viernes, 24 de mayo de 2019

VI DOMINGO DE PASCUA - C (26 de mayo del 2019)

                  VI DOMINGO DE PASCUA  - C (26 de mayo del 2019)

Proclamación del Evangelio del santo evangelio según San Juan 14,23 - 29:

14:23 Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
14:24 El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
14:25 Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
14:26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
14:27 Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
14:28 Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
14:29 Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. PALABRA DEL SEÑOR.

Amigos en el Señor Paz y Bien.

Ya llegamos al sexto y último domingo de Pascua, el próximo domingo celebraremos la Ascensión del Señor. En este Evangelio, Jesús hace una síntesis de toda la experiencia pascual.

En un primer momento, Jesús establece una relación de Dios con nosotros como la misma relación que Dios tiene con Él (Jn 14,23-24). Nos incorpora al misterio íntimo de la Trinidad, para formar una familia con Él. En un el segundo momento, Jesús nos anuncia el don del Espíritu Santo, el que nos ayudará a entender las enseñanzas del mismo Jesús (Jn 14,25-26).  Para terminar nos anuncia el don de la paz. Una paz que es fruto del estar con Dios. Esto tiene que ser una invitación a la alegría (Jn 14, 27-29).

"Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero. Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. La gloria de Dios estaba en ella” (Ap 21,10-11): Jesús nos incorpora al misterio íntimo de la Trinidad cuando hoy nos dice: "El que me ama guardará mi palabra (Jn 13,34), y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23). ¿Cómo ser parte del misterio trinitario? Eh, aquí algunas pautas:

En primer término el hombre es imagen de Dios. Dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas los reptiles que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó” (Gn 1,26-27). “Entonces el Señor Dios formó al hombre con polvo de tierra, y sopló en su nariz aliento de vida (Espíritu), y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Jesús es ungido por este mismo don del espíritu de Dios en el bautismo: “El Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Lc 3,22). Luego Jesús mismo dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).
                                                       
En la misma resurrección nos transmite este noble don cuando nos dice: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21.22).  O, recordemos la última recomendación a la misión: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo" (Mt 20,19.20). De modo que, todos los bautizados somos incorporados el misterio que Jesús hoy nos ha reafirmado al decirnos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23).

Otra función o misión del Espíritu Santo en la Iglesia es: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26). Ya no se trata aquí de ese proceso cerebral e intelectual del recuerdo del pasado, es el recuerdo que actualiza y que da vida a la doctrina y a la Palabra de Jesús hoy. Ya nos había dicho antes: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,12-13). El Espíritu Santo hace actual las palabras de Jesús como dichas hoy y para hoy. Jesús me habla hoy en el evangelio y no un recuerdo de hace más de dos mil años.

Así como la consagración actualiza el Cuerpo y la Sangre de Cristo (Mt 26,26), transformando sacramentalmente, el pan y el vino y lo convierte en Cuerpo y Sangre hoy y ahora para nosotros; el Espíritu Santo hace que la Palabra de Jesús sea una palabra dicha hoy. Esta es una de las funciones principales del Espíritu Santo en la Iglesia, hacer presente hoy a Jesús y hacer presente hoy su Palabra. No proclamamos el Evangelio como noticia para los hombres de hace dos mil años. Proclamamos el Evangelio como noticia de Dios para nosotros hoy. Por eso podemos decir que “Dios nos habla hoy en su Hijo” . Todo lo que Jesús dijo nos lo dice hoy. Todo lo que Jesús hizo lo hace hoy. Por eso mismo, escuchar la Palabra de Dios no es simplemente saberla o conocerla de memoria, es hacerla vida hoy, es hacerla buena noticia para nosotros hoy y que también hoy requiere nuestra respuesta. No se trata de “Alguien que habló” sino de “Alguien que habla hoy”.

Finalmente, la enseñanza de hoy nos trae otro don como fruto del Espíritu, la paz. “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! (Jn 14,27). La paz no es sino el indicio de que nuestra comunión con Dios es plena y ello amerita gozo y alegría. Por eso Jesús glorificado lo primero que anuncia a sus apóstoles ese gozo al decir:

“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!" Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.  Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,19-23).

Así, queda claro que aquí se cumple todo lo dicho por el profeta: “Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios” (Jer 36,24-28). Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel” (Is 7,14), que significa: "Dios con nosotros" (Mt 1, 23).

lunes, 13 de mayo de 2019

V DOMINGO DE PASCUA – C (19 de Abril del 2019)


V DOMINGO DE PASCUA  – C (19 de Abril del 2019)

Proclamación del santo evangelio según San Juan 13,31-33.34-35:

13:31 Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
13:32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
13:33 Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes.
13:34 Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
13:35 En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXIÓN

Estimado y queridos hermanos(as) paz y bien en el Señor.

