sábado, 3 de febrero de 2018

DOMINGO V – B (04 de febrero del 2018)

DOMINGO V – B (04 de febrero del 2018)

Proclamación del santo evangelio según San Marcos 1,29-39:

1:29 En aquel tiempo, cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
1:30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
1:31 Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
1:32 Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
1:33 y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
1:34 Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
1:35 Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
1:36 Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
1:37 y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
1:38 Él les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
1:39 Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN.

Estimados(as) amigos(as) en el Señor paz y bien:

Recordemos que, cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?" (Mc 10,17). Esta pregunta  o inquietud es eje conductor de nuestra reflexión en el presente año. Para heredar la vida eterna tenemos que salir o cumplir la misión de anunciar el Evangelio. Una misión que tiene pautas precisas: "Vayan por todo el mundo, enseñen el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: expulsarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán" (Mc 16,15-18). Pero para cumplir esta noble misión tenemos que aprender del maestro en su primer día de jornada misionera.

El domingo anterior meditamos la actitud de asombro por parte de la gente: “Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!" (Mc 1,27). Hoy el evangelio describe la primera jornada de misión que Jesús despliega. De la enseñanza a la misión.  En efecto, el evangelista Marcos introduce el ministerio público de Jesús con la narración del primer día misionero. Éste sucede en Cafarnaúm y comprende:

1) Primero (se sobreentiende que sucede por la mañana) Jesús va a la sinagoga; 2) luego Jesús sigue a la casa de sus dos primeros discípulos; 3) al atardecer, acoge la multitud de enfermos y posesos que se aglomeran en la puerta; 4) pasada la noche, al amanecer, Jesús se va a orar a solas.

Enseguida vemos que lo que se hizo en Cafarnaúm se repite muchas veces en los pueblos vecinos. Sabemos así, qué es lo que Jesús hace en su misión en Galilea: “Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios” (Marcos 1,39). El primer pasaje, el exorcismo en la sinagoga (Mc 1,21-28), precisamente la primera acción misionera de Jesús en el evangelio de Marcos, ya fue leído el domingo pasado. Leamos ahora los otros pasajes, sin perder de vista que se trata de una unidad: la jornada “modelo” de la misión de Jesús.

“Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.  Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían” La actividad de Jesús, centrada en exorcismo y curación, es decir, en la restauración del ser humano en todas sus dimensiones, se repite ahora en la “puerta” de la casa. De la intimidad de la casa pasamos al escenario público.

La población entera capta de quién puede esperar una verdadera ayuda en sus necesidades. Por eso, al atardecer, le traen a Jesús sus enfermos y endemoniados. Todo el cruel panorama del sufrimiento humano es expuesto en la presencia de Jesús. De repente lo vemos asediado y circundado por una mar de dolor y miseria. Lo que habíamos visto en la sinagoga –un poseído por el demonio- y luego en la casa –una mujer enferma-, parece ser la realidad de mucha gente, por eso se dice que “le trajeron todos los enfermos y endemoniados” de toda la ciudad. Toda la esperanza de la ciudad está puesta en Jesús.  Él está en capacidad de afrontar estas necesidades. Él tiene el poder para ayudarlos y, de hecho, les ofrece su ayuda: “curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios”.

El silenciamiento de los demonios va en la misma línea de lo sucedido poco antes en la sinagoga. La presencia de Jesús se va notando gradualmente y el poder deslumbrante de la “autoridad” del Reino va ampliando su radio de acción: de la sinagoga a la casa, ambos espacios restringidos de vida comunitaria y familia, se pasa a la sanación del tejido urbano, la sociedad entera.

Jesús se va a orar a solas al amanecer: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración” (Mc 1,35). Bien de mañana, Jesús se retira, en la soledad a orar.  También en esta ocasión, como en el primer milagro, Marcos evita darnos detalles, para él es suficiente decir que Jesús se va a orar en un lugar solitario, al alba, en el silencio, en la paz de la mañana. No sabemos de qué tipo de oración se trate: si Él le está agradeciendo a Dios por el buen comienzo que ha tenido su obra, si Él le está dirigiendo una súplica insistente por su actividad futura, si está simplemente en compañía del Padre, tranquilo y serenamente recogido en la quietud de la mañana, o si está contemplando el lago y el paisaje circundante que va emergiendo claramente en la medida en que se disipan las tinieblas de la noche, maravillándose por la obra creadora de Dios, bendiciéndolo.

De la figura de Jesús en el Evangelio de Marcos, hacen parte no solo los rasgos de una actividad incesante, sino también el tiempo para estar con Dios en la quietud y en el recogimiento.  Jesús vive en una relación fuerte con Dios, una relación incomparable. No se dice qué participación tengan los discípulos en esta oración de Jesús. Probablemente ninguna. Pero es cierto que el comportamiento del maestro está marcando la pauta para su estilo de vida, por lo tanto, también ellos están siendo invitados a orar junto a él, de una manera o de otra, en esta atmósfera de paz y de tranquilidad. La jornada misionera “modelo” se repite en “toda Galilea”: Un estilo de vida y de misión “abierto” (Mc 1,36-39) Notemos, finalmente, que el “día modelo” de Jesús se replica en todas los puntos de Galilea.  Veamos lo que sucede en Mc 1,36-39:

“Simón y sus compañeros fueron en su busca;  al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»   El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.»  Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios” Jesús ha despertado y ha confirmado la confianza del pueblo.  La gente está contenta de poder presentarle todas sus propias enfermedades y todas sus propias necesidades.  No nos extraña, por tanto, que la gente quiera retenerlo y asegurase de manera permanente su ayuda.  Sin embargo, Jesús, no se queda ahí.

“Vayamos a otra parte”. La anotación no está puesta por casualidad.  La vida misionera tiene su esquema pero también es dinámica, ella se va “reinventando” en nuevos lugares, tiempos y situaciones. La misión tiene una fuerza expansiva irreprimible. Pedro y los otros seguidores de Jesús deben aprender la lección: el Maestro no se amarra a una sola actividad ni a un solo lugar.  Él mismo dice que debe llevar su mensaje a “toda Galilea”.

Síntesis: Los puntos clave del estilo de vida de Jesús y de sus discípulos: Después de aproximarnos un poco a los textos que describen la agenda del primer día de Jesús, que es modelo de los demás días (el evangelista no tendrá necesidad de volver a contarlo y se centrará más bien en las variantes de las jornadas misioneras), podemos sacar algunas conclusiones sobre el estilo de vida que Jesús le propone a los discípulos, estilo de vida que ellos ya están aprendiendo en el “estar” a su lado todo el tiempo.

Retengamos ocho rasgos que son, al mismo tiempo, otras tantas lecciones para el discipulado y la misión apostólica, si es que quiere hacerse bajo el paradigma evangélico:
1) La misión empieza en el ámbito de la propia comunidad de fe.
2) La misión debe traer también bendiciones para la propia familia (Marcos señala que la misión no sólo es hacia fuera sino también hacia dentro).
3) La misión debe llegar al mayor número posible de personas (Marcos presenta a todos los enfermos de la ciudad).
4) La misión apunta a todos los aspectos de la vida de la persona y no a uno solo.
5) La misión tiene como un objetivo la derrota de las diversas formas del mal (o maldiciones) que empobrecen y esclavizan la vida humana. De esta victoria emerge un hombre nuevo cuya característica es la entrega a los demás en el servicio. El paradigma es la suegra de Pedro.
6) Hay que saber integrar la vida comunitaria, con la vida íntima, con la vida pública.  Se trata de un equilibrio difícil de lograr, pero hay que hacerlo. Jesús lo hacía.
7) Hay que saber integrar la predicación con las acciones que hacen presente el Reino de Dios (ver para qué llama a los discípulos en Mc 3,14s y para qué los envía a la misión en Mc 6,12s).
8) Hay que saber integrar la misión intensa con la intensa oración.


