DOMINGO III T.O. – B (21 de enero del 2018)
Proclamación del santo evangelio según San Marcos 1,14-20
1:14 Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a
Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
1:15 "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está
cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
1:16 Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a
Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran
pescadores.
1:17 Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores
de hombres".
1:18 Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
1:19 Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y
a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En
seguida los llamó,
1:20 y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los
jornaleros, lo siguieron. PALABRA DEL SEÑOR.
REFLEXIÓN:
Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.
"Un hombre tenía dos hijos. Dijo al primero:
"Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. Él respondió: No quiero.
Pero después se arrepintió y fue. Al segundo, le dijo lo mismo y este le
respondió: Voy, Señor, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su
padre? El primero, le respondieron” (Mt 21,28-31). Esta parábola bien puede
darnos pautas sobre la inquietud latente: ¿Qué tengo que hacer para heredar la
vida eterna o el reino de Dios? (Mc 10,17). Para heredar la vida eterna tenemos
que escuchar la Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14).
¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has
forzado y has prevalecido! Soy motivo de
risa todo el día, todos se burlan de mí” (Jer 20,7). Este pasaje profético, nos
resume lo que paso con Jonás. Cuando Dios pone su mirada en alguien, lo escoge. Eso lo han sabido muchos santos. Pero nadie lo supo mejor que Jonás, ese
interesante y pintoresco personaje del Antiguo Testamento que, según nos cuenta
el libro que lleva su nombre, pasó tres días dentro de una ballena. ¿Podrá ser verdad esto?
Cuesta pensar en algo así. Pero
lo desconcertante es que el mismo Jesús se refiere a la estadía forzada de
Jonás dentro de una ballena para tratar algo tan trascendental como su futura
Resurrección. ¿Iba el Hijo de Dios a
citar un mito? ¿Y a citarlo con el
sentido y la precisión que lo hizo? Así:
“Estos hombres de hoy son gente mala; piden una señal, pero no la tendrán. Solamente se les dará la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue una señal para los
habitantes de Nínive, así lo será el Hijo del Hombre para esta generación” (Lc 11, 29-30). ¿Sin embargo,
de Jonás lo más importante no fue si realmente pasó o no tres días
dentro de una ballena, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía. Dios lo escogió para que se convirtiera él y
para que -por la elección que Dios hizo de él- muchos de Nínive también se
convirtieran.
El Señor escogió a Jonás y a este profeta no le valió de
nada escapar en un barco para huir de Dios.
El barco se vio metido dentro de una tormenta. Jonás es lanzado al agua al conocerse que la
causa de la tormenta es la huída de Jonás.
Y luego de ser tragado por una ballena, es lanzado por el animal cerca
de las costas de Asia Menor para que de allí fuera a la ciudad de Nínive a
predicar lo que el Señor le pedía. El
Señor buscaba que la gran ciudad de Nínive se convirtiera de sus vicios y
pecados. (Para dar una idea del tamaño
de esta ciudad, baste con el dato que nos da la Escritura: se requerían 3 días
para recorrerla a pie).
Jonás predicó lo que el Señor le indicó: “Dentro de cuarenta
días Nínive será destruida”. Sin
embargo, sorprendentemente, los habitantes de Nínive se convirtieron y creyeron
en Dios, e hicieron penitencia, todos.
Dios, entonces, no destruyó la ciudad.
Otros elegidos de Dios son más dóciles que Jonás. Tal es el caso de los primeros discípulos
escogidos por Jesús. Nos cuenta el
Evangelio de San Marcos (Mc. 1, 14-20)
que cuando Jesús, viendo a Andrés y a su hermano Pedro echando las redes
de pescar en el lago de Galilea, les llamó para hacerlos “pescadores de
hombres, ...y ellos dejaron las redes y
lo siguieron.” Respuesta inmediata y obediente a la escogencia del Señor.
Los escogidos de Dios son instrumentos suyos para la
conversión que Dios desea realizar en medio de su pueblo, es decir, en cada uno
de nosotros. Y la conversión siempre
exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el pecado. Pero no basta esto. Es necesario pasar a una segunda fase: “creer
en el Evangelio”. Y creer en el
Evangelio significa vivir según el Evangelio.
No basta conocer la teoría del Evangelio: es necesario vivirlo en la
práctica.
Es necesario cambiar la mentalidad terrena que nos vende el
mundo, esa mentalidad a la que estamos muy acostumbrados. ¿Cuál es la mentalidad del mundo? Aquélla que nos lleva a quedarnos en lo
temporal y a olvidarnos de lo eterno, a preferir lo terrenal y olvidarnos de lo
celestial, a conformarnos con lo humano y a descartar lo divino, a creer en el
mundo y a olvidarnos del Evangelio.
Sin embargo, el Señor nos dice: “El Reino de Dios ya está
cerca. Arrepiéntanse y crean en el
Evangelio”. Ciertamente el Reino de
Dios está cerca, pero sólo será una realidad cuando, arrepentidos y convertidos,
creamos y vivamos según el Evangelio.
Será una realidad cuando vivamos según la Voluntad Divina, cuando -como
rezamos en el Salmo (#24)- el Señor “nos descubra sus caminos”. Y, una vez descubiertos los caminos del
Señor, podamos seguirlos con docilidad.
San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura (1 Cor. 7,
29-31) que “este mundo que vemos es
pasajero”, y que “la vida es
corta”. Y nos aconseja cómo conviene
que vivamos desapegados de este mundo pasajero y de esta vida corta: “los que
sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran;
los que compran como si no compraran; los casados, como si no lo
estuvieran”. Es decir: “estar en el
mundo sin ser del mundo” (Jn. 17, 14-15). Y cuando el Señor nos llame, no hay que
seguir el ejemplo de Jonás: duro para responder. Hay que imitar a otros: a
Pedro, Andrés, Santiago, Juan…. Ellos, sin pensarlo mucho, dijeron sí enseguida
y siguieron al Señor.
En Suma: Cuatro elementos son necesarias para ser parte del
Reino de Dios: 1) Que el tiempo se ha cumplido. 2) Que el reino de Dios irrumpe
sin demora. 3) Que nos convirtamos, 4) acogiendo el Evangelio como norma de
vida nueva.
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