DOMINGO SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA MADRE DE DIOS (01 de Enero de 2023)
Lectura del santo
Evangelio según San Lucas 2, 16-21
2:16 En aquel tiempo los pastores fueron a toda prisa, y
encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
2:17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho
acerca de aquel niño;
2:18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los
pastores les decían.
2:19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las
meditaba en su corazón.
2:20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a
Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
2:21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle,
se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en
el seno. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados hnos. y hnas.
en el Señor Paz y Bien.
“El Señor mismo va a darles una señal: He aquí que una
doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”
(Is 7,14). “Que significa Dios con nosotros” (Mt 1,23). “El ángel dijo a los
pastores: “No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el
pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo
Señor; y esto es la señal: encontraran un niño envuelto en pañales y acostado
en un pesebre” (Lc 2,10-12).
Iniciamos un Nuevo Año 2023, que esperamos lleno de
bendiciones divinas para todos. Lo pedíamos así en el salmo 66: «El Señor tenga
piedad y nos bendiga». Celebramos especialmente la Solemnidad de Santa María,
la Madre de Dios y, en ella, la Jornada de oración por la Paz (Mt 5,9), el gran
regalo que es el mismo Niño Dios hecho hombre por nosotros, el Príncipe de la
Paz, que nos ofrece y dona su misericordia y amor (Jn 15,9).
La Palabra de Dios centra nuestra mente y nuestro corazón en
la escena que nos transmite el Evangelio: «En aquel tiempo, los pastores fueron
corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el
pesebre» (Lc 2, 16-21), y acercándose, humildemente lo adoraron. Bella y
entrañable estampa de Navidad: el Niño recostado en un pesebre, y era el Hijo
de Dios. A su lado María, la virgen, la Madre de Dios, la llena de gracia, y
José, su esposo, ambos contemplando, mirando y adorando al Niño; tratando de
entender el misterio de esa Palabra (Jn 1,14), la decisión de Dios, llena de amor,
de hacerse niño, hombre, para que nosotros alcanzásemos por su Pasión, Muerte y
Resurrección, a ser hijos de Dios (Rm 5,8).
Iniciamos también el año con una bendición, con un deseo
hecho oración. Fijémonos de qué manera tan bella y profunda lo refleja la
primera lectura: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la
paz» (Num. 6,22-27). Pedimos que Dios nos proteja, nos sonría, se fije en
nosotros con cariño y nos conceda su favor. Y toda bendición de Dios, todo su
favor y su paz, lo sabemos, se concentra en Jesucristo, el Niño Dios.
Bendecimos al Señor por el año nuevo, pero, sobre todo, pedimos a Dios su
bendición. Y se la pedimos para nuestras parroquias y comunidades religiosas,
para nuestros pastores, para nuestras familias, para todos los hombres y,
especialmente, para los más pobres y necesitados.
Pero hoy, estamos celebrando con gran gozo en toda la
Iglesia la solemnidad de Santa María, la Madre de Dios. Comenzamos el Año de la
mano de Santa María. Es la fiesta que celebra la gracia fundamental que Dios le
concedió a la Santísima Virgen: la gracia de la maternidad Divina.
María fue elegida desde el principio de los tiempos para ser
la Madre del Hijo del Padre eterno, por eso Dios la enriqueció con multitud de
gracias especiales (Lc 1,28). La hizo inmaculada, la llenó de gracia y la llevó
consigo en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. María vivió en una
constante apertura a Dios y a su Palabra. Supo descubrir a Dios en los diversos
acontecimientos de su vida. Precisamente el Evangelio de hoy nos dice que los
Pastores, después de ver al Niño Jesús recostado en el Pesebre, contaban lo que
el ángel les había dicho de este Niño. Y cuantos escuchaban lo que decían los
pastores se quedaban maravillados. Y agrega el Evangelio que María, por su
parte, conservaba todos estos recuerdos y los meditaba constantemente en su
corazón (Lc 2,19). Fue esta meditación constante y fiel de los misterios de
Cristo lo que llevó a María a amar de una manera única y especial a Dios.
Meditando las maravillas de Dios, la Virgen se llenó del amor a Dios.
La Iglesia quiere presentarnos la figura de la Santísima
Virgen al comenzar un nuevo año porque quiere ofrecérnosla como el modelo de lo
que debe ser nuestra vida cristiana. Ella no solamente fue la primera discípula
de Cristo, sino que al mismo tiempo fue la discípula más aventajada y fiel.
