sábado, 31 de mayo de 2014

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - A (1° de Junio del 2014)


DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - A (1° de Junio del 2014)

Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo: 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,  y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he encomendado. Y he aquí que yo estoy con Uds. todos los días hasta el fin del mundo’”. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

La despedida del Señor resucitado que hoy leemos en el Evangelio de Mateo, al ser contextualizado para su comprensión acudimos a las mismas palabras que ya nos había dicho el Señor: “Salí del Padre y vine al mundo… Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre" (Jn 16,28). Ahora los tres puntos suspensivos que dejamos en las palabras de Jesús es para respondernos a la pregunta: ¿A qué vino Jesús y cuales es la voluntad del Padre? Y Jesús nos responde: “No he bajado del cielo, para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día" (Jn 6,38-40). Por lo tanto la ascensión del Señor no es sino la consumación de esta voluntad: “Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre (Jn 3,13). Ahora, quedan pendiente dos cosas que nos dejó bien establecidas el Señor:

"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes” (Jn 14,1-3). Es decir Jesús ha cumplida la primera misión el cual es venir a este mundo para establecer una comunidad, que es medio salvación el cual es la Iglesia, la Iglesia terrenal (Mt 16,18); ahora Jesús asciende para cumplir otra misión, el de prepararnos un lugar en el cielo, Iglesia celestial (Mt 25,31-46). En segundo lugar nos tiene que preocupar lo que nos dijo en el domingo anterior: “Si me aman guardaran mis palabras y yo rogare al Padre que les enviara otro defensor que permanecerá con Uds. El Espíritu de la verdad” (Jn 14,15). Preocupación que ahora nos lo reitera. Porque nos ha dicho “Ustedes estarán donde yo estoy” (Jn 14,3) “Si guardan y cumplen mis palabras” (Jn 14,15). Lo que significa que el cielo no se nos va a regalar, tenemos que merecerla en razón del trabajo y la misión que nos encomienda hoy: “Que todos los pueblos seas mis discípulos…” (Mt 28,19).

Exégesis: En el pasaje del evangelio de Mateo 28,16-20 que la liturgia de hoy nos propone para esta solemnidad de la Ascensión del Señor podemos notar:
(1) La parte narrativa (Mt 28,16-18a) y una parte discursiva (28,18b-20):

(2) La parte narrativa cuenta en pocas palabras, que es el único encuentro de Jesús resucitado con su comunidad. Por lo que es un momento solemne en el cual convergen los acontecimientos pascuales. Sobre este encuentro ya se había despertado expectativa desde la última cena: (Mt 26,31). Entonces Jesús les dijo: "Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño (Zac.13, 7; Mc 14, 27) Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea" (Mt 26,31-32).

(3) Dentro de la parte discursiva notamos que en sólo cinco versículos se repite cuatro veces el término “Todo”:

- “Todo” poder se medió tanto en el cielo como en la tierra (28,18b): Es decir la totalidad del poder de Dios está en Jesús, tanto en la Iglesia celestial como en la Iglesia celestial.
- “Todas” las gentes de los pueblos sean mis discípulos (28,19ª): la totalidad de la humanidad será evangelizada (Aquí es la Universalidad=Católica de la Iglesia)
- “Todo” Enseñándoles a cumplir todo lo que Jesús enseñó (28,20ª): la totalidad de la enseñanza del Evangelio será aprendida (Mt 5,19)
- “Todos” los días estoy con Uds. (28,20b): la totalidad de la historia será abarcada por la presencia del Resucitado (Heb 13,8).


El acento del texto recae sobre esta última parte, donde Jesús (1) declara su victoria definitiva sobre el mal y la muerte (“Me ha sido dado todo poder…”), (2) les confiere a los discípulos un mandato (“Vayan, pues, y hagan discípulos”) y (3) les hace la promesa de su asistencia continua (“Yo estaré con Uds. Hasta el fin del mundo”). Todas estas disposiciones del Señor tendrán vigencia hasta el fin del mundo (Mt 16,18).

Estudio del texto: El encuentro del Resucitado con sus discípulos (28,16-18ª)
1)“Por su parte, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado” (Mt 28,16). 2) Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron” (Mt28,17). 3) Jesús se acercó a ellos y les habló así…” (Mt 28,18).

