viernes, 23 de mayo de 2025

VI DOMINGO DE PASCUA - C (25 de mayo del 2025)

 VI DOMINGO DE PASCUA  - C (25 de mayo del 2025)

Proclamación del Evangelio del santo evangelio según San Juan 14,23 - 29:

14:23 Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y haremos morada en él.

14:24 El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

14:25 Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.

14:26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.

14:27 Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!

14:28 Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

14:29 Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. PALABRA DEL SEÑOR.

Amigos en el Señor Paz y Bien.

Ya llegamos al sexto y último domingo de Pascua, el próximo domingo celebraremos la Ascensión del Señor. En este Evangelio, Jesús hace una síntesis de toda la experiencia pascual.

LA MORADA DE DIOS: El cielo es la morada de Dios con los hombres que se salvan (Ap 21,3).

Hay una escena famosa y clásica de los psiquíatras. Es la de preguntar por una cosa y que el paciente o el cliente responda con lo que aquella cosa le sugiere. Si a los cristianos nos dijesen: ¿Qué es morada de Dios?, para que respondiéramos sobre lo que tal pregunta nos sugería, es muy posible que en un porcentaje altísimo contestáramos: Templo. Y, sin embargo, el evangelio de hoy responde a esa pregunta de modo totalmente distinto. Para el evangelio de hoy la morada de Dios es el propio cristiano. A él, al cristiano, dice Jesús que vendrá con su Padre para morar en él (Jn 14,23). Para que esta realidad insospechada se dé, Cristo pone un presupuesto: que el cristiano lo ame y guarde su palabra.

Es propio del mensaje de Cristo inaugurar un modo nuevo de relación del hombre con Dios. A la idea antigua del Dios lejano, Señor sobre todo, que se presenta con el rayo, el trueno o el fuego, sucede la imagen de un Dios-Padre, cercano al hombre en el que ya no ven a un esclavo sino a un hijo querido cuya cercanía busca con extraordinario interés. Y de la misma manera que a la persona que amamos la tenemos presente, más aún, dentro de nosotros mismos y la vemos sólo con cerrar los ojos y vivimos con ella, así Dios quiere que lo busquemos en la intimidad de nuestro ser y lo encontraremos allí dibujado y presente.

Porque es ahí, en el interior del ser, en ese hondón donde se libran las batallas calladas y a veces sangrientas que nadie más que nosotros conoce, donde Dios quiere reinar. Es dentro de nosotros mismos, en ese interior de donde salen (lo dijo El en el Evangelio) los pensamientos, los sanos o dañinos, en donde fluyen las intenciones y los impulsos, en donde se fraguan los deseos, en donde se ganan o se pierden las auténticas batallas de la vida, ahí es donde El quiere estar presente y donde quiere reflejarse.

Dios vendrá a morar dentro de nosotros mismos para transformarnos paulatinamente en El para darnos su estilo, para que tengamos sus rasgos, para que podamos enseńarlo al mundo, si somos capaces de amarlo y guardar sus palabras. Exigencia que, dicho sea de paso, no tiene nada de particular porque es así como actuamos en la vida corrientemente con aquéllos a los que amamos. Es amor el gesto, el regalo, el detalle, ciertamente; pero es amor la intimidad, la identificación con aquél a quien amamos, el parecido que alcanzamos con él porque llegamos a pensar como él, a hablar como él, a ser, poco a poco, un poco aquella otra persona que "mora" ciertamente en el fondo de nuestro corazón.

Cuando amamos de verdad, "guardamos" las palabras de la persona amada, complacemos sus gustos, nos anticipamos a sus deseos. Y todo ello con gran naturalidad, sin esfuerzo, porque, al hacerlo, al propio tiempo que complacemos al otro estamos alcanzando la propia felicidad.

Cristo pide otro tanto a los cristianos. En estos domingos después de Pascua, en los que ya el resplandor de la resurrección ha podido alejarse, viene hoy a dejar claro, de un modo terminante, que la vida del cristiano en la tierra es una maravilla si es capaz de guardar fielmente sus palabras, porque esa vida será, ni más ni menos, que la morada de Dios, o lo que es lo mismo, la morada de la alegría, de la vida, de la paz, de la serenidad. Lo dice El seguidamente: no tiemblen ni se acobarden sino, por el contrario, reciban la paz.

