domingo, 5 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2023)

 DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2023)

 Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 25,1-13:

 25:1 Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.

25:2 Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.

25:3 Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,

25:4 mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.

25:5 Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.

25:6 Pero a medianoche se oyó un grito: "Ya viene el esposo, salgan a su encuentro".

25:7 Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

25:8 Las necias dijeron a las prudentes: "¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?"

25:9 Pero estas les respondieron: "No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado".

25:10 Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

25:11 Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: "Señor, señor, ábrenos",

25:12 pero él respondió: "Les aseguro que no las conozco".

25:13 Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. PALABRA DEL SEÑOR.

 Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

 Las mujeres sabias o prudentes: “El Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia” (Prov 2,6). “Feliz el hombre que encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y más precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo, se deja encontrar por los que la buscan y contemplar por los que la aman” (Sab 6,12). “Si ustedes Uds. buscan tronos y los cetros, honren a la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21).

“De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). “Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel? El les contestó: A Uds. no les toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre Uds. y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,6-8).

“Llegó el esposo: las que sabias que tenían lámparas encendidas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10).

¿A qué conclusiones llegamos, después de las lecturas de hoy? En primer lugar, al convencimiento de que la Sabiduría (Prov 2,6), su esencia, consiste en saber esperar a Dios; saber apropiarse los frutos de la redención (Jn 3,17). En segundo lugar, que este encuentro con Dios (Is 7,14), habitualmente, sucede fuera de los cálculos del hombre (Prov16,1), y en tercer lugar, que hay que vigilar sin desmayo (Mt 24,36). Porque en los momentos trascendentales de la vida, nadie, en absoluto, puede asumir nuestra propia responsabilidad.

Las mujeres sabias representan aquí a los fieles que esperan la venida del Señor. El novio es el Señor. La vigilancia de la fe está simbolizada por las lámparas que brillan en medio de la noche y que es preciso mantener encendidas (Ejercer la fe). Este simbolismo ha pasado a la liturgia de la Iglesia, por ejemplo, en las velas del bautismo (Jn 8,12), de la primera comunión y de los moribundos. No es normal que un novio se retrase y haga esperar a su novia hasta avanzada la noche. Es evidente que el autor piensa en Jesús, que retarda su venida más de lo que esperaban los cristianos. Una larga espera produce cansancio y aburrimiento, se corre peligro de que le entre a uno el sueño y se halle dormido en el momento preciso. Esto es lo que les pasa a la doncellas necias (Mt 25,8).

Cuando llega el momento decisivo de recibir al novio y entrar con él en la fiesta (Cielo), las doncellas prudentes no ayudan a sus compañeras que se habían dormido (Mt 25,9). No se trata de una falta de caridad justamente cuando ésta parece más necesaria. El autor quiere decirnos que nadie puede vigilar por otro y asumir la responsabilidad de los otros en los momentos importantes. Cada uno ha de cuidar su propia lámpara (ejercer la fe). Cuando llegue la hora del juicio, no será posible el intercambio de los bienes espirituales; cada uno será juzgado según sus obras (Jn 5,29). Sólo los que permanezcan vigilantes entrarán en las bodas eternas (Cielo). Debemos cuidarnos mucho de no llegar tarde a la última cita, a la decisiva. Pues, cuando llegue la hora, sólo se salvarán los que estén preparados.

Si no conocemos el día ni la hora, será necesario vigilar cada momento (Mt 24,36). El cristiano es un hombre despierto. Vivir despiertos es no hacerse el dormido ante las necesidades del prójimo. El que no ama al prójimo no espera, no tiene nada que esperar cuando el Señor vuelva. Pues seremos juzgados sobre el amor (I Jn 4,8).

 Si queremos ser como las mujeres sabias o prudentes hemos de preguntarnos: ¿Por qué tenemos que interesarnos tanto por nuestra salvación? Porque solo tenemos esa única opción aconsejable. La otra opción que es la condenación no es aconsejable (opción de las mujeres necias) y si alguien piensa que el purgatorio es otra opción; pues, el purgatorio no es un estadío. No es lo mismo que cielo, e infierno que purgatorio. El cielo es eterno por lo que el infierno es también eterno, en cambio el purgatorio es eventual. Jesús nos lo dice al respecto: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15). El reino de Dios tiene que ver con nuestra salvación.

 Respecto al Reino de Dios: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia" (Mc 1,15).  Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Jesús les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Dijo Jesús: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). Es decir, Jesús es la manifestación y el despliegue del Reino de Dios, porque en Jesús se realiza el encuentro de Dios con la humanidad. De ahí que, Jesús dice: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Juan dice: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

 Recordemos las preguntas del eje trasversal de nuestras reflexiones:“¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos topamos con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La respuesta del amor a Dios y al prójimo, así como hacer lo que decimos siendo hermanos (Mt 23,3-8); es la estrategia eficaz para revestirnos con traje de fiesta (santidad) y ser parte del banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados (Mt 22,12). Hoy, en la parábola de las diez doncellas se nos describe el momento preciso del inicio de dicha fiesta: “Llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10).

 Cabe preguntarnos: ¿Quién o qué significa que el esposo ya llega? ¿Qué significa la sala nupcial? ¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? Y sobre todo ¿Qué significa, la puerta se cerró? Y ¿Estén preparados? Estas preguntas tienen que ser precedidas por preguntas más de fondo: ¿Serán pocos los que se salven? (Lc 13,23). ¿Qué cosas buenas tengo que hacer para heredar la vida eterna? (Mc 10,17). ¿Quién podrá salvarse? (Mt 19,25).

 ¿Quién o qué significa que el esposo (Mt 24,44) ya llega? (Mt 25,6). El esposo es sin duda Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Y la esposa ¿Quién es? La Iglesia es la esposa: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt 16,18). Respecto al matrimonio dice Jesús: “Ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt 19,6). Jesús explica a Nicodemo y dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Y ¿Cómo nos salvó? Jesús lo manifiesta: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Añadió: "Así estaba escrito, el Mesías sufrirá y resucitará de entre los muertos al tercer día” (Lc 24,46). Todo este misterio de la redención ya se describe en el A.T: “Yo te desposaré conmigo para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor” (Os 2,21-22). La figura de la Iglesia celestial desposada se describe así: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

 ¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? “Cuando llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10). La sala nupcial tiene connotación de cielo. Y entran al cielo: “las que estaban preparadas”, las que tenían las lámparas encendidas. En este punto recordemos las enseñanzas de Jesús: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,14-16). “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).