María nos enseña a vivir nuestra vida con una apertura total a la voluntad de
Dios (Jn 2,5). Aquellas palabras que exclamó María en el momento de la
Encarnación: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc
1,18), deben ser para nosotros el programa de nuestra vida en este año nuevo
que comenzamos. Porque Jesús dijo: “Sin mi nada podrán hacer” (Jn 15,5).
Nosotros muchas veces deseamos que Dios actúe en nuestra
vida de acuerdo a nuestro plan. Y nos olvidamos de que nosotros somos los que
estamos en las manos de Dios y que, en nuestra vida, hemos de seguir el plan
que Él ha determinado para cada uno de nosotros. En este plan de Dios es donde
nosotros podemos alcanzar la plenitud de nuestro ser y la perfección de nuestra
alegría (Mt 5,48). Cuando nosotros nos dejamos llevar por Dios no tenemos nada
que temer ni razón alguna para preocuparnos. Dios, como Padre nuestro que es,
siempre busca nuestro bien (Jn 13,17).
Nos dice hoy el Evangelio que «María, al oír lo que decían
los pastores, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).
Esta es una actitud que nosotros deberíamos mantener a lo largo de este año. Es
muy importante reflexionar sobre la Palabra de Dios (Jn 1,14) y sobre los
acontecimientos de nuestra vida. Es la mejor manera de ir descubriendo la
inmensidad del amor que Dios nos tiene (I Jn 4,9). Cuando nosotros somos
conscientes de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, sentiremos la necesidad
de corresponderle con nuestra vida y con nuestras obras. Muchas veces nuestra
vida cristiana no es lo que debería ser porque no nos hemos dado cuenta de lo
que en realidad significa Dios para nosotros y con nosotros (Is 7,14).
María vivió en su vida las virtudes propias del
cristiano. Vivió la fe poniéndose totalmente en las manos de Dios y creyendo en
su Palabra (Lc 1,38). Vivió la esperanza confiando en su amor y en su
misericordia. Vivió la caridad amando a Dios y a sus hermanos con todo el
corazón. Si nosotros queremos vivir este año cristianamente, en plenitud, hemos
de tratar de imitar las virtudes que adornaban a la Santísima Virgen. La Fe la
necesitamos constantemente, porque solamente a través de ella es cómo podemos
aceptar confiadamente su voluntad. Nuestra Fe no debe consistir solamente en
aceptar lo que Dios nos pide, sino también en poner en práctica su Palabra (Jn
15,7). Es importante vivir la esperanza. Porque Dios ciertamente no nos
abandona jamás. Somos nosotros los que muchas veces le damos la espalda.
Esperar en Dios significa estar seguros de que Él siempre nos dará su ayuda aún
en los momentos difíciles que nos toque vivir. La esperanza es el secreto de la
alegría (Flp 4,4) y de la paz (Mt 5,9) del cristiano. También necesitamos vivir
con espíritu de caridad. El amor es el que va a transformar nuestro mundo. Y el
amor no viene de fuera, sino que brota de nuestros corazones y tiene su origen
en Dios ( IJn 4,8). La fuente del amor la llevamos dentro de nosotros mismos
(IJn 4,12). Dios ha derramado su amor en nosotros con el Espíritu que nos ha
dado (Rm 5,5). Por eso debemos amar siempre a pesar de todo lo negativo que nos
pueda rodear. No es devolviendo mal por mal como las cosas se van a arreglar.
El amor es la única respuesta que debemos dar nosotros como cristianos, si
queremos vivir como verdaderos discípulos de Cristo (Jn 8,32).
Este año se nos presenta como una maravillosa oportunidad de
construir un mundo nuevo (Ap 21,5). Movilicemos, pues, todas nuestras energías.
Pongamos en juego lo mejor de nosotros mismos. Hagamos que la vida merezca
vivirse. Propongámonos este año la tarea de vivir en serio nuestra vida
cristiana y veremos que nuestra vida será distinta. No nos conformemos con
cumplir con unas cuantas cosas. Vivamos en serio nuestro seguimiento de Cristo.
Que la Santísima Virgen María bendiga el año que hemos
comenzado. Que ella como buena Madre nos guíe y nos proteja. Que ella sea el
modelo que nos vaya orientando para vivir cada vez mejor nuestra entrega a
Cristo nuestro Dios y Señor que ha nacido entre nosotros para hacernos partícipes
de su ser. Porque el vino a ser lo que nosotros somos.