En fin, el estilo de vida de Jesús y de sus discípulos, que constituye su “vida nueva”, está caracterizado por una fuerte correlación según el Reino, en cuyo centro está Dios (por la oración), que se inserta en los diversos ámbitos relaciones que una persona sostiene en su cotidianidad y les da un nuevo sentido.  Allí, se vence el mal, las personas se revisten de Cristo y surge un hombre y una comunidad nuevos. Entonces puede decir con toda certeza que el programa de Jesús efectivamente está aconteciendo: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,14). Para eso hace convertirnos y creer en el Evangelio (Mc1,15). Quien se convierte y cree  en el evangelio entiende que no puede dejar de anunciar el evangelio. San Pablo exclama con razón al decir: “Pobre de mí si no anuncio el evangelio” (I Cor 9,16). Porque la paga de esta misión es como Jesús nos lo dice: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt16,27): Estar con donde esta Jesús (Jn 14,13): El cielo.

miércoles, 24 de enero de 2018

DOMINGO IV – B (28 de enero del 2018)

DOMINGO IV – B (28 de enero del 2018)

Proclamación del santo evangelio según San Marcos 1,21-28:

1:21 Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
1:22 Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
1:23 Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
1:24 "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
1:25 Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre".
1:26 El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
1:27 Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!"
1:28 Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Queridos(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!" (Mc1,27).Este episodio nos reporta dos hechos: Que Jesús enseña con autoridad y, hasta los demonios le obedecen.

Conviene traer a colación algunas citas para nuestra reflexión: "Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió” (Jn 8,42). “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no me escuchan, es porque no son de Dios" (Jn 8,47). “Ustedes tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre. Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44).

“Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21).

Al ver a Jesús, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28.17-18). Y les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán" (Mc 16,15-18).


“Fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, (Gén 3, 1) llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles. Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos” (Ap 12.9-10).

En efecto, “todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1,22). ¿Por qué la primera reacción de la gente de Cafarnaún hacia Jesús haya sido el reconocimiento de su autoridad? Porque era gente cansada de recibir enseñanzas que eran puras imposiciones, puras prohibiciones y repeticiones siempre de lo mismo. Como Jesús dirá en otra ocasión respecto a los falsos maestros: enseñan pero no viven, dicen pero no hacen lo que dicen (Mt 23,3).

“Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!” (Mc 1,27) es complemento a  (Mc 1,22) y tenemos tres afirmaciones del pueblo. “Se quedaron atónitos de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.”  Luego una segunda: “Este modo de enseñar con autoridad es nuevo.” Y la tercera: “Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.” Y nos sugiere dos ideas: el tema de la autoridad autentica y el tema de la autoridad falsa.

a.- Autoridad autentica o verdadera: El Evangelio de hoy nos sitúa ante las primeras impresiones que la gente tiene acerca de Jesús. Y resulta curioso que la primera reacción haya sido de reconocer la superioridad de la enseñanza de Jesús por encima de los escribas, los especialistas de la ley (Mc 1,22). Lo primero que reconocen en Él es “la autoridad con la que enseña”. “Este modo de enseñar es nuevo”, aquí hay algo distinto a lo que los escribas dicen que no hacen sino hablar comentando la ley de Moisés y los Profetas (Mt 23,3). Pero aquí hay algo más, hay una novedad, Jesús no es un comentarista. Jesús habla de lo que sabe, de lo que Dios le inspira y de lo que el Espíritu Santo despierta en su corazón: “El que me envió está en la verdad, y lo que aprendí de él es lo que enseño al mundo” (Jn 8,26). Entonces, aquí radica la diferencia: La enseñanza de los letrados esclaviza. La enseñanza de Jesús es liberadora, es una invitación al amor y a la libertad y el respeto a la persona. Que bien se puede resumir en un nuevo mandato: “Que se amen unos a otros como les he amado” (Jn 13,34).

Un Evangelio de suma actualidad, precisamente hoy es que la autoridad ha perdido fuerza y sentido porque hoy ya no creemos tanto en la autoridad que nace del puesto que uno ocupa o del poder que tiene, sino que creemos en la autoridad de la persona misma, de la verdad y autenticidad de la persona y en la medida en que esta autoridad es una llamada al respeto de los demás, a la libertad de los demás y a la promoción y desarrollo de los demás. Es decir, hoy creemos a la autoridad no del que manda sino del que pone su vida en actitud de servicio a los demás y así nos enseñó el Señor cuando dijo: “Entre ustedes no debe suceder así Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:  como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mt 20,26-28). De esta actitud de servicio es como nace la autoridad autentica.

Para entrar en el segundo tema: Una autoridad capaz de sacar de nuestros corazones esos malos espíritus que nos esclavizan: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes (Lc 11,20). La autoridad que brota de la dignidad misma de la persona que manda. Más que mandar, la verdadera autoridad sirve a los demás. Más que sentirse superior, la verdadera autoridad es la que siente superiores a los demás. Una verdadera autoridad no se impone por el miedo, sino por el amor. Hoy tenemos más miedo a la autoridad que un verdadero amor y cariño. Por eso pienso que el Evangelio de hoy es una llamada de atención para todos, para los que enseñan y mandan y para los que escuchan y obedecen.

b.- El Evangelio que acabamos de oír, también nos relata la expulsión de un demonio por Jesús: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre" (Mc 1,24-25). Fíjese que el demonio reconoce a Jesús como el Santo de Dios. Nos recuerda lo de (Lc 1,35). Luego viene: “El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre” (Mc 1,26). Es decir obedeció a Jesús.                 

Tal vez, este hecho nos suena a nosotros un poco raro porque el demonio resulta obediente pero ¿esa obediencia será autentica? Pero también el estar poseído por un demonio nos parece algo exclusivo de los tiempos pasados. Sin embargo sucede también en nuestros días, aunque sea poco frecuente. Pero el problema de fondo para el hombre de hoy es la pregunta, si el demonio como persona existe o no. Resulta que el hombre moderno e incluso el cristiano moderno apenas creen en el demonio. Éste ha conseguido realizar en nuestros días, su mejor maniobra, es decir hacer que se dude de su existencia.

En el primer libro se nos narra: “La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Cómo es que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín? Respondió la mujer a la serpiente: Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Más del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No coman de él, ni lo toquen, so pena de muerte. Replicó la serpiente a la mujer: De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal." Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido y comió” (Gn 3,1-6).

