lunes, 2 de agosto de 2021

DOMINGO XIX – B (08 de Agosto del 2021)

 DOMINGO XIX – B (08 de Agosto del 2021)

Proclamación del Santo evangelio según San Juan 6, 41-51

6:41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo".

6:42 Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: "Yo he bajado del cielo"?"

6:43 Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes.

6:44 Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.

6:45 Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.

6:46 Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios sólo él ha visto al Padre.

6:47 Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.

6:48 Yo soy el pan de Vida.

6:49 Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.

6:50 Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.

6:51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados(as) amigos(as) en la fe Paz y Bien.

"Yo soy el pan de Vida" (Jn 6,48).

“Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera” (Jn 6,49-50). Esta enseñanza aclara lo que ya nos dijo el Señor: "Ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello" (Jn 6,26-27).

El evangelio de Juan (6,41-51) nos coloca frente a frente con Jesús en su realidad humana, en cuanto es “Verbo hecho Carne” (Jn 1,14); y en su realidad divina, es “bajado del cielo”(Jn 6,38). En medio de estas dos dimensiones, el de la divinidad y el de la humanidad, se coloca una vez más el término “Pan”: “Sus padres comieron mana en el desierto y murieron… yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,48-51).

La Palabra (=Verbo) se hace carne y la carne se ofrece como el pan, y es así como Dios actúa desde el cielo para vivificar el mundo. En la Eucaristía se encuentra el doble movimiento: 1) el de la oblación sacrificial de Jesús que va camino hacia el Padre y en esa entrega pone al hombre en la dirección de la comunión de vida (eterna) con Dios; y 2) el don del Padre que, por medio de su hijo, ofrece lo que le es más querido para salvar al mundo.

Pero frente a esta “revelación” cuenta mucho la actitud de parte del hombre. En el pasaje que leemos este domingo notamos un giro importante: la multitud buscadora, sedienta de conocimiento de Dios (Jesús pedagógicamente la llevó a esta toma de conciencia), se comporta ahora como los judíos incrédulos de otros tiempos en el desierto, cuando ponían en duda la capacidad de Dios para salvarlos.

Jesús se acababa de presentar como el “Pan de la Vida” (Jn 6,35) y también había dicho claramente que su tarea es de “dar vida”, viene del Padre: “he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”(Jn 6,38), luego es el “Pan bajado del Cielo” (enunciado en Jn 6,33). El evangelista hace notar que los oyentes de la catequesis no comprenden que el término “pan” es sinónimo de “Palabra” identificada con Jesús, de la cual la “escucha” se convierte en invitación a la cena (Comer), en asimilación, en nutrición, en vida y resurrección.

Por lo tanto, en Juan 6,41-51, la bellísima expresión “Pan de Vida” (Jn 6,48), significa ante todo “Palabra que hay que acoger (=creer) y encarnar (=comer)”, su verdadero sentido es “Pan de vida = Palabra hecha carne” (Jn 1,14).

Los términos del pasaje que nos ofrece la liturgia de este domingo, nos muestran que la Eucaristía -“Pan vivo bajado del cielo”- acogida en el hoy de nuestra fe, nos coloca de manera permanente frente a la gran riqueza de la persona de Jesús y de la totalidad de su obra en el mundo. Siendo así, la Eucaristía es una síntesis del Evangelio (Buena Noticia= Dios con nosotros Is 7,14).

Que en este domingo, dejándonos atraer desde fondo del corazón por Dios Padre, todos nuestros deseos se vean colmados por la presencia del Verbo de Dios entre nosotros, misterio de amor por el cual el “Dios por nosotros” viene a nuestro encuentro en la Eucaristía, nos redime del sin-sentido y de todo lo que hace absurdo (no futuro) nuestro existir, y nos impulsa por el camino de la “vida”. Jesús viviente (pan vivo) en nuestra carne mortal es el rostro del hombre que sabe vivir.

¿Qué lugar ocupa esta parte de la catequesis dentro del desarrollo del capítulo 6 de Juan?

Cuando uno trata de determinar el hilo conductor del discurso de Jesús en este capítulo, se encuentra con serias dificultades, ya que hay muchas repeticiones y temas que se sobreponen. Pero tampoco es un caos. Lo cierto es que se necesita una lectura amorosa y paciente para que salga a flote su sentido más profundo.

La catequesis sobre el “Pan de Vida” nos coloca ante una cascada de sentimientos, de imágenes, de afirmaciones cristológicas que hay que: 1) saborear una por una, para luego 2) hacer la síntesis en el corazón. El capítulo 6 de Juan está construido de tal manera que nos involucra en la conversación que lo atraviesa del comienzo al fin, provocando también en nosotros un coloquio serio y profundo con Jesús. Este es un pasaje en el que el paso a la meditación y a la oración es casi inmediato.

Las partes del capítulo están conectadas por siete preguntas y dos afirmaciones fuertes que articulan una confesión de fe:

1) Primera pregunta: “¿Rabí, cuándo has llegado aquí?” (Jn 6,25). Una pregunta casi banal, circunstancial: la gente se extraña de encontrar a Jesús en Cafarnaum, mientras creían que estaba al otro lado del lago (no saben que ha caminado sobre las aguas). Ésta conecta la multiplicación de los panes con el comienzo de la catequesis en la sinagoga de Cafarnaum.

2) Segunda pregunta: “¿Qué hemos de hacer para obrar en el querer de Dios?” (Jn 6,28). Notemos cómo se va subiendo el tono de la conversación y se inicia una búsqueda profunda. Se indaga por el cómo vivir en sintonía con la voluntad de Dios.

