I DOMINGO DE ADVIENTO – C (02 de Diciembre de 2018)
Proclamación del santo evangelio según San Lucas
21,25-28.34-36
25 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá
señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de
las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las
cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán
sacudidas.
27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con
gran poder y gloria.
28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, tengan ánimo y
levanten la cabeza porque se acerca su liberación.»
34 «Cuídense de que no se hagan pesados su corazón por el
libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga
aquel Día de improviso sobre Uds,
35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan
toda la faz de la tierra.
36 Estén en vela, pues, orando en todo tiempo para que
tengan fuerza y escapen a todo lo que está para venir, y puedan estar en pie
delante del Hijo del hombre.» PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor paz y bien.
El evangelio nos habla de: a) la manifestación gloriosa del
Hijo y, b) la exhortación a la vigilancia. ¿Qué necesidad tiene Dios de
manifestarse en su Hijo? Dios no tiene necesidades porque es omnipotente, la
única motivación de manifestarse es: Porque Dios es amor (I Jn 4,8). Mismo
Jesús dirá al respecto: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque
Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).
Jesús es la manifestación amorosa de Dios para con la
humanidad. Así nos lo dice: “Nadie ha visto jamás a Dios; el que nos lo ha
revelado es el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre” (Jn 1,18).
“La Palabra de Dios se hizo hombre” (Jn 1,14). Pero hoy nos ha dicho: “Entonces
se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está
por llegarles la liberación" (Lc 21,27-28). Esta manifestación está
referida a su segunda venida.
¿Cómo hemos de esperar el día de la segunda manifestación
del hijo? Nos lo dice: “Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a
salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo
del hombre" (Lc 21,36). Es decir, este tiempo nuevo es tiempo de mayor
oración y penitencia.
El adviento despierta el deseo de contemplar a Dios que sale
al encuentro del hombre en su Hijo. Así, expresa este deseo el salmista: “Como
la cierva sedienta busca corrientes de agua viva, así mi alma, te busca Dios.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el
rostro de Dios?” (Slm 42,2-3). Unos griegos le dijeron a Felipe: "Señor,
queremos ver a Jesús"(Jn 12,21). Felipe dice a Jesús: muéstranos al Padre
y nos basta. Jesús le dijo: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mi” (Jn
14,8)
El adviento te invita a entrar en el aposento de tu alma: Quita
todo de tu alma, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así,
cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios:
"Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro". Y ahora, Señor, mi
Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte. Enséñame
a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu búsqueda a
menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas.
Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré, hallándote te
amaré y amándote estaré en ti y tu en mi (I Jn 4,12).