Dios ya había creado un mundo de espíritus puros: los ángeles. Ellos se dividieron en dos bandos: unos fieles a Dios (Lc 1,26-28) y otros rebeldes en contra de Él como ya se nos narra en Génesis. Éstos fueron arrojados al infierno y buscan, desde entonces, contrarrestar el poder y dominio de Dios. Y porque no les es dado enfrentarse directamente con Dios, lo hacen indirectamente. Tratan de arrebatarle su creatura preferida de la tierra: el hombre. Así cada uno de nosotros es un campo de lucha en el que se enfrentan el bien y el mal, las fuerzas divinas y las fuerzas diabólicas. ¿Quién negaría tal realidad? Nadie de nosotros va a ser tan ingenuo de creerse fuera de esa lucha permanente. Cada uno de nosotros experimenta esta tensión, este conflicto en su propio cuerpo y en su propia alma. Nos damos cuenta de que un ser fuerte obra en nosotros y nos quiere imponer su voluntad, y que necesitamos a otro más fuerte para liberarnos.

Fuimos liberados ya el día de nuestro bautismo. Pero el demonio volvió a nosotros y lo dejamos entrar de nuevo, por medio de nuestros pecados. La gran obra del diablo es el pecado. Él es el “padre del pecado” (I Jn 3,8). La realidad del mal - que lleva a los hombres a matar, robar y engañar; que hace triunfar al injusto y sufrir al justo; que vuelve egoístas a los que tienen ya demasiado y lleva a la desesperación a los marginados - todo esto y mucho más es su obra, bien presente y actual en nuestro mundo. Realmente, el hombre no vive solo su destino. Es incapaz de ser absolutamente independiente. O se entrega a Dios o es encadenado por el demonio.

Tanto en el bien como en el mal, no somos nosotros los que vivimos: es Cristo o Satanás el que vive y triunfa en nosotros. ¡O somos hijos de Dios o somos hijos del diablo! Me recuerda un cuento: Un cura párroco y un burlón viajan juntos en el mismo tren. Éste le dice: “¿Ya sabe la noticia? Ayer murió el diablo y hoy va a ser enterrado”. Entonces todo el mundo espera la respuesta del cura. Éste sonreía nomás y empieza a buscar algo en sus bolsillos. Por fin encuentra una moneda y se la da al burlón diciendo: “Siempre tuve mucha compasión con los huérfanos”. ¡O somos hijos de Dios o somos hijos del diablo!

Jesucristo choca, desde el comienzo de su misión, con esta potencia del mal increíblemente activa y extendida por el mundo. Por todas partes Jesús la descubre, la expulsa, la destrona. En este contexto debemos ver también el Evangelio de hoy. En el centro del texto no está el poseído por el demonio, sino Cristo mismo. En Él debe fijarse nuestra mirada. Porque nosotros mismos no lograremos soltarnos del poder del demonio. Con nuestras propias fuerzas no podremos vencer el mal dentro de nosotros.

Es necesario que Cristo nos fortalezca en nuestra lucha diaria contra el enemigo. Es necesario que Cristo nos libere, paso a paso, de su poder destructor. También María, la vencedora del diablo, ha de ayudarnos en ello. Como Cristo procedió, en el Evangelio de hoy, con el poseído, así quiere expulsar la injusticia, la mentira, el odio y todo el mal de esta tierra. Quiere en nosotros y por nosotros crear un mundo nuevo mejor, renovar la faz de la tierra. Quiere construir una Nación de Dios, donde reinan la verdad, la justicia y el amor. Queridos hermanos, también nosotros seremos, un día, totalmente libres de la influencia del maligno. Será en el día feliz de nuestro encuentro final con Dios, de nuestra vuelta a la Casa del Padre.


Termino con las palabras del apóstol San Pedro: “Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes” (I Pe 5,8-9).

DOMINGO III T.O. – B (21 de enero del 2018)

DOMINGO III T.O. – B (21 de enero del 2018)

Proclamación del santo evangelio según San Marcos 1,14-20

1:14 Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
1:15 "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
1:16 Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.
1:17 Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
1:18 Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
1:19 Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó,
1:20 y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

"Un hombre tenía dos hijos. Dijo al primero: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. Él respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. Al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: Voy, Señor, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre? El primero, le respondieron” (Mt 21,28-31). Esta parábola bien puede darnos pautas sobre la inquietud latente: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna o el reino de Dios? (Mc 10,17). Para heredar la vida eterna tenemos que escuchar la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14).

¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido!  Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí” (Jer 20,7). Este pasaje profético, nos resume lo que paso con Jonás. Cuando Dios pone su mirada en alguien, lo escoge.  Eso lo han sabido muchos santos.  Pero nadie lo supo mejor que Jonás, ese interesante y pintoresco personaje del Antiguo Testamento que, según nos cuenta el libro que lleva su nombre, pasó tres días dentro de una ballena. ¿Podrá ser verdad esto?  Cuesta pensar en algo así.  Pero lo desconcertante es que el mismo Jesús se refiere a la estadía forzada de Jonás dentro de una ballena para tratar algo tan trascendental como su futura Resurrección.  ¿Iba el Hijo de Dios a citar un mito?  ¿Y a citarlo con el sentido y la precisión que lo hizo?  Así: “Estos hombres de hoy son gente mala; piden una señal, pero no la tendrán.  Solamente se les dará la señal de Jonás.  Porque así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así lo será el Hijo del Hombre para esta generación”  (Lc 11, 29-30).  ¿Sin embargo,  de Jonás lo más importante no fue si realmente pasó o no tres días dentro de una ballena, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía.  Dios lo escogió para que se convirtiera él y para que -por la elección que Dios hizo de él- muchos de Nínive también se convirtieran.

El Señor escogió a Jonás y a este profeta no le valió de nada escapar en un barco para huir de Dios.  El barco se vio metido dentro de una tormenta.  Jonás es lanzado al agua al conocerse que la causa de la tormenta es la huída de Jonás.  Y luego de ser tragado por una ballena, es lanzado por el animal cerca de las costas de Asia Menor para que de allí fuera a la ciudad de Nínive a predicar lo que el Señor le pedía.  El Señor buscaba que la gran ciudad de Nínive se convirtiera de sus vicios y pecados.  (Para dar una idea del tamaño de esta ciudad, baste con el dato que nos da la Escritura: se requerían 3 días para recorrerla a pie).

Jonás predicó lo que el Señor le indicó: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.  Sin embargo, sorprendentemente, los habitantes de Nínive se convirtieron y creyeron en Dios, e hicieron penitencia, todos.  Dios, entonces, no destruyó la ciudad.

Otros elegidos de Dios son más dóciles que Jonás.  Tal es el caso de los primeros discípulos escogidos por Jesús.  Nos cuenta el Evangelio de San Marcos (Mc. 1, 14-20)  que cuando Jesús, viendo a Andrés y a su hermano Pedro echando las redes de pescar en el lago de Galilea, les llamó para hacerlos “pescadores de hombres, ...y  ellos dejaron las redes y lo siguieron.” Respuesta inmediata y obediente a la escogencia del Señor.

Los escogidos de Dios son instrumentos suyos para la conversión que Dios desea realizar en medio de su pueblo, es decir, en cada uno de nosotros.  Y la conversión siempre exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el pecado.  Pero no basta esto.  Es necesario pasar a una segunda fase: “creer en el Evangelio”.  Y creer en el Evangelio significa vivir según el Evangelio.  No basta conocer la teoría del Evangelio: es necesario vivirlo en la práctica.