 Se puede tener una lámpara nueva y fina pero si no alumbra, de nada sirve. La lámpara requiere del aceite. Así, nosotros  somos bautizados (Mt 28,19-20). Pero, si no ejercemos los dones del bautizo como la fe, por ende no brilla nuestra luz, equivale no tener obras: “La fe sin obras está muerta” (Stg 2,17). Al creyente se le conoce por sus frutos: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos” (Mt 7,15-17). Así pues, siendo malos no pretendamos tener lámparas encendidas, o siendo buenos tener lámparas apagadas. No busquemos sorprender con engaños: "Ustedes aparentan ser buenos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios” (Lc 16,15). “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos" (Mt 15,8-9).

 Por tanto: las doncellas preparadas que entraron con el esposo a la sala nupcial (Mt 25,10) son los que entran al cielo, y son parte de los salvados, porque tuvieron encendidas la lámpara, ejercieron su fe, viviendo lo que el señor nos enseña (Lc 11,28). Llegar al cielo para estar con Dios no es de mera ilusión, ni de bonitas palabras sobre Dios (Mt 7,21), sino escuchando la palabra de Dios y poniendo en práctica las enseñanzas del Evangelio (Mt 7,24). Y vivir el mensaje del evangelio equivale ser de la postura de las mujeres prevenidas con las lámparas encendidas (Mt 25,10).

 ¿Qué significa, que la puerta se cerró? (Mt 25,10). Que cada quien tendrá que ocupar el lugar que le corresponde. Quien o quienes están preparadas(os) tendrán que ocupar un lugar en el cielo. Quienes no estaban preparadas(os), tendrán que quedar excluidas(os) de la sala nupcial (cielo) y ocupar las tinieblas (infierno=ausencia de Dios). ¿Qué, no es que Dios es misericordioso? (Lc 6,37), si Dios es muy misericordioso, pero la misericordia de Dios tiene su límite. La justicia divina s el límite de la misericordia: “La puerta está cerrada” (Mt 25,10). Al respecto conviene recordar aquella escena:

 “El pobre (Lázaro) murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico (Epulón) también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces (Epulón) exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan. Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo (cielo), y tú, el tormento (infierno). Además, entre ustedes (infierno) y nosotros (cielo) se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí (cielo) hasta allí (infierno) no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí" (Lc 16,22-26). De modo que la escena nos confirma que “la puerta cerrada” es el límite de la misericordia,  es decir la justicia divina. Y como el cielo (sala nupcial=fiesta) es eterna; el infierno (los excluidos=sin fiesta) es también eterno. Y al respecto se nos dice: “Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían muerto: grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al mar de fuego” (Ap 20,11-15).

 Por las razones ya citadas, Dios salvador nuestro quiere que todos nos salvemos llegando al conocimiento de la verdad (I Tm 2,4) y nos reitera: “No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,31-33). Así, pues, si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34); con el tema del amor, resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos (Lv 11,45). 

 Cumpliendo con eficiencia la misión encomendada: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se  salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir, depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven, depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el creyente autentico y el creyente falso? (Mt 23,3). Hacer buen trabajo evangelizador que es tare de todo bautizado (Mt 28,19-20) equivale ser prevenidos y tener la fe o la lámpara encendida (Mt 25,10). Por lo que, no es suficiente estar en vela sino cumpliendo la misión, que a su vez equivale tener lámpara encendida (Mt 25,10).

domingo, 29 de octubre de 2023

DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2023)

 DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2023)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 23,1-12

1 Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

23:2 "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;

23:3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.

23:4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

23:5 Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;

23:6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,

23:7 ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente.

23:8 En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.

23:9 A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial.

23:10 No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

23:11 El más grande entre ustedes será el que los sirva,

23:12 porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

De bonitas enseñanzas sobre el cielo no se llega al cielo, sino cumpliendo lo que se enseña: "Felices los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" Lc 11,28).

El Evangelio de este domingo termina con una invitación a la humildad: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23,12). Esta frase adquiere toda su relevancia a partir de lo que anteriormente ha dicho Jesús de los letrados y fariseos: “no hacen lo que dicen” (Mt 23,3), “lían fardos pesados y los cargan pero no mueven ni un dedo para empujar” (Mt 23,4), “todo lo que hacen es para que los vea la gente” (Mt 23,5).

En la contraparte están los que se humillan, los que tienen un sólo Maestro, un sólo Padre, un sólo Señor. Lo que pretende Jesús no es quitar determinadas palabras del diccionario, cualquiera se da cuenta rápidamente que podemos eliminar todas las palabras que queramos, mientras las ideas sean efectivas en nuestra mente, no servirá de nada porque aparecerán lo mismo a través de otras palabras. Por eso hay que ir al significado: Maestro es el que enseña, el que transmite la verdad, Padre el que da la vida, Señor el que tiene autoridad para mandar. Lo que nos dice Jesús es que nosotros, los cristianos, sabemos que la verdad es sólo Cristo (Jn 14,6), y nadie más, que la vida se la debemos a Dios, y a nadie más, que el único que puede exigir nuestra obediencia es Dios, y nadie más. Todos los demás maestros, padres y señores tienen una validez relativa, en tanto en cuanto a través de ellos podamos descubrir y entrar en relación con el único Maestro, Padre y Señor.

Si te preguntas: "¿Cómo saber que una palabra viene o no viene de Dios? Pues, si lo que el profeta dice en nombre del Señor y no se cumple lo que dice, esa palabra no viene de Dios¨ (Dt 18,21). La palabra o enseñanza debe ir acompañada por la obra; si es solo palabra, no tiene valor, no viene de Dios.

Siguiendo el hilo conductor de nuestra reflexión conviene reiterar las inquietudes: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos topamos en el domingo anterior con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y al prójimo (Mt 22,36).

“Dios nos ha elegido en la persona de Cristo antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia por el amor” (I Tes 1,4). El amor es estrategia eficaz para nuestra santificación ya que Dios quiere que seamos santos  cuando dice: “Uds. sean santos porque yo soy santo” (Lv 11,15). ¿Cómo santificarnos? Dios dice; “santifíquense cumpliendo mis mandamientos” (Lv20,7). Al santificarnos estamos revestidos con traje de fiesta: “¿Cómo entraste sin traje de fiesta” (Mt 22,12).  Y el traje de fiesta tiene connotación especifica en la vida de santidad.

Si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34), ahora resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos. Cumpliendo con eficiencia la misión: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se  salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir, depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven, depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el creyente autentico y el creyente falso? Es el tema de reflexión hoy.

