DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA – C (26 de Diciembre de 2021)
Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas 2,41-52:
2:41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta
de la Pascua.
2:42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre
a la fiesta
2:43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se
quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres.
2:44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un
día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos;
2:45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su
busca.
2:46 Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en
el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles;
2:47 todos los que le oían, estaban estupefactos por su
inteligencia y sus respuestas.
2:48 Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le
dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando.”
2:49 El les dijo: “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que
yo debía estar en la casa de mi Padre?”
2:50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
2:51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a
ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
2:52 Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia
ante Dios y ante los hombres. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados(as) amigos(as) en el Señor paz y bien.
Como creyente hemos de recordar siempre tres cosas respecto
a Dios: 1) Que Él es nuestro Creador (Gen 1,26). 2). Dios nos ha sacado de
Egipto de la esclavitud, para ser nuestro Dios. Nos manda que seamos santos
porque Él es santo” (Lv 11,45). 3) Dios se desposará para siempre con la
humanidad en el amor, justicia, derecho, fidelidad, misericordia” (Os 2,21).
Dios es amor (I Jn 4,8) y nos ama a todos. Por eso en su
enseñanza Jesús respecto al matrimonio dice: “Ya no son dos, sino una sola
carne, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” (Mt 19,6). “Felices los que
han sido invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap 19,9) Luego se
nos dice: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén (Iglesia celestial), que
descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para
recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta
es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su
pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).
En el Antiguo Testamento: Dios mando a Moisés, diciendo:
"Conságrame todo primogénito, porque todo lo que abre el seno materno entre
los israelitas, tanto de hombres o animales, míos son todos” (Ex 13,2). Y toda
mujer que dé a luz sea niño o niña, se purificará ofreciendo a Dios una res
menor o dos tórtolas o dos pichones” (Lv 12,6-8).
El evangelio de Lucas nos ilustra el misterio de la sagrada
familia y que tiene diferentes escenas: La presentación del Niño Jesús en el
templo (Lc 2,22-24); el cántico de Simeón (Lc 2,25-32); la profecía de Simeón
(Lc 2,33-35); la profecía de Ana (Lc 2,36-38); la infancia de Jesús en el cuidado
de María y José (Lc 2,39-40); Jesús perdido y hallado en el templo (Lc 2,41-52).
Como vemos, en el centro del relato está la sagrada familia y por la sencilla
razón: el Ángel anunció a los pastores: “Hoy, en la ciudad de David, les ha
nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un
pesebre" (Lc 2,11-12). Después que los ángeles volvieron al cielo, los
pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén, y veamos lo que ha
sucedido y que el Señor nos ha anunciado" (Lc 2,15). Los pastores fueron
rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el
pesebre” (Lc 2,16).
Fue querer de Dios Padre, (I Divina Persona) quien en su
libertad quiso que su Hijo, Jesús (II Divina Persona) viniera a este mundo para
“que el mundo se salve por él” (Jn 3,17) y quiso que viniera de una familia:
San José y la Virgen María (Lc 2,16).
La familia en el plan de Dios: Simeón antes de morir
tiene que ver al Mesías del Señor” (Lc 2,26). Luego de ver al Mesías dice “mis
ojos han visto a tu salvador” (Lc 2,30). Este misterio de la salvación (Misión
del Hijo) es la nueva alianza, del que el Profeta ya decía: “Esta es la Alianza
que estableceré con el pueblo de Israel, después de aquellos días —oráculo del
Señor—: pondré mi Ley en su mente, y la escribiré en su corazón; yo seré su
Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31,33). Es decir Dios se desposa con la
humanidad. Ya no somos dos, sino uno solo: Dios y el hombre, El novio (Hijo) y
la novia, (la Iglesia), y porque Dios está con nosotros, el Enmanuel (Mt 1,23).
Respecto a la familia, el catecismo de la Iglesia nos dice
que es la comunidad conyugal que está establecida sobre el consentimiento de
los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos
y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la
generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones
personales y responsabilidades primordiales. Un hombre y una mujer unidos en
matrimonio forman con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a
todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Se la
considerará como la referencia normal en función de la cual deben ser
apreciadas las diversas formas de parentesco (NCI 2202).
