domingo, 19 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXIV – A (26 de Noviembre de 2023).

DOMINGO XXXIV – A (26 de Noviembre de 2023).

Proclamación del Santo evangelio según san Mateo 25,31-46:

25:31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

25:32 Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

25:33 y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a la izquierda.

25:34 Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

25:35 porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

25:36 desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver".

25:37 Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

25:38 ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

25:39 ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?"

25:40 Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo".

25:41 Luego dirá a los de la izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

25:42 porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

25:43 estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron".

25:44 Estos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?"

25:45 Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo".

25:46 Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna" PALABRA DEL SEÑOR.

 Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien:

"(A los de su derecha) Vengan, benditos de mi Padre... Porque tuve hambre y me dieron de comer... Cada vez que lo hicieron con uno de estos hermanos míos pobre, lo hicieron conmigo... (A los de su izquierda): Apártense de mí... Porque tuve hambre y no me dieron de comer… Cada vez que no lo hicieron con uno de estos mis hermanos pobres, dejaron de hacerlo conmigo. Estos irán al (Infierno) castigo eterno y los justos a la vida eterna (Cielo)” Mt 25,31-46). Con esta sentencia termina el ciclo litúrgico. ¿Quienes son los justos? “La justicia consiste en poner en práctica todos mandamientos nuestro Dios” (Dt 6,25). "Quien vive en el amor, cumple con toda la ley" (Rm 13,10).

Durante todo el año hemos seguido el evangelio de san Mateo. Hoy es el último domingo: y también su lectura es como el resumen de toda su Buena Noticia: Cristo como Juez y Rey Universal, y el AMOR AL HERMANO como tema de la confrontación de cada hombre con Él. EL AMOR es, pues, el resumen de todo el Evangelio. Durante todo este año nos hemos dedicado a entender las mil facetas del Reino de Dios, Reino cuya máxima manifestación fue la persona y la obra de Jesucristo quien por a mor la humanidad entrego su vida y nos redimió. El Evangelio, a su vez, no solamente nos invita a cerrar este año litúrgico viendo a Jesucristo, Rey del universo, sino también a mirar la historia desde su final, ese punto omega en que cada hombre se encontrará en completa desnudez consigo mismo y con sus obras, reflejando su vida en la de Jesucristo.

¿Qué nos dirá a nosotros Jesús: "Vengan, benditos de mi Padre" o "Apártense de mí, malditos?" Y preguntémonos: ¿Damos de comer a los que pasan hambre? ¿Acogemos a los forasteros? ¿Visitamos a los enfermos? ¿Visitamos a los presos y tenemos verdadera compasión?

Una acogida concreta, de hecho; todo el juicio está construido en torno a la contraposición entre "hacer y no hacer; amar y no amar”. Nos parece volver a escuchar el discurso de la montaña (Mt 5,7. 21-23). Es la tesis habitual predilecta de Mateo: lo esencial de la vida cristiana no es decir, y ni siquiera confesar a Cristo de palabra, sino practicar el amor concreto entre los pobres, a los extraños y a los oprimidos. Esta es la voluntad de Dios. Esta es la vigilancia.

Este Pastor "juzgará entre oveja y oveja" como nos anuncia el Profeta. Y precisamente este juicio es el que nos va a describir el propio JC mediante una parábola de la que, como en todas las parábolas, hemos de procurar, por encima de la anécdota, descubrir el mensaje y sus exigencias.

El examen no va a ser sobre el significado del amor, aunque no se pronuncie esa palabra. La traduce en seis actitudes que concretan el vivir en el amor amar (Rm 13,10). Asombra que no se haga en ellas ni una sola alusión a conductas específicamente religiosas o cultuales. Cada uno es declarado justo o es rechazado según haya servido con amor a los demás o se haya evadido de hacerlo. Jesús invita a los de la derecha a entrar en posesión del reino a causa de sus obras en favor de sus hermanos por ende en favor suyo, al haberse hecho él solidario de todos los que tienen alguna necesidad de ayuda.

 “Salí del Padre y vine al mundo” (Jn 16,28) ¿A qué vino el Señor? A instituir el Reino de Dios: “El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). Luego dice: “Volveré  para llevarlos conmigo” Pero, para estar con Él, hemos de ser evaluados sobre la misión que nos dejó: “Id al mundo entero y enseñen el evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se salvara, quien se resiste, será condenado”(Mc 16,15). El Señor volverá; se refiere a su segunda venida y ¿Para qué vendrá? Pues, mismo Señor nos lo dice: “El hijo del hombre vendrá con la gloria de su Padre rodeado de sus ángeles y recompensara a cada uno según su trabajo” (Mt 16,27). La recompensa al trabajo desplegado (misión) consiste en “estar para siempre con Él”. Ahora nos interesa saber con mayores detalles sobre ¿Cómo seremos evaluados, o en qué consiste el juicio final? De esta inquietud trata el evangelio de hoy: Mt 25,31-46. Escena que responde con detalles a la pregunta de fondo y constante: ¿Qué de bueno tengo que hacer para heredar la vida eterna? (Mt 19,16).

 “Dios es amor” (IJn 4,8). Si Dios es amor, el juicio tiene esta misma dimensión, porque Jesús vino a poner de manifiesto este amor: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18). De ahí que, el juicio consiste en: “la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3,19). “El que ama a su hermano permanece en la luz, pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va” (IJn 2,10).

 Sabemos que: "Cristo murió por nuestros pecados y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente (NC 668). Mismo Señor nos dice: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18). Así, Cristo Jesús es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (Ef 4, 11-13).

 El designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).

 El Reino de Dios, que es lo mismo decir Reino de Cristo, està presente ya en su Iglesia, pero, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (1 Co 15, 28), y "mientras no haya nuevo cielo y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (2 P 3, 11-12) cuando suplicamos: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20).

 El advenimiento de Cristo en su gloria es inminente (Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (2 Ts 2, 3-12). Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al Bautismo: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará, quien se resiste en creer, será condenado" (Mc 16, 15-16). El Bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (Rm 4, 25), a fin de que "vivamos también una vida nueva" (Rm 6, 4).

 El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (Lc 16, 19-31) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón  (Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros: “Estos irán al castigo eterno (los que no fueron caritativos), y los justos (caritativos) a la Vida eterna" (Mt 25,46).

 El Juicio Final es una verdad de fe expresamente contenida en la Sagrada Escritura y definida por la Iglesia de una manera explícita. Por ello cada vez que rezamos el Credo recordamos este artículo de fe cristiana: “(Jesucristo) vendrá de nuevo con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin”. El anuncio del Juicio Final, será para todos los seres humanos, está presente en muchas citas del Antiguo Testamento. Allí vemos anunciado cómo Dios juzgará al mundo por el fuego (Is. 66, 16). Reunirá a las naciones y se sentará a juzgar realizando la siega y la cosecha (Joel 4, 12-14). El Profeta Daniel describe con imágenes impresionantes este juicio con el que concluye el tiempo y comienza el Reino eterno del Hijo del Hombre (Dn. 7, 9-12 y 26). El Libro de la Sabiduría muestra a buenos y malos juntos para rendir cuentas; sólo los pecadores deberán tener temor, pues los justos serán protegidos por Dios mismo (Sb. 4 y 5).  

 Cristo mismo varias veces nos habló de este momento, así: "Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. Mientras todas las razas de la tierra se golpeen el pecho verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con el Poder divino y la plenitud de la Gloria. Mandará a sus Angeles, los cuales tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo a otro del mundo.” (Mt. 24, 30- 31). Cuando el Hijo del Hombre venga en su Gloria rodeado de todos sus Angeles, se sentará en su Trono como Rey glorioso. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos, así también lo hará El. Separará unos de otros, poniendo las ovejas a su derecha y los machos cabríos a su izquierda” (Mt. 25, 32).