“Cuando Jesús terminó de enseñar, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas” (Mt 7,28-29). Esta escena contraponemos aquella escena: “Ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 32,3-4). Con decir palabras bonitas respecto al cielo, o hablar todo el día sobre Dios, pero sin mover un solo dedo, no lograremos ganarnos el traje de fiesta, por ende no estamos con facultad de ser parte del banquete de boda del cordero ((Mt 22,12). Recordemos la enseñanza del maestro: “No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre? Entonces yo les manifestaré: Jamás los conocí” (Mt 7,21-23).

¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? El que escucha mis palabras y las practica. Es como un hombre que, construye su casa, puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construye su casa sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande"(Lc 6,46-49). Los falsos maestros son los hombres necios que creen que por hablar bonito sobre Dios se salvaran. “No hacen lo que dicen, dicen una cosa y hacen otras cosas” (Mt 23,3). Los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así? Él les respondió: "Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo" (Mt 15,12-14).

¿Cómo ser discípulos verdadero del maestro, y no ser falsos maestros? Jesús dijo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una letra ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se cumpla. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla lo que enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19). “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron! Jesús le respondió: Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican" (Lc 11,27-28). “Tengan cuidado de los falsos maestros, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego” (Mt 7,15-19).

El única modo de ser auténticos discípulos del maestro es: “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"(Jn 8,47). Luego de escuchar la palabra de Dios sigue poner en práctica su enseñanza: “Todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, es como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca” (Mt 7,24). “Ustedes son mis amigos si hacen y cumplen lo que yo les enseño. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn 15,14-15). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). San pablo dice: “Vivo yo pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). Viviendo en el amor de Dios somos hombres de Dios y es el mejor medio de enseñar.

Jesús nos enfatiza: “Les doy un mandamiento nuevo que se  amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34). Lo mismo dijo Jesús a la pregunta ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? (Mt 22,26) la respuesta fue: Ama a Dios y ama a tu prójimo. San Juan nos enfatiza: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

En nuestra reflexión conviene preguntarnos ¿Qué o cómo estamos anunciando el evangelio? Como mera teoría o con nuestro testimonio de vida? Si estamos anunciando a Jesús como teoría, no sirve, incluso se puede hacer teología pero sin Jesús. Al final cada uno tendrá que dar cuentas a Dios de como hizo su trabajo evangelizador. Se puede hacer una catequesis sistemático per si esa catequesis solo es sacramental y no contribuye a la salvación, pues quizá estemos a tiempo y podemos reorganizar nuestra catequesis.

No se ama lo que no se conoce. Si no conocemos a Dios, anunciamos un Dios desconocido, y  estamos perdiendo tiempo. Para conocer a Dios tenemos que empaparnos de la palabra de Dios que es Jesús el Señor: “La Palabra de Dios se hizo carne “(Jn 1,14). “A Dios nadie ha visto jamás, pero el Hijo que está en el senos del Padre, nos lo dio a conocer” (Jn 1,18).  Los judíos preguntaron: "¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre" (Jn 8,19). Si hacemos una catequesis sin conocer la sagrada escritura, estamos haciendo una catequesis sin Jesús, por ende sin Dios. De ahí que las catequesis inician con numerosos niños, y jóvenes, pero terminan con pocos y de los pocos, nadie sigue y ejerce su fe. ¿Qué está fallando, no estaremos en la línea de los falsos maestros?: “Enseñan una cosa y hacen otra cosa” (Mt 23,3).

domingo, 22 de octubre de 2023

DOMINGO XXX - A (29 de Octubre del 2023)

 DOMINGO XXX - A  (29 de Octubre del 2023)

 Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22,34-40:

 22:34 Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar,

22:35 y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

22:36 "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?"

22:37 Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.  

22:38 Este es el más grande y el primer mandamiento.

22:39 El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

22:40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". PALABRA DEL SEÑOR.

 REFLEXIÓN:

 Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

¿Qué obras buenas tengo que hacer para entrar en el cielo? Dijo Jesús: Para entrar en el cielo deberás cumplir los mandamientos” (Mt 19,16). Los mandamientos de Dios son diez (Ex 20,3-17). Pero los judíos han diversificado dichos mandamientos en más de seiscientos. Por eso, el doctor de la ley no sabe cuál de tales leyes es lo más importante. De ahí, la pregunta: ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? (Mt 22,36). Jesús dice: el amor a Dios es lo primero y el segundo el amor al prójimo. San Juan agrega muy bien al respecto al decir: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

 Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo y, en tal sentido el Señor en sus enseñanzas dijo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). Solo quienes trabajan en la viña se gana el denario, que es el pasaje para entrar en el cielo.

“El rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). ¿Qué connotación de significatividad tiene lo del Traje de fiesta? San Pablo dice: “Uds. han sido purificados, santificados y por ende salvados en nombre de Jesús el Señor” ( I Cor 6,11). Llevamos traje de fiesta cuando tenemos alma  puro y santo: Felices los que tienen corazón puro y limpio” ( Mt 5,8); Sean Uds para mi santo porque yo soy santo” (Lv 20,26).

 Todos los judío saben que el primer mandamiento de toda la ley es el amor a Dios, pero Jesús va más lejos en su respuesta y agrega, el segundo es similar: "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37-39). Que el segundo mandamiento sea igual y tan importante como el primero. Es decir, que amar al prójimo es tan importante como amar a Dios. Además añade, que toda esa gama de mandamientos y preceptos que el pueblo multiplicó de los diez mandamientos, en total más de seiscientos, todos ellos quedan reducidos a dos principios: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mt 22,37-39), Aquí hay toda una enseñanza nueva e incluso una nueva concepción de Dios. Para nosotros tampoco hay duda en aceptar que el amar a Dios es el primer mandamiento de la ley, pero no estamos tan convencidos en poner en el mismo nivel, al amor al prójimo. Lo digo porque hoy tenemos muchos conflictos en el mundo, guerras, odios, rencores, mucha gente que muere de hambre… me van a decir que ¿si nos amáramos como Jesús nos dice hoy, habría tanta miseria en el mundo? Jesús no dio tanta importancia al primero, no porque no le importase el amor a Dios sino que el amor autentico a Dios pasa por el amor al prójimo. No en vano, a lo largo del Evangelio como enseñanza central de Jesús es esta: “Les doy un mandamiento nuevo; que se amen unos a otros como yo les he amado, en esto les reconocerán que son mis discípulos, en que Uds. saben amarse unos a otros como les amé” (Jn 13,34).”

 El amor del auténtico creyente tiene que tener su sustento en las mismas palabras y enseñanzas de Jesús. Y para dar mayores pautas del amor del que Jesús nos habla hoy, recordemos  cuando Jesús nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra… Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,38-48).