“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rm 5,8). ¿Por qué es importante tener pruebas que Dios nos ama? Porque Dios es amor (I Jn 4,8). “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (IJn 3,24). Hoy nos ha dicho Jesús: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,35).

El inicio del evangelio se nos ha dicho: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Hoy nos ha recalcado el tema del amor al decirnos: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. La señal por la que conocerán que son mis discípulos será que se amen unos a otros” (Jn 13,34). Otras enseñanzas según los sinópticos también se nos dice: “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,43-48).

¿Por qué tanta insistencia sobre el amor? Porque Dios es amor (I Jn 4,8). El amor autentico a Dios pasa por el amor al hermano: “El que dice amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” (I Jn 4,20). San Pablo agrega al respecto y dice: “Toda la Ley se resume en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal 5,14). “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo porque el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13,8).

En este quinto domingo del tiempo de pascua, tiempo de manifestación del amor de Dios para con cada uno de nosotros, manifiesto expresado simplemente en el acontecimiento de Jesús crucificado y resucitado. Y en este contexto o despliegue festivo del amor de Dios, el evangelio nos aporta tres ideas principales, es a saber:

a) Judas que ya salió a hacer de las suyas. Jesús ve con mucha serenidad lo que se viene, por más que sabe a lo que va a pasar, Jesús mira con ojos nuevos su futuro. Sabe lo que le espera, pero no lo ve ni como algo trágico ni como una desgracia. Al contrario, siente que ahora ha llegado la hora de su propia glorificación y la glorificación del Padre en Él. Lo que para muchos serán unas momentos de dolor, frustración o fracaso, Jesús es capaz de ver en ello el momento de dar gloria a Dios y Él mismo ser glorificado. Y es que Jesús siempre ve las cosas desde el otro lado, desde el proyecto amoroso del Padre celestial.

b) La idea central que resalta el evangelio de hoy es el gran mandamiento que nos deja. Lo hace como todo buen padre lo haría con sus hijos al momento de morirse: que se amen unos a otros. Pero, no se trata de un amor como lo entiende el hombre del siglo XXI (amor eros, amor filia, amor interesado) un amor vacío. Se trata del amor como Él mismo nos ha amado. Aquí no se trata de palabras bonitas y románticas de corte novelesca y menos de una poesía bonita que todo eso no sirve de nada. El amor de verdad del que nos habla Jesús es ese amor ágape, el amor sublime, el amor incondicional y este tipo del amor verdadero solo puede venir de Dios. El amor de verdad es amar como Jesús ama, hasta dar su vida por el mundo.

c) La otra idea que me parece valioso es que: El verdadero testimonio cristiano que hace creíble nuestra fe y hace creíble nuestra fe en Jesús, no es hacer grandes cosas ni ocupar altos puestos, sino el "amarnos los unos a los otros. Los cristianos solemos ser gente normal, gente como el resto de la gente. Comemos, bebemos, dormimos, nos divertimos, trabajamos. Vamos en el autobús, nos molesta el frío. Nos agobia, con frecuencia el calor. Igualitos a todos. En estos actos simples se ve desplegado el amor autentico de todo discípulo y los demás de por si entienden el mensaje y dicen mira cómo se aman. Entonces es cuando nos sabemos que somos de Jesús nuestro maestro quien nos dejó esta forma de vida evangélica. Con razón algunos eminentes santos en nuestra Iglesia universal como como San Pablo dirá: Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí’ (Gál 2, 20). O como el mismo hermano universal, San Francisco de Asís que propone a sus hermanos como norma de vida fraterna: vivir el santo evangelio, que no es otra que vivir en el mismo amor de Dios.

En resumen: ¿cómo se nos identifica como cristianos? ¿Cómo saber que somos seguidores de Jesús? Hay un detalle que Jesús quiere dejar bien claro para que "conozcan que son mis discípulos". Nuestro único y verdadero distintivo es el que más nos asemeja a Él y al Padre. Para Jesús no es otra cosa que el "amor". "La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se amen unos a otros como yo les he amado". La Iglesia no se identifica por su gran organización, ni tampoco por la solemnidad de sus celebraciones ni siquiera por sus grandes documentos, la Iglesia se identifica ante la sociedad por ser el sacramento del amor de Dios a los hombres. La Iglesia no se identifica por su ortodoxia, sino por ser la expresión del amor de Jesús crucificado en la Cruz y como tal es el evangelio viviente y signo de salvación. Pues, ahora entendemos del por qué Jesús respondió al maestro de la ley cuando un buen día le pregunto ¿Cuáles el mandamiento principal de la ley? A lo que Jesús respondió: amaras a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y el segundo es semejante: amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37).