 San Pedro y San Pablo también se ocuparon del tema del Juicio en varias oportunidades. Nos aseguran que Dios juzgará a cada uno según sus obras sin hacer diferenciación de personas, de raza, de origen o de religión. (1 Pe. 1, 17 y Rom. 2, 6). También nos dice San Pablo que todo se conocerá, hasta las acciones más secretas de cada uno (Rom. 2, 16). San Juan nos narra en el Apocalipsis la visión que tuvo del Juicio Final: “Vi un trono espléndido muy grande y al que se sentaba en él. Su aspecto hizo desaparecer el cielo y la tierra sin dejar huellas. Los muertos, grandes y chicos, estaban al pie del trono. Se abrieron unos libros, y después otro más, el Libro de la Vida. Entonces los muertos fueron juzgados de acuerdo a lo que estaba escrito en los libros, es decir, cada uno según sus obras” (Ap. 20, 11-14).

 De acuerdo a estas citas sabemos que: 1) Cristo vendrá con gran poder y gloria, en todo el esplendor de su divinidad. 2) Cristo glorioso será precedido de una cruz en el Cielo (la señal del Hijo del Hombre). 3) Vendrá acompañado de los Angeles. 4) Con su omnipresencia, todos los resucitados, de todas las naciones estarán ante Cristo Juez. Comparecerán delante del Tribunal de Dios todos los seres humanos, sin excepción, para recibir la recompensa o el castigo que cada uno merezca. En el Juicio Final vendrá a conocerse la obra de cada uno, tanto lo bueno, como lo malo, y aun lo oculto. 5) Ya resucitados todos, Cristo separará a los salvados de los condenados.

 ¿Quién podrá salvarse? (Mt 19,25) Aquél que tiene fe en Jesucristo, nos dice el Evangelio. Pero tener fe en Jesucristo no significa solamente creer en El, sino que es indispensable vivir de acuerdo a esa fe; es decir, siguiendo a Cristo en hacer la Voluntad del Padre: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. El que escucha mis palabras y no las practica, es como un hombre necio, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande" (Mt 7,24-27).

 El día del Juicio Final se sabrá por qué permitió Dios el mal y cómo sacó mayores bienes. Quedarán definitivamente respondidas las frecuentes preguntas: ¿Por qué Dios permite tanta injusticia? ¿Por qué los malos triunfan y los buenos fracasan? Mucho de lo que ahora en este mundo se considera tonto, negativo, incomprensible, se verá a la luz de la Sabiduría Divina. El Juicio Final dará a conocer la Sabiduría y la Justicia de Dios. Se conocerá cómo los diferentes males y sufrimientos de las personas y de la humanidad los ha tomado Dios para Su gloria y para nuestro bien eterno. Ese día conocerá toda la humanidad cómo Dios dispuso la historia de la salvación de la humanidad y la historia de cada uno de nosotros para nuestro mayor bien, que es la felicidad definitiva, perfecta y eterna en la presencia de Dios en el Cielo.

 Por lo tanto, la preguntas constantes: ¿Quién podrá salvarse? (Mt 19,25); ¿Qué obras buenas debo hacer para heredar la vida terna? (Mc 10,17); ¿Serán pocos los que se salven? (Lc 13,13) han sido respondidas así: “¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte? El Rey les responderá: Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” hereden el reino de los cielos (Mt 25,39-40).

 Dirá a los de la izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber… Estos, a su vez, le preguntarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido? El rey les responderá: Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con uno de mis hermanos  pobres, tampoco lo hicieron conmigo" (Mt 25,41-45). Así, estos (los que no practicaron misericordia con amor)  irán al castigo eterno, y los justos (los que practicaron misericordia con amor) a la Vida eterna" (Mt 25,46). Porque se nos dice: “El que no practicó misericordia será juzgado sin misericordia” (Stg 2,13). Y “La fe sin obras está muerta” (Stg 2,17). “Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los malvados que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. En cambio los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga” (Mt 13,40-43).


domingo, 12 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXIII – A (19 de Noviembre del 2023)

 DOMINGO XXXIII – A (19 de Noviembre del 2023)

Proclamación del santo Evangelio según San Mateo 25,14-30:

25:14 El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.

25:15 A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,

25:16 el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.

25:17 De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,

25:18 pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

25:19 Después de un largo tiempo, llegó el señor de aquellos empleados y les pidió las cuentas.

25:20 El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado".

25:21 "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor".

25:22 Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado".

25:23 "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor".

25:24 Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.

25:25 Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!"

25:26 Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,

25:27 tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.

25:28 Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,

25:29 porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.

25:30 Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes". PALABRA DEL SEÑOR.

 REFLEXIÓN

Estimados(as) amigos(As) en el Señor Paz y Bien.

“Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá castigo riguroso;  quien sin conocer el querer de su señor no hace lo que su señor quiere, recibirá castigo de menos rigor; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más” (Lc 12,47).

Sigue latente la pregunta: “¿Qué hare para heredar la vida eterna? Respondió Jesús: Si quieres entrar en la vida cumple los mandamientos” (Mt 19,16). El fruto de la vida según los mandamientos es la santidad. El domingo pasado nos decía que, para entrar en la vida hay que tener la lámpara encendida (Mt 25,10). Hoy, nos dice que para entrar en la vida (cielo) hay que ser productivos con los talentos recibidos (Mt 25,20-21).

El Reino de los Cielos se parece a uno (Dios) que repartió sus bienes (sabiduría e inteligencia) a sus siervos (c/u de nosotros): Al primero le dio cinco talentos, al segundo dos, y al tercero uno, a cada uno según su capacidad; y después partió” (Mt 25,15)… “Después de un largo tiempo, llegó el señor de aquellos empleados y les pidió las cuentas (juicio)” (Mt 25,19): El primero: "Señor, me has confiado cinco talentos. Aquí están los cinco y otros cinco (vida ceñida en el amor) que he ganado" (Mt 25,20)… “Su señor, le dijo muy bien, ya que has sido fiel en lo poco, te encargaré de mucho más: pasa al banquete (Cielo) de tu señor" (Mt 25,21)… “Vino el tercero y dijo: Sé que eres exigente, tuve miedo, fui y enterré tu talento: (vida sin amor= odio, egoísmo)  ¡aquí tienes lo tuyo!"(Mt 25,25). Su señor dijo: “Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez…y a este siervo inútil échenlo a las tinieblas (Infierno)” (Mt 25,28-30). En pocas palabras dijo Jesús: “A Ud. Se les quitará el reino de Dios  y se le entregará a un pueblo que de frutos a su tiempo para el reino de Dios” (Mt 21,43).

La parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Nos da una explicación panorámica sobre las inquietudes que a todos nos preocupa: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes ya nos topamos con escenas como: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La respuesta del amor a Dios y al prójimo, así como hacer lo que decimos siendo hermanos (Mt 23,3-8); es la estrategia eficaz para revestirnos con traje de fiesta (santidad) y ser parte del banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados (Mt 22,12).  

