martes, 10 de marzo de 2020

III DOMINGO DE CUARESMA - A (16 de marzo del 2020)

III DOMINGO DE CUARESMA - A (16 de marzo del 2020)

Proclamación del Evangelio de San Juan 4,5-42:
4:5 Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José.
4:6 Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
4:7 Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".
4:8 Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
4:9 La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
4:10 Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva".
4:11 "Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?
4:12 ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?"
4:13 Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,
4:14 pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna".
4:15 "Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla".
4:16 Jesús le respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí".
4:17 La mujer respondió: "No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al decir que no tienes marido,
4:18 porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad".
4:19 La mujer le dijo: "Señor, veo que eres un profeta.
4:20 Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar".
4:21 Jesús le respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre.
4:22 Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
4:23 Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre.
4:24 Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad".
4:25 La mujer le dijo: "Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo".
4:26 Jesús le respondió: "Soy yo, el que habla contigo".
4:39 Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".
4:40 Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días.
4:41 Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra.
4:42 Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

El Primer Domingo de Cuaresma, en la dimensión humana, El Señor nos enseñó con su ejemplo cómo debemos afrontar las tentaciones del demonio (Mt 4,1-11). En el II domingo de cuaresma la manifestación de la parte Divina: Jesús tomó consigo a Santiago, Pedro y Juan… mientras estaban en oración se transfiguro… y la voz del Padre: este es mi hijo. Mi predilecto, escúchenlo…”  (Mt 17,1-9). Ya no es el Jesús tentado y con hambre, sino el Jesús transfigurado y glorificado, como un sol brillante en la cima del Tabor que es el cielo. En este III domingo de cuaresma, el Señor nos enseña, cómo esas dos dimensiones humana y divina del que todos participamos (Gn 1,26) somos parte constitutiva del ser de Dios unido por su gracia simbolizada en el agua (Jn 4,5-42). Con mucha razón Jesús nos reitera versículos más abajo: “Quien tenga sed, que venga a mí y que beba” (Jn7,37). Así, pues, quien vive envuelto en la gracia de Dios como el salmista puede y con razón exclamar; Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma esta sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agostada, sin agua. Como te contemplaba en el santuario, viendo tu fuerza y tu gloria, tu gracia vale más que la vida” (Slm 62,2).

Las Lecturas de hoy nos hablan de “agua viva”: agua en pleno desierto brotando de una roca (Ex.17, 3-7), y agua de un pozo al que Jesús se acerca para dialogar con la Samaritana (Jn. 4, 5-42).  Relato maravilloso que para su mejor entendido podemos tomarla en dos parte: a) Dios que se abaja en su Hijo (Flp 2,6-11) y que viene a salvarnos por puro amor suyo (Jn 3,16). b) la mujer samaritana que descubre en Jesús lo que todo el pueblo espera: al Mesías (Jn4,25).

a) En primer lugar, Dios nunca se nos presenta como el autosuficiente que lo sabe y lo puede todo,  sino sencillamente sentado junto al pozo y Él mismo necesitado de que alguien le ofrezca un vaso de agua para su sed: Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber» (Jn 4,6-7). Pero esta misma realidad de se nos describe al final de la vida de Jesús y esta vez ya desde la cruz: “Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, dijo: «Tengo sed», y con esto también se cumplió la Escritura. Había allí un jarro lleno de vino agrio. Pusieron en una caña una esponja empapada en aquella bebida y la acercaron a sus labios” (Jn 19,28-29).

En  segundo lugar, Jesús no comienza por ofrecer ideas, sino por meterse en nuestro corazón y hacernos sentir nuestros propios vacíos y carencias: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna».  (Jn 4,13-14). Además, Jesús se ofrece a toda la humanidad para que beban de él: “Quien tenga sed, que venga a mí y que beba” (Jn7,37).

En tercer Lugar, Jesús conoce el corazón de la mujer y le va descubriendo toda su verdad: Dice Jesús a la samaritana: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí». La mujer respondió: «No tengo marido». Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad». La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta” (Jn 4,16-19). Yes que ante dios nada podemos esconder, todo se sabrá. Jesús nos reitera: “Cuando llega la luz, ¿debemos ponerla bajo un macetero o debajo de la cama? ¿No la pondremos más bien sobre el candelero? No hay cosa secreta que no deba ser descubierta; y si algo ha sido ocultado, será sacado a la luz” (Mc 4,21-22).

 En cuarto lugar, Jesús la va llevando progresivamente poco a poco hasta que ella misma, la samaritana baja sus resistencias y termina pidiendo también ella esa nueva agua: “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla” (Jn 4,15). Es más, mismo Jesús nos dice: “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama” (Mt 7,7).

b) La samaritana descubre en Jesús al mismo Mesías que todos esperan:

En el primer momento, la samaritana ve a Jesús como un judío común y corriente, incluso como un enemigo de los samaritanos: Jesús dijo “dame de beber”… La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (Jn 4,8-9).

En el segundo momento, la samaritana baja el tono de voz y lo llama Señor: Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva». «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?” (Jn 4,10-11)… «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla» (Jn 4,15).

 En un tercer momento, la samaritana ya lo ve a Jesús como un profeta: Jesús le dijo: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí». La mujer respondió: «No tengo marido». Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad». La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta” (Jn 4,16-19).

En un cuarto momento la expectativa de la samaritana pasa el gran día del Mesías anunciado   profetas: La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo» (Jn 4,25).

Finalmente, Jesús se le revela como el Mesías que tanto tiempo esperaba no solo los samaritanos sino la humanidad: Jesús le respondió: « El Mesías que Uds. Esperan soy yo, el que habla contigo» (Jn 4,26).

