DOMINGO DE LA PASCUA DE RESURRECCIÓN – C (17 de Abril de 2022)
Proclamación del Santo Evangelio según San Juan 20, 1-9:
20:1 El primer día de la semana, de madrugada, cuando
todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra
había sido sacada.
20:2 Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo
al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo han puesto".
20:3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al
sepulcro.
20:4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió
más rápidamente que Pedro y llegó antes.
20:5 Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo,
aunque no entró.
20:6 Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el
sepulcro: vio las vendas en el suelo
20:7 y también el sudario que había cubierto su cabeza; este
no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
20:8 Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes
al sepulcro: él vio y creyó.
20:9 Todavía no habían comprendido que, según la Escritura,
él debía resucitar de entre los muertos. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Amigos en el Señor resucitado Paz y Bien.
“Si un profeta tiene la presunción de decir en mi nombre una
palabra que yo no he mandado decir, y habla en nombre de otros dioses, ese
profeta morirá. Pero, ¿Cómo sabremos que esta palabra no la ha dicho Dios?: Si el
profeta habla en nombre de Dios, y lo que dice queda sin efecto y no se cumple,
es que Dios no ha dicho tal palabra; el profeta lo ha dicho por presunción; no
le tengas miedo” (Dt 18,21-22). Jesús resucitado les dijo: "Que tenía que cumplirse todo lo que está escrito en
la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí… que el Mesías sufrirá
y resucitara de entre los muertos al tercer día ” (Lc 24,44-47). “Solo cuando
resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho
eso, y recién creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús”
(Jn 2,22).
En este Domingo de la pascua de resurrección conviene reflexionar
con detalles este episodio de (Jn. 20, 1-9):
En primer lugar: María Magdalena descubre que la tumba está
vacía (Jn 20,1-2).Notemos los movimientos de María Magdalena destacando la
figura de la mujer en el anuncio de la Buena Noticia (La tumba vacía, Jesús
resucitado): María muy madrugada: “Va al sepulcro cuando todavía estaba oscuro”
(Jn 20,1). Esta acción es signo evidente de que su corazón latía
fuertemente por aquel que vio morir en la cruz. Pero también es cierto que la
hora de la mañana y los nuevos acontecimientos tienen correspondencia: de
madrugada muchos detalles anuncian un gran y radical cambio, la noche se aleja,
el horizonte se aclara y bajo la luz todas las cosas van dando poco a poco su
forma. Así sucederá con la fe en el Resucitado: habrá signos que
anuncian algo grande, pero sólo en el encuentro personal y comunitario con el
Resucitado todo será claro, el nuevo sol se habrá levantado e irradiará la
gloria de su vida inmortal.
María una vez descubierta la puerta movida “corre” enseguida
porque presupone que el cuerpo del señor no está porque no entró a la tumba y
va a informarles a los discípulos más autorizados, apenas se percata que el
sepulcro del Maestro está vacío (Jn 20,2). Esta carrera insinúa el amor de
María por el Señor. Lo seguirá demostrando en su llanto junto a la tumba vacía
(Jn 20,11ss). Así María se presenta ante Pedro y el Discípulo Amado como
símbolo y modelo del auténtico discípulo del Señor Jesús, que debe ser siempre
movido por un amor vivo por el Hijo de Dios.
María confiesa a Jesús como “Señor”: “Se han llevado del
sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Jn 20,2). A pesar de no
haberlo descubierto vivo, para ella Jesús es el “Señor” (Kýrios), el Dios de la
gloria y por lo tanto inmortal (lo seguirá diciendo: Jn 20,13.10). Ella está
animada por una fe vivísima en el Señor Jesús y personifica así a todos los
discípulos de Cristo, que reconocen en el Crucificado al Hijo de Dios y viven
para Él.