¿Qué hace que unos sean invitados al banquete: “Pasa al banquete de tu señor" (Mt 25,21); y otro sea excluido: “A este siervo inútil échenlo a las tinieblas” (Mt 25,30)? La respuesta es que unos trabajaron los talentos responsablemente y produjeron frutos. Al respecto Jesús dice: “Yo soy la vid y Uds. los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da frutos porque sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5). Y ¿Cómo permanecer unidos a Jesús?: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,9-10). O sea, la única forma de dar frutos para el reino de Dios es viviendo en el amor de Dios. Y ¿Cómo saber si vivimos en el amor de Dios? Jesús nos lo dice: “Por sus frutos los reconocerán. Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego” (Mt 7,16-19).

Para vivir en el amor de Dios, mismo Dios nos dio el don de la sabiduría (talento): “El Señor da la sabiduría, de su boca procede saber e inteligencia” (Prov 2,6).  Luego se nos dice: “Feliz el hombre que encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y más precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “Si Uds. buscan tronos y los cetros, honren a la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21). Así pues, los que descubren el don de  la sabiduría actúan como los hombres que hicieron producir o trabajar los talentos: “El que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos” (Mt 25,16-17). En cambio los que no hacen uso correcto del don de la sabiduría de Dios, actúan como el hombre necio: “El que recibió un solo talento, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor” (Mt 25,18). Lo peor del hombre que huye del don de la sabiduría de Dios es, como se nos dice: “Todo el que obra en el mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas” (Jn 3,20). Y el hombre sumergido en las tinieblas vive sin principios, sin valores: son como un perrito con rabia, hace mucho daño.

“El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas según Dios" (Jn 3,21). Es decir son hombre de bien. Viven dando testimonio de su fe. Son como los hombres que haces producir el talento (Mt 25,16-17). Los frutos brillan ante los hombres: “Así como brilla la lámpara, así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). Y esto es posible si nos dejamos guiar por el don de la sabiduría de Dios, así nos lo aconseja Jesús: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida"(Jn 8,12).

Es bueno recordar que si queremos obtener nuestra salvación, tenemos una misión sagrada que cumplir según el mandato de Jesús: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15). Los frutos que se nos exige tienen que ver con la salvación de muchos  por no decir de todos. Si hay mucha gente que crea y se bautice, señal que hemos dado buen testimonio del evangelio; que ahora se nos describen como los hombres que hicieron producir sus talentos (Mt 25,16). Y si por nuestro testimonio de vida  ceñida al evangelio se salvan muchos, entonces tenemos obras meritorias para recibir la buena noticia: “Pasa al banquete de tu señor (cielo)” (Mt 25,21). Pero, si no damos testimonio de vida ceñida al evangelio, por ende serán mucho los que no crean y no se bauticen, y por ser incrédulos se condenarán (Mc 16,15), entonces también nosotros por ser como hombre necio (Mt 25,18), seremos acreedores de la condenación porque se nos dirá: “A este siervo inútil échenlo a las tinieblas” (Mt 25,30).

Como se ve, el capítulo 25 de Mateo, contiene tres grandes parábolas: La parábola de las vírgenes (25,1-13), la parábola de los talentos (25,14-30) y la parábola del juicio final (25,31-46), colocan la vida del discípulo ante el destino final, época que San Pablo señala como el tiempo de la parusía (ITes 4,16-17) . Tiempo que hay que aprovechar, como ya se manifestó, para cumplir la misión hasta la venida del Señor. ¿Qué se espera que haga el “servidor”? ¿Qué tan importante puede ser lo que haga o lo que deje de hacer? ¿Cuál es el destino del “servidor” fiel? Y ¿Cuál es el destino del servidor infiel? Esta parábola (Mt 25,14-30) que es más conocida como la parábola de los talentos responde a dichas inquietudes y para dar algunos detalles más, podemos resaltar tres partes:

1) Distribución de los talentos (Mt 25, 14-15). 2) El negocio de los talentos (Mt 25,16-18). 3) La recompensa de los siervos (Mt 25,19-30).

Hay que recordar que las parábolas son estrategias de enseñanza que Jesús usa para hacer entender a la gente sobre el reino de los cielos, misión del Hijo; así se nos dice: “Todo lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y nada les hablaba sin parábolas” ( Mt 13,34-35). Para que así se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas (Slm 78, 2). Así, hoy en la primera parte dice Jesús: “El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió” (Mt 25,14-15). Cada uno recibió diferentes cantidades de talentos, pero en este punto conviene agregar la cita: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lc 12,48). Cada uno hemos de dar cuentas al Señor, tarde o temprano de todos los dones que hemos recibido: Si hemos recibido cinco talentos,  daremos cuenta de los cinco talentos, si hemos recibido dos, de dos talentos tendremos que responder y si hemos recibido un solo talento, de un solo talento tendremos que dar cuentas. El hombre sabio sabrá negociar los talentos.

De los tres siervos ¿Hay alguien que no ha recibido algún talento? No. Todos han recibido los talentos. Así pues, no nos quejemos al decir: “Yo no recibe ningún talento”. Todos hemos recibido el o los talentos. Ahora que no nos demos cuenta de esos talentos o capacidades, es cosa distinta, pero ahí suscitaría el pecado de omisión. Hemos de preguntarnos ¿Qué tienen los talentosos que tienen éxito en su vida, que yo no tenga? Los talentosos tienen dos manos, dos pies, dos ojos, y yo también tengo todo lo que los talentosos tienen. Por tanto yo también puedo ser talentoso y tener éxito y mi éxito es la luz que motivará a muchos en el camino de la felicidad.

En la segunda parte, Jesús dice: “El que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor” (Mt 25,16-18). Como es de ver, aquí aparecen dos actitudes muy diferenciadas entre: Los que hicieron negocio y el que no hizo negocio, el que trabajo y el que no trabajó. ¿Cómo saber si los talentos nos estamos trabajando como debiera ser? Recordando la enseñanza: “Todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán” (Mt 7,17-20). Los frutos garantizan que estamos en buen camino, y frutos que tienen que ver con nuestra felicidad y la felicidad de los demás y si es así, se nos dirá: “Cada vez que lo hicieron con uno de mis pobres conmigo lo hicieron, hereden el reino de los cielos” (Mt 25,40).

¿A qué grupo de siervos pertenecemos? Al grupo de los que saben trabajar y negociar los talentos que el Señor nos dio o somos del grupo de los que no sabemos trabajar los talentos del Señor? Hay mucha gente muy inteligente pero que están en absoluta miseria. ¿No crees que ese tipo de personas son como el siervo del evangelio de hoy que el talento que recibió de su amo, y que por flojo lo enterró en el suelo? Porque el talento lo tiene dormido y todo por miedo y no saber arriesgar.  Luego, son de los que más se quejan y reniegan de la vida y hacen problemas a medio mundo. Al respecto dice San Pablo: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan. En cuanto a ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” (II Tes 3,10-13). Y ya desde el principio Dios nos exhorta al trabajo: “Con el sudor de tu frente comerás tu pan" (Gn 3,19).

La tercer parte del evangelio de hoy dice el Señor: “Después de un largo tiempo, llegó el señor y pidió las cuentas a sus servidores.  El que había recibido los cinco talentos… aquí están los otros cinco que he ganado. Llegó luego el que había recibido dos talentos y lo mismo. Pero llegó el que había recibido un solo talento. Señor, le dijo: “Tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo…” Su señor: “Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 25,19-30). El siervo que recibió cinco y dos talentos; recibieron congratulaciones y son invitados a una mayor administración de bienes. Son los que supieron portarse como quiso su amo. Son los invitados a entrar en el reino de los cielos. En cambio el que recibió un talento fue despojado del talento y echado a las tinieblas, (infierno). Escena que muy bien resume este pasaje: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino" (Mt 16,26-28).