La samaritana proclama la Buena Noticia (Evangelio): La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?». Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro” (Jn 4,28-30)… El Señor advierte que es importante oír la palabra de Dios: “Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y ya no habrá  juicio para él porque ya ha pasado de la muerte a la Vida” (Jn 5,24). Los samaritanos ahora han descubierto el valor del Evangelio y que es Cristo Jesús y se acercaron, le ruegan que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4,40-42).

 Que pedagogía tan maravillosa de Jesús, que delicadeza en dejarse descubrir por los samaritanos. Que poder de Dios, que hasta se vale de la mujer que tiene varios maridos. Con razón San Pablo dijo: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres. Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios” (Icor 1,22-29).

lunes, 2 de marzo de 2020

II DOMINGO DE CUARESMA - A (08 de marzo del 2020)


II DOMINGO DE CUARESMA - A (08 de marzo del 2020)

Proclamación del Evangelio San Mateo 17,1-9:
17:1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
17:2 Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
17:3 De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
17:4 Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
17:5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
17:6 Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
17:7 Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
17:8 Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
17:9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimados amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

Jesús exclamo: “¡Padre, glorifica tu Nombre! Entonces se oyó una voz del cielo: Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar" (Jn 12,28). La glorificación de Dios es la manifestación de Dios en el Hijo. Con justa razón dijo Jesús: “Padre así como tu estas en mí y yo en ti” (Jn 17,21). “Donde yo esté, estén también ustedes” (Jn 14,3) Con estas premisas podemos decir que la transfiguración es una escena en que Jesús se deja ver un momento en el cielo que es el estado glorioso. Para estar donde esta Jesús hemos de ser santos: “Uds. sean santos porque yo soy santo” (Lc 11,45).

La II Divina Persona es la manifestación del amor de Dios a favor de toda la humanidad: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para que el mundo se condene, sino que el que cree en Él se salve. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18). Completando la idea, mismo Jesús dice: “Salí del Padre y vine al mundo (la parte Humana). Ahora dejo el mundo y voy al Padre (la parte Divina)» (Jn 16,28). La transfiguración se da en la segunda parte (gloriosa).

En el domingo anterior, Primer Domingo de Cuaresma El Señor nos enseñó con su ejemplo cómo debemos afrontar las tentaciones del demonio (Mt 4,1-11) Lo que claramente nos indica que el Hijo Único de Dios es hombre de verdad, que sintió hambre, pero que el enemigo  quiso aprovecharse de esta carencia para someterlo y nunca pudo. El Hijo de Dios no solo se rebajó para ser uno como nosotros: “El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor” (Flp 2,6-11). En todo igual a nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15). Y en el credo confesamos esta verdad: “Descendió al infierno y al tercer día resucito de entre los muerto  y subió al cielo…”

Pues, fíjense que estas enseñanzas divinas se nos ilustra en dos partea: el domingo pasado en la parte humana del Hijo de Dios (Mt 4,1-11). Hoy  en el II domingo de cuaresma la manifestación de la parte Divina: Jesús tomó consigo a Santiago, Pedro y Juan… mientras estaban en oración se transfiguro… “ (Mt 17,1-9). Ya no es el Jesús tentado y con hambre, sino el Jesús transfigurado y glorificado, como un sol brillante en la cima del Tabor que es el cielo.

¿Cuál es el mensaje que acuña el evangelio de Hoy? Que este tiempo de cuaresma, tiempo de conversión, ayuno y oración, que es tiempo de ascensión al monte tabor (cielo); que en este tiempo de oración terminemos en la sima del tabor contemplando el rostro de Jesús transfigurado, y glorificado (Mt 17,1-9). Esta es la mayor riqueza de la vida espiritual de los hijos de Dios. Y así nos lo reitera mismo Juan: “Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, sea santo, así como él es santo” (IJn 3,2-3).

Qué maravilla saber que  la riqueza espiritual que llevamos dentro del cuerpo mortal, un día tengamos que, como premio experimentar y contemplar a Jesús transfigurado, que no es sino el mismo cielo. Pero para eso hace falta despojarnos de lo terrenal y subir a orar, como Jesús esta vez acompañado de los tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Lo maravilloso del Tabor es verlo iluminado con la belleza interior de Jesús. Allí se transfiguró, dejó que toda la belleza de su corazón traspasase la espesura del cuerpo y todo Él se hiciese luz ante el asombro de los tres discípulos y como Pedro exclamar: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantare aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».” (Mt 17,4)

Toda oración bien hecha nos encamina al encuentro con el Padre, la oración debe transformarnos. La oración nos debe hacer transparentes. Transparentes a nosotros mismos, transparentes ante los demás, trasparentes ante Dios. En la oración debemos vivir nuestra real y verdad dimensión humana y divina por la gracia de Dios (Mt 5,23).

La transfiguración del Señor nos debe situar ante la verdad que viene de Dios: «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8,31). Libres de las tinieblas, que es el infierno (Lc 16,19-31).

En la Transfiguración del Señor, Dios nos habla de que algo nuevo comienza, que lo viejo ha llegado a su fin: “A vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22). Ahora en la transfiguración apareció el Antiguo Testamento: Moisés y Elías. Ellos son los testigos de que lo antiguo termina y de que ahora comienza una nueva historia. Ya no se dirá “escuchen a Moisés”, sino “éste es mi hijo el amado, mi predilecto: escúchenlo”(Mt 7,5). Ello aplicado a la Cuaresma bien pudiéramos decir que es una invitación a la oración como encuentro con Dios, al encuentro con nosotros mismos, además de un abrirnos a la nueva revelación de Jesús.

