IV DOMINGO T.P. – C (Domingo 12 de abril de 2019)
Proclamación del Santo Evangelio según San Juan: 10,27-30
10:27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me
siguen.
10:28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y
nadie las arrebatará de mis manos.
10:29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y
nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
10:30 El Padre y yo somos una sola cosa". PALABRA DEL
SEÑOR.
Estimados amigos en el Señor Paz y Bien.
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me
siguen” (Jn 10,27). ¿Cuál es la verdadera voz de Dios? La de Jesús, porque nos
ama y nos llama al amor. “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; si
ustedes no las escuchan, es porque no son de Dios"( Jn 8,47). Él es la Palabra de Dios. Este Hijo de Dios
se hizo hombre (Jn 1,14) para dar a conocer a Dios-Padre (Jn 1,18) y darnos
vida en plenitud (Jn 10,10): la vida eterna. ¿Cómo? “Yo soy el buen Pastor. El
buen Pastor que da su vida por las ovejas” (Jn 10,11).
Jesús como buen pastor se preocupa de los más débiles, de
los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas. Nosotros
obtenemos la vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia
vida, teniendo una duradera y fructífera relación personal con él (Jn 15,1-17).
De esta forma nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios (Jn
1,12-13). Él nos habla. El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en
la escucha de una palabra, de un saludo (Jn 20,21), de una invitación (Jn
21,19). La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también
una relación divina.
Jesús ya había dicho: “Yo he venido para que tengan vida y
la tengan en abundancia” (10,10). Ahora
Jesús muestra la contundencia de dicha afirmación: “Nadie las arrebatará de mi
mano...” (10,29). Con esto Jesús nos
asegura lo que ningún ser humano, ni siquiera con todo el cariño que nos tenga
ni con todos los cuidados que nos prodigue, podría prometernos: 1) la vida
eterna, 2) la defensa de todo mal y 3) la comunión indestructible.
Las palabras de Jesús en (Jn 10,27-30), tiene como trasfondo
la preciosa imagen del pastoreo de las ovejas, se centran todas ellas en la
descripción de la relación entre Él y todas las personas que le pertenecen,
esto es, todos aquellos que han entrado en el camino de la fe, confiando en Él
sus vidas. “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a
tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje,
al acostarte y al levantarte” (Dt 6,4-7).
Notemos las características de la relación con Jesús:
1) “Mis ovejas escuchan mi voz... y ellas me siguen” (Jn 10,27):
Las dos acciones que caracterizan a un discípulo de Jesús son (a) la escucha
del Maestro y (b) el ejercicio del seguimiento, mediante la obediencia a la
Palabra. Pero es interesante leer esta misma frase desde la perspectiva de
Jesús. Jesús habla de “mis” ovejas. Les dice en primera persona. Las ovejas son
de Él, el Padre se las ha dado y el las cuida con amor responsable. Decir que las ovejas son “suyas”, implica
mucho.
Este “mis ovejas”, que luego se vuelve “me” (siguen), es
como una pequeña ventana que nos descubre el amplio panorama del estilo del Pastor:
Jesús, como buen pastor a quien el Padre le ha confiado sus ovejas, vive toda
su misión con una dedicación gratuita e incondicionada, en la disposición de
ofrecer la propia vida, dispuesto a afrontar la muerte, dispuesto a exponerse
en primera persona para salvar a sus ovejitas, dispuesto a tomar sobre sus
hombros el mal y las heridas provocadas por los lobos para impedir que las
ovejas le sean raptadas al Padre.
2) “Yo las conozco... Yo les doy vida eterna” (Jn 10,27-28):
Para Jesús no somos números en medio de una gran masa de gente, ¡no! Jesús, más bien, nos identifica claramente en
el cálido ámbito de una gran familiaridad: conoce nuestra historia, nuestras
dificultades, nuestros defectos y todas las características de nuestra
personalidad. Porque nos conoce nos acepta como somos, nos quiere todavía más
(Jn 10,14-15), y nos introduce dentro de la relación todavía más profunda que
habita su corazón: la amistad con el Padre. Esta amistad es eterna. En ella nos
ofrece una “vida eterna”. De aquí deriva el sentido de responsabilidad propio
del verdadero pastor: Jesús está cercano a sus ovejas con premura, con
atención, con paciencia, con delicadeza, con una dedicación incansable hasta el
don total de sí mismo sobre la Cruz, para que las ovejas tengan vida.
3) “Mis ovejas no perecerán jamás y nadie las arrebatará
de mi mano” (Jn 10,28): Ninguno de los que entra en este tipo de relación con
Jesús irá a la perdición ni podrá ser arrebatado de la mano de Jesús, porque Él
es Buen Pastor. Cuando hay amor nadie se
quiere morir, más bien al contrario: el amor pide eternidad. La relación con
Jesús da vida y seguridad. Para ello hace falta dejarnos pastorear por nuestro
buen pastor siendo fieles al rebaño que Jesús instituyo como Iglesia (Mt
16,18).
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