Es necesario cambiar la mentalidad terrena que nos vende el mundo, esa mentalidad a la que estamos muy acostumbrados.  ¿Cuál es la mentalidad del mundo?  Aquélla que nos lleva a quedarnos en lo temporal y a olvidarnos de lo eterno, a preferir lo terrenal y olvidarnos de lo celestial, a conformarnos con lo humano y a descartar lo divino, a creer en el mundo y a olvidarnos del Evangelio.

Sin embargo, el Señor nos dice: “El Reino de Dios ya está cerca.  Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.   Ciertamente el Reino de Dios está cerca, pero sólo será una realidad cuando, arrepentidos y convertidos, creamos y vivamos según el Evangelio.  Será una realidad cuando vivamos según la Voluntad Divina, cuando -como rezamos en el Salmo (#24)- el Señor “nos descubra sus caminos”.  Y, una vez descubiertos los caminos del Señor, podamos seguirlos con docilidad.

San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura (1 Cor. 7, 29-31)  que “este mundo que vemos es pasajero”,  y que “la vida es corta”.   Y nos aconseja cómo conviene que vivamos desapegados de este mundo pasajero y de esta vida corta: “los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran como si no compraran; los casados, como si no lo estuvieran”.   Es decir: “estar en el mundo sin ser del mundo” (Jn. 17, 14-15). Y cuando el Señor nos llame, no hay que seguir el ejemplo de Jonás: duro para responder. Hay que imitar a otros: a Pedro, Andrés, Santiago, Juan…. Ellos, sin pensarlo mucho, dijeron sí enseguida y siguieron al Señor.


En Suma: Cuatro elementos son necesarias para ser parte del Reino de Dios: 1) Que el tiempo se ha cumplido. 2) Que el reino de Dios irrumpe sin demora. 3) Que nos convirtamos, 4) acogiendo el Evangelio como norma de vida nueva.

DOMINGO II TO - B (14 de Enero 2018)

II DOMINGO T.O. Ciclo B

Proclamación del Santo Evangelio según San Juan 1, 35-42:

“35 Al día siguiente, se encontraba ( de nuevo allí con dos de sus discípulos.
36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios».
37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
38 Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?»
39 Les respondió: «Vengan y lo verán» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
41 Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, ‘Cristo’.
42 Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, ‘Piedra’ ”. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

Preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Jesús les respondió: La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado" (Jn 6,28-29). El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo” (Mt 13,44). Estas dos citas nos sitúan en la perspectiva de búsqueda de la respuesta a pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna?" (Mc 10,17). Pregunta de hipotesis investigativa que este año iremos deslindando.

1) El prólogo-Himno (Jn 1,1-18) que nos anuncia quién es Jesús y nos presenta las líneas principales del Evangelio; 2) El testimonio de Juan Bautista (Jn 1,19-34), en el cual se hace una presentación de la persona de Jesús, mientras éste entra en escena; 3) La primera actividad de Jesús, que es la congregación de sus primeros discípulos (Jn 1,35-51).

Esta parte final del primer capítulo del Evangelio de Juan (1,35-51) es el punto más alto con relación a todo lo anterior y constituye el verdadero comienzo de la narración evangélica, porque es ahora cuando Aquel que ha sido presentado como el “la Palabra de Dios hecho carne” (Jn 1,14) comienza a hablar.  Por eso el relato contenido en Juan 1,35-41 también podría denominarse: “Jesús -el Maestro- entra en acción”. La Palabra de Dios comienza a hablar/actuar (Evangelio: Buena Noticia).

Asistimos a las primeras palabras de Jesús en el Evangelio, que son pocas pero significativas y ocupan un lugar central en cada escena (Jn 1,38.39.42.43.47.48.50-51). Éstas están dirigidas exclusivamente a aquellos con los cuales sostendrá la relación más estrecha, es decir a sus discípulos, los mismos que experimentarán y comprenderán su misterio y se convertirán luego en sus apóstoles o testigos.

El encuentro con Jesús: Los pasos y mediaciones que allí se dan,  permanecerá como paradigma para los discípulos de todos los tiempos quienes comenzarán su camino de discipulado a partir de un “encuentro personal” con Jesús. Mientras los otros tres evangelios describen el llamado de los discípulos de manera breve (excepto Lc 5,1-10) y concisa en torno al significado del imperativo “Sígueme” -en los llamados relatos vocacionales-, el evangelio de Juan prefiere describir con todo su colorido la manera como se comienza a tejer la relación profunda entre el maestro y sus discípulos, mostrándonos otro ángulo -quizás más profundo- de lo que significa el “seguir” a Jesús. El evangelio de Juan nos enseña, entonces, desde su primera página cómo es un encuentro con Jesús.

Si pudiéramos sintetizarlo todo en pocas palabras podríamos decir que todo encuentro con Jesús es: Personal, Significativo, Transformador, Provocador de nuevos encuentros.

Sobre esta base el evangelista Juan nos describe una serie de escenas, cada una con sus propias particularidades, permitiéndonos así descubrir lo maravilloso que es encontrarse con Jesús y todas las consecuencias que se derivan del encuentro.  Estas escenas están encadenadas entre sí (las dos primeras y las dos últimas por el testimonio de quien ya encontró a Jesús; la segunda y la tercera por el motivo cronológico) y se desarrollan como en un crescendo, donde la identidad de la persona de Jesús va apareciendo cada vez más clara y la percepción de los discípulos (el “ver”) tiene mayor profundidad.

El encuentro de Jesús con Andrés y su compañero: Juan 1,35-40: Los elementos más importantes de este encuentro se pueden esquematizar así:1) Testimonio acerca de Jesús (Jn 1,35-36). 2) Escucha y respuesta al testimonio (Jn 1,37). 3) Caminar en el seguimiento/búsqueda de Jesús (Jn 1,38). 4) Ir y ver por sí y permanecer con Jesús (Jn 1,39). Este esquema es: “escuchar” al “seguir” y “Permanecer en Jesús” (Jn 1,40).

El testimonio acerca de Jesús: el primer impulso (Jn 1,35-36). En el primer encuentro dos discípulos se cambian de maestro. Andrés y su otro compañero (Jn 1,40) escuchan el testimonio de Juan Bautista, de quien se dice son “dos de sus discípulos” (Jn 1,35), y comienzan a seguir a Jesús (Jn 1,37). Juan Bautista cumple esta función, dada desde el prólogo (Jn 1,7) y ejercida ya por primera vez, el día anterior, ante las autoridades de Israel (Jn 1,19-34). A diferencia del día anterior, Jesús no “viene hacia él” (Jn 1,29) sino que “pasa”, “sigue su camino”, “traza una ruta hacia adelante” (Jn 1,35). Juan Bautista lo nota bien y sabe poner a sus propios discípulos en ese camino.

El anuncio de la Buena Noticia: “He ahí el Cordero de Dios” resuena por segunda vez (Jn 1,29 y 1,36). El cumplimiento de su misión, implica para Juan la pérdida de sus discípulos, por eso está a la altura de su vocación: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30). De hecho él “no era la Luz sino quien debía dar testimonio de la Luz” (Jn1,8). Juan Bautista es un maestro que sabe reconocer al verdadero maestro, no retiene a los discípulos para sí, sabe desprenderse porque conoce quién es el verdaderamente importante.