Finalmente conviene manifestarlo aquí: La oración de oraciones es la santa misa. Y en la Santa misa aquello que ya nos dijo el Señor por Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta» Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?” (Jn 14,9-10). Con ver a Jesús vemos a Dios mismo ante nuestros ojos y es más, en cada Santa Eucaristía el señor se transfigura en el altar, se nos muestra glorificado y transfigurado: Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados” (Mt 26,26-28).

martes, 25 de febrero de 2020

I DOMINGO DE CUARESMA - A (01 de marzo del 2020)


I DOMINGO DE CUARESMA - A  (01 de marzo del 2020)

Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 4,1 - 11:

4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.
4:2 Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.
4:3 Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".
4:4 Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
4:5 Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo,
4:6 diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos  para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
4:7 Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
4:8 El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor,
4:9 y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme".
4:10 Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
4:11 Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

“Oren para no caer en la tentación, porque el espíritu es fuerte, pero la carne es débil" (Mt 26,41). ¿Cuál es la mayor tentación del hombre? Hoy, la mayor tentación del hombre es sentirse igual a Dios: “La serpiente dijo a la mujer: De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman del árbol prohibido, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,4-5).

Hemos iniciado el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza y en la imposición de la ceniza se nos ha recordado: “Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!» (Gn 3,19). O también «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértete y cree en la Evangelio» (Mr 1,15).

“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4). “Uds me darán culto solo a mí y yo bendeciré tu pan y tu agua. Y apartaré de ti todas las enfermedades” (Ex 23,25). “No te postrarás ante esos dioses(falsos) ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian” (Ex 20,5). Estas citas del A.T. nos recuerdan que Dios es único. Pero alguien dividido o apartado de Dios que se hace igual a Dios es precisamente el demonio.

En este primer domingo de la cuaresma, llamado el domingo de la tentación, Jesús sufre tres fuertes tentaciones. Que son las tres grandes tentaciones tuyas y mías, de la Iglesia y de la sociedad. Tentaciones que están latentes a cada momento de nuestra vida terrenal.

1) La tentación de que Dios solucione el hambre del mundo: El tentador, acercándose a Jesús le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes». Jesús le respondió: «Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,3-4). Episodio que nos recuerda al pueblo de Israel en el desierto: “El pueblo de Israel partió de Elim, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. «Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea» (Ex 16,1-3).

2) La tentación del exhibicionismo y la admiración: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"». Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"» (Mt 4,6-7). Otra escena que nos recuerda la tentación del pueblo de Israel torturado por la sed: Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: «Danos agua para que podamos beber». Moisés les respondió: «¿Por qué me acusan? ¿Por qué tientan al Señor?». Pero el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: «¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?». Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: «¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?». El Señor respondió a Moisés: «Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo» (Ex 17,1-6).

3) La tentación de hacernos dueños del mundo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme». Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto"» (Mt 4,9-10). Esta escena nos recuerda otra escena del desierto: Cuando el pueblo vio que Moisés demoraba en bajar de la montaña, se congregó alrededor de Aarón y le dijo: «Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto» Aarón les respondió: «Quiten a sus mujeres, a sus hijos y a sus hijas, las argollas de oro que llevan prendidas a sus orejas, y tráiganlas aquí». Entonces todos se quitaron sus aros y se los entregaron a Aarón. El recibió el oro, lo trabajó con el cincel e hizo un ternero de metal fundido. Ellos dijeron entonces: «Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto». Al ver esto, Aarón erigió un altar delante de la estatua y anunció en alta voz: «Mañana habrá fiesta en honor del Señor». Y a la mañana siguiente, bien temprano, ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y después se levantó para divertirse. El Señor dijo a Moisés: «Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: «Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto». Luego le siguió diciendo: «Ya veo que este es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación» (Ex 32,1-10).

No olvidemos que este episodio de la tentación del Señor sucede después del bautismo: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3,16-17). Es decir, Jesús empieza a compartir la experiencia de nuestra vida humana con todo lo que es e incluso la experiencia del Pueblo de Dios en la escena de la salida de la esclavitud.

Dios es quien toma la iniciativa de  hacerlo salir de esclavo a un pueblo libre. Es Dios que lo lleva al desierto y lo acompaña en su andar. Ahora es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto. El desierto es camino de libertad, pero también camino de tentación. El Evangelio reúne en una sola escena todas la tentaciones. El Pueblo vivió la tentación de regresar a la esclavitud. Jesús es tentado de todo aquello que lo puede desviar de los caminos de Dios.

La Cuaresma es un tiempo de búsqueda de la libertad pascual en base al ayuno, oración y la caridad (Mt 6,2-16). Aunque nosotros tenemos la tentación de sentirnos bien con nuestras esclavitudes, la tentación de renunciar a nuestra libertad. Cada uno sabe de qué esclavitudes Dios lo quiere sacar. Cada uno sabe que la esclavitud del pecado está maquillada de bondad y belleza. El pecado tiene mucho de maquillaje. Se presenta como algo bueno y termina destruyéndonos. El pecado se presenta como algo sabroso y termina amargándonos el corazón. ¿Hemos hecho la prueba de cómo vemos el pecado antes y cómo lo vemos luego de caer?

Comencemos viéndonos como peregrinos hacia la Pascua. Peregrinos de la libertad. Peregrinos de la resurrección. Salgamos juntos de nuestra escena de la esclavitud Egipto, para encontrarnos juntos en la tierra gozosa de nuestra Pascua. Dejemos liberar de nuestras cadenas de la esclavitud que cada uno tenemos. Y hoy podemos comenzar; esos cuarenta días de camino hacia la Pascua. Y comenzamos con una experiencia que nos sorprende: con un Jesús tentado en el desierto, con un Jesús experimentando esas luchas internas de cada uno de nosotros. Es una experiencia de cuarenta días en los que Jesús hace la experiencia de su pueblo, hace la experiencia de nosotros, hace la experiencia de su condición humana.