San Pablo es bien explícito sobre el tema: “Todo lo que hagan, háganlo con amor” (I Cor 16,14). Y es muy contundente al descifrar los valores que construyen el amor al decir: “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá, el amor no pasará jamás” (I Cor 13,1-8).

lunes, 6 de mayo de 2019

EVANGELIO VIVIENTE: IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019)

EVANGELIO VIVIENTE: IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019): IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019) Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30 10:27 Mis ovejas escuch...

EVANGELIO VIVIENTE: IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019)

EVANGELIO VIVIENTE: IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019): IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019) Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30 10:27 Mis ovejas escuch...

IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019)

IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019)

Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30

10:27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
10:28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
10:29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
10:30 El Padre y yo somos una sola cosa". PALABRA DEL SEÑOR.

Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27). ¿Cuál es la verdadera voz de Dios? La de Jesús, porque nos ama y nos llama al amor. “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"( Jn 8,47).  Él es la Palabra de Dios. Este Hijo de Dios se hizo hombre (Jn 1,14) para dar a conocer a Dios-Padre (Jn 1,18) y darnos vida en plenitud (Jn 10,10): la vida eterna. ¿Cómo? “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor que da su vida por las ovejas” (Jn 10,11). 

Dios que es amor (I Jn 4,8), se propone por el profeta este proyecto amoroso: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los torrentes y en todos los poblados del país. Las apacentaré en buenos pastizales y su lugar de pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán en un buen lugar de pastoreo, y se alimentarán con ricos pastos sobre las montañas de Israel. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar- dice el Señor-. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta” (Ez 34,11-16). Dios viene hacia nosotros como buen pastor en su Hijo.

Jesús como buen pastor se preocupa de los más débiles, de los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas. Nosotros obtenemos la vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia vida, teniendo una duradera y fructífera relación personal con él (Jn 15,1-17). De esta forma nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios (Jn 1,12-13). Él nos habla. El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en la escucha de una palabra, de un saludo (Jn 20,21), de una invitación (Jn 21,19). La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación divina.

Jesús ya había dicho: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10).  Ahora Jesús muestra la contundencia de dicha afirmación: “Nadie las arrebatará de mi mano...” (10,29).  Con esto Jesús nos asegura lo que ningún ser humano, ni siquiera con todo el cariño que nos tenga ni con todos los cuidados que nos prodigue, podría prometernos: 1) la vida eterna, 2) la defensa de todo mal y 3) la comunión indestructible.

Las palabras de Jesús en (Jn 10,27-30), tiene como trasfondo la preciosa imagen del pastoreo de las ovejas, se centran todas ellas en la descripción de la relación entre Él y todas las personas que le pertenecen, esto es, todos aquellos que han entrado en el camino de la fe, confiando en Él sus vidas. “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte” (Dt 6,4-7).

Notemos las características de la relación con Jesús:

1) “Mis ovejas escuchan mi voz... y ellas me siguen” (Jn 10,27): Las dos acciones que caracterizan a un discípulo de Jesús son (a) la escucha del Maestro y (b) el ejercicio del seguimiento, mediante la obediencia a la Palabra. Pero es interesante leer esta misma frase desde la perspectiva de Jesús. Jesús habla de “mis” ovejas. Les dice en primera persona. Las ovejas son de Él, el Padre se las ha dado y el las cuida con amor responsable.  Decir que las ovejas son “suyas”, implica mucho.

Este “mis ovejas”, que luego se vuelve “me” (siguen), es como una pequeña ventana que nos descubre el amplio panorama del estilo del Pastor: Jesús, como buen pastor a quien el Padre le ha confiado sus ovejas, vive toda su misión con una dedicación gratuita e incondicionada, en la disposición de ofrecer la propia vida, dispuesto a afrontar la muerte, dispuesto a exponerse en primera persona para salvar a sus ovejitas, dispuesto a tomar sobre sus hombros el mal y las heridas provocadas por los lobos para impedir que las ovejas le sean raptadas al Padre.

2) “Yo las conozco... Yo les doy vida eterna” (Jn 10,27-28): Para Jesús no somos números en medio de una gran masa de gente, ¡no!  Jesús, más bien, nos identifica claramente en el cálido ámbito de una gran familiaridad: conoce nuestra historia, nuestras dificultades, nuestros defectos y todas las características de nuestra personalidad. Porque nos conoce nos acepta como somos, nos quiere todavía más (Jn 10,14-15), y nos introduce dentro de la relación todavía más profunda que habita su corazón: la amistad con el Padre. Esta amistad es eterna. En ella nos ofrece una “vida eterna”. De aquí deriva el sentido de responsabilidad propio del verdadero pastor: Jesús está cercano a sus ovejas con premura, con atención, con paciencia, con delicadeza, con una dedicación incansable hasta el don total de sí mismo sobre la Cruz, para que las ovejas tengan vida.