 Pero, Jesús ¿nos pide amar incluso hasta a los enemigos? Si, y Jesús nos lo ha demostrado que si es posible amar al enemigo. Desde la cruz, cuando sus enemigos lo están crucificando, la primera palabra que dijo es: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen conmigo” (Lc 23,34) y la última palabra es expresión de su amor y fidelidad al Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu y dicho esto murió” (Lc 23,46). Escena que Juan los describe así: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).

 Luego, mismo Jesús nos lo dice que esta es la medida del amor del que nos habla en sus enseñanzas: “Les doy un mandamiento nuevo. Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado. En esto les reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros como yo les amé" (Jn 13,34). Y el amor con que Jesús nos ha amado procede del mismo Padre cuando nos dice: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,8-10).

 Como vemos las enseñanzas de Jesús están todas centradas en lo más profundo deseo y querer de Dios a quien nos ha presentado como Padre cuando le dijeron: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras” (Jn 14,8-11). Y a este Dios Padre, nos presenta como Padre amoroso (Jn 15,9). 

Porque simplemente Dios es amor (I Jn 4,8).

 ¿Cómo ser amados por el Padre amoroso que es Dios que Jesús nos presenta? Pues ahora nos lo ha dicho: Amando al prójimo podemos amar y ser amados por Dios Padre amoroso (Mt 22,36-39). Y con razón en las cartas de Juan y en los cuatro evangelios están desplegadas solo esta premisa: “Queridos hijos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor(I Jn 4,8). Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros “ (I Jn 4,7-12). Y lo reitera Juan lo mismo que hoy nos ha dicho Jesús: "Quien dice que ama a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, y no amar a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (I Jn 4,20-21). “Hijitos míos, no amemos de labios para fuera y de palabra, sino con obras y de verdad” (I Jn 3,18).

 San Pablo nos definió sabiamente en una sola palabra: “Si no tengo amor no soy nada” (I Cor 13,2). Pero también nos deja su enseñanza al dimensionar entre el amor al prójimo y a Dios: “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8). Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, (Éx 20, 14; Lev 18, 20;20, 10; Dt 5, 18;  MT 5, 27;19, 18; Mc 10, 19; Lc 18, 20; Stg 2, 11;  no matarás, (Gn 9, 6;Éx 20, 13; Lev 24, 17; Dt 5, 17). “El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley” (Rm 13,10). Jesús a la pregunta del joven rico (Mc 10,17) responde resumiendo los mandamientos: 1º,2º,3º en el amor a Dios; Los mandamientos: 4º,5º,6º,7º,8º,9º,10º en el amor al prójimo.

Las preguntas que hacen a Jesús son de orden superficial, como la pregunta del domingo pasado: ¿Es dable pagar impuesto al cesar o no? Jesús les dijo den a César de lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,17-21), pero la pregunta de esta vez es mucho más radical. Porque hoy le preguntan por lo esencial: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?” (Mt 22,36). La intención no era muy sana, pero no deja de ser de mayor profundidad. Le preguntaron “para ponerlo a prueba”. Y Jesús que no le gusta los rodeos, aceptó el reto y se definió con toda claridad respecto a la ley de Dios y la ley de la convivencia basado en el: “El amor.” (Mt 22,27-29). El amor a Dios y el amor al prójimo. El resto de la ley que para los judos son más de seiscientos no sirve de nada cuando no hay amor. San Pablo lo entendió muy bien cuando dijo al respecto:

 “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás” (I Cor 13,1-8).

 En la enseñanza de Jesús lo más maravilloso de la revelación de Dios está en que ha valorado tanto al hombre que casi lo pone en términos de igualdad con Él. Toda la ley se compendia en amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,37-39). Quien dice amar a Dios, no ama al prójimo “es un mentiroso” (I Jn 4,20). Yo me siento preocupado de cuántos seremos los mentirosos que andamos por la vida. La mayor mentira no es la que le dices a tu amigo para no complicarte la vida. La mayor mentira que podemos decir es decir que amamos a Dios sin amar al hermano porque hace mentiroso nuestro amor a Dios. ¿Quieres saber si amas a Dios? Pregúntate cuánto amas al prójimo y cómo le amas. Tu amor al prójimo te da la medida y la calidad de tu amor a Dios. Además, si amas de verdad, olvídate del resto. Quien pueda responder a estas dos preguntas ya aprobó el examen de lo demás por tanto ya está vestido con traje de fiesta y participará del banquete de boda del cordero en el cielo (Mt 22,12).

 Si, yo voy a Misa todos los domingos. Pero no amo ni perdono. Yo rezo diariamente el rosario. Pero no amo ni perdono. Yo leo diariamente el Evangelio. Pero no amo ni perdono. Yo me confirmé. Pero no amo ni perdono. Yo me confieso con frecuencia. Pero no amo ni perdono. Yo comulgo diariamente. Pero no amo ni perdono. Recuerda lo que ya nos ha dicho Jesús: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). ¿Me quieres decir, entonces de qué te sirve todo esto, y tanta oración? ¿Me quieres decir de qué te sirve la misa si sales con el corazón envenenado de rencor? ¿Me quieres decir de qué te sirve comulgar, si luego no perdonas a tu hermano? Dios está donde hay amor. Dios solo entiende el lenguaje del amor. Dios solo cree al amor, porque “Dios es amor”(IJn 4,8). Con razón, San Juan nos recuerda: "Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso" (I Jn 4,20).

 En resumen: “Nadie ha visto nunca a Dios, Pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,12). Si vivimos imbuidos en el amor de Dios, somos hombres de Dios y como Pablo podemos exclamar: “Vivo yo, pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). ¿Cómo compruebo que Cristo vive en mí? Cuando siento amor por mi prójimo, como Cristo nos amó hasta dar su vida por nosotros en la cruz. Jesús nos lo dice: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

domingo, 15 de octubre de 2023

DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2023)

 DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2023)

 Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21:

 22:15 Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.

22:16 Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.

22:17 Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?"

22:18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?

22:19 Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario.

22:20 Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?"

22:21 Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

 Estimados(as) hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.

Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. (Gn 1,26-27).  Luego, “Dios tomó al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo cultive y cuidase. Y le impuso el mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,15-17).

La dignidad del hombre consiste en: Llevar grabado en su ser la Imagen de Dios su creador. Como criatura de Dios le corresponde obedecer el mandato: Solo puede comer de los árboles que le ha sido permitido (Gn 2,16). Y Dios sabe por qué se reservó el árbol prohibido, de la ciencia del bien y del mal para para sí. Pero, luego pasa algo: “Replicó la serpiente a la mujer. De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman del árbol prohibido, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal" (Gn 3,4-5). La serpiente que escenifica al demonio fíjese lo que dice a la mujer: “Serán como Dioses al comer del árbol prohibido” (Gn 3,4). La gran tentación del enemigo es instigar al hombre que se sienta igual a Dios. Así hoy tenemos la escena del evangelio: "La imagen del Cesar César equiparado con la Imagen de Dios”. Para los romanos y muchas culturas. Al respecto Dios manda al pueblo: “No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra” (Ex 20,3-4). Por eso Jesús aclaro muy bien al responderles: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mt 22,21).

“Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente medio para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido” (Gn 3,6). San Pablo dice: “Por un solo hombre entro el pecado en el mundo y con el pecado la muerte porque todos pecaron” (Rm 5,12). El pecado ahora consiste en que el hombre se busca dioses a su medida y capricho. Un dios manipulable. Inclusos en lugar de Dios poner el dios dinero, al respecto dijo ya Jesús:  “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero al mismo tiempo” (Mt 6,24). Y San Pablo también dice: “La raíz de todos los males en el mundo es el amor al dinero, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos” (I Tm 6,10).

“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). El domingo anterior hemos dicho que, se salvaran todos los que entran al banquete de boda del Cordero.  Previa aceptación de la invitación que se nos hace (Mt 22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los que están revestidos con traje de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Llevando grabado en mi ser la Imagen de Dios mi creador. Como criatura de Dios me corresponde obedecer el mandato: Solo puedo comer de los árboles que me ha sido permitido (Gn 2,16). Y no me está permitido hacer lo que se me antoje. No podré llegar jamás al cielo haciendo lo que mi capricho me dice, sino obedeciendo y cumpliendo los mandatos de Dios.

Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1).

El domingo anterior Jesús nos decía: “El reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda la boda de su Hijo. Mandó criados para que inviten a la boda…” (Mt 22,1-14). Y hemos resaltado el episodio: “El rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos ¿Qué significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San Pedro “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta del banquete de boda del cordero que es el en el cielo y  es eterno, hay que estar con traje de fiesta, hay que ser santo sí o sí.

El anhelar estar en el cielo (Mc 10,17), no nos hace exentos de nuestras obligaciones y deberes en este mundo: Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt 22,18-21). Esta enseñanza nos transmite varios elementos a tener en cuenta:

1. Como vimos, nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros deberes políticos: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Al respecto dice San Pablo: “Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. Por eso es necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber de conciencia” (Rm 13,1-5).

2. El episodio del evangelio de hoy, preguntan a Jesús:“¿Se debe pagar el impuesto al César o no?”

Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los fariseos le quieren tender (Mt 22,18). Afirmar o negar el pago reclamado por los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador de la rebelión y enemigo del César o autoridad. Un SÍ implica aceptar la ocupación romana y negar el ansia judía de liberación. Recordemos que los romanos dominan sobre los judíos desde el años 64 Ac. y les han impuesto no solo duras cargas en el impuesto, sino que además les han quitado lo más precioso, el dar culto a Dios Yahveh, el que los liberó de la esclavitud (Lv 11,45) Y están obligados a dar culto al dios Cesar. Los judíos tienen una única esperanza: que el mesías prometido, llegará pronto y vencerá y desterrará de sus tierras a los invasores, los romanos.

En el evangelio de hoy, Jesús se eleva por encima de la situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores. Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo: “Den a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Dios tiene sus derechos y el César tiene los suyos. Pero es de considerar que Lo de Dios no está en el mismo nivel que del Cesar.

3. “Dad al César lo que es del César.”

La autoridad estatal es instrumento de Dios para la realización de la voluntad de Dios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran. La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos de Dios. San pablo también nos dice: “Por eso también, ustedes deben pagar los impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios encargados de cumplir este oficio. Den a cada uno lo que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido” (Rm 13,6-7). Cristo tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.

Condecir “a Cesar lo que es del Cesar” (Mt 22,21), exige también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad. De modo que, nuestra fe no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos. No hay duda de que pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín: “Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”

4. Lo dicho por Jesús, el Maestro por excelencia  vale con mucha más razón para para nosotros: “”Dad a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21b)”. O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Si alguna autoridad actúa fuera de la voluntad de Dios, no estamos obligados a la obediencia. Por ejemplo que nos digan “El aborto terapéutico no es pecado” ¿Cómo que no es pecado? ¿Acaso matar un ser indefenso en el vientre de la madre no es un pecado atroz? Cuando el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle la obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas. Por eso, cuando un Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es nuestra obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay una “rebeldía” santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires, porque no quisieron dar al César lo que es de Dios. Esta actitud es saber defender la verdad. Nos dijo Jesús: “Uds. serán mis verdaderos discípulos si perseveran en mis palabras y conocerán la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31).

Tal vez, hoy no haya tal persecución sangrienta, pero sin embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que no podemos aceptar ni apoyar como cristianos. Por eso, tenemos que criticar constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además, debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran responsabilidad para que nos guíen por el camino de la verdad.

5. Por las razones expuestas, hoy es necesario optar con serenidad por las autoridades que sepan tener estos principios para que no nos lleven por el mal camino. Nuestra confianza debe ir para hombres inteligentes y solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor garantía para un futuro más fecundo y el porvenir de nuestra sociedad. Porque las cosas de Dios no son negociables ni para los creyentes ni para los incrédulos. Pero también el ser cumplidores con Dios no nos hace exentos de nuestros deberes, en suma: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” (Mt 22,21). El Hijo de Dios sabe cumplir con las cosas del Cesar, cosas de este mundo; pero con más razón con las cosas de Dios.

No podemos atrevernos a sacrificar las cosas de Dios por las cosas del Cesar. De este principio nace los mártires como defensores de las cosas de Dios: “Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt 10,19-23).

"Yo soy el Señor y no hay otro" (Is 45,6). Estas palabras de la 1ª.lectura son la clave para entender el evangelio de este domingo. Con bastante frecuencia mal entendido, o utilizadas tendenciosamente para crear y defender visiones supuestamente contradictorias de la relación entre Dios y el poder político.  Y solo para tener primacía de lo Humano (del Cesa) y dejar de lado lo espiritual (de Dios). Cuando Jesús dice "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt 22,21) nos invita tener en cuenta por siempre la dimensión humana y la dimensión espiritual. Y de amabas dimensiones tiene su primacía la dimensión espiritual (Cosas de Dios): “El amor a Dios es lo primero, y el segundo e similar: Amor al prójimo” (Mt 22,36).

Jesús, antes de responder, pregunta quién es el que está representado en una moneda, de quién es esa imagen. En este contexto se sitúa la respuesta de Jesús: «La imagen de la moneda pertenece al César, pero el hombre no debe de olvidar que lleva consigo la imagen de Dios (Gn 1,27), por lo tanto, sólo le pertenecen a El, (Dios) todo lo que en la creación existe.