En segundo lugar: Los dos discípulos corren hacia la tumba
vacía fuente de información de la Buena noticia (Jn 20,3-10). Según el
evangelista Juan los dos seguidores más cercanos a Jesús se impresionan con la
noticia e inmediatamente se ponen en movimiento, ellos no permanecen
indiferentes ni inertes sino que toman en serio un anuncio (que tiene sujeto
comunitario: no sabemos). Notemos cómo las acciones de los dos discípulos se
entrecruzan entre sí y superan cada vez más las primeras observaciones de María
Magdalena.
“Se encaminaron al sepulcro” (Jn 20,3): La mención de los
dos discípulos no es casual, ambos gozan de amplio prestigio en la comunidad y
la representan. Se distingue en primer lugar a Pedro, a quien Jesús llamó
“Kefas” (Jn 1,42), quien confiesa la fe en nombre de todos (Jn 6,68-69),
dialoga con Jesús en la cena (13,6-10.36-38) y al final del evangelio recibe el
encargo de pastorear a sus hermanos (Jn 21,15-17). Por su parte el
Discípulo Amado es el modelo del “amado” por el Señor, pero también del que
“ama” al Señor (Jn 13,23; 19,26; 21,7.20). El discípulo amado llega primero a
la tumba, pero no entra, respeta el rol de Pedro. Se limita a inclinarse y ver
las vendas tiradas en la tierra. Él ve un poco más que María, quien sólo vio la
piedra quitada del sepulcro. “Simón Pedro entra en el sepulcro y ve las vendas
en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino
plegado en un lugar aparte” (Jn 20,6-7). Al principio Pedro ve lo mismo que vio
el Discipulado Amado, pero luego ve un poco más: ve que también el sudario que
estaba sobre la cabeza de Jesús, estaba doblado aparte en un solo lugar (Jn
20,7). Este detalle quiere indicar que el cadáver del Maestro no ha
sido robado, ya que lo más probable es que los ladrones no se hubieran tomado
tanto trabajo y darse el tiempo para dejar en orden las cosas. Por
lo tanto Jesús se ha liberado a sí mismo de los lienzos y del sudario que lo
envolvían, a diferencia de Lázaro, que debió ser desenvuelto o ayudado por
otros (Jn.11,42-44). Lo que significa a diferencia de la resurrección de
Lázaro, Jesús rompió las ataduras de la muerte.
Desde luego que la tumba vacía y las vendas no son una
prueba de la resurrección, son simplemente un signo de que Jesús ha vencido la
muerte. Sin embargo Pedro no comprende el signo. En cambio el discípulo amado
“Entró... vio y creyó” (Jn 20,8) “...que según la Escritura Jesús debía
resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9) El Discípulo Amado ahora entra en la
tumba, ve todo lo que vio Pedro y da el nuevo paso que éste no dio: cree en la
resurrección de Jesús. La constatación de simples detalles despierta la fe del
Discípulo Amado en la resurrección de Jesús, el orden que reinaba dentro de la
tumba para él fue suficiente. No necesitó más para creer, como sí necesitó
Tomás. A él se le aplica el dicho de Jesús: “Dichosos los que creen sin haber
visto” (Jn 20,29).
El Discípulo Amado vio y creyó en la Escritura que anunciaba
la resurrección de Jesús (Jn 20,9). Esto ya se había anunciado en Juan
2,22. Aquí el evangelista no cita ningún pasaje particular del
Antiguo Testamento, tampoco ningún anuncio por parte de Jesús. Pero
queda claro que la ignorancia de la Escritura por parte de los discípulos
implica una cierta dosis de incredulidad por cuanto el Señor ya los anticipó
del hecho (Jn 1,26; 7,28; 8,14). Así pues, la asociación entre el “ver” y el
“creer” (Jn 20,8) formará en adelante uno de los temas centrales del resto del
capítulo, donde se describen las apariciones del resucitado a los discípulos, para
terminar diciendo: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han
visto y han creído” (Jn 20,29). ¿Qué hace falta para pasar de incrédulo a
creyente? Recordemos lo que ya nos había dicho Jesús: “Todavía tengo muchas
cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga
el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad” (Jn 16,12-13).