3) “Mis ovejas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,28): Ninguno de los que entra en este tipo de relación con Jesús irá a la perdición ni podrá ser arrebatado de la mano de Jesús, porque Él es Buen Pastor.  Cuando hay amor nadie se quiere morir, más bien al contrario: el amor pide eternidad. La relación con Jesús da vida y seguridad. Para ello hace falta dejarnos pastorear por nuestro buen pastor siendo fieles al rebaño que Jesús instituyo como Iglesia (Mt 16,18).

domingo, 28 de abril de 2019

III DOMINGO DE PASCUA – C (Domingo 05-05-19)


III DOMINGO DE PASCUA – C (Domingo 05-05-19)

Lectura del santo evangelio según san Juan 21,1-19:

21:1 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
21:2 estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
21:3 Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
21:4 Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
21:5 Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
21:6 Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
21:7 El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!" Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
21:8 Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
21:9 Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
21:10 Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
21:11 Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
21:12 Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor.
21:13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
21:14 Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
21:15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?" Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
21:16 Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".
21:17 Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
21:18 Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras".
21:19 De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme". PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXION:

Estimados amigos y hermanos en la fe paz y bien.

“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos” (Jn 2019). Jesús les dijo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Los discípulos resucitan al recibir el soplo del Espíritu Santo, ahora los discípulos pasan a ser apóstoles.  Como se ve, la noche cruel que acechaba como un lobo rapaz, el temor, pánico, congoja, decepción, el desánimo y no era para menos; recordemos que acaban de asesinar al maestro supremo y los apóstoles a dudas penas pudieron escapar para no ser también crucificados conjuntamente con su maestro, tal escena disipa poco a poco. Los apóstoles reinician con sus labores habituales, quizá con mucha desidia al saber que tanto tiempo perdieron y para nada; quizá hasta olvidaron las estrategias de la pesca.

Jesús había dicho a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres" (Lc 5,10). Pedro dice me voy a pescar, los demás compañeros reflejan alguna identidad aún de vida fraterna que aprendieron de su maestro: “vamos también nosotros contigo” (Jn 21,3). Esta actitud se sitúa ya en un contexto eclesial; Pedro, decide salir a anunciar el Evangelio, pero no irá él solo también el resto se le une en la misión. Es que la Iglesia no es solo el Papa, ni solo el Obispo, ni solo el sacerdote, la Iglesia somos todos los bautizados (Mt 28,19-20). Todos somos responsables y todos estamos llamados a "ir de pesca", aunque la expresión pueda parecer un tanto extraña. Desde luego hubo épocas en que la Iglesia nunca dijo a los bautizados vamos a pescar, pero felizmente aunque todavía de modo muy lento, vamos tomando conciencia de que el anuncio del Evangelio tiene que ser obra de todos. No aislados, sino formando una comunidad y comunión con el Pedro de hoy que es el Papa.

Es sumamente importante tener una convicción firme y SIN MIEDO A LOS FRACASOS. No siempre basta la buena voluntad y no siempre nos sonríe el éxito. También hay momentos en los que el éxito brilla por su ausencia. No todos son éxitos en la Iglesia. No todos son éxitos en el anuncio del Evangelio. "Aquella noche no cogieron nada" (Jn 21,5). Son esos momentos de oscuridad que terminan, con frecuencia, invitándonos al desaliento. Hablo por experiencia como sacerdote y religioso consagrado, no siempre he sido escuchado y no siempre he logrado lo que con todo corazón buscaba en mi predicación. Alguna vez he desistido de ofrecer el Evangelio a alguien, de lo cual luego me he arrepentido. Felizmente, he ido aprendiendo de la propia experiencia y cuanto más me queda por aprender de la gente sencilla y de los niños.

Es posible que aquella noche Pedro y los suyos fuesen demasiado confiados en sus propias artes de pesca y fracasaron. Hasta que se aparece Jesús y nos dice: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán" (Jn 21,6). El supremo maestro si sabe de pesca, pero para que Jesús coopere en la obra de la pesca requerimos hacer un alto en la jornada de trabajo (Lc 10,39-42), conviene echar una mirada a Jesús que muy respetuoso espera su turno nos sugiere cómo, cuándo y dónde tenemos que echar la red. Este momento sin duda es el domingo, día del Señor y el día de la familia el hacer un alto en la jornada de trabajo, dejar la red a un lado y dar una mirada de apertura al Señor tiene mucho sentido en el domingo. Y Él nos dirá donde tenemos que echar la red y veremos que la red si tiene peces si hay pan suficiente para los hijos. Ya había dicho: “Sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5).