¿Habrá algo en el mundo que no sea de Dios? Son de Dios los hombres y las cosas, el presente y el futuro, los gobernantes de todo tipo. Todos somos de Dios, llevamos la imagen y la inscripción de Dios en nuestro ser profunda. Imagen que puede desdibujarse, pero nunca borrarse del todo mientras vivimos. Y porque somos de Dios, cada uno de nosotros vale más que cualquier autoridad civil o religiosa de la tierra. Ninguna autoridad puede arrogarse atributos totalitarios y absolutos; ninguna autoridad es dueña del hombre y de su conciencia. Ser de Dios nos obliga a realizarnos como personas responsables y solidarias, a llevar a plenitud el plan que Dios se propuso realizar en nosotros, como individuos y como humanidad, antes de crear el mundo (Ef 1,4-5).

domingo, 8 de octubre de 2023

DOMINGO XXVIII - A (15 de Octubre del 2023)

 DOMINGO XXVIII - A (15 de Octubre del 2023)

 Proclamación del Santo Evangelio según San Mt 22,1-14:

 22:1 Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo:

22:2 "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.

22:3 Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.

22:4 De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas".

22:5 Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;

22:6 y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

22:7 Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.

22:8 Luego dijo a sus servidores: "El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.

22:9 Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren".

22:10 Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

22:11 Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.

22:12 "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio.

22:13 Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes".

22:14 Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos" PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

La universalidad de los invitados. Los siervos invitan a los hombres en las encrucijadas de los caminos. La llamada de Dios no pone condiciones preliminares, y ningún hombre es excluido. La invitación se dirige a todos y, en todo caso, la sala debe estar llena. La equivalencia eclesiológica de este universalismo es que la Iglesia debe dirigir a todos, sin distinción, su invitación a la salvación; la comunidad cristiana debe considerarse como un lugar de gran reunión, como la casa de todos -también de los pecadores-, de la cual nadie en principio está excluido.

Vestir traje de fiesta: La entrada del rey en la sala del banquete para saludar a los comensales aparece como un acto judicial, preludio del juicio final. "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" (Mt 22,12). Asistir a la fiesta implica estar en relación de amistad con el rey y con su hijo; subrayaba la primacía de la solidaridad humana, del amor fraterno, por encima de todas las demás cosas. El festín del reino no es un refugio fácil donde los invitados entren como quieran. Todos los invitados deben ser conscientes de que entrar en el banquete mesiánico implica revestirse interiormente con el "traje de fiesta, vida de santidad"(Lv 20,26). Tanto a los primeros como a los últimos invitados se les exigen ciertas actitudes para entrar en el reino. Con Jesús se acaba toda discriminación: no hay buenos ni malos por nacimiento, por raza, por el tamaño de la cartera, por pertenecer a la Iglesia... Aceptar la invitación quiere decir aceptar el reino con todas sus consecuencias: cumplir las condiciones marcadas por Jesús en el sermón de la montaña (Mt 5-7) -sintetizadas en las bienaventuranzas (Mt 5,3-10)- y que culminó en la última cena (Jn 13-17). “Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del cordero, y su esposa se ha engalanado  y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura - el lino son las buenas acciones de los santos. Luego me dijo: Felices los invitados al banquete de bodas del cordero. -Me dijo además- Estas son palabras verdaderas de Dios” (Ap 19,7-9).

Del hecho de pertenecer a la comunidad eclesial no se sigue automáticamente la entrada en el reino; es necesaria una transformación personal, expresada en la imagen del traje de fiesta, símbolo de la nueva vida a la que debemos ajustarnos: la vida de Jesús. Es verdad que todos somos llamados, pero la elección depende de nuestra respuesta (Mt 22,14).

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña y los contrato por un denario por jornada” (Mt 20,1). “Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió mensajeros para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir” (Mt 22,1-3)…  “Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo” (Mt 13,34-35). Todas las parábolas se refieren al Reino de los Cielos. ¿Por qué Jesús se preocupa en hablarnos muchas y muchas veces sobre el Reino de los Cielos? Por dos motivos: 1) “Si cuando les hablo sobre las cosas de la tierra, no me creen, ¿cómo van a creer y entender cuando les hable sobre las cosas del cielo?” (Jn 3,12). Para hacernos entender sobre las cosas del cielo es como nos habla usando muchos ejemplos o parábolas. 2) “Dios salvador nuestro quiere que todos los hombres se salven llegando al conocimiento de la verdad” (ITm 2,4).

 “Ante los hombres esta la vida está y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará” (Eclo 15,17). Dios nos dice: “Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia” (Dt 30,19). Escoger la vida es optar por la salvación y no por la condenación. De ahí es conveniente interesarnos y preguntarnos: “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16).

“Muchos son los llamados, pocos los escogidos” (Mt 22,14). El mensaje es que Dios no nos obliga, no nos mete a empellones al Reino de los Cielo; sino que, más bien nos deja a la libre decisión y espera nuestra respuesta muy pacientemente. Es así como: Los hijos son invitados a trabajar en la viña del padre. A los viñadores se les recuerda que deben entregar los frutos que le corresponden al patrón. Los invitados son llamados a participar en el banquete de la boda del Hijo del Rey. Y conviene recordar que solo tenemos dos opciones: Si o no (Mt 5,37). Y cada una de estas opciones tienen connotaciones muy distintas como efecto: El cielo o el infierno (Lc 16.19-31).

Jesús otra vez habló en parábolas (Mt 13,34) y les dijo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir… no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los apaliaron y los mataron” (Mt 22,2-6). En efecto, Dios nos ha enviado un montón de tarjetas de invitación a la boda de su Hijo y los que recibieron estas invitaciones no quisieron participar de la boda. Todos estaban demasiado ocupados, sus ocupaciones eran más importantes que la boda de Jesús con el hombre (Lc 9,57-62). Nunca comprendieron o comprendimos lo que se nos dice: “Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap 19,9).

 La relación de Dios con el hombre se describe en la Biblia como alianza: “Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31,33).  Mismo Jesús se declaró en algún momento como el novio: "¿Acaso los amigos del novio pueden estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará el momento en que el novio les será quitado, y entonces ayunarán. (Mt 9,15). La Iglesia presentada como la novia: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo” (Ap 21,2). ¿En qué momento es el desposorio entre el novio y la novia si no es el momentos del sacrificio de la redención?: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). ¿Se imaginan la muerte de Jesús como una boda? ¿Y se imaginan que, nosotros a veces nos neguemos a participar de la boda de Dios con nosotros en cada Santa Misa festiva o dominical?