Contenidos en esta primera parte del relato: En los tres tiempos:
Pasado de la relación con Jesús: El encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos nos remite al comienzo del evangelio. El discipulado a la orilla del lago a partir de la vocación (Mt 4,18-22). Un largo camino han recorrido juntos, en él la relación se fue estrechando cada vez más en cuanto el Maestro los insertaba en su ministerio, haciéndolos los primeros destinatarios de su obra, y los atraía para una relación aún más profunda con Él mediante el seguimiento. Jesús los devuelve al punto de partida.

Presente. Ahora los discípulos van a “Galilea”, y allí, a una “Montaña”: (1) Ellos van a Galilea, que como “Galilea de los gentiles”, ha sido destinada por Dios como campo de misión de Jesús (Mt 4,12-16). Allí habían sido llamados (Mt 4,18-22) y allí fueron testigos de la misericordia de Jesús con enfermos y pecadores (Mt 8-9), donde la multitud andaba “abatida como ovejas sin pastor” (Mt 9,35). (2) La Montaña a la que van nos recuerda el lugar donde Jesús pronunció su primera y fundamental instrucción, el Sermón de la Montaña, la Ley esencial de la vida cristiana que comienza con las bienaventuranzas (Mt 5,1-7,29) y configura la existencia entera según “el Reino y la Justicia” (Mt 6,33).

Futuro. El Resucitado se aparece a los discípulos. Vuelven a la relación que tenían antes y a todo lo que vivieron juntos. Ahora les dice qué es lo que va a determinar en el futuro la relación con él: “Se acercó a ellos y les habló así…” (Mt 28,18ª). Lo que Jesús les encarga aquí será determinante y así permanecerá “hasta el fin del mundo”, hasta cuando Jesús venga por segunda vez con la plenitud de su poder y su definitiva revelación (Mt 24,3; 44).
Jesús cumple una promesa:
• La última noche había anunciado que los precedería en Galilea: “Todos Uds. se  escandalizaran de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Mas después de mi resurrección, iré delante de Uds. a Galilea” (26,31-32).
• En la mañana del día de la resurrección, el Ángel, junto a la tumba, les confió a las mujeres la tarea de recordarles a los discípulos estas palabras: “Vayan enseguida a decir a los discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de Uds. a Galilea; allí le verán’. Ya les había dicho” (28,7).
• Enseguida el Resucitado en persona se aparece a las mujeres y les confirmó la tarea: “No tengan miedo. Vayan y avisen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (Mt 28,10). Los discípulos llegan a Galilea cargando sobre sus espaldas toda la historia dolorosa de la deslealtad. Pero la confianza del Maestro se muestra mayor que la fragilidad de sus discípulos. Jesús sí cumple sus promesas hechas durante la última cena. Es bello notar que en este encuentro con el Maestro después de la dolorosa historia de traición, negación y fuga, no escuchan ni una sola palabra de reclamo por parte de Jesús. Más bien todo lo contrario: cuando los manda llamar a través de las mujeres, los denomina por primera vez “mis hermanos” (Mt 28,10).

La reacción ante el Resucitado: adoración y duda: El narrador continúa diciéndonos que los discípulos “al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron” (Mt 28,17). Así como lo había prometido (Mt 28,7.10), ellos ven al Resucitado. La primera reacción es que se arrojan por tierra en un gesto de adoración que nos recuerda el comienzo del evangelio (cuando los magos “vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron”; (Mt 2,11). También en medio del evangelio habíamos visto un gesto similar por parte de los discípulos: “Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios’” (Mt 14,33). En este momento cumbre del evangelio, los discípulos reconocen a Jesús resucitado como el Señor. Pero Mateo hace notar que algunos todavía “dudan”. No debe extrañarnos. Reconocimiento y duda pueden estar juntos, como lo muestra la petición: “Creo. Pero aumenta mi fe” (Mc 9,22-24).

Las palabras de Jesús como nuevo camino de la comunidad (28,18b-20)
1)“Jesús se acercó a ellos y les habló así: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18). 2)”Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). 3) “Enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con Uds. todos los días hasta el fin del mundo”(Mt 28.20). Las palabras de Jesús tienen tres partes: (1) El anuncio del Señorío del Resucitado (Mt 28,18b) (2) El envío misionero de sus discípulos (Mt 28,19-20ª) (3) La promesa de su permanencia fiel en medio de los discípulos (Mt 28,20b):

1) El Señorío de Jesús (28,18b) “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Al postrarse, los discípulos reconocen que él es el Señor, el Señor sin límites, el Señor por excelencia. Ante ellos, Jesús afirma que el Padre, el Señor del cielo y de la tierra (Mt 11,25), le ha dado todo poder en todo ámbito: en el cielo y sobre la tierra.