Si eso fuera así, si el cristiano fuera capaz de recorrer el mundo siendo una muestra sencilla de serenidad y de paz, de ausencia de miedo y de cobardía, no podría hacer un mejor servicio a este mundo nuestro tan lleno de inquietud, de temor y de ausencia de paz. A este mundo nuestro amenazado no sólo por la guerra atómica o por cualquier otra guerra, sino por el desencanto, el desaliento, la frustración, la indolencia, este mundo nuestro en donde los niños empiezan a aburrirse y los jóvenes pasan de las cosas que todavía no han saboreado, y en donde todos, todos, suspiramos por la paz.

Morada de Dios igual a cristiano. Presupuesto para que esta ecuación se dé; amar a Cristo y guardar sus palabras. En este Sexto Domingo de Pascua deberíamos formular un deseo (como lo formulábamos de pequeños cuando se producía un silencio o aparecía una estrella fugaz) y el deseo podría ser éste: que el pueblo cristiano pudiera vivir sincera y profundamente la promesa que hoy hace Cristo; que el pueblo cristiano estuviera integrado por hombres y mujeres capaces de acoger en su intimidad la grandeza incontenible de Dios.

Jesús establece una relación de Dios con nosotros como la misma relación que Dios tiene con Él (Jn 14,23-24). Nos incorpora al misterio íntimo de la Trinidad, para formar una familia con Él. En un el segundo momento, Jesús nos anuncia el don del Espíritu Santo, el que nos ayudará a entender las enseñanzas del mismo Jesús (Jn 14,25-26).  Para terminar nos anuncia el don de la paz. Una paz que es fruto del estar con Dios. Esto tiene que ser una invitación a la alegría (Jn 14, 27-29).

"Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero. Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. La gloria de Dios estaba en ella” (Ap 21,10-11): Jesús nos incorpora al misterio íntimo de la Trinidad cuando hoy nos dice: "El que me ama guardará mi palabra (Jn 13,34), y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23). ¿Cómo ser parte del misterio trinitario? Eh, aquí algunas pautas:

En primer término el hombre es imagen de Dios. Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas los reptiles que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó” (Gn 1,26-27). “Entonces el Señor Dios formó al hombre con polvo de tierra, y sopló en su nariz aliento de vida (Espíritu), y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Jesús es ungido por este mismo don del espíritu de Dios en el bautismo: “El Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Lc 3,22). Luego Jesús mismo dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).

En la misma resurrección nos transmite este noble don cuando nos dice: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21.22).  O, recordemos la última recomendación a la misión: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 20,19.20). De modo que, todos los bautizados somos incorporados el misterio que Jesús hoy nos ha reafirmado al decirnos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23).

Otra función o misión del Espíritu Santo en la Iglesia es: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26). Ya no se trata aquí de ese proceso cerebral e intelectual del recuerdo del pasado, es el recuerdo que actualiza y que da vida a la doctrina y a la Palabra de Jesús hoy. Ya nos había dicho antes: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,12-13). El Espíritu Santo hace actual las palabras de Jesús como dichas hoy y para hoy. Jesús me habla hoy en el evangelio y no un recuerdo de hace más de dos mil años.

Así como la consagración actualiza el Cuerpo y la Sangre de Cristo (Mt 26,26), transformando sacramentalmente, el pan y el vino y lo convierte en Cuerpo y Sangre hoy y ahora para nosotros; el Espíritu Santo hace que la Palabra de Jesús sea una palabra dicha hoy. Esta es una de las funciones principales del Espíritu Santo en la Iglesia, hacer presente hoy a Jesús y hacer presente hoy su Palabra. No proclamamos el Evangelio como noticia para los hombres de hace dos mil años. Proclamamos el Evangelio como noticia de Dios para nosotros hoy. Por eso podemos decir que “Dios nos habla hoy en su Hijo” . Todo lo que Jesús dijo nos lo dice hoy. Todo lo que Jesús hizo lo hace hoy. Por eso mismo, escuchar la Palabra de Dios no es simplemente saberla o conocerla de memoria, es hacerla vida hoy, es hacerla buena noticia para nosotros hoy y que también hoy requiere nuestra respuesta. No se trata de “Alguien que habló” sino de “Alguien que habla hoy”.

Finalmente, la enseñanza de hoy nos trae otro don como fruto del Espíritu, la paz. “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! (Jn 14,27). La paz no es sino el indicio de que nuestra comunión con Dios es plena y ello amerita gozo y alegría. Por eso Jesús glorificado lo primero que anuncia a sus apóstoles ese gozo al decir:

“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!" Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.  Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,19-23).

Así, queda claro que aquí se cumple todo lo dicho por el profeta: “Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios” (Jer 36,24-28). Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel” (Is 7,14), que significa: "Dios con nosotros" (Mt 1, 23).