Escucha y respuesta al testimonio (Jn 1,37): El testimonio de Juan Bautista conduce hacia Jesús a dos de sus discípulos: “Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús” (Jn 1,37). Observando el comportamiento de los discípulos descrito en los dos verbos “oir” y “seguir”, podemos comprobar cómo en el discipulado la escucha es importante pero el seguimiento es decisivo: “lo oyeron hablar así”. Lo que atrae a los discípulos no es nada externo de la persona Jesús, ni siquiera un cúmulo de conocimientos acerca de él. Lo que atrae es el significado de su persona: la transformación que él puede obrar en mi vida a partir del don de su perdón.

El seguimiento es decisivo: “siguieron a Jesús”. No basta saber algo acerca de Jesús, el conocimiento pide dar un paso, un ponerse en movimiento hacia el encuentro con él.  Con el testimonio se hace una primera idea de Jesús, con el encuentro se vive la experiencia de la transformación. ¿Cuáles son los motivos del seguimiento? (Jn 1,38). Sucede algo maravilloso.  Los discípulos ya están siguiendo a Jesús, pero no han dialogado con él. Ahora sucede el encuentro. 

Jesús toma la iniciativa: se da media vuelta, los “ve” en su actitud de seguirlo y se dirige hacia ellos.  Su primera palabra (la primera de todo el Evangelio) no es una afirmación sino una pregunta: “¿Qué buscáis?” (Jn 1,38). La pregunta pone al descubierto el corazón de los discípulos, ellos son: Hombres en búsqueda: ciertamente “buscadores”, pero no siempre es claro de qué. Hombres que no se han quedado paralizados sino que se han puesto en camino: en Jesús parece haber una luz para sus inquietudes. Jesús no los ha recibido con una larga enseñanza acerca de Dios o de sus propósitos misioneros o sobre los objetivos del seguimiento o sobre lo que él ve en el corazón de los hombres. Jesús suscita un diálogo, un diálogo profundo que permite exponer los motivos del corazón, allí donde se dan los compromisos. Los discípulos no le responden qué buscan, a lo mejor todavía no lo pueden expresar con palabras.  Una característica de la pedagogía de Jesús en este evangelio es que educa a sus interlocutores para que sepan hablar expresando sus motivos más profundos.  Los discípulos le responden con otra pregunta: “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1,38).

La pregunta “¿Dónde vives?” (Jn 1,39). Equivale para un discípulo al “¿Dónde está tu escuela?”. Donde la intención de fondo es pedir la prolongación del diálogo.  Lo que los discípulos buscan no se puede explicar a las carreras en medio de la calle.  Los discípulos piden tiempo, desean hablar en paz con su nuevo “Maestro”. Jesús acepta. Les dice: “Venid y lo veréis” (Jn 1,39). “Vieron dónde vivía y se quedaron con él (a partir de) aquel día” (Jn 1,39).  Así como la escucha del testimonio los condujo al seguimiento de Jesús, ahora los dos discípulos no sólo ven dónde habita el Maestro sino que “se quedan” con él. Se trata de un “entrar” en el mundo de Jesús y entablar con él relaciones basadas en la confianza mutua.  Además, el encuentro no queda como una hecho ocasional sino como una experiencia estable, permanente; es el inicio de una verdadera amistad.  Sus vidas respiran en una nueva atmósfera de relaciones y de vivencias que durará mucho.

La indicación acerca del día del suceso, e incluso del detalle “eran más o menos las cuatro de la tarde” (Jn 1,39), deja entender que el encuentro con Jesús marcó su propia historia, fue el día y la hora decisiva de sus vidas.

ESCUCHAR  al SEGUIR-PERMANECER (Jn 1,40): La conclusión de esta primera escena aparece así: “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús” (Jn 1,40).  Esta frase es, al mismo tiempo, la introducción de la escena que sigue. Pero como frase conclusiva, nos da una clave para comprender la dinámica de fondo del encuentro con Jesús, ésta se da en proceso de la Escucha/Respuesta. Los dos primeros discípulos de Jesús supieron dejarse conducir por aquél que ya sabía quién era Jesús, Juan Bautista, y dieron el primer paso en su itinerario como discípulos de un nuevo Maestro que les abriría definitivamente nuevos horizontes en sus vidas.  Pero luego, ya junto con Jesús, volvieron a escuchar la palabra de Jesús y le respondieron.  En el fondo de esta dinámica del Escuchar y Responder se nota una profundización en los motivos profundos que había en el corazón de los discípulos.

Hay que aprender a escuchar al Maestro (Evangelio): con las actitudes, los lugares y los tiempos que él lo requiere. La palabra de Jesús “Vengan y lo verán” contiene lo esencial del encuentro.  Se trata de una invitación (vengan) y una promesa (verán). Todo apunta hacia el encuentro vivo y personal con el Maestro, y ése es el núcleo del acto educativo.  Jesús no les entrega un libro con doctrinas y normas para que sean buenos discípulos, sino que los llama a un encuentro personal de amistad, de comunión con él. Por su parte los discípulos no pueden permanecer a distancia, sin compromiso, como simples espectadores, sino que deben comprometerse, andar con él y seguir su camino, el camino que él indique. En definitiva, el “permanecer” con Jesús es la forma concreta de seguirlo, porque el conocimiento de Jesús no se puede tener a distancia, sino sólo en la comunión con él.

El encuentro de Jesús con Simón Pedro. Juan 1,41-42: Este segundo encuentro está estructurado en cinco pasos:

Búsqueda de otro para compartirle la experiencia (Jn 1,41). Anuncio del descubrimiento de la identidad mesiánica de Jesús (Jn 1,41). Conducir el hermano a Jesús (Jn 1,42). Descubrimiento del ser conocido por Jesús (Jn 1,42). Transformación de la persona (Jn 1,42).

Búsqueda de otro para compartirle la experiencia (Jn 1,41). El primer encuentro con Jesús desata una cadena de encuentros: la experiencia de la relación personal con Jesús suscita nuevos testimonios y conduce a él a nuevos discípulos.  El siguiente es Simón Pedro. Los discípulos conducen a Jesús a sus propios familiares, a sus paisanos, a su círculo de amigos.  En el caso de Simón Pedro cuenta la relación familiar: “su hermano Simón” (Jn 1,41). Como bien acentúa el relato, Andrés no se encuentra a Simón Pedro por casualidad sino que lo busca.

Anuncio del descubrimiento de la identidad mesiánica de Jesús (Jn 1,41): Él quiere hacerlo partícipe de su nuevo y maravilloso descubrimiento: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1,41).  Testimoniar ahora es transmitir el descubrimiento al hermano: “Encontrar a Jesús” es “descubrirlo”: un nuevo horizonte de experiencias y de conocimientos vitales que se abre con él; anunciar a Jesús es una proclamación eclesial: no en primera persona sino en el plural comunitario. La experiencia vivida en el “permanecer” con Jesús le ha permitido a Andrés y a su compañero comprobar que Jesús es el Cristo, el Mesías enviado por Dios (Jn 1,34).  El encuentro con Jesús es, en última instancia, una experiencia de Dios y de su actuar salvífico y  definitivo en los últimos tiempos de la historia.