Ya desde el comienzo del evangelio el mensaje de Jesús se refirió a este “poder” cuando anunció la cercanía del “Reino de los Cielos” (Mt 4,17). A lo largo de su ministerio Jesús ofreció los dones de este Reino (“Bienaventurados… porque de ellos es el Reino”; Mt 5,3.10). La obra de Jesús fue continuamente experimentada como una “obra con poder” (Mt 7,29; 8,8; 21,23). Con este “poder” venció a Satanás y levantó al hombre postrado en sus sufrimientos y marginaciones. Ahora, una vez que su ministerio ha llegado a su culmen, el Resucitado se revela a sus discípulos como el que posee toda autoridad. Una vez que ha vencido al mal definitivamente en su Cruz, Jesús se presenta vivo y victorioso ante sus discípulos: el Señor del cielo y de la tierra. Y con base en esta posición real, Jesús les entrega ahora la misión, prometiéndoles su asistencia continua y poderosa.

2) El envío misionero de los discípulos (28,19-20ª)
Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado”. Con esta autoridad suprema de Jesús sobre el cielo y la tierra, los discípulos reciben el envío a la misión. Notemos las diversas afirmaciones que Jesús hace a partir del imperativo: “Vayan”:

(1) El contenido de la misión: “Hacer discípulos”
“Vayan, pues, y hagan mis discípulos”: La tarea fundamental es hacer discípulos a todas las gentes. Por medio de ellos el Señor resucitado quiere  acoger a toda la humanidad en la comunión con Él. Hasta ahora ellos han sido los únicos discípulos. Jesús los llamó y los formó mediante un proceso de discipulado. En este momento los discípulos son enviados para dar en el tiempo post-pascual lo que recibieron en el tiempo pre-pascual. Hacer “discípulos” es iniciar a otros en el “seguimiento”. De la misma manera que Jesús los llamó a su seguimiento y a través de ella los hizo pescadores de hombres (Mt 4,19), también los misioneros deben atraer a todos los hombres al seguimiento de Jesús, con el cual vivieron y continúan viviendo. Trabajo misionero que los convierte de discípulos en apóstoles. Entonces, la esencia de la misión de los discípulos ahora como apóstoles es conducir a toda la humanidad a la persona del Señor, a su seguimiento. De la misma manera como Jesús los llamó, sin forzarlos sino seduciendo su corazón y apelando a la libre decisión de cada uno, así ellos deben hacer discípulos a todos los pueblos de la tierra.

(2) Los destinatarios: la humanidad entera: Iglesia Universal=Católica
“…A todas las gentes” Puesto que se le ha puesto en sus manos el mundo entero y es superior al tiempo y al espacio, Jesús los manda a todos los pueblos de la tierra. Recordemos que en la primera misión la tarea apostólica se limitaba explícitamente a las “ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 10,6; 15,24). Ahora la misión no conoce restricciones ni fronteras. De este trabajo depende la salvación de todos los bautizados.

(3) Insertando al nuevo discípulo en la familia trinitaria mediante el sacramento del bautismo: “…Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” En el bautismo se realiza la plena acogida de los discípulos de Jesús en el ámbito de la salvación y en su nueva familia.  El presupuesto de la fe. El Bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo” presupone el anuncio de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la fe en este Dios. El “nombre” de Dios está puesto en relación con el conocimiento de Él. Como se evidencia a lo largo del Evangelio:
• Dios manifiesta su amor para que nosotros podamos conocerlo y así entrar en relación con Él.
• Es a través de Jesús que Dios ha sido conocido como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Jesús predicó sobre Dios de una manera que no se conocía en el Antiguo Testamento. Allí se conocía al Dios en cuanto creador del cielo y de la tierra, pero al mismo tiempo se afirmó –y con razón- la enorme distancia entre el Creador y su criatura, lo cual hacía pensar en la infinita soledad de Dios. Jesús anunció que Dios no está solo sino que vive en comunión. Frente al Padre está el Hijo, ambos están unidos entre sí, se conocen, se comprenden y se aman recíprocamente (MT 11,25) en la plenitud y perfección divina por medio del Espíritu Santo. Los discípulos deben bautizar en el “nombre” de este Dios que ha querido revelarse de tres modos distintos.