No somos nosotros los que cambiamos los corazones de los demás. No somos nosotros los que podemos cambiar la vida de los demás. Esa es obra de Jesús. Por eso, para anunciar el Evangelio necesitamos estar acompañados de Él, confiados en Él. Fiándonos de Él. Los fracasos también entran en la pedagogía de Dios. Nos enseñan a confiar y fiarnos más de Él que de nosotros. De ahí que el evangelizador primero ha de hablar con Dios y escuchar a Dios. Evangelización (Mc 16,15) y oración (Lc 17,5) caminan juntas son los dos brazos del Evangelio. ¿No será también esta la pedagogía de los padres cuando ven que sus hijos se alejan de la fe? No basta enfadarse, ni echarles grandes discursos. Primero oremos por ellos. Desde la orilla Jesús grita a los discípulos que están pescando y les hace una pregunta: "¿Tienen pescado? (Jn 21,5) La respuesta es tajante: "No." Jesús les dice: "Echen la red a la derecha de la barca y encontraran." Así fue. El problema está dónde echar las redes, para ello hay que conocer bien el mar y el movimiento de los peces. Para evangelizar hay que conocer la realidad del mundo, de la historia y de los hombres.

A veces me temo que a nosotros nos suceda algo parecido a los discípulos, queremos pescar en las Iglesias vacías. Mientras tanto, la gente anda por la calle. La Iglesia puede estar vacía y las playas están a abarrotadas de gente, pero ¿alguien se atreve a proclamar el Evangelio en la playa? La Iglesia puede estar vacía y las calles están llenas de gente, pero ¿alguien se atreve a hablar del Evangelio en la calle? Tenemos que conocer dónde está la gente. Posiblemente tendremos que cambiar nuestro estilo de evangelización. Los templos se van vaciando cada vez más, pero nosotros seguimos empeñados en no salir de lo habitual. Seguimos echando las redes a la "izquierda" cuando Jesús nos invita a echarlas a la derecha. No esperemos que los peces vengan a nuestras redes, es preciso echar las redes donde están los peces. No esperemos que la gente venga a buscarnos, es preciso que nosotros salgamos a buscar a la gente. Y digo nosotros porque esta Iglesia es nuestra, iglesia de todos los bautizados. El problema no estaba en las redes, tampoco en los peces. El problema estaba en los pescadores que pescaban donde no había peces.

Estimados hermanos en la fe, no es hora de llorar sobre la tumba vacía, no es hora de mirar el cielo, no es hora de bonitas idea de Dios (Mt 7,21), eso es lindo pero algo más importante es sabernos comprometer y decir yo en qué y cómo puedo ayudar en esta tarea de la pesca. Jesús nos ha dicho algo lindo en los apóstoles pescadores: Sígueme (Jn 21,19). Dios a pesar de todo cuanto somos, sigue fiándose de nosotros, sigue apostando por nosotros. Olvidó de las traiciones, de las negaciones (Jn 18,17); ahora dice a Pedro ¿me amas? Si Señor; pastorea mis ovejas (Jn 21,15). Todos los bautizados somos sacerdotes de Cristo y tenemos la misión de pastorear y depende de este trabajo la vida eterna que nos prometió cuando dice: “Todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras por mí, recibirá cien veces más en esta vida, y heredará la vida eterna (Mt 19,29).

Jesús ya había manifestado, cuando dijo: “Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí” (Jn 10,10-14). Recordemos también cuando había dicho: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia” (Mt 16,18). Ahora Jesús dijo: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas" (Jn 21,16).

Termina el evangelio con una atenta invitación: “Sígueme” (Jn 21,19). Esto requiere: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,24-27).

II DOMINGO DE PASCUA – C (28 de abril del 2019)

II DOMINGO DE PASCUA – C (28 de abril del 2019)

Proclamación del santo evangelio según San Juan 20,19-31:

20:19 Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!"
20:20 Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
20:21 Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
20:22 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
20:23 Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
20:24 Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
20:25 Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!" Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
20:26 Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!"
20:27 Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
20:28 Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!"
20:29 Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
20:30 Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
20:31 Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre. PALABRA DEL SEÑOR.

REFLEXION:

Estimados amigos(as) en el Señor Resucitado Paz y Bien.

"¡La paz esté con ustedes!" (Jn 20,29). Es domingo de la misericordia porque el Señor resucitado nunca echó en cara el abandono de sus discípulos en la Cruz, ni siquiera increpo a Pedro que negó conocerle: “No lo conozco, no sé de qué hablas” (Lc 22,60). Jesús el Señor resucitado se olvida de todo y les saluda con ternura: “La paz este con Uds.” (Jn 20,29).