Una de esas tentaciones más peligrosas, porque la peor tentación es lo de no creerse tentado. La peor tentación es no tomar conciencia de que estamos tentados, ¿Cómo sanar al que no se cree enfermo?. Y al respecto, nuestras mayores tentaciones son: Creer que nosotros somos buenos y no necesitamos de la ayuda de nadie. Creer que la santidad no es para nosotros. Creer que no necesito de la Iglesia porque también ella está cargada de defectos. Creer que no necesito confesarme porque no tengo pecado y, en todo caso, el confesor también es pecador. Creer que no necesito de los demás porque yo me basto a mí mismo. Creer que basta ser bueno y puedo prescindir de los demás: Me basta el amor a Dios sin necesidad del amor al prójimo. Creer que la Cuaresma no me va a cambiar. No tomar en serio nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua y, por tanto, no tomarnos en serio a notros mismos.

No olvidemos que no hay Cuaresma sin cambio o conversión. Cambio que tiene que nacer del corazón y no de meras superficialidades. Así nos deja notar Dios por el profeta: «Uds. se quejan y dicen ¿Por qué ayunamos a tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?». Porque ustedes –dice Dios- el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre. Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas, ¿Es este acaso el ayuno que yo amo? Acaso se trata solo de doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el saco de ceniza: ¿a eso llaman ayuno y día aceptable al Señor? ¿No saben cuál es el ayuno que me gusta? El ayuno que yo amo –oráculo del Señor- soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!» (Is 58,3-9).

 La tentación que Jesús sufre como hombre verdadero, nos permite y enseña, hasta donde somos capaces de llegar y saber optar por nosotros mismos como Hijos de Dios, que llevamos esa dignidad de ser imagen y semejanza de Dios (Gn1,26). Nos permite también saber medir nuestros actos en la libertad de ser hijos de Dios, saber optar por Dios o por el Diablo: “Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlo. Yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán. Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob” (Dt.30,15-20).

viernes, 21 de febrero de 2020

DOMINGO VII - A (23 de Febrero del 2020)


DOMINGO VII - A (23 de Febrero del 2020)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 5,38 - 48:

5:38 Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
5:39 Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
5:40 Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
5:41 y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
5:42 Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
5:43 Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
5:44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
5:45 así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
5:46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
5:47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
5:48 Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. PALABRA DE DIOS.

REFLEXION

Queridos amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

En el evangelio de hoy Jesús aborda el tema de la moral del A.T: La ley del talión (Mt 5,38-42): “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente” (Dt 19, 21) y la moral del N.T: la ley del amor (Mt 5,43-48). Y concluye: “Sed perfecto como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

1.- Dijo Jesús: “Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente” (Mt 5,38). Efectivamente, en el A.T. se lee: “Si alguno causa una lesión a su prójimo, como él hizo así se le hará: Fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le hará la misma lesión que él haya causado a otro” (Lev 24, 19-20). Con este modo de proceder evoca “hacer la justicia con sus manos” y eso no lleva a la vida en justicia y paz (Mt 5,6-9). Jesús dice: “Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt 5:39).

2.- Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo” (Mt 5,43; Lev 19, 18). Y Jesús nos dice hoy: “Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores” (Mt 5,44); para ser hijos de Dios. Porque Dios hace brillar el sol sobre justos e injustos. El modo de actuar nuestro desde un saludo debe reflejar el modo de actuar de Dios. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Por lo tanto “sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (M 5,48).

Jesús en su enseñanza en el domingo anterior nos invitaba ver y entender de una manera nueva la ley de la convivencia y nos decía: “han oído que se dijo… pero yo les digo” (Mt 5,21)… Hoy complementa su enseñanza con estas palabras. Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Porque, si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,44-48).

El evangelista San Juan puede muy bien resumirnos la enseñanza del evangelio de este domingo en estos términos: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,34-35).

Quien sabe amar como Dios nos ha amado en su Hijo Cristo Jesús, ¿será capaz de vivir en la ley moral del pasado: "Ojo por ojo y diente por diente"? (Mt 5,38). O ¿Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo? (Mt 5,43). ¿Cómo andan nuestras relaciones con los otros? Que en el fondo es también preguntarnos quién es el otro para nosotros. ¿Un amigo? ¿Un enemigo? Y si tengo enemigos ¿Qué hago para revertir que tenga más enemigos? Recuerda lo que ya nos dijo en otra ocasión el Señor:

“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes” (Lc 6,36-38). Porque si no sabemos perdonarnos, ¿no estaremos viviendo en la misma ley de talión que hoy Jesús descalifica?: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt 5,38-39).
Jesús sigue con el mismo paralelo del “han oído que se dijo”… “pero yo les digo”. Es decir, el antes de Jesús y el después de Jesús, que traducido en nuestras vidas pudiera ser: “Yo antes de conocer a Jesús” y “yo después de conocerle a Él y aceptarlo en mi vida, acepto sus enseñanzas: ámense unos a otros como yo le he amado” (Jn 13,34). 

En realidad, el Evangelio que hoy proclamamos pudiera ser el camino de la paz, de la armonía social, de entendernos como hermanos. Puede que las afirmaciones de Jesús choquen con nuestras mentalidades y nuestros criterios, pero son los que mejor expresan el nuevo mundo, el reino de Dios. Porque eso de “ojo por ojo y diente por diente”, es un sistema donde prevalece la fuerza. Si te respondo con lo mismo que me has hecho, ganará el que pueda más; pero si en vez de enseñarte mi ira, soy capaz de responderte con amor, misericordia y caridad las cosas cambian.