Al crear al hombre y a la mujer (Gen 1,26), Dios instituyó
la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son
personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la
sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y
de deberes. La familia no es sino el efecto de una causal, la cual es el
matrimonio. Y Jesús instituyó el matrimonio cuando dijo: “Ya no son dos sino
una sola carme. Por eso lo que Dios ha unido que no solo separe el hombre” (Mt
19,6).
La familia, hoy por hoy es signo de muchos gozos y
“tropiezo” por sus problemas y dificultades. La misma sagrada familia no está
exenta de dificultades. El Evangelio nos presenta hoy a la familia de Jesús en
el templo de Jerusalén cumpliendo con el ritual de la ley, sometida a la ley
(Lc 2,22-24). Además nos relata este encuentro tan simple y tan maravilloso de
María y José con el viejo Simeón, quien tiene la dicha de ser el único de quien
se dice que “tomó en sus brazos” al Niño Jesús (Lc 2, 28). Para él fue como
poder ver la aurora o el amanecer de las promesas de Dios cumplidas y
realizadas. Pero también Simeón se convierte en el profeta que anuncia desde el
primer momento que el futuro del niño y de la madre no será nada fácil: Jesús
será puesto para caída elevación de muchos en Israel, pero también como signo
de contradicción (Lc 2,34), que el alma de su madre será atravesada por una
espada (Lc 2,35). En el fondo el anuncio de la Pasión del Hijo y la Pasión de
la madre (Jn 19,26).
La familia no es una instancia exenta de la vida social y
cultural. Por eso no pretendamos que hoy que nuestras familias vivan al margen
de la cultura del momento, que vivan al margen de las realidades sociales y
económicas. Maridos sin trabajo, esposas sin trabajo, hijos sin trabajo.
Familias que tienen que vivir en casas muy poco dignas de las personas que las
habitan. Es ahí donde las familias necesitan contar con otra fuerza que las
haga más fuertes y más estables. Necesitan de la gracia del sacramento.
Necesitan de la gracia de la oración. Necesitan de la Palabra de Dios. No
porque todo esto les solucione los problemas, pero sí les ayudará a ser más que
sus problemas. No les dará trabajo porque Dios no tiene agencias de empleos,
pero sí tendrán fuerza para seguir luchando y buscando. Pero, muchas familias
se han apartado de Dios y una familia sin fe es una familia en ruinas o
recordemos lo que dijo el Señor: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que
permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada
pueden hacer” (Jn 15,5).
La Sagrada Familia se hizo fuerte por la fe de María y José
y la presencia del Niño Jesús. En ningún momento vemos la desesperación de
Jesús, sino siempre obediente a las palabras del Ángel que le iba marcando el
camino. La Sagrada Familia fue grande por la experiencia de la fe en la Palabra
de Dios, pero siguió siendo una familia normal y con los problemas, a veces
mayores, como el resto de familias. ¿Qué haríamos nosotros si la madre tiene
que dar a luz nada menos que al Hijo de Dios en un pesebre? Nació en una
familia sin casa, mejor dicho, en un corral en compañía de los animales (Lc
2,6). ¿Ninguno de nosotros nació en un corral verdad? ¿Qué haríamos si se
nos dice que alguien quiere matar a nuestro hijo recién nacido? San José está
en este apuro ahora: “El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le
dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo"
(Mt 2,13) ¿Tendría siempre trabajo José en su carpintería? No la mistifiquemos
para que nuestras familias encuentren un modelo de familia. Hemos de
convencernos de algo, los problemas de la familia no se solucionan abriendo el
camino fácil del divorcio, los problemas de la familia se solucionan ayudando a
la familia a ser cada día más fuerte en sí misma.
Como en toda familia, en la sagrada familia hay problemas pero también hay mucha ternura de los padres hacia el niño Jesús y como hoy se menciona en el evangelio al abuelo: “Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel" (Lc 2,28-32). El símbolo de los viejos abuelos con sus nietos, es el encuentro entre el ayer y el presente en un mismo abrazo. ¿Hay algo más bello que ver cómo los viejos reciben con gozo en sus brazos a lo nuevo? Aquí los viejos se sienten felices de ver retoñar lo nuevo.
