivirán... Llegará la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán; los que obraron bien resucitarán para la vida, y los que hicieron el mal resucitarán para la condenación" (Jn 5,25-29). "Es voluntad de mi Padre que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día" (Jn 6,40).

Y esto es lo que pasó con María. Ella participa de la resurrección de Cristo en cuanto que estuvo perfectamente unida con él, escuchando su palabra y poniéndola en práctica. Su misma maternidad carnal estuvo precedida y se hizo posible por el fiat, es decir, por el asentimiento libre que María prestó al ángel Gabriel cuando le anunció la propuesta que Dios le hacía. Pues bien, la asunción es la epifanía de la transformación tan profunda que la semilla de la palabra divina produjo en María, en la integridad de su persona. Decía Jesús: "Mis palabras son espíritu y vida" (Jn 6,63).

La liturgia actual de la asunción, en la misa de la vigilia, sintetiza oportunamente la dimensión física y moral que María contrajo con Jesús. La primera lectura, sacada de 1 Crón 15,3-4.15-16; 16,1-2, tiene como tema el arca de la alianza, símbolo profético de la Virgen madre, que llevaría a Dios en su seno como arca de los tiempos nuevos. El paso evangélico de Lc 11,27-28 recoge la alabanza materna que una humilde mujer del pueblo tributó a Jesús: "¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!" En su respuesta, Jesús desplaza el acento de esta bienaventuranza: "Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la practican". Esto quiere decir que María atrajo las complacencias de Dios por haber llevado a Jesús en su corazón más aún que en su seno.

Aquí está la raíz de su glorificación junto a su Hijo. Al convertirse en sede de la Sabiduría encarnada, se hizo partícipe de la inmortalidad, de la incorrupción: un don, dicen los libros del AT, del que es dispensadora la Sabiduría, es decir, la acogida amorosa hecha a los designios de Dios expresados en las Escrituras (Sab 6,17-20; 8,17; Prov 8,35).

María asunta, imagen de la iglesia futura. María asunta al cielo es la imagen escatológica de la iglesia. La glorificación final de María es una de las "grandes cosas" con las que Dios da señales a su iglesia. Es una prenda de lo que toda la comunidad de los creyentes está llamada a convertirse. Esta relación entre María y la iglesia, incluso en lo que concierne a la asunción, puede encontrar su fundamento bíblico en las palabras que Jesús dirigió a su madre y a su discípulo amado desde la cruz: "He ahí a tu hijo.:. He ahí a tu madre" (Jn 19,26-27a). Con aquel testamento Jesús intentaba dar a María como madre a todos sus discípulos, representados en el discípulo presente yunto a la cruz.

Pues bien, según la doctrina bíblico-judía, la paternidad o maternidad espiritual lleva consigo también, entre otras cosas, la ejemplaridad. Esto quiere decir que un padre o una madre espiritual son modelo para sus hijos (lCor 4,15-16; 1Pe 3,6; Jn 8,39). Aplicando el discurso a María en cuanto madre de la iglesia, esto significa que cualquier aspecto de su persona (virtudes, privilegios, etc.) tiene una repercusión eclesial, es decir, se convierte en figura, tipo, ejemplo de lo que la iglesia tiene que ser, en la fase peregrinante y en la gloriosa. La asunción anticipa en la persona individual de María el estado de la iglesia entera en la vida del "mundo venidero".

Como es sabido, el Vat II (LG 68) ha querido relanzar este aspecto eclesial del dogma de la asunción con estas afortunadas expresiones: "La madre de Jesús, lo mismo que está ya en el cielo glorificada en el cuerpo y en el alma, como imagen y comienzo de la iglesia que tendrá que tener su cumplimiento en la edad futura, así también brilla ahora en la tierra delante del pueblo de Dios peregrino como signo de segura esperanza y de consolación, hasta que llegue el día' del Señor (2Pe 3,10)". Y en SC 103 se afirma que en la Virgen la iglesia "contempla con gozo, como en una imagen purísima, lo que toda ella desea y espera ser".