Si se trata de odiar a mi enemigo, nos quedamos en ese pobre sistema de relaciones que más parecen una pelea de boxeo que un saber buscar caminos de encentro. En cambio, si logramos amar a nuestros enemigos, es hacer amigos de los enemigos. Es convertir el mundo en una sociedad de amistad. Porque, si solo saludamos a los que nos saludan quedamos todos a la misma altura. ¡Qué lejos quedamos de ese ideal que nos propone Jesús hoy! “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto.” (Mt 5,48). Buena diferencia entre tener a Dios Padre como modelo nuestro o tener como modelos a los poderosos, a los que cada día nos amenazan con sus armas. Digamos, que no podemos quedarnos en el mundo que vivimos y tenemos que construir un mundo nuevo de amor.

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor (I Jn 4,8), y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él (I Jn 4,16). La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él. En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.  “El que dice: Amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (IJn 4,20).

Antes se dijo “ojo por ojo y diente por diente” (Mt 5,38), es decir, trata de los demás como los demás te tratan a ti. Hoy como los jóvenes dicen: “El que me la hace me la paga.” Si tú me odias, yo te odio. Si tú hablas mal de mí, yo hablo mal de ti. Si me has hecho algo malo, me respuesta hacerte otro tanto a ti. No le hablo porque me hizo mucho daño. No le trato porque me hizo quedar mal ante los demás. No quiero saber nada con él porque en tal fecha me hizo sufrir. ¿No suele ser esta nuestra reacción? Hasta es posible que pasen los años y sigamos con un corazón lleno de resentimientos, rencores y odios. ¿Qué es que lo conseguimos con ello? Tres cosas muy sencillas. 1) Con nuestros resentimientos de hoy no cambiamos el pasado de lo que nos hicieron. 2) Llenar nuestro corazón de amargura. Es posible que en el pasado nos hayan hecho sufrir, pero ahora sufrimos por culpa nuestra recordando el pasado. Así vivimos amargados toda la vida. 3) Cuando respondemos con la misma ofensa, terminamos siendo iguales a los que nos han ofendido. Y todo eso, humanamente nos parece “Bien”.

Hoy, no es esta la actitud que nos pide Jesús porque Él no vino a actualizar el pasado, sino a cambiarlo. El mal no se vence con el mal. El odio no se suprime con el odio. Las ofensas no se suprimen con más ofensas. Jesús quiere cambiar el mundo, quiere cambiar las actitudes, quiere cambiar el modo de tratarnos los unos a los otros. Por eso nos viene a decir: “No devolver el mal por el mal”, sino vencer el mal por el bien. Viene a evitar que haya enemigos mediante el cambio de nuestra actitud para con ellos. No viene a vencer a los enemigos siendo más fuertes que ellos. Al contrario, Jesús nos viene a decir que el mal solo se vence con el bien; que el odio solo se vence con el amor; que el resentimiento solo se vence con la comprensión. Se trata de una nueva visión del mundo. Una nueva visión del trato de los unos con los otros. Una nueva manera de relacionarnos. No construimos la paz con más guerra. No construimos un mundo más fraterno con más enemistades. Un mundo nuevo solo se cambia con corazones nuevos. Un mundo distinto solo es posible con hombres distintos.

Esta nueva visión o ley moral no es superior a nuestra capacidad como Dios mismo nos lo dice: “Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: ¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas y la pongas en práctica” (Dt 30,11-14). Por tanto, la única estrategia para alcanzar el cielo es la santidad (Lv 11,45) y la santidad tiene su fundamento esencial cual es vivir en el amor de Dios y el amor al prójimo (Mc 12,38). Trata a los demás como ellos quieren que te traten (Mt 7,12). “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Mt13,8).

lunes, 10 de febrero de 2020

DOMINGO VI T.O. - A (16 de Febrero del 2020)


DOMINGO VI T.O. - A (16 de Febrero del 2020)

Proclamación del Evangelio San Mateo 5,17-37.

5:17 No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
5:18 Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
5:19 El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
5:20 Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
5:21 Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal.
5:22 Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego.
5:23 Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
5:24 deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
5:25 Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
5:26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
5:27 Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
5:28 Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
5:29 Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
5:30 Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
5:31 También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.
5:32 Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.
5:33 Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
5:34 Pero yo les digo que no juren de ningún modo ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
5:35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; Isaías 66, 1 ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
5:36 No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
5:37 Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN:

Queridos amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

Hoy el mensaje del evangelio aborda varios temas:  1) Jesús ante la ley: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17). 2) El homicidio: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal. Pero yo les digo…” (Mt 5,21). 3). El adulterio: “Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo... “ (Mt 5,27). 4) El divorcio: “Ustedes han oído que se dijo el que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio. Pero yo les digo…” (Mt 5,31). 5). El juramento: “Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo…” (Mt 5,33).

Para nuestra reflexión conviene resaltar tres aspectos:

1) Recordemos la ley de los diez mandamientos que el pueblo de Israel tiene que cumplir porque fueron dadas por Dios a Moisés ( Ex 31,18; 20,1-17). Luego en el N.T. se nos dice: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde entonces se proclama el Reino de Dios, y todos tienen que esforzarse para entrar en él. Es más fácil que dejen de existir el cielo y la tierra, antes que deje de cumplirse una coma de la Ley” (Lc 16,16-17). Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20,21). Jesús les dijo: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20).

2) Un escriba pregunta a Jesús: "¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús respondió: El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;  y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos" (Mc 12,28-31). En suma: Porque Dios es amor (I Jn 4,8). Y el amor a Dios tiene que pasar por el amor al hermano: “Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso” (I Jn 14,20).

3) Quien vive en el amor de Dios ama a su prójimo por tanto: la nueva ley es como el Señor mismo nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35). Y el que sabe vivir en el amor a Dios, acepta el mensaje de Dios integro tanto del A.T- y N.T. porque se complementan. Opta por la vida y no atenta contra el quinto mandamiento. Que nos dice no mataras, y el sexto mandamiento: No cometerás adulterio. No atentará contra el primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas y menos contra el segundo que nos dice: No levantaras el nombre de Dios en vano.