Al interior de la familia trinitaria. El bautismo: Nos sumerge en el ámbito poderoso de este Dios y obra el paso hacia Él. Nos pone bajo su protección y su poder. Nos posibilita la comunión con Él, que en sí mismo es comunión. Nos hace Hijos del Padre, quien está unido con un amor ardiente a su Hijo. Nos hace hermanos y hermanas del Hijo que, con todo lo que Él es, está ante el Padre. Nos da el Espíritu Santo, quien nos une al Padre y al Hijo, nos abre a su benéfico influjo y nos hace vivir la comunión con ellos. Si es verdad que el seguimiento nos introduce en el ámbito de vida de Jesús, también es verdad que esta vida es su comunión con el Padre en el Espíritu Santo. El bautismo sella nuestra acogida en esta adorable comunión.

(4) El enseñar a poner en práctica las enseñanzas de Jesús: el discipulado como un nuevo estilo de vida. La comunión con este Dios, determinada por el seguimiento y sellada por el bautismo, les exige a los discípulos un estilo de vida que esté a la altura de ese don.

Notamos una gran continuidad entra la misión de Jesús y la de sus apóstoles: De muchas maneras, desde las bienaventuranzas (5,3-12) hasta la visión del juicio final (25,31-46), Jesús instruyó a sus discípulos. A lo largo del evangelio distinguimos cinco grandes discursos de Jesús. Ahora los apóstoles deben transmitírselas a los nuevos discípulos atraídos por ellos. Las enseñanzas de Jesús no son opcionales. Hasta el presente fue Jesús quien llamó discípulos y los educó en una existencia según la voluntad de Dios. Ahora son ellos los que, por encargo suyo, deben llamar a todos los hombres como discípulos y educarlos en una vida recta.

 El Resucitado muestra el significado pleno de su nombre “Emmanuel”, “Dios-con-nosotros” (Mt 28,20b) “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Durante su ministerio terrenal, la relación de Jesús con sus discípulos estuvo caracterizada por su presencia visible y viva en medio de ellos. A partir de la Pascua esta presencia no termina sino que adquiere una nueva modalidad. Jesús utiliza una expresión conocida en la Biblia. En el Antiguo Testamento la expresión “El Señor está contigo”, le aseguraba a la persona que tenía una misión particular que Dios lo asistiría con poder y eficacia en su tarea. Con ello se quería decir que Dios no abandona al hombre a sus propias fuerzas, sino más bien que a la tarea que Dios le encomienda se le suma su presencia y su ayuda.

Jesús, a quien se le ha dado todo poder, habla con la potestad divina, asegurando su presencia y su ayuda a la Iglesia misionera. Quien al principio fue anunciado como el “Emmanuel”, el “Dios con nosotros” (1,23), muestra ahora la verdad de esta expresión: Él es la fidelidad viviente del Dios de la Alianza (“Dios-con-nosotros” es una expresión referida al “Yo soy vuestro Dios y vosotros mi pueblo”) que permanece al lado de sus discípulos con todo su poder, con su vivo interés y con su poderosa asistencia a lo largo de toda la historia.

La celebración de la Ascensión nos coloca ante estas palabras de Jesús, quien por la plenitud de su potestad toma determinaciones hacia el futuro. Él, ya no estará de forma visible en medio de sus discípulos, pero sí garantiza su presencia poderosa en medio de los suyos. Así permanecerá “hasta el fin del mundo”, hasta que no ocurra con su venida el cumplimiento, y con él la plena e inmediata comunión de vida con la Trinidad Santa.

REFLEXIÓN PASTORAL: Recordemos que los Discípulos no pudieron despedirse de Jesús cuando murió y Jesús no murió en un hospital o en su cama, sino en la Cruz, solo uno de ellos y la Madre y algunas mujeres pudieron darle el último adiós. Posiblemente pensaron que lo habían perdido para siempre, hasta que la Resurrección se lo devolvió vivo. Ahora en la Ascensión, Jesús los cita a todos al último encuentro y ellos pueden ser ya los testigos vivos del que muerto, resucitado, ahora vuelve al Padre y a su condición divina. Aun, algunos de ellos todavía seguían “dudando”, todavía su fe es débil y frágil. Sin embargo, Jesús se fía de ellos y les deja, como último testamento, y en herencia, continuar su propia misión. “Id y haced discípulos de todos los pueblos.” Primero, se fía de ellos incluso en su debilidad y flaqueza.