V DOMINGO DE PASCUA – C (18 de Abril del 2025)

 V DOMINGO DE PASCUA  – C (18 de Abril del 2025)

Proclamación del santo evangelio según San Juan 13,31-33.34-35:

13:31 Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.

13:32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.

13:33 Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes.

13:34 Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.

13:35 En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimado y queridos hermanos(as) paz y bien en el Señor.

“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rm 5,8). ¿Por qué es importante tener pruebas que Dios nos ama? Porque Dios es amor (I Jn 4,8). “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (IJn 3,24). Hoy nos ha dicho Jesús: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,35).

“Les doy un mandamiento nuevo” (Jn 13,34).  No necesitarán otras leyes. Los códigos hay que reducirlos, porque si no se convierten en cargas durísimas y yugos insoportables. Hoy también la Iglesia va reduciendo sus cánones: los 2.414 del código antiguo quedan en 1.752. Jesús se limita a un mandamiento.

Mandamiento: que se amen unos a otros. Digase que, más que un mandamiento es una necesidad. ¿Se puede mandar amar? Un amor forzado no sería verdadero. Con este mandamiento, Jesús quiere expresarnos lo que realmente necesitamos. ¿Se puede vivir sin amar? El amor es nuestra savia y nuestro aliento. Ni un solo minuto sin amor, ni un solo momento sin ser amado. El que no ama se atrofia y muere; el que no es amado se seca y muere.

Una gracia: Antes que mandamiento, el amor es un don. No podía Jesús mandarnos amar, si no nos hubiera amado él primero. Ni nos podría exigir el amor, si no nos diera antes la capacidad para realizarlo. ¿Cómo podríamos nosotros amar con un corazón de piedra? Sólo Dios puede cambiar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. Dios nos capacita para amar amándonos.

"Nuevo". ¿Cómo nuevo? Nada más antiguo que el amor. La exigencia del amor es algo muy antiguo, es cosa de siempre. Es la ley primera del hombre, la realidad fundante de la humanidad. Podemos afirmar que el hombre empezó a ser hombre cuando aprendió a amar.

"Como yo". Pero el mandamiento de Jesús es nuevo. Nuevo por la extensión y por la intensidad, por el estilo, el modo y las calidades. Jesús nos pide que amemos como él. En eso está lo nuevo, no en el qué, sino en el "como". Amor como el de Jesús, es decir, gratuito, generoso, universal, incondicional, sin límites. Lo nuevo está en la ruptura de límites. Nosotros ponemos límites a todas las cosas: limitamos las personas, el tiempo, la intensidad. ˇSin límites! Amar a todos, especialmente a los que más lo necesitan. Amar incluso a los que te resultan desagradables. Amar incluso a los que te ofenden y te odian. Sin límites: amar a lo largo de los días y los ańos; amar hasta la muerte y aun más allá de la muerte. Sin límites: hasta despojarte de todo, hasta gastarte del todo, hasta darte todo. O sea, amar a todos y del todo y en todo. Esto era algo tan nuevo que hubo que inventar la palabra. No el eros ni la filía, sino el ágape: la bendición de Dios.

El amor cristiano: Alguien ha calculado estos grados de amor cristiano.

1.° Amar al prójimo como a ti mismo. Es la base, Jesús también lo exigió. Tienes que quererte bien y así tienes que querer también al hermano, sea próximo o lejano. 

2.° Amar al prójimo como a Dios. Esta sí que es una gran novedad. En Cristo y por Cristo, Dios y el hombre se identifican. Es el resultado de la Encarnación que no cesa. No hay peligro de esquizofrenia. No hay dos amores. El amor a Dios y el amor al prójimo se identifican. Lo que se hace con el prójimo, especialmente con el más pobre y necesitado, se hace con Jesús, se hace con Dios. ¿Qué cuánto amas a Dios? Pues mira a ver lo que amas a tu prójimo. Esa es la medida.

3.° ¿Cabe más? Amar al prójimo como Dios, "como yo". Esto parece casi una blasfemia. ¿Soy yo acaso Dios? ¿Quién puede amar como Dios? Pero El viene en nuestra ayuda. Nosotros no podemos ni sabemos, pero Dios derrama en nuestros corazones su Espíritu, que es Amor. Así puedes amar como Dios, o Dios puede amar en ti.

El inicio del evangelio se nos ha dicho: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Hoy nos ha recalcado el tema del amor al decirnos: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. La señal por la que conocerán que son mis discípulos será que se amen unos a otros” (Jn 13,34). Otras enseñanzas según los sinópticos también se nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,43-48).