En suma, el relato del evangelio en el esquema de las parábolas resalta las siguientes connotaciones: El patrón o amo  es Jesús. Los siervos somos los que formamos la Iglesia, cuyos miembros hemos recibido diversas responsabilidades o talentos. El marcharse del patrón es la partida del Señor en su ascensión. El largo tiempo de la ausencia no es sino el tiempo de la Iglesia en misión. Su regreso, es la segunda venida (parusía) del hijo del hombre, venida para el juicio. La recompensa a los buenos servidores es el premio de la vida celestial. El gozo de su señor es el banquete de la vida eterna. El castigo al siervo malo es de aquellos que, dentro de la Iglesia (los bautizados que no ejercieron su fe), por causa de sus omisiones o mala conducta se condenan a sí mismos a las tinieblas que es el infierno: “Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!” (Mt 13,40-43).

domingo, 5 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2023)

 DOMINGO XXXII – A (12 de Noviembre de 2023)

 Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 25,1-13:

 25:1 Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.

25:2 Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.

25:3 Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,

25:4 mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.

25:5 Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.

25:6 Pero a medianoche se oyó un grito: "Ya viene el esposo, salgan a su encuentro".

25:7 Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

25:8 Las necias dijeron a las prudentes: "¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?"

25:9 Pero estas les respondieron: "No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado".

25:10 Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

25:11 Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: "Señor, señor, ábrenos",

25:12 pero él respondió: "Les aseguro que no las conozco".

25:13 Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. PALABRA DEL SEÑOR.

 Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

 Las mujeres sabias o prudentes: “El Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia” (Prov 2,6). “Feliz el hombre que encuentra la sabiduría, porque la sabiduría es más rentable que la plata y más precioso que el oro fino” (Prov 3,13). “La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo, se deja encontrar por los que la buscan y contemplar por los que la aman” (Sab 6,12). “Si ustedes Uds. buscan tronos y los cetros, honren a la Sabiduría y reinarán para siempre” (Sab 6,21).

“De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). “Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel? El les contestó: A Uds. no les toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre Uds. y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,6-8).

“Llegó el esposo: las que sabias que tenían lámparas encendidas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10).

¿A qué conclusiones llegamos, después de las lecturas de hoy? En primer lugar, al convencimiento de que la Sabiduría (Prov 2,6), su esencia, consiste en saber esperar a Dios; saber apropiarse los frutos de la redención (Jn 3,17). En segundo lugar, que este encuentro con Dios (Is 7,14), habitualmente, sucede fuera de los cálculos del hombre (Prov16,1), y en tercer lugar, que hay que vigilar sin desmayo (Mt 24,36). Porque en los momentos trascendentales de la vida, nadie, en absoluto, puede asumir nuestra propia responsabilidad.

Las mujeres sabias representan aquí a los fieles que esperan la venida del Señor. El novio es el Señor. La vigilancia de la fe está simbolizada por las lámparas que brillan en medio de la noche y que es preciso mantener encendidas (Ejercer la fe). Este simbolismo ha pasado a la liturgia de la Iglesia, por ejemplo, en las velas del bautismo (Jn 8,12), de la primera comunión y de los moribundos. No es normal que un novio se retrase y haga esperar a su novia hasta avanzada la noche. Es evidente que el autor piensa en Jesús, que retarda su venida más de lo que esperaban los cristianos. Una larga espera produce cansancio y aburrimiento, se corre peligro de que le entre a uno el sueño y se halle dormido en el momento preciso. Esto es lo que les pasa a la doncellas necias (Mt 25,8).

Cuando llega el momento decisivo de recibir al novio y entrar con él en la fiesta (Cielo), las doncellas prudentes no ayudan a sus compañeras que se habían dormido (Mt 25,9). No se trata de una falta de caridad justamente cuando ésta parece más necesaria. El autor quiere decirnos que nadie puede vigilar por otro y asumir la responsabilidad de los otros en los momentos importantes. Cada uno ha de cuidar su propia lámpara (ejercer la fe). Cuando llegue la hora del juicio, no será posible el intercambio de los bienes espirituales; cada uno será juzgado según sus obras (Jn 5,29). Sólo los que permanezcan vigilantes entrarán en las bodas eternas (Cielo). Debemos cuidarnos mucho de no llegar tarde a la última cita, a la decisiva. Pues, cuando llegue la hora, sólo se salvarán los que estén preparados.

Si no conocemos el día ni la hora, será necesario vigilar cada momento (Mt 24,36). El cristiano es un hombre despierto. Vivir despiertos es no hacerse el dormido ante las necesidades del prójimo. El que no ama al prójimo no espera, no tiene nada que esperar cuando el Señor vuelva. Pues seremos juzgados sobre el amor (I Jn 4,8).

 Si queremos ser como las mujeres sabias o prudentes hemos de preguntarnos: ¿Por qué tenemos que interesarnos tanto por nuestra salvación? Porque solo tenemos esa única opción aconsejable. La otra opción que es la condenación no es aconsejable (opción de las mujeres necias) y si alguien piensa que el purgatorio es otra opción; pues, el purgatorio no es un estadío. No es lo mismo que cielo, e infierno que purgatorio. El cielo es eterno por lo que el infierno es también eterno, en cambio el purgatorio es eventual. Jesús nos lo dice al respecto: "Vayan por todo el mundo, enseñen la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Mc 16,15). El reino de Dios tiene que ver con nuestra salvación.

 Respecto al Reino de Dios: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia" (Mc 1,15).  Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Jesús les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: Está aquí o Está allí. Porque el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc 17,20-21). Dijo Jesús: “Si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11,20). Es decir, Jesús es la manifestación y el despliegue del Reino de Dios, porque en Jesús se realiza el encuentro de Dios con la humanidad. De ahí que, Jesús dice: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Juan dice: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

 Recordemos las preguntas del eje trasversal de nuestras reflexiones:“¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos topamos con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,36). La respuesta del amor a Dios y al prójimo, así como hacer lo que decimos siendo hermanos (Mt 23,3-8); es la estrategia eficaz para revestirnos con traje de fiesta (santidad) y ser parte del banquete de boda del cordero como fiesta de los salvos o salvados (Mt 22,12). Hoy, en la parábola de las diez doncellas se nos describe el momento preciso del inicio de dicha fiesta: “Llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10).

 Cabe preguntarnos: ¿Quién o qué significa que el esposo ya llega? ¿Qué significa la sala nupcial? ¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? Y sobre todo ¿Qué significa, la puerta se cerró? Y ¿Estén preparados? Estas preguntas tienen que ser precedidas por preguntas más de fondo: ¿Serán pocos los que se salven? (Lc 13,23). ¿Qué cosas buenas tengo que hacer para heredar la vida eterna? (Mc 10,17). ¿Quién podrá salvarse? (Mt 19,25).

 ¿Quién o qué significa que el esposo (Mt 24,44) ya llega? (Mt 25,6). El esposo es sin duda Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Y la esposa ¿Quién es? La Iglesia es la esposa: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt 16,18). Respecto al matrimonio dice Jesús: “Ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt 19,6). Jesús explica a Nicodemo y dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Y ¿Cómo nos salvó? Jesús lo manifiesta: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Añadió: "Así estaba escrito, el Mesías sufrirá y resucitará de entre los muertos al tercer día” (Lc 24,46). Todo este misterio de la redención ya se describe en el A.T: “Yo te desposaré conmigo para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor” (Os 2,21-22). La figura de la Iglesia celestial desposada se describe así: “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Ap 21,2-3).

