DOMINGO IV T.O. – A (Domingo 29 de Enero de 2023).
Proclamación del Santo evangelio según San Mateo: 5,1-12:
5:1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus
discípulos se le acercaron.
5:2 Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
5:3 “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los Cielos.
5:4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en
herencia la tierra.
5:5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados.
5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la
justicia, porque ellos serán saciados.
5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
5:8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios.
5:9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios.
5:10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
5:11 Bienaventurados cuando los injurien, y los persigan y
digan con mentira toda clase de mal contra uds. por mi causa.
5:12 Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será
grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas
anteriores a uds. PALABRA DEL SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
Las bienaventuranzas (Felices) no son diferentes caminos
para llegar al Reino de Dios, de manera que cada uno pueda elegir el que mejor
le cuadre. No, Jesús ofrece desde perspectivas distintas el único camino (Jn
14,6). En primer lugar se señala una actitud inicial básica que se convierte en
exigencia para llegar al Reino de Dios. El que adopta esa actitud es ya
"dichoso o feliz", pues hay para él una promesa. En la primera y en
la última bienaventuranza la promesa es expresamente el Reino de los Cielos, en
las otras se trata de la misma realidad considerada bajo diversos aspectos.
Juan Bautista comenzó su predicación anunciando el juicio
inminente de Dios, Jesús comienza proclamando las bienaventuranzas del Reino
sobre aquellos que, a los ojos de todo el mundo y de los dirigentes de Israel,
eran los desdichados, los despreciados, los perdidos. ¿No es esto también un
juicio? Ciertamente lo es para los ricos, los poderosos y los satisfechos si no
entran por el camino de las bienaventuranzas. En este supuesto Jesús pronunció
también las malaventuranzas (Lc 6,24-26). Se ha dicho que Mateo hace una
corrección al texto de Lucas, en el que se habla simplemente de los
"pobres". Pero Mateo no espiritualiza a Lucas ni reduce la pobreza a
una simple actitud del espíritu, lo que hace es destacar esta actitud sin negar
su expresión social. El análisis de la tradición bíblica de los
"anawim" (los "humildes de la tierra" en expresión de Sofonías,
primera lectura de hoy), que es el contexto en el que debe interpretarse el
mensaje de las bienaventuranzas, nos da un concepto de pobreza en el que se
encuentran los dos aspectos: los justos pertenecen de hecho a la clase social
más baja.
Las bienaventuranzas son una recapitulación anunciada en el
A.T. e invitación a ser parte del Reino de Dios y que bien se puede resumir
así: “Feliz el que cumple lo que enseña, porque será grande en el Reino de los
Cielos” (Mt 5,19). Y que se complementa con esta cita: "Los escribas y
fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos
les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan
pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos
no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23,2-4). Al Reino de Dios no
se puede entrar con bonitas ideas o apariencias. Sino en base a esfuerzo y
sacrificio. Incluso hoy nos ha dicho: “Felices ustedes, cuando sean
insultados y perseguidos, y cuando los calumnien en toda forma a causa de mí”
(Mt 5,11). En lugar de estar tristes, “alégrense y regocíjense entonces, porque
ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera
persiguieron a los profetas que los precedieron” (Mt 5,12).
El Evangelio de Mateo, presenta a Jesús como el nuevo
Moisés, el nuevo legislador. En el AT la Ley de Moisés fue codificada en cinco
libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Imitando el modelo
antiguo, Mateo presenta la Nueva Ley en cinco grandes Sermones dispersos en el
evangelio: a) el Sermón del Monte (Mt 5,1 a 7,29); b) el Sermón de la Misión
(Mt 10,1-42); c) El Sermón de las Parábolas (Mt 13,1-52); d) el Sermón de la
Comunidad (Mt 18,1-35); e) El Sermón del Futuro del Reino (Mt 24,1 a 25,46).
Las partes narrativas, intercaladas entre los cinco Sermones, describen la
práctica de Jesús y muestran como él observaba la nueva Ley y la encarnaba en
su vida.
Mateo 5,1-2: El solemne anuncio de la Nueva Ley. De acuerdo
con el contexto del evangelio de Mateo, en el momento en que Jesús pronunció el
Sermón del Monte, había apenas cuatro discípulos con él (Mt 4,18-22). Poca
gente. Pero una multitud inmensa le seguía (Mt 4,25). En el AT, Moisés subió al
Monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. Al igual que Moisés, Jesús sube al
Monte y, mirando a la multitud, proclama la Nueva Ley. Es significativo: Es
significativa la manera solemne como Mateo introduce la proclamación de la
Nueva Ley: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos
se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Las ocho
Bienaventuranzas forman una solemne apertura del “Sermón de la Montaña”. En
ellas Jesús define quien puede ser considerado bienaventurado, quien puede
entrar en el Reino. Son ochos categorías de personas, ocho puertas para entrar
en el Reino, para la Comunidad. ¡No hay otras entradas! Quien quiere entrar en
el Reino tendrá que identificarse por lo menos con una de estas categorías.
Mateo 5,3: Bienaventurados los pobres de espíritu. Jesús
reconoce la riqueza y el valor de los pobres (Mt 11,25-26). Define su propia
misión como la de “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). El mismo,
vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra donde reclinar
la cabeza (Mt 8,20). Y a quien quiere seguirle manda escoger:¡o Dios, o el dinero!
(Mt 6,24). En el evangelio de Lucas se dice: “¡Bienaventurados los pobres!” (Lc
6,20). Entonces, ¿quién es “pobre de espíritu”? Es el pobre que tiene el mismo
espíritu que animó a Jesús. No es el rico. Ni es el pobre como mentalidad de
rico. Es el pobre que, como Jesús, piensa en los pobres y reconoce su valor. Es
el pobre que dice: “Pienso que el mundo será mejor cuando el menor que padece
piensa en el menor”.
Mateo 5,4-9: El nuevo proyecto de vida. Cada vez que en la
Biblia se intenta renovar la Alianza, se empieza estableciendo el derecho de
los pobres y de los excluidos. Sin esto, ¡la Alianza no se rehace! Así hacían
los profetas, así hace Jesús. En las bienaventuranzas, anuncia al pueblo el
nuevo proyecto de Dios que acoge a los pobres y a los excluidos. Denuncia el
sistema que ha excluido a los pobres y que persigue a los que luchan por la
justicia. La primera categoría de los “pobres en espíritu” y la última
categoría de los “perseguidos por causa de la justicia” reciben la misma
promesa del Reino de los Cielos. Y la reciben desde ahora, en el presente, pues
Jesús dice “¡de ellos es el Reino!” El Reino ya está presente en su vida. Entre
la primera y la última categoría, hay tres otras categorías de personas que
reciben la promesa del Reino. En estos tres dúos transpare el nuevo proyecto de
vida que quiere reconstruirla en su totalidad a través de un nuevo tipo de
relaciones: con los bienes materiales (1er dúo); con las personas entre sí (2º
dúo); con Dios (3er dúo). La comunidad cristiana debe ser una muestra de este
Reino, un lugar donde el Reino empieza a tomar forma desde ahora.
Los tres: Primera dúo: los mansos y los que lloran: Los
mansos son los pobres de los que habla el salmo 37. Se les quitó su tierra y la
van a heredar de nuevo (Sal 37,11; Sal 37.22.29.34). Los afligidos son los que
lloran ante la injusticia en el mundo y entre la gente (Sl 119,136; Ez 9,4; Tob
13,16; 2Pd 2,7). Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con
los bienes materiales: la posesión de la tierra y el mundo reconciliado.
Segundo dúo: los que tienen hambre y sed de justicia y los
misericordiosos. Lo que tienen hambre y sed de justicia son los que desean
renovar la convivencia humana, para que esté de nuevo de acuerdo con las
exigencias de la justicia. Los misericordiosos son los que tienen el corazón en
la miseria de los otros porque quieren eliminar las desigualdades entre los
hermanos y las hermanas. Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la
relación entre las personas mediante la práctica de la justicia y de la
solidaridad.
Tercer dúo: los puros de corazón y los pacíficos: Los puros
de corazón son los que tienen una mirada contemplativa que les permite percibir
la presencia de Dios en todo. Los que promueven la paz serán llamados hijos de
Dios, porque se esfuerzan para que la nueva experiencia de Dios pueda penetrar
en todo y realice la integración de todo. Estas dos bienaventuranzas quieren
reconstruir la relación con Dios: ver la presencia actuante de Dios en todo y
ser llamado hijo e hija de Dios.
Mateo 5,10-12: Los perseguidos por causa de la justicia y
del evangelio. Las bienaventuranzas dicen exactamente lo contrario de lo que
dice la sociedad en la que vivimos. En ésta, el perseguido por la justicia es
considerado como un infeliz. El pobre es un infeliz. Feliz es el que tiene
dinero y puede ir al supermercado y gastar según su voluntad. Los infelices son
los pobres, los que lloran.
Felices dice el Señor, ¿y quién son los felices?. En el
Antiguo Testamento, se definen felices a los viven las indicaciones de la
Sabiduría (Eclo 25,7-10), también dice. “Guarda los preceptos y los
mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz”, (Deuteronomio 4),
“Yahveh tu Dios te bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y
serás plenamente feliz.” (Deuteronomio 16), también en los Salmos se reza que
es “feliz” quien ama al Señor, y feliz el hombre que no sigue el consejo de los
impíos, ni en la senda de los pecadores (Salmos 1,1).