¿Si llevas cuenta de nuestros delitos quien podrá resistir? (Slm 129,2). “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas” (Slm 144,8). Con estas citas del salmo iniciamos nuestra reflexión porque es el domingo de la misericordia. En efecto, esta semana hemos revivido una serie de encuentros con Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14), el hombre perfecto resucitado de entre los muertos, quien es el centro de la alegría de cada corazón y la plenitud de sus aspiraciones, como nos enseña el Concilio Vaticano II (GS 45). Para culminar esta serie de encuentros con el resucitado (Jn 20,16-18). Tomemos contacto con el evangelio que dimos lectura y que para su mejor comprensión las podemos dividir en tres partes:

1) ¿Qué dones trae el Resucitado para la comunidad? "¡La paz esté con ustedes!... les mostró sus manos y su costado… Reciban el Espíritu Santo… como el Padre me envió así les envío…” (Jn 20,19-23).

2) ¿Cómo pueden llegar a creer en Jesús glorificado? ¿Ver para creer como Tomas o creer para ver como Jesús exhorta al final a Tomas? (Jn 20,24-29) El mismo Señor glorificado conduce a la fe pascual al incrédulo.

3) ¿Qué pretende suscitar la proclamación del Evangelio, en cuanto anuncio de los signos del Resucitado para las personas y comunidades de todos los tiempos? (Jn 20, 30-31). En estos dos versículos el cuarto evangelio se presenta a Jesús como un camino de fe: “Para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo en su Nombre, tengan Vida y vida eterna”.

Primera parte: Primer encuentro con la comunidad reunida (Jn 20,19-23)
Ese mismo día –el primero de la semana- por la mañana, María Magdalena les había comunicado: “He visto al Señor” (Jn 20,18).  Ahora, al atardecer (Jn 20,19), es el mismo Jesús quien viene donde los discípulos y se deja ver por los once. Jesús los encuentra con la puerta cerrada. Todavía están en el sepulcro del miedo y no están participando de su nueva vida (Jn 20,19). Notemos lo que va sucediendo en la medida en que Jesús se manifiesta en medio de la comunidad:

1) Jesús “Se presentó en medio de ellos” (Jn 20,19): Lo primero que hace Jesús es mostrarles que lo tienen a él, vivo, en medio de ellos, y su presencia los llena de paz y alegría. En un mundo que les infunde miedo, ellos tienen en medio al vencedor del mundo. Recordemos que la última palabra de su enseñanza cuando se despidió de ellos fue: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33); “Ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Jn 16,22).

2) Jesús les da la paz: “Y les dijo: La paz con ustedes” (Jn 20,19): El don primero y fundamental del Resucitado es la paz. Tres veces en este pasaje del evangelio se repite el saludo: “Paz este con Uds.” (Jn 20,19.21.26) Jesús les había prometido esa paz que el mundo no puede dar (Jn 14,27).  Ahora, en el tiempo pascual, cumple su palabra porque está en el Padre y porque ha vencido al mundo (Jn 16,33). Esta victoria de Jesús es el fundamento de la paz que él ofrece. Y, si bien Jesús no pretende eximir a sus discípulos de las aflicciones del mundo (Jn 16,33), ciertamente su intención es darles seguridad, serenidad y confianza en medio de ellas.

3) Jesús les muestra las llagas de sus manos: “Dicho esto, les mostró las manos...” (Jn 20,20): El Resucitado no sólo habla de paz, sino que se legitima delante de sus discípulos, dándole un fundamento sólido a su palabra. Para ello les muestra sus llagas.  Los discípulos aprenden entonces que el que está vivo delante de ellos es el mismo Jesús que murió en la Cruz: el Resucitado es el Crucificado (Jn 12,24). Mostrar las llagas tiene doble connotación en la comunidad: 1) es una expresión de su victoria sobre la muerte; es como si nos dijera: “Mira he vencido”. 2) Es un signo de su inmenso amor, un amor que no retrocedió a la hora de dar la vida por los amigos (Jn 15,13); y es como si nos dijera: “Mira cuánto te he amado, hasta dónde llega mi amor por ti” (I Jn 4,8). El Resucitado estará siempre lleno de esta victoria y de este amor que se nos revela tras la Cruz.  En otras palabras, en el Resucitado permanece para siempre el increíble amor del Crucificado (Jn 14,18).