El Señor glorificado les pone en camino. Nada de quedarse ni a llorar su ausencia, ni a descansar. Es la hora del envío. Es la hora de los caminos del mundo. Mientras Él apenas salió de las fronteras de Israel, a ellos les encomiendo el mundo entero: “Haced discípulos de todos los pueblos.” No les dijo: "Esperen y a los que los busquen anúncienles el Evangelio." Por el contrario, vayan ustedes a buscarlos, salgan al encuentro con todos los hombres, ahora ya no hay ni judíos ni griegos. Ahora es la hora de la humanidad entera, vuestra patria es el mundo. La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles grafica muy bien este envío: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” Ya no es la hora de mirar al cielo, sino de mirar a la tierra, mirar a los hombres de todos los pueblos.
     
El Señor les deja como un secreto intimo: “Sepan que yo estoy con Uds. todos los días, hasta el fin del mundo.”  Una sagrada misión que cumplir, pero no lo harán solos: “Estoy con Uds.” Bonita manera de decirnos también hoy a todos nosotros: “Cristianos, ¿qué hacen mirando al cielo? A caminar, a recorrer los caminos del mundo con el Evangelio en el corazón, en la mente y en los labios."  Los Evangelios parecieran todos calcados sobre un mismo criterio. Los grandes momentos se los anuncia y no se los describe, como si todo lo dejasen a la contemplación del corazón. La Ascensión hubieran podido describirla con tres palabras: “Es vuestro turno.”

La ascensión pone fin a la historia de la Encarnación en su primera parte, cual es de establecer la Iglesia celestial.  Hasta aquí llegó Jesús. Hasta aquí llegó su obra y su misión. Ahora comienza una historia nueva, una nueva misión con unos responsables igualmente nuevos: La historia de la Iglesia. La consolidación de la Iglesia terrenal. Más que describir la Resurrección de Jesús, nos describen “la Iglesia de la Resurrección”. Más que describirnos la Ascensión de Jesús, nos descubre el segundo tiempo a la que la Iglesia terrenal se encamina a la Iglesia celestial y que en esta misión nos precede el Señor Glorificado. Por la Encarnación, Dios nos enseñó a mirar con ojos nuevos la tierra. Por la Ascensión, Jesús nos enseña a mirar al cielo.

Por la misión, nos enseña a mirar al cielo para ver mejor la tierra y a mirar a la tierra para contemplar mejor el cielo. “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo” nos cuentan los Hechos de los Apóstoles. Las cosas y los hombres están abajo en la tierra, pero la luz siempre viene de arriba. Es “la hora” que pone fin el camino de la Encarnación, pero es también “la hora en la que pone a su Iglesia “en camino hacia los hombres”. “Id por el mundo entero y proclamad el Evangelio”.

Ahora nos toca a cada Bautizado cumplir la misión: Fue el turno de Jesús, ahora es el nuestro, el turno de la Iglesia. Curioso, el turno de una Iglesia de los caminos. La Iglesia del envió. La Iglesia del anuncio y proclamación. Por tanto, de una Iglesia no de sacristía y oficina, una Iglesia no de sillón y hamaca, sino una Iglesia de los caminos y para los caminos: “Id al mundo entero.” Además, una Iglesia no muda, callada y en silencio; sino la Iglesia de la palabra. La Iglesia del anuncio y de la proclamación del Evangelio. No una Iglesia que se instala segura y tranquila aquí o allí, sino una Iglesia que tiene que salir, ir, caminar, buscar. Pero es también la Iglesia de la “espera”. “El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.” Es la Iglesia del envío: “Como el Padre me ha enviado a mí, así también os envío Yo.” Por eso mismo, la Iglesia no podrá entenderse a sí misma si no es contemplándose en la realidad misma de Jesús.


“Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: (Lc 10, 3) sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas”. (Mt 10,16). “Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre (Mc 13, 11; Lc 12, 11-12; 14-15) quien hablará en ustedes” (Mt 10,17-20). Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. (Mt 10,122; Mc 13, 13). Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre (Mt 10,23).