 Los primeros invitados, los que han tenido preferencia y se negaron a asistir, serán suplidos por otros, por aquellos a quienes nadie invita. Salgan, dice, al cruce de los caminos e inviten a todos los que encuentren bueno y malos. No se fijen si son de los que la gente excluye y margina. Desde ahora, quiero que todos sean invitados del novio y participen de la boda de mi Hijo (Mt 22,9). La parábola de los invitados a la boda, puede ser un bello modelo de cómo quiere Jesús que sea su Iglesia. Si Jesús es el novio, la Iglesia es la novia, y el Padre es quien organiza la fiesta de bodas. Y ¿dónde entramos a tallar nosotros si no es en la iglesia por el bautismo? (Jn 3,5). Pero no todos tienen vocación de fiesta. Abundan los que siempre tienen alguna excusa para no asistir y, claro, siempre son los mismos. Los que han comprado campos. Los que tienen que probar la nueva máquina.  Pero aquí un detalle. Dios no se da por rendido. Por eso dice: “Salgan al cruce de caminos, y a todos los que encuentren, invítenlos a la boda.” Los criados salieron y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos.” Entonces la sala se llenó de comensales (Mt 22,9).

 Pero antes del inicio de la fiesta de boda, hay un detalle importante. El Rey entró a saludar a todos los comensales y advirtió que uno, no llevaba traje de fiesta, era un intruso y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta? El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,12-13). Es necesario revestirnos con traje de fiesta. Claro que hemos sido invitados a la boda no por ser buenos, sino incluso por ser malos, pero al entrar en la fiesta, en la misma puerta debemos despojarnos del traje de luto, dolor, resentimientos, rencores, etc. Quien pretende participar de la fiesta ceñida de falsedad o hipocresía, no está revestido con traje de fiesta, y será echado a las tinieblas, que es el infierno: “Epulón exclamó: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan" (Lc 16,24).

 El traje de fiesta es la santidad. Si deseamos estar en el banquete de bodas del hijo, debemos si o si revestirnos con traje de santidad. Jesús oró al padre: “Hazlos santos mediante la verdad. Tu palabra es verdad” (Jn 17,17). San  Pedro dice: “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, (IPe 1,15) de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo, (Lev 9, 2).                                                          

 Somos especialistas en saber disculparnos: “no tengo tiempo”, “estoy ocupadísimo”, “otra vez será”, “lo siento mucho pero no puedo”. También somos educados en disculparnos ante Dios: “Se me pasó y no me di cuenta que era domingo o fiesta.” “Tenía mucho que hacer, porque durante la semana trabajo.” “Tenía que cuidar de mis niños.” Cuando se trata de negarnos a creer, tampoco nos faltan motivos: “Es que la Iglesia no soluciona el problema de los pobres.” “Es que en la Iglesia hay muchos pecadores.” “Es que la Iglesia está compuesta de hombres.” “Yo sí creo en Jesús, pero no en la Iglesia.” “Yo sí creo en Dios, pero a mi manera.” Nos falta mucha sinceridad y nos sobran disculpas. Nos falta mucha honestidad con Dios y nos sobran razones para no creer en Él. Creo a cualquier noticia de periódico y hasta la divulgamos, pero eso de creer en Dios está ya desfasado y pasado de moda. Eso por no decir, Dios me estorba porque me impide vivir como yo deseo. Yo quiero ser libre. Se olvidan que Dios es libertad. No me conviene creer en el Evangelio porque tendría que cambiar de vida y no estoy dispuesto a hacerlo. Por eso, muchos que dicen no creer, en el fondo llevan como una polilla que les habla de Dios.

 Hacer cosas de Dios no es cuestión de ilusiones. No seamos como el joven rico que ilusiona el cielo y ahí queda todo: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no mientas, no robes… él dijo: todo eso ya cumplí, que más me faltará? Jesús le dijo: si quieres ser perfecto anda, vende todo y dáselo a los pobres y luego ven y sígueme” (Mc 10,17). Dijo también que al cielo no se llega con bonitos deseos: “No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?". Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal" (Mt 7,21-23).

domingo, 1 de octubre de 2023

DOMINGO XXVII – A (08 de Octubre del 2023)

 DOMINGO XXVII – A (08 de Octubre del 2023)

 Proclamación del Santo evangelio según San Mateo: 21,33-43

 21:33 Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

21:34 Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.

21:35 Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.

21:36 El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.

21:37 Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo".

21:38 Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia".

21:39 Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.

21:40 Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?"

21:41 Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo".

21:42 Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?

21:43 Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes, para dárselo a un pueblo que dé frutos a su tiempo para el reino de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados hermanos en el Señor Paz y Bien.

Cuando el Señor aplica en sus enseñanzas usando parábolas, conviene traer a colación la pregunta del joven rico: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16).  Y por el reino de los cielos entiéndase simplemente el “Cielo”. ¿Por qué tiene tanta importancia el cielo para Jesús? Porque lo opuesto del cielo es el infierno (Mc 16,15). Al cielo no se entra haciendo lo que uno quiere: Los viñadores asesinos (Mt 21,35-39), sino haciendo lo que el señor quiere: “Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy riguroso; pero el que sin saber la voluntad de su señor reprueba el querer de su señor recibirá un castigo menor. Porque a quien se le dio mucho, se le exigirá mucho mas.”  (Lc 12,47-48). “Si se mantienen fieles a mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad les hará libres.”  (Jn 8,31).

 En las enseñanzas de los domingos anteriores se nos ha dicho: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1)…  al fin de la jornada salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin trabajar?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros" (Mt 20,6-8). Luego, un hombre tenía dos hijos dijo al primero le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?" "El primero" Respondieron (Mt 21,28-31). Hemos dicho que no se puede obtener la salvación con un si (palabras) luego no (hechos); decir que creo en Dios y luego con mi conducta niego la fe profesada. Para obtener nuestra salvación hace falta creer en Dios y luego hacer vida la fe profesada.

En la enseñanza de hoy, la “parábola” de los viñadores asesinos (Mt 21,33-43) en realidad es un conglomerado de “alegoría” que tiene un correspondiente significado en la realidad, así:

1) La viña significa Israel (Mt 21,33b), Jerusalén (Mt 21,39), el Reino de Dios (Mt 21,43). 2) El propietario de la viña es Dios (llamado el “Señor” en el Mt 21,40). 3) Los viñadores son los líderes de Jerusalén e Israel. 4) Los frutos son las buenas obras de justicia que Dios espera que se hagamos. 5) El rechazo de los siervos significa el rechazo de los profetas. 6) El envío y el rechazo del hijo, significa el envío y el rechazo de Jesús por parte del pueblo. 7) El castigo de los viñadores homicidas, es la destrucción de Jerusalén. 8) Los nuevos viñadores es la Iglesia universal que Jesús edificó.