4) Jesús les muestra la herida del pecho: “...y el costado” (Jn 20,20): Jesús les muestra las llagas de los clavos y también su pecho traspasado por la lanza.  De esa herida había fluido sangre y agua cuando estuvo en la Cruz. Por lo tanto el gesto nos remite a lo que observó el Discípulo Amado cuando estuvo al pie de la Cruz: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,33). La herida del costado de Jesús permanece para siempre en el cuerpo del Resucitado como una prueba de que él es la fuente de la verdad y vida (Jn 7,38-39), esa vida nos hace nacer de nuevo en el Espíritu Santo en los sacramentos (Jn 3,5).

5) Los discípulos, finalmente, reaccionan con una inmensa alegría: “Los discípulos se alegraron de ver al Señor” (Jn 20,20). La alegría pascual había sido una promesa de Jesús antes de su muerte: “Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo... Uds. están tristes ahora, pero volveré a verlos y se alegrará su corazón y su alegría nadie les podrá quitar” (Jn 16,20.22). Así, pues, cuando los discípulos “ven” a Jesús, la promesa se convierte en realidad.  Jesús resucitado es el fundamento indestructible de la paz y la fuente inagotable de la alegría. En fin, el Resucitado viene y se deja ver. Contemplar al Resucitado es experimentar el amor sin límite ni medida del Crucificado, participar de su victoria sobre la muerte y recibir plenamente el don de su vida.  Cuanto más comprendan esto los discípulos, mucho más se llenarán de paz y de alegría.  Jesús Resucitado es el fundamento de la paz y la fuente de la alegría.

La experiencia de vida del Resucitado que lleva a la comunidad a hacer propia la victoria de Jesús sobre la Cruz, tiene enseguida consecuencias: ella es enviada con la misma misión, vida y autoridad de Jesús resucitado. De esta manera Jesús les abre las puertas del sepulcro a los discípulos encerrados por el miedo (estaban también muertos) y los lanza al mundo con una nueva identidad y como portadores de sus dones (Aquí nace el Kerigma apostólico). Veamos:

1) Los discípulos reciben la misma misión de Jesús: “Como el Padre me envió, así también los envío yo” (Jn 20,21). Jesús les transmite la paz a sus discípulos por segunda vez y conecta este don con la misión que les confía. Quien participa de la misión de Jesús, también participa de su destino de Cruz, por eso los misioneros pascuales deben estar arraigados en la paz de Jesús. Jesús envía a sus discípulos al mundo con plena autoridad (“Yo les envío”), así como el Padre lo envió a Él (Jn 17,18).  En la pascua se participa de la vida del Verbo encarnado (Jn 1,14) y una forma concreta de participar de su vida es continuar su misión en el mundo.  Como se ve enseguida, el Espíritu Santo es también el principio creador de la misión.

2) Los discípulos reciben la misma vida de Jesús: “Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22). Los discípulos resucitan a una nueva condición, ahora son apóstoles propiamente dicho. Para que la misión sea posible, los discípulos deben estar revestidos del Espíritu Santo (Mt 22,12).  Cuando Jesús sopla el Espíritu Santo sobre ellos los hace “hombres nuevos” (Jn 3,8).  El mismo Jesús de cuyo costado herido por la lanza brotó el agua que es símbolo del Espíritu Santo (Jn 7,39), él mismo –como en el día de la creación-  infunde en los discípulos el “Ruah”, esto es, el “Soplo vital” de Dios (Jn 20,22). Los discípulos resucitan y pasan propiamente a ser apóstoles de Jesús. El resucitado les da una vida nueva que no pasará nunca, su misma vida de resucitado, esa vida que tiene en común con el Padre. Ahora el temor se acabó y los apóstoles proclaman abiertamente la verdad: “A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él” (Hc 2,22-24).

3) Los discípulos reciben la misma autoridad de Jesús: “A quienes perdonen los pecados les quedan perdonados...” (Jn 20,23). El Resucitado envía a los discípulos con plena autoridad para perdonar pecados (Lc 5,24).  El perdón de los pecados es acción del Espíritu, porque ser perdonado es dejarse crear por Dios. Es así como en la Pascua se realizan plenamente las palabras que Juan Bautista dijo acerca de Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).  Quien acoge a Jesús resucitado, experimenta su salvación, sus pecados son perdonados y entra en la comunión con Dios (Jn 5,24). Los discípulos pueden ser rechazados en la misión. En realidad, el rechazo del evangelizador no es un rechazo de él sino de Jesús que fue quien lo envió (Jn 20,21). Y el rechazo de Jesús es el rechazo de su obra pascual, el negarse una vida en paz y alegría, porque el pecado es conflicto interno y tristeza continua (Lc 10,16).  Por eso, cuando hay “obstinación” ante el mensaje pascual de los discípulos, ellos pueden “retener los pecados”, que en realidad es “retener el perdón”. Por tanto, el que se opone a creer en el resucita esta condenado a permanecer en la tumba de la muerte:  “El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3,18). La comunidad de los seguidores de Jesús queda consagrada para la misión de vida nueva. Por eso la Iglesia es por su naturaleza propia: misionera (Mc 16,15).