Nos había dicho también que: “Si cumplen mis mandamientos,
permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y
ese gozo sea perfecto” (Jn 15,10-11). Pues bien, ahora; la búsqueda amorosa del
Señor se convierte en impulso misionero. Como lo muestra el relato,
se trata de una experiencia contagiosa la que los envuelve a todos, uno tras
otro. Es así como este pasaje nos enseña que el evento histórico de la
resurrección de Jesús no se conoce solamente con áridas especulaciones sino con
gestos contagiosos de amor gozoso y apasionado. El acto de fe brota de uno que
se siente amado y que ama. Así todos nosotros, discípulos de Jesús, debiéramos
amar intensamente a Jesús y buscar los signos de su presencia resucitada en la
pascua de nuestra vida.
“Cuando Jesús resucitó, sus discípulos recién recordaron que
él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había
pronunciado” (Jn 2,22). Es decir, la experiencia del resucitado tiene que ser
como aquella escena descrita: “Con razón, no nos ardía el corazón cuando Él nos
hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras?” (Lc 24,32). Y asi, ahora
podemos dar una mirada hacia atrás desde la pasión, muerte y resurrección del
Señor con nueva visión. Así podremos recordar aquellas palabras: “Cuando
ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy
y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El
que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que
le agrada” (Jn 8,28-29). Además los milagros que hacen lo demuestra que si es
Dios: “Ellos quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he
dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto
salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un
sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar” (Jn 11,41-44).
La gran prueba de la divinidad de Cristo es su propia
resurrección. Cristo profetizó que al tercer día resucitaría, para demostrar
que era Dios (Mc 10,33). Para estar seguros de la resurrección de Cristo,
primero, tenemos que estar seguros de que murió. Si no murió, no pudo resucitar.
Y tenemos cuatro clases de testigos de que Cristo murió en la cruz y resucito:
1) Para LOS VERDUGOS: JESÚS ESTA MUERTO. (Jn
19,33): Los verdugos sabían que Cristo estaba muerto, porque cuando fueron a
rematarle, a partirle las piernas, no lo hicieron. A los crucificados les
partían las piernas con una maza de madera o de hierro, para que al partirle
las piernas, el crucificado no pueda apoyarse en el clavo de los pies, y al
quedar colgado de los brazos, los brazos tiran del diafragma, el diafragma
oprime los pulmones y se asfixia. Cuando van a rematar a Cristo, lo ven muerto
y no le parten las piernas. En opinión de los verdugos, que estaban muy
acostumbrados a crucificar, y sabían muy bien cuándo un hombre está muerto. En
opinión de los verdugos Cristo estaba muerto en la cruz.
2) Para la AUTORIDADES: Cristo estaba muerto. (Mc 15,44-45):
Cuando Nicodemo y José de Arimatea van a pedirle a Pilato permiso para llevarse
el cuerpo de Cristo, Pilato se extraña de que Cristo esté muerto tan pronto, y
no concede el permiso sin recibir el aviso oficial de que Cristo está muerto.
Así lo cuenta San Marcos. Sólo entonces, concede el permiso a Nicodemo y a José
de Arimatea para que se lleven el cadáver de Cristo. Según la ley romana los
familiares y amigos tenían derecho a llevarse el cadáver del ajusticiado para
darle sepultura. Por lo tanto, oficialmente, Cristo está muerto para las
autoridades cuando conceden permiso a José de Arimatea para que se lleven el
cadáver de Jesús.
3) Para los ENEMIGOS, Cristo estaba muerto. (Mt 27,62-66):
Porque los fariseos, con el trabajo que les costó llevar a Cristo a la cruz,
¿podemos pensar que permitieran que se llevaran el cadáver sin estar seguros de
que Cristo estaba muerto? Ellos sabían que Cristo había profetizado que al
tercer día iba a resucitar (Mc 10,33). Para evitar que nadie se llevara el
cadáver y simulara una resurrección, pusieron una guardia a la puerta del
sepulcro (Mt 27,63-65).