Esta parábola de hoy tiene dos partes:

1): Narración de la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-39): Comienza con una invitación a la escucha: “Escuchen otra parábola (Mt 21,33)”: Una serie de tres envíos por parte del dueño para solicitar los frutos y tres respuestas agresivas por partes de los viñadores. (Mt 21,34-39)

2): Aplicación de la parábola (Mt 21,40-43): Jesús plantea una pregunta: “Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores malvados?” (Mt 21,40). Respondieron la pregunta de Jesús: “Les dará una muerte miserable” (Mt 21,41). Luego, Jesús da un comentario sobre la piedra angular rechazada (Mt 41,42-43). 

Idea central (Mt 21,42): La parábola tiene como punto central el rechazo de Jesús por parte de Israel y la necesidad de que los discípulos de Jesús sean responsables con sus frutos. Al final de la parábola se anuncia la paradoja pascual: el hijo rechazado se convierte en la piedra angular de una edificación. Esta construcción es imagen de la comunión que se construye en el Cristo Pascual, piedra viva de la cual nos aferramos.

Destacamos dos imágenes que vienen del A.T: La viña como símbolo de Israel. En el (Mt 21,39) simboliza a Jerusalén y en el (Mt 21,43) el Reino. Simboliza los privilegios que Dios le concedió al pueblo de la Alianza, así como lo vemos en Isaías 5,1-7 (primera lectura), en la cual se dice: “La viña del Señor de los ejércitos es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación exquisita”. En este contexto se comprende el juicio profético: “Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos” (Is 5,7).

Los profetas como “siervos” enviados por Dios. Es una constante en los textos proféticos. Ésta era la conciencia del gran profeta Elías: “Que se reconozca hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he obrado todas estas cosas” (1 Re 18,36). Un oráculo en el profeta Isaías dice: “Mi siervo ha andado descalzo y desnudo durante tres años…” (Is 20,3). Otro en el profeta Jeremías es más enfático: “Os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente” (Jer 7,25). Y constantemente se deja sentir el lamento de Dios porque el pueblo rechaza a sus servidores: “Pero no me escucharon ni aplicaron el oído, sino que atiesando la cerviz hicieron peor que sus padres” (Jer 7,26). Con base en estos datos que provienen del Antiguo Testamento, se construye una parábola que pone de relieve el envío a la viña del Señor, ya no de un siervo más, sino del Hijo de Dios (Jesucristo).

En el evangelio de hoy, primer lugar se observan los cuidados que el propietario le provee a su viña: la deja completa y hermosa. Luego la arrienda y se ausenta (Mt 21,33). Viene luego una serie de tres envíos por parte del propietario para recibir los frutos que le corresponden. Se va notando una progresión tanto en número (el segundo grupo de siervos es mayor que el primero) como en calidad (el último enviado es su hijo).  Llega así el momento trágico del asesinato del hijo. Los labradores reflexionan: “Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia” (Mt 21,38). Hasta aquí la parábola está releyendo la historia de la muerte de Jesús. Dios, el propietario, envía a siervos que, como Juan Bautista, no son oídos. Cuando el propietario manda a su propio hijo el trato al principio es similar, incluso peor.  Los labradores representan a aquellos que no tienen interés en entregar sus frutos de conversión (Mt 3,8) y prefieren quitar de en medio, de manera definitiva, la voz perturbadora que pide responsabilidad (Mt 21,45-46). Estas son las actitudes que terminan llevando a Jesús hasta la muerte. Pero la irresponsabilidad se revierte contra los agresores: darán cuenta de sus actos y perderán sus privilegios, incluso la vida.  La viña entonces será entregada a otros labradores que sí entregarán los frutos (Mt 21,41).

Esta parábola que leemos en el hoy de la Iglesia vuelve a cuestionar si a quien finalmente se le traspasó la viña está siendo responsable con su tarea.  Podemos caer en la presunción de considerarnos pueblo elegido y dormirnos en nuestras responsabilidades. No cuenta tanto la belleza del discurso ni las grandes obras que se hagan sino la conversión al mensaje profético de Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,15).

La frase del Mt 21,43, “para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”, está precedida por el anuncio de una piedra angular que al darle cohesión a todo el edificio supone superadas las fragilidades que llevaron a los primeros labradores a cometer su error. Por lo tanto la responsabilidad es mayor.

Fíjense, aquí en la gran providencia de Dios y en la inexplicable indolencia de los labradores. En verdad, mismo Dios hizo lo que competía a los labradores: edificar la cerca, plantar la viña y todo lo demás. Apenas les dejó la menor de las tareas: guardar lo que ya tenían, cuidar lo que les había sido dado. Nada fue omitido, todo estaba listo. Pero ni así supieron sacar provecho, no obstante los grandes dones recibidos de Él. Porque fue así que, al salir de Egipto, les dio la Ley, les edificó una ciudad, les preparó un altar, les construyó un templo y se ausentó, esto es, tuvo paciencia con ellos, no castigándolos siempre de forma inmediata por sus pecados. Porque esta ausencia quiere significar la inmensa longanimidad de Dios. Y les mandó sus criados –los profetas– para recibir el fruto, esto es, la obediencia que ellos debían mostrar por sus obras. Pero ellos también aquí mostraron su maldad, no sólo en no dar fruto después de tanta solicitud… sino también en irritarse por su venida”.

¿No estaremos incurriendo en la misma falta de los judíos, al ser improductivos e incluso indiferentes con el don de la fe que recibimos Dios? Y si es así, Dios ¿No nos estará increpando con esta parábola al decirnos: Se les quitará la viña y daré a otros viñadores y todo porque no supimos dar frutos? Recordemos aquello que el mismo Señor nos dijo: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía… Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Jn 15,1-4).   

Esta parábola (Mt 21,33-43) en que el Señor nos describe la persecución de los profetas (A.T.), El Hijo Crucificado, se volvió a repetir con los apóstoles quienes han sido perseguidos y así nuestra Iglesia nació edificada sobre los mártires de los tres primeros siglos. Aquí, por ejemplo la escena que se nos narra, la persecución de Pedro y los demás apóstoles: “Los sumos sacerdotes, hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: ¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso? Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque en ningún otro hay salvación, ni existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos" (Hch 4,7-12). 

“¿Qué hemos de hacer para obrar en el querer de Dios? Jesús les respondió: La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado.” (Jn 6,28-29). “El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; si Uds. no las escuchan, es porque no son de Dios” (Jn 8,47). Para entrar en el cielo hace falta hacer el querer de Dios y el querer de Dios es que demos frutos de buenas obras (Gn 1,31).