¿Por qué tanta insistencia sobre el amor? Porque Dios es amor (I Jn 4,8). El amor autentico a Dios pasa por el amor al hermano: “El que dice amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” (I Jn 4,20). San Pablo agrega al respecto y dice: “Toda la Ley se resume en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal 5,14). “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo porque el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8).

En este quinto domingo del tiempo de pascua, tiempo de manifestación del amor de Dios para con cada uno de nosotros, manifiesto expresado simplemente en el acontecimiento de Jesús crucificado y resucitado. Y en este contexto o despliegue festivo del amor de Dios, el evangelio nos aporta tres ideas principales, es a saber:

a) Judas que ya salió a hacer de las suyas. Jesús ve con mucha serenidad lo que se viene, por más que sabe a lo que va a pasar, Jesús mira con ojos nuevos su futuro. Sabe lo que le espera, pero no lo ve ni como algo trágico ni como una desgracia. Al contrario, siente que ahora ha llegado la hora de su propia glorificación y la glorificación del Padre en Él. Lo que para muchos serán unas momentos de dolor, frustración o fracaso, Jesús es capaz de ver en ello el momento de dar gloria a Dios y Él mismo ser glorificado. Y es que Jesús siempre ve las cosas desde el otro lado, desde el proyecto amoroso del Padre celestial.

b) La idea central que resalta el evangelio de hoy es el gran mandamiento que nos deja. Lo hace como todo buen padre lo haría con sus hijos al momento de morirse: que se amen unos a otros. Pero, no se trata de un amor como lo entiende el hombre del siglo XXI (amor eros, amor filia, amor interesado) un amor vacío. Se trata del amor como Él mismo nos ha amado. Aquí no se trata de palabras bonitas y románticas de corte novelesca y menos de una poesía bonita que todo eso no sirve de nada. El amor de verdad del que nos habla Jesús es ese amor ágape, el amor sublime, el amor incondicional y este tipo del amor verdadero solo puede venir de Dios. El amor de verdad es amar como Jesús ama, hasta dar su vida por el mundo.

c) La otra idea que me parece valioso es que: El verdadero testimonio cristiano que hace creíble nuestra fe y hace creíble nuestra fe en Jesús, no es hacer grandes cosas ni ocupar altos puestos, sino el "amarnos los unos a los otros. Los cristianos solemos ser gente normal, gente como el resto de la gente. Comemos, bebemos, dormimos, nos divertimos, trabajamos. Vamos en el autobús, nos molesta el frío. Nos agobia, con frecuencia el calor. Igualitos a todos. En estos actos simples se ve desplegado el amor autentico de todo discípulo y los demás de por si entienden el mensaje y dicen mira cómo se aman. Entonces es cuando nos sabemos que somos de Jesús nuestro maestro quien nos dejó esta forma de vida evangélica. Con razón algunos eminentes santos en nuestra Iglesia universal como como San Pablo dirá: Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí’ (Gál 2, 20). O como el mismo hermano universal, San Francisco de Asís que propone a sus hermanos como norma de vida fraterna: vivir el santo evangelio, que no es otra que vivir en el mismo amor de Dios.

En resumen: ¿cómo se nos identifica como cristianos? ¿Cómo saber que somos seguidores de Jesús? Hay un detalle que Jesús quiere dejar bien claro para que "conozcan que son mis discípulos". Nuestro único y verdadero distintivo es el que más nos asemeja a Él y al Padre. Para Jesús no es otra cosa que el "amor". "La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se amen unos a otros como yo les he amado". La Iglesia no se identifica por su gran organización, ni tampoco por la solemnidad de sus celebraciones ni siquiera por sus grandes documentos, la Iglesia se identifica ante la sociedad por ser el sacramento del amor de Dios a los hombres. La Iglesia no se identifica por su ortodoxia, sino por ser la expresión del amor de Jesús crucificado en la Cruz y como tal es el evangelio viviente y signo de salvación. Pues, ahora entendemos del por qué Jesús respondió al maestro de la ley cuando un buen día le pregunto ¿Cuáles el mandamiento principal de la ley? A lo que Jesús respondió: amaras a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y el segundo es semejante: amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37).

San Pablo es bien explícito sobre el tema: “Todo lo que hagan, háganlo con amor” (I Cor 16,14). Y es muy contundente al descifrar los valores que construyen el amor al decir: “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá, el amor no pasará jamás” (I Cor 13,1-8).


IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 11 de abril de 2025)

 IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 11 de abril de 2025)

Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30

10:27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.

10:28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.

10:29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.