Antes de que el discípulo llegue a confesar su fe (“Tú eres el Cristo”) Jesús deja saber que él sabe quién es aquél a quien llama (“Tú eres Simón”).  El contenido del conocimiento es la persona de Simón como tal, como hombre distinto de los demás, pero también su historia y su mundo familiar: es el “Hijo de Juan”.  La experiencia de fe comienza de esta manera tan sencilla: llegar a descubrir a quien verdaderamente conoce nuestra vida personal, nuestras búsquedas y también nuestras raíces afectivas, el tejido de las relaciones que nos dan identidad en el mundo.


Transformación de la persona (Jn 1,42): Como se llamará en el futuro: “Tú te llamarás Cefas…”. Y el evangelista inmediatamente traduce: “…que quiere decir ‘Piedra’”.  El cambio de nombre no es algo superficial, indica más bien que algo sucede en la identidad del discípulo cuando conoce al Maestro. El encuentro es un diálogo de conocimiento profundo, de revelación del quiénes somos y del quién es Él para nosotros, que transforma la vida. El discípulo podrá decir: “desde el momento en que te conocí algo comenzó a cambiar en mí”. El cambio de nombre es también una expresión de amor, muestra cuánto Jesús se interesa por su discípulo asignándole una tarea.  La transformación en la vida del discípulo tiene que ver con lo que le sucede interiormente a partir de su experiencia de amistad con Jesús y con la misión que, en su nombre, tendrá que asumir por el resto de sus días.

lunes, 1 de enero de 2018

DOMINGO DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR – B (07 de Enero del 2018)

             DOMINGO DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR – (07 de Enero del 2018)

Proclamación del santo Evangelio según San Mateo 2, 1-12:

2:1 Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
2:2 y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
2:3 Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
2:4 Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
2:5 "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
2:6 Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
2:7 Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
2:8 los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
2:9 Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
2:10 Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
2:11 y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
2:12 Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. PALABRA DEL SEÑOR.

PAZ Y BIEN EN EL SEÑOR.

 “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también nos revelo todo, no habrá otra mayor revelación porque Él es el resplandor de su gloria e impronta de su ser” (Heb 1,1-3). ¿Dios, por qué busca hablar tanto al hombre y que busca comunicar?

“Dios es amor” (IJn 4,8), por el amor crea al hombre a su imagen y semejanza (Gen 1,26). El hombre cayó en el pecado (Gen 3,4-7; Rm 5,12). Dios se propone salir en busca del hombre y dice por el profeta: "Juro por mi vida, que yo no deseo la muerte del pecador, sino que se convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11). Para ello se propone y dice: “Yo salvare a mi pueblo de sus enemigos. Los haré volver y habitarán en medio de Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y yo seré su Dios, fiel y salvador” (Zac 8,7). Esto se resume en un nuevo pacto de alianza: “Estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño —oráculo del Señor—. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley en su mente, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31,31-33). Es el nuevo pacto de amor. Dios renueva su amor, reafirma lo que ya hemos dicho: “Dios es amor”(IJn 4,8).

En efecto, Dios en el Antiguo Testamento (AT) aparece como un Dios único y trascendente. El Dios de Israel es singular y distinto a todos los demás dioses de los pueblos que le rodean. Esta singularidad hace muy conveniente la progresiva revelación que Dios hace de sí mismo como Dios amor: la revelación progresiva de Dios, Uno y Trino. La Sagrada Escritura (SE) tiene en la noción de Alianza, la firme convicción de que Dios en un momento determinado elige a Israel como pueblo suyo. La conciencia de esta realidad le permitirá a Israel comprender e interpretar en clave salvífica los acontecimientos históricos que vive: La Revelación y la salvación de los hombres. ¿Cuál es la situación del hombre ante Dios en la historia de la salvación? 1) La conducta de Los reyes magos: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo" (Mt 2,2). 2) La conducta diversa: Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén” (Mt 2,3). Simion, al respecto dijo: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción” (Lc 2,34).

"¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo" (Mt 2,2). Esta pregunta de los magos venidos de Oriente sobre el lugar del nacimiento de Dios los tomó de sorpresa en Jerusalén. No obstante que, "Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de María Virgen" (liturgia de las horas Tercia). La primera noticia del nacimiento les llega a través de unos extranjeros. Los Magos recibieron una respuesta, no de la experiencia de Israel, sino sacada de los libros, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel” (Miq 5,1). Y no solo lo ha escrito, sino que lo vieron nacer: “Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz" (Is 9,5). “El Ángel les dijo a los pastores: "No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,10-12).

“Al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje” (Mt 2,11). Los magos, buscaban al Rey de los Judíos y se encontraron con un Niño en un pesebre. Buscaban a Dios y vieron a un Niño. No entendieron nada. Pero, se pusieron de rodillas y lo adoraron y le ofrecieron lo que tenían. Y es que ante Dios la razón simplemente tiene que ponerse de rodillas. Cuando se quiere conocer a Dios el medio es la luz de la estrella (fe), el mejor medio son las rodillas que la razón.

Tres magos, tres peregrinos que buscan lo que todos los profetas pregonaron y anunciaron. Más tarde el mismo Señor dirá: “Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron” (Mt 13,16-17). Es la vocación del peregrino, hacer camino, buscar una meta. Estos tres peregrinos creen que lo que ellos buscan todo el mundo lo conoce. Todos deben saber dónde encontrarlo, por eso cuando llegan a Jerusalén lo primero que hacen es preguntar: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” (Mt 2,2). La pregunta los encuentra a todos desprevenidos. ¿Quién se va a preocupar dónde ha nacido Dios? Pese a que el Niño nació en Belén, cerca de Jerusalén (Lc 2,6), en Jerusalén nadie se ha dado por enterado.

Jacob, después de una noche luchando con Dios, termina por reconocerlo y exclama: “Dios está aquí y yo no lo sabía.” (Gén 28,16). Y el mismo Señor reitera al decir a Jerusalén: “Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios" (Lc 19,44). Con frecuencia es lo que nos sucede a todos. Dios está a nuestro lado, “pero nosotros no lo sabíamos”. Dios está en nuestro camino, pero “nosotros no lo sabíamos”. Dios está en el hermano que tenemos a nuestro lado, pero “nosotros no lo sabíamos”. Dios está en ese necesitado que nos tiende la mano, pero “nosotros no lo sabíamos”. Dios sí está, pero nosotros no lo sabíamos, no lo conocíamos. Podemos pasar la vida codeándonos con Dios; sin embargo, llegar al final del camino, sin habernos percatado de que Dios “estaba aquí”.

La gran pregunta que la cultura moderna hace a la Iglesia y al cristiano es la misma de los Magos: “¿Y dónde está Dios hoy en nuestra sociedad?” Es una pregunta que nos viene desde la filosofía y desde la teología y desde la cultura. No nos piden ideas sobre Dios, nos piden que se lo mostremos, que les digamos dónde poder encontrarlo. Pero el hecho mismo de que alguien nos pregunte, ya nos está diciendo otra cosa. Si alguien te pregunta “¿dónde está Dios?”, de alguna manera nos está indicando que no lo ve en nosotros. Cuando alguien le pregunta a la Iglesia “¿dónde está Dios?” le está diciendo que Dios no es visible en ella. Cuando alguien pregunta a un cristiano, “¿dónde está Dios?”, le está diciendo que Dios no es visible en su vida.  Por eso, la pregunta “¿dónde está Dios?” no es solamente para que les indiquemos dónde encontrarlo es también una pregunta de quien no logra descubrirlo en nuestras vidas. No sirve buscar un Dios fuera de uno, o mirando el cielo y al respecto bien dice Juan: “Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,11-12).