Jesús no viene a abolir la Ley del Antiguo Testamento. Al contrario, la viene a perfeccionar pasando por una exhaustiva purificación, porque a lo largo del tiempo nosotros la hemos deformado y una ley deformada ya no sirve ni para ser imagen de Dios (Gn 1,26), ni para convivir como hermanos (Jn 13,34). O recordemos este episodio: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Is 61). Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” (Lc 4,18-20).

Nos dice también que, no basta ser como los demás, no podemos ser como los escribas y fariseos: “Les aseguro que si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20).  Con frecuencia, nosotros nos medimos según la medida de los demás, pero para Dios cada uno tiene su propia medida. No basta que yo sea como los demás, sino que tengo que dar la talla que Dios ha pensado para mí. No pensemos que Dios nos exige cosas imposibles, así no es: “Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: ¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques” (Dt 30,11-14).

Jesús sitúa la nueva ley en el corazón del hombre. Un buen día preguntaron a Jesús: Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”. Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos” (Mc 12,28-31). Quien sabe amar, no sabe lo que es matar. Hasta llega a hacer una afirmación que para nosotros pudiera parecernos extraña. Yo diría que la reconciliación, la amistad y el perdón están por encima del mismo culto o, dicho de otra manera, son una especie de culto. No se puede acercar uno al altar, si en su corazón lleva el veneno de la enemistad con su hermano. Mejor damos vuelta atrás, amistamos y nos perdonamos y recién ahora podemos acercarnos al altar (Mt 5,23).

Jesús nos invita a ver y entender de una manera nueva la ley: “han oído que se dijo… pero yo les digo” (Mt 5,21)… Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,44-48).

Solo Cristo Jesús es el modelo de la humanidad. Nadie es modelo de lo que tenemos que ser, sino solo Jesús. La vida de los demás puede despertar alicientes como también puede despertar apatías. Jesús es bien claro en esto: “Les aseguro: Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entraran en el reino de los cielos” (Mt 5,20). En aquel entonces, los modelos de religiosidad eran tanto los escribas como los fariseos. Digamos que eran los buenos, los santos según la Ley, pero sus vidas no eran suficientes para ser modelos de santidad en el nuevo Reino que predicaba Jesús. Jesús era de los que caminaba contra la corriente, contra la costumbre, contra la tradición, contra lo que consideraban el camino y la voluntad de Dios, su misión fue marcar un camino diferente, un camino contracorriente.

El gran peligro que todos corremos es querer ser como los demás, como los otros. El qué dirán los demás tiene una tremenda fuerza dentro de nosotros. El qué dirán o pensarán los demás tiene el poder de marcar y señalar nuestras vidas. Los demás tienen una enorme fuerza en nuestras vidas. “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano” (Lc. 18,11). ¿Quién de nosotros no ha experimentado esa fuerza en su vida en compararse con los demás? ¿Qué pensarán de nosotros? Porque nuestro prestigio está no en lo que pensamos nosotros ni, muchas veces en lo que pueda pensar Dios, sino en lo que “piensan los otros”.

Hablamos como hablan y de lo que hablan los demás. No podemos llamar la atención. Tenemos miedo a lo que dirán de nosotros. Vestimos como visten los demás. No podemos sentirnos marginados. Hay que ser como todos. Compramos lo que compran todos. Hay que estar al día y a tono con los demás. Nos divertimos como se divierten todos. Nadie quiere pasar por un aburrido. Hoy Jesús nos dice otra cosa: "Si no son distintos y mejores que los demás, no podrán entrar en el Reino de los cielos” (Mt 5,20).

Si la humanidad de hoy busca modelos que seguir entre los hombres de hoy se equivoca. Cree que prescindiendo de Dios o escapando de Dios le va mejor, pues no es cierto. Mejor te miras en el espejo de Jesús y del Evangelio. Por eso, no podemos juzgar a los demás ni considerarnos menos ni más que los demás. Ante Dios somos únicos. “El hombre es tanto ante Dios y no más” (San Francisco de Asís).

miércoles, 5 de febrero de 2020

DOMINGO V T.O. - A (9 de febrero del 2020)

DOMINGO V T.O. - A (9 de febrero del 2020)

Proclamación del santo Evangelio de San Mateo 5,13-16:
5:13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
5:14 Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.
5:15 Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
5:16 Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados hermanos(as) en la fe, Paz y Bien.

Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo” (Jn 12,44). “Yo soy la luz del mundo,  el que me sigue no camina en tinieblas si no que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). “Quien crea y se bautice se salvara, quien se resista en creer será condenado” (Mc 16,15). En el bautismo recibimos la luz de la gracia. ¿Cómo encender esa luz para que brille en nosotros y para los demás? San Pablo nos da un buen consejo: “No apaguen la acción del Espíritu Santo; no desprecien las enseñanzas de la escritura; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Apártense de todo lo malo” (I Tes 5,19-22).

Como vemos, el mensaje que el evangelio hoy nos transmite es: “Brille así su luz delante de los hombres, mediante sus buenas obras para glorificar a su Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). ¿Por qué es necesario que brille nuestras obras? Para que como dice el mismo Señor: “Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos a los que obraron en el mal, y los arrojarán en el horno encendido. Allí será el llanto y rechinar de dientes. Pero los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! (Mt 13,40-43). San Pedro agrega: “Lleven una vida ejemplar en medio de los que no conocen a Dios; de este modo, los mismos que ahora los calumnian como a malhechores, al ver sus buenas obras, tendrán que glorificar a Dios el día de su Visita” (I Pe 2,12).