10:30 El Padre y yo somos una sola cosa". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

“Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí – como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre – y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor” (Jn 10,14-16).  “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27). ¿Cuál es la verdadera voz de Dios? La de Jesús, porque nos ama y nos llama al amor. “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"( Jn 8,47).  Él es la Palabra de Dios. Este Hijo de Dios se hizo hombre (Jn 1,14) para dar a conocer a Dios-Padre (Jn 1,18) y darnos vida en plenitud (Jn 10,10): la vida eterna. ¿Cómo? “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor que da su vida por las ovejas” (Jn 10,11). 

Dios que es amor (I Jn 4,8), se propone por el profeta este proyecto amoroso: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los torrentes y en todos los poblados del país. Las apacentaré en buenos pastizales y su lugar de pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán en un buen lugar de pastoreo, y se alimentarán con ricos pastos sobre las montañas de Israel. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar- dice el Señor-. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta” (Ez 34,11-16). Dios viene hacia nosotros como buen pastor en su Hijo.

Jesús como buen pastor se preocupa de los más débiles, de los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas. Nosotros obtenemos la vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia vida, teniendo una duradera y fructífera relación personal con él (Jn 15,1-17). De esta forma nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios (Jn 1,12-13). Él nos habla. El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en la escucha de una palabra, de un saludo (Jn 20,21), de una invitación (Jn 21,19). La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación divina.

Jesús ya había dicho: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10).  Ahora Jesús muestra la contundencia de dicha afirmación: “Nadie las arrebatará de mi mano...” (10,29).  Con esto Jesús nos asegura lo que ningún ser humano, ni siquiera con todo el cariño que nos tenga ni con todos los cuidados que nos prodigue, podría prometernos: 1) la vida eterna, 2) la defensa de todo mal y 3) la comunión indestructible.

Las palabras de Jesús en (Jn 10,27-30), tiene como trasfondo la preciosa imagen del pastoreo de las ovejas, se centran todas ellas en la descripción de la relación entre Él y todas las personas que le pertenecen, esto es, todos aquellos que han entrado en el camino de la fe, confiando en Él sus vidas. “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte” (Dt 6,4-7).

Las características de la relación con Jesús:

1) “Mis ovejas escuchan mi voz... y ellas me siguen” (Jn 10,27): Las dos acciones que caracterizan a un discípulo de Jesús son (a) la escucha del Maestro y (b) el ejercicio del seguimiento, mediante la obediencia a la Palabra. Pero es interesante leer esta misma frase desde la perspectiva de Jesús. Jesús habla de “mis” ovejas. Les dice en primera persona. Las ovejas son de Él, el Padre se las ha dado y el las cuida con amor responsable.  Decir que las ovejas son “suyas”, implica mucho.

Este “mis ovejas”, que luego se vuelve “me” (siguen), es como una pequeña ventana que nos descubre el amplio panorama del estilo del Pastor: Jesús, como buen pastor a quien el Padre le ha confiado sus ovejas, vive toda su misión con una dedicación gratuita e incondicionada, en la disposición de ofrecer la propia vida, dispuesto a afrontar la muerte, dispuesto a exponerse en primera persona para salvar a sus ovejitas, dispuesto a tomar sobre sus hombros el mal y las heridas provocadas por los lobos para impedir que las ovejas le sean raptadas al Padre.

2) “Yo las conozco... Yo les doy vida eterna” (Jn 10,27-28): Para Jesús no somos números en medio de una gran masa de gente, ¡no!  Jesús, más bien, nos identifica claramente en el cálido ámbito de una gran familiaridad: conoce nuestra historia, nuestras dificultades, nuestros defectos y todas las características de nuestra personalidad. Porque nos conoce nos acepta como somos, nos quiere todavía más (Jn 10,14-15), y nos introduce dentro de la relación todavía más profunda que habita su corazón: la amistad con el Padre. Esta amistad es eterna. En ella nos ofrece una “vida eterna”. De aquí deriva el sentido de responsabilidad propio del verdadero pastor: Jesús está cercano a sus ovejas con premura, con atención, con paciencia, con delicadeza, con una dedicación incansable hasta el don total de sí mismo sobre la Cruz, para que las ovejas tengan vida.

3) “Mis ovejas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,28): Ninguno de los que entra en este tipo de relación con Jesús irá a la perdición ni podrá ser arrebatado de la mano de Jesús, porque Él es Buen Pastor.  Cuando hay amor nadie se quiere morir, más bien al contrario: el amor pide eternidad. La relación con Jesús da vida y seguridad. Para ello hace falta dejarnos pastorear por nuestro buen pastor siendo fieles al rebaño que Jesús instituyo como Iglesia (Mt 16,18).