Segunda parte: El nacimiento de la fe en el corazón del incrédulo Tomás (Jn 20,24-29)

El apóstol Tomás, ausente en el primer encuentro con el Resucitado, rechaza el testimonio de los otros discípulos (“Hemos visto al Señor”, Jn 20,24), no confía en ellos, porque los considera víctimas de una alucinación colectiva. Él exige ver a Jesús personalmente para constatar que se trata del mismo Jesús que conoció terrenalmente, con las cicatrices de los clavos y la herida de lanza (Jn 20,24-25). Y el Señor acepta el desafío de Tomás. Jesús no rechaza su solicitud sino que, contrariamente a lo que se podría esperar, le concede lo pedido.  Pero si bien mediante el contacto con sus llagas lo conduce a la fe, una fe nunca antes vista, Jesús recalca que la verdadera fe que merece bienaventuranza es de los que creen sin haber visto.

Por propia iniciativa se va hasta donde está Tomás, Jesús le muestra las marcas de su muerte y de su amor: “No seas incrédulo sino creyente”(Jn 20,27), es decir, le hace sentir que lo ama y que al dar la vida por él, Jesús es la fuente de su salvación. Al mostrarle las llagas responde plenamente a la pregunta que Tomás le hizo en el ambiente de la última cena: esas llagas son el camino de la resurrección, la verdad de un Dios que lo ama y lo Salva, y la fuente de la vida nueva.

Tomas reacciona (pasa de la muerte a la vida) con una altísima confesión de fe, como ninguno antes que él: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20,28).  Tomás se demoró más que todos los demás para llegar a la fe, pero cuando llegó los sobrepasó a todos. Cuando dice “Señor mío”, Tomás está reconociendo que con su resurrección Jesús ha mostrado que es verdadero Dios, ya que “Señor” es la forma como la Biblia griega lee el nombre de “Yahveh”. Por tanto Jesús es Dios así como Dios Padre: con la resurrección Él ha entrado en la posesión de la gloria divina, la gloria que tenía en el Padre antes de la creación del mundo (Jn 17,5.24). Cuando dice “Mío”, Tomás se somete a su voluntad y se abre a la acción de su mano poderosa.

Esta relación con Jesús, basada en su Señorío, tiene validez porque Jesús es Dios. Por eso lo acepta como “¡Mi Dios!”.  Tomás reconoce a Jesús como el mismo Dios en persona que se acerca a cada hombre en su realidad histórica para salvarlo dándole vida en abundancia.  Para Tomás, todo lo que Jesús obra como Señor, en realidad es lo que Dios obra. En el corazón del discípulo incrédulo se enciende entonces la llama de una fe profunda que supera la de los demás. Tomás comprende que al resucitar de entre los muertos, el Maestro ha demostrado de forma clara y contundente que Él es el Señor Dios, como Yahvéh, soberano de la vida y de la muerte.

3. El evangelio como signo permanente que invita a la fe pascual (Jn 20,30-31). La voz pasa de Jesús a la del evangelista Juan quien dialoga directamente con nosotros. Si leemos estos versículos en conexión con Jn 20,29, notaremos enseguida la continuidad. Jesús pronunció la bienaventuranza del “creer”, pero no dejó claro con base en qué se daría este “creer”.  Ahora Juan nos dice que el “creer” está basado en el “testimonio pascual”, y dicho testimonio llega a nosotros por medio del evangelio escrito y por la predicación de la Iglesia que le da viva voz y la actualiza. Los signos “escritos” (Jn 20,30-31) hacen referencia al itinerario de la fe propio del evangelio de Juan: sus siete signos reveladores transversales, las tres pascuas de Jesús y sobre todo el relato de la Pasión-gloriosa del Maestro. Por esta razón termina diciendo que redactó su evangelio precisamente con este fin: que los lectores de su libro crean que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios (Jn 20,30-31).  La fe en el mesianismo divino de Jesús se alimenta de la meditación de los signos realizados por el Señor, entre los cuales el más estrepitoso consiste en su resurrección de entre los muertos al tercer día (Jn 2,18), precisamente allí donde nos comunicó su misma vida.

Recordemos aquella escena en que Jesús dijo a los judíos: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar… Él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado” (Jn 2,19-22). Los discípulos de Emaús se asombraron y dijeron: “¿Con razón, no nos ardía el corazón cuando Él nos hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras?” (Lc 24,32).  San Pablo por su parte dice: “Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes… Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre… Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo” (I Cor 15,12-22).