Hay un hecho en las manifestaciones de Dios al hombre (la Estrella). Dios siempre suele utilizar las mediaciones. Dios, más que manifestarse en sí mismo, se dice y manifiesta mediante hechos, acontecimientos, personajes. La estrella es la expresión de que todos necesitamos de una señal y de muchas señales. Señales que nos despiertan y nos van guiando hasta la verdad. Por eso en la Iglesia es tan necesario el llamado “testimonio” o, simplemente, la necesidad de “los testigos” (Hch 1,8). Esos testigos que más que invitarnos a quedarnos en ellos apuntan a otra cosa.

Para caminar por la vida, todos necesitamos señalizaciones de tránsito. Para caminar por la vida, todos necesitamos signos que nos marquen la dirección a seguir. Este es el problema del desierto, donde los signos desaparecen. Con razón nos exhorta el mismo Señor al decirnos: “Yo soy camino, verdad y vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6).

Cuando hoy hablamos de la desorientación de nuestros jóvenes y de los que lo fuimos, uno tendría que preguntarse: ¿Y qué señales ponemos en el camino? ¿Qué señales encuentran nuestros jóvenes para saber la dirección correcta? Hay demasiadas prohibiciones, pero hay menos señales. Un camino sin señales es siempre un camino peligroso. ¿Quién les señala el camino a los jóvenes de hoy? ¿Los padres? ¿La Iglesia? ¿La TV? Aquí hemos de tener en cuenta algo fundamental. Los signos tienen que ser legibles y ser legibles para ellos. No basta que sean signos para nosotros. ¿Lo son para ellos?


Dos actitudes que resalta como resumen: La de los reyes magos (Mt 2,2) y el de Herodes (Mt 2,3) y todo Jerusalén que se exaltó. Los reyes magos buscan al Rey de los judíos guiados por la estrella, guiados por la luz de la fe, hallan al niño y caen de rodillas y lo adoran (Mt 2,11). La actitud de Herodes: guiado por la razón y el ego del poder (Mt 2,8;13) . Por esta vía Jesús no se deja hallar. Nosotros ¿Cómo, con qué y dónde lo buscamos? Tú mismo puedes sacar tu conclusión y busca tu respuesta, si buscas a Dios en la postura de Herodes o en la postura de los magos. Y recuerda que, el tema de fondo es hallara respuesta a esta pregunta: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Mc 10,17). Los reyes magos buscaron al Rey de los Judíos (Mt 2,2); “Vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra” (Mt 2,10-11).

lunes, 25 de diciembre de 2017

SAGRADA FAMILIA - B (31 de diciembre del 2017)

SAGRADA FAMILIA - B (31 de diciembre del 2017)

Proclamamos el Evangelio según San Lucas 2,22 – 40:

2:22 Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
2:23 como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
2:24 También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, Levítico 12, 6 como ordena la Ley del Señor.
2:25 Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
2:26 y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
2:27 Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
2:28 Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
2:29 "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
2:30 porque mis ojos han visto a tu salvador
2:31 que preparaste delante de todos los pueblos:
2:32 luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
2:33 Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
2:34 Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
2:35 y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
2:36 Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
2:37 Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
2:38 Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
2:39 Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, Mateo 2, 23 en Galilea.
2:40 El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados(as) amigos(as) en el Señor paz y bien.

El hombre siempre tiene que recordar tres cosas respecto a Dios: 1) Que Él es nuestro Creador (Gen 1,26). 2). Dios nos ha sacado de Egipto de la esclavitud, para ser nuestro Dios. Nos manda que seamos santos porque Él es santo” (Lv 11,15). 3)  Dios se desposará para siempre con la humanidad en el amor, justicia, derecho, fidelidad, misericordia” (Os 2,21).

Porque Dios es amor (I Jn 4,8) y nos ama a todos. Por eso en su enseñanza Jesús respecto al matrimonio nos dice: “Ya no son dos, sino una sola carne, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” (Mt 19,6). “Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap 19,9) Luego se nos dice: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén (Iglesia celestial), que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

Ya en el Antiguo Testamento: Dios mando a Moisés, diciendo: "Conságrame todo primogénito, porque todo lo que abre el seno materno entre los israelitas, tanto de hombres o animales, míos son todos” (Ex 13,2). Y toda mujer que dé a luz sea niño o niña, se purificará ofreciendo a Dios una res menor o dos tórtolas o dos pichones” (Lv 12,6-8).

Hoy el evangelio (Lc 2, 22-40) nos ilustra el misterio de la sagrada familia y que tiene diferentes escenas: La presentación del Niño Jesús en el templo (Lc 2,22-24); el cántico de Simeón (Lc 2,25-32); la profecía de Simeón (Lc 2,33-35); la profecía de Ana (Lc 2,36-38); la infancia de Jesús en el cuidado de María y José (L2,39-40). Como vemos, en el centro del relato está la sagrada familia y por la sencilla razón: el Ángel anunció a los pastores: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,11-12). Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado" (Lc 2,15). Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc 2,16).

Fue querer de Dios Padre, (I Divina Persona) quien en su libertad quiso que su Hijo, Jesús (II Divina Persona) viniera a este mundo para “que el mundo se salve por él” (Jn 3,17) y quiso que viniera de una familia: San José y la Virgen María (Lc 2,16).

La familia en el plan de Dios: Simeón antes de morir tiene que ver al Mesías del Señor” (Lc 2,26). Luego de ver al Mesías dice “mis ojos han visto a tu salvador” (Lc 2,30). Este misterio de la salvación (Misión del Hijo) es la nueva alianza, del que el Profeta ya decía: “Esta es la Alianza que estableceré con el pueblo de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley en su mente, y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31,33). Es decir Dios se desposa con la humanidad. Ya no somos dos, sino uno solo: Dios y el hombre, El novio (Hijo) y la novia, (la Iglesia), y porque Dios está con nosotros, el Enmanuel (Mt 1,23).

Respecto a la familia, el catecismo de la Iglesia nos dice que es la comunidad conyugal que está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales. Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Se la considerará como la referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco (NCI 2202).

Al crear al hombre y a la mujer (Gen 1,26), Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes. La familia no es sino el efecto de una causal, la cual es el matrimonio. Y Jesús instituyó el matrimonio cuando dijo: “Ya no son dos sino una sola carme. Por eso lo que Dios ha unido que no solo separe el hombre” (Mt 19,6).