Si quieres tener una familia feliz, una familia como primera
escuela de valores entonces cumple con los deberes familiares como san Pablo
dice: “Mujeres, sean dóciles a su marido, como corresponde a los discípulos del
Señor. Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan
siempre a sus padres, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a
sus hijos, para que ellos no se desanimen” (Col 3,18-21).
1.- El amor y el respeto a los padres (Mc 10,19): En esta
fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia nos invita a contemplar la vida
doméstica de Jesús, María y José. Dios hecho hombre quiso nacer, vivir y ser
educado en una familia. La familia es el primer ámbito educativo y de
integración en la sociedad. El “Enmanuel, Dios con nosotros” (Is 7,14) quiso
también vivir la experiencia de la vida familiar. La primera lectura, del
Eclesiástico, es un bello comentario al cuarto mandamiento: «honrarás a tu
padre y a tu madre». Dios bendice al que honra a sus padres, y escucha sus
oraciones. El libro del Eclesiástico nos dice cómo Dios bendice al que honra y
respeta a su padre y a su madre. Sin este respeto no es posible la educación.
Con la autoridad que Dios les ha confiado, los padres deben asumir su grave
responsabilidad educativa. A veces deberán contradecir los caprichos de sus
hijos para que aprendan el sacrificio, la renuncia, el dominio propio, el
respeto. Sin valores como estos, la convivencia familiar y social se deteriora
gravemente. En cambio, como dice el Salmo, quien teme al Señor será bendecido
con la prosperidad.
2.- Las virtudes domésticas (Col 3,14): San Pablo habla de
las virtudes domésticas y de la unión en el amor que deben caracterizar la vida
de la familia cristiana: misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión.
El amor mutuo es el que debe presidir todas las relaciones familiares. Nos
habla también de la oración de la familia, invitándonos a cantar a Dios, darle
gracias de corazón con salmos y cantos. San Pablo retoma el tema del cuarto
mandamiento, «honrarás a tu padre y a tu madre», como fundamento de las
relaciones familiares: “Maridos, amad a vuestras mujeres… Hijos, obedeced a
vuestros padres en todo»( Col 3,18-19). De este amor y respeto mutuo brotan las
bellas relaciones que san Pablo enumera: la humildad, la comprensión, la
dulzura, el perdón.
3.- Anticipo de la misión de Jesús. (Lc 2,34): En el
Evangelio se narra la Presentación del Niño Jesús en el Templo de
Jerusalén. El interés del relato no está ni en el rescate del Hijo Primogénito
ni en el rito de purificación de María, sino en la Plegaria-Himno y en las
Palabras Proféticas del Anciano Simeón y también las palabras elogiosas de la
Profetisa Ana. El anciano Simeón, iluminado por el Espíritu Santo, reconoce en
el Niño Jesús al "Mesías del Señor", al "Salvador", "Gloria
de Israel" y "Luz, para iluminar a todas las naciones" (Lc
2,28-32). Al narrar los episodios en tomo a la Infancia de Jesús a San Lucas le
interesa sobre todo anticiparnos lo que iremos comprobando a lo largo del
relato evangélico: lo que el Señor hará, y le pasará, en su Ministerio
Mesiánico. Las palabras proféticas de Simeón sobre el Niño Jesús recuerdan
aquellas otras del Señor: "No he venido a traer paz, sino división"
(Lc 12,51-53). La actividad mesiánica de Jesús, marcada por el signo de la
Cruz, afectará a María su madre: "A ti una espada te traspasará el
alma" (Lc 2,35).
4.- Es difícil, más que nunca la educación de los hijos,
pero hay que predicar con el ejemplo (Mt 7,16). Es una tarea hermosa, pero de
una gran responsabilidad. Ante todo, los padres son los primeros educadores de
sus hijos y deben ir con el ejemplo por delante. Es muy importante transmitir
valores positivos. Esto lo que nos dice esta reflexión: Los niños aprenden lo
que viven. Si los niños viven con crítica, aprenden a condenar. Si los niños
viven con hostilidad, aprenden a pelear. Si los niños viven con miedo, aprenden
a ser aprensivos. Pero, si los niños viven en un hogar lleno de ternura, amor,
estímulo, aprenden a ser amoroso, tiernos llenos de confianza. Y más aún, si
los niños tienen padres que viven en honestidad, sinceridad, respeto,
transparencia, justicia entonces los niños aprenden serán sinceros,
transparentes y justos.