¿Cómo hacer que brillen nuestras buenas obras delante de los hombres? Siendo la sal que da sabor a la comida (Mt 5,13), siendo luz para los demás (Mt 5,14). Y como el domingo anterior hemos meditado cuando el Seños nos ha dicho: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5,6; Is 55,1; Ap 21,6); “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,10; I Pe 3,14). Y además: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,7-9).

“Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron” (Mt 5,11-12). Incluso nos dice: “El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir” (Mt 10,21). Y como si esto fuera poco: Todos les odiaran por mi causa, pero el que persevere hasta el final se salvará” (Mt 10,22).

Para ser files al Señor aun a costa de nuestra vida se requiere: Empaparnos de la palabra de Dios para conocerlo, así nos lo recuerda el salmista: “Qué dulce es tu palabra para mi paladar, más dulce que la miel” (Slm 118,103). “Tu palabra es una lámpara para mis pasos, una luz en mi camino” (Slm 118,105). “Yo amo tus mandamientos y los prefiero más que el oro fino” (Slm 118,27). El mismo evangelio nos dice en los amigos de Emaús: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32).

Para nuestra reflexión pastoral: Como vemos, el Evangelio de hoy está contextualizado entre la luz del sol que alumbra e ilumina y el alimento del pan material. Si alguien creía que Jesús no sabía de cocina se equivoca. Jesús sabía de cocina y no le gustaban las comidas sin sal. Me supongo que más de una vez fue testigo de cómo su Mamá María echaba la sal en los pucheros y como a Él le encanta hablar desde las realidades de la vida, hoy nos hace una llamada bonita: “Uds son la sal de la tierra” (Mt 5,13). “Uds son la luz del mundo”(Mt 5,14) Entre la sal que tiene que ver con el mundo interior de uno y la luz que tiene que ver con el mundo exterior. Dos imágenes bien gráficas y bonitas para expresar la misión y el sentido de la vida del creyente en el mundo y, por lo demás, bien actuales.

¿Quién no conoce la sal y la función de la misma? Da sabor, da gusto a la comida. Por algo decimos cuando alguien dice en son de broma: está en una vida “sin sal”. Sólo que a nosotros no nos dicen que seamos sal para la comida sino “sal para el mundo”. No es lo mismo darle gusto y sabor a la comida que darle gusto y sabor a la vida y al mundo. Frente a un mundo sin sabor y que carece de sentido, alguien tiene que darle al mundo algo sabroso, algo que dé gusto vivir en él. Ser sal es darle sabor a la vida, una vida que uno la vive gozosa y feliz y siente ganas de vivir. Esta es nuestra misión de cristianos, hacer que la vida tenga sentido, hacer que la gente viva a gusto.

¿Quién no conoce lo que es la luz? Posiblemente una de las cosas que más nos fastidia es cuando sufrimos un apagón o simplemente se nos fue un fusible. Acostumbrados a la luz, ya no sabemos vivir a la luz de una vela o un candil.
Esta es la misión también del cristiano y de la Iglesia, iluminar, alumbrar. ¿Recuerdan a aquel ciego que durante la noche caminaba con una linterna encendido? Alguien le preguntó por qué llevaba la linterna si él no veía. La respuesta fue linda: “Pero así puedo hacer que usted vea mejor el camino.” En la vida y en el mundo hay demasiadas sombras y oscuridades. Alguien tiene que ser luz para que otros puedan ver. Si dejamos de alumbrar, ¿qué sentido tiene nuestra fe? Al respecto Un bueno día dijo Jesús a los fariseos: “Guías ciegos, Uds. Cuelan el mosquito, mientras se tragan un camello” (Mt 23,24). San Pablo nos agrega: “Nadie se en engañe, nadie se burle de Dios. Se cosecha de lo que se siembra, quien siembra en la carne, cosecha de la carne corrupción y muerte, quien siembra en el espíritu, cosecha del espíritu vida eterna” (Gal 6,7).

Estimados hermanos(as): Superemos esa falsa humildad de creernos menos de lo que somos. Superemos esa falsa humildad de que los demás no ven lo malo sino solo bueno que hacemos. Tarde o temprano se llega a saber todo (Mt 10,26). La luz no se enciende para esconderla, sino para ponerla sobre el candelero. Si Dios ha encendido la luz en tu vida no es para que la escondas. No se trata de hacer exhibicionismos, pero sí de manifestarnos en lo que somos.

Si soy practicante no tengo por qué hacerlo a escondidas. Si voy a Misa no tengo por qué avergonzarme ante los que no van. Si soy creyente no tengo por qué avergonzarme delante de los ateos. ¿No te das cuenta de cómo los ateos no se avergüenzan de declararse tales en público? ¿Y por qué voy avergonzarme yo de ser creyente? ¿Por qué voy a sentirme menos declarándome creyente? Yo respetaré al que no cree, pero igual derecho tengo a que se respete mi fe. No se trata de sentirme más que ellos, pero tampoco de acomplejarme ante ellos.

Si tengo que hablar del Evangelio: “No me avergüenzo del Evangelio” (Rm 1,16). ¿Por qué avergonzarme del evangelio? Cuando yo anuncio el Evangelio no lo impongo a nadie, simplemente lo ofrezco. Si hago el bien a los demás no tengo por qué hacerlo en secreto. No se trata de aprovecharlo para que me consideren más. ¿Se avergüenza el sol de brillar en el firmamento? ¿Se avergüenzan las luces de la calle por alumbrar de noche? ¿Y por qué me he de avergonzar yo de que creo en Dios, en Jesús, en el Evangelio? Con razón dice san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20).

martes, 28 de enero de 2020

DOMINGO IV – A (02 de febrero del 2020)


DOMINGO IV – A (02 de febrero del 2020)

Proclamación del santo evangelio según San Lucas: 2,21-38

2:21 Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño Génesis y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel Mateo  antes de su concepción.
2:22 Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
2:23 como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
2:24 También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
2:25 Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
2:26 y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
2:27 Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
2:28 Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
2:29 "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
2:30 porque mis ojos han visto la salvación
2:31 que preparaste delante de todos los pueblos:
2:32 luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
2:33 Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
2:34 Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
2:35 y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
2:36 Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
2:37 Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
2:38 Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. PALABRA DEL SEÑOR.

"Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón” (Lc 2,34-35). Estas palabras Simeón, anunciando dos acontecimientos:  1) “El que cree en el Hijo, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3,18-19). 2) La participación  de María en la misión salvífica del Mesías, ponen de manifiesto el papel de la mujer en el misterio de la redención. María no es sólo una persona individual; también es la "hija de Sión", la mujer nueva que, al lado del Redentor, comparte su pasión y engendra en el Espíritu a los hijos de Dios. Esa realidad se expresa mediante la imagen popular de las "siete espadas" que atraviesan el corazón de María. Esa representación pone de relieve el profundo vínculo que existe entre la madre, que se identifica con la hija de Sión y con la Iglesia, y el destino de dolor del Verbo encarnado.

María al entregar a su Hijo, recibido poco antes de Dios, para consagrarlo a su misión de salvación, María se entrega también a sí misma a esa misión. Se trata de un gesto de participación interior, que no es sólo fruto del natural afecto materno, sino que sobre todo expresa el consentimiento de la mujer nueva a la obra redentora de Cristo.

En su intervención, Simeón señala la finalidad del sacrificio de Jesús y del sufrimiento de María: se harán "a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazón" (Lc 2, 35). Jesús, "signo de contradicción" (Lc 2, 34), que implica a su madre en su sufrimiento, llevará a los hombres a tomar posición con respecto a él, invitándolos a una decisión fundamental. En efecto, "está puesto para caída y elevación de muchos en Israel" (Lc 2, 34). Así pues, María está unida a su Hijo divino en la "contradicción", con vistas a la obra de la salvación. Ciertamente, existe el peligro de caída para quien no acoge a Cristo, pero un efecto maravilloso de la redención es la elevación de muchos. Este mero anuncio enciende gran esperanza en los corazones a los que ya testimonia el fruto del sacrificio.

Al poner bajo la mirada de la Virgen estas perspectivas de la salvación antes de la ofrenda ritual, Simeón parece sugerir a María que realice ese gesto para contribuir al rescate de la humanidad. De hecho, no habla con José ni de José: sus palabras se dirigen a María, a quien asocia al destino de su Hijo.

La prioridad cronológica del gesto de María no oscurece el primado de Jesús. El concilio Vaticano II, al definir el papel de María en la economía de la salvación, recuerda que ella se entregó totalmente a sí misma (...) a la persona y a la obra de su Hijo. Con él y en dependencia de él, se puso (...) al servicio del misterio de la redención.

En la presentación de Jesús en el templo, María se pone al servicio del misterio de la Redención con Cristo y en dependencia de él: en efecto, Jesús, el protagonista de la salvación, es quien debe ser rescatado mediante la ofrenda ritual. María está unida al sacrificio de su Hijo por la espada que le atravesará el alma.

El primado de Cristo no anula, sino que sostiene y exige el papel propio e insustituible de la mujer. Implicando a su madre en su sacrificio, Cristo quiere revelar las profundas raíces humanas del mismo y mostrar una anticipación del ofrecimiento sacerdotal de la cruz. La intención divina de solicitar la cooperación específica de la mujer en la obra redentora se manifiesta en el hecho de que la profecía de Simeón se dirige sólo a María, a pesar de que también José participa en el rito de la ofrenda.

La conclusión del episodio de la presentación de Jesús en el templo parece confirmar el significado y el valor de la presencia femenina en la economía de la salvación. El encuentro con una mujer, Ana, concluye esos momentos singulares, en los que el Antiguo Testamento casi se entrega al Nuevo. Al igual que Simeón, esta mujer no es una persona socialmente importante en el pueblo elegido, pero su vida parece poseer gran valor a los ojos de Dios. San Lucas la llama "profetisa", probablemente porque era consultada por muchos a causa de su don de discernimiento y por la vida santa que llevaba bajo la inspiración del Espíritu del Señor.

Ana era de edad avanzada, pues tenía ochenta y cuatro años y era viuda desde hacía mucho tiempo. Consagrada totalmente a Dios, "no se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones" (Lc 2, 37). Por eso, representa a todos los que, habiendo vivido intensamente la espera del Mesías, son capaces de acoger el cumplimiento de la Promesa con gran júbilo. El evangelista refiere que, "como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios" (Lc 2, 38).

Viviendo de forma habitual en el templo, pudo, tal vez con mayor facilidad que Simeón, encontrar a Jesús en el ocaso de una existencia dedicada al Señor y enriquecida por la escucha de la Palabra y por la oración. En el alba de la Redención, podemos ver en la profetisa Ana a todas las mujeres que, con la santidad de su vida y con su actitud de oración, están dispuestas a acoger la presencia de Cristo y a alabar diariamente a Dios por las maravillas que realiza su eterna misericordia.

Simeón y Ana, escogidos para el encuentro con el Niño, viven intensamente ese don divino, comparten con María y José la alegría de la presencia de Jesús y la difunden en su ambiente. De forma especial, Ana demuestra un celo magnífico al hablar de Jesús, testimoniando así su fe sencilla y generosa, una fe que prepara a otros a acoger al Mesías en su vida. La expresión de Lucas: "Hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén" (Lc 2, 38), parece acreditarla como símbolo de las mujeres que, dedicándose a la difusión del Evangelio, suscitan y alimentan esperanzas de salvación.