 ¿Quiénes si y quienes no entran a la sala nupcial? “Cuando llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta” (Mt 25,10). La sala nupcial tiene connotación de cielo. Y entran al cielo: “las que estaban preparadas”, las que tenían las lámparas encendidas. En este punto recordemos las enseñanzas de Jesús: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,14-16). “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).

 Se puede tener una lámpara nueva y fina pero si no alumbra, de nada sirve. La lámpara requiere del aceite. Así, nosotros  somos bautizados (Mt 28,19-20). Pero, si no ejercemos los dones del bautizo como la fe, por ende no brilla nuestra luz, equivale no tener obras: “La fe sin obras está muerta” (Stg 2,17). Al creyente se le conoce por sus frutos: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos” (Mt 7,15-17). Así pues, siendo malos no pretendamos tener lámparas encendidas, o siendo buenos tener lámparas apagadas. No busquemos sorprender con engaños: "Ustedes aparentan ser buenos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios” (Lc 16,15). “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos" (Mt 15,8-9).

 Por tanto: las doncellas preparadas que entraron con el esposo a la sala nupcial (Mt 25,10) son los que entran al cielo, y son parte de los salvados, porque tuvieron encendidas la lámpara, ejercieron su fe, viviendo lo que el señor nos enseña (Lc 11,28). Llegar al cielo para estar con Dios no es de mera ilusión, ni de bonitas palabras sobre Dios (Mt 7,21), sino escuchando la palabra de Dios y poniendo en práctica las enseñanzas del Evangelio (Mt 7,24). Y vivir el mensaje del evangelio equivale ser de la postura de las mujeres prevenidas con las lámparas encendidas (Mt 25,10).

 ¿Qué significa, que la puerta se cerró? (Mt 25,10). Que cada quien tendrá que ocupar el lugar que le corresponde. Quien o quienes están preparadas(os) tendrán que ocupar un lugar en el cielo. Quienes no estaban preparadas(os), tendrán que quedar excluidas(os) de la sala nupcial (cielo) y ocupar las tinieblas (infierno=ausencia de Dios). ¿Qué, no es que Dios es misericordioso? (Lc 6,37), si Dios es muy misericordioso, pero la misericordia de Dios tiene su límite. La justicia divina s el límite de la misericordia: “La puerta está cerrada” (Mt 25,10). Al respecto conviene recordar aquella escena:

 “El pobre (Lázaro) murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico (Epulón) también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces (Epulón) exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan. Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo (cielo), y tú, el tormento (infierno). Además, entre ustedes (infierno) y nosotros (cielo) se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí (cielo) hasta allí (infierno) no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí" (Lc 16,22-26). De modo que la escena nos confirma que “la puerta cerrada” es el límite de la misericordia,  es decir la justicia divina. Y como el cielo (sala nupcial=fiesta) es eterna; el infierno (los excluidos=sin fiesta) es también eterno. Y al respecto se nos dice: “Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían muerto: grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al mar de fuego” (Ap 20,11-15).

 Por las razones ya citadas, Dios salvador nuestro quiere que todos nos salvemos llegando al conocimiento de la verdad (I Tm 2,4) y nos reitera: “No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos? Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,31-33). Así, pues, si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34); con el tema del amor, resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos (Lv 11,45). 

 Cumpliendo con eficiencia la misión encomendada: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se  salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir, depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven, depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el creyente autentico y el creyente falso? (Mt 23,3). Hacer buen trabajo evangelizador que es tare de todo bautizado (Mt 28,19-20) equivale ser prevenidos y tener la fe o la lámpara encendida (Mt 25,10). Por lo que, no es suficiente estar en vela sino cumpliendo la misión, que a su vez equivale tener lámpara encendida (Mt 25,10).

domingo, 29 de octubre de 2023

DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2023)

 DOMINGO XXXI – A (05 de Noviembre de 2023)

Proclamación del Santo evangelio según San Mateo 23,1-12

1 Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

23:2 "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;

23:3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.

23:4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

23:5 Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;

23:6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,

23:7 ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente.

23:8 En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.

23:9 A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial.

23:10 No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

23:11 El más grande entre ustedes será el que los sirva,

23:12 porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

De bonitas enseñanzas sobre el cielo no se llega al cielo, sino cumpliendo lo que se enseña: "Felices los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" Lc 11,28).

El Evangelio de este domingo termina con una invitación a la humildad: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23,12). Esta frase adquiere toda su relevancia a partir de lo que anteriormente ha dicho Jesús de los letrados y fariseos: “no hacen lo que dicen” (Mt 23,3), “lían fardos pesados y los cargan pero no mueven ni un dedo para empujar” (Mt 23,4), “todo lo que hacen es para que los vea la gente” (Mt 23,5).

En la contraparte están los que se humillan, los que tienen un sólo Maestro, un sólo Padre, un sólo Señor. Lo que pretende Jesús no es quitar determinadas palabras del diccionario, cualquiera se da cuenta rápidamente que podemos eliminar todas las palabras que queramos, mientras las ideas sean efectivas en nuestra mente, no servirá de nada porque aparecerán lo mismo a través de otras palabras. Por eso hay que ir al significado: Maestro es el que enseña, el que transmite la verdad, Padre el que da la vida, Señor el que tiene autoridad para mandar. Lo que nos dice Jesús es que nosotros, los cristianos, sabemos que la verdad es sólo Cristo (Jn 14,6), y nadie más, que la vida se la debemos a Dios, y a nadie más, que el único que puede exigir nuestra obediencia es Dios, y nadie más. Todos los demás maestros, padres y señores tienen una validez relativa, en tanto en cuanto a través de ellos podamos descubrir y entrar en relación con el único Maestro, Padre y Señor.

Si te preguntas: "¿Cómo saber que una palabra viene o no viene de Dios? Pues, si lo que el profeta dice en nombre del Señor y no se cumple lo que dice, esa palabra no viene de Dios¨ (Dt 18,21). La palabra o enseñanza debe ir acompañada por la obra; si es solo palabra, no tiene valor, no viene de Dios.

Siguiendo el hilo conductor de nuestra reflexión conviene reiterar las inquietudes: “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mc 10,17). “¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). “¿Quiénes podrán salvarse?” (Mt 19,25). Y en la búsqueda de respuestas a tales inquietudes nos topamos en el domingo anterior con aquella escena: “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?” Jesús respondió: Amar a Dios y al prójimo (Mt 22,36).

“Dios nos ha elegido en la persona de Cristo antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia por el amor” (I Tes 1,4). El amor es estrategia eficaz para nuestra santificación ya que Dios quiere que seamos santos  cuando dice: “Uds. sean santos porque yo soy santo” (Lv 11,15). ¿Cómo santificarnos? Dios dice; “santifíquense cumpliendo mis mandamientos” (Lv20,7). Al santificarnos estamos revestidos con traje de fiesta: “¿Cómo entraste sin traje de fiesta” (Mt 22,12).  Y el traje de fiesta tiene connotación especifica en la vida de santidad.

Si para revestirnos con traje de fiesta (Mt 22,12) hace falta sabernos amar unos a otros como Dios nos ha amado (Jn 13,34), ahora resaltamos otro elemento importante de la estrategia para ser santos. Cumpliendo con eficiencia la misión: “Id al mundo entero y enseñar el Evangelio a toda la creación, quien crea y se bautice se  salvara, quien se resiste en creer será condenado” (Mc 16,15). Es decir, depende cuan eficientes somos en la misión para que mucho o pocos se salven, depende de este trabajo también nuestra salvación. En este contexto de misión nos preguntamos ¿Qué tipo de catequesis hacemos? ¿Somos como nuestro maestro Jesús o somos como los falsos maestros (fariseos)? (Mt 23,3). ¿Cuál es la diferencia entre el maestro verdadero y maestro falso? ¿Qué diferencia hay entre el creyente autentico y el creyente falso? Es el tema de reflexión hoy.