La familia, hoy por hoy es signo de muchos gozos y “tropiezo” por sus problemas y dificultades. La misma sagrada familia no está exenta de dificultades. El Evangelio nos presenta hoy a la familia de Jesús en el templo de Jerusalén cumpliendo con el ritual de la ley, sometida a la ley (Lc 2,22-24). Además nos relata este encuentro tan simple y tan maravilloso de María y José con el viejo Simeón, quien tiene la dicha de ser el único de quien se dice que “tomó en sus brazos” al Niño Jesús (Lc 2, 28). Para él fue como poder ver la aurora o el amanecer de las promesas de Dios cumplidas y realizadas. Pero también Simeón se convierte en el profeta que anuncia desde el primer momento que el futuro del niño y de la madre no será nada fácil: Jesús será puesto para caída elevación de muchos en Israel, pero también como signo de contradicción (Lc 2,34), que el alma de su madre será atravesada por una espada (Lc 2,35). En el fondo el anuncio de la Pasión del Hijo y la Pasión de la madre (Jn 19,26).

La familia no es una instancia exenta de la vida social y cultural. Por eso no pretendamos que hoy que nuestras familias vivan al margen de la cultura del momento, que vivan al margen de las realidades sociales y económicas. Maridos sin trabajo, esposas sin trabajo, hijos sin trabajo. Familias que tienen que vivir en casas muy poco dignas de las personas que las habitan. Es ahí donde las familias necesitan contar con otra fuerza que las haga más fuertes y más estables. Necesitan de la gracia del sacramento. Necesitan de la gracia de la oración. Necesitan de la Palabra de Dios. No porque todo esto les solucione los problemas, pero sí les ayudará a ser más que sus problemas. No les dará trabajo porque Dios no tiene agencias de empleos, pero sí tendrán fuerza para seguir luchando y buscando. Pero, muchas familias se han apartado de Dios y una familia sin fe es una familia en ruinas o recordemos lo que dijo el Señor: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5).

La Sagrada Familia se hizo fuerte por la fe de María y José y la presencia del Niño Jesús. En ningún momento vemos la desesperación de Jesús, sino siempre obediente a las palabras del Ángel que le iba marcando el camino. La Sagrada Familia fue grande por la experiencia de la fe en la Palabra de Dios, pero siguió siendo una familia normal y con los problemas, a veces mayores, como el resto de familias. ¿Qué haríamos nosotros si la madre tiene que dar a luz nada menos que al Hijo de Dios en un pesebre? Nació en una familia sin casa, mejor dicho, en un corral en compañía de los animales (Lc 2,6).  ¿Ninguno de nosotros nació en un corral verdad? ¿Qué haríamos si se nos dice que alguien quiere matar a nuestro hijo recién nacido? San José está en este apuro ahora: “El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo" (Mt 2,13) ¿Tendría siempre trabajo José en su carpintería? No la mistifiquemos para que nuestras familias encuentren un modelo de familia. Hemos de convencernos de algo, los problemas de la familia no se solucionan abriendo el camino fácil del divorcio, los problemas de la familia se solucionan ayudando a la familia a ser cada día más fuerte en sí misma.

Como en toda familia, en la sagrada familia hay problemas pero también hay mucha ternura de los padres hacia el niño Jesús y como hoy se menciona en el evangelio al abuelo: “Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel" (Lc 2,28-32). El símbolo de los viejos abuelos con sus nietos, es el encuentro entre el ayer y el presente en un mismo abrazo. ¿Hay algo más bello que ver cómo los viejos reciben con gozo en sus brazos a lo nuevo? Aquí los viejos se sienten felices de ver retoñar lo nuevo.

Si quieres tener una familia feliz, una familia como primera escuela de valores entonces cumple con los deberes familiares como san Pablo dice: “Mujeres, sean dóciles a su marido, como corresponde a los discípulos del Señor. Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan siempre a sus padres, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, para que ellos no se desanimen” (Col 3,18-21).

1.- El amor y el respeto a los padres (Mc 10,19): En esta fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia nos invita a contemplar la vida doméstica de Jesús, María y José. Dios hecho hombre quiso nacer, vivir y ser educado en una familia. La familia es el primer ámbito educativo y de integración en la sociedad. El “Enmanuel, Dios con nosotros” (Is 7,14) quiso también vivir la experiencia de la vida familiar. La primera lectura, del Eclesiástico, es un bello comentario al cuarto mandamiento: «honrarás a tu padre y a tu madre». Dios bendice al que honra a sus padres, y escucha sus oraciones. El libro del Eclesiástico nos dice cómo Dios bendice al que honra y respeta a su padre y a su madre. Sin este respeto no es posible la educación. Con la autoridad que Dios les ha confiado, los padres deben asumir su grave responsabilidad educativa. A veces deberán contradecir los caprichos de sus hijos para que aprendan el sacrificio, la renuncia, el dominio propio, el respeto. Sin valores como estos, la convivencia familiar y social se deteriora gravemente. En cambio, como dice el Salmo, quien teme al Señor será bendecido con la prosperidad.

2.- Las virtudes domésticas (Col 3,14): San Pablo habla de las virtudes domésticas y de la unión en el amor que deben caracterizar la vida de la familia cristiana: misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión. El amor mutuo es el que debe presidir todas las relaciones familiares. Nos habla también de la oración de la familia, invitándonos a cantar a Dios, darle gracias de corazón con salmos y cantos. San Pablo retoma el tema del cuarto mandamiento, «honrarás a tu padre y a tu madre», como fundamento de las relaciones familiares: “Maridos, amad a vuestras mujeres… Hijos, obedeced a vuestros padres en todo»( Col 3,18-19). De este amor y respeto mutuo brotan las bellas relaciones que san Pablo enumera: la humildad, la comprensión, la dulzura, el perdón.

3.- Anticipo de la misión de Jesús. (Lc 2,34): En el Evangelio se narra la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén. El interés del relato no está ni en el rescate del Hijo Primogénito ni en el rito de purificación de María, sino en la Plegaria-Himno y en las Palabras Proféticas del Anciano Simeón y también las palabras elogiosas de la Profetisa Ana. El anciano Simeón, iluminado por el Espíritu Santo, reconoce en el Niño Jesús al "Mesías del Señor", al "Salvador", "Gloria de Israel" y "Luz, para iluminar a todas las naciones" (Lc 2,28-32). Al narrar los episodios en tomo a la Infancia de Jesús a San Lucas le interesa sobre todo anticiparnos lo que iremos comprobando a lo largo del relato evangélico: lo que el Señor hará, y le pasará, en su Ministerio Mesiánico. Las palabras proféticas de Simeón sobre el Niño Jesús recuerdan aquellas otras del Señor: "No he venido a traer paz, sino división" (Lc 12,51-53). La actividad mesiánica de Jesús, marcada por el signo de la Cruz, afectará a María su madre: "A ti una espada te traspasará el alma" (Lc 2,35).


4.- Es difícil, más que nunca la educación de los hijos, pero hay que predicar con el ejemplo (Mt 7,16). Es una tarea hermosa, pero de una gran responsabilidad. Ante todo, los padres son los primeros educadores de sus hijos y deben ir con el ejemplo por delante. Es muy importante transmitir valores positivos. Esto lo que nos dice esta reflexión: Los niños aprenden lo que viven. Si los niños viven con crítica, aprenden a condenar. Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear. Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos. Pero, si los niños viven en un hogar lleno de ternura, amor, estímulo, aprenden a ser amoroso, tiernos llenos de confianza. Y más aún, si los niños tienen padres que viven en honestidad, sinceridad, respeto, transparencia, justicia entonces los niños aprenden serán sinceros, transparentes y justos.