¿Cómo los fariseos iban a dejar que bajaran a Cristo de la
cruz todavía vivo, para que se curara y volver a empezar la historia? ¡Con el
trabajo que les costó que Pilato les permitiera crucificar a Cristo, después de
que repetidas veces manifestó que Cristo era inocente y que no encontraba culpa
en Él! Por fin ellos lograron atemorizarle amenazándole con denunciarle al
César, pues Cristo era un revolucionario que sublevaba al pueblo. Al fin,
Pilato, sin estar convencido de la culpabilidad de Cristo, les permite que lo
lleven a la cruz. Los fariseos no podían permitir que la historia volviera a
empezar. Los fariseos tuvieron mucho cuidado de que a Cristo no le descolgaran
hasta que estuviera totalmente muerto. Cuando los fariseos permiten que bajen a
Cristo de la cruz y lo entierren, es porque los fariseos sabían que Cristo
estaba muerto. Allí no había nada que hacer, porque Cristo estaba muerto. En
opinión de los fariseos, Cristo estaba muerto.
4) Para los AMIGOS, Jesús está muerto (Mc 15,47): ¿Cómo es
posible pensar que María Santísima dejara a Cristo en el sepulcro y se fuera,
si hubiera advertido en Él la más mínima esperanza de vida? Cuando María
Santísima, José de Arimatea y Nicodemo dejan a Cristo en la tumba y se van, es
porque estaban seguros de que estaba muerto. Porque si hubieran observado la
más mínima esperanza de recuperación, ¿iban a dejarlo en la tumba y marcharse?
María Santísima, José de Arimatea, Nicodemo y San Juan estaban seguros de que
Cristo estaba muerto. Por eso lo dejaron en la tumba y se fueron. Y después de
la fiesta volverían las mujeres a terminar de hacer todas las ceremonias de la
sepultura. En opinión de los verdugos, en opinión de las autoridades, en
opinión de los enemigos y en opinión de los amigos, Cristo estaba totalmente
muerto en la cruz.
¿Por qué es importante que Jesús muriese de verdad? La
muerte de Jesús en la cruz tiene connotaciones trascendentales para nuestra fe:
Si Jesús murió de verdad, entonces es hombre de verdad y sufrió de verdad y si
murió de verdad, entonces resucitó de verdad. Porque si no ha muerto
Jesús entonces no puede haber resurrección, solo si Jesús murió entonces
resucitó. Y Jesús si resucitó. Por tanto se comprueba que todo lo que dijo
Jesús es verdadero: “Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio
de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn 18, 37).
Si murió Jesús; ¿Dónde está el cuerpo de Jesús el
crucificado? No está en la tumba y si no está en la tumba solo cabe dos
posibilidades:
Primera hipótesis: La tumba está vacía porque se lo robaron
el cuerpo del Señor. Segunda hipótesis: La tumba está vacía porque el Señor
resucito. Si robaron el cuerpo del Señor ¿Quién o quiénes pudieron robar? solo
dos posibilidades: O los enemigos o los amigos, porque a otras personas no les
interesa el cuerpo del crucificado. Luego si los enemigos robaron, sin duda que
lo mostrarían el cuerpo del crucificado porque se alborotó mayor escándalo al
ser proclamado por los apóstoles que Jesús resucitó (Hch 2,36). Los enemigos no
lo mostraron el cuerpo, por tanto no robaron los enemigos. Pero tampoco robaron
los amigos o los discípulos porque nadie daría la vida por una mentira. Si los
apóstoles dan su vida por una verdad: Que Jesús si resucitó. Porque nadie da su
vida por una mentira. Por tanto Jesús si resucitó: "Es verdad, ¡el Señor
ha resucitado y se apareció a Simón!" (Lc 24,34).