“Cuando Jesús terminó de enseñar, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas” (Mt 7,28-29). Esta escena contraponemos aquella escena: “Ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 32,3-4). Con decir palabras bonitas respecto al cielo, o hablar todo el día sobre Dios, pero sin mover un solo dedo, no lograremos ganarnos el traje de fiesta, por ende no estamos con facultad de ser parte del banquete de boda del cordero ((Mt 22,12). Recordemos la enseñanza del maestro: “No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre? Entonces yo les manifestaré: Jamás los conocí” (Mt 7,21-23).

¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? El que escucha mis palabras y las practica. Es como un hombre que, construye su casa, puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construye su casa sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande"(Lc 6,46-49). Los falsos maestros son los hombres necios que creen que por hablar bonito sobre Dios se salvaran. “No hacen lo que dicen, dicen una cosa y hacen otras cosas” (Mt 23,3). Los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así? Él les respondió: "Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo" (Mt 15,12-14).

¿Cómo ser discípulos verdadero del maestro, y no ser falsos maestros? Jesús dijo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una letra ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se cumpla. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla lo que enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19). “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron! Jesús le respondió: Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican" (Lc 11,27-28). “Tengan cuidado de los falsos maestros, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego” (Mt 7,15-19).

El única modo de ser auténticos discípulos del maestro es: “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"(Jn 8,47). Luego de escuchar la palabra de Dios sigue poner en práctica su enseñanza: “Todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, es como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca” (Mt 7,24). “Ustedes son mis amigos si hacen y cumplen lo que yo les enseño. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn 15,14-15). “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). San pablo dice: “Vivo yo pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). Viviendo en el amor de Dios somos hombres de Dios y es el mejor medio de enseñar.

Jesús nos enfatiza: “Les doy un mandamiento nuevo que se  amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34). Lo mismo dijo Jesús a la pregunta ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? (Mt 22,26) la respuesta fue: Ama a Dios y ama a tu prójimo. San Juan nos enfatiza: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

En nuestra reflexión conviene preguntarnos ¿Qué o cómo estamos anunciando el evangelio? Como mera teoría o con nuestro testimonio de vida? Si estamos anunciando a Jesús como teoría, no sirve, incluso se puede hacer teología pero sin Jesús. Al final cada uno tendrá que dar cuentas a Dios de como hizo su trabajo evangelizador. Se puede hacer una catequesis sistemático per si esa catequesis solo es sacramental y no contribuye a la salvación, pues quizá estemos a tiempo y podemos reorganizar nuestra catequesis.

No se ama lo que no se conoce. Si no conocemos a Dios, anunciamos un Dios desconocido, y  estamos perdiendo tiempo. Para conocer a Dios tenemos que empaparnos de la palabra de Dios que es Jesús el Señor: “La Palabra de Dios se hizo carne “(Jn 1,14). “A Dios nadie ha visto jamás, pero el Hijo que está en el senos del Padre, nos lo dio a conocer” (Jn 1,18).  Los judíos preguntaron: "¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre" (Jn 8,19). Si hacemos una catequesis sin conocer la sagrada escritura, estamos haciendo una catequesis sin Jesús, por ende sin Dios. De ahí que las catequesis inician con numerosos niños, y jóvenes, pero terminan con pocos y de los pocos, nadie sigue y ejerce su fe. ¿Qué está fallando, no estaremos en la línea de los falsos maestros?: “Enseñan una cosa y hacen otra cosa” (Mt 23,3).

domingo, 22 de octubre de 2023

DOMINGO XXX - A (29 de Octubre del 2023)

 DOMINGO XXX - A  (29 de Octubre del 2023)

 Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22,34-40:

 22:34 Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar,

22:35 y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

22:36 "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?"

22:37 Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.  

22:38 Este es el más grande y el primer mandamiento.

22:39 El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

22:40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". PALABRA DEL SEÑOR.

 REFLEXIÓN:

 Estimados(as) amigos(as) en el Señor Paz y Bien.

“Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

¿Qué obras buenas tengo que hacer para entrar en el cielo? Dijo Jesús: Para entrar en el cielo deberás cumplir los mandamientos” (Mt 19,16). Los mandamientos de Dios son diez (Ex 20,3-17). Pero los judíos han diversificado dichos mandamientos en más de seiscientos. Por eso, el doctor de la ley no sabe cuál de tales leyes es lo más importante. De ahí, la pregunta: ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? (Mt 22,36). Jesús dice: el amor a Dios es lo primero y el segundo el amor al prójimo. San Juan agrega muy bien al respecto al decir: “Quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso” (IJn 4,20).

 Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo y, en tal sentido el Señor en sus enseñanzas dijo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). Solo quienes trabajan en la viña se gana el denario, que es el pasaje para entrar en el cielo.

“El rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). ¿Qué connotación de significatividad tiene lo del Traje de fiesta? San Pablo dice: “Uds. han sido purificados, santificados y por ende salvados en nombre de Jesús el Señor” ( I Cor 6,11). Llevamos traje de fiesta cuando tenemos alma  puro y santo: Felices los que tienen corazón puro y limpio” ( Mt 5,8); Sean Uds para mi santo porque yo soy santo” (Lv 20,26).

 Todos los judío saben que el primer mandamiento de toda la ley es el amor a Dios, pero Jesús va más lejos en su respuesta y agrega, el segundo es similar: "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37-39). Que el segundo mandamiento sea igual y tan importante como el primero. Es decir, que amar al prójimo es tan importante como amar a Dios. Además añade, que toda esa gama de mandamientos y preceptos que el pueblo multiplicó de los diez mandamientos, en total más de seiscientos, todos ellos quedan reducidos a dos principios: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mt 22,37-39), Aquí hay toda una enseñanza nueva e incluso una nueva concepción de Dios. Para nosotros tampoco hay duda en aceptar que el amar a Dios es el primer mandamiento de la ley, pero no estamos tan convencidos en poner en el mismo nivel, al amor al prójimo. Lo digo porque hoy tenemos muchos conflictos en el mundo, guerras, odios, rencores, mucha gente que muere de hambre… me van a decir que ¿si nos amáramos como Jesús nos dice hoy, habría tanta miseria en el mundo? Jesús no dio tanta importancia al primero, no porque no le importase el amor a Dios sino que el amor autentico a Dios pasa por el amor al prójimo. No en vano, a lo largo del Evangelio como enseñanza central de Jesús es esta: “Les doy un mandamiento nuevo; que se amen unos a otros como yo les he amado, en esto les reconocerán que son mis discípulos, en que Uds. saben amarse unos a otros como les amé” (Jn 13,34).”

 El amor del auténtico creyente tiene que tener su sustento en las mismas palabras y enseñanzas de Jesús. Y para dar mayores pautas del amor del que Jesús nos habla hoy, recordemos  cuando Jesús nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra… Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,38-48).

 Pero, Jesús ¿nos pide amar incluso hasta a los enemigos? Si, y Jesús nos lo ha demostrado que si es posible amar al enemigo. Desde la cruz, cuando sus enemigos lo están crucificando, la primera palabra que dijo es: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen conmigo” (Lc 23,34) y la última palabra es expresión de su amor y fidelidad al Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu y dicho esto murió” (Lc 23,46). Escena que Juan los describe así: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,16-18).

