SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA – A (27 de Abril del 2014)
Evangelio según Sn Jn 20, 19 – 31:
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando
cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban
los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz
con vosotros." Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el
Padre me envió, también yo os envío." Dicho esto, sopló sobre ellos y les
dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con
ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: "Hemos visto al
Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los
clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su
costado, no creeré."
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y
Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y
dijo: "La paz con vosotros." Luego dice a Tomás: "Acerca aquí tu
dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo
sino creyente. Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío." Le dice
Jesús: "Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y
han creído.
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus
discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido
escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo,
tengan Vida en su Nombre. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados hermanos(as) en el Señor Glorificado y Resucitado Paz
y Bien.
Hoy en el domingo II de pascua, Domingo de la Divina
Misericordia, en el día de la canonización de dos nuevos santos: Papa Juan XXIII
y el Papa Juan Pablo II y por el Señor glorificado haya suficiente motivo para
estar muy pero muy alegres. El evangelista San Juan nos dice cómo es que los discípulos
pasan a ser apóstoles, apóstoles del Señor Resucitado o glorificado: “Solamente
cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho que debía suceder
esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado” (Jn
2,22). Pero aun conviene ser más detallistas en la actitud de los apóstoles porque
se trata también de nuestra actitud en adelante:
Detalles por ejemplo que nos dice San Marcos: “Jesús, que
había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a
María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo
a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le
creyeron. Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban
caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero
tampoco les creyeron.” (Mc 16,9-13). Cuando dice San marcos que luego se apareció
a dos que caminaban al campo, nos cuenta San Lucas:
“Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó
y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él
les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el
semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el
único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». «¿Qué
cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno,
que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el
pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para
ser condenado a muerte y lo crucificaron” (Lc 24,15-20). Jesús le fue
explicando de toda la Escritura a cerca de êl. Al anochecer de aquel día
primero, estos amigos de Emaús suplican a este amigo extraño que se quede en
casa… Jesús dice que se sentó en la mesa, pronuncio la bendición y se los dio
el pan, pero Él ya había desaparecido (Lc 24,25-32). Esta aparición del señor
glorificado es ya la segunda que sucedió casi a media tarde. Y el evangelio que
hoy dimos lectura según San Juan nos pone de manifiesto la tercera aparición de
aquel día I (domingo) del Señor glorificado a sus discípulos y ahora en grupo.
Todo parecía que había llegado a su fin con la muerte del
Señor, todo parecía que con la muerte de Jesús las cosas marcharían tal como los
hombres quisieran que fuese, tal pareciera que la muerte triunfó, pero no (Mt
27,62-66). Pues, se equivocaron completamente. La tumba está vacía (Mt 28,5-7).
Ya no se puede pretender tapar con un dedo el sol. Jesús resucitó (Lc 24,34) con
lo que queda demostrado que el hombre jamás tendrá la razón ante las verdades
eternas que viene de Dios (Jn 18,37). Con su resurrección Jesús demuestra y
desenmascara la hipocresía del hombre (judíos, fariseos, romanos). Donde está
tu muerte, donde tu victoria?(Icor 15,55). Ahora que otros argumento tramarán
los verdugos para justificar su ironía e hipocresía? (Mt 28,11-15). Las cosas
de Dios son así. El hombre crea o no, Dios sigue con su proyecto de vida y amor
(I Tm 2,4).
Los apóstoles están que se mueren de miedo a los judíos,
para no ser descubiertos su filiación con el Jesús (Jn 20,19). Pues aun no
salen del asombro, no aceptan que la noche ya paso… mayor sorpresa aun… Dios
olvida, no tiene en cuenta lo falto de fe de los apóstoles, olvida lo que Pedro
le negó (Mt 26,69-75), olvida que todos los discípulos lo dejaron solo en la
cruz… lejos de echar en cara esos desatinos tan nefastos, entra a tallar la
misericordia de Dios. La primera palabra del señor glorificado es: Paz a
ustedes (Jn 20,19-21). Que palabra de consuelo y ternura. Jesús sigue apostando
por los hombres y es que Dios es amor (I Jn 4,8). Y como si fuera poco, el
señor glorificado les concede el don del Espíritu Santo (Jn 20,22). Ahora, les
confía una nueva misión, ser sus testigos: Así como el padre me envió les envió a Uds” (Jn 20,21). Pero una cosa es muy
clara. Los apóstoles reciben la fuerza del Espíritu Santo.
Ya El Señor los había anticipado: “En adelante, el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará y
les recordará todo lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero
no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni tengan miedo!” (Jn 14,26-27). Ahora
pasan de hombres temerosos a hombres valientes; porque han sido resucitados por
el mismo señor glorificado. Se abren las puertas, desaparece todo temor, cobardía;
ya no hay temor a que los persigan o les crucifiquen igual que a su maestro. De
eso ya han recibido con mucha anticipación del propio Señor: “Se levantará
nación contra nación y reino contra reino. En muchas partes, habrá terremotos y
hambre. Este será el comienzo de los dolores del parto. Estén atentos: los
entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas, y por mi causa
serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos.
Pero antes, la Buena Noticia será proclamada a todas las naciones. Cuando los
entreguen, no se preocupen por lo que van a decir: digan lo que se les enseñe
en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu
Santo” (Mc 13,8-11). Y los apóstoles anuncian a los cuatro vientos: ¡Que, Jesús
resucitó!.
Queda claro también que para esto es necesario la convicción
firme de la fe, para eso el mismo Señor glorificado se encargó de reavivar la
fe sus apóstoles y vio necesario aparecerse para cambiar el corazón incrédulo
por ejemplo de Tomas (Jn 20,27) en un hombre lleno de fe… Y Tomas grito Señor
mío, Dios mío (Jn 20,28). Hoy en cada bautizado, en cada creyente, actúa o debería
de actuar el mismo espíritu de DIOS que nos lleva a profesar nuestra fe en el
Dios uno y trino (Lc 3,22) principio de fe de nuestra Iglesia Católica, solo
así seremos merecedores de aquella promesa de Jesús: donde estoy también
estarán ustedes, gozarán la Vida eterna (Jn 14,1-3).
Permítanme terminar la reflexión de este domingo de la
divina Misericordia con esta cita de San Mateo que nos dice a cada bautizado
como una misión que cumplir: “Los once discípulos fueron a Galilea, a la
montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin
embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido
todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo
estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 28,16-20).
HONORES AL SANTO QUE VISITÓ EL PERÚ: JUAN PABLO II