3) Tercera pregunta: “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron mana en el desierto que Dios les dio” (Jn 6,30). De repente de la conversación pacífica se pasa a la polémica: se le pone un desafío al Maestro que lo lleva a hacer su propuesta claramente. Llegando a este punto, se hace una pausa para expresar la apertura de la fe: “No fue Moises quien, le dio el pan, es mi padre el que les da el verdadero pan del cielo… le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan” (Jn 6,34). Una petición que se parece a la de la samaritana cuando pidió el agua viva (Jn 4,15). El auditorio ya ha sido puesto en la ruta correcta para comprender a Jesús, pero la revelación más importante no ha sido dada.

4) Cuarta pregunta: “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora ‘he bajado del cielo’?” (Jn 6,42). Ante la revelación sobre el origen de su vida y de su obra, comienzan una serie de preguntas contestatarias, calificadas por el evangelista de “murmuraciones” (término técnico de la Biblia para expresar las resistencias para creer).

5) Quinta pregunta: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” (Jn 6,52). Jesús es malinterpretado, lo cual da pie para su máxima revelación. Se llega así al corazón del misterio.

6) Sexta pregunta: “Es duro este lenguaje, ¿Quién puede escucharlo?” (Jn 6,60). El discurso acaba de terminar. Ahora asoman su rostro en el relato los discípulos. Ellos expresan su resistencia para seguir siendo discípulos y vivir a fondo la propuesta del Maestro. Sale a flote la dificultad del seguimiento.

7) Séptima pregunta: “Señor, ¿A quién iremos?” (Jn 6,68ª). El verdadero discípulo es el que “cree”, el que sigue a Jesús por el camino revelado por Él. Al final, un grupo de discípulos presidido por Pedro da el salto de la fe. Se le hace eco al punto de partida de todo este capítulo, la pregunta que salió de la boca de Jesús: de dónde sale el pan que alimenta a la humanidad (Jn 6,5). Y así llegamos al punto final, que es la confesión de fe propia del que se hace discípulo: “Tú tienes palabra de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69).

¿Cuál es el giro que se da en la cuarta pregunta? (la que nos confronta hoy) Como ya lo vimos, el diálogo con Jesús se va desarrollando en un sentido “ascendente”, que va desde lo ingenuo hasta lo más polémico y provocador, al ritmo de las preguntas. El pasaje de Juan 6,41-51 corresponde al planteamiento y a la respuesta de la cuarta pregunta. A partir del Jn 6, 41 comienza la polémica que el evangelista recoge en tres murmuraciones, la última de las cuales es explícitamente de los discípulos (Jn 6, 60).

1) Las tres primeras preguntas se le atribuyen a la “muchedumbre”, de repente el evangelista anota “los judíos”. No hay un cambio de auditorio, es que la multitud se está comportando como los judíos incrédulos. Se baja una película ya conocida en la Biblia: las murmuraciones del desierto.

2) Las tres primeras son preguntas abiertas y directas de la multitud que quiere ir más a fondo en el diálogo con Jesús, de la cuarta a la sexta notamos un cambio en la forma y el contenido. (a) se trata de cuchicheos, (b) se plantean resistencias para creer. El auditorio ávido de saber, ahora lo está por rechazar. Pero es en este momento de crisis, cuando Jesús va a dar nuevas indicaciones para que se pueda comprender la naturaleza de su persona y de su misión, lo que lo hace distinto y capaz de cumplir con la promesa de vida y de salvación que ha hecho. Con fuertes argumentos bíblicos Jesús no les deja a sus oyentes más que dos alternativas: aceptar o rechazar.

La idea central: El evangelista hace notar que los oyentes de la catequesis no comprenden que el término “pan” es sinónimo de “Palabra” identificada con Jesús, de la cual la “escucha” se convierte en invitación a la cena, en asimilación, en nutrición, en vida y resurrección. Por lo tanto, en Juan 6,41-51, la bellísima expresión “Pan de la Vida”, significa ante todo “Palabra que hay que acoger (=creer) y en encarnar (=comer)”, su verdadero sentido es “Pan de vida = Palabra hecha carne”.

Los términos de este pasaje, nos muestran que la Eucaristía -“Pan vivo bajado del cielo”- acogida en el hoy de nuestra fe, nos coloca de manera permanente frente a la gran riqueza de la persona de Jesús y de la totalidad de su obra en el mundo. Y siendo así, la Eucaristía es una síntesis del Evangelio como Jesús es lo que es Dios (Jn 1,18).

Por detrás de la objeción que le plantean a Jesús está el tema de la murmuración del pueblo de Israel en el camino del desierto durante el éxodo (ver Éxodo 15,24; 16,2.7.12; 17,3; Nm 11,1). Tampoco ahora reconocen a Jesús como el enviado del Padre. Se escandalizan por su origen humilde. Jesús responde así: la fe es, a final de cuentas, un don de Dios, en forma de enseñanza. Quien acoge esta enseñanza, se abre a Dios. Jesús cita a Isaías 54,13 (Jeremías 31,31-34).

Las murmuraciones son el resultado de la resistencia (como ocurrió en el éxodo) para dejarse conducir por Dios. El verbo “comer” ayuda a estructurar esta parte del discurso. Pasamos del acento existencial al acento sacramental-eucarístico. Aquí, la diferencia entre Moisés y Jesús es radical: Jesús, Él mismo, da la vida, el maná era simplemente un alimento material. Jesús es el verdadero maná que alimenta para la vida eterna.

En la frase “Mi carne para la vida del mundo” hay que entender “carne” como el cuerpo de Jesús entregado en la Cruz. El “para”, término que también aparece en los relatos de la institución de la Eucaristía en los otros evangelios, señala el sentido de la muerte sacrificial de Jesús.