 Luego, mismo Jesús nos lo dice que esta es la medida del amor del que nos habla en sus enseñanzas: “Les doy un mandamiento nuevo. Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado. En esto les reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros como yo les amé" (Jn 13,34). Y el amor con que Jesús nos ha amado procede del mismo Padre cuando nos dice: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,8-10).

 Como vemos las enseñanzas de Jesús están todas centradas en lo más profundo deseo y querer de Dios a quien nos ha presentado como Padre cuando le dijeron: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta. Jesús le respondió: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras” (Jn 14,8-11). Y a este Dios Padre, nos presenta como Padre amoroso (Jn 15,9). 

Porque simplemente Dios es amor (I Jn 4,8).

 ¿Cómo ser amados por el Padre amoroso que es Dios que Jesús nos presenta? Pues ahora nos lo ha dicho: Amando al prójimo podemos amar y ser amados por Dios Padre amoroso (Mt 22,36-39). Y con razón en las cartas de Juan y en los cuatro evangelios están desplegadas solo esta premisa: “Queridos hijos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor(I Jn 4,8). Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros “ (I Jn 4,7-12). Y lo reitera Juan lo mismo que hoy nos ha dicho Jesús: "Quien dice que ama a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, y no amar a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (I Jn 4,20-21). “Hijitos míos, no amemos de labios para fuera y de palabra, sino con obras y de verdad” (I Jn 3,18).

 San Pablo nos definió sabiamente en una sola palabra: “Si no tengo amor no soy nada” (I Cor 13,2). Pero también nos deja su enseñanza al dimensionar entre el amor al prójimo y a Dios: “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8). Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, (Éx 20, 14; Lev 18, 20;20, 10; Dt 5, 18;  MT 5, 27;19, 18; Mc 10, 19; Lc 18, 20; Stg 2, 11;  no matarás, (Gn 9, 6;Éx 20, 13; Lev 24, 17; Dt 5, 17). “El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley” (Rm 13,10). Jesús a la pregunta del joven rico (Mc 10,17) responde resumiendo los mandamientos: 1º,2º,3º en el amor a Dios; Los mandamientos: 4º,5º,6º,7º,8º,9º,10º en el amor al prójimo.

Las preguntas que hacen a Jesús son de orden superficial, como la pregunta del domingo pasado: ¿Es dable pagar impuesto al cesar o no? Jesús les dijo den a César de lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,17-21), pero la pregunta de esta vez es mucho más radical. Porque hoy le preguntan por lo esencial: “¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?” (Mt 22,36). La intención no era muy sana, pero no deja de ser de mayor profundidad. Le preguntaron “para ponerlo a prueba”. Y Jesús que no le gusta los rodeos, aceptó el reto y se definió con toda claridad respecto a la ley de Dios y la ley de la convivencia basado en el: “El amor.” (Mt 22,27-29). El amor a Dios y el amor al prójimo. El resto de la ley que para los judos son más de seiscientos no sirve de nada cuando no hay amor. San Pablo lo entendió muy bien cuando dijo al respecto:

 “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás” (I Cor 13,1-8).

 En la enseñanza de Jesús lo más maravilloso de la revelación de Dios está en que ha valorado tanto al hombre que casi lo pone en términos de igualdad con Él. Toda la ley se compendia en amar a Dios y amar al prójimo (Mt 22,37-39). Quien dice amar a Dios, no ama al prójimo “es un mentiroso” (I Jn 4,20). Yo me siento preocupado de cuántos seremos los mentirosos que andamos por la vida. La mayor mentira no es la que le dices a tu amigo para no complicarte la vida. La mayor mentira que podemos decir es decir que amamos a Dios sin amar al hermano porque hace mentiroso nuestro amor a Dios. ¿Quieres saber si amas a Dios? Pregúntate cuánto amas al prójimo y cómo le amas. Tu amor al prójimo te da la medida y la calidad de tu amor a Dios. Además, si amas de verdad, olvídate del resto. Quien pueda responder a estas dos preguntas ya aprobó el examen de lo demás por tanto ya está vestido con traje de fiesta y participará del banquete de boda del cordero en el cielo (Mt 22,12).

 Si, yo voy a Misa todos los domingos. Pero no amo ni perdono. Yo rezo diariamente el rosario. Pero no amo ni perdono. Yo leo diariamente el Evangelio. Pero no amo ni perdono. Yo me confirmé. Pero no amo ni perdono. Yo me confieso con frecuencia. Pero no amo ni perdono. Yo comulgo diariamente. Pero no amo ni perdono. Recuerda lo que ya nos ha dicho Jesús: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,14-15). ¿Me quieres decir, entonces de qué te sirve todo esto, y tanta oración? ¿Me quieres decir de qué te sirve la misa si sales con el corazón envenenado de rencor? ¿Me quieres decir de qué te sirve comulgar, si luego no perdonas a tu hermano? Dios está donde hay amor. Dios solo entiende el lenguaje del amor. Dios solo cree al amor, porque “Dios es amor”(IJn 4,8). Con razón, San Juan nos recuerda: "Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso" (I Jn 4,20).

 En resumen: “Nadie ha visto nunca a Dios, Pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (I Jn 4,12). Si vivimos imbuidos en el amor de Dios, somos hombres de Dios y como Pablo podemos exclamar: “Vivo yo, pero no soy el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20). ¿Cómo compruebo que Cristo vive en mí? Cuando siento amor por mi prójimo, como Cristo nos amó hasta dar su vida por nosotros en la cruz. Jesús nos lo dice: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

domingo, 15 de octubre de 2023

DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2023)

 DOMINGO XXIX - A (22 de octubre del 2023)

 Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21:

 22:15 Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.

22:16 Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.

22:17 Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?"

22:18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?

22:19 Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario.

22:20 Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?"

22:21 Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". PALABRA DEL SEÑOR.

 Estimados(as) hermanos(as) en el Señor Paz y Bien.

Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. (Gn 1,26-27).  Luego, “Dios tomó al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo cultive y cuidase. Y le impuso el mandamiento: De cualquier árbol del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás sin remedio" (Gn 2,15-17).

La dignidad del hombre consiste en: Llevar grabado en su ser la Imagen de Dios su creador. Como criatura de Dios le corresponde obedecer el mandato: Solo puede comer de los árboles que le ha sido permitido (Gn 2,16). Y Dios sabe por qué se reservó el árbol prohibido, de la ciencia del bien y del mal para para sí. Pero, luego pasa algo: “Replicó la serpiente a la mujer. De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman del árbol prohibido, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal" (Gn 3,4-5). La serpiente que escenifica al demonio fíjese lo que dice a la mujer: “Serán como Dioses al comer del árbol prohibido” (Gn 3,4). La gran tentación del enemigo es instigar al hombre que se sienta igual a Dios. Así hoy tenemos la escena del evangelio: "La imagen del Cesar César equiparado con la Imagen de Dios”. Para los romanos y muchas culturas. Al respecto Dios manda al pueblo: “No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra” (Ex 20,3-4). Por eso Jesús aclaro muy bien al responderles: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mt 22,21).

“Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente medio para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido” (Gn 3,6). San Pablo dice: “Por un solo hombre entro el pecado en el mundo y con el pecado la muerte porque todos pecaron” (Rm 5,12). El pecado ahora consiste en que el hombre se busca dioses a su medida y capricho. Un dios manipulable. Inclusos en lugar de Dios poner el dios dinero, al respecto dijo ya Jesús:  “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero al mismo tiempo” (Mt 6,24). Y San Pablo también dice: “La raíz de todos los males en el mundo es el amor al dinero, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos” (I Tm 6,10).

“¿Serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). El domingo anterior hemos dicho que, se salvaran todos los que entran al banquete de boda del Cordero.  Previa aceptación de la invitación que se nos hace (Mt 22,10) “¿Quién podrá salvarse?” (Mt 19,25). Los que están revestidos con traje de fiesta (Mt 22,12) “¿Qué obras buenas tengo que hacer para obtener la salvación eterna?” (Mt 19,16). Llevando grabado en mi ser la Imagen de Dios mi creador. Como criatura de Dios me corresponde obedecer el mandato: Solo puedo comer de los árboles que me ha sido permitido (Gn 2,16). Y no me está permitido hacer lo que se me antoje. No podré llegar jamás al cielo haciendo lo que mi capricho me dice, sino obedeciendo y cumpliendo los mandatos de Dios.

Para obtener la salvación hace también falta: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1). “Negarse a sí mismo, tomar su cruz de cada, y seguir a Jesús” (Mt 16,24); la corrección como hermanos (Mt 18,15-18); la oración en comunidad (Mt 18,19-20). “Perdonar hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-22). Es decir, todos los valores se agrupan en una actividad significativa cuales el trabajo: “El Reino de los Cielos es parecido a un propietario que muy de madrugada sale a contratar obreros para trabajar en su viña” (Mt 20,1).

El domingo anterior Jesús nos decía: “El reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda la boda de su Hijo. Mandó criados para que inviten a la boda…” (Mt 22,1-14). Y hemos resaltado el episodio: “El rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,11-13). Y nos preguntamos ¿Qué significa ese traje de fiesta? Y nos respondimos con la enseñanza de San Pedro “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (IPe 1,15-16; Lv 19, 2). Es decir, un día para estar en la fiesta del banquete de boda del cordero que es el en el cielo y  es eterno, hay que estar con traje de fiesta, hay que ser santo sí o sí.

El anhelar estar en el cielo (Mc 10,17), no nos hace exentos de nuestras obligaciones y deberes en este mundo: Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt 22,18-21). Esta enseñanza nos transmite varios elementos a tener en cuenta:

1. Como vimos, nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros deberes políticos: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Al respecto dice San Pablo: “Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. Por eso es necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber de conciencia” (Rm 13,1-5).

2. El episodio del evangelio de hoy, preguntan a Jesús:“¿Se debe pagar el impuesto al César o no?”

Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los fariseos le quieren tender (Mt 22,18). Afirmar o negar el pago reclamado por los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador de la rebelión y enemigo del César o autoridad. Un SÍ implica aceptar la ocupación romana y negar el ansia judía de liberación. Recordemos que los romanos dominan sobre los judíos desde el años 64 Ac. y les han impuesto no solo duras cargas en el impuesto, sino que además les han quitado lo más precioso, el dar culto a Dios Yahveh, el que los liberó de la esclavitud (Lv 11,45) Y están obligados a dar culto al dios Cesar. Los judíos tienen una única esperanza: que el mesías prometido, llegará pronto y vencerá y desterrará de sus tierras a los invasores, los romanos.

En el evangelio de hoy, Jesús se eleva por encima de la situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores. Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo: “Den a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Dios tiene sus derechos y el César tiene los suyos. Pero es de considerar que Lo de Dios no está en el mismo nivel que del Cesar.

3. “Dad al César lo que es del César.”

La autoridad estatal es instrumento de Dios para la realización de la voluntad de Dios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran. La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos de Dios. San pablo también nos dice: “Por eso también, ustedes deben pagar los impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios encargados de cumplir este oficio. Den a cada uno lo que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido” (Rm 13,6-7). Cristo tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.

Condecir “a Cesar lo que es del Cesar” (Mt 22,21), exige también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad. De modo que, nuestra fe no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos. No hay duda de que pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín: “Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”

4. Lo dicho por Jesús, el Maestro por excelencia  vale con mucha más razón para para nosotros: “”Dad a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21b)”. O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Si alguna autoridad actúa fuera de la voluntad de Dios, no estamos obligados a la obediencia. Por ejemplo que nos digan “El aborto terapéutico no es pecado” ¿Cómo que no es pecado? ¿Acaso matar un ser indefenso en el vientre de la madre no es un pecado atroz? Cuando el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle la obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas. Por eso, cuando un Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es nuestra obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay una “rebeldía” santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires, porque no quisieron dar al César lo que es de Dios. Esta actitud es saber defender la verdad. Nos dijo Jesús: “Uds. serán mis verdaderos discípulos si perseveran en mis palabras y conocerán la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31).

Tal vez, hoy no haya tal persecución sangrienta, pero sin embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que no podemos aceptar ni apoyar como cristianos. Por eso, tenemos que criticar constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además, debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran responsabilidad para que nos guíen por el camino de la verdad.

5. Por las razones expuestas, hoy es necesario optar con serenidad por las autoridades que sepan tener estos principios para que no nos lleven por el mal camino. Nuestra confianza debe ir para hombres inteligentes y solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor garantía para un futuro más fecundo y el porvenir de nuestra sociedad. Porque las cosas de Dios no son negociables ni para los creyentes ni para los incrédulos. Pero también el ser cumplidores con Dios no nos hace exentos de nuestros deberes, en suma: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” (Mt 22,21). El Hijo de Dios sabe cumplir con las cosas del Cesar, cosas de este mundo; pero con más razón con las cosas de Dios.

No podemos atrevernos a sacrificar las cosas de Dios por las cosas del Cesar. De este principio nace los mártires como defensores de las cosas de Dios: “Cuando los entreguen a los tribunales, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt 10,19-23).

"Yo soy el Señor y no hay otro" (Is 45,6). Estas palabras de la 1ª.lectura son la clave para entender el evangelio de este domingo. Con bastante frecuencia mal entendido, o utilizadas tendenciosamente para crear y defender visiones supuestamente contradictorias de la relación entre Dios y el poder político.  Y solo para tener primacía de lo Humano (del Cesa) y dejar de lado lo espiritual (de Dios). Cuando Jesús dice "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (Mt 22,21) nos invita tener en cuenta por siempre la dimensión humana y la dimensión espiritual. Y de amabas dimensiones tiene su primacía la dimensión espiritual (Cosas de Dios): “El amor a Dios es lo primero, y el segundo e similar: Amor al prójimo” (Mt 22,36).

Jesús, antes de responder, pregunta quién es el que está representado en una moneda, de quién es esa imagen. En este contexto se sitúa la respuesta de Jesús: «La imagen de la moneda pertenece al César, pero el hombre no debe de olvidar que lleva consigo la imagen de Dios (Gn 1,27), por lo tanto, sólo le pertenecen a El, (Dios) todo lo que en la creación existe.

¿Habrá algo en el mundo que no sea de Dios? Son de Dios los hombres y las cosas, el presente y el futuro, los gobernantes de todo tipo. Todos somos de Dios, llevamos la imagen y la inscripción de Dios en nuestro ser profunda. Imagen que puede desdibujarse, pero nunca borrarse del todo mientras vivimos. Y porque somos de Dios, cada uno de nosotros vale más que cualquier autoridad civil o religiosa de la tierra. Ninguna autoridad puede arrogarse atributos totalitarios y absolutos; ninguna autoridad es dueña del hombre y de su conciencia. Ser de Dios nos obliga a realizarnos como personas responsables y solidarias, a llevar a plenitud el plan que Dios se propuso realizar en nosotros, como individuos y como humanidad, antes de crear